Disclaimer: Ninguno de los personajes o el mundo ninja me pertenecen, mío tan sólo es la historia y mi pobre imaginación, los cuales les brindo de todo corazón. ¡Espero lo disfruten!


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LA ÚNICA VEZ.

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One-shot.


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Una gran tormenta azotaba con fuerza sobre la aldea de Konoha.

Vientos salvajes rugían contra las ventanas, amenazando con echarlas abajo, escurriéndose entre las grietas y causando un espeluznante rugido; Incontables gotas de lluvia cubrían la tierra, transformando las calles en un sendero fangoso en el que te hundías o resbalabas si no pisabas con cuidado; Los escandalosos truenos daban los toques finales de la tormenta, confabulándose con la luna para formar tenebrosas sombras, deformes y escurridizas, de las que alcanzabas a distinguir sólo puntos y manchas con forma tenebrosas.

Un ambiente casi espectral se percibía, por lo que las calles estaban completamente desiertas. Nadie en su sano juicio se atrevería a salir con semejante clima.

Pero ella no tenía nada que perder, ni siquiera el juicio: ese lo había perdido hace mucho tiempo.

Hinata era la única en ese momento que no se resguaradaba del temporal, vagando entre las calles. Estaba totalmente cubierta de barro, calada hasta los huesos y con los constantes calambres del frío quemando su piel. A penas y podía ver el camino delante de ella, pero eso no le impedía seguir avanzando. Camuflándose entre las sombras, deambuló por largo rato, escondida por el manto nocturno.

Parecía una alma en pena, y hasta cierto punto, así se sentía.

La chica se tambaleó cuando una ráfaga de viento especialmente fuerte impactó contra su espalda. La tempestad se volvía cada vez más fuerte. Era casi como si el cielo estuviera furioso ese día: Los rayos golpeaban con extrema fuerza sobre la tierra; casi demostrando rabia. El viento rugía, azotando puertas y ventanas, empujando los árboles, agitando sus hojas con violencia; gritaba con clara desconformidad. El cielo se desmoronaba, expulsando de sus millones de ojos gruesas gotas de llanto amargo; clamando por un poco de asociego.

Hinata sonrió con amargura al pensar como un fenómeno climático fácilmente se podría confundir con una rabieta; casi pareciese que el propio clima se desahogaba, gritaba y lloraba por ella.

Porque todos hacían las cosas por ella.

Se detuvo en seco al encontrarse de frente con unas escaleras. Con lentitud subió la mirada descubriendo con sorpresa que se hallaba frente a un conocido edificio. Inconscientemente sus pies la había llevado hasta allí, y sabía, en el fondo, que su corazón había sido el guía, persiguiendo siempre ese punto exacto en su brújula: viendo, sintiendo, pensando, anhelando siempre ir hacia la misma dirección.

Buscando estar siempre en el mismo sitio inalcanzable.

Agachó la cabeza llevándose las manos al pecho; pudo sentir su propio palpitar, a su corazón bombeando a un ritmo acelerado.

Su cuerpo temblaba, provocando que castañeara los dietes tratando de luchar contra el frío. Comenzaba a sentirse como un vidrio muy delgado, el que si continuaba tiritando, se desmoronaría poco a poco. Y su corazón, aún de un material más débil, se estaba deshaciendo, convirtiéndose de a poco en un polvo fino de lo que una vez fue un corazón en pedazos.

Porque el suyo siempre había sido un corazón de cristal.

Frágil.

Transparente.

Destruible.

Porque todos a lo largo de su vida habían tenido la oportunidad de quebrar un parte de su endeble corazón, quedándose con un pequeño fragmento de cristal, excepto ella.

Hinata también tenía derecho a destruir su propio corazón, no por alguien, sino por ella misma. Deseaba destruir lo que quedaba de él en un acto egoísta del que sólo se beneficiara ella, ella y únicamente ella.

Porque por primera vez en su vida Hinata experimentaba el deseo de ser egoísta con cada fibra de su ser.

Y lo sería.

Porque después de todo… ya no tenía nada que perder.

Observó con detenimiento el primer escalón que estaba frente a ella, y comenzó a subir, sin fijarse en nada más que en los desgastados escalones de concreto.

Su respiración era pesada, dificultosa, el aire parecía negarse a entrar en sus pulmones; sospechaba que ella misma se negaba a querer respirar. Su corazón latía desenfrenado, se sentía ansiosa, no sabía bien qué le esperaba en cuanto llegase a su destino, mucho menos en cómo actuaría, provocándole un nerviosismo incontrolable. Pero, de una forma extraña, se sentía más viva con cada escalón que dejaba atrás. Por fin experimentaba esa sensación de adrenalina de saber que estabas haciendo algo atrevido, era intoxicarte, se sentía como si el peso extra que había estado cargando durante todos esos años se fuera quedando atrás, dejando su cuerpo más ligero de lo jamás hubiera recordado.

