Título: ¡Cuidado con los ojos!
Sumary: AU- Un experimento ilegal basto para que la humanidad fuera expuesta a una gran plaga que tan solo existía en la ficción. Las esperanzas se pierden al igual que las vidas cada día, pero un grupo de jóvenes se levanta a pesar de los terribles pasados de sus miembros. — ¿Enomoto? — ¿Kisaragi?—Él está muerto— Recuerda, mentir es mi especialidad.— ¡Detente!
Propiedad: Kagerou Project no me pertenece, si no a su creador. Oh sexy Jin.


Capítulo 8
Un camino sin marcha atrás


Kido

Su garganta se desgarró al gritar aquel nombre, pero su corazón lo hizo más al sentir la frialdad mortal que los brazos de él poseían. Lo sostuvo y se aferró al cuerpo del rubio mientras sentía la débil respiración que intentaba llevar. La sangre, esa sangre que bañaba su ropa y se expandía concorde la calidez bajaba.

—Kano… —llamó mientras que lo agitaba un poco. Buscó su mano y entrelazó sus dedos con desesperación; sus lágrimas empezaban a fluir incesablemente y poco a poco sentía como su cordura se desvanecía, tal como ella en esos momentos. — ¡Shuuya!

Tenía pulso, lo sentía, pero era tan suave e inestable que amenazaba con irse. Kido agitó su cabeza para despejarse pues, aunque el olor metálico seguía inundando sus fosas nasales, debía hacer algo. La herida había sido en el pecho, cargado hacía el hombro izquierdo, lejos del corazón por suerte, pero suficientemente grave para sangrar de manera abundante. Sin implementos médicos no podía hacer más que presión para detener la hemorragia.

—No te olvides de mí, monstruo. —ese hombre de cabellos oscuros volvió a jugar con su revólver, pasándolo de una mano a otra. Kido no evitó darle una mirada que contenía toda clase de odio posible. — ¿No lo maté? Qué lástima, siempre se puede volver a intentar llegarle al pulmón izquierdo.

— ¡Tú…!—espetó la líder del Mekakushi-dan mientras que observaba la enferma expresión que ponía al acercarse a ambos. El sonido del seguro retirándose y el tacto del metal en su frente le señalaron que estaba perdida.

—Detente tú, Kuroha. — el niño de antes, quien atemorizado había sido espectador de la escena, apuntaba al siniestro hombre con el gran arma, ese rifle que antes le atormentó. El peso era bastante y del hombro del pequeño castaño se veía una marca rojiza, deduciendo que la piel debía estar destrozada por el sobre esfuerzo y el roce.

Nadie habló, pero nadie dio el brazo a torcer.

—Te opones a mí—la omnipotente voz soltaba palabras irónicas. El hombre apretó más el arma contra su cabeza —. Pensé que no tenías voluntad propia, por lo que resultaste mucho más interesante de lo que creí, pero, ¿puedes apretar el gatillo?

—Si es contra ti, sí—el muchacho disparó, para sorpresa del hombre, aunque no al cuerpo, por así decirlo. El único foco de luz de la azotea se rompió en miles de pedazos dejándolos a oscuras. Ese chico era inteligente a pesar de estar luchando contra un desquiciado que tenía varios ases bajo la manga. — ¡Vamos, pelea contra mí!

Tsubomi escuchó la tormentosa risa. El arma se alejó y pudo escuchar los pasos alejándose de ella, el momento justo para huir… pero su ideal se lo impidió, era solo un niño, un niño que los había ayudado en los últimos segundos, el abandonarlo sería lo más inhumano que podía hacer en su vida.

—Shuuya, resiste, por favor. —murmuró mientras que con lentitud apoyaba su frente en la de él. Kano estaba sudando frio, pero a pesar de todo vio, gracias a la impropia luz de la luna, como esa típica sonrisa que hacía en las mentiras que ingeniaba se formaba en sus pálidos labios. No lo evitó, otra vez sus lágrimas volvieron a bajar y un sollozo contenido fue guardado en su pecho.

—Es-estoy absolutamente bien…—abrió la boca Kano, mintiendo de manera descarada como siempre— ¿Estás llorando, Kido?

