El sonido de las espadas entrechocando, con el acero dando gritos más agudos que las mismas personas, inundo sus oídos cubiertos de sangre. Le pareció revivir la batalla que había tenido lugar en los Dedos cuando los Segundos Hijos tocaron tierra. La adrenalina reverberaba en su pequeño cuerpo y sus supuestos compañeros de armas se lanzaban al ataque; despreciativos hacia los designios de muerte que se cernían sobre la playa. Tyrion quiso moverse también pero no pudo. Lo intento de nuevo aferrando el hacha hasta que los nudillos le dolieron pero era inútil. Parecía atascado en arenas fangosas y oscuras, que brillaban asquerosamente frente a un sol rojo. Podía oler la sangre llegando del mar y con un escalofrío y nauseas intensas supo que estaba nadando en la sangre coagulada de soldados y caballos.

Trato de escapar de allí, escapar de la muerte. No debía morir allí todavía, no antes de llegar a Eyrie. Todo su ser lo jalaba a continuar, desesperado por seguir, embarrándose las manos con restos podridos y pelo chamuscado. Se rompería las piernas si fuera necesario pero tenía que salir; los gritos de una niña empezaron a tronar en sus oídos tapados casi de inmediato. ¡No, dios mío! ¡No, por favor!

Se despertó exhalando de terror y se enredó en unas mantas verdes que lo envolvían. Se sentó de golpe y con el impulso no se dio cuenta que su brazo estaba inmovilizado con vendas a su costado. Movió la cabeza como un loco esperando ver las pedregosas costas orientales del valle de Arryn con los acantilados de los Dedos frente a él, pero solo vio los travesaños de la madera del carromato en el que iba y un cielo cada vez más purpureo. La cabeza empezó a darle vueltas y tardo un poco en recuperar la lucidez y darse cuenta que estaba a unos cien mil kilómetros de Nido de Águilas y muchos años después de producirse esos sucesos, que recurrentemente solían visitarlo en sus habituales peores pesadillas.

-Mi señor, ha despertado por fin. –La voz de Areo Hotah lo recibió de fuera y el hombre se acercó en su caballo al frente de lo que parecía la mayoría de la escuadrilla de Roca Casterly.

-Que ha pasado –preguntó Tyrion, sintiendo la boca pastosa y un dolor de cabeza peor que la más brutal de las resacas. Se observó e inspeccionó tras poner en orden sus ideas. El lugar donde todavía creía sentir una flecha invisible clavada en su corazón estaba limpio; retiro con una mano su camisa para ver un vendaje que le rodeaba el hombro y parte de su pecho. La sangre ya había hecho una mancha pequeña en el punto de inserción y trato de mover el brazo. No fue buena idea. El dolor era como mil agujas pequeñitas que se enclavaban en el hueco de su axila. Pero agradeció el dolor físico que era mucho mejor que sentir el amargo malestar de su pesadilla del que apenas conseguía recuperarse. El dolor vivificante a veces es casi placentero frente a la horrible impotencia que representan los sueños.

-Fuimos atacados por un grupo de rebeldes–comenzó Areo y le alcanzó un pellejo de agua; Tyrion tomó la bolsa con la mano derecha-, la mayoría parecían solo simples campesinos lo que nos confundió respecto a quien nos estábamos enfrentando, pero descubrimos su verdadera cara en un momento. Westerlings. Cayeron como arañas escondidos entre el pastizal.

El gesto del hombre en su rostro moreno delataba todo lo que pensaba. El capital de la guardia sin duda se encontraba frustrado y ofendido por semejante ataque bajo sus narices.

-Dímelo todo –demandó luego de tomar un buen trago de agua, desagradable y nada fresca y demasiado caliente. Se secó la boca con la mano y derramó un poco de agua en la cabeza caliente. Maldijo, ya que apenas consiguió refrescarse la mollera.

Había sido un ataque súbito el que realizaron unos treinta hombres apareciendo entre los trigales a una seña determinada. Escondidos sistemáticamente, ya sea entre la maleza, los promontorios de heno listos para transportar, saltaron sobre el grupo una vez que avizoraron que se trataba de la guardia de Roca Casterly. Hombres de pueblo en su mayoría, fue lo que determino Areo que eran, por el porte y la facha que presentaban.

