Con los ojos abiertos
"Con los ojos cerrados imagine un mundo. Con la mente a millones de kilómetros me vi haciendo tantas cosas. Con los parpados apretados, salieron lágrimas, y se dibujaron sonrisas. Porque con los ojos cerrados fui otra persona. Pero ya no más. Porque el mundo real está afuera y no tras mis parpados. Me he cansado. Ahora, con los ojos bien abiertos, quiero reír y llorar. Quiero imaginar y vivir. Completamente despierta. Porque decidí que no quiero perderme nada." Aixa-Gabii Serrada.
-Y ¿vendrás a verme seguido? – volvió a preguntarme Erick, mientras recogía algunas de mis cosas del baño de la habitación.
-Vendré todos los jueves para la terapia grupal, y los viernes para mi consulta con la psicóloga. Pasare por aquí a verte.- le repetí las mismas palabras que venía diciéndole desde anoche, cuando la enfermera había venido a comunicarme que mi tratamiento intensivo terminaba hoy.
-Recuerda que en la próxima sesión de la terapia hablaremos sobre un personaje inspirador, y debemos escribir un ensayo para leerlo. – rodé los ojos juguetonamente, mientras salía del baño. Metí mi champó y otros utensilios en mi maleta, mientras veía a Erick deambular por toda la habitación.
-Recuerdo claramente mis responsabilidades.
-¿Vendrá Edward por ti? – si Erick tenía una característica que los describiera a la perfección, era su curiosidad constante, y su amor platónico por Edward.
Erick se había convertido en mi compañero de terapia grupal. Justo el día después de ver a la psicóloga, ella misma me había llevado hasta un círculo de terapia que dirigía en el hospital, para los pacientes de la planta oncológica. Había estado rodeada de diferentes pacientes con diferentes, y particulares tipos de cáncer. Desde allí, cada uno tenía la oportunidad de contar acerca de sus diagnósticos, día a día y anécdotas de vida. A penas había tenido una sola sesión grupal, pero después de eso me había vuelto a ver con la psicóloga en sesión individual.
Erick había sido diagnosticado con leucemia seis meses atrás, y entraba y salía del hospital en tratamientos de erradicación y preventivos. Sus padres, quienes habían agotado casi todos sus fondos económicos en los tratamientos de Erick, eran parte del programa de apoyo que la fundación del hospital llevaba en compañía de Edward. Por extraño que pareciera, en ningunas de las veces que Edward había venido al hospital, en el pasado a ver a los enfermos y compartir con la fundación, y ahora a verme a mí, había podido coincidir con su mayor fan, Erick.
El niño de 11 años había memorizado perfectamente la mayoría de las estadísticas de juego de Edward en las últimas tres temporadas. Conocía su índice de bateo, el número de jonrones de por vida, y la historia completa de cómo había iniciado su carrera en el béisbol universitario antes de ser la estrella de los Gigantes de San Francisco.
Solo basto aquel día en terapia, y que Erick reconociera a Bella como la chica de las fotos de Instagram de Edward, para rogarle que lo ayudara a ver Edward. A juzgar por lo tensa de mi relación con Edward, había hecho circo, maroma y teatro para excusarme y no traer a Edward. Sin embargo, la situación se había vuelto impostergable, cuando había tenido que avisar a Charlie y Renee sobre su salida, y ellos a su vez le habían comentado a Edward,, que por supuesto estaría aquí de primero esta tarde para irse a casa.
Considerando que tenía que cruzarse de nuevo con él, después que le había pedido que no volviera luego del show de los besos y los reclamos, valía la pena al menos provechar el incómodo momento para alegra a Erick.
-Edward vendrá un poco antes de mi salida para verte. – le susurre en respuesta al niño, viendo como los colores se le subían a la cara y los ojos le brillaban con fuerza.
-Eso es simplemente increíble. Mamá no me creerá que Edward por fin pudo venir a verme. – le sonreí lo más grande que pude, tratando de no fijarme demasiado en su cabecita rapada.
La vida era demasiado injusta para algunos, es especial para Erick y su familia. Cada día era un reto ver a sus padres cruzar la planta oncológica cuando venían del trabajo, con las caras demacradas y los hombros caídos. Sonreían lo más que podían cuando veían a su hijo, pero ella no podía dejar de notar la nostalgia con la que lo observaban cuando él estaba distraído jugando. Podía ver la añoranza en los ojos de sus padres, y sus propios y más grandes temores reflejados en ellos dos.