—Claro que no, idiota—su voz cortada indicaba lo contrario, pero no le importó—. Solo cállate…

—Creo que me reencontraré con Nee-chan, lo siento. —una risilla decoró tan lúgubre frase.

— No digas esas cosas, por favor…

Su respiración empezaba a empeorar y la fiebre se hacía evidente al contacto de sus frentes.

—Seré solo un estorbo, Kido. Es de noche, hay un psicópata suelto y sabes perfectamente que a estas horas los caminantes son mucho más mortíferos. —Kido negó con su cabeza sintiendo que se rompería en cualquier momento.

—Es la fiebre…, no estás bien del todo— sollozó la peli-verde sujetando con fuerza la mano del rubio—. La cordura te juega en contra, eso es todo.

— ¡Estoy más cuerdo que nunca! —los ojos de Kano se abrieron de par a par. Perpleja volvió a negar. — Ayúdalo y escapa.


Mary

Mary miraba por la ventana, tocando el frío cristal con duda, con pesar. Un mal presentimiento se alojaba en su cabeza desde hace un buen rato, mucho antes de que Seto, Shintaro y Ene se fueran a buscar a los demás. Seto le había dicho que no se preocupara, que volverían todos juntos, sanos y salvos, pero más que decírselo a ella, se lo decía a sí mismo. En sus ojos el miedo era evidente y ella solo sonrió, asintiendo, mientras que su cabello era desordenado con nervios.

— ¡Konoha-san, esa es una batería! —exclamaba Momo desde el cuarto central, la escuchaba con claridad peleando con el recién llegado albino. — ¡No, no es comida!

Konoha, el chico que había llegado al tiempo que sus dos amigos desaparecieron, si bien era un tipo inexpresivo y poco carismático, tenía algo que las mantenía alegre a ambas; quizá esa inocencia era suficiente para calmar los nervios y sustituirlos con tranquilidad. Ahora estaba bañado (Con ayuda de Shintaro, pues éste parecía el padre, por así decirlo), vestido con la ropa de Seto, cepillado por Momo y alimentado por ella. Mary no evitaba pensar que hubiera sido bueno que el albino llegase probando la deliciosa comida de Kido y siendo la nueva víctima de Kano respecto a bromas, pero el destino pudo haberlo querido así.

—Mary-chan, Konoha se comió una batería—señaló la Idol en pánico apareciendo en el marco de la puerta de su cuarto. Mary ladeó la cabeza, confundida ¿Era eso malo? — ¡Las baterías no se comen!

Chilló colocando ambas manos sobre sus labios ya entendiendo la situación.

— ¡Bu-buscaré algo de té!

—S-sí… ¡¿Mary-chan, cómo es qué el té funcionará en esto?!


Hibiya

Hibiya pensaba y razonaba, a pesar de que le importara un carajo lo que pasara con Kuroha, sabía muy bien que estaba siendo un mocoso hormonal que se dictaba según sus instintos y si no pensaba en algo lo suficientemente inteligente moriría sin poder ni siquiera mover la lengua por última vez. Afirmó el rifle con el doble de fuerza y empezó a rodear la azotea; su ventaja era el simple hecho de que su arma poseía mira infrarroja, lo que le permitía ubicar a su oponente antes de que este lo encontrara a él.

Su respiración, sus pasos. Todo debía ser suprimido a tal punto de ser invisible por completo, tal como la mujer que desaparecía. Amamiya Hibiya si bien no tenía aliados en su posición, no quería ser un asesino de inocentes, por lo que ayudar a la mujer y a ese seudo-gato era tan solo un acto de voluntad propia.

—No le puedes disparar a un simple blanco en movimiento, enano—le dijo en mofa el hombre mientras que su silueta en colores cálidos se acercaba peligrosamente, siempre zigzagueando ¿Cómo era que podía ubicarlo sin ni siquiera ver en la oscuridad? Con su tamaño y ropa, el camuflaje debió haber sido total, pero Kuroha lo estaba rastreando tal sabueso — ¿No es mucho peso para alguien tan endeble como tú?

