El sol de la mañana se asomó lentamente por el horizonte, con su luz dibujando pequeños puntos entre las ramas de los árboles y largos halos al entrar por las ventanas. El cielo de Konoha pasó del azul oscuro a varios tonos de celeste a medida que la noche se convertía en mañana. Eventualmente, el sol decidió por fin terminar con las timideces y posarse completamente en el cielo de la aldea escondida entre las hojas, y su luz ahora dejaba ver las intricadas redes de callejones de tierra que conformaban la aldea.

Calles vacías. Naruto no podía ver a nadie desde la ventana de su pieza. Ni siquiera un perro callejero u otro tipo de animal perdido se paseaba por las calles de la aldea escondida entre las hojas. Naruto seguía esperando. Sentado en una silla, con sus dos brazos apoyados sobre el marco de la ventana y su cabeza apoyada en los brazos, Naruto se había quedado despierto lo que quedaba de aquella noche. A sus doce años, Naruto ya había visto muchos amaneceres, pero ninguno de ellos había sido como ese, tal como ninguna noche había sido como la que acaba de terminar, pero aún con todas las cosas que habían ocurrido aquella noche, no era esa la razón por la que Naruto se había quedado despierto.

Había algo que él quería ver. Naruto tenía mucho miedo, pero tenía que hacerlo. Y se quedaría ahí, esperando horas de ser necesario, para ver lo que quería.


Eventualmente, el resto de los shinobis de la aldea llegó al lugar donde Naruto y Mizuki habían estado peleando, sólo para encontrar que Mizuki ya estaba muerto y que, cerca de su cadáver, Iruka abrazaba a un Naruto que aún sollozaba entre sus brazos.

Uno de los shinobis que habían llegado recién era un jounin. Era el único jounin entre los ninjas que habían llegado, lo que lo convertía en el comandante de facto de aquél grupo de caza. Tenía el pelo de color negro, tanto el de la cabeza como el de su barba. Observaba atentamente el cadáver de Mizuki en cuclillas y con un cigarro encendido entre sus labios, del cual aspiró profundamente antes de ponerse de pie y volverse hacia Iruka.

"¿Fuiste tú el que peleó contra Mizuki, Iruka?"

"No."

El jounin exhaló un largo chorro de humo. El proceso de vaciar sus pulmones se sintió como un suspiro de resignación: esa no era la respuesta que quería escuchar. Los ninjas que acompañaban al jounin recién llegado se miraron entre ellos y conversaron por lo bajo en un centenar de cuchicheos indescifrables.

"Bueno, creo que todos sabemos lo que esto significa."

"Si. Tenemos que contarle."

"No es necesario, Iruka, Hiruzen está viendo toda la situación desde su oficina. Lo está haciendo desde que se hizo correr la alarma."

Iruka dejó cuidadosamente a Naruto y se puso de pie.

"No. No al Hokage. A Naruto."

Los ninjas del nuevo grupo dejaron de hablar entre ellos y dirigieron la mirada a Iruka, muchos de ellos perplejos por lo que él había dicho.

"Tenemos que contarle todo. Quiero decir, absolutamente todo."

Naruto había oído lo que Iruka había dicho recién. Dejó de sollozar y miró a su sensei y al jounin, ambos con una expresión seria en el rostro, mirándose cara a cara.

"Iruka, sabes que hacer eso cambiaría demasiadas cosas para la aldea."

"Naruto merece saber la verdad."

La cara del jounin mantenía su expresión, que mostraba su preocupación por la situación, pero al mismo tiempo su serenidad. Uno podía ver a través de su cara que no quería mantener aquel secreto por un reaccionarismo mal intencionado, sino por prudencia. Parecía de la idea que, sea lo que sea que tuviera que contarle a Naruto, habría que contarle con toda la cautela del universo. O al menos, eso era lo que Naruto creía cuando veía la expresión de aquel ninja de pelo negro y piel bronceada.

"Hay que hablar con el Hiruzen entonces. Esta decisión necesita ser consultada con el Hokage y con el consejo de ancianos. Si se llega a aprobar, sería uno de los cambios más grandes que tendría la aldea desde que nació el niño."

Cerró la boca y la punta de su cigarrillo brilló más intensamente durante unos segundos.

"En lo personal, tengo miedo de lo que pueda hacer el niño con ese conocimiento."