-Pues entonces tendrás que tomarte muchas fotos con él, para que ella pueda verlas y creerte. – Erick asintió frenéticamente con la cabeza, sacándose su celular y escribiendo rápidamente en la pantalla.
-Ya le avise que vendría. Seguro que podrá escaparse antes del trabajo para verlo.
-Ella hará su mejor esfuerzo. – me escondí dentro del closet para terminar de arreglar mis cosas, mientras que con un mensaje de whatsapp confirmaba con Jennifer el envió del correo a la mamá de Erick con la propuesta de trabajo.
Una de estas tardes cuando Erick vino a visitarme, y arrastro a su mama con él, sin esperárselo Maddie comento acerca de las amenazas de despidió que estaba recibiendo de la empresa donde trabajaba. Cumplía simplemente con un trabajo de recepcionista, pero los horarios y recaídas de Erick habían complicado su capacidad para estar a tiempo y constantemente en su puesto de trabajo. Su jefe obviamente le habían valido mierda las razones por que ella se había ausentado, y mucho menos entendía que despedirla era quitarle la entrada de dinero a la familia, que bastante que les hacía falta. Maddie había estado buscando trabajo en otro lugar, tratando de estar preparada en caso de que le llegara la tercera advertencia y no le quedara más que recoger sus cosas. Finalmente discutiendo con Jenny, habíamos conseguido una bacante de secretaria en el área de diseño y pensaba que le mandara un correo con toda la propuesta.
Jenny había estado más que impresionada cuando le pedí hacerse cargo del caso. Y no es que yo nunca hubiese tenido una vena filantrópica o fuera despiadada en algunos casos, pero siempre había acostumbrado a sacar a todos mis empleados de las recomendaciones hechas por la agencia de empleos con la que había trabajado desde el primer día de la revista. Grandes periodistas, publicistas, mercadologos y hasta secretarias eran enviadas personalmente hasta su oficina, terminando por ocupar importantes posiciones en su revista. Nunca había creído en eso de poner un anuncio en la prensa para conseguir a nadie, sino más bien tener profesionales que filtraran de entre todo el gremio, aquellos que cumplieron con el perfil que ella esperaba de su revista.
De la misma forma con Jenny se había sorprendido con la idea, les había impresionado a sus padres encontrársela charlando animadamente con un niño de 11 años. Las cosas los últimos días en el hospital habían cambiado de formas que ni yo misma podía explicar, y aunque me seguía resistiendo como nadie a la famosa terapia grupal y odiaba cada recordatoria de ella, tenía que admitir que asistir había aclarado su panorama con respecto a su propia terapia individual.
La psicóloga había insistido en las últimas dos sesiones en aprender a decir que tenía cáncer. Seguía sin poder decirlo con la fluidez necesaria, o al menos esa que la mujer demente esperaba de mí. Continuamente se me quedaba mirando de manera aprensiva, haciéndome sentir que estaba volteando toda la biblioteca de textos psicológicos que estaban detrás de ella, sobre mí.
Tyler fue un tema en la última consulta. No dije de donde venía. No tenía ganas de rememorar la patética historia de la niña de bachillerato burlada, porque la verdad es que le había sacado bastante punta a ese tema en su momento, cuando había tenido que ir de forma obligatoria al psicólogo, entre otras cosas, por cómo se había afectado mi rendimiento escolar después de los sucedido. Filtre la información necesaria y solo comente que una persona de mi pasado había vuelto para encontrase conmigo y que me visitaba en la clínica constantemente.
Lo último fue lo que menos censure. Tyler había estado viniendo casi todos los días entre la mañana y la tarde. Cada vez que venía traía algo entre manos. Flores, peluches, comida chatarra, alguna película, cualquier cosa para sorprenderme. Aunque no le había querido admitir, lo había logrado hacer, en cada una de las veces, acertando con cosas que me gustaban de la época en que éramos novios, y que seguían siendo parte de mi vida.
Cuando no estaba metido de cabeza en mi habitación, hablábamos por teléfono. Me llamaba varias veces en el día, a veces por solo 2 minutos para saber si estaba bien, y en otros momento por mucho tiempo, contándome acerca de los muchos países que ha visitado en Europa compitiendo en el Motocross. Además se confesó fanático del béisbol y de los Gigantes, a pesar del poco tiempo que tenía para seguir la temporada.
