Nota de la traductora: Sí, lo sé, me odiáis, he tardado lo indecible en subir esto pero tengo buenos motivos, lo prometo. Al menos este es un capítulo perfecto que a los que no hayáis podido leerlo os encantará. Espero que podáis perdonarme T_T


Capítulo 24 - 19 de Octubre, 3 años más tarde

"Encantado de conocerle, Señor Holmes."

Sherlock está a punto de vomitar cuando oye el sonido del tren acercándose. La gente se junta en la línea amarilla. Sherlock da un paso atrás. La gente maniobra a su alrededor y Sherlock tiene la desagradable sensación de que está nadando contracorriente.

El tren ralentiza.

Para.

John saldrá por las puertas en unos momentos.

John.

Da otro paso atrás, con el estómago revolviéndose, cerrando y abriendo los puños, su abrigo demasiado pesado de repente, su bufanda demasiado apretada, la estación demasiado pequeña.

Ve a los pasajeros en la distancia posándose en el andén y da la vuelta por donde ha venido. En nada de tiempo está de nuevo en Gregg's, de pie al lado de varios estantes con empanadillas de salchicha, diferentes pasteles y una gran planta de aspecto triste que probablemente no haya sido regada en un mes o dos.

Mira fijamente el marcado logo azul y naranja y se distrae con el pensamiento de que al menos Greg está con él para dar otro punto de vista. Se pregunta qué le estaría diciendo Greg si estuviese con él en estos momentos. Probablemente algo similar a deja de hacer el gilipollas, vete ahí afuera y bésale. Agárrale el trasero también, si te tienta. No le importará.

Greg nunca ha sido la persona más reconfortante.

"Estás más verde que la planta, cielo. ¿Estás bien?" Sherlock mira a su alrededor.

Mujer mayor, setenta y pocos, fumadora, viuda, su tercer café, esperando a que su hijo vuelva de… ¿Chesterfield? No, Sheffield, pero se ha retrasado. Se encuentra sola, ha estado aquí desde las tres en punto y busca conversación. Interacción para la que no estoy de humor.

Asiente con actitud desdeñosa, sin mirarla a los ojos. Entonces vuelve a mirar de nuevo hacia la puerta de Gregg's y a través de la multitud, ve a la gente escaneando sus billetes de tren y pasando las barreras, arrastrando maletas con ellos.

Cierra los ojos. Sin saber durante cuánto tiempo. Lo suficiente para que el sonido de las ruedas de las maletas sobre el suelo de mármol se haya amortiguado por la siguiente oleada de llegadas.

Cuando abre los ojos inmediatamente le atrae una figura con un gorro verde intenso con orejeras. La cabeza del hombre está inclinada y su maleta está aparcada frente a sus pies. Parecía totalmente fuera de lugar, parado, totalmente quieto entre la multitud de pasajeros que se movían a su alrededor. El único movimiento que Sherlock pudo ver provenía de sus dedos, tecleando de forma experta en su teléfono móvil.

Sherlock no necesita ver su cara.

El estúpido gorro le delataría de todas formas. Así como el terrible jersey, y el cordón desatada y oh Dios es todo tan familiar y tan poco familiar al mismo tiempo. Esta persona, quieta, sola, en plena vista, es tan innegablemente John y esta vez no hay literalmente nada que prevenga a Sherlock de correr como un maníaco y coger a John sobre sus hombres y marcharse con él. Pero Sherlock no puede convencerse a sí mismo de correr. En este momento no hay prisa. No hay desesperación, no hay fecha, no hay órdenes del doctor. Sherlock tiene tiempo y se lo va a tomar, y a saborearlo.

No tiene absolutamente nada que ver con el sentimiento de nausea que se está formando lentamente en su estómago y ¿qué coño acaba de pasar con todo el aire?

Un momento después siente su móvil vibrar.

Rebuscando en su bolsillo, saca su teléfono, lo desbloquea y lee.

(Mie 5:02pm)

Adivina los padres de quién se olvidaron de aparecer. Pensarías que querrían raptarme en una limusina y llevarme a un ostentoso restaurante, pero no.

Con los dedos temblorosos, escribe una respuesta.