"¿Y no te asusta más lo que pueda hacer con su ignorancia?"

Iruka había dicho esto con cierta rabia en su voz. El jounin esta

"Piensa en lo que acaba de pasar esta noche, Asuma. Todo esto ha ocurrido de una u otra forma debido a nuestra fé en la ignorancia. "

El jounin, quien Naruto ahora sabía que se llamaba Asuma, parecía intrigado por aquella declaración. Así también los otros ninjas.

"¿Qué quieres decir, Iruka?"

"Tratamos de proteger a Naruto prohibiéndole a todos los adultos de la aldea que hablen acerca de lo que pasó hace doce años." Tomó una pequeña pausa. "Naruto me dijo que Mizuki lo había acusado de "arruinar su vida" antes de morir. ¡Es obvio que la prohibición no causó más que problemas!"

"¿A qué te refieres con eso?"

"¡Si aquella regla no hubiese existido, habríamos sabido de antes lo inestable que era Mizuki y de lo mucho que odiabai! ¡Lo habríamos notado, o quizás el habría dicho algo y nosotros nos habríamos dado cuenta!"

"Espera un poco, ¿Me estás diciendo que nadie tenía idea que Mizuki odiaba al niño?"

Ante esa pregunta, ni Iruka ni el resto de los ninjas dijo nada. No hasta pasados unos pocos, pero largos segundos.

"Bueno..." Una voz suave habló desde el grupo de ninjas. "Mizuki perdió sus padres el día de ataque del Kyuubi hace doce años..."

Un hielo recorrió la espalda de Naruto, aún sentado en el suelo, al oír la palabra "Kyuubi".

"...pero, a decir verdad, muchos de nosotros perdimos a nuestros padres aquél día."

Se produjo un silencio. Asuma, y también muchos del destacamento de ninjas, se habían dado vuelta hacia la voz y vieron a un ninja de pelo castaño y ojeras muy pronunciadas. Naruto lo conocía de cara, ya que era uno de los profesores de la academia de ninjas, sólo que nunca le había impartido una clase a él.

Nunca había imaginado que aquel ninja era un huérfano al igual que él tampoco. Durante el largo silencio que ocurrió, Naruto entendió que ellos no eran los únicos huérfanos que estaban ahí.

Naruto se empezó a agitar. ¿Había sido todo esto su culpa?

No, no podía serlo. Él nunca tomó la decisión de matar a los padres de nadie. Él nunca habría tomado la decisión de matar a los padres de nadie.

Naruto se puso de pie mientras Iruka y el jounin, que ahora sabía que se llamaba Asuma, seguían discutiendo la situación.

"Decidimos no contarle la verdad a Naruto, pensando que eso lo protegería tanto a él como a nosotros. ¡Pero si hubiese sabido porqué alguien querría matarlo o si le hubiésemos advertido de lo que le podría pasarle si es puesto al límite en una pelea, él no habría salido a cazar a los cuatro!"

Uno de los chuunin del grupo de ninjas habló.

"¿Cómo sabemos si no lo habría hecho? ¡Aún sin saber todo eso, lo que hizo el niño fue una imbecilidad!

Iruka iba a decir algo, pero lo calló. Todos asintieron a lo que dijo aquél ninja. Excepto Naruto, quien parecía haber sido dejado completamente de lado en aquella conversación.

Naruto quería decirle a todos porqué lo había hecho. Tenía las manos extremadamente apretadas y su cuerpo temblaba. Era ese tipo de cosas lo que más lo molestaba: en ese momento todos estaban hablando de él, pensando en que hacer con él, discutiendo que pasaría con él, etc., pero a nadie parecía importarle que era lo que él pensaba, lo que él tenía que decir, ni siquiera a Iruka-sensei.

Aún en esa situación, Naruto era tratado como un ciudadano de segunda clase.

¿Pero sería él el único ser al que el mundo trataba tan mal? Iruka y otro chuunin también eran huérfanos. Ël no era la única persona que sufría en el mundo.