El tema Tyler me seguí jodiendo las neuronas. Él no había intentado nada fuera de lo normal, su relación empalagosa conmigo, su preocupación por mi salud y los regalos diarios. Tenía un gran talento para esquivar cualquier cosa que pudiera llevarnos a pensar en el pasado o algo de lo que habíamos vivido en nuestros años de relación, e inclusive esquivaba la posibilidad de mencionar algo relativo a mi vida después de su huida y de mis relaciones en el presente. Charlie seguía odiando con todo su ser encontrarse con la habitación llena de regalos de él, porque eso solo le confirmaba que manteníamos contacto. Por otra parte, insistía con fuerza en que Edward regresara, pero en los últimos cuatro días, no había hecho más que preguntarme si estaba bien por mensajes de Whatsapp. No hizo el amago de volver y los mensajes dejaron de tener la tónica sexosa de siempre. Simplemente era cordial pero frio.
Se suponía que hoy lo vería, cuando viniera por mí junto a mis padres. Sin embargo, Tyler también había quedado de querer venir para estar cuando me dieran la salida. La combinación estaba maldita.
-¿Todo listo? – salí de mis cavilaciones cuando la voz de Tyler irrumpió en el cuarto. Saludo a Erick, que obviamente lo conocía, y se acercó para dejar un beso en mi mejilla. – Te ves increíble con ese vestido.
Renee había insistido en que usara un vestido para mi salida de la clínica. Ella misma lo había comprado. Entallado arriba y holgado abajo, de un color azul celeste precioso. Lo había acompañado con unas bailarinas a juego.
-Gracias. – le dije simplemente, volviendo a la misión de meter mis cosas en la maleta.
-¿Cómo te sientes hoy? – se sentó en el sofá junto al niño, compartiendo una sonrisa antes de mirarme.
-Agotada, pero bien, deseando irme a casa.
-¿Iras a quedarte con tus padres?
-No, pienso irme a mi casa. Extraño mis cuatro paredes llenas de privacidad. En este tiempo aquí no he hecho más que ser interrumpida por Raquel y todo aquel, es de verdad molesto. La única persona que tolere y tolero es Erick, los demás han invadido mi espacio personal. – aproveche para despotricar un poco, y hacerle saber que a pesar que apreciaba sus gestos, el seguía siendo el carbron de hace 12 años que yo no quería demasiado cerca de mí. Habíamos conectado en un momento difícil de mi vida, pero era necesario e imperioso que cada uno se volviera a rodear de su propia mierda, como ya venía siendo costumbre.
-Auch, eso fue directo contra mí. – medio sonrió, mirando al pequeño y a mi intercaladamente.
-Contra todo aquel Tyler, la verdad es que no soy una persona demasiado carismática y recibiendo quimio, me pongo más neurótica que siempre. – le regale una amplia y falsa sonrisa. – No eres tu cariño, soy yo.
Ambos hombres se rieron un poco.
-Bueno, te traje algo como ofrenda de paz a tu neuroticismo. – se metió la mano en la chaqueta que llevaba y de allí saco una caja rectangular dorada. – Sé que el medico mencionó en estos días que debías cuidar la alimentación de cosas que tuvieran conservantes y que no fueran totalmente frescas, pero me parecía que lo necesitarías. Felicidades por salir del hospital. – extendió frente a mí una caja de 12 bombones rellenos de avellana, mis favoritos, y los que el acostumbraba a darme en nuestros cumple mes.
No sé si él estaba intentando demostrar un punto con sus regalos del ayer, pero lo que era seguro es que lograba removerme de mi lugar. Y no necesariamente para bien.
-Gracias. – le conteste con sequedad, metiéndome en baño para fingir que necesitaba buscar algo, pero huyéndole a la cara de campeón que tenía puesta. Si estaba tratando de tenerme de nuevo, recordándome los días en que me mantenía engañada por una apuesta, la estaba cagando.
Para sumarla diversión a la situación, alguien comenzó a tocar la puerta, pero antes que me aproximara a abrirla, Tyler le había indicado a la persona que pasara. Un par de hombres cargando un arreglo florar como con 300 rosas, se tambaleo dentro de la habitación, tratando de llegar a la mesita frente a la ventana, que tenía el agua y los celulares. Tyler les metió la mano para ayudarles a ubicar el ramo, y una vez asegurado me regalaron su mejor sonrisa.
-¿Isabella Swan? – asentí confundida. - ¿Podría firmar aquí, por favor? – me extendieron un bolígrafo y un formulario, donde no decía más que las característica del envío, sin el remitente.
-¿Quién envió esto? – indague, una vez que les regrese los papeles.
-Está en la tarjeta. Feliz tarde. – así como habían entrado, volvieron a salir, esta vez sin dar tumbos y sin unos 5 kilos de matas encima.