Paró su ritmo quedando frente a un estrecho pasillo. Los escalones se habían terminado, ahora sólo necesitaba dar un par de pasos para concluir.

Respiró hondo, dejando entrar el aire bien a sus pulmones. Había llegado el momento definitivo, si llegaba frente a esa puerta ya no había marcha atrás, no podría retractarse. Pero de eso se trataba todo, de no retractarse, de hacer su voluntad.

De experimentar el egoísmo.

Con la decisión tatuada en el rostro, Hinata se encaminó hacia la puerta de madera que la separaba de su objetivo. Con manos temblorosas, no sabía si por el frío o los nervios, tocó la puerta suavemente.

Esperó paciente la respuesta, pero era claro que no habría una, su toque había sido tan suave que ni siquiera ella lo había podido escuchar; la tormenta opacaba todo ruido con su furioso canto. Con la mano un poco más firme volvió a tocar, pero no se alcanzó a escuchar absolutamente nada. Mordió su labio, frunciendo levemente el ceño. No se daría por vencida tan fácilmente. Cerró los puños y comenzó a tocar de forma insistente, sin para por un sólo segundo, cada vez con más y más fuerza, hasta que sus golpes comenzaron a sobresalir entre los ruidos de la tormenta.

Golpeó y golpeó hasta que el dolor de sus nudillos la hizo detenerse.

Agotada, recargó ambas manos en lo alto de la puerta y dejo caer su frente en ella, respirando agitada por el esfuerzo físico. Esperaba alguna respuesta o movimiento dentro del apartamento, pero no hubo nada, ni el más mínimo indicio de que sus llamados fueron escuchados.

Cerró los ojos con pesar comenzando a sentir ese familiar vacío del fracaso en su pecho. Se separó con cuidado de la puerta viendo con dolor como su único intento de valentía se veía opacado con tanta facilidad. Estaba a punto de darse la vuelta para irse cuando una pequeña vibración en el picaporte la puso alerta a tiempo para recuperar la compostura.

La puerta se abrió por fin, lentamente, haciendo que la respiración de Hinata se pausara. Su corazón dio un vuelco y su cara se adornó con el rosa acostumbrado, incluso hubiera podido decir que sus ojos brillaban con ternura y amor ante la hermosa visión que tenía frente a ella: un Naruto somnoliento y desaliñado se encontraba debajo del umbral, frotándose los ojos con pereza, los cabellos revueltos y su adorable sombrero de foca cayendo a un costado de su cabeza. Hinata quedo tan encantada que casi no se percató de que el blondo estaba semidesnudo.

La Hyuga se quedó congelada, admirando una imagen que nunca había podido apreciar a sus veintiún años de vida, y que en otras circunstancias, hubiese querido apreciar por siempre. La realidad cayó sobre ella como un balde de agua helada cuando Naruto salió un poco de ese estado de somnolencia, mirándola como si se tratara de un fantasma.

— ¿Hi-Hinata? —balbuceó, sorprendido, no acabando de reconocerla aún. Todo rastro de sueño desapareció al observar a su compañera de pies a cabeza y no pudo evitar que su expresión se tornara de angustia.

Salió con totalidad del departamento y no reparo en disimular su preocupación por ella al ver su deplorable estado.

— ¿Pero qué fue lo que te pasó?

Ella no contestó, no quería hacerlo. ¿Para qué decirle, si con ello sólo conseguiría preocuparlo y arruinar las cosas? No valía la pena que él supiera qué la mantenía en semejante estado. Y aunque Hinata no quisiese contestar, comprendía perfectamente por qué la cuestionaba. ¿Quién no lo haría si llegan a tu puerta como ella lo había hecho: completamente empapada, llena de barro y tiritando por el frío?

Desvió la mirada evadiendo el tema y su atención se perdió en la tormenta.

Experimentó una cierta amargura ante su preocupación, recordando demasiadas cosas que le dejaban bien en claro hacia dónde estaba dirigida su atención. Él no estaba preocupado por Hinata Hyuga, lo estaba por la amiga que le consideraba; la ingenua y tímida chica que se había ganado una pisca de su cariño durante la guerra, convirtiéndose a su vista, solo en una pequeña hermana a la cual proteger. Él jamás se preocupaba por la mujer que lo admiraba, lo amaba y lo deseaba.

Él nunca se preocupaba por Hinata Hyuga.