La conversación siguió varios minutos más. Iruka reclamó que la prohibición haría que grupos extremistas como el de esa noche pudieran presentarse ante el resto como organizaciones perseguidas, que se evitaba discutir de manera racional sobre los hechos ocurridos, que ayudaba a propagar mitos y leyendas urbanas, etc. Muchos estaban de acuerdo con muchas cosas, otros no tanto. Asuma estaba de acuerdo casi con todo lo que decía Iruka (y lo había estado desde el principio), pero reiteró que la decisión de terminar con la prohibición le correspondía al Hokage y al consejo de ancianos. Después de esto, y de constatar que Naruto estuviera en estado de volver a la aldea a pie junto con los otros ninjas, los ninjas volvieron a la aldea.

Después de que llegaron a la aldea, y mientras Naruto estaba siendo revisado por el servicio médico general de ninjas, Iruka habló con los ninjas que encontró en la recepción del hospital para informarse adecuadamente de todo lo que había ocurrido. Los ninjas que trataron de matar a Naruto fueron tres. El que se cayó de un árbol tratando de entrar por la ventana era un simple genin de nombre Hideki Urasawa y en este momento seguía siendo interrogado por la oficina de inteligencia de la aldea de inteligencia por los sucesos ocurridos aquella noche. Era a través de él que habían obtenido la información sobre los otros miembros del grupo. El otro ninja que fue capturado era un genin de nombre Fukubei Miura, quién en ese momento yacía inconsciente en una camilla de hospital y era atendido por el personal médico de la aldea. Los ninjas que le contaron esto a Iruka agregaron que ellos estaban ahí tanto para proteger a Naruto como para evitar que Fukubei escapara.

Un tercer integrante, un granjero llamado Katsumata Ohba, se dio a fuga en dirección opuesta a la que habían tomado Mizuki y Fukubei, pasando desapercibido por Naruto y el resto de la aldea. Tras ser notificado de esto, el Hokage ordenó a un grupo de ninjas ANBU que le dieran caza. Normalmente no mandaría a los ANBU tras un civil, pero como era un granjero, Katsumata sabía la ubicación de varios campos de arroz y del funcionamiento del sistema de irrigación de la aldea de la hoja, información que podría resultar muy valiosa para las fuerzas militares enemigas.

La muerte de Mizuki fue considerada como un caso de autodefensa por las autoridades policiales de la aldea escondida entre las hojas. Naruto no sería juzgado por el consejo de ancianos o por la corte marcial.

Mizuki fue enterrado en el cementerio de civiles de Konoha. Huérfano desde hace doce años, soltero e hijo único, Mizuki no tuvo familiar alguno que fuera a su funeral. A su funeral asistieron todos los profesores de la academia, la clase de la cual él era profesor y varios otros alumnos a quien él había enseñado a lo largo de los años. Ellos eran la gente que creían ser sus amigos, y eran muchos. La mayoría de los alumnos lloraba desconsoladamente. Nunca nadie entendería completamente cómo un hombre, al que conocían como un amable y abierto profesor de academia pudo haber tenido tanto odio y tanta rabia en su interior. Su tumba quedó ahí, y cada persona que pasaba cerca de ella y sabía cómo había terminado la vida de quién ahora descansaba ahí para siempre no podía dejar de preguntarse "por qué".

Después de que el servicio médico general decidiera que Naruto estaba bien, y de que el grupo de policías decidiera que no corría más peligro, Naruto se fue del hospital junto a su sensei. Naruto no decía nada. Iruka sólo podía imaginarse como se sentía en ese momento. Sin saber que otra cosa que hacer para subirle los ánimos, Iruka invitó a Naruto a tomar un temprano desayuno a su casa.


"Iruka-sensei, ¿Me vas a contar de una vez por todas?"

Iruka levantó la cabeza y miró a Naruto a los ojos. Al otro lado de la mesa, Naruto devolvía la mirada. Sabiendo que era su plato preferido, y a pesar de que no fuera lo mejor para comer en el desayuno, Iruka decidió preparar ramen de cerdo. No era tan buen cocinero como los de ramen Ichiraku, pero había preparado un ramen bastante bueno. El estaba terminando su tazón, Naruto había comido menos de un tercio.

"El consejo ya escuchó la proposición de acabar con la prohibición, Naruto. Ahora queda esperar para ver que cosa deciden."

Naruto volvió sus ojos al ramen que tenía en el tazón. Silencio. Iruka se quedó mirando a Naruto.

"Iruka-sensei, cuando estabas hablando con el otro ninja, con ese jounin de pelo negro, hablabas de como tratar de mantener a la aldea en absoluta ignorancia sobre algo sólo había causado problemas..."