¿Qué coño era esto?
Camine hasta el ramo, bajo la atenta mirada de Tyler, que buscaba en mi expresión el indicativo de quien podía ser. Erick por su parte, se había subido a una silla para estar más cerca del ramo y contemplarlo.
"Sigo esperando por tus labios. Pero todos para mí. Quiero que vengas conmigo a Venezuela para la temporada. Quiero ver tu cara en las gradas. Quiero que estés conmigo en esta travesía. Quiero tener un turno al bate mirándote por cada rosa que hay allí. Son 320 por cierto, y no me preguntes porque ese número, solo lo dije al azar en la floristería. Tu beisbolista favorito"
Cerré los ojos con fuerza y solté todo el aire, que hasta ahora no sabía que había estado conteniendo cuando comencé a leer la carta.
320.
320 turnos al bate.
320 rosas.
Me mordí el labio, tratando de contener la sonrisa que tenía guindada de una esquina de la boca.
-¿Y bien? – Tyler me hizo abrir los ojos, percatándome que estaba tratando de alcanzar a leer lo escrito en la dedicatoria. Lo aleje de su rostro y camine hasta mi cartera, escondiéndolo de él y de todos los que faltaban por venir para preguntar.
-¿Y bien qué? – le respondí, desafiándolo con mi tono.
No era su puto problema.
-¿Quién las envía?
-No te interesa. – le conteste.
-¿Estás viendo a alguien? – rodé los ojos ante su pregunta.
-No te interesa.
-Son increíbles Bella, tu novio debe amarte mucho. – por fin Erick había reaccionado para decir algo. Le guiñe un ojo y le di mi mejor sonrisa.
-¿Conoces al novio? – ahora intento con el niño
¿Es en serio?
-Nop
-Eres patético Tyler. – me reí
-Hola a todos. – interrumpió la entrada de mi padre y su escándalo, todo el momento. Su mirada alegre y juguetona de inmediato cambio, viajando de Tyler hacia las flores y de las flores a Tyler. – Parece que has hecho demasiado dinero en tu escapada a Europa. – le dijo, ganándose una media sonrisa mía.
Tarde o temprano la mordacidad Swan iba a alcanzar a Charlie.
-Buenas tardes señor Swan. – Tyler trato de saludarlo de lo más cordial, extendiéndole la mano.
-Ahórratelo Tyler, tenemos una semana encontrándonos y la verdad es que en ningún momento te dio la mano. – y eso no era mentira, desde que habían comenzado a coincidir en la visitas, ni una vez mi padre le había contestado el saludo.
-Ya decía yo que nada podía ser perfecto. – fue el saludo de mi madre a penas entrar. Se dirigió hasta el ramo de tamaño anormal y busco por todos lados algún indicativo, imagino yo, del destinatario. – Menudo regalo, aunque innecesario. – le dijo.
-Quisiera seguir disfrutando de su cálido enfrentamiento, pero uno, tenemos un niño en la habitación. – ambos llevaron su mirada por primera vez a Erick, dirigiéndose entonces a saludarlo. – Y dos, no lo trajo Tyler.
-Eso es muy cierto, lo traje yo. – con esas palabras hizo Edward su entrada triunfal, regalándonos a todos una sonrisa. – Buenas tardes familia. – puso su mejor sonrisa de voy a batear un puto jonrón y se acercó primero a Renee para darle un beso en la mejilla.
Ahora si le había caído mierda al ventilador.
Decidí que lo mejor que podía hacer era quitarme del medio de lo que sería, muy pronto, un concurso de meadas. No me quejaba si tenía que ver un poquito de carne por aquí y por allá, de cierta área sur del cuerpo de Edward, pero no quería terminar chispeada por su orine de macho marcador de territorio.
-¿Y tú qué? – fueron sus palabras para Tyler, cuando termino de saludar a mis padres. Erick camino hacia mí que estaba sentada en la camilla, y me imito, notando rápidamente como la expresión de Edward se volvía desafiante.
Rodé los ojos. No estábamos en el lugar adecuado para un enfrentamiento.
-¿Qué de qué? – le dijo el otro macho con altanería.
Edward dio un paso más cerca de su cuerpo, sin perderlo un minuto de vista.
-Par de dos, recuerden que teneos un niño presente. – señale a Erik, logrando distraer a Edward por un momento.
-Vete de aquí.
-¿Disculpa?
-¿Eres sordo o estúpido? – Charlie y Renee se habían replegado también, para observar la discusión. Me acerque al oído del pequeño y le indique que saliera por unos minutos y fuera por un refresco al cafetín. De inmediato se resistió, pero cuando le dije que era para Edward, salió corriendo del cuarto, prometiendo venir pronto.
