No vengo muy parlanchina esta noche. Quería actualizar antes de que el doc se caducase, me cuesta trabajo pensar que el último capítulo fue hace casi noventa días. Enserio que cada vez el tiempo se me pasa volando más rápido.

En fin, llegamos al capítulo siete.


7

Koushiro solía ser un trabajador ejemplar: nunca llegaba tarde, siempre sacaba adelante todos sus pendientes, era respetuoso, analítico, confiable y responsable. Siempre llegaba pulcro y peinado. Se concentraba y no dejaba que los problemas personales le afectasen en su rendimiento.

Su jefe acababa de llamarlo en su oficina para preguntarle qué demonios sucedía que lo tenía tan distraído, tan abstraído; con unas ojeras que le llegaban a las rodillas y con la misma camisa de toda una semana. Koushiro, por un momento, pensó en serle sincero y contarle todo el asunto de Mimi pero cada vez que empezaba a abrir la boca recordaba que la situación, en sí, era risible, ridícula, idiota. Su jefe se partiría en su cara y le mandaría a casa con una suspensión o algo por el estilo.

—Es una mujer, ¿no es así? Si lo es puedes decírmelo, ¡Conoceré yo a todas esas malditas perras! Ya te digo…

—¿Qué? —escuchar una palabra de tal calibre de labios de su jefe no era algo que hubiese esperado

—Escucha, Izumi. Me pasó lo mismo cuando me divorcié por primera vez. Sé de primera mano lo ingratas y desgraciadas que pueden ser. Pero ¿sabes cuál es el truco? Otra, la respuesta siempre es otra.

—Otra mujer, que probablemente será igual de ingrata, no le veo lo lógico a caer con la misma piedra.

Su jefe entrecerró los ojos porque Koushiro estaba dándole al punto exacto. Pero el amor en sí no es lógico, a él se lo decían todo el tiempo. Se había vuelto a casar, apenas unos meses después de su tercer divorcio, y no se arrepentía en lo absoluto.

—El primer error del enamorado primerizo: creer que durará para siempre y no prestarle atención al presente. Sí, las mujeres son despiadadas pero nunca se van sin dar, al menos, una advertencia— le contestó, ignorando su anterior comentario—. ¿Sabes que tienen en común la primera y la última vez que te enamoras de una mujer? En que lo das todo. Al principio todo lo que tienes, al final todo lo que te queda. Los entremedios solo funcionan cuando uno es precavido.

Koushiro frunció el cejo. No estaba seguro si entendía del todo lo que su jefe trataba de decirle aunque era mejor que cualquier otra cosa. Sonrió y asintió, casi se para a aplaudir pero supuso que ya sería demasiado.

—Lo tendré en cuenta —remató.

Dedicó lo que quedaba del día a ponerse al corriente en sus tareas, a checar los datos que habían llegado al laboratorio y que había apilado en una torre a lado de su CPU. Pronto se dejó envolver en el mágico mundo de los números, las estadísticas y demás para dejar de pensar en Mimi Tachikawa y lo terrible que de seguro la estaba pasando en Estados Unidos. Porque, contrario a lo que todos pudiesen pensar, en realidad estaba muerto de preocupación.

[Nueva York — Mimi Tachikawa]

Llegué al local en el que ahora trabajo una hora temprano. Me aburría mucho en casa así que prefería llegar temprano a aprender trucos con la coctelera. No sabía que preparar tragos se me diera tan bien, Lucas dice que ha recibido algunos halagos al respecto.

El lugar no es muy grande ni muy chico, acogedor me atrevería a decir. Juega mucho con los colores caoba y los verde pino y hace juegos dorados de luces por las noches en lugar de los neón que otros bares o antros suelen utilizar. Es más bien visitado por jóvenes profesionistas que por universitarios o críos con ID falsas y a mí me parece perfecto, hasta el día de hoy he tenido pláticas increíblemente interesantes.

Estaba recargada en la barra de madera cuando Lucas salió de la pequeña oficinita que tenía en una puerta trasera. Tenía el celular en las manos y se veía algo callado. Cuando llegué se encontraba hablando por teléfono y al verme se fue a encerrar.

—¿Todo bien?

—Ah, claro Meems. No tienes que preocuparte por nada.

—Si tú lo dices —no creí que valiese la pena insistir—. ¿Empezamos con la lección de hoy?

—Por supuesto.