"Sí."

".. y mencionaste un montón de razones de porqué creías que era así, y algunos de los ninjas que estaban ahí te respondieron..."

"Sí."

"Bueno, te digo esto para recordarte la razón más importante de las que tú mismo enumeraste en ese momento."

Naruto miró de nuevo a Iruka a los ojos. Iruka podía ver algo extraño en sus ojos. No rabia, pero si una mezcla intensa de emociones que sobrecogió a Iruka. Cuando Naruto habló, lo hizo con una determinación que Iruka nunca había visto antes en nadie.

"Yo tengo derecho a saber que ocurrió, Iruka-sensei. Ustedes, la gente de esta aldea, me han mentido y tratado como la mierda por diez años, todo aparentemente por algo que me ocurrió en el pasado."

...

"Yo nunca quise hacerle daño a nadie, Iruka-sensei. De veras. Yo nunca maté a nadie. Nunca antes de esta noche."

"Lo sé, Naruto. Siempre lo he sabido. Tú nunca le harías daño a nadie si dependiera de ti."

Naruto volvió la cabeza hacia abajo otra vez. Hubo un largo silencio antes de que Iruka decidiera hablar de nuevo, pero cuando lo hizo, no paró de hablar al menos por una hora. Iruka estaba contándole una historia a Naruto, una muy larga y muy densa. Por la manera en que él la contaba, Naruto sabía que le costaba mucho contarla. No era un problema de acordarse de como seguía, o de confundir los nombres. Iruka tenía que hacer un esfuerzo grandioso para que el nudo de su garganta no lo dejara mudo y su voz no se quebrase. Los detalles de la historia, todas las cosas que ocurrieron, todas las maniobras que se hicieron, esos no eran lo más importante para Iruka. La parte que él estaba contando era una que él no había contado nunca al resto del mundo: el miedo infinito que lo había sobrecogido, los gritos de dolor que escuchaba alrededor de él, la impenetrable oscuridad de una noche sin luna, la luna siendo eclipsada por un demonio titánico, una sombra de destrucción.

Iruka le contó a Naruto una larga historia, una historia sobre un pequeño pueblo que lo perdió casi todo. Un pueblo que, en una noche de verano hace doce años, perdió a algunos de sus shinobis más valientes en una lucha para proteger a los inocentes. Los niños, en un momento hijos felices, quedaron huérfanos. Las esposas y esposos, quedaron viudas y viudos. Amigos de toda una vida fueron separados por la muerte. El miedo, la rabia y la destrucción dejaron en la aldea escondida entre las hojas una herida que aún no había sido curada, y nadie sabía si algún día lo sería.

Iruka contó la historia de un hombre que sacrificó su vida por lo que creía correcto, que venció a un monstruo que parecía invencible, y que encerró el gran poder de este monstruo en un pequeño niño recién nacido.


El cielo de la aldea de Konoha era del celeste más claro cuando Naruto vio al primer aldeano salir a la calle desde donde él estaba. Naruto puso atención.

Era una mujer de unos cuarenta años, ataviada en un kimono de color violeta claro, como muchas personas en la aldea suelen hacer. Naruto ya había visto a la mujer muchas veces mientras caminaba por la aldea. Llevaba una bolsa de tela. Aparentemente quería ir temprano a comprar cosas para el desayuno.

Se veía normal. Completamente normal. Ante los ojos de Naruto, aquella señora era la misma que a había visto cientos de veces.

Luego, Naruto escuchó una puerta abrirse en dirección contraria a donde iba aquella señora. Dio vuelta su cabeza y vio a un niño salir de su casa con una pelota de goma. El niño fue corriendo en dirección del monte de los Hokages. Naruto no estaba completamente seguro de sí ya había visto al niño alguna vez en su vida, pero eso no era lo que le importaba realmente.

El niño también se veía normal. Con su cabello rubio y su energía al correr, Naruto podría haber pensado que se estaba observando a sí mismo.

Uno a uno, primero lentamente y luego como una avalancha, la gente de Konoha empezó a salir de sus casas y a comenzar su rutina de primer día del fin de semana. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos. La mayoría con una cinta en algún lugar, señalando la pertenencia a la estructura militar de la aldea. Todos caminaban tranquilos, como siempre los había visto Naruto desde la ventana de su habitación. Iban como personas normales. Muchos de ellos, como la señora, ya los había visto cientos de veces cuando caminaba por las calles.