El pensamiento le causó dolor, porque sabía que él jamás la había visto como mujer. Pero eso cambiaría. Porque todo ya estaba más que claro para ella. Lo que quería era sentirse amada. Y aunque lo que anhelaba era su amor era consiente que jamás lo obtendría. Su pobre alma se conformaría con obtener un interés superficial, que sabía, solo la carne podía lograr.

—Hey, Hinata, ¿me estás escuchando? —insistió Naruto, impaciente después de que su compañera no le contestara por largo rato. Ante su mutismo, hizo una mueca y la miró aún más preocupado que antes. Entonces se acercó para tomarla por los hombros, para finalmente conseguir su atención.

La heredera se vio obligada a salir de sus divagaciones, consiente de que el Uzumaki estaba muy cerca de ella. Regresó su vista a donde se supone estaba el blondo y se encontró cara a cara con un angustiado rubio; un centímetro más y sus narices podrían rozarse. Quedó petrificada por la repentina invasión de su espacio personal. Inconscientemente sus ojos se dirigieron a los labios ajenos; los detalló pausadamente, se movían, y suponía que lo habían estado haciendo durante todo ese tiempo, pero ella no había escuchado una sola palabra. Sonrió forzadamente, algo ruborizada por los impulsos de besarlo que había sentido y puso ambas manos sobre su desnudo y dorado pecho, acariciando disimuladamente mientras lo separaba un poco.

Necesitaba poner espacio entre ellos o se desmayaría.

— ¿Puedo... pasar? —preguntó tímidamente, tentativa, evitando mirarlo a los ojos.

Naruto pareció desconcertado. Estaba preocupado por su amiga, de veras que lo estaba, la morena se veía mal, a leguas se notaba que algo le pasaba. Y su angustia no hizo más que crecer cuando la vio perderse mientras observaba a la nada. Estaba seguro que no había escuchado ninguna palabra de lo que le había dicho y eso tan sólo lo inquietaba más. Para colmo, había evadido todas sus preguntas, dejándolo frustrado. Odiaba eso, estar excluido y perdido, era una sensación incomoda que lo acechaba desde la niñez.

Insatisfecho por no saber qué rayos estaba ocurriendo, y la actitud extraña de su compañera, se hizo a un lado con una mueca y le cedió el paso.

Hinata entró lentamente a la casa bajo la atenta mirada azul de Naruto. No se sentía nada cómoda evadiéndolo de aquella manera, ¿pero qué otra opción tenía? Si se enteraba, lo único que obtendría de él sería su lastima: lo último que ella quería que Naruto le diese.

Hizo a un lado esos pensamientos rápidamente y se dedicó a observar a su alrededor. Todo estaba bastante desordenado, algo lógico tomando en cuenta que ahí vivía un hombre solo: más si ese hombre era Naruto. Se le escapó una pequeña sonrisa ante su pequeña broma interna y continuó el recorrido de su mirada con extremo interés, sintiéndose emocionada de al fin conocer el entorno en el que vivía el hombre de sus sueños.

Escuchó cómo se cerraba la puerta tras de sí y regreso la vista a su anfitrión, por un momento sus ojos se conectaron y todos los sentimientos acumulados escaparon en esa mirada.

Naruto experimentó una extraña sensación en el estómago al encontrarse con los orbes perla de su compañera, su mirada, tan profunda e indescifrable, le incomodó en cierto modo. Desvió la vista rompiendo la conexión y carraspeo levemente antes de salir rumbo a su cuarto.

— Espera aquí, ya vuelvo —se excusó.

Hinata lo observó marchar, delineando su fuerte figura con la mirada: desde su dorado cabello, la nuca que abría paso a unos amplios y trabajados hombros, su amplia espalda; aquellos brazos fuertes y poderosos en los que tantas veces fantaseó verse envuelta; la curvatura de su columna, su cintura masculina y delgada, ese redondo y seguramente firme trasero, y sus musculosas piernas: todo cubierto por una bronceada y sedosa piel. En ese momento a Hinata le quedó claro que Naruto no era más un niño, era un hombre, un hermoso y fuerte hombre de veintidós años. Hinata también fue completamente consiente de que ella no era más una niña, sino una mujer, en todo el sentido de la palabra, que se encontraba en la primavera de su vida.

Sonaba irónico que cuando empezaba florecer tendría que marchitarse.

La morena no tuvo mucho tiempo más para reflexionar, pues sintió cómo algo tibio y esponjoso era depositado sobre sus hombros. Tomó el objeto entre sus manos y lo estrecho contra sí, una toalla naranja la cubría. Volteó a ver a la persona que lo había hecho y se encontró a Naruto detrás suyo, observándola de aquella manera. Se sintió incomoda y se alejó un par de pasos.

—Gracias, Naruto-kun —murmuró, desviando la mirada.

No quería que le tuviera lastima. Él no.