(Mie 5:03pm)

No tengo claro lo de la limusina, pero puedo pedirnos un taxi si prefieres no caminar?

La cabeza de John se levanta insegura y lentamente después de haber leído el mensaje. Rápidamente, mira sobre su hombre como si esperase que Sherlock estuviese justo detrás de él, y después, vuelve a mirar hacia su móvil. Sherlock sonría y se mueve un poco más hacia delante para ponérselo más fácil, a pesar de que aún hay suficientes personas como para hacer una cara poco familiar difícil de encontrar.

Después de releer el mensaje, John visiblemente decide que Sherlock tiene que estar en la estación y empieza a escanear las caras a su alrededor, y identificando a las personas sus ojos se fijan en no Sherlock, no Sherlock, no Sherlock…

Sherlock se agarra desesperadamente a su teléfono y se coloca aún más cerca entre la multitud. Por amor de Dios, John. Ves pero no observas. Sherlock cree poder distinguir el principio de su nombre en los labios de John y entonces es cuando una mujer enorme empujando un carricoche de tamaño ridículo limpia el camino lo suficiente como para permitir a John encontrar ese choque de pelo negro en la distancia.

John no necesita haber visto su cara antes.

Lo sabe.

Definitivamente lo sabe.

Esos malditos rizos, esos malditos ojos y esa maldita bufanda. No puede creer que la lleve puesta.

Por un momento los dos se quedan simplemente plantados en su sitio. Sherlock siente una breve punzada de terror que dura tan sólo lo que tarda en aparecer la exagerada mirada de triunfo en la cara de John, lo que Sherlock sólo puede identificar como una expresión infantil. John rápidamente mete su móvil en el bolsillo trasero de sus vaqueros y comienza a correr. Realmente a correr. Hace maniobras entre la bandada de gente, casi aplastando a un niño y guiando cada par de hombres fuera de su camino.

Sherlock da un paso hacia delante, su sonrisa aumentando hasta que arruga las comisuras de sus ojos. Abre los brazos y -

El cariño no es una ventaja. El cariño no es una ventaja. El cariño no….

John choca con él, atrayendo a Sherlock en la abrazo más fuerte que Sherlock ha experimentado nunca. Sus cabezas se entierran en sus respectivos cuellos y sus dedos aprieta la tela de sus abrigas, intentando eliminar tanto espacio entre ellos como les es humanamente posible.

El abrazo dice "al fin".

Dice "joder está pasando".

Pero también dice "hubiese esperado más, si hubiese sido necesario".

Se quedan así durante un largo momento. Sus pies rozándose. Su pelo haciendo cosquillas. Respirando un suave olor a té, respirando el olor de los asientos del tren, de sopas de letras de periódico.

Abrazar a John es como estar en un espacio más cómodo. Es cálido y está bien y retuerce el interior de Sherlock de una manera que duele a la vez que calma.

Alguna gente de la que pasa comiendo rollitos de salchicha o arrastrando sus maletas les advierten, y silenciosamente reconocen que este es un abrazo entre dos persona que han estado separadas durante demasiado tiempo. Y sonríen porque saben que así es. Una chica añade al final de su mensaje:

"…También acabo de ver a dos chicos reunirse. Fue perfecto, desearía que alguien me abrazase así."

La bolsa de equipaje de John continúa abandonada, olvidada en el frío suelo de Waterloo a una corta distancia de ellos. Una mujer se da cuenta y agarra el mango, y dudosa, la acerca a los chicos. Avergonzada, llama la atención de Sherlock.

- John...

- Sherlock, - responde suavemente, su voz ensordecida contra la suave tela del abrigo de Sherlock.

- Una señora está detrás de ti con tu bolsa.

John se separa un poco para hablar. "Podría ser Gerard meando a Butler en una bicicleta, no me importa una jodida mierda." La mujer de detrás con el equipaje se pone de un alarmante color rojo.

Unos cuantos adolescentes que presencia el momento aplauden, pero es patético. Tan sólo unas doce manos aplaudiendo. Suave. Educado. No suena en absoluto a como debería. No se acerca nada a la forma en la que John Watson bombardeó e irrumpió en la vida de Sherlock, como un millón de timbales al mismo tiempo. Así es como debería sonar. Así es definitivamente como lo siente.