Con eso entendió su fallo. Todo ese tiempo lo había tenido vigilado, supervisado. Hibiya había sido totalmente analizado y descifrado, tal como su fuerza o la rapidez que ocupaba al andar con todo ese peso. Subestimó la inteligencia de su rival y eso lo demostró su dedo tambaleante. Debía disparar, pero nuevamente estaba siendo un cobarde.

— Aún no aprendes. Eres débil de corazón e inestable de estómago —hablaba frente a él, pues veía como se ubicaba en frente y sacaba su cuchillo, ese de largo filo, la frialdad lo indicaba en el visor —. Te apuesto que si me abro ahora mismo las vísceras no lo podrás resistir…Las náuseas te invadirán y vomitarás la mierda que comiste hace horas, siendo no suficiente, tú mismo te darás asco y seguirás, seguirás hasta quedarte vacío, botando tan solo la bilis, temblando de miedo y sin mirar a los ojos hasta a tu reflejo. Repugnante, eso serías y así mismo te ves ahora, pues, lo sabes, ¿no? Tal como eres ahora a nadie puedes salvar, ni tu sombra. Amamiya Hibiya, ¿por qué no jalas el puto gatillo?

El castaño tragó saliva al sentir como Kuroha ponía el rifle en su propia cabeza. La distancia mostraba la macabra expresión que llevaba.

—No…—murmuró Hibiya. —No puedo matar…

— ¿Es por eso qué la perdiste? ¿Por ser tan patético? Hahaha… ¡Despierta!

Perdió sus fuerzas causando que el arma cayera directo al piso con un ruido en seco. Pensaba en como Hiyori se había marchado por su propia culpa.

Era un cobarde, un total cobarde.

— ¿Dejarás de luchar solo por qué un bastardo como yo te lo dice? —Kuroha lo tomó de la ropa y lo levantó. Esas palabras no sonaban huecas, tenían algo de pánico encapsulado, detalle que realmente le impactó.

Ese hombre… ¿escondía miedo?

Sangre salpicó su rostro y no era suya. La fina hoja de la Katana atravesaba por completo el hombro de Kuroha, quien escondiendo su anterior estado con una sonrisa satisfactoria, lo soltó para tomar el metal con su mano herida y empujarlo por donde había venido.

— ¿Te unes, fantasma? —ante eso el sonido de metales sonando empezó a sonar, tal como una orquesta. Hibiya se agachó y empezó a buscar entre las cosas del mercenario: juró haber visto unas barras fosforescentes.

Encontró para su suerte, por lo que no tardó mucho en doblarlas y lanzarlas al campo de batalla, iluminando las pieles y el piso por completo. Iban parejos a pesar de que su ex mentor tenía un brazo inútil, detalle que le hacía pensar en qué nivel estaba y cuanto le faltaba para superar o llegar aunque sea a sus talones. Empezó a gatear hasta el rubio caído, sin dejar de ver la batalla, pues no quería recibir una estocada por accidente ni ser rehén de alguno.

Pulso inestable, el sangrado seguía y la bala aún enterrada posibilitaba una intoxicación por plomo. Intentó tocar la herida, pero la mano sosteniendo su muñeca con una tenebrosa firmeza lo evitó. Los ojos gatunos del muchacho estaban abiertos, no hacía él, sino a la escena. Quiso hablar, relatarle todo lo que pasaba y preguntarle por su funesto estado, pero solo vio como alzaba su dedo y hacía una seña de silencio.

Observó todo, el como el rubio caminaba con una mueca de dolor evidente a la vez que sus ojos parpadeaban en un carmesí. Presenció el momento justo de la "transformación" a gato, uno bastante maltrecho, y las cojeras de su caminar. Le dolía el solo ver el camino rojo que quedaba tras paso que daban aquellas patas felinas . Siempre en silencio, lúgubre. Al parecer tan solo era método para desplazarse, pues luego de unos cuantos metros, volvió a transformarse en el herido chico.

Sus ojos se abrieron como platos al ver la siguiente escena: Kuroha al borde del edificio apuntándola con su arma, mientras que la peli-verde hacía lo mismo. Atrás de ella, el rubio, sacando de su chaqueta otra arma de fuego y apuntando a Kuroha.

—Recuerda…, las mentiras son mi especialidad.