Se volteó por completo y fingió mucho interés en los tazones de ramen vacíos amontonados en una esquina, pero notó un leve toque en su brazo y tuvo que volver su vista hacia él de nuevo. El rubio le extendía un cambio de ropa limpia, obviamente de él. Miró las prendas, luego a él, y no pudo evitar que su rostro se coloreara sutilmente.

—Toma —dijo—. Será mejor que te cambies si no quieres enfermarte.

Hinata lo aceptó con un poco de vergüenza, esforzándose por contener los nervios que empezaban a invadirla.

—Mu-Muchas gracias.

—El baño está en el fondo —indicó el rubio.

Hinata asintió y se fue sin mirarlo.

Cuando Naruto se quedó solo en la sala se dejó caer en el sillón con pesadez, poniendo un brazo sobre sus ojos. No extendía la situación y en verdad estaba preocupado.

No supo cuánto tiempo estuvo en esa posición, divagando sobre la posible razón del malestar en su amiga, pero el sueño comenzaba a atontarlo. Sin ser consciente de su actuar, el blondo se acomodó mejor sobre el respaldo y se dispuso a entregarse a los brazos de Morfeo, ignorando que en su baño se estaba cambiando una mujer.

Cuando el sueño estaba por vencerlo, un leve movimiento entre sus piernas lo hizo espabilarse y retirar el brazo de sus ojos para bajar el rostro y ver borrosamente como Hinata se arrodillaba en medio de ellas. De golpe el sueño se esfumo de su sistema, poniéndose completamente recto sobre el sillón. La duda lo asaltó, observándola extrañado, se veía mucho mejor, seguramente había tomado un baño, su piel había recuperado un poco de color, estaba sonrojada y no lo miraba directamente. Vestía con la camisa naranja que le había prestado, pero no llevaba los pantaloncillos negros que le había dado, pudo apreciar las blancas y torneadas piernas de Hinata flexionadas sobre el tapete, viendo también parte de sus muslos, su vista se aventuró un poco más allá, fijándose en su busto, en donde claramente se podían apreciar sus pezones marcados por debajo la tela. Tragó grueso al pensar que seguramente tampoco traería las bragas, que Hinata estaba completamente desnuda debajo de su camisa.

Trató de decir algo, pero sólo consiguió que un balbuceo incoherente saliera de sus labios, provocando que Hinata mirara en su dirección por una fracción de segundo antes de volver a desviar la vista, ésta vez dejándola clavada sobre su abdomen. Naruto no supo por qué, pero eso lo puso muy nervioso, demasiado, ya que los vellos de los brazos se le encresparon y su estómago se contrajo. Se quedó completamente quieto observando a su compañera, quien por largo rato se quedó quieta sin hacer más que mirarlo. La situación empezaba a ponerlo ligeramente ansioso. Rió un poco, rascándose la nuca apenado y por fin habló tratando de disimular el nerviosismo que sentía con su típico tono alegre y despreocupado.

—Me alegra ver que ya estás mejor, ¿no quieres un poco de ramen? —ofreció, tratando de quitar tensión al asunto— Te hará muy bien algo caliente. ¡Ya lo preparo! —dijo e intentó levantarse, cuidadoso de no golpearla en el proceso, pero grande fue su sorpresa al sentir las pequeñas manos de Hinata sujetando sus piernas para volver a sentarlo.

—Hi-Hinata, ¿qué…? —Naruto quiso preguntar por la repentina acción de su compañera, pero sus vocablos se vieron interrumpidos cuando unos suaves labios impactaron contra los suyos.

¡Hinata lo estaba besando!

Por la sorpresa, el joven ninja no pudo reaccionar de ninguna forma decente ante el repentino beso que le estaba dando su compañera. No la rechazó, pero tampoco fue capaz de responderle, simplemente permaneció quieto hasta que Hinata se separó. Observó cómo lentamente la morena retrocedía y tuvo la oportunidad de mirarla con mayor detenimiento: la tierna manera en que estaban sonrojadas sus mejillas, sus ojos cerrados enmarcados por espesas pestañas, y sobre todo, reparó en aquellos carnosos labios color rosa pálido que momentos atrás estuvieron presionándose contra los propios y se sintieron tan suaves. Naruto experimentó un inexplicable deseo de inclinarse hacia el frente para besarla de vuelta, degustar sin prohibiciones esos rosáceos labios que lo invitaban a probarlos con extrema lentitud.

Parpadeó un par de veces ante sus descolocados pensamientos, sintiéndose turbado por la contradicción en la que estaban su cuerpo y mente, confundiéndolo aún más.