Se separan y John extiende la mano para presentarse. La sonrisa en sus labios comienza a formar las palabras, "John Watson." Se siente ridículo, habiendo comenzado por el abrazo antes que el apretón de manos. Pero la verdad es que nada entre John y Sherlock nunca ha sido particularmente precoz.

Su voz no está modificada por las líneas telefónicas, ni las palabras aparecen en una cegadora pantalla de teléfono en el medio de la noche. Parece que acabe de contar la mejor broma en la historia de la comedia y su sonrisa es casi embarazosa de ver.

Casi.

Sherlock toma su mano y le da un apretón, siguiéndole el juego, formando las sílabas con más fuerza de la que demuestra, "Sherlock Holmes."

Por Dios, John. Parece que acabes de ganar la lotería.

Ha estado esperando a decirlo tanto tiempo que cuando el momento llega por fin, claramente no puede hacer a las palabras atravesar su estúpida sonrisa. "Encantado de conocerte, Sr. Holmes."

Sherlock tiene que reírse, a pesar de todo. Y John se río con él porque es todo tan ridículo y tan surrealista y por fin por fin está pasando, cuando en algún momento u otro, ambos pensaron que no pasaría.

Todo lo que ha pasado en los últimos cuatro años, cada dedo temblorosa que apretaba el botón de enviar, cada nudo en el estómago, cada risita maravillada que escapaba de su boca, todo se reduce a este momento.

Y la persona estaba frente a él.

Es un embrollo colorido frente al gris de los tumultuosos alrededores. Sus ojos están pintados de azul y su mata de pelo rubio atrapada bajo la gorra verde de punto. Sus labios y sus mejillas están suavemente pintadas con el rojo que acompaña al frescor del otoño. Imposible no regresar. Imposible no sugerir investigación adicional acerca de cómo esa boca funciona. Imposible. John Watson es simplemente imposible.

También, su gorra está del revés.


Comienza con café, sólo a diez minutos caminando desde la estación de tren. John elige una mesa junto a la ventana y se sientan, envueltos en sus abrigos.

Hablan y ríen y Sherlock no dice nada sobre la espuma en el labio de John, sólo para poder ver el rubor subir a sus mejillas cuando 15 minutos después John ve a un niño riéndose de él. "Cabrón," se limpia en el dorso de la mano, a pesar de que hay algo en su voz que lo hace sonar como el mayor cumplido del mundo.

- … Aún me molesta un poco que me lo ocultases.

- No te lo oculté. Simplemente no lo mencioné. - dice John bromeando.

- ¿Justo como no mencionaste que estuviste trabajando con Sally Donovan durante meses?

- Oh Dios. A veces era una pesadilla.

- Sí, así es como la recuerdo.

- Estaba constantemente… cagándose en ti verbalmente. Me volvía loca.

- ¿Pero no la escuchabas?

- Oh, escuché cada palabra. Sólo opté por ignorarlo como absoluta porquería. Puedo formar mi propia opinión, claramente más fiable, gracias.

- ¿Incluso aunque probablemente ella conocía al verdadero yo?

John deja de mover sus nubes en su taza y mira a Sherlock a los ojos. Un momento pasa entre ellos. John suelta su cuchara.

- No crees eso realmente.

Sherlock mira por la venta a una pareja mayor.

- Dije conocía.

John se sienta un poco más erguido, extendiendo los hombres un poco.

- Bien. Porque yo te conozco de verdad. – coge su cuchara de nuevo, lamiendo la crema.

- ¿Cien por cien? – Sherlock aún mira por la ventana.

- Nadie podría fingir ser un cabronazo tan molesto todo el tiempo. - Sherlock levanta una ceja, mirando de nuevo a John. – Y por molesto por supuesto quiero decir brillante y maravilloso y tremendamente inteligente. – Sherlock levanta su otra ceja. – La parte de cabronazo se mantiene.