Dos disparos. Kuroha cayó por la azotea mientras que el rubio caía de rodillas al piso, inerte.


Seto

Su corazón, ese delicado corazón que de niño había mantenido ante los mimos de su madre y hermana, ese que en esos momentos tuvo que endurecer tal roca. Seto Kousuke vio a sus dos hermanos y el romperse fue algo que tuvo que evitar. Corrió, abrazó a la vulnerable líder que tan solo gemía y sollozaba, agarrando su ropa con desesperación. Kano estaba muerto, eso lo indicaba su silueta ensangrentada, por lo que omitió cualquier tipo de preguntas ante el asunto.

Dolía a punto de que sus piernas cedían ante los recuerdos y sus puños se endurecían de impotencia. Encontrarlos no había sido fácil, pues rastrear los teléfonos públicos del área y escuchar atentamente sonidos de disparos se transformarían en ese acertijo mortal. Rápidos fueron a pesar de los tumultos que se formaban en las calles, pero no lo suficiente para evitar la tragedia en que todo había terminado.

—Él está muerto, ¡está muerto! —gritaba Tsubomi, encolerizada, destrozada. — El muy idiota se atrevió a morir frente a mí…

La contuvo todo lo que pudo, o mejor dicho, todo lo posible. La situación rozaba lo increíble, pero sabía distinguir entre un engaño y un cuerpo. El número tres se había ido de forma heroica y nada lo cambiaría, ni sus lágrimas, ni las suplicas, la vida humana era efímera y ya estaba jugando con ella hace ya varios años.

—No será en vano—murmuró Seto mientras que la sentía asentir—. Él fue fuerte hasta el final, así que…nosotros debemos demostrar que también lo seremos hasta nuestro propio fin, ¿cierto?

Kido volvió a asentir entre hipidos, secando su cara con su manga y colocando su capucha con total frialdad, tratando de simular que nada de lo anterior hubiera pasado. Sus ojos hinchados delataban cada uno de los males y fortalezas, esos que ninguno reclamaría. Era una herida más en sus vidas.

—Kisaragi, ayuda al niño con ese rifle. El arma nos sirve y él está herido. —ordenó con total frialdad. Kido les dio la espalda y empezó a bajar las escaleras entre tropezones hasta perderse totalmente de la vista de los tres.

El siete se acercó a Seto y colocó su mano en el gran hombro que tenía, ese que estaba quebrado de dolor y angustiado en tensión. Tenía la necesidad de llorar, aunque nada salía de su apretado pecho.

— ¿Estás bien? —preguntó Shintaro afligido. Seto sonrió de forma bastante ligera.

—No. No realmente. —fue su respuesta antes de pasar su mano por su cara, limpiando cualquier rastro de tristeza que quisiera asomarse. — Vámonos de aquí, no soy lo suficientemente fuerte como para matar a mi propio hermano sediento de carne.


Fin del capítulo 8


DIOS. Perdón la demora. Entre mañana y el sábado subiré el capítulo de Paralelos, ya que le doy prioridad a mi bebé en ésta cuenta. Aunque siento que más que pedir disculpas por la tardanza debería suplicar salvación por haber matado a ya saben quién.
¿Saben? Me dio tanta pena escribir este capítulo, pero todo lo hago por mejor y Kano será un lindo recuerdo para impulsar a los miembros del Mekakushi-dan.
Solo diré: Nada es lo que parece, hay sorpresas a futuro esperando, felices quizá.
Otra cosa: Amo a Kano.
Tres: No me maten.
Cuatro…: Bueno, no tiene mucho que ver con el fic, pero me encantaría que dieran una mirada a un fic de SAO que en mi opinión es excelente. Sword Art Online: Una Lágrima de Esperanza, por darkstar1612. Una historia llena de drama y una trama muy bien echa que, Dios, me encanta, aunque me indigna que tenga tan pocos reviews siendo que el autor tiene las ganas de realizar la segunda parte, pero el poco interés de la gente lo evita.
El próximo capítulo estará basado en los puntitos adorables de Mekakushi: Mary, Momo, Konoha y un sorpresa que pueden adivinarlo ustedes mismo.
Los adoro, gracias por su amorsh.
PD: El Sumary cambiará parte, otra vez.