Declaimer: El universo de "The Walking Dead" y sus personajes pertenecen a Robert Kirman y al resto de creadores de la Serie de TV de la cadena AMC, en la que se basa la historia. Las únicas creaciones mías son los personajes de Amaranta–Mara/ Olga/ Megan/ Shelly/ Roland. Y las tramas y hecho en las que ellos aparecen.

N.A: En primer lugar quiero prevenir de los posibles Spoiler que la historia pueda contener, cronológicamente se desarrolla tras la 3ª Temporada, y toma en cuenta todas las cosas acontecidas en la serie hasta el momento de manera literal.

También aviso que es una trama lenta, donde intentaré ceñirme los máximo posible al Canon de los personajes (su personalidad en la historia original), y al ser protagonizada por Daryl, la trama romántica no surgirá en el segundo capitulo, tal vez ni en el décimo. Pero para cuando se desarrolle, los capítulos contendrá Lemon (escenas para adultos de contenido sexual). Y en el futuro puede haber muerte de personajes, es el universo TWD y como dice Kirkman "Nadie está a salvo"

También informaros que padezco Dislexia, y pese a que me esfuerzo en no cometer horrores gramaticales y ortográficos, en ocasiones no los percibo. Si veis alguna barbaridad, agradezco que me aviséis. Al igual si me salgo del canon de los personajes, pues lo último que deseo es hacer OoC (cambiar su personalidad respecto al original). Acepto las críticas hechas con el objetivo de hacerme mejorar, tanto a mi, en mi escritura, como a la historia.

Podéis encontrar contenido extra e información del Fanfic en el Hashtag #FETWD, y poneros en contacto conmigo siguiendo mi perfil de Twitter, Hotarubi86 o en el de Hotarubi86 Fanfic de Facebook.

El resto de N.A y agradecimientos irán a pie de página.

Muchas gracias.


Volveré

Habían recorrido muchos kilómetros en los últimos días, intentando evitar a los grandes grupos de caminantes, las hordas, como las llamaba Mara. Cada día que pasaba se preguntaba cómo era que las cuatro habían logrado sobrevivir, hacía casi dos meses que Roland las había dejado y medio año que David había sido devorado. Ahora únicamente estaban ellas solas, y sentía que toda la responsabilidad de continuar con vida recaía sobre ella, no creía soportarlo durante mucho más tiempo...

Las cosas se estaban complicando cada día que pasaba, ya no quedaban vivos de los que fiarse o a los que unirse.

La camioneta Ford Econoline estaba oculta de la carretera, Olga y las niñas estaban terminando de comer una lata de chili, que había encontrado por suerte en un bar. Mara sintió la necesidad de alejarse unos minutos.

—Voy a echar un vistazo —dijo por el otro lado de la ventanilla.

—No te alejes mucho —respondió Olga con cara de consternación, pues sabía que no podía impedírselo—. No sabemos si estamos seguras aquí.

—Por eso voy a mirarlo —contestó con cierto tono cantarín, alejándose del vehículo.

A pocos metros del automóvil, comenzaba la pendiente de una ladera, que le permitía tener una vista panorámica de la zona. Cuando hubo subido unos 10 minutos, trepó a un árbol y se sentó sobre una rama, a una altura suficiente para no ser cogida por un caminante. Recogió las piernas, se abrazó a si misma y apoyando la cara en las rodillas, Mara comenzó a llorar en silencio.

Hacía semanas que su mente, su cuerpo y hasta su alma se había acostumbrado a aquella rutina, no necesitaba extraer recuerdos de su mente para expulsar la pena que sentía en su espíritu. Las lágrimas salían tan sólo con relajarse, sabía que en unos minutos se calmaría y podría ponerse a pensar como necesitaba, como Olga y las niñas, Megan y Shelly, también necesitaban.

Los minutos pasaron...

—¿Por qué no volviste? —Preguntó al viento—. Si hubieras vuelto... yo te esperé, te esperé y te esperé, nunca volviste. ¡Me dejaste sola! —Alzó la voz con rabia—. Y ahora no sé que hacer... estoy cansada... no hay comida en ningún sitio, ni refugio, sólo caminantes...no sé que hacer, Roland... ayúdame... por favor —pidió al viento con un hilo de voz y esperó.

