Nota:

Iba a empezar mi andadura en el "swanqueenismo" con un fanfic más largo, pero la inspiración hizo de las suyas la otra noche y no tuve más remedio que seguir sus indicaciones.

Emma, Regina, y el resto de personajes de OUAT, me conceden, amablemente, su aparición en esta serie de relatos cortos.

Para Z y su lunar, casi tan sexy como la cicatriz de Lana Parrilla, y para Oli y sus extensos e hilarantes correos.

Pd: como sugerencia se puede escuchar de fondo, de la BSO de OUAT, la pista: Hope will return

Vídeo-resumen en youtube: watch?v=lrodpLqeMFw

Espero que os guste :)


El mar mece la bahía de Storybrooke.

Estoy en el castillo-fortaleza de Henry.

¿Dónde estás tú?.

Este castillo que has construido a tu imagen y semejanza, donde contemplo todo lo abarcable del paisaje que la bahía, bosque y puerto ofrecen.

Y nada más. Y nadie más. ¿Así te sentías tú? ¿Sola, desamparada y olvidada?

El haz de luz del faro aparece y desaparece. Quiero ser como esa luz. Quiero ser la que te guíe. Quiero iluminar tu tristeza y dar brillo a tu esperanza, que espero sigas conservando, además de otra cosa muchísimo más importante: el amor.

El amor que sigue aguardando en el fondo de tu corazón, y sé que sigue ahí porque yo lo siento. Tu corazón, Regina, me llama.

-¡Regina!-, exclamé. Me sorprendí a mí misma cuando la vi. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí, de pie, observándome?

-Señorita Swan-, saludó, -no la hacía escritora. ¿Tengo que subirle el sueldo por pluriemplearse?-, dijo enarcando una ceja.

-No… sólo... anotaba cosas…-, balbuceé.

-Si publica sus memorias no dude en dejarme una copia. Me vendría muy bien para que la chimenea prenda fuego cuando se acerque el crudo invierno de Maine-, ironizó.

-Como siempre tan simpática-, afirmé.

-¿Acaso me va a decir que tiene entre manos señorita Swan?-, preguntó, o más bien afirmó que el contarle lo que escribía era más una obligación que una mera petición.

-Puede-, dije escueta.

-¿Puede?-, replicó desafiante.

-Algún día-, dije risueña.

-¿Y por qué no me lo enseña ahora si puede saberse?-, volvió a contraatacar.

-¿Por cuestiones de privacidad?-, contesté como si fuera algo lógico.

-Tu privacidad termina cuando escribes algo sobre mí-, dijo señalándonos para remarcar sus palabras.

Ni siquiera tuve tiempo a preguntarme cómo había podido suceder cuando las dos contestamos al unísono: magia.

Miré el boli, miré el papel. En cuanto puse el nombre de Regina, éste dejó marca… como una señal indicativa para que ella viniera a encontrarlo… a encontrarme.

-¿Sabes lo que hay escrito?-, pregunté curiosa.

-No-, dijo escueta.

-Deja que pruebe una cosa y te lo doy-, prometí mirándola a los ojos.

-Está bien señorita Swan, le concedo una frase más-, dijo como si me hiciera un favor.

Me puse en pie y me acerqué lo suficiente para dejar que viera cómo escribía pero no el contenido, que fue el siguiente:

Tu corazón, Regina, me llama, recalqué.

El mío ya te pertenece y me encantaría sellar estas palabras con un beso.

Tenté a la suerte. Invadí el espacio personal de Regina. O el experimento salía desastrosamente mal, o mágicamente bien. Ella sujetó mi barbilla con un dedo. Nuestras miradas se encontraron. Ya no había vuelta atrás.

-Podía hacer que mil reinos se doblegaran ante mi poder, ¿y ahora soy yo la que debe rendirse ante tu presencia? Jamás-, pronunció con la misma soberbia que lo hubiera hecho siendo la reina malvada.

-Nadie ha hablado de rendición Regina-, sonreí, -aunque aún no hemos llegado ni a la cama…-, susurré lo más tentadora posible.

-Esperando que la bese, tal y como dice su relato, ¿y osa desafiarme señorita Swan?-, dijo con una sonrisa pícara.

-Siempre-, repliqué algo altanera observando su preciosa boca.

Regina posó su mano en mi mejilla y yo la atraje por la cintura para poder fundirnos en el beso que se me había concedido.

Cuando nos separamos Regina, pensé que tarde vería lo que tu mirada clamaba, pero por fortuna con un beso despertaba, y hasta el fin así sería, ya que los cuentos siempre concluían que el amor todo lo conquistaría.