-Creí que sería un grupo que defendía sus tierras frente a tantas noticias de robos y pillajes –dijo Areo mientras Tyrion escuchaba probando con mover el brazo –ya me lanzaba a ordenar una formación ofensiva cuando me di cuenta que los hombres a pie eran solo una distracción. Miraban hacia los riscos de lluvia como si esperaran algo.

Y de estos riscos escasos en el paraje cayó la maraña de flechas que hirieron en mayor parte a los soldados dorados de capa roja. Fue una de estas flechas la que alcanzo a Tyrion y lo derribó del caballo. Eran por supuesto arqueros experimentados replegados estratégicamente para causar el máximo daño posible. Areo había ordenado a los gritos escudarse y contratacar de inmediato para proteger a su señor. Fue cuando el capitán de la guardia vio el caballo de Tyrion pasar raudo a su lado. Gélido, maldijo el haberse separado de Lord Lannister y en ese instante de feroz desasosiego perdió a su caballo por una flecha insertada en el cuello del pobre animal.

La emboscada había durado poco. La guardia roja se reordenó de inmediato y la caballería emprendió rumbo hacia los riscos con atronadora fuerza. Derribaron de inmediato a cinco de ellos, capturado tres y poniendo en fuga al resto a los que no tardaron en atrapar. En total habían sido unos diez hombres vestidos de azul con los armazones de acero centelleante y un blasón reiterativo en los jubones y escudos, así como en la aljaba de flechas: campo de arena con seis conchas marinas. Areo de pie y con la espada en ristre observó el cuerpo de uno de los atacantes iniciales tirado a sus pies con una saeta en el ojo atravesando su sencillo sombrero de lona oscura. Confirmo su suposición de la distracción y prefirió eludir el ataque de uno de esos hombres sin armadura de ningún tipo y con una simple espada en la mano, golpeándolo en el cuello para dejarlo inconsciente.

Pasada la refriega tan rápido como inicio, Areo ordenó a su primer oficial dar con el recuento de los daños en los soldados mientras él se emprendía a buscar a su señor. Con paso renuente se preparaba para revisar entre el trigal y reconocer a los cuerpos cuando en ese momento sus hombres trajeron a los dos apresados en los riscos.

-Los apresados son claramente gente de Westerling –continuó el capital ante el gesto pensativo de Tyrion tras escuchar su relato –sin embargo se niegan a hablar. Dos parecen bastante asustados como para forzarlos a hablar, los otros dos están sumamente incapacitados para hacerlo, pero el que queda es el que los controla. Ya lo vera.

Tyrion asintió y de repente recordó a la chica de las flechas grises que lo había ayudado y lo que había dicho ella sobre la gente que destruyó su casa y matado a su hermana. ¿Dónde estaba y que había pasado con ella?

Tardamos un rato en encontrarle –el capitán de la guardia respondió de inmediato a los cuestionamientos de su cabeza – pasamos un rato de desasosiego revisando los cuerpos. Encontramos a Lonni Brax con una saeta en el cuello. Pero no había rastro de usted. Entonces escuchamos un grito de ayuda entre los sotos. Era esa muchacha descalza con arco y flechas a la espalda. Nos llevó hacia usted que se encontraba tirado inconsciente entre los brezos, manchado de sangre y con una flecha en el pecho. Pero vivo. La flecha que le extrajimos estaba a solo pasos de hormiga de su corazón. Los dioses siempre están de su lado, mi señor.

Si ya lo sabré yo, pensó Tyrion con sorna y amargura. Se incorporó por completo y haciendo parar el carro se bajó de un salto para estirar las piernas. El brazo le dolió horrores y apretó los dientes. El sol por completo ya estaba desaparecido y mando acampar pues sería una tontería continuar en plena oscuridad después de lo ocurrido. Además que no creía poder aguantar más el traqueteo del carromato. Avanzó entre los soldados que disponían el campamento con metódica eficacia y recibió sus saludos respetuosos e inclinaciones de cabeza. De aquí allá, algunos presentaban los resultados de la lucha, cabezas vendadas, magulladuras, y una que otra herida de flecha; pero todos tenían la cabeza sobre los hombros y respiraban. Apretó el paso para llegar a un carro alejado de la comitiva seguido muy de cerca por Areo Hotah.