Según pasa la tarde John se da cuenta de que estaría encantado de estar sentado en esta silla demasiado blanda en esta mesa demasiado pequeña durante toda la noche. Mientras Sherlock habla, John se inclina hacia delante en un estado constante de interés y admiración y es justo esa mirada en su cara lo que previene a Sherlock de moverse hacia atrás cuando sus rodillas se apoyan una contra la otra. No se menciona; una indescriptible, muy real, casi tangible afección por la mutua compañía. Han conectado instantáneamente, públicamente actuando como su se conociesen de toda la vida.

- … Estoy medio dormido, ¿no? Y en algún lugar puedo escuchar una risa y movimiento en la habitación, y por supuesto lo ignoro y me vuelvo a dormir. Debería haberlo sabido. ¿Adivinas que me despertó?

- Si fue una erección no lo quiero saber…

Los codos de John descansan sobre la pequeña mesa redonda mientras que sus manos hacen gestos en el aire mientras habla. Hay algo desconocido en los ojos de John y en la forma en la que las palabras tienden a juntarse entre ellas que le traiciona dando a entender lo emocionado y excitado que está de finalmente estar cara a cara con Sherlock. Pero también está la manera en la que se queda tan callado escuchando las palabras que salen de los labios más cuidadosos de Sherlock. Es una cosa tan simple pero le hace sentirse importante, lo que es extraño y ajeno y bastante nuevo para él. Espera. Ha pasado una hora, seguramente pasará pronto. Los ojos de John miran con el pensamiento en algo mucho más interesante que lo que le están dando. Lo ha visto demasiadas veces.

Pero nunca llega. Simplemente está el algo desconocido.

- ...Halloween cuando tenía ocho años, mi madre nos hizo a Mycroft y a mí disfrazarnos de los primeros ministros que estaban en el poder cuando nacimos.

- Siendo tú…

- John Major. Agonizantemente aburrido.

- ¿Y tu hermano?

- Margaret Thatcher.

- Oh dios mío…

- No viste la peluca…

Vuelve a mirar a ese algo desconocido, estudiando a John de cerca mientras le ve parar para beber su chocolate caliente en medio de esta historia sobre Halloween.

John se da cuenta.

- ¿Qué? – pregunta y posa la taza con cuidado.

La mirada calculadora de Sherlock no se inmuta.

- Año nuevo.

- ¿Eh?

- Sólo estaba recordando año nuevo hace años, cuando sólo nos conocíamos de unos meses. - se inclina hacia delante, apoyando los codos en la mesa y enlazando los dedos para esconder la sonrisa en su cara mientras John se lanza a contar una nueva historia sobre los fuegos artificiales en Londres y Mike cayéndose en medio de la carretera por el hielo y cómo realmente no debería haber bebido tanto -

Realmente necesitas a alguien, ¿sabes? Alguien.

Las palabras resuenan en su cabeza; puedo oír a John diciéndolas tan claramente como la primera vez, incluso cuando las palabras estaban ensordecidas y arrastrados por unos labios borrachos y honestos.

Otra línea de palabras resurge:

¿Te hace eso mi alguien?

Sherlock no se da cuenta de que se mente ha regresado a la noche en la que volvió a casa a ese mensaje de texto hasta que siente a John mover la pierna para descansarla cómodamente contra la suya, trayéndole de vuelta del recuerdo de estar sentado en el jardín de sus padres con un teléfono pegado a la oreja, al abarrotado café con tazas vaciándose.

Parece que hace toda una vida.

Termina dos horas más tarde con otra ronda de tazas vacías y la conversación siendo cortada por una camarera pelirroja que de pie a su lado, da la vuelta al cartel de cerrado.

- Lo siento chicos, tendréis que iros a otro sitio.

Y lo hacen. Se van a las calles. Pero las calles son aburridas y Octubre es frío. Así que se van al Tesco. Pero llevar un carrito de la compra por los pasillos mientras la bufanda de Sherlock vuela y le da en la cara y lucha con ésta con una risa atronadora es aparentemente "extremadamente inapropiado" y "¡Salid de aquí o llamo a la policía!" Así que se van al tejado. Y John no sabe cómo o por qué y ya no le importa, así que se sientan y comen se comen unos fideos preparados y fríos como si fuese una noche cualquiera.

Y todo sería bastante romántico, si Sherlock tuviese alguna idea sobre qué era el romanticismo.