Un par de minutos después, se incorporó y se limpió las lagrimas de los ojos, desde el árbol podía otear el horizonte y una escasa parte del bosque, buscó la camioneta entre los árboles, la encontró en unos pocos segundos, era amarilla y destacaba con facilidad. Todo estaba tranquilo, no había peligro. Elevó la vista de la camioneta y vio una edificación grande en medio de la nada.

—¿Qué demonios... es eso? —se preguntó a si misma, había cogido la costumbre de hablar sola, apenas hablaba con Olga, y las niñas sólo requerían escucha y no conversación. Así que los coloquios más largos de las últimas semanas habían sido con ella misma como emisor y receptor... aún así en ocasiones discutía o se enfadaba.

Cogió los prismáticos que colgaban de su cintura, no eran muy buenos pero de algo la servirían. Observó un recinto vallado, compuesto por varias edificaciones y torres, con una arquitectura simple, limpia y funcional.

—Es una cárcel... —comentó observando—. ¿Esta vacía? Hay mordedores por delante, pero no veo ninguno por los patios. Sí, esta vacía— siguió teniendo su propia conversación.

Siguió observando en silencio aquel lugar, fantaseando con poder entrar tan solo en una de aquellas torres de vigilancia, allí tendrían más espacio que en la camioneta, y tras las vallas, podrían matar a los caminantes del campo con facilidad. Casi estaba apunto de llorar de la emoción, por primera vez en muchísimo tiempo, cuando vio que algo se movía. Una figura negra, un hombre en una moto se aproximaba a la cárcel por el campo de césped, y ella ahogó un juramento en su garganta, enfadada.

Prefirió no seguir mirando, bajó los prismáticos y los volvió a colocar en su cintura, anclados al cinturón, y descendió del árbol de un salto. Comenzó a caminar de vuelta a la camioneta, el enfado que sentía la hizo acelerar el paso. Al quedarle pocos metros se dio cuanta que iba corriendo y freno en seco.

—¡Para! Si corres las asustaras, respira... —dijo soltando aliento —respira... uff…

Cuando llegó a la camioneta lo hizo paseando. El sol se estaba poniendo y pararse a mirarlo hubiera sido bonito, pero en otra vida o en otro mundo tal vez, pensó con un suspiro.

Aunque había intentado evitarlo, y centrar sus pensamientos en otras cosas, toda la noche su mente volvía a aquella prisión, por lo qué pudo ver desde el árbol no la separaban más que unos cuantos y escasos kilómetros. Si no hubieran parado en aquel lugar, hubieran pasado frente a ella, y si la cárcel estaba poblada, sus habitantes habrían escuchado o visto la camioneta. Eso sin duda las habría puesto en peligro. Con todo, Mara se dijo que habían tenido suerte, habían sobrevivido un día más.

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Con las primeras luces del alba, la joven seguía regresando sus pensamientos a la cárcel, una y otra vez. No sabía que hacer respecto a ella, no podían seguir adelante por aquella carretera, pero volver hacia atrás las enfrentaría a todo lo que habían esquivado. Comentarle su existencia a Olga sólo la pondría nerviosa, asustaría y pondría la situación más estresante, si cabía.

Se maldijo a sí misma, pues la única idea que se le pasaba por la cabeza, era una idea absurda, estúpida, sin sentido y le recordaba demasiado a Roland. Era la típica idea de su hermano mayor, la típica idea que tendría, no comentaría y llevaría a cabo sin preguntar. Pero no podía evitar sentir que necesitaba acercarse a aquella prisión, necesitaba mirar más de cerca el camino, observar por dónde circulaba la carretera y comprobar si podían seguir adelante sin ser descubiertas.

La claridad del día clarificó también su decisión. Con el despertar de las niñas, ruidoso y exigente, ya no tenía dudas.

—Tengo hambre Amie, me duele el estomago aquí, mira. —Dijo Shelly señalándose el ombligo.

—No tiene comida debajo de los brazos, tonta —contestó su hermana—. Ella no puede hacer nada.

Mara se sintió agotada. Cada vez que las niñas la exigían comida, refugio y expresaban su agotamiento, o algo similar, la frustración y la desidia la invadían. Sonrió con toda la dulzura que pudo encontrar en su agotado espíritu.

—Iré a por algo en un rato, esperar a que despeje mi cabeza, ¿oki?

Olga también había despertado en la parte de atrás de la furgoneta y se incorporaba con agotamiento.

—¿Vas a salir ya? —Fue lo primero que dijo.