Dos cuerpos, uno cubierto por una manta oscura y el otro por una gris, era lo único que estaba en la plataforma trasera. Tyrion trepo al pescante de la rueda sin esfuerzo no importándole el dolor. Descubrió la manta oscura para ver por última vez a Lonni, el más joven de los Brax atravesado por una flecha, con la sangre seca cubriéndole el cuello y la cara y, los rubios cabellos que ahora parecían paja seca, apelmazados de sangre oscura. Con los ojos cerrados ahora parecía estar soñando sobre las aventuras y emociones que tendría en sus viajes pero ahora al otro lado de la muerte. El halito de la culminación de vida de Lonni y el humilde campesino con la flecha en el ojo, según supuso Tyrion era el otro cuerpo, vibraba en el aire y volvía intranquilos a los caballos.

Así es como terminan siempre los soñadores. Es como si el mundo se ensañara con ellos confundiendo inocencia con ingenuidad. Y los hombres que saben esta regla toman ventaja de ello, apuntando a aprovecharse de ellos y extraer cuanto puedan porque los otros no lo harán.

Igual que una joven de cabello rojo que solo quería que la quisieran sinceramente pero que solo encontró un horripilante juego de hombres en el que su apellido era el único trofeo valedero y codiciado.

Se estremeció ante el repentino pensamiento. Alejándolo de su mente, Tyrion tapó la manta de nuevo y saltó del carro bruscamente lastimando las cortas piernas. Con un gesto raro indicó a Areo avanzar hacia el centro del campamento donde ya se vislumbraba una fogata cortando la oscuridad de la noche cerrada. La luna aún no había salido.

-Mi señor, necesita descansar, la sangre que perdió hoy puede causarle estragos mañana; y todavía nos queda unas cinco horas para llegar a Cuevahonda y eso es otra cosa de la que quiero hablarle, sobre nuestro arribo a la casa de los Lidden.

-Si yo también he pensado en ello –acotó Tyrion –la emboscada de hoy día no fue coincidencia creo yo y más con lo que me conto la muchacha, ¿por cierto donde esta ella?

No necesitó respuesta. La vio sentada cerca al fuego absorta mirando las chispas que chisporroteaban de la madera negra.

-No ha querido volver a su casa. Tuvimos que contenerla pues en varios momentos intento acercarse a los presos con sus flechas y por ultimo con un pequeño cuchillo. Busca venganza por su familia y por su hermana y al parecer el líder de los tres tiene mucho que contar sobre eso.

Tyrion frunció el ceño y le palpitó la herida del pecho. Sabia cuan fácil era dejarse llevar por la venganza pero también sabia cuan fácil era cometer tonterías con la cabeza congestionada de ira y resentimiento.

-¿Dónde están los presos? –preguntó ante lo que el capitán de la guarda señaló un sector custodiado por varios soldados.

Tyrion decidió dirigirse primero a este lugar. Era cierto que la cabeza le dolía como mil diablos, que sentía el estómago con nauseas aunque vacío de hambre, pero necesitaba saber…necesitaba respuestas.

Estaban encadenados con apretados grilletes uno al lado del otro. Sentados en el suelo, dos de ellos se echaron a temblar al verlo aparecer casi como si vieran un fantasma salido del infierno. El otro simplemente endureció la mirada lanzando una socarrona risa que no pegaban nada bien con los patéticos bigotillos en punta que adornaban su rostro afilado y de un pálido extraño y artificial.

-Vaya, vaya, Carlston al parecer tu tan alabada flecha no tuvo éxito, pues no será que estoy viendo con mis propios ojos la aparición misma del mediohombre que viene de entre los muertos. Y tú que asegurabas que lo habías matado disparándolo directamente en el corazón. Muy mal Carlston, tu familia estará muy…decepcionada cuando se enteren. Por lo menos espero podrás permanecer callado como se te ha ordenado o si no te pesara.