Hinata por su lado estaba vuelta un mar de nervios. ¡Había dado su primer beso! ¡Al fin! ¡Y con la persona a la que amaba! El corazón le retumbaba furiosamente y su estómago era un revuelo de cosquilleos y emociones que le viajaron hasta la piel.

Abrió los ojos tentativamente, expectante por descubrir cuál sería la reacción del rubio. Reprimió un gemido de desconsuelo cuando se encontró con la expresión descompuesta de Naruto. Con desilusión, se deslizó de nuevo entre las piernas del blondo, sintiendo unas inmensas ganas de llorar. Ocultó el rostro bajo su flequillo y dejó que unas cuantas lágrimas solitarias se deslizaran por sus mejillas. ¿Acaso besarla había sido tan malo para él?

"¡No puedes rendirte ahora! ¡No después de haber llegado hasta aquí! Si al primer desaire te vas echar para atrás, entonces, ¿porque decidiste venir aquí en primer lugar? Solo los cobardes huyen. No tienes por qué seguir siendo débil", una voz familiar gritó en su interior: su propia voz.

Las lágrimas se detuvieron al instante y se limpió todo rastro de ellas con el dorso de la mano. Era cierto, no podía rendirse al primer desaire, ya se había esforzado mucho para llegar a ese punto y estaba dispuesta a llegar hasta la última instancia y afrontaría lo que fuese que resultaran las cosas.

—N-No quiero ser más una cobarde... —masculló por lo bajo.

Naruto miró a su compañera con culpa cuando escuchó un leve sollozo y sintió pánico. Entonces se dispuso a aclararlo todo, él no era de los que daban rodeos, ni huía de las cosas, afrontaría la situación como que se llamaba Naruto Uzumaki, aunque no tuviese idea de cómo hacerlo.

Le dio vueltas al asunto en su cabeza muchas veces sin conseguir dar con la solución para romper el incómodo silencio que se había formado en la habitación. Odiaba el silencio y sentirse incómodo. Y lo peor es que él, Uzumaki Naruto, no encontraba una forma para salir de la situación sin sonar como un absoluto e insensible imbécil.

Se pasó una mano por los cabellos con evidente frustración al ver que su compañera seguía sumida en ese estado de tristeza. Suspiró resignado, sabiendo que tenía que decir algo. Tomó aire y la llamó, pero esta no respondió. Sin más opciones, posó una mano en su pequeño hombro y probó de nuevo, esta vez Hinata levanto la mirada, y en ella, fuera de todo pronóstico, tan sólo pudo ver una gran determinación que lo desconcertó.

—Sólo una vez —pidió ella sin dejar de mirarlo—. E-Eso es lo único que pido: una única vez.

Naruto no comprendió a lo que se refería. E iba a preguntar cuando ella se anticipó a contestarle.

—Tan sólo... deseo que por una vez... m-me permitas experimentar lo que se siente... —había suplica en su voz, dolor, anhelo, sentimientos reprimidos desde hace tanto tiempo, que fue casi abrumador externarlos en ese momento— Por una vez quisiera saber cómo se siente el ser a-amada por ti —concluyó con voz apenas audible—. Y-yo te amo... t-te he amado desde hace mucho tiempo, Naruto-kun —terminó por confesar.

El Uzumaki quedó petrificado ante tales palabras y su mirada descargó todas las cosas que sentía en ese momento, todas y cada una leídas por la mujer frente a él, porque Hinata estaba ahí, pidiéndole que la amara, que le diera algo que el sabía no podía darle por más que lo deseara, porque en verdad deseaba poder amar a esa maravillosa mujer que tenía enfrente y que las cosas hubieran sido diferentes, pero él no sabía cómo hacerlo. No albergaba ningún sentimiento de esa índole por su amiga, o eso creía, tan sólo podía pensar en el enorme cariño e infinito agradecimiento que le tenía por ser la única persona que siempre se preocupó genuinamente por él.

En el fondo de su corazón Naruto en verdad deseaba poder corresponder de la misma manera a todas las cosas que ella había hecho por él. Durante un tiempo consideró la idea de decirle que también sentía lo mismo e intentar enamorarse de ella con el paso del tiempo, implicando que Hinata saliera lastimada si él no lo conseguía.

Si bien había actuado como un verdadero cobarde ignorando su confesión, ella no dio muestra alguna de estar molesta, inclusó llegó a pensar que todo el asunto estaba olvidado. Y aunque lo mejor hubiera sido intentar aclarar las cosas, Naruto había optado por huir, alejarse de ese sentimiento cálido que se instalaba en su pecho cada que había pensado en Hinata durante la guerra, del recuerdo de lo cálida que se había sentido su mano en su mejilla. Huir de la esperanza de ser amado y amar para salir lastimado y descubrir que nadie en el mundo podía amarlo. Prefirió escapar de que Hinata estuviera con él y se diera cuenta de que no era la persona que ella creía y terminara abandonándolo como todo lo que alguna vez había querido. Por eso, había decidido cerrar sus propios sentimientos, rompiendo a su paso el corazón de la hermosa morena que estaba enfrente. Porque eso había decidido que era lo mejor, solo recordar a la mujer le había dicho que lo amaba y vivir con el seguro recuerdo de que tuvo el amor de alguien.