—Sí, ayer no conseguí nada de comer, no tenemos nada aparte de sopas en polvo y una garrafa de agua. No conozco el bosque y no puedo conseguir comida de fiar de él — argumentó.

—Pero ayer dijiste que aquí no hay nada, por eso paramos, era seguro por estar en mitad de la nada.

—Sé lo que dije, pero he visto una casa, una cabaña o refugio a unos pocos kilómetros, los bosque parecen tranquilos, me acercaré a observar —y sin dar tiempo a una nueva queja de Olga, salió de la Econoline—. Me voy a preparar.

La joven se alejó unos metros, como si fuera a hacer pis, y sentada sobre una piedra comenzó a escribir en un pedacito de papel.

Olga, no hay cabaña, he ido a una gran edificación que parece estar poblada frente a la carretera, más adelante, Si no vuelvo al caer la noche, vete, no me esperes, te pondrías en peligro y a ellas también. No sigas adelante, regresa por donde vinimos...no puedo decirte más.

Protégelas, protégelas con tu vida, lucha por ellas aunque no te queden fuerzas.

Lo siento.

Amaranta.

Mara sintió ganas de llorar, aquello era como una carta de suicidio, sólo que no empezaba con "A quien pueda interesar..." ahogó las lágrimas, y respiró. Volvió al coche intentando aparentar indiferencia y normalidad, abrió la puerta y cogió su mochila, aprovechando para dejar la nota junto a la cantimplora, donde pronto la encontrarían.

—En un "chas" estoy de vuelta con cosas ricas que comer, ¿oki? —dijo, mostrando entusiasmo, dándose se cuenta que estaba más nerviosa de lo que pensaba.

Las niñas asintieron con ganas, y Olga la miró con una expresión que no supo identificar, tal vez intuía algo y no lo quería decir. Ambas sabían que sin Mara, la joven madre no sobreviviría, no mucho al menos. Pero no la estaba abandonando, volvería, ella volvería sabiendo si continuar hacia adelante o, regresar unos kilómetros y tomar otra ruta, volvería con la respuesta, volvería con ellas, no haría lo que Roland, ella volvería.

Caminó de vuelta a la carretera que habían dejado a un lado el día anterior, comenzando a andar junto a ella, lo suficientemente cerca de los árboles para ocultarse si pasaba un coche, pero también, lo suficientemente lejos para que un caminante entre los matorrales, no la sorprendiera. Caminó sin pensar en nada, cuando el dolor y las lágrimas la sorprendieron. Se dejó llevar por ellas y lloró mientras caminaba, antes de darse cuenta la carretera se bifurcó en dos caminos, tomó el de la izquierda sin pensar, un pequeño sendero asfaltado, que se introducía entre los bosques y la llevaba directa a la penitenciaría.

No sabía cuanto tiempo había estado caminando, cuando se dio cuenta que la cárcel estaba a pocos cientos de metros, se ocultó deprisa entre los arbustos, había caminantes cerca de la verja.

Sujetó con fuerza el mango de su Tanto*. Los caminantes no la habían percibido, aún estaba lejos para atraer su atención. Se sintió más segura, tras el susto de despertar del dolor. Con la mano que la quedaba libre de sujetar la empuñadura, cogió los prismáticos y observó el interior de las vallas, donde había unos pocos mordedores, pero en los patios interiores sí que observó algo peculiar. Eran personas, personas vivas, y su instinto la hizo identificarlos por sexos, si no había mujeres era una mala señal. Se había cruzado con grupos de hombres que no las matarían, pero harían que lo desearan cada minuto. Eso la daba más pánico que los mordedores, sobre todo por las niñas, Shelly sólo tenía seis años, y Megan unos diez u once, no estaba segura. Ellas no debían morir, pero tampoco vivir algo tan horrible como un abuso.

Desde esa distancia, y gracias a los prismáticos, pudo observar entre los habitantes de la cárcel, tenía curiosidad, aquello parecía una utopía, un lugar vallado, seguro, espaciosos, con patios y edificaciones, un tesoro en estos tiempos. Estaba absorta por la curiosidad, cuando advirtió que un coche se ponía en marcha.

—¡Oh! Mierda... —dijo colocándose los prismáticos en el cinturón —Mierda, mierda, ¡mierda!