Cuando la noche caía y los clientes llenaban el lugar podía escuchar mil voces al mismo tiempo: las conversaciones eran tan diversas que no podía dejar de sorprenderme. Fueron pocas las veces que salí de fiesta a la ciudad y la mayoría habían sido reuniones en departamentos. En Tokyo asomaba la cabeza fuera de la casa que compartía con Koushiro una vez cada mil años, ósea ninguna en todo el tiempo que estuve allí. Koushiro solía decir que los beats repetitivos de la música electrónica lo aturdían y que las luces estrambóticas harían a cualquiera convulsionar. No pude evitar girar mis ojos, mis recuerdos frescos habían hecho que escuchase las palabras de Koushiro como si estuviese a mi lado, preguntándome si no preferiría ir a casa a ver alguna serie.

—¿Meems? —Lucas me llamó, sacándome de mis recuerdos.

—Descuida, lo siento. Por un momento me fui muy lejos.

—No te preocupes. ¿Puedo pedirte un favor? Cuida la barra por mí un momento.

En realidad no era un trabajo muy demandante, casi todos se acercaban a la barra cuando necesitaban un trago así que casi no tenía que salir a tomar órdenes. Me había sacado plática un chico al que habían dejado plantado y dos recién graduados que iban en busca de una cita para la noche. Me había mantenido tan ocupada que fue hasta la hora de cierre que recordé a Lucas.

Salió de su oficina con un par de tipos que no había visto entrar. Cuando me pasaron por enfrente, uno de ellos me guiñó el ojo. No pude evitar devolverle el cumplido.

—Espera un momento, creo que a ti no te conocemos.

—Ella es Mimi Tachikawa, una amiga de la preparatoria. Acaba de regresar a Nueva York después de un tiempo en Tokyo.

Estiré mi mano y ambos tomaron turnos para besarla. Sentí mi rostro sonrojarse y me dio tanta pena porque hacía años que alguien hacía eso y siempre me había parecido de lo más romántico. Claro que los chicos que tenía enfrente parecían todo, menos románticos.

—Bueno, nos vemos la próxima semana, Lucas— se dirigieron a mi amigo y luego a mí—; Nos vemos, primor.

Apenas cruzaron el umbral me acerqué a la puerta para colocar el cerrojo y poder hacer el cierre. Lucas me miraba desde la barra con un extraño brillo en sus ojos.

—Desde que te contraté llegan cada vez más chicos y menos chicas.

—¡Que cosas dices!

—No, está bien por mí. Los hombres consumen más que ensaladas y cosmos. El bourbon deja más utilidad.

Le sonreí cuando pase por su lado para entrar al área donde guardábamos los enseres de limpieza. Me siguió los pasos.

—Aunque no puedo evitar sentirme un poco rezagado. Cuando apareciste de nuevo pensé que podría tener ahora mi oportunidad.

—¿Tu oportunidad? —le pregunté inocentemente mientras colocaba el aromatizante en el cubo de agua. Sentí como me aprisionaba por la espalda—. ¿Lo dices enserio?

—Por supuesto, primero fue Michael y luego te fuiste al otro lado del mundo con él… ¿Cómo se llamaba?

—Koushiro.

—Ah, sí.

Decir su nombre en voz alta me hizo ser consciente de la situación en la que estaba metida: me encontraba sola y tenía a Lucas abrazándome por la espalda. Y aunque luces rojas empezaron a girar en algún rincón de mi cabeza, me volteé para quedar frente a frente con Lucas.

—No creo que sea una buena idea. Eres mi amigo y ahora mi jefe.

—Esa última parte es la que me gusta más.

Me atrapó aún más cuando colocó sus brazos en mis hombros y me acunó la nuca en sus palmas. No pude evitar pensar que Koushiro jamás me había abrazado así y comencé a desear que me besara. Parecía más bien mirar mi nariz en lugar de mis labios y cuando se acercó hacia mi rostro fue para morderla. Fue extraño pero a la vez interesante. Un aroma ácido que se me hacía conocido salió de su aliento y por alguna razón fue lo que me hizo apretarme más a él.

Dejé caer la botella del limpia pisos en el cubo de agua. Lucas me tomó de la cintura para elevarme y sostenerme contra la pared y entonces finalmente me besó.

Era uno de esos besos voraces, salvajes y ácidos que Koushiro no sabía dar. Es más, me recordaba uno de los últimos besos que Michael me había dado, hace menos de año y medio.

Ácido. ¡Por supuesto! Justo como los besos de Michael. Era el mismo aroma, la misma sensación que me dormía la lengua. Como choques eléctricos que entraban a mi cuerpo por medio de mi boca.

¿Qué tenían Michael y Lucas que me hacía sentir así? ¿Por qué jamás se sintió igual de intenso con Koushiro? Pensé que lo amaba y en el amor las cosas siempre eran mágicas. Todo había resultado ser una farsa. Seguí pensando en las faltas de mi ex-novio mientras Lucas me hacía suya contra la pared del cuarto de limpieza y hacia el final, sobre su hombro, me pareció ver un par de ojos azules.