A Naruto ahora le parecían ligeramente diferentes: esta era la primera vez que se sentía identificado con ellos. Durante toda su vida, los aldeanos no habían sido más que una fuente de sufrimiento para él, pero ahora no más. Tenía miedo de que, al verlos salir a las calles, el monstruo dentro de él saltara con furia, y decidiera mutilar a quienes lo habían hecho un paria por doce años, tal como lo había hecho con Mizuki. Pero eso no pasó, y él entendía porqué.

Entender, esa era la palabra clave.

Naruto se levantó del lugar en la ventana donde estaba apoyado. Se recostó en su cama de espaldas, pero a pesar de que el sueño quería llevárselo, no durmió, y en cambio, levantó la espalda y dobló las piernas. Naruto estaba ahora en la posición del loto.

...

"Has vuelto."

Naruto podía escuchar de nuevo la voz que lo había atormentado por tanto tiempo. Pero ahora no sentía miedo. Ahora sabía quién era él.

Ahora sabía quién era él mismo también.

"El mundo te rechazó porque creía que eras un monstruo, Naruto. Decidieron que eras una amenaza, y con su miedo, te dejaron de lado de la sociedad."

La voz como un rugido lento se sentía más cercana cada vez.

"Algunos, llenos de ira por haber perdido sus hogares y sus seres queridos, quisieron hacerte responsable por lo que pasó. Tú ahora mataste a una de esas personas."

En ese momento, Naruto sentía como si el odio que tenía acumulado dentro de sí lo fuera a consumir. Esta era la misma sensación de cuando la ira se apoderó de él y venció a Mizuki con un poder extraordinario. El monstruo que tenía en su interior parecía saber lo que Naruto estaba pensando.

"Ahora acabas de tener una pequeña prueba de mi poder. Ahora sabes lo que puedes hacer con él. ¿No recuerdas que Iruka te contó que casi logré someter a esta aldea? Déjame libre y podrás ser como un dios para los aldeanos. Podrás pagarles su odio con toda la furia de un dios."

"El odio de estos aldeanos no proviene de la nada. Y la rabia que yo sentía tampoco."

La energía que los estaba consumiendo se atenuó un poco, Naruto seguía sin sentir miedo.

"Me arrepiento completamente de matar a Mizuki, pero detrás de su muerte está el mismo problema. Iruka-sensei tenía razón."

La voz ya no sonaba en la cabeza de Naruto.

"Es la ignorancia. Esa es la razón por la que las personas van a guerra o se odian tanto mutuamente. No conocemos la condición del otro. Lo desconocido nos causa miedo, y el miedo nos causa odio. La ignorancia nos impide resolver nuestros problemas y nos condena a la pobreza."

...

"Era por la ignorancia que la gente de este pueblo me odia tanto, y es por la ignorancia que yo odiaba a la gente de esta aldea. Pero ahora sé lo que pasó hace doce años y entiendo que nunca fue malicia lo que motivó a los aldeanos. Ahora entiendo que no es fue culpa mía que me hayan odiado tampoco."

...

"Tú no puedes hacer nada contra mí, ahora sé lo que pasó. Tú no eres más que el odio que ya no siento más. Que no pienso dejar que me vuelva a dominar."

Ante esas palabras, la energía que envolvía a Naruto se recogió sobre sí misma y se encogió en un remolino dentro de su cuerpo. El monstruo dentro de él ya no podía hacer nada. Impotente, se recogió y su poder fue cedido para que la voluntad de fuego de Naruto lo dominara.

Naruto por fin había vencido a la bestia. Por primera vez en su vida, habiendo concluido sus ejercicios de meditación, Naruto se sentía en paz consigo mismo.

Quizás no sea una paz absoluta. Aún no podía creer que había asesinado a otra persona. Todo a causa de la ira que se apoderó de él. Naruto suspiró. Su futuro era incierto, pero siempre estaba la posibilidad de sobreponerse al pasado para todas las personas, pensó Naruto. De acá en adelante, todo sería más fácil. Naruto había logrado dominarse a sí mismo, y después de dominarse a sí mismo, no hay cosa alguna que uno no pueda dominar.