-Ambos son un par de idiotas. – les dije. Deberían aprender a comportarse.
-Quiero que se vaya. – me solto Edward como si nada.
Bueno bueno, pero el machismo estaba demasiado subido hoy.
-Creo que le único con derecho a hablarme en ese tono y de esa manera es Charlie. – le riposte.
-Pues yo estoy de acuerdo. – secundo el traidor de mi padre.
-Vete Tyler, estas generando un momento francamente incomodo aquí. – ahora fue el turno de Renee.
-Con todo respeto Sra. Swan, pero no iré a ningún lado a menos que Bella me lo pida.- todas las miradas se fueron directo a mí.
-Todos se están comportando de una manera francamente molesta y abusiva. Si a ver vamos, deberían irse todos.
-¿Esa es tu respuesta? – susurró Edward.
-Tyler, creo que tendremos que conversar en otro momento. Sabes que debo irme a casa, además que Erick esta frenético por ver a Edward. Por favor. – le señale la puerta, viendo cómo se pintaba una sonrisa de jonrón en la cara de Edward.
-Voy a llamarte más tarde, ¿de acuerdo? – se acercó hasta donde estaba, dejando un incómodo beso en mi mejilla. Le sonreí lo mejor que pude, y lo vi desaparecer por la puerta.
-Eres un jodido idiota. – le dije a Edward, viendo como estallaba en risas.
-Bella, modera tus palabras. – intervino mi madre.
-No me jodan.
-Bueno a ver, deja de estar tan gruñona, finalmente vas a salir del hospital, lo que se supone estabas soñando, cambia esa cara. – Charlie se acercó hasta mí para envolverme en sus brazos. Aunque quise hacerme la dura, termine devolviéndole el abrazo.
-Veo que tienes todo listo. – ahora fue el turno de Michael para apersonarse en la habitación, acompañado por Erick, que traía entre sus manos una Coca-Cola de dieta. Sin pensarlo mucho se dirigió hasta Edward, extendiéndole el refresco y mostrándole una sonrisa. El último no se resistió al encanto del niño y se alejó de nosotros para conversar con él.
-Sí, finalmente me podre ir. – le conteste al médico.
-Estuviste aquí una semana Bella, no es el fin del mundo.
-Pues cuando pasas una semana sintiéndote como mierda de vaca, es el fin del mundo. – lo ojos de Renee se dilataron ante el uso de palabras que tenía, pero Michael simplemente se rio.
-Oh bueno, me convenciste. Ya deje firmada tu alta y ahora quiero que te tomes las cosas con calma. Hoy probablemente te sentirás bastante bien, porque en el último suero te pusimos un coctel de vitaminas que te dejo reestablecida. Sin embargo, necesito que te alejes del alcohol, que duermas muy bien y que comas tres veces al día, de manera balanceada, nada de conservantes y todo tan fresco como puedas. Además, recuerda venir la semana entrante para exámenes de sangre y chequeo. Tengo previsto que retomes las quimios en 21 días, que es el tiempo prudencial que tu organismo requiere para sobreponerse y luchar contra la enfermedad. – escribió una serie de cosas en un talonario de récipes que traía consigo. – Quiero que continúes con estas vitaminas, porque has estado demasiado descompensada estos días.
-Puedes relajarte Michael, tengo casi 30, puedo cuidarme sola. – le arrebate el papel de la manos, cuando trataba de dárselo a Charlie.
-Bien, a tu manera, como siempre. – me regalo una sonrisa. – Estas radiante hoy, por cierto. – rodé los ojos ante su comentario.
-¿No eras casado?
-¿Y tú como lo sabes? – me devolvió de lo más pícaro, ganándose una mirada fea de parte de mi madre, para ambos.
Si tenía que ser honesta, Michael no se veía nada mal.
-Bueno esto es todo por ahora. Cuando estés lista con todas tus cosas, podrás dejar el hospital. – camino hacia la puerta, pasando por donde Edward y Erick se estaban tomando fotos con el celular del último. – Deberías venir más seguido. – le insinuó, alcanzando la perilla de la puerta. – Tengo que advertirles que algunos medios están afuera, no son muchos, pero simplemente no puede controlar toda la fuga de información como quisiera, una vez más, me disculpo.
-Lo peor ya fue dicho, lo demás es mierda en el retrete. – escuche su carcajada perdiéndose en los pasillos.
