Notas de autor: Disculpadme, pero estos días ha sido un no parar. Aquí os dejo el epílogo, sé que os hubiera gustado que el fic fuese un poco más despacio, o que tuviera más escenas entre ambos, como muchos me habéis dicho. Lo tendré en cuenta para futuros fics. Muchas gracias por todos y cada uno de vuestros reviews y os abrazo a todos por haber seguido con Harry y Draco hasta el final.


EPÍLOGO

Las sillas blancas estaban llenas de magos con túnicas de lujo, colocadas estratégicamente alineadas unas con otras en el jardín de Malfoy Manor. El día, sin lluvia y con algo de sol, invitaba a respirar el precioso oxígeno de los terrenos de la mansión, por eso ahora todos esperaban expectantes, entre adornos de lilas, tulipanes y lisianthus, con rostros alegres, en una curiosa mezcolanza de magos mestizos y sangrepuras. En el lado izquierdo se sentaban todos los invitados del novio, proliferando las cabezas pelirrojas, mientras en el lado derecho se ubicaban los magos sangrepura amigos y familiares de la novia. Junto al atril adornado con crisantemos de los jardines de Malfoy Manor, un elegantísimo Ron y una hermosa Pansy con un vestido blanco y un ramo de novia de tulipanes rojos y negros esperaban a ser desposados por un enviado del departamento de Misterios. A los lados, franqueándoles, dos guapos adonis, uno rubio y otro moreno, captaban todos los detalles con atención. Cuando se efectuó el enlace mágico a través de una hermosa luz plateada bullendo de la varita del Inefable, Molly Weasley rompió a llorar de la emoción. Ron y Pansy, ya unidos, se besaron demostrándose su amor. Hubo aplausos, y del lado izquierdo, vítores. Los invitados se levantaron apresuradamente a felicitarlos, mezclándose unos con otros, alegres por la unión de otro matrimonio que traería más magos a la castigada Comunidad Mágica.

Harry, curioso, observaba los modelos de los sangrepura, visiblemente impresionado por la elegancia en todo su esplendor; sus ademanes, sus vestidos, sus buenas maneras. De otro lado estaban los ruidosos Weasleys, siempre sonrientes, con sus ademanes toscos, sus ropajes simples y su buena voluntad. Sonrió con cariño; ojalá fueran felices. Le gustaba esta unión entre familias tan dispares, al final, todos descendían de magos puros, no había necesidad de tener tantos prejuicios.

—¿Qué piensas, Potter? —dijo a su lado el otro padrino, que solo tenía ojos para él.

—Van todos muy elegantes. Sobre todo tus padres, Draco —el rubio se inclinó hacia él.

—Yo quisiera saber quién te ha ayudado a elegir esa túnica porque tengo ganas de arrancártela ya.

—Un sangrepura, ya te lo he dicho.

—Solo quiero enviarle una felicitación y un avada. Porque no me creo que no te haya follado después.

—Draco, no seas vulgar —pero se abstuvo de darle más detalles, o lo adivinaría. El rubio sonrió, envuelto en su traje color perla, a juego con sus ojos, con un pequeño tulipán negro en la solapa. Harry llevaba un tulipán rojo, que resaltaba entre su túnica de gala negro azabache, a juego con su cabello.

—Se me estará pegando de ti —se miraron, socarrones. Después de aquellos dos meses y medio, ambos no podían concebir la vida el uno sin el otro; los dos se complementaban y aunque sus arrebatos de ira eran muy habituales, se habían demostrado que la relación entre dos personas tan dispares podría funcionar, aunque aún no hubieran anunciado su noviazgo. No. Lo reservaban para un momento especial.

El pequeño Teddy, de seis años, se colgó de la pierna de Harry. El moreno se agachó para alborotarle el pelo de color naranja, mientras su abuela Andrómeda venía para llevárselo de nuevo. Realmente, el matrimonio de Ron y Pansy había unido a muchas personas enfrentadas por rencillas pasadas, como a él y a Draco; como a Andrómeda y a Narcissa. Incluso él se dejaba ver con otras amistades; después de la ayuda que Blaise Zabini le había brindado a Harry con la elección de la túnica, en ocasiones coincidían en alguna reunión, o bien en la mansión del rubio. Los señores Malfoy, si bien no habían cambiado su opinión sobre él, sí lo trataban con respeto, y Harry estaba dispuesto a ganárselos de alguna forma, ahora que Draco era suyo. Con amargura, recordó la fuerte pelea que tuvieron cuando se enteró de quién había hecho llegar aquel día a su chimenea a Nigel Wespurt: el propio Draco. ¿Cómo lo había hecho? Era un misterio, pero, según él, siempre que podía, Nigel contaba a todo el mundo que estaba con Harry, que pronto serían novios, y aquello dejó un amargo sabor en el moreno; habló con Nigel, le reprendió y su amistad se rompió para siempre. Después, pasó tiempo tratando de entender la feroz batalla de Draco y sus celos. Al parecer, el rubio solo estaba inseguro por no poder ser la persona que Harry quería a su lado, y tras demostrarle cuánto le necesitaba en su vida y en su cama, Draco pareció complacido. Eso sí, no se cortaba a la hora de ponerle límites a quien tonteara con su gryffindor. Harry encontraba todo muy tierno, y esa actitud le hizo enamorarse del rubio más aún.