El tal Carlston se puso a lagrimear, fue ahí cuando se dio cuenta Tyrion que era casi un niño, debía tener unos 16 años como mucho. El sudor y la cara sucia de hollín le daban un aspecto mayor gracias a las sombras arrojadas por la fogata. El del bigote escupió sangre a los pies de los otros; un golpe en la nariz le había roto el labio superior.

-Ser Garrison Prester, si no me equivoco –empezó Tyrion ignorando a los otros –Ser Rata como os llaman las lenguas comunes, un placer reconocerlo y créame que los epítetos suyos hacen honor a su aspecto. Muy acertados allá en el Risco.

El hombre marco una mueca de desdén en los labios apretados que asemejaron más si era posible su aspecto de roedor.

-Puedo decir que igual a usted gnomo.

-Si puedo asegurarle que si –aceptó tranquilamente -: mediohombre, gnomo, diablillo, desnarigado y últimamente monstruo Draco, lo sé, son los títulos que me preceden. Pero déjeme asegurarle que hay uno más grande que es por el que todos me conocen que es Lord de Roca Casterly, protector de Occidente, encomendado a regir esta región así como evitar tontas rebeliones de estúpidos como usted y su cohorte, dándoles la oportunidad a un juicio como la ley manda o simplemente, si no hay más opción, darles la posibilidad de escarmentar en el mismo infierno.

Ser Rata no dijo nada, claramente no pensaba decir más que dos o tres palabras. Su rostro expresaría la seriedad que pretendía sino fuera por los ridículos bigotes que hacían de la cara delgada un chiste a medio hacer.

-Es extraña vuestra cara Ser –continuo Tyrion olvidándose de su dolor, bien dispuesto a hacerlo hablar –no me refiero a la cara de rata, no me malinterpretéis, lo que pasa es que no presentáis un buen color…

El hombre no dijo nada.

-Sí, casi podría decir que eso que os cubre como polvillo aceitoso es maquillaje, pero no quiero ofenderos dando a entender otra cosa. ¿Qué te sugiere a ti, Areo? La verdad que es intrigante. Me pregunto si tendrá algo que ver con ese ligero siseo que detecto en sus palabras… ¿o estoy especulando mucho?

El hombre continuo sin decir nada.

-Sabes, una vez vi un hombre con los mismos bigotes en mi productiva estancia en Essos –continuo en su supuesta charla con el capitán de la guardia –solo que este era todo un brujo, famoso seguidor del dios rojo, aunque era un hijo de puta si te soy franco. Además que tenía el rostro de un llamativo color tostado. Era bastante orgulloso de su cultura y tenía a su patria como lo más sagrado para él; pocos hombres hay tan defensores de su país ¿no? Pero mira que cubrirse la cara como dicen que hace lady Sybell Spicer también…

Ser Rata se revolvió bruscamente de sus ataduras. Areo Hotah ligeramente se posicionó para desenvainar la espada en caso necesario. El hombre visiblemente perdió cualquier rescoldo de sarcasmo y paciencia escupiendo más sangre coagulada. La nariz debía estar escociendo y doliéndole mucho por el rictus desagradablemente tieso de su mandíbula.

-Se cree muy valiente Lannister, aquí con sus lacayos por detrás; seguramente se siente muy seguro. Usted no sabe a qué se está enfrentando ni lo que le espera. Desprecia a la noble familia Westerling desde hace años, como todo el jodido Poniente, y no se dan cuenta que el Risco está cansada de ser el último pedazo de mierda entre toda esta maldita región. Lady Sybell es poderosa, está segura y sabe lo que hace y su voluntad férrea es compartida conmigo, que soy su más allegado y leal abanderado ya que compartimos la sangre y la tierra de Volantis como hogar, lejos de esta tierra de pusilánimes que se inclinan ante un regicida y parricida enano, que llegó al poder por azares del destino y favores de la Targaryen esa. –El hombre tomó aire y enseño los dientes manchados de sangre, con los ojos como dos hogueras violetas -. Nunca lo reconoceremos a usted como Lord de Roca Casterly, vuestro hermano es el verdadero heredero Lannister de la Roca que esperamos, con el que compartimos acuerdos y similitudes que usted no conoce. Así que ya puede saber bien que es lo que opino de vuestra ley y si le da la razón de matarme, hágalo, simplemente otros llegaran y convertirán todo esto en un lodazal de sangre ante lo que se está preparando para destruirlos.