Hizo el amago de correr hacia el bosque y ocultarse, pero tres mordedores se dirigían hacía ella entre los árboles, así que salió a la carretera y corrió tan rápido como le permitieron sus fuerzas. El coche estaba detrás suya, la habían visto, se dijo así misma, e inútilmente intentó acelerar y correr hasta sentir una presión en el pecho. Por primera vez las lágrimas que brotaron de sus ojos eran de rabia. Tenía que volver.

Oyó como el coche aminoraba la marcha y se permitió mirar hacia atrás, efectivamente el coche estaba frenando. Se sonrió, pensando que tenía una oportunidad, he intentó aumentar su ritmo.

—Yo la cojo —dijo una voz masculina a su espalda.

Pocos segundos después sintió unos brazos tirando de ella hacia el suelo.

—¡No! —gritó —. No, tengo que volver. ¡Tengo que volver! —forcejeaba con aquel peso que la tenía inmovilizada contra el asfalto—. Suéltame, tengo que volver... ¡suéltame! Suéltame... por…por favor... —gimió desesperada.

—¿Te quieres callar?! —dijo el hombre que la tenía sujeta, con voz áspera.

—¿Está sola? —preguntó otro hombre, voz más suave.

—Eso parece. Échame una mano —pidió a su compañero—. ¿Quieres estarte quieta?

Pero Mara no podía cumplir su petición, tenía que luchar, debía hacerlo, tenía que volver. Las caras de Megan y Shelly le llegaban como fogonazos a su cabeza. Veía a Olga leyendo la nota. No se iría, ahora lo sabía, Olga esperaría como ella misma espero... y las niñas...

—¡Me necesitan! —gritó antes de que todo se apagara, antes de que su cuerpo, su mente y su alma, se agotasen y ella perdiera el conocimiento.

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De regreso en la prisión, Daryl entró en recibidor del bloque C, con la desconocida cargada al hombro, acaparando las miradas de todos los presente. En un primer momento al verla desde lejos, Maggie pensó que sería uno de los esbirros del Gobernador, y dio la voz de alarma. Pero tras encontrarla aquellas sospechas se evaporaron, no llevaba armas, aparte de un extraño cuchillo muy afilado, pero no representaba una amenaza real, y no encontraron rastros de que tuviera compañeros. No podían dejarla en la carretera inconsciente. Así que la metieron en el coche y la llevaron a su casa, a la prisión.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Glenn al verlos entrar con aquella extraña —¿Quién es?

Todos los presentes se arremolinaron a su entorno, fijándose en sus brazos desollados y sangrando, a causa de la caída producida por el placaje realizado por Daryl, evitando que huyera.

—La han mordido —dijo la señora McLeod que se encontraba entre la masa de gente.

—No, ese ha sido Daryl —apuntó Rick, aproximándose—. Por favor apártense, la chica sólo necesita espacio.

Desde la galería de celdas, Hershel se acercó ayudado por sus muletas, con curiosidad, preguntando que sucedía. El resto le dejó pasar hasta la mesa donde la joven se encontraba tumbada sin sentido. Al verla, apoyó la orden de Rick, de despejar aquella sala. Todos fueron saliendo quedando sólo Rick, Daryl y él.

—¿Puede saberse que ha pasado? ¿Quién es esta joven? —preguntó, mientras comenzaba a reconocerla tomándole el pulso, y negando con la cabeza.

—Maggie la vio oculta fuera de la valla, y creímos que era una amenaza —explicó Rick, dándose cuenta de lo estúpido que se escuchaba, viendo como se encontraba de indefensa en esos momentos la joven.

—Pues es sólo una joven agotada —sentenció—. No supone una amenaza para nadie, excepto para ella misma. Si queréis que se estabilice, meterla en una de las celdas y dejarla descansar.

—¿Con el resto de la gente? —preguntó Daryl mirando a sus dos compañeros.

—La pondremos vigilancia —propuso Rick—, y la inmovilizaremos, antes de desplomarse estaba muy nerviosa —se justificó ante Hershel—. Si despierta desorientada podría ponerse agresiva.

Al observar a aquella joven inconsciente e indefensa, resultaba difícil pensar que pudiera ser un peligro para alguien, pero no hizo falta decir nada más, para que todos recordasen lo que había pasado la última vez que alguien, una sola persona, había actuado contra ellos dentro de aquella cárcel, Lori y T–Dog les vinieron a la cabeza, y no hubo falta ninguna otra justificación. La joven se quedaría, pero manteniendo la seguridad de todos los que formaban parte del grupo.