Ginny Weasley se acercó, con su vestido azabache con volantes sobre las rodillas y cogió a Harry del brazo. Parecían haberse complementado en los colores.

—Nos espera el banquete, espero que sea bueno, dentro de tanto diseño —Draco le dirigió una mirada de advertencia, pero ella lo ignoró.

—Vamos, Draco —le animó Harry, pero este se marchó con Blaise Zabini, algo cabreado. El moreno, meneando la cabeza, se dejó conducir por Ginny hacia el enorme salón preparado para el evento: redondas mesas adornadas con manteles blancos y color vino para seis comensales se repartían por la sala, coronadas por dos enormes lámparas de araña colgando, que enviaban pequeños destellos de colores al mirarlas. Sobre las mesas yacían las rosas mezcladas elegidas por Harry y Draco, y al fondo los envolvían las acristaladas ventanas cubriendo toda la pared, donde la gran mesa presidencial se erigía, sobre un escalón de moqueta color vino, de modo que todos los comensales podían verlos desde cualquier sitio. Era extraño ver en la misma mesa a los Weasley y a los padres de Pansy; no hablaban mucho, pero sí se trataban con educación. Él ocuparía una mesa junto a Ginny, Charlie, Hermione y Anthony. Harry agradeció a Ron con la mirada que lo hubiera puesto junto a los Weasley, como si fuera de la familia. En la mesa opuesta a él comían los Malfoy junto a Andrómeda Black y el niño de Lupin. No había demasiados invitados, y Harry supuso que Pansy tuvo que deshacer la lista varias veces para que no se les fuera de presupuesto. Aún así, las ventajas de haberlo celebrado en Malfoy Manor propició un ahorro considerable. La comida, seleccionada por los propios novios, consistía en entrantes de diversos patés y quesos, ensaladas de pasas y nueces, atún ahumado, pavo asado con salsa Jacqueline y puré de patata, canapés de caviar negro, crema de centollo, salmonete de Cornish con salsa de vino tinto y postres diversos. Había otro menú especial para los niños, y la tarta nupcial, hecha por la propia Molly Weasley. Aquí, supuso Harry, debió encerrarse la trampa: Pansy elegía el resto de comida, y Ron aportaba las manos de su madre para el postre. Era realmente divertido ver cómo habían puesto en común gustos tan dispares. Después de la cena, pasaron a otra sala con el suelo muy pulido y diversos sofás repartidos alrededor. Había toda clase de bebidas en el bar del lado derecho, propiedad de los Parkinson y trasladado y acomodado mediante un hechizo de transporte. Los novios comenzaron el baile nupcial y el resto los siguieron.

Harry se quedó junto a un grupo de gente, bebiendo algunos tragos, junto a Hermione, que se acercó para susurrarle:

—Harry, al final lo de Ron ha tenido éxito. Pansy parece encantadora con él, aunque sea una bruja bipolar.

—Sí, Hermione —suspiró él sujetando la enorme copa, y sus ojos se horrorizaron al ver a alguien acercándose—. Oh, no. Cúbreme, rápido. Esa es Ginny y viene a pedirme un baile.

Sin embargo, antes de llegar a Harry, Blaise Zabini le cogió la mano a Ginny y ambos volvieron al centro de la sala. El chico le guiñó el ojo a Harry como gesto de complicidad.

—Pero, bueno, Harry. No me digas que tienes algo con Zabini —dijo Hermione, atónita, sin perderse una.

—Claro que no. No es mi tipo. Además, él está saliendo con una modelo, no creo que me cambie por ella.

—Es verdad, te gustan rubios —la chica recibió una mirada de desaprobación.

—¿Tú también?

—Venga, no lo niegues, que si no llego a pillar a Anthony, te hubieras lanzado a por él —ante el azoramiento extremo de su amigo, la chica estalló en carcajadas—. No importa, Harry, realmente, me halaga que pienses en Anthony como un posible ligue.