En esta última declaración se había podido reconocer claramente el acento extranjero de Ser Garrison Prester. De hecho ni siquiera su nombre debiera ser ese. Tyrion calibró la verdadera carga de arrojo y decisión que sus palabras habían expresado. Era un hombre seguro de lo que hacía dispuesto a llegar a donde se requiriera. Tyrion se preguntó cuántos entre los Westerling tenían esa convicción respecto a esa guerra declarada que ya se había iniciado.

-Bien, agradezco su sinceridad Ser Prester, desde hace tiempo deseaba oír algo más certero que simples rumores y ataques cobardes a cara cubierta. El Risco ha lanzado sus dados y movido piezas no queda duda, de la que no habrá retorno pacifico ni arrepentimientos. Pero aún me queda en duda las verdaderas intenciones de lady Sybell y ya sea de paso de usted, fiel consejero y seguidor de su ama como usted mismo dijo; y en como Lord Gawen, verdadero Westerling del Risco, está tomando esto. –El hombre apretó la boca y desvió la mirada, frustrado y nuevamente dando entender que nada más diría -. Pero está muy lejos para preguntarle, así que mientras dure mi viaje a Desembarco del Rey usted podrá acompañarme y probablemente se le suelte la boca tan oportunamente como lo ha hecho ahora y me cuente más cosas.

-¡Jamás le diría nada, gnomo, es usted despreciable, apela a ofender mi cultura con artimañas sucias!

-Es suficiente por hoy; aunque estuviera dispuesto a hablar a partir de ahora no le creería nada de lo que me dijera…ya tendremos momentos en los que charlar. Areo separa a este de los otros dos. Es todo.

-¡Usted no conoce lo que se enfrenta Lannister, no conoce a su hermano y lo que es capaz el odio del resentimiento, vuestro paso por Roca Casterly será efímero y corto como es usted…!

Tyrion se alejó del lugar mientras los insufribles gritos de Ser Rata se apagaban en la oscuridad. El capitán de la Guardia iba a su lado en silencio.

-Prepara un mensajero Areo –dijo rascándose la nariz ensimismado –hacia Desembarco del Rey. Tengo que escribir una carta a la Reina de inmediato. Está iniciando de nuevo.


Los Lydden eran una de las familias más sectarias de todo Occidente y puede que de todo Poniente. Solo la población de Desembarco del Rey ganaba en porcentaje de creyentes de los Siete a los Lydden, que se decía descendían de la gracia del mismísimo Baelor. Cosa más imposible e improbable dado la fama de intransigente celibato e intolerables conductas de beatitud del jacobino Targaryen. Pero la leyenda les daba la ocasión de vanagloriarse de su inflexible fe.

Estaban a las puertas mismas del enorme castillo cuadrado de aristas secas y rígidas y ya se respiraba los humos e inciensos de alguna procesión y celebración en algún habitáculo del amplio primer patio.

Areo Hotah iba rígido en su montura así como Tyrion, pero lejos de demostrarlo fijaban su vista en cualquier pequeño detalle o indicio que alertara sus sentidos ante peligro de emboscada o traición. Esa mañana al alba casi sin haber dormido, había enviado a algunos soldados de vuelta a Valdecuerno, con el cuerpo de Lonni, y ya sea de paso para alertar al viejo Brax y pedirle que resguarde en mayor proporción las tierras adyacentes a su feudo; también es misma mañana había llegado el segundo oficial con el segundo pelotón de la guardia roja que había tenido por bien enviar antes desde Roca Casterly de lo cual ahora se alegraba mucho. Del doble del regimiento que tenía ahora, la mitad estaba fuera del castillo de Cuevahonda en los alrededores dispuestos a enfrentar cualquier situación y la otra mitad estaba con él. La atmosfera cargada de salmos y humo solo conseguían dar un aspecto más lúgubre y poner más nerviosos a todos.