-¿Estas lista? – me pregunto mi padre, trayéndome de nuevo a la realidad.
-Dame un minuto. – me acerque a donde están el par de fanáticos del béisbol tomándose fotos, esta vez con el celular de Edward, y me metí en una de sus fotos.
-Después quiero unas para mi IG. – le dije a ambos, posando para una selfie en el medio de ambos galanes. Antes que tomaron la foto, los dos se acercaron por ambos lados de mi cara, y plantaron cada uno un beso en mis mejillas, haciéndome soltar una carcajada. No sé cómo Edward había logrado tomar la foto, estando con la cabeza girada y sus labios en mi mejilla, pero si lo había logrado. En la fotografía, salí con los ojos cerrados y una gran sonrisa en mis labios del momento en que me carcajee por la sorpresa. A pesar de lo rápida e inesperada de la foto, era preciosa.
-Ahora una de mi teléfono. – ambos volvieron a acomodarse a mis lados después de ver la foto, y miraron hacia la cámara frontal de mi celular. – Sonrisas. Lenguas de medio lado. Boquita de pato. – les fui indicando diferentes poses. – Mirada malvada. Sonrisas grandes. Perfil. Listo. – baje el celular hasta nosotros y me deleite con todas las fotos que teníamos. – Hare un collage.
Los tres nos concentramos por unos minutos en los celulares, cada uno con sus fotos y parados en el mismo sitio. Arme el collage con las fotos en unos segundos y publique para IG.
"Esta es una experiencia de vida. Una de las muchas que he pasado en este último año. Nada sería igual sin estos chicos #misfavoritos Gracias." Para cerrar el mensaje los mencione a ambos.
"Consintiendo a alguien especial, en un día especial. Las mejores sonrisas son con los ojos cerrados, y nosotros quisiéramos sacarte varias de esas. #SiempreJuntos" Ese era el mensaje de Edward en su foto.
-Bueno, si ya terminaron, creo que podríamos irnos. – se integro mi mamá, impaciente por salir de ahí.
-Erick, quiero que sigas tomando tus medicinas y siguiendo las instrucciones del médico. En ningún momento dejes de escuchar a tus padres y se un buen chico. Voy a venir muy seguido a verte y tenemos una cita en el grupo de apoyo, ¿de acuerdo? – abrace al pequeño, que se aferró a mi cintura y puso su cara en mi pecho. – Estamos juntos en esto. – el solamente asintió, alejándose de mí y acercándose donde Edward lo esperaba para más abrazos y palabras de aliento.
Me encamine hacia la cama y tome mi bolso entre los brazos. Mi mama se encargó de llevar la maleta que mi padre previamente había cerrado y bajado de la camilla, y él se dirigió a tomar el ramo gigante de flores. Salimos todos juntos de la habitación, y una enfermera se apersono para despedirse de mí y quedarse con Erick.
Vi los ojitos del pequeño entre la rendija el ascensor mientras se cerraba.
Después de un debate acalorado en el estacionamiento acerca de nuestro destino a la salida de allí, había logrado negociar mi estadía en mi casa a mi partir de mañana, a cambio de estar hoy en casa de mis padres, bajo la atenta vigilancia de Renee y sus modales estrictos. Además, me participaron de la idea de contrataran a alguien para que cocinara para mí en los próximos días que estuviera en casa, temiendo que fuera incapaz de mantenerme en la dieta lejos de conservantes.
Como una jodida niña.
Edward nos siguió en su auto hasta la colina donde vivían mis padres y se bajó para tertuliar con nosotros. Estando en la casa y después de una breve charla, se le ocurrió la brillante idea de salir todos a cenar a algún lugar, porque tenía un anuncio importante que hacer.
Más mierda para el ventilador.
Obviamente Renne en su desvivida obsesión por Edward estuvo más que encanta con la idea, así que se desapareció escaleras arriba en búsqueda de un mejor atuendo. Yo me mire a mí misma, con el vestido azul holgado de esta mañana y agradecí que tuviera algo de ropa aquí en casa. Subí las escaleras y mede entre mi closet di con un pantalón negro alto que olvide que tenía y una blusa de tirillas en material de chiffon del mismo color. La puse por dentro para resaltar el corte del pantalón, y agradecí la cintura que tenía después de todos los kilos que baje. No era la forma como quería bajarlos, pero ya lo había hecho.
Me calce unos zapatos de tacón amarillos en corte puntiagudo y mi recogí el cabello en una cola alta. Baje hasta la sala para alcanzar mi bolso, y en el mi maquillaje.
