-¡Quítate de en medio Hyuga! Tu paso de tortuga hará que llegue tarde a clase de química- atacó un extraño.
-No esperes a que se mueva, empújale- Opinó una chica cualquiera- A lo mejor la sacudida del golpe le de a entender que su mera presencia nos perjudica a todos.
-Yo que ella estudiaría en casa en vez de venir a mostrar mi feo rostro al instituto-Saltó un tercero mientras acercaba su cara a Hinata para que le escuchara mejor- Aunque igual para que estudiar, dudo mucho que alguien la quiera contratar en su negocio.
Eran palabras fuertes, más no desconocidas por ella, es mas, minutos antes le había dicho cosas peores. Nunca respondía, nunca se quejaba, nunca lloraba, nunca fruncía el ceño, aunque la verdad eso era difícil de saber: El fleco de su descuidada y enmarañada cabellera le tapaba gran parte de su cara y no dejaba ver sus expresiones.
Estaba tan acostumbrada al abuso verbal por parte de sus compañeros que había hecho oídos sordos a sus hirientes comentarios hace mucho tiempo atrás. En ese momento en el que ese grupito de gente la estaba humillando en los pasillos frente a varias personas, ella solo pensaba en ir a la biblioteca y retomar la lectura del libro que había descubierto la semana anterior. En realidad, en ese horario le correspondía la clase de Educación Física, como al resto de sus compañeras, pero este era un caso especial: Ninguna quería hacer estiramientos con ella o tenerla en su equipo y cuando jugaban partidos, la mayoría de las veces la terminaban mandando a la enfermería con golpes o raspaduras menores. La Directora contempló la situación y creyó que reemplazar esa clase con alguna otra cosa que pudiera hacer Hinata era lo mejor para todos.
Cualquiera diría "Esa no es la solución ¿Porqué no castiga a los atacantes de la pobre chica en vez de mantenerla alejada del grupo?" Pero ¿Acaso la Directora era capaz de castigar al instituto entero? Así es, la gran mayoría de los alumnos odiaban y maltrataban a Hinata Hyuga y los pocos que no lo hacían pasaban completamente del asunto, tratándola como si no existiera.
Triste, pero las cosas no siempre habían sido así de grises, hacía dos años todo era completamente diferente. Rumores y rumores se inventaron sobre el porque la chica era así, desde los problemas familiares hasta que usaba drogas que le habían afectado la cordura. La verdad, nadie sabia la realidad del porque Hinata ahora era un ser antisocial y desagradable.
A los dieciséis, Hinata no era una súper estrella ni era la más popular, era una chica normal que agradaba a sus amigos y profesores. Siempre había sido tímida y medio insegura, pero lo mantenía en un nivel bajo, cosa que no le impidiera poder entablar conversaciones placenteras con gente que la rodeaba. Sus padres siempre viajaban por temas de negocios o por las competencias deportivas de su hermana menor, pero Hinata siempre tenía a quien invitar a su casa para poder pasar el rato y no sentirse tan sola.
Cuando cayó su cumpleaños, hizo una fiesta algo grande, a la que acudió mucha gente que ella no conocía o que solo tenía de vista (El tamaño de la casa le daba la posibilidad de traer un buen grupo de gente), entre los invitados estaba el primer amor de Hinata. Él era de un curso superior y la verdad nunca se había fijado en él hasta que se le acercó para felicitarla.
-¡Feliz cumpleaños!- Dijo extendiendo un pequeño paquete- Se que no nos conocemos pero creo que lo mínimo que tenía que hacer era felicitarte por haberme permitido entrar a tu casa.
Su sonrisa era cautivadora y sus ojos verdes, grandes y cautivadores, la había atrapado de inmediato. Además era muy simpático y amigable, tranquilo y educado, del tipo que le gustaba a ella. Su nombre era Tamaki y la había enamorado a primera vista.
-Gracias, no tenías que molestarte- respondió ella con una sonrisa mientras tomaba el pequeño paquete, tratando de ocultar su nerviosismo al ver semejante chico.
-Solo es una chuchería, como nunca hablamos no sabía que era de tu gusto, tuve que preguntarle a tu amiga Ino que podía traerte. La verdad fue toda una odisea- dijo él rascándose la nuca, provocándole una risa animada a la cumpleañera- … ¡Vaya! Te vez hermosa cuando ríes…
Pasaron las semanas y ambos se había echo mas unidos, se mandaban mensajes todas las tardes y a veces compartían el almuerzo juntos en el techo de la escuela. Terminaron por salir juntos. No muchos los sabían, solo un grupo muy cerrado de gente ya que era la primera relación de ambos y querían que todo fuera con calma.