Salió a recibirlo el mismísimo Garth Lydden sobrino en primer grado del recientemente fallecido Lewis Lydden. Sin duda no había nada más desestabilizador para un gobierno que la inconsistencia de un reinado temporal sin heredero legítimo al poder, sin claros apoyadores ni tampoco claros detractores del incauto que se sentaba por encima de todos. La sonrisa forzada de Garth Lydden así lo evidenciaba.

-Lord Tyrion –carraspeó nerviosamente el hombre de cabellos cenicientos y blancos y efigie escuálida –un honor tenerlo aquí mi señor, reciba usted mis saludos y mis servicios son para usted y para la corona, nuestra reina Daenerys Targaryen, única y poderosa entre todos.

Se inclinó teatralmente mientras Tyrion descendía del caballo complicado por el brazo inmóvil. Garth movía los ojos apagados rápidamente de lado a lado como si fueran vidrios rebotando en su globo ocular. Cuando tuvo a Tyrion frente a él casi daba la impresión que intentaba agacharse a su altura en una actitud completamente zalamera e insegura.

-Como va todo Lord Garth –dijo y de inmediato se puso a caminar para evitar cualquier estupidez por parte del hombre-. Mi enhorabuena por su nombramiento y condición de protector de Cuevahonda.

-Mi señor, soy sobrino de mi tío Lydden y hasta que mi primo Vyserys, que tiene diez años, tenga la edad adecuada, yo me ocupo de las desgastantes labores de gobernar. Además soy el tutor del muchacho en historia de la fe y santidad, así que los miembros del consejo vieron que yo era el más adecuado para el puesto. He decretado que todos los días durante siete semanas se hagan plegarias y oraciones para pedir la permanente sabiduría para mi alma así como para las almas desventuradas de todos en Cuevahonda.

Y esa es la razón de tanto humo en la atmosfera, pensó irritado Tyrion; casi no se podía ver ni el cielo o el sol. Solo le basto unas palabras de Garth para comprender que era un gobernante muy pobre y un tanto inseguro en lo referente a la administración de un castillo y sus gentes que allí vivían.

-¿Y dígame, donde esta vuestro consejo Lord Garth? Están enterados sin duda de los problemas que atraviesa la región últimamente. Me pregunto si me podríais rendir un informe sobre lo que aconteció en vuestras tierras en los pasados días.

-Sin duda alguna mi señor –aceptó de inmediato Garth y dirigió su rostro ovalado a un mozo que allí apacentaba casi dormido por los vapores aromáticos del patio -. Haz el favor de llamar a Valard y a mi tío Ser Bederbert; ¡hey! tú, despierta, a ti te llamo borrico dormilón…

Se dirigieron hacia la puerta de ingreso al salón, enorme pero sumamente sucio en las paredes y el piso. Nadie había limpiado en mucho tiempo allí. Las sillas estaban desorganizadas y la mesa presentaba una capa fina de polvo. Areo Hotah se dedicó a inspeccionar sutilmente cada rincón del lugar mientras esperaban a que aparecieran los citados miembros del consejo.

-Utilizáis el salón para eventos religiosos por lo que veo –observó Tyrion tratando de ser tolerante con Lord Garth que iba y venía colocando y acomodando candelabros de oro, crisantemos de plata laminada, estrellas doradas de siete puntas que atestaban el lugar. Todo revuelto en medio de un halito de penumbra que las ventanas de alguna manera decentes no conseguían visibilizar con su claridad.

-No exactamente mi señor –respondió ceremonioso Lord Garth –, a pesar de ser una comunidad exclusivamente ferviente y devota de nuestras creencias hacia los Siete, cunde gente mala por allí, dispense usted mi señor, que a veces cree que un acto frívolo como tomar instrumentos sagrados y esconderlos para que el septon Tolbit se pase días angustiantes buscándolos, puede considerarse una broma inocente sin consecuencias graves –; se acomodó los cabellos canos aplastándolos contra su cráneo acentuando más la estricta línea del centro mientras se observaba en un armario ceremonial de tres puertas con pequeños espejos incrustados en sus aleros -. Es por eso que prefiero tener estos preciosos objetos bajo mi vista para evitar estas herejías, mi buen señor.