-¿No esta demasiados altos? – Charlie señalo los tacones que llevaba.
-No me pongo unos así desde la boda de Alice, y sabes cómo amaba usarlos.
Una de las muchas cosas que había perdido desde el diagnostico de mi enfermedad, había sido mi usual guardarropa. Subidas y bajadas en mi estado anímico y emocional, me habían mantenido usando ropas muy holgadas, o tacones muy altos, según como fuera el momento. Para nadie era un secreto, que como buena perra que era, amaba andar montada en tacones muy altos todos los días, pero los reposos, la cirugía y demás, me había mantenido al margen de esta vida en el último tiempo.
-Sin embargo me parecen peligrosos. – insistió
-Vamos a cenar a un restaurant, no a una discoteca. – rodé los ojos ante sus comentarios y me perdí escaleras arriba, para maquillarme.
Lo bueno de mi obsesión con el maquillaje era que tenía un sinfín de productos que podían tapar muchas cosas, entre ellas las ojeras monumentales que tenía. Además, esa misma obsesión me había llevado a tener casi todo mi maquillaje en la clínica, a pesar que no lo había usado ningún día.
-Veo que estas de mejor humor. – fue el comentario para romper el hielo de Edward, con quien había venido en el auto. – Ha vuelto la mujer arrolladora de siempre. – continuo, mientras yo me retocaba el labial rojo en el espejo del carro.
-¿No era eso lo que querías?
-Quiero que este bien contigo misma. No que me engañes para estar tranquilo.
-Estoy bien. – le dije simplemente.
La depresión de días atrás era un tema que quería dejar zanjado.
Una vez acomodados en el restaurant, con Edward sentado junto a mí y mis padres al frente, comenzaron a pedir aperitivos y demás. Como era de esperarse habíamos ido a parar a un lujoso restaurant de las afueras, donde Edward había pedido descorchar un botella de champan a la primera que le mesonero había ofrecido algo de beber.
-Para mí agua con gas, por favor.
-¿Por qué brindaremos? – fue el turno de mi papá para preguntar, cunado la champan y mi soda estuvieron servidas en las copas.
-Familia, quiero hacerlos parte de un momento importante en mi vida. Primero, quiero que brindemos por Bella y por todo el esfuerzo que hizo esta semana, y porque todo eso rinda frutos muy pronto. Quiero que brindemos por su valentía y fortaleza ante todo lo que hemos pasado en los últimos días. – lo mire con los ojos entrecerrados, creyendo imposible que pudiera ser más zalamero. – Salud.
-Eres toda una campeona hija.
-Guárdenlo para cuando me digan que estoy en remisión.
-Ignorando tu comentario, ahora quiero que brindemos por algo que he estado esperando desde siempre. Amo jugar béisbol, es mi pasión, mi vida y mi vocación, soy inmensamente afortunado de poder hacer lo que amo y que me paguen por eso. Como fanático, siempre he seguido todo lo que tenga que ver con béisbol, la liga en Japón, en Australia, Republica Dominicana y Venezuela. Personalmente tengo el placer de jugar con algunos peloteros venezolanos y de escuchar sus historias de cómo es la pelota en su país. Desee desde hace mucho tener la oportunidad de vivirlo por mí mismo. Ahora es una realidad. Quiero decirles que ayer concrete las negociaciones y me iré el 27 de noviembre a comenzar entrenamientos para jugar a mediados de diciembre. Voy a jugar en la liga profesional en Venezuela.
Y aunque mi relación con Edward estaba más bien incomoda y tirante, y él me había adelantado algo de esto en su mensaje de hoy en las flores, la sorpresa fue exactamente la misma como si no supiera nada en absoluto acerca de la posibilidad. No pude contener la emoción que me embargo por dentro al saber que se le estaba presentando esta increíble oportunidad. Me gire en mi asiento y me lance con fuerza a abrazarlo por el cuello, haciéndolo casi derramar el contenido de su copa. Cerré los ojos con fuerza y me detuve a asimilar este momento, mientras mis padres se desvivían en felicitaciones.
Mi enfermedad en los últimos meses me había quitado una lista interminable de cosas. Me había reprimido a mí misma de llevar este mismo estilo de vida que adoraba y siempre seguía, lleno de salidas y ropa fina. Me había hecho desconfiar de mi misma y me había devuelto a aquellos días lejanos de inseguridad. Me habían acercado a una parte de mí que ya no reconocía, la Bella que tenía miedo de no ser lo suficientemente perfecta y valiente para encarar la realidad. Me había sometido al escarnio propio en el espejo, y me había alejado de mis propias metas.
