Descargo de responsabilidad en el primer capítulo.

Nota: Como sabéis, esta historia ha llegado a su fin, pero no quería darla por terminada sin antes compartir con vosotros este pequeño fragmento que hunnyfresh escribió cuando la historia original alcanzó los 1.000 favoritos. Se trata de una pequeña continuación con la que la autora quería agradecer a todos aquellos que habían hecho posible llegar a esa impresionante cifra. Yo lo tomaré como si se tratara de un epílogo y, con él, daré por terminada la historia. Ha sido un placer compartir esta experiencia con todos vosotros, de verdad :) ¡Nos leemos hasta la próxima!


Epílogo

Había llegado. Hoy era el día que Emma y Regina llevaban todo un año esperando.

El día de su boda.

El vestíbulo que iba a albergar la ceremonia estaba elegantemente decorado después de que Regina, una absoluta maniática del diseño, hubiera puesto el ojo en cada detalle, desde la selección de las cortinas blancas y rojas que cubrían las ventanas que iban del suelo al techo hasta las rosas de los mismos colores que se alineaban en arco a la entrada de la estancia. Las sillas, todas cubiertas con una sedosa tela blanca, estaban perfectamente colocadas, y las rosas se hallaban perfectamente esparcidas a lo largo del pasillo que las novias estaban a unos momentos de recorrer.

Para guardar las apariencias como alcaldesa que era, Regina había invitado prácticamente a todo Storybrooke y, en esos momentos, el ansioso parloteo de los habitantes del pueblo llenaba el gran salón ante la perspectiva de ver a su estirada alcaldesa dar finalmente el "sí quiero" y sentar cabeza nada menos que con la rubia sheriff.

El parloteo cesó en el momento en que empezó a sonar la música. Mary Margaret, ataviada con un vestido rojo de madrina a la altura de las rodillas, empezó a desfilar por el pasillo con una rosa blanca entre sus manos y con los ojos llorosos de emoción por su amiga. Kathryn, vestida de igual manera y con una amplia sonrisa en su rostro, la seguía de cerca. Finalmente, apareció Henry al final del pasillo, radiante en su esmoquin negro. Miró a su izquierda y luego a su derecha y, justo en ese momento, sus dos madres aparecieron caminando desde extremos opuestos ataviadas con sendos vestidos blancos y ambas con un velo que cubría su rostro y un ramo de flores sostenido con manos temblorosas.

Se fueron aproximando a su hijo a paso lento pero firme, ambas tomándose su tiempo para embeberse de la visión de quien estaba a punto de convertirse en su esposa.

Emma sonrió bajo su velo y murmuró un casi inaudible "hola", tal y como hizo aquella vez en la sala de reuniones de la alcaldía, lo que le hizo ganarse una amplia sonrisa de la morena que caminaba hacia ella. Después de robarse una última mirada, tanto Emma como Regina extendieron una mano a Henry, quien las tomó y las condujo a lo largo del pasillo.

Los flashes de las cámaras empezaron a disparar, todos ansiosos por obtener un retrato de la familia caminando hacia el juez que oficiaría el matrimonio. Cuando alcanzaron el altar, Henry se puso de puntillas para depositar un beso en la mejilla de cada una de sus madres antes de darse la vuelta y sentarse al lado de David en la primera fila.

Emma entregó su ramo a Mary Margaret y se volvió para mirar a Regina. La rubia dio un paso más hacia ella y, con manos temblorosas, levantó el velo de la morena para contemplar el rostro de la mujer junto a la que pasaría el resto de sus días. Se le hizo un nudo en la garganta al contemplar el rostro de Regina. Lejos quedaba aquel oscuro maquillaje que había hecho a decenas de hombres postrarse a los pies de la alcaldesa. En su lugar, había un rostro que emanaba luz. El suave dorado de su sombra de ojos resaltaba el oscuro tono chocolate de sus ojos, pero nada en ella brillaba más que su sonrisa.

Sonriendo, Emma bajó sus manos e invitó a Regina a hacer lo mismo mientras, complacida, comprobaba que la morena había tenido una reacción similar a contemplar su rostro esmeradamente maquillado.

-Hola -dijo Regina en un susurro repitiendo la palabra que la rubia hacía susurrado unos momentos antes.

Emma se inclinó hacia ella y dejó un beso en la comisura de los labios de la alcaldesa antes de tomar su mano y volverse para mirar al juez.

La ceremonia pasó en un abrir y cerrar de ojos, y sólo en un par de ocasiones Emma olvidó los votos que tenía que repetir provocando una discreta carcajada en la multitud y, por supuesto, en su futura mujer. Finalmente, la rubia deslizó el anillo de oro en el dedo de Regina y la alivió comprobar que la morena estaba tan nerviosa como ella. Sonrió cuando la otra mujer puso el anillo en su dedo y se desconectó totalmente de la realidad cuando el juez las declaró unidas en matrimonio y se perdió en el mar de los ojos marrones que le devolvían la mirada. El aplauso de los invitados fue indicador suficiente de que estaban oficialmente casadas y, sin más preámbulo, Emma cerró el espacio entre ellas mientras ponía una mano en la cintura de Regina y, con la otra debajo de su barbilla, susurró a escasos milímetros de los labios de la morena:

-Te quiero.

-Yo también te quiero -fue la respuesta de Regina antes de que sus labios se conectaran en un beso por primera vez como recién casadas.

En el momento en que sus labios entraron en contacto, como siempre saltaron chispas bajo sus párpados mientras sus bocas se movían en perfecta sincronización. Cerrados como tenían los ojos, no se percataron de la ráfaga de magia que emanaba de ellas y de las expresiones de estupefacción que estaban provocando en el resto de personas que se encontraban en la estancia. Cuando se separaron tras unos -largos- segundos y aterrizaron de nuevo en la realidad, se quedaron mirando a su alrededor visiblemente confusas al contemplar finalmente a la multitud que las miraba en silencio y con expresión de estupor.

-¡Tú! ¡Cuidadito contigo! -oyeron decir a Mary Margaret apuntando con un dedo amenazador a Regina.