La mirada de Naruto se entristeció y fue cuando Hinata rompió el contacto visual.

—Lo siento —murmuró apenado, tomando el delicado mentón de la chica para conseguir que lo mirara a los ojos—. En verdad me gustaría poder decir que correspondo a tus sentimientos. Y aunque los agradezco profundamente, yo no... bueno... no te veo de esa manera.

El corazón de Hinata dio un grito de dolor al volver a escuchar las palabras que habían provocado su pena un principio. Ella sabía que Naruto no la amaba, ni podría amarla nunca, ya estaba mentalizada para recibir esa respuesta, pero eso no ayudó mucho para que doliera menos escucharlo de sus labios.

Sin embargo, se irguió con todo el orgullo que consiguió reunir y evitó como pudo que las lágrimas que sentía picando en su nariz salieran por sus ojos.

—Y-Yo n-no... —su voz salió temblorosa y ahogada, Hinata tuvo que esperar un momento para que se fuera el nudo de sentimientos que tenía atorado en la garganta antes de seguir— N-No te estoy pidiendo que lo hagas, Naruto-kun, n-no espero que me correspondas —contestó quedamente. La mirada de él demostró su confusión. La heredera se sujetó con fuerza de sus manos, aspirando profundo para calmarse— L-Lo único que pido... es... es... —su rostro se tornó completamente rojo por lo que estaba a punto de decir y tuvo que bajar el rostro sin poder sostenerle la mirada, debatiéndose contra su propia vergüenza para lograr terminar la frase— q-que me hagas t-tuya... s-sólo por esta noche.

Naruto no podía dar crédito a lo estaba escuchando, impactado por semejante declaración. Su cuerpo se paralizó y no pudo reaccionar, solo se quedó ahí, sentado, inmóvil y mudo.

Hinata regresó la vista a él y se sintió horrible al ver su reacción, le dolió, pero ese mismo dolor no le permitió dejarse intimidar. Elevó su cuerpo un poco más hasta que quedo frente al bronceado y fuerte pecho cubierto por finos bellos dorados, su boca repentinamente comenzó a hormiguear ansiosa, se avergonzó de su reacción, tanto que a poco estuvo de arrepentirse. Tragó grueso y lentamente deposito un casto beso sobre la dorada piel, un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza al sentir el contacto, repitió la acción con extremada delicadeza un par de veces más antes de aventurarse a descender en un cadena de besos desde el pecho hasta el abdomen, con cada beso que daba sentía su ansiedad creciendo. El masculino cuerpo se tensaba y se relajaba cada que rozaba alguna parte. Hinata paró de repente, sabía que estaba a punto de llegar esa zona especial y eso la ponía nervosa, ansiosa y una nueva sensación de deseo que desconoció se alojó entre sus piernas. Aquello la avergonzó y un enorme sonrojo la hizo parecer un tomate maduro, suspiró y continúo besando, haría un esfuerzo, no se detendría ni permitiría que la vergüenza la venciera ya jamás.

Cuando los besos llegaron al elástico del bóxer, se detuvo de nuevo y levantó la cabeza para observar la expresión de rubio. Su ego femenino, que hasta el momento desconoció que tenía, se infló al ver a Naruto con los ojos cerrados y una mueca en el rostro, una capa fina de sudor le cubría la frente y su respiración parecía haberse tornado pesada y errática, supuso que eso era una buena señal, que lo estaba disfrutando. Una linda sonrisa se formó en sus labios, sintiendo una nueva confianza en sí misma que jamás había experimentado.

Con esa nueva resolución, se inclinó de nuevo dispuesta a seguir la sesión de besos, pero en cuanto hizo el primer contacto con esa zona caliente y algo firme, Naruto dio un busco respingo y puso su mano sobre la cabeza de la morena impidiendo que repitiera la acción.

Hinata se petrificó en su sitio, más que avergonzada, casi se podía apreciar un humillo saliendo de sus orejas. Eso que había sentido, duro y caliente, había sido… había sido…

Un fuerte mareo la hizo tambalearse, sintiéndose al borde del desmayo, pero se mantuvo aferrándose a las piernas de Naruto, rozando de una manera muy insinuante –pero inconscientemente- su busto contra la parte interna de las bronceadas piernas.