Al mes de relación Hinata pasó por una crisis en su familia: Hanabi había entrado en las ligas mayores de tenis profesional lo que significaba mas viajes y más tiempo a solas para la hija mayor de la familia Hyuga. Para evitar problemas con los papeleos de la escuela y demás cosas le dieron la emancipación para que pudiera tomar esas decisiones sola. No dudaron un minuto en formar esos papeles y concentrarse completamente en Hanabi lo cual rompió el corazón de Hinata. Había veces que se levantaba en la mañana y las valijas ya estaban armadas para irse abandonarla por semanas. Nunca le preguntaban si quería ir a apoyarla, la dejaban en casa para que estudiara y sea la mejor en su escuela. Ya no la tomaban en cuenta por no tener un talento excepcional como su hermana menor.
Necesitaba un consejo, unas palabras de aliento para poder sobreponerse, algo que le diera a entender que no estaba sola, pero al parecer Tamaki tenía otras cosas en la cabeza.
-¿Por qué no?- Dijo el tomando el rostro de la chica luego de un profundo y duradero beso.
-Entiende… No estoy lista para ir a tu casa a dormir- Decía Hinata mientras trataba de recobrar el aire.
-¡Vamos! No hay nadie que te diga que no en tu casa. Solo será una noche- Jadeó Tamaki mientras acercaba su rostro y trataba de robarle otro beso a la pobre Hinata.
-No…no- Decía ella en voz baja mientras sentía los labios del chico pasar de sus labios hacía el cuello de esta- Basta… Me estas asustando.
¿Qué le pasaba a su príncipe azul? Siempre la tomaba de la mano con delicadeza, la hacía reír a cada rato, le compraba sus dulces favoritos, le susurraba cosas tiernas. El que estaba marcando su cuello en esos momentos no era su Tamaki, solo era un cerdo que ya se había cansado del juego de niños y ella solo se dio cuenta cuando sintió su seno siendo tocado por manos intrusas.
-¡Déjame en paz!- Dijo empujándolo con todas su fuerzas.
Solo alcanzó a agarrar su mochila y salir corriendo del techo de la escuela, su punto de encuentro de todos los días de semana. No habló ni se despidió de nadie, solo quería hundir la cara en su almohada y llorar por horas. Así pasaron una semana sin hablarse, en la escuela se miraban en los pasillos pero ni siquiera esbozaban un "hola". A pesar de eso Hinata siguió queriendo a Tamaki, después de todo era su primer chico.
Ese tiempo sin él pensó si terminar la relación o no y cuando llegó a la conclusión de que sin Tamaki ella no sería la misma creyó que era mejor hablar y volver a empezar. Planeo citarlo luego de la clase de Educación Física usando el tiempo de las duchas para discutir y mostrarle que estaba dispuesta a perdonar su falta de respeto.
-Tamaki estaba en los vestuarios la última vez que lo vi. Trata de buscar allí- dijo un miembro del equipo de basquet.
Efectivamente estaba allí, pero no estaba solo. Lo que Hinata vio le rompió el corazón.
-Ta… Tamaki no seas tan bruto- Gemía una chica mientras clavaba sus uñas en los hombros de su compañero- Alguien podría vernos.
-No te lo haré aquí… No ahora, solo quiero sentirte un poco. ¡Dios! Estás toda húmeda.
Tamaki tenía acorralada contra la esquina a una de sus compañeras de su clase, Hinata no recordaba su nombre pero tenía entendido que estaba interesada en "su chico", el cual estaba penetrándola con sus dedos sin piedad mientras besaba su cuello. Ella no podía hacer mas que aferrarse a él para no perder el equilibrio y morderle los hombros para evitar que de su garganta escapara un gemido que llame la atención de algunos.
Muchas habrían salido corriendo antes que seguir viendo semejante escena, pero Hinata se quedó mirando a esa chica que estaba siendo tocada por Tamaki mientras sus lágrimas rodeaban su rostro. Pelo castaño y liso, brillante como el sol y caía hasta su espalda baja, ojos color miel redondos y llamativos. En su cara no se apreciaba ni una mancha o grano que pueda arruinarla, piel tersa y blanca. Su cuerpo era tan proporcionado y perfecto, con sus piernas largas y su pecho prominente que seguro le sacaba el aliento a muchos. Su voz, sus gemidos, era obvio que deleitaban los oídos de Tamaki.