Tyrion se sonrió tratando de que no se notara. Intento cambiar a un gesto que creyó era más adecuado pero solo consiguió extraer un gesto sardónico ante el incuestionable miedo que sentía el señor del castillo por sus nuevos súbditos.

-¿Sabe que estos asuntos puede tratarlos con vuestro consejo y de inmediato poner fin a estos pillajes alegando agravios e injurias contra la solemne santidad de los Siete? Es un derecho supremo protegido y amparado por la justicia de la Reina en todos los rincones de Poniente.

Lord Garth lució apesadumbrado un momento sin despegar su mirada de su propia imagen que le devolvía siete veces el reflejo asustado. Era evidente que no era la primera vez que alguien le sugería lo que era lo más obvio para hacer. Pero prefirió hacerse el desentendido.

-¿A si? Creo que no lo sabía aun, usted disculpara pero estar solo dos meses al poder no basta para enterarte de estas cosas tan importantes. Gracias mi señor por su consejo, pero quiero confiar en que esa gente de poca fe vuelva al redil y se enmendé si los incluyo en todas mis oraciones del día. Además, mire usted, dígame si no le produce un sobrecogimiento espiritual y una grandeza de corazón el ver todas estas reliquias dedicadas a granjearnos la bondad de los dioses. Son simplemente hermo…

Abrió las puertas del armario tríptico y una espesa nube de polvo se estrelló contra la cara de Lord Garth convirtiendo sus palabras en toses y estornudos. Tyrion desvió la cara para no reírse abiertamente frente al polvoriento señor de Cuevahonda. Con los dientes apretados vio a Areo Hotah solo mover la cabeza de lado a lado. Conociendo la seriedad del hombre eso equivalía a lanzar una sonrisa en toda regla.

-Son hermosos sin duda, pero estará de acuerdo en que lo serían más sin toda esa tierra.

-Dispense usted, cof, son esas criadas que no se dignan a limpiar, cof, cof; usted sabe, cof, cómo soy su nuevo señor, no conozco a las pobrecillas y estas no saben que me gusta que se limpien las cosas con cierta regularidad, cof.

La administración de Cuevahonda iba a la deriva. Tyrion se preguntó cuanta división podría haber para presentar tal estado de inconsistencia y negligencia. Hasta que llegaran los demás miembros del consejo no podría saber quiénes eran los otros puntos de los vértices en esa irregular estructura.

Pero la espera por tales personas se alargó hasta tales extremos que el letargo le hizo mandar al diablo su paciencia para obtener siquiera una respuesta. Ya el sol se había escondido, la penumbra violeta cubría el cielo y unas criadas gruñonas habían entrado a encender unas cuantas velas. Tyrion no podía creer que llevaba casi toda la tarde en compañía de Lord Garth y sus extrañas manías y sus ojos nerviosos. Aprovechó ese tiempo a observarlo y cada vez se convencía más que no podía ser ese hombre el que llevara las riendas verdaderamente en la toma de decisiones. Era demasiado inestable y fanático pero sin la sistemática mirada de las malas intenciones. Si tenía que categorizarle podría decir que el señor de Cuevahonda pertenecía al grupo de gente que puede fácilmente engancharse en los hilos de algún marionetista experimentado.

-¿Conoce algún miembro de la casa Westerling, Lord Garth? –pregunto Tyrion luego de un rato de hacerle preguntas varias para conocer cuando el hombre solía decir la verdad y cuando no – ¿ha tenido la oportunidad de conocer a Lord Gawen o a Lady Sybell, su esposa?

-No he contado con ese honor, mi señor –Lord Garth se removió en su silla. Ambos estaban sentados a la mesa frente a una jarra de vino aguado y una bandeja de minúsculos panecillos untados de crema de nata y unos duraznos macilentos -. Se lo que se dice que hace esa gente por allí y los ataques impíos que realiza pero créame que si es verdad el castigo de los dioses caerá sobre ellos tarde o temprano. Que el Padre los juzgue según sus pecados.