Bajo la atenta mirada de Hershel, Daryl la cogió en brazos, con más cuidado que la vez anterior, y cargó con ella hasta donde le indicó el granjero. Una celda vacía al extremo de la galería.

—Yo me quedaré con ella —dijo Hershel.

—Iré a por unas esposas.

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En la sala de generadores, Rick estaba reunido a Daryl, Glenn, Michonne y Maggie. Hershel seguía vigilando el avance de aquella joven solitaria y desconocida, mientras Tyreese y su hermana realizaba la guardia, y Carol, Karen y Beth se ocupaban de Judith, los otros niños y mayores que ahora compartían su hogar.

—No supone una amenaza, es sólo una chiquilla débil y asustada —afirmó Daryl, dando vueltas por la habitación.

—¿Pero qué vamos a hacer con ella? —preguntó Glenn.

—No creo que quiera quedarse. No paró de forcejear e intentar huir, en el momento en que despierte se querrá ir, eso esta claro.

—Pero podría ser peligrosa para nosotros entonces, Daryl. Nada nos asegura realmente que no está con el Gobernador —argumentó Maggie.

—Es cierto —dijo Rick—, no está sola. Mientras la sujetabas dijo que había gente que la estaba esperando. Está con un grupo —aseguró mirando a sus compañeros—. No sabemos que clase de grupo ni como de grande, ella no, pero su gente si podría ser una amenaza. Ya la habéis visto, esta desnutrida y debilitada. Su grupo estará desesperado y los desesperados son peligrosos para nosotros. Además, Maggie tiene razón, nada nos prueba que no este con él, así que tendremos que esperar a que despierte y nos diga algo.

En un extremo, Michonne observaba al resto, sin decir nada, no había visto a la chica más que de pasada, pero ella había estado sola durante mucho tiempo, sabía que la joven debía de estar al cargo de alguien o sino no podría haber sobrevivido. Tal vez la gente con la que estuviera la buscase, nadie había dicho nada al respecto, pero esa posibilidad si representaba un peligro. Tal vez, en aquellos momentos el grupo al que perteneciera la desconocida se estuviera preparando para atacarles, aunque no fueran un grupo fuerte como el suyo, podrían causar bajas.

—Y, ¿cuándo despertará? —preguntó, antes de exponer el resto de sus pensamientos.

—Eso no lo sabemos —contestó Rick—. Mantener la calma.

Michonne se dio cuenta al mirarle, que él, también había reparado en que estaría pasando con ese grupo, en esos momentos.

En silencio, Carol se aproximó hasta la celda de Hershel y se sentó en un taburete junto a él, mirando a la joven dormida enfrente. Tenía una apariencia lamentable, su melena morena estaba sucia y apelmazada, su cuerpo estaba magullado y cubierto de suciedad, tenía los ojos hundidos y ojerosos, los pómulos se le marcaban dándole un aspecto cadavérico. Llevaba puesta una cazadora vaquera desgastada y un suéter raído y manchado con sangre seca. Sino fuera por su leve y constante respiración, nadie diría que era una persona viva.

—¿Se...?

—No, esta estable, no morirá —la cortó Hershel con tono tranquilizador—. Sólo está agotada.

—Pobrecilla, parece una cría, no tendrá más de 20 años, ¿dicen que estaba sola?— y sus pensamientos se fueron a Sophia—. Menos mal que la hemos encontrado.

Hershel asintió y se quedaron callados, no era tan simple y ambos lo sabían.

—Ves a comer algo, yo me quedaré con ella —se ofreció la mujer—. Si despierta, se sentirá más segura con una mujer aquí con ella, ¿no crees?

—Sí, creo que tienes razón —contestó levantándose con esfuerzo.

Carol le dió sus muletas y se quedó con aquella muchacha, mirándola con lástima. Algunos pasaron por aquella celda, a preguntar e informarse. Glenn se ofreció a vigilar al igual que Daryl, pero Carol se negó, si esa chica se despertaba y veía a alguien como Daryl, no sería nada bueno lo que pensase.

Los minutos se fueron sucediendo y la joven empezó a reaccionar, cuando por fin abrió los ojos, se asustó al ver a Carol, y se movió quedando pegada a la pared.

—Tranquila —la susurró acercándose—, no te haré daño, nadie te hará daño, aquí estás a salvo.