-¿Qué… Qué hay de Hyuga?- Logró decir con dificultad la excitada joven- Decían que… que salías con ella.
Hinata despertó de su transe al escuchar que la nombraba.
-¿Qué dirá de mi Tamaki?
-Ja! ¿Esa niña? – Dijo Tamaki mientras retiraba sus dedos de la húmeda vagina de la chica y pasaba a desabrochar la camisa de esta- ¿Como crees que puedo estar enamorado de una niña tan lenta y horrorosa cuando puedo tener a una mujer como tu?
No quiso saber nada más. Sin importarle que las clases todavía siguieran o que a la tarde tuviera que ir de compras con sus amigas, Hinata salió a su casa al paso mas apurado que le daban las piernas y se encerró en su cuarto hasta el día siguiente.
-Lenta… y horrorosa…- Se repetía así misma mientras contemplaba su imagen en el espejo de cuerpo entero que estaba en su cuarto- ¿En serio soy lenta y horrorosa?
Se puso de pie, sus ojos estaban hinchados al igual que sus pies, correr con los zapatos de la escuela no había sido lo mejor. Se miró atentamente en el reflejo y se comparó con la chica que estaba siendo toqueteada horas atrás por su amado Tamaki: Hinata era mas baja que ella como por unos diez centímetros o un poco mas, su cabello estaba bien cuidado pero no era nada llamativo como los mechones brillantes de aquella muchacha (De todos modos Hinata tenía el pelo demasiado corto como para poder comparársele, ni siquiera llegaba a tocar su cuello). Su cuerpo era todavía el de una pequeña, no tenía ninguna curva o línea femenina en el, con el pecho raspando la copa A y sus piernas eran delgadas y pequeñas.
De un segundo al otro llegó a la conclusión de que Tamaki tenía razones para haberla dejado de esa forma, más que nada porque la esplendorosa mujer que tanto envidiaba solo le llevaba un año y Hinata no estaba aún ni cerca de tener semejante cuerpo o atractivo.
Y después del físico, empezó a cuestionarse de forma actitudinal y no tuvo piedad alguna por ella misma.
-Soy tan torpe y despistada, siempre trato de dar lo mejor de mí pero a la justa mantengo mis notas por encima del promedio aceptable. Por eso mis padres perdieron el interés en mi, por eso mi hermana menor me pasa por encima, por eso mis "amigas" no han llamado aún a pesar de que hoy las dejé plantadas… Por eso Tamaki me reemplazó, porque sabe que nunca seré como aquella puta perfecta. Siempre seré un fracaso.
A la semana, el matrimonio Hyuga retornó victorioso a su hogar junto a su hija la cual cargaba el flamante trofeo del primer lugar.
-¡Los dejaste por el suelo! Estoy demasiado orgulloso de ti- Dijo Hiashi revolviendo los cabellos de Hanabi.
Desde afuera se podían apreciar que todas las luces de la casa estaban apagadas. Les pareció raro ya que solo eran las ocho de la noche.
-Cariño, creo que algo anda mal- Dijo Miko agarrando la mano de su esposo- Cuando llamé en la mañana para avisar que volvíamos no me atendió.
-No hagas dramas tan apresuradamente- Dijo Hiashi mirándola a los ojos- A lo mejor está de fiesta o durmiendo en la casa de alguna amiga. No sería la primera vez.
Abrieron la puerta y notaron un silencio sepulcral que helaba la sangre. Prendieron las luces de la entrada y en nada notaron la leve capa de polvo y pelusa en el suelo.
-Esta chica… Pasar la aspiradora de vez en cuando no era mucho pedir- Dijo Hiashi con la misma calma de siempre.
-No, esto no esta bien- Empezó a desesperarse Miko- ¡Hinata! ¡Hinata, cariño!
Como era de esperarse nadie respondió. Miko subio como un rayo las escaleras y fue derecho al cuarto de su hija mayor. Intentó abrir la puerta, cerrado con llave.
-¿Estás ahí? Ábreme, estás asustándome- Miko comienza a llorar mientras pegaba con sus pequeños puños a la puerta- ¡Hiashi! ¡Hiashi por favor ven y ayúdame!
Al instante, el jefe de la familia empezó a forcejear la puerta con todas sus fuerzas mientras Miko se abrazaba a Hanabi y rezaba porque todo esté bien. Lo primero que vieron fue a un bultito arroyado en la cama en medio de la oscuridad, el cuarto en las mismas condiciones que la casa.