John aparta sus ojos de la luna para mirar a Sherlock por un momento, quien parece que nunca haya visto un fideo antes en su vida, y mucho menos metido uno en la boca. Se rinde y posa el bote, pareciendo descontento y murmurando algo acerca de que los fideos tienen una forma irracional para el consumo.

- Completamente ilógica, demasiado largos y resbaladizos para poder ser considerados -

- Cállate, son jodidos fideos.

Sherlock se recoloca defensivamente.

- Eres un… fideo. – le hace una mueca.

- ¿Estás diciendo que quieres meterme en… - John coge el bote de Sherlock y lee la etiqueta de nuevo, levantándola para conseguir luz de las farolas de la calle – pollo y salsa de champiñones?

- No estaba… yo no -

- No me estaba quejando.

Un rubor sube a las mejillas de Sherlock.

- Eres un idiota.

- Un médico del ejército plenamente en plenas condiciones, obtén los datos correctos.

La conversación se detiene con las palabras que hacen que ambos recuerden qué está haciendo John de vuelta en Londres. Sherlock no está seguro si quiere sacar el tema. La noche es demasiado pacífica, demasiado calmada para envenenarla con malas noticias.

John toma aire y se inclina hacia atrás sobre las manos, mirando hacia el cielo.

- Sabes porqué estoy de vuelta.

Sherlock cierra los ojos. Pues John piensa diferente. Bueno, obviamente que lo hace, acaba de confesar ser un fideo.

- Claro que lo sé.

Los fideos ni siquiera piensan.

John se mueve incómodo.

- Estoy siendo destinado.

No malgastes el tiempo John, omite lo obvio. Dime dónde, dime cuando volverás, dime si podremos sentarnos de nuevo en un tejado, dime que no tendré que llevar los fideos a un hospital la próxima vez.

- ¿Afganistán o Irak?

- …Afganistán .

Reverbera en el silencio que sigue.

- ¿Por cuánto tiempo?

John le mira.

¿Cuánto tiempo tenemos? ¿Por cuánto tiempo eres mío? ¿Antes de que te vayas al ejército? ¿Cuánto?

- Una semana.

No se dicen nada durante un rato. John toma la mano de Sherlock en la oscuridad. Todo es de repente más pesado, el aire es de repente más frío. Las miradas se vuelven hacia los pies y las cosas se queda así durante un tiempo, con los botes de fideos a medio comer y las bufandas más apretadas.

- Siento que debería darte las gracias – dice Sherlock de repente, mirando hacia la calle. – Sabes lo mal que se solían poner las cosas, y lo cierto es que tus extrañas ideas de diversión fueron casi un poco más o menos divertidas. – John traga, dando vueltas en su mente a una manera de decirle que el mensajearse fue tanto un escape para él como para Sherlock. Entonces piensa en Sherlock deduciendo su desastrosa vida de hogar sólo por la frecuencia de sus sándwiches nocturnos y la necesidad de una voz de distracción en el medio de la oscuridad. Parece que John va a decir algo pero entonces, decide que no. Sherlock lo sabe.

El teléfono de John suena, un sonido penetrante e inoportuno. Es su madre, preguntando sobre los trenes retrasados y el curry que sobró y necesita que le recojan y tiene un abrigo con él y -

Así que bajan, ayudándose el uno al otro y aún así raspándose las rodillas. Con paso sincronizado, caminan con las manos en los bolsillos y los codos rozándose hasta que llegan a la parada del autobús. Cuando el autobús llega John se mueve un poco nerviosamente, poniendo sus manos repetidamente en los bolsillos y volviendo a sacarlas. Parece que va a marchar y se gira avergonzado y da la vuelta, abriendo un poco los labios. Sherlock piensa que va a decir algo pero en lugar de eso, después de unos momentos de duda y una décima de segundo, John se inclina hacia delante y presiona sus labios contra los de Sherlock. Sus manos pueden congelarse pero John las alza para agarrar la cara de Sherlock, se relaja con el tacto como si fuese una hoguera. Es tierno y dulce. Rápido, pero no acelerado, y absolutamente perfecto.

Y así es como termina su primera noche; arrastrando los pies y con un beso incómodo que repentinamente ya no es incómodo y repentinamente es exactamente lo que necesitan.