Mara miró desorientada hacia todos los lados. Arrinconada en la pared, intentó moverse, pero algo se lo impedía. Con los ojos desorbitados, comprobó que su mano derecha estaba esposada a la litera de aquella celda.

—¡Rick! —gritó Carol—. Tranquila, te soltaremos, era por tu seguridad.

Cuando el hombre entró en la celda, seguido de Daryl y Glenn, comprobó que la joven parecía un animal herido y asustado, revolviéndose en aquel catre. Atarla no había estado bien, pero había sido lo correcto viendo las circunstancias. A los pocos segundos la chica paró de revolverse y se quedó mirando a Carol y los demás.

—Te prometo que no te haremos daño —le repitió la mujer—, sólo tranquilízate, todo irá bien.

La joven asintió y permaneció expectante, Rick se aproximó con calma a ella, sin apartar sus ojos azules de su rostro.

—Me llamo Rick, Rick Grimes, ella es Carol —se presentó y señaló a la mujer a su lado. Mara identificó la voz con la del hombre que acompañaba al que la atrapó—. Puedes confiar en nosotros, no te vamos a hacer nada, te desmayaste y te hemos traído aquí para que te recuperases. ¿Cómo te llamas? dinos tu nombre y qué hacías fuera tú sola, ¿de acuerdo?

Toda la información se apelotonaba en la cabeza de la joven, que se sentía confundida y desubicada por completo.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó, pero la expresión de Rick la hizo darse cuenta de que no contestaría sin obtener respuestas—. No me puedo quedar aquí, mi nombre no es importante, no cambia nada, necesito irme... —clavó sus ojos en los de Rick y luego en las esposas.

—¿Tienes un grupo? —insistió, los grandes ojos castaños de la joven se inundaron de terror, ante aquella pregunta.

—No, estoy yo sola —mintió, no podía hablar de las niñas y Olga, no podía confiar en ellos, no aún.

—Mientes —sentenció un hombre de cabello castaño aproximándose a la litera, era el hombre que la placó, tenía su misma voz—. Me dijiste que te necesitaban.

Mara intentó apretarse contra la pared con más fuerza, aquel hombre la asustaba. Pero no le dijo nada, sólo volteo sus ojos a los de Rick, si había una oportunidad de salir de allí dependía de él. Debía convencerlo.

—Por favor —le suplicó—, déjenme irme, necesito irme cuanto antes. No me puedo quedar aquí.

—No, no podemos dejarte ir —dictaminó Rick—. Te desmayaste de agotamiento y aún estás débil, aquí te repondrás, hasta que confiemos en ti.

Al otro lado de la celda un bebé comenzó a llorar, estaba lejos, pero se le oía perfectamente. Mara se sorprendió al oírlo, pero el resto ni se inmutó. Una voz femenina intentaba calmar el llanto con dulzura.

—Es un bebé —dijo con un hilo de voz.

Rick la miró y su expresión se volvió menos severa.

—Sí, ya te hemos dicho que no tienes que tener miedo, pero tienes que colaborar.

—¿De verdad, puedo confiar en vosotros? —preguntó sin apartar la vista de los ojos de Rick.

A modo de respuesta él se sentó en el catre y sacó una pequeña llave plateada, con calma se acercó hasta ella y abrió las esposas dejándola libre, después se apartó poniéndose de nuevo en pie.

—Y ahora, ¿nos vas a decir quién eres y qué hacías ahí fuera?

Mara asintió acariciando su muñeca, comprobando que sus manos y ante-brazos estaban llenos de rasguños pero no eran graves.

—Me llamo Amaranta, y formaba parte de un grupo de veinte personas, la mayoría cayó cuando una horda de ellos nos sorprendió.

—¿Horda? ¿Te refieres a un rebaño de caminantes? —preguntó Daryl, a lo que la joven asintió, mirándole aún con cierto miedo.

—Los que sobrevivimos, hemos estado moviéndonos de manera itinerante, algunos también fueron mordidos —dijo recordando a David—. y otros... Los que quedan necesitan que regrese. Fui a por comida, dependen de que vuelva —miró a Rick con desesperación—. No somos una amenaza, no nos quedaremos por aquí, solo déjame irme, te prometo que no me volverás a ver jamás.

—Esta bien, tu historia parece convincente —Rick miró al resto de sus compañeros presentes—. Pero no te podemos dejarte ir sin más.

—¿Por qué?