Ambas mujeres pensaron en lo peor cuando notaron que, a pesar del escándalo que había hecho para abrir la puerta, Hinata no se levantaban. Hiashi llamaba a una ambulancia mientras ambas dos revisaban a la enferma.
-Hinata ¡Hinata mírame!- Gritaba Miko desesperada.
La mencionada no se movió. A simple vista se veía más delgada, con el rostro pálido y por su olor parecía que no había tocado el agua en días.
-¡Despierta por favor!- Gritaba Hanabi sacudiendo a Hinata- Yo… yo me esforcé mucho y ¡mira! Gané, la gané para ti -Hanabi mostró una medalla reluciente de color dorado y la acercó mas al cuerpo inconciente de su hermana- Por favor, no me hagas esto…
Al instante, los párpados de Hinata comenzaron a abrirse lentamente. Apenas notó las visitas en su alcoba, sonrió levemente.
-Yo solo… solo quería tiempo para pensar a solas. No quería preocupar a nadie… Lo siento. Pero… Pero al fin me di cuenta de algo- Hizo una pausa que aumento el misterio -Me di cuenta de lo inútil que soy…- Concluyó Hinata mientras dejaba escapar unas cuantas lágrimas más. Miró a su hermanita y a la medalla que colgaba de su delgado cuello- Ganaste… Sabía que podías.
Luego de pasar una temporada muy corta en el hospital, Hinata fue dada de alta, pero antes, fue obligada a hablar con el psicólogo del instituto. Fue difícil, pero al final lograron hacer que compartiera lo que sentía.
-Depresión y está entrando en una etapa temprana de psicosis- Dijo por fin el psicólogo en su oficina.
-¿O sea que esta loca?- respondió Hiashi de la manera mas cruda y desinteresada que pudo.
-¡No hables así de tu hija!- Dijo Miko alterada mirando a su marido con ojos desafiantes.
El especialista solo levantó una ceja en reacción a esa escena.
-No, señor Hyuga. Su hija está pasando por una época en la que cree que el mundo la dejó de lado. Se siente disconforme con ella misma en todo sentido y esta empezando a despertar algunos pensamientos de suicidio y autoflagelación. Fue muy oportuno que la trajeran lo antes posible, podría haber sido peor si no recibía la ayuda necesaria a tiempo.
Miko se largó a llorar en medio del consultorio al darse cuenta de lo mucho que había ignorado a su hija. Estaba tan concentrada en el entrenamiento de Hanabi que no pensó que Hinata pasaba por algo difícil. Se llamó irresponsable y mala madre en sus interiores, culpándose completamente del estado de Hinata.
-Cuidaré mas a Hinata a partir de ahora, atenderé a lo que necesite, la escucharé y no más viajes al exterior- Dijo Miko con la cabeza baja.
Ante lo último Hiashi puso una mueca de molestia ¿No mas viajes? Estaba loca si iba a tomar esa decisión por todos.
-Bien, es un comienzo- Dijo el psicólogo levantándose de su asiento- Me gustaría iniciar un tratamiento de medio año para ver como progresa, mientras tanto, no es recomendable obligarla a hacer cosas que no quiera como salir o hablar con otras personas. A su tiempo. Hablen con mi secretaria al salir, ella les dirá el horario de la próxima semana.
El camino a casa fue de lo mas silencioso. Miko se negó a sentarse en el asiento junto a su marido, prefirió ir detrás con su niña y dejar que use sus piernas de almohada. Mientras miraba por la ventana acariciaba el cabello azulado de Hinata y se preguntaba a sus adentros que había hecho mal y como iba a remediarlo.
Ya en la casa, Miko logró hacerle comer al menos la mitad de su cena y de quedarse un rato a ver televisión en familia. Ya para las diez, Hinata dijo que quería irse a dormir.
-Te amo amor, nunca dudes de ello- Dijo la bondadosa madre mientras besaba la pálida frente de su hija- Nos vemos mañana.
Al salir de la habitación, se cruzó con el líder de la familia el cual portaba una mirada helada.
-Viajarás- Decretó con una voz gruesa- Hanabi competirá en España en poco tiempo.
-No me necesita allí, la llamaré todos los días y le desearé lo mejor. Pero ahora Hinata me necesita. Ve tú.