Me saco de la revista y mi propósito de llevarla a mercado internacional este año. Me alejo de mis amigos y la posibilidad de consolidar alguna relación estable para no estar sola después de lo de Mike. Me había hecho sentirme aislada y celosa del momento más bonito que mi hermana había vivido hasta ahora, y me había llenado de un profundo pánico respecto a que cosas podría perderme en el futuro. Me había hecho dudar tanto de mi misma, que le había dicho que no a la oportunidad de tener algo con un hombre al que me había sentido atraída, inclusive desde antes de conocerlo. .
Y aunque las mejores sonrisas y los mejores momentos se disfrutaban con los ojos cerrados, en este momento sentía que cerrar los ojos y privarme de ver a mi alrededor, me quitaba la maravillosa oportunidad de recordar todo esto de aquí en adelante.
Cerrar los ojos me alejaba de guardar en mi memoria recuerdos de grandes momentos, para cuando la vida no fuera tan grata. Cerraba los ojos cada vez que sentía miedo o dolor.
Nadie podía jurarme si viviría, pero valía la pena hacerlo mientras tanto.
Me solté del cuello de Edward y me acerque hasta su rostro, notando en sus facciones la sorpresa, a medida que la distancia se hacía más corta y yo casi tocaba sus labios.
-Felicidades. – le susurre antes de poner mis labios contra los suyos, haciendo de inmediato que cerrara los ojos y medio sonriera en lo que se convirtió en un beso. Sentí la respiración contenida de mis padres, mientras observaba con los ojos bien abiertos los parpados de Edward, su frente y su cabello sobre mí.
Decidí besarlo con los ojos abiertos.
Parece que mi mirada fue lo suficientemente insistente para hacerlo a el abrir los suyos, encontrándose conmigo de cerca. No se alejó de mí pero rompió el contacto de nuestros labios antes de hablar. - ¿Y porque no cerraste los ojos?
-Porque no quiero perderme nada. – le regale una sonrisa de lo más honesta posible y me aleje, encontrándome con la atenta y pasmada mirada de mis padres.
-Esto es nuevo. – dijo Charlie.
-¿Te molesta? – inquirió Edward.
-¿Qué paso con Annie? – fue el turno de Renee.
-Lo dejamos. – Edward tomo mi mano por debajo de la mesa y la llevo hasta arriba, apoyándola junto a su plato. – Voy a apostarle todo a esto. – señaló nuestras manos. -¿Cuento con ustedes?
-Salud. – fue la respuesta de Charlie, con la copa en mano y dispuesto a terminar el brindis que yo había interrumpido. – Por los nuevos proyectos.
-Una foto. – Edward saco su celular y le pidió a mi papá que la tomara. Trate de soltar su mano para que no saliera en la foto, pero me lo impidió, acercándose a mi y sonriendo grande.
"Hoy me dijeron que no querían cerrar los ojos para no perderse nada. Me compraste con esa y tantas más. Yo también quiero estar con los ojos bien abiertos, pero no perderme nada de lo que viene. #SiempreJuntos #NuevosProyectos" Ese era el pie de foto de la publicación de Edward en IG, que pude apreciar horas más tarde cuando llegue a casa.
Y aunque el sueño me estaba venciendo, me mantuve con los ojos bien abiertos para leer su mensaje de buenas noches que llego minutos después, y apreciar como nuestra foto junto a Erick estaba en su perfil de Whatsapp.
No me perdí nada.
Finalmente pude terminar este capítulo que tengo casi un mes escribiendo. Se me cruzo el cansancio con algunas ocupaciones de final de año y no había podido terminar. Sin embargo aquí esta.
Estos mese fueron intensos. Termine el semestre y ahora espero para comenzar el 5to el próximo año. Además, estoy con otro proyecto increíble que me enriquece como profesional.
Este posiblemente será el último capítulo del año. Un año de retos, de metas cumplidas y otras que habrá que replantearse. Una de las que no logre cumplir fue terminar el fic, pero no lo abandono y aplazo la meta para el próximo año. No me puedo decir más que gracias a Dios, el destino, la vida y demás por el año que tuve y todo lo que pude logre. Sigo luchando y no pienso detenerme. A ustedes gracias por ser parte de mi año allí del lado de la pantalla. Esta relación es esporádica pero hermosa, y los espero en el 2016. Todo es gracias a ustedes.
Feliz navidad y mis mejores deseos para el 2016. Que se venga solo lo bueno y nada más que lo mejor.
Comentarios? Gracias!