—Como te he dicho antes, estás débil, no llegarás a ningún lado tu sola.

—He llegado muy lejos yo sola, no soy tu problema, ¡no soy el problema de nadie! ¡Déjame irme! —volvió a perder los nervios, pero no se movió, solo levantó la voz.

Aquella actitud no sirvió de nada, pues Rick salió de la celda, seguido de los otros dos hombres y Mara, volvió a quedarse de nuevo con la mujer de pelo corto.

—Te llamabas Carol, ¿no?

—Si, ¿y tu Amara…ta ?

—Mara —dijo—. ¿De quién es el bebé?

—Es de él, de Rick, es una niña y se llama Judith —la explicó con tono tranquilo, sentándose en la cama.

—Necesito irme, Carol —la insistió—. De verdad, me están esperando...

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Cuando Rick, acompañado de Michonne y Daryl, volvió a la celda, había discutido el qué hacer con esa chica con todos los demás, todos tenían claro que debían dejarla ir si era lo que deseaba, y qué de hacerlo, retrasarlo sólo complicaría las cosas. Pero Hershel insistió en que, el estado de la joven no la permitiría llega a ningún lado sola. Por ello, decidieron que la acompañarían dos de ellos. Michonne se ofreció voluntaria a ir, y Rick pidió a Daryl que se le uniera. Cuando fueron a darle la noticia, se encontraron con que la joven de raro nombre, estaba junto a Beth, que tenía a Judith en brazos y la hablaba con tranquilidad, con Carol a su lado, mirando las tres a la niña con ternura.

—Es preciosa, no creía que pudiera ver algo tan bonito en este mundo —dijo Mara mirando a la niña—. Aunque yo la hubiera llamado Hope, no es el nombre más bonito del mundo, pero esta niña es una esperanza, todos los niños los son —dijo emocionándose.

Tanto Beth como Carol asintieron a sus palabras, aquella chica no era un peligro para ellos, ni estaba con el Gobernador, y quién la esperase la estaría echando de menos, pensó Carol.

Cuando vio que Rick se aproximaba se apartó de Beth y la pequeña, cruzándose de brazos.

—Todos hemos decidido que lo mejor será que te vayas, como no pides, pero mi gente te acompañará —antes de darla tiempo a quejarse, continuó—. Está decidido. Ella es Michonne, y él es Daryl Dixon—presentó a la mujer de color y al hombre que la daba miedo.

—Mis cosas...

—Te las devolveremos cuando te dejemos —sentenció Daryl.

Mara miró a Carol. Se hubiera sentido más segura si ella la acompañase, pero no podía pedírselo, aún así Carol la miró y como si la hubiera leído el pensamiento se aproximó a los otros, hablándoles en voz baja.

—No, de ninguna manera —dijo Daryl—. No sabemos dónde vamos, ni qué coño nos vamos a encontrar allí. Vamos Michonne y yo, sea lo que sea que encontremos, ambos volveremos.

Desde la celda, la joven le escuchó y no pudo evitar recordar a Roland al oírle, pensó que desde fuera podía parecer peligroso, pero tenerle en tu mismo bando seguro que resultaba tranquilizador.

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Los tres montaron en el coche, Daryl conducía y Michonne iba en la parte trasera, dejando a Mara en el asiento del copiloto, la joven supo que lo hacían para tenerla bien vigilada. Salieron del recinto y siguiendo sus indicaciones, Daryl condujo por el camino secundario hasta la carretera, en un par de minutos la chica tomó la palabra.

—Puedes parar aquí —le indicó.

—¿Por qué? —la miro de soslayo—. ¿Te encuentras mal, o algo?

—No, ya me puedo bajar.

—Te tenemos que llevar hasta tu gente, es lo que acordamos —sentenció Michonne

—Es que... ya hemos llegado, con el coche no avanzareis más, están en el bosque.

Daryl frenó en seco.

—Coño pues haberlo dicho.

Todos bajaron del vehículo. Michonne se aproximó a la chica y la entregó una mochila. Mara miró el interior y comprobó que su Tanto, los prismáticos y demás pertenencias estaban dentro, también algunas latas y sobres de comida.

—Gracias, y gracias por atenderme y traerme hasta aquí —dijo mirando a Daryl—. No todos son como vosotros.

—¿Dónde esta tu campamento? —preguntó Daryl mirando hacia el bosque.

—Cerca, seguiré yo sola.

—Una mierda...