-¡Eres su madre! Tienes que estar presente- Gritó Hiashi enfurecido
-¡Y también soy madre de otra niña que requiere mi atención mas que nadie y también la tuya- Grito mas fuerte Miko mientras lloraba- Todo este tiempo la dejamos sola, decías que ella era grande y que su deber era quedarse aquí para estudiar y poder entrar a la Universidad de Ciencias Económicas y yo te hice caso como una ciega- Hizo una pausa para tomar aire y secar sus lágrimas con la manga de su remera- Tal vez lo mejor es dejar de salir tanto del país y esperar a que todo vuelva a la normalidad. Hanabi entenderá, podrá retomar las competencias cuando quiera.
-¡Mejor deberías dejar de decir estupideces y dejar a Hinata sola con su teatrito!- Los ojos de Miko se abrieron de par en par de la sorpresa ¿Cómo su propio marido podía ser tan frío?- ¿Qué? No me mires así- Continuó él- ¿Depresión y psicosis? Sabes bien que esa chiquilla solo finge para tener atención, solo esta celosa de su hermana.
Y así Hiashi tiró la bomba que terminó por destruir a la familia. Después de eso vinieron peleas y discusiones familiares diarias de las cuales Hinata siempre se culpaba, Hiashi terminó durmiendo varias veces en el sofá de la sala o en casa de uno de sus compañeros de oficina. Ya no había amor en ese hogar dividió en dos bandos los cuales creyeron mejor vivir en territorios separados.
Luego de varias movidas legales y un ir y venir de abogados, Miko y Hiashi Hyuga dejaron de ser marido y mujer. Tomaron los bienes que les correspondían a cada uno luego del acuerdo y se llevaron con ellos a la hija que creían que era merecedora de atención.
Miko y Hinata terminaron por mudarse en un barrio más pequeño y familiar mientras que Hiashi y Hanabi fueron a la gran ciudad, donde estaban todas las excentricidades y lujos que ellos adoraban.
El tratamiento psicológico logró que la situación sea mas fácil de afrontar, pero aún así, Hinata nunca mas fue la misma: Comenzó en una nueva escuela donde no tuvo el valor de hablar con nadie, ni siquiera para pedir un libro o un borrador prestado. Con el tiempo sus nuevos compañeros dejaron de intentar integrarla y los mas fríos de corazón se aprovecharon de la notable vulnerabilidad de la chica y la transformaron en su nuevo chiste humano.
-Para los muertos está el cementerio, chica zombie- A un chico se le había ocurrido ese apodo luego de una semana empezadas las clases en las cuales la pequeña ojos perla no había dicho ni una palabra, algunos hasta la creían muda.
No asistía a ningún club ni tampoco hacía planes para los fines de semana con nadie. Al tocar la campana de la escuela ella tomaba sus cosas, se dirigía a la puerta sin decir palabra y caminaba derecho a su casa. A lo sumo hacía paradas en el supermercado cuando su madre le pedía algo, pero fuera de eso, nada.
En dos años, su cabello corto llegó a alcanzar su trasero, su fleco era lo único que recortaba pero muy rara vez, en la actualidad este tapa toda su frente y parte de sus ojos. La falda de su uniforme es mas larga que la del promedio y siempre usaba medias altas de algodón y zapatos masculinos. Para completar el atuendo escolar una chamarra azul en toda época del año, muchos creían que no tenía sensibilidad en el cuerpo ¿Cómo aguantaba con esa cosa en verano? Si se la encontraban en la calle podían notar que su atuendo casual no variaba nada, siempre con sacos largo, polleras de abuela que no dejaban ver ni sus tobillos y sandalias bajas muy poco femeninas.
En resumen, su aspecto era completamente descuidado y nada producido, pero era con lo único que Hinata se sentía cómoda. Iba poco a poco, ya no tenía malos hábitos alimenticios y se comunicaba mas activamente con su madre, además de que ya no dudaba en salir a la calle a hacer los mandados ni pasaba tanto tiempo en su cama durmiendo. Mejoraba, pero se tomaba demasiado tiempo para ello.
Así llegamos al inicio del relato: Hinata saltándose la clase de Educación Física para ir a leer a la biblioteca. No era del todo un infierno su vida, le parecía aceptable, claramente el problema principal ahora era la relación con sus compañeros pero ¿Qué mas podía hacer? Ya habían pasado dos años desde que ingresó a la escuela y no le había agradado a nadie ¿Qué lo podría remediar?
Solo un largo y deshabitado pasillo la separaba de su destino, comenzó a caminar hasta que sintió que algo le impedía desplazarse cómodamente. Miró al suelo y notó que estaba pisándose un cordón de sus zapatos con el otro pie. Se agachó y tomó su tiempo para volver a amarrarlo y mientras lo hacía no notó que una sombra empezaba a crecer delante de ella, alguien estaba parado en frente suyo. Al levantar la mirada su corazón se heló, no esperaba encontrarse a alguien en ese lugar a esa hora y menos a alguien tan silencioso ¿En que momento se le había puesto en frente? A causa del enorme impacto no pudo decir ni "Mu".