Murmuró una serie de palabras ininteligibles dentro de la boca y se hizo la señal de los Siete. Tyrion exhaló. Estaba bastante fastidiado puesto que cada vez que trataba de ahondar algún tema el hombre metía algún que otro salmo aburridísimos.

Si no encuentro alguien con quien se pueda hablar sin recurrir a las oraciones cada dos por tres, juro que me muero del hastío ahora mismo…

En ese momento las puertas se abrieron de par en par. Areo Hotah se afirmó en sus pies. De entre la oscuridad surgió una figura imponente de cabello negro que le cubría parte de la frente y las patillas. Un poblado bigote oscuro crecía enmarañado en alrededor de su boca. Las vestimentas del hombre eran verdes hechas en cuero tachonados con remaches de acero en los puños y en los faldones del jubón. Con la espada al cinto se adentró en el salón haciendo resonar sus pasos en la loza del piso.

-Dioses Valard, por fin llegaste; llevamos horas esperándote y tú te vas alegremente como si nada, sin pedir permiso, al campo como nos dijeron tus criados -, Lord Garth aparentaba estar enojado pero más bien parecía asolado por la mera presencia de su hermano -. Lord Tyrion está aquí. Demuestra tus respetos a nuestro señor.

Tyrion vio que detrás de Valard entraron raudos dos miembros de la guardia roja de Roca Casterly. Por un instante creyó percibir un viso de ataque en sus rostros, pero estos parecían más bien preocupados y en estado de alerta. Uno de ellos se apresuró a acercarse a Areo Hotah cerca a la puerta.

Maldito brazo, si pasa algo ahora espero que nuestras fuerzas puedan contener todo esto, porque lo que es yo…

-Mi señor Tyrion –saludo el hombre enorme acercándose con una mirada azul intensa. Tyrion respondió a la inclinación del hombre apenas despegando la vista de Areo que ahora parecía ansioso por acercarse hasta él -, no es necesario yo puedo darle las noticias, señor capitán de la guardia de Roca Casterly –dijo Valard de manera extraña haciendo un gesto con la mano a Areo, situándose en el centro de la estancia. Tyrion no supo porque pero le dio mala espina todo aquel asunto.

Valard no espero ni un momento para continuar.

-Roca Casterly ha sido atacada por el ejército Westerling esta mañana, bajo la bandera de vuestro hermano Ser Jaime Lannister. La batalla duro cerca de cinco horas. –Tyrion no sabía si estaba aún sentado o estaba flotando; el estómago parecía una piedra dura en su vientre -. El asedio termino justo al mediodía. Los informes acaban de llegar como el viento por el camino. Roca Casterly resistió pero cuenta con bajas en su haber.

El escalofrió que lo recorrió fue al mismo tiempo que Lord Garth soltaba un sonoro jadeo de sorpresa. Que podía ser peor que eso. Roca Casterly atacada por los Westerling; ultrajada, ofendida en su honor. Era una declaración de guerra en toda regla. Incapaz de evitarlo pensó que diría su padre de todo esto, si este estuviera vivo. Y su hermano…Jaime, era quien estaba detrás de todo ello. Contra él, contra Tyrion.

Que podía ser peor.

Valard no despegaba la mirada de Tyrion.

-Mi señor, hay algo más, una noticia que llego solo hace segundos al castillo. Vuestra esposa, Lady Sansa, ha desaparecido de Roca Casterly sin dejar rastro. Todo apunta a un secuestro en medio del ataque. No sabe cómo lo lamento mi señor.

Estaba equivocado. Sí que había algo mucho peor. Tyrion sintió helarse su sangre. Un feroz zarpazo lo golpeó y con la mente embotada durante unos segundos, por primera vez, no supo cómo diablos iba proceder.

Hola, espero que les haya gustado el capítulo y espero conocer vuestras opiniones y sugerencias que me animan a continuar y alegran siempre mis días. El próximo capítulo yo creo que estará pronto depende de cuanta expectativa genere este, que como sabéis ya ha destapado una olla de problemas. Y como siempre gracias a todos por pasarse por la historia. Y gracias a los que me escriben, y aunque no conteste siempre los tengo muy presentes a la hora de escribir.

Saludos.