Interrumpiendo el juramento del cazador, un grito salió del bosque y los sobresalto a todos, era un grito desesperado de una mujer, a pocos metros de donde se encontraban.

—Olga... —dijo Mara, cogiendo su Tanto de la bolsa y corriendo en la dirección de donde provenía la voz, los otros dos las siguieron.

Cuando llegaron a la camioneta amarilla, un grupo de uno diez caminantes estaban rodeando el vehículo. Olga se encontraba dentro, pero no podía cerrar las ventanillas, pues algunos seres habían metido el brazo e intentaban atraparlas. Sin pensarlo Mara se abalanzó sobre ellos y les atravesó el cráneo con el Tanto, siendo más rápida de lo que sus acompañantes hubieran sospechado nunca, pero su afán de proteger a los ocupantes del coche, la había puesto en peligro. Tenía un caminante en su espalda, cuando se dio la vuelta para defenderse, una flecha le atravesó la cabeza. Dirigió la mirada hacía donde había venido la saeta y vió a Daryl con la ballesta en la mano. Le hizo un gesto de gratitud con la cabeza, que él le devolvió mientras recargaba el arma. Michonne pasó a su lado en dirección a otros dos caminantes y los decapito limpiamente con su Katana. Mara eliminó a otro caminante y se dirigió a la Econoline. Cuando abrió la puerta la amenaza había quedado reducida a cero.

—Estáis bien, ¿verdad? —dijo a las ocupantes.

Sin darla tiempo a reaccionar, la pequeña Shelly saltó a sus brazos llorando, seguida de su hermana mayor.

—Creía que no volverías —la acusó Olga desde el interior—. Vi la nota y pensé que me... Sólo fui al bosque a ver... de pronto estaba rodeada...

—Ya ha pasado todo —la tranquilizó la joven.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Michonne, desde el otro lado del vehículo.

—¿Quiénes son? —preguntó Olga, reparando en los dos desconocidos.

—Me han ayudado —la explicó—. No hay más, solo nosotras.

Tanto Daryl como Michonne las miraron incrédulos. Era imposible que el grupo se compusiera de dos mujeres y unas niñas. Imposible que hubieran sobrevivido en este mundo durante un solo día.

—Os dije que no éramos una amenaza, y que necesitaba volver —recordó, y se giró para hablarle a Olga—. Tranquila, son buenas personas, nos han salvado.

Olga salió del coche y se puso a llorar, Megan se soltó de Mara y fue a abrazar a su madre, mientras que Shelly no despegó su cara del cuello de la joven.

—Sólo... ¿sólo vosotras? —Preguntó Daryl, incrédulo—. ¿Cuánto tiempo lleváis así?

—Unos meses —tomó la palabra Olga—. Mi marido hace mucho que nos dejo, su hermano también hace un par de meses, es difícil llevar la cuenta —explicó, con los ojos empañados observó a Michonne—. Si Mara no hubiera vuelto... —y volvió a llorar desesperada.

Michonne se acercó a Daryl sin dejar de mirar aquella increíble estampa, por lo que parecía la joven cuidaba de todas las demás, la mujer parecía bastante dependiente. Tal vez hubiera juzgado mal a aquella chica, ahora entendía que estuviera débil, desnutrida y agotada, ahora entendía su desesperación y su desconfianza.

—No podemos dejarlas aquí —apuntó a su compañero—, es un milagro que sigan con vida. Dejarlas es sentenciarlas.

Daryl miró a aquellas niñas asustadas y comprendió que Michonne tenía razón, no podían dejarlas a su suerte, no en este mundo. En otro momento le hubiera dado igual, pero después de lo de Sophia, después de perder a Merle, la muerte se le hacía más real. Si se daba la vuelta y volvía sin ellas las condenaría a ser devoradas o incluso algo peor.

—Bien, coger las cosas —dijo con su áspera voz, sobresaltando a Olga y Mara—. Nos vamos todos de aquí.

Michonne se aproximó a la mujer y su hija, intentando parecer lo más amistosa posible y mirando a la joven, quien no podía dar crédito a lo que Daryl había dicho.

—Tenemos un lugar, un lugar seguro donde venir, ella ha estado en ese sitio y sabe que es cierto.

Continuará...

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TWD


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Tanto*: Arma japonesa, como una Katana pero del tamaño de un cuchillo, Utilizada para el Sepuku o suicidio por honor