-Lo lamento, no quise asustar a nadie- Dijo aquel joven- solo busco el salón 3-2
¿Me está hablando? ¿Y qué hago ahora? Esa es mi clase pero no se como responderle, mis palabras no quieren salir.
Era como un modelo de revista o una pintura de óleo. Su cabello negro, atado con una coleta se veía tan sedoso y suave como el terciopelo, era alto, tenía hombros anchos y piernas largas y delgadas. Lo que más le llamaba la atención a ella igual eran esos ojos tan oscuros como la noche, con un brillo de vida que le recordaba a la luna y las estrellas. Era perfecto como ningún otro, una envidia para todos los hombres y una bomba de sensualidad para las mujeres, el tipo de persona que siempre rechazaba y molestaba a Hinata, pero él no, el siempre había sido amable y gentil, desde pequeño.
Itachi Uchiha… Hijo de Fugaku Uchiha, uno de los empresarios más famosos y ricos del momento y mano derecha de Hiashi Hyuga. A menudo comían juntos o salían a jugar golf, pero en algunas raras ocasiones les gustaba hacer BBK y juntar a ambas familias para pasar días de campo. Hinata lo recordaba a la perfección, sus gestos amables y su sonrisa honesta, ayudaba a poner la mesa, le daba el trozo mas grande y jugoso a su hermano menor y le encantaba jugar con Hanabi. Siempre le dio pena hablarle y por momentos se quedaba con las ganas de decirle incluso un "Hola". Ahora lo tenía ahí, en frente, cinco años después de no volverse a ver, mas sexy que nunca y estaba obligada a hablarle o a salir corriendo quedando completamente en ridículo.
Rezó para sus adentro de que no se acuerde de ella, de que se resigne a recibir su respuesta y siga con su camino.
-No tienes que contestarme si no… Espera ¿Te conozco?- Dijo Itachi de repente mientras acercaba su rostro al de Hinata tratando de buscar formas familiares debajo de ese fleco.
-¡Se acuerda de mi! ¿Por qué él? ¿Por qué ahora?
-Esos ojos… ¿Eres la hija de Hyuga?- Concluyó aquel magnifico joven- Soy el hijo de Fugaku Uchiha, Itachi ¿Te acuerdas de mi?
Hinata empezó a temblar, se sentía patética. Le gustaría decir "Sí, claro que me acuerdo de ti. A pasado tiempo ¿No?" pero no podía, sentía pena. Tenía miedo de que lo que diga suene estúpido a los odios de Itachi. Además, si la conversación seguía ¿Qué mas iba a decirle? No creía tener nada interesante que decir, nada que a alguien pueda importarle. Y mientras ella se hundía me en su pesimismo Itachi habló.
-No hace falta que te fuerces, no es ley acordarse de mi- Dijo riendo- Seguro tu puedes ayudarme, estoy buscando a Sasuke, mi hermano menor. A que esta en tu clase.
Efectivamente había acertado, Sasuke estaba en su clase, ambos tenían la misma edad y también se acordaba de él de pequeño y no dudaba que el Uchiha menor se acordaba de ella, pero nunca tuvieron ningún tipo de contacto, lo cual, en cierta forma, la dejaba a ella mas tranquila.
Sasuke Uchiha, otro lienzo andante digno de Da Vinci. Algo arrogante y orgulloso en comparación a su hermano mayor, pero era de carácter sereno y callado, algo que agradaba a Hinata. Siempre tenía a su grupo de admiradoras tras él, pero no hacía mas que ignorarlas o rechazarlas con la mayor tranquilidad del mundo. Alguien difícil de tratar pero que si se lo conocía era de los amigos mas fieles que podía haber. Por desgracia, Hinata no tenía el placer de poder confirmar eso.
-Bien… O yo estoy hablando demasiado o tu eres muy callada- rió Itachi- Supongo que podría preguntar en planta baja. Fue lindo verte, Hinata. Lamento haberte quitado tiempo.
-Se… se acuerda de mi nombre
Ni bien Itachi pasó al lado de la chica de ojos perla, sintió que alguien tiraba su manga. Miró a su derecha y vio la pequeña mano de Hinata reteniéndolo.