Cuando Naruto al fin pudo encontrar su voz, no supo qué decir, se quedó completamente quieto y trato de alejar los abundantes escalofríos que recorrían su cuerpo. Soltó un leve bufido, lo que había sentido con las acciones de Hinata fue demasiado intenso, se había dejado llevar, y a cambio había recibido un inmenso goce, y quería más, pero era consciente de que aquello estaba mal y era su deber como hombre mantener la cordura.

—Hinata… debes parar —la voz de Naruto sonó ronca y sofocada, no pudiendo evitarlo, los escalofríos aún no se iban— Si continuas yo… no estoy muy seguro de poder contenerme —eso no era lo que hubiese querido que saliera de su boca, más fue completamente honesto.

Su cuerpo estaba reaccionando, y una parte de su mente –oscura y pervertida- quería que eso que estaba ocurriendo no parase, sino que fuese más a fondo. Naruto no se sentía con la fuerza de voluntad para mantenerse firme si Hinata continuaba haciendo aquello.

Su compañera comenzó a temblar bajo su mano, y Naruto se preocupó de que la hubiese lastimado al detener tan abruptamente sus acciones, iba a retirar su mano para levantarse y disculparse, pero la Hyuga la tomo con fuerza apretándola más de lo que le hubiese gustado.

—Entonces no lo hagas... —susurró la ojiperla con tono suplicante— N-No te contengas, Naruto-kun.

Dudó. Honestamente quería estar con ella, su cuerpo había reaccionado a sus caricias, la erección bajo su bóxer lo decía todo, pero algo en su mente, una voz interna, le repetía que eso estaba mal, que se estaba aprovechando del cariño que ella le tenía de la manera más vil y despreciable.

Naruto cubrió las manos de Hinata con su mano libre, y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, contestó:

—No puedo, no sería correcto.

Hinata estaba tan frustrada de su desprecio que no se paró a pensar en lo que hacía, simplemente se puso de pie y aventó a Naruto contra el respaldo del sofá con todas sus fuerzas. Si él no quería dejar de verla por las buenas como a una niña pequeña que tenía que proteger, ella le demostraría que ya era una mujer de otra forma. Ya no quería ser la amiga, la hermana, la compañera leal, quería más, quería ser egoísta, y no permitiría que él lo fuera, este era su momento y él no se lo quitaría.

Se tomó un momento para verlo, estaba con los ojos cerrados y una mueca de dolor, seguramente le había hecho daño. "E-Él se lo buscó."

Sin darse oportunidad de pensarlo demasiado, retrocedió de espaldas un par de pasos, alejándose del sillón. Naruto abrió los ojos y la miro pidiéndole una explicación, pero no respondió nada a su muda petición, en su lugar tomó el borde de la camisa y, tragándose toda su vergüenza, comenzó a levantarla. Naruto se sorprendió y rápidamente desvió la mirada. Hinata se detuvo.

—Naruto-kun, m-mírame —pidió.

Naruto se mostró renuente a la petición y se mantuvo con la mirada desviada. Dios sabía que si giraba y la veía se iba ir al caño todo su autocontrol y se lanzaría sobre ella. Tragó grueso cuando la escucho acercarse, y brincó en su sitio cuando Hinata se sentó sobre sus piernas. Sus delicadas manos sujetaron su barbilla para hacerlo voltear el rostro, encontrándose de frente con un par de hermosos ojos perlados. Por un momento quedó embelesado con la belleza que delataban sus rasgos.

— ¿Es que no te gusto... ni un poco? —preguntó, mordiendo su labio de una forma que a Naruto se le antojó demasiado tentadora. ¡Por Dios! ¡¿Qué rayos era lo que estaba pasando?! ¿Desde cuándo Hinata era tan atrevida? ¿En dónde había quedado la niña inocente y tierna que ni siquiera podía míralo a los ojos?

Pero, aunque le disgustase admitirlo, esta extraña actitud en la Hyuga le llamaba la atención de una forma poco decorosa.

Consiente de la posición y el poder que sentía de ella sobre él, Naruto no pudo hacer más que ser honesto.

—Lo haces. Eres... —tragó, nervioso— realmente hermosa, Hinata.

Ante esa afirmación su corazón dio un vuelco. La absurda emoción que experimentó casi la hace desmayarse, sin embargo, consiguió serenarse lo suficiente para recordar su cometido. Tomó nuevamente el borde de la camisa naranja que traía puesta, ahora ante la atenta mirada de Naruto y con extrema lentitud comenzó a deslizar la prenda hacia arriba, revelando su completa desnudez. Un extraño brillo se apodero de los orbes azules de Naruto cuando la prenda se desprendió de su cuerpo y quedo totalmente expuesta, su mirada hambrienta vagó lentamente por su cuerpo haciéndola estremecer.

