Disclaimer: Ni K Project ni sus personajes me pertenecen.

Beta: Akxmin.

Memoria 1

Los cálidos rayos del sol iban iluminando todo a su paso mientras este ascendía poco a poco para tomar su correspondiente lugar en el cielo.

—¡Joven Suoh! —y esos eran los gritos de las alteradas sirvientas que iban tras un niño de unos diez años, cabellera roja como el fuego y ojos miel que brillaban ante la idea de poder librarse de los ridículos ropajes formales que las empleadas habían elegido para ese día.

El niño se encontraba ya cerca de su objetivo: el pasillo a la cocina, aquel por el cual podría ingresar a esta y escapar por la puerta de servicio que daba a los amplios jardines, donde sería imposible que lo encontraran. O al menos ese había sido su plan antes de saber que la cocina se encontraba bajo llave, por lo cual tenía que cambiar de rumbo inmediatamente.

—Demonios —dijo una vez que volteó su rostro y se encontró con que unos cuantos guardias se habían unido a su persecución—. Lo que me faltaba —aumentó la velocidad que llevaba para coger el primer pasillo que se le presentara en la próxima vuelta…

Lástima que terminase chocando contra las piernas de alguien, y que esa acción lo mandara directo al suelo.

—Vean a quien tenemos aquí —el pelirrojo alcanzó a escuchar una voz tranquila y serena, haciendo que alzara el rostro en ese instante sólo para encontrarse con un señor de edad madura, rostro serio, pero de ojos bondadosos y de ropajes finos, podría decir en pocas palabras que era algún miembro de la nobleza.

—Lo siento —dijo sin más.

—No hay problema —le contestó el hombre, extendiéndole la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

El niño la tomó, pero en el momento que se iba incorporando alcanzó a ver a alguien atrás del señor, al aparecer era un chico de su misma edad, que se escondía tras la capa del hombre.

—Será mejor que no ande corriendo por los pasillos… —y con ese comentario, el adulto lo sacó de sus observaciones, con algo que sonó como el regaño de parte de un abuelo consentidor hacia su nieto—. Su majestad.

Y dicho eso hizo una reverencia para retirarse por el pasillo, siendo seguido por el niño que se aferraba a su ropa.

—¡Joven amo! —fue en eso que llegaron las sirvientas y supo que no tenía oportunidad de escaparse ahora.

—Venga, joven Suoh, tiene que vestirse adecuadamente —le indicó una de las mujeres, mientras le invitaba a caminar rumbo a su habitación. El pelirrojo no opuso resistencia alguna y comenzó a caminar, no sin antes voltear a ver a la mayor de las mujeres.

—¿Quién era? —preguntó con esa expresión inmutable en su rostro tan característica en él, y con esa mirada que siempre trataba de ver más allá de las cosas.

—Él es el hermano mayor del Rey Azul —contestó con seguridad la mujer.

—No me refería al señor, ¿quién era el niño que lo acompañaba?

—¡Oh! Ya veo —la mujer se acomodó las gafas de marco liviano—. Es su sobrino, aquel niño es el joven y único hijo del Rey Azul, supongo que es su primera visita.

El silencio se hizo de repente y los presentes continuaron su andar rumbo al cuarto del joven pelirrojo. Pero antes de entrar, éste, sin dirigirse a nadie en específico, murmuró:

—Sus ojos eran violeta.

...

—Sin duda es un niño muy especial.

—¿Quién es especial, tío?

—Su joven majestad.

—¿El niño que chocó contra ti?

—¿Quién más? —el hombre sonrió, pasando ligeramente su mano por el azul cabello de su sobrino—. El hijo del Rey Rojo, Mikoto Suoh, ese niño es especial, ya lo creo. ¿Tú también lo piensas, Reisi? Querido niño.