-Si… si bajas un piso y doblas a la derecha… Ahí… Ahí esta la clase- dijo con un hilo de voz casi inexistente.
Itachi rió y colocó una mano en la cabellera despeinada de Hinata.
-Te lo agradezco, espero verte algún otro día.
Se quedó allí parada sin ver ningún punto específico hasta que dejó de escuchar los pasos de Itachi, luego caminó a la biblioteca, se sentó y mientras miraba la ventana pensó en el Uchiha hasta que terminó su hora de lectura.
-¿Porqué ahora? Seguramente debe pensar que estoy hecha un desastre, hoy ni siquiera tuve tiempo de cepillar mi cabello (No lo hago muy seguido de todo modos, es demasiado para desenredar todas las mañanas)… Él es tan amable, seguro se guardó sus malos cometarios para sus adentros. Debe pensar que soy horrorosa, como todos los chicos, como Tamaki…
Así es, seguía pensando como una tonta en el chico que rompió su corazón. Lo último que había sabido de él fue que al final del semestre había pedido un pase para una escuela al otro lado del país, pero ella aún lo imaginaba, haciendo un largo recorrido en tren, solo para verla y disculparse… Tonta era. Pero en el fondo creía que seguir pensando en él no le hacía mal a nadie, es mas, aún tenía la cadena que le había regalado en su cumpleaños cuando se conocieron. Nunca la usaba, pero allí estaba, escondida en lo mas profundo de sus cajones para cuando el volviera.
A la salida de clases, Hinata tomó sus cosas como lo hacía regularmente y cruzó el portón pidiendo no cruzarse con Itachi otra vez. Cuando comprobó que él no estaba dio vuelta y caminó en la dirección contraria a su casa.
-Espero que hoy este de humor- Susurró Hinata para ella misma.
Era viernes, el primer viernes de mes y como era costumbre, Hanabi hacía su visita mensual a la casa de su madre. Hinata a veces no entendía porque la hacía irla a buscar a la estación de tren. Cuando se lo preguntó una vez, Hanabi respondió molesta "Es que mi equipaje pesa para que pueda cargarlo sola y mamá tiene cosas que hacer. Además es bueno para que hagas un poco de ejercicio" Miko decía que su pequeña Hanabi parecía una tsundere típica de un manga.
-"Ella es testaruda y orgullosa como su padre. En realidad te ama y te pide que pases a buscarla porque quiere un tiempo a solas contigo"
Y allí estaba, Hanabi Hyuga. Quince años, ex competidora de tenis en las ligas juveniles, estrella del deporte en su escuela y la mejor en la lista de calificaciones de todo su instituto. De no mucha altura, contextura delgada pero de buenas curvas gracias a sus años de entrenamiento intensivo. Siempre con la mirada seria y el celular en la mano, hablando con sus muchos amigos de su ciudad. En resumen, lo opuesto a su hermana mayor.
-Ya era hora, me estaba asando- Dijo Hanabi cerrando bruscamente la tapa de su celular mientras se ponía una mano en la cadera- ¿Qué traes puesto? Hacen como 31º grados.
-Yo…Yo estoy bien- Respondió Hinata mirando al suelo algo apenada.
La cara roja, las manos sudorosas, estaba cocinándose dentro de esa cosa holgadas, pero por mas que le dijeran que se lo sacara ella respondía que no tenía calor. Mala mentirosa.
-Bien, como digas- Dijo Hanabi mientras caminaba a la parada del bus, resignándose a discutir con Hinata.
Por suerte ese día había traído solo una maleta de mano, había ocasiones en las que traía todo su armario, sobre todo cuando había ferias o caían días festivos en ese tranquilo pueblo.
Hinata subió al transporte antes que su hermana menor para poder pagar los boletos. Mientras subía, Hanabi recibía golpes en la cara de parte de los mechones despeinados y rebeldes de Hinata. A veces le daban ganas de entrar en la noche a su cuarto y dejarla pelada, pero bueno, ella se caracterizaba por ser un perrito que ladra y no muerde.
En el viaje, Hinata miró a su pequeña hermana y se preguntaba si extrañaba competir. Lo había dejado todo luego del divorcio de sus padres y nunca mas volvió a hablar de ello, ni siquiera iba a practicar a una cancha local. Simplemente dejó su raqueta en el fondo del armario para que se llenara de polvo. No podía evitar sentirse responsable por ello.