—S-Soy tuya Naruto kun —consiguió decir al ver que aún no se animaba a tocarla—. Siéntete libre de ha-hacer lo que quieras conmigo.

Sus ojos azules volvieron a hacer contacto con los perlas de ella y entonces se acercó con lentitud hacia sus labios, sellando un pacto silencioso entre ambos.

Sus fuertes brazos la rodearon, apretando su cuerpo contra el duro de él. Una corriente eléctrica subió por su espalda cuando sus senos se presionaron contra el pecho de Naruto y sus manos, grandes y ásperas, se deslizaron por los contornos de su cuerpo, delineando su figura hasta anclarse con firmeza en sus caderas. El gemido de sorpresa que soltó la morena cuando el rubio la colocó sobre su erección se ahogó contra la boca de su amado, quién aprovechó el momento para profundizar el beso, introduciendo su lengua y acariciando la de ella de una forma tan sensual y cadenciosa que Hinata pensó que se desmayaría.

Cuando el beso terminó, ambos estaban jadeantes y sonrojados. Se miraron a los ojos, oscurecidos por el deseo, y se lo dijeron todo sin necesidad de palabras.

Sin perder más tiempo, Naruto la tomó por los muslos y se levantó del sofá para llevarla a su habitación.

Esa noche de tormenta, ambos jóvenes se entregaron con pasión y dulzura, disfrutando del acto más íntimo y grandioso que se pudiese compartir con alguien.

Todo fue mágico y romántico.

Naruto despertó al día siguiente con nuevo sentimiento en su pecho. En su corazón algo vibraba extasiado al descubrir que la vida al fin tenía un gesto amable con él. Con emoción giro a un lado donde reposaba el cuerpo durmiente de una sensual morena, se acercó con cautela y deposito un beso suave sobre sus labios. Estaban fríos y no sintió su respiración al acercarse.

Alarmado, Naruto se separó con brusquedad de la Hyuga abriendo desmesuradamente los ojos, con rapidez tomo una delicada mano y sintió un enorme pánico al encontrarla helada.

—Hinata —llamó despacio— Hi... Hinata —su voz se ahogó en su garganta y se abalanzó contra ella moviéndola mientras la llamaba con desesperación— ¡Hinata, por favor, contesta! ¡Maldita sea! ¡Hinata! —las lágrimas comenzaron a asomarse por los azules orbes del rubio mientras miraba el cuerpo inerte de la mujer con la que había compartido la mejor experiencia de su vida— No, por favor… —un lastimero sollozo salió de su garganta.

Había hablado demasiado pronto.

Con suma delicadeza, alzó el cuerpo de Hinata y se abrazó a él con fuerza, como si con esa acción pudiese calmar el dolor que le estrujaba el pecho.

—Creo que yo también te amo… —susurró despacio, como si esta pudiese oírlo, cuando era consciente de que ella ya no podría hacerlo nunca más. Se quedaría con las palabras en la boca, arrepintiéndose de no habérselas dicho cuando estuvo en viva entre sus brazos. La vida le jugó sucio. La había perdido cuando jamás la tuvo en realidad.

Al final, el capullo se había marchitado justo al florecer…

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N/A:

Escribí esto hace muchos años, incluso antes de publicarlo por aquí, fue en los tiempos en que a la relación de Naruto y Hinata no se le veían pies ni cabeza. Y pensé que lo había perdido, por ello, en cuanto lo encontré perdido en una vieja memoria, no pude evitar editarlo y re-subirlo.

Traté de mantenerlo tal cual lo escribí en aquel entonces, quizá por ello el oc está presente, después de todo, era una niña, sin embargo, no pude evitar meter un poco mi cuchara. Sólo un poquito.

Recuerdo que en ese tiempo prometí una clase de epílogo, pero ahora lo veo difícil, de todos modos, trataré de pensar en uno de igual forma, porque todos me preguntaban sobre la causa del fallecimiento de Hinata, aunque dejé varias pistas en el escrito. Se supone que en la continuación se sabría, pondría el lemon, la vida de Naruto después de eso. Pero justo ahora no puedo prometer nada.

De igual forma espero que lo hayan disfrutado, y me perdonen por el patético intento de lime que hice, en verdad que me va fatal en eso de hacer ese tipo de situaciones sin ser demasiado explícita, hice mi mejor esfuerzo para que no se me fuera la mano, después de todo, el fic es redated T y no M.

No se olviden dejar un review, leerlos siempre me alegra el día. Y como ahora estoy siguiendo el ejemplo de una de mis autoras favoritas, responderé todos y cada uno de ellos, incluso los más antiguos. Ah.

¡Nos estaremos leyendo pronto!