No solían hablar de camino a la casa, Hinata miraba siempre al suelo y Hanabi no paraba de teclear en su celular. No entendía que tenía de adictivo esa maquinita, después de todo no tenía una (Para que la querría, si no tenía a nadie con quien hablar)
Solo faltaban unos cuantos metros para llegar a su hogar. Hinata cargaba la pequeña maleta y Hanabi metida en su aparato telefónico a fondo. Solo levantó la mirada al notar un escándalo molesto estaba haciéndose cada vez mas grande a medida que avanzaba. Lo primero que pudo ver eran camiones y empleados con cajas y muebles bloqueando la entrada de "su casa".
-¿Qué hacen tanta gente frente a la casa?- Masculló molesta cerrando su aparatito- No me dejan concentrarme para escribir.
-Los Mashiro se mudaron- Respondió Hinata- Son los nuevos vecinos, aún no los e visto.
-Jah, se ve que los Mashiro huyeron espantados de ti- Rió Hanabi.
Hinata no pudo evitar sentirse herida por el comentario y su cara de tristeza lo demostraba. Hanabi reía y reía exageradamente solo para que la risa fuera contagiada a su hermana mayor, pero no lo logró.
-Tengo… Tengo algo de dinero extra y se me antoja un helado de frutilla. Vamos, toma uno, al menos así te refrescas un poco- Dijo Hanabi mientras caminaba al kiosco de la esquina. Era muy orgullosa para pedir perdón o abrazar a su hermana, no era buena con las palabras, así que esperaba en el fondo que el dulce del helado la haga sentir un poco mejor.
En la noche, luego de jugar un poco de videojuegos con su hermana menor (Y perder inevitablemente) Hinata creyó que era hora de hacer los deberes de la escuela para tener el fin de semana libre. Tomó un baño, se puso un uniforme de gimnasia de invierno, prendió el aire acondicionado para volver el cuarto un cubo de hielo y se sentó a escribir en sus libretas.
A los pocos minutos pudo percibir un leve olor a humo. Levantó la cabeza y miró para todos lados algo asustada hasta que encontró la raíz del problema cuando notó el cambio de clima en el cuarto.
-No puede ser- Se dijo a si misma mientras se ponía de pie y caminaba al aparato.
Lo desconectó antes de que sufriera daños mayores y llamó a su madre para que pueda darle una solución.
-Ay cariño, no hay nada que podamos hacer a esta hora- Dijo cuando escuchó la queja de Hinata- Te prometo llamar mañana al técnico a primera hora, pero por hoy tendrás que arreglarte de otra forma.
Entró al cuarto de nuevo, abrió la ventana de par en par intentando invitar alguna brisa veraniega que la ayude a combatir el calor y tomo asiento de nuevo. No aguantó ni dos segundos, el calor la estaba matando y no le permitía concentrarse en sus estudios. Luego de pensar un minuto tomó una opción que no le agradaba mucho: cambiar su uniforme holgado de gimnasio por un juego de pijama compuesto por unos shorts y una musculosa delgada de tirantes que le había regalado su madre cuando cumplió los dieciocho.
-No pensé nunca tener que usarlo- Dijo mientras se sacaba la camiseta de mangas largas y tomaba la musculosa.
Empezó a desnudarse lentamente, dejando al descubierto su cuerpo sudoroso. Tomó los pantalones cortos y los miró un segundo.
-Demasiado cortos…
Suspiró un segundo y se los puso mientras admitía que no le quedaba de otra. Después llego el turno de la musculosa. La desdobló e intento ponérsela, pero dos sensuales atributos se lo impedían.
-Estoy engordando- Dijo Hinata tocando su estomago, cuando claramente el problema era otro- Supongo que si me saco este sostén armado apenas podré caber en la musculosa.
Y así lo hizo. En un movimiento rápido había dejado sus pechos libres. En dos años habían crecido de una manera bestial acercándose al talle D. El espectáculo no duró mucho cuando Hinata se terminó de vestir.
-Bueno, me siento mas fresca ahora pero no muy cómoda. Pero será solo hasta hoy, cuando mamá mande a arreglar el aire.
-Es una pena, eso te sienta hermoso- Se escuchó de repente.
Hinata quedo paralizada al instante. Era una voz, una voz masculina y se escuchaba cerca. Un hombre posiblemente la había visto casi desnuda y lo peor era que creía que saber de quien era.
-Lamento la intromisión, pero en algún momento tenía que presentarme. Buenas noches vecina.
Hinata volteó lentamente y miró hacia la ventana abierta de par en par, la cual estaba separada por centímetros de la ventana de la casa de al lado donde, por algún motivo, estaba Itachi Uchiha, mirándola fijamente con el rostro iluminado.