Y se marchó a bailar con el susodicho. Seguramente, a Hermione se le caería la boca al suelo si supiera a qué rubio había estado metiendo en la cama todos esos meses. Rubio que, a propósito, caminaba hacia él.

—¿Vas a bailar conmigo, Potter?

—Yo no bailo, solo bebo, ya lo sabes —Draco contempló el salón, a toda esa gente bailando y riendo, bebiendo y bromeando, y recordó algo.

—Tú y yo hemos estado así antes, en una fiesta —estableció, recordando la fiesta de San Valentín, y Harry asintió—. ¿Crees que si hubiéramos bailado, las luciérnagas se habrían puesto alrededor?

Harry lo miró, divertido.

—Creí que no eras del tipo romántico —Draco fue a replicar cuando Pansy y Ron se acercaron y ella les dio un abrazo.

—Chicos, todo está perfecto. La decoración, las flores, vuestras túnicas, la música... quería daros las gracias, habéis formado un tándem sin igual. Estoy asombrada.

—Sí, gracias, sin vosotros no hubiera sido igual —añadió Ron, dándoles la mano.

—Sí, bueno... sin duda, lo mejor es dejar las viejas rencillas y convertirlas en algo más útil, ¿no te parece, Potter? —a su lado, el moreno no dejaba de sonreír.

—Claro.

—Por cierto, señora Weasley... habíamos reservado un postre especial —Ron y Pansy los miraron, expectantes, y ella aplaudió—, pero queremos dártelo con todos los jóvenes presentes; sin padres, ya sabes. Quizá cuando acabe todo: es un poco picante.

Pansy asintió y pasó toda la velada preocupada por la sorpresa que le tendrían sus queridos padrinos. Mientras, gozaron de su celebración y de la idea de saber que en tres días estarían en Bora-Bora, tomando el sol en la playa, navegando por aguas límpidas y sobre todo, usando en demasía la cama del hotel. No paraba de asombrarse por la cantidad de bailes que le pedían sus cuñados, todos encantadores con ella, y contenta por atraer tanta atención, se sentía en las nubes. Después de los bailes, los vítores y el champán, Draco Malfoy atrajo a todos los invitados más jóvenes; los hermanos Weasley, antiguos compañeros de Hogwarts y demás a un saloncito acogedor en la mansión, lejos de la música y el jaleo organizado por algunos mayores. Pansy y Ron, emocionados, y curiosos por el regalo de los padrinos, quienes, con sendas sonrisas traviesas, yacían de pie junto a una pequeña vitrina, esperaron a todo el público. Cuando tuvieron enfrente a todos los invitados y frente a un balcón del segundo piso, Harry se sonrojó y Draco le pisó el pie.

—Bueno… nosotros queríamos felicitar a la pareja de recién casados y decirles que a pesar de… haber elegido este novio hum… quería decir… no puedo, Potter, en serio, estoy harto de fingir que me gusta tu amigo pelirrojo.

El rostro de Harry cambió para volverse furioso.

—¿Qué estás diciendo? Creí que ya habíamos hablado de todo esto —varias cabezas se miraron entre ellas.

—¡Bueno, pues no! ¡No! ¿Entiendes? —los invitados miraban a uno y a otro, sin saber qué decir ni hacer. Harry cogió a Draco de la solapa de su túnica y lo arrinconó contra la pared con tanta fuerza que algunos contuvieron la respiración. Pansy, varita en mano, gritó:

—¡Una pelea en mi boda, no! —la mano de Draco se alzó para pararla.

—¡Espera, Pansy! Solo déjame que le diga algo a este auror del demonio, después puedes hechizarnos —Harry lo soltó, sin confiarse demasiado y Draco lo miró con firmeza, clavando sus ojos grises y proclamó—. Durante todos estos años, Potter, solo hay una cosa que realmente he deseado hacer.

Varias cosas ocurrieron a la vez: alguien ahogó un grito, a alguien se le cayó el bolso, un invitado dijo una palabrota y alguien aplaudió… cuando Draco cogió al auror y le estampó un beso de película, de esos con lengua; Harry lo apretó contra él y le correspondió el beso sin demora. El espectáculo duró varios segundos, durante los cuales se hizo el más absoluto silencio. Cuando ambos se separaron, Ron, encontrando un hilillo de voz parecida a la de Dobby, dijo:

—¿Quiénes sois?

Pansy, a su lado, pareció entender, y su rostro, azorado, mostraba una mueca de ira.

—¡En mi boda, no! ¡Malditos! ¿No podíais haber esperado a otro momento? —enfadada, les arrojó el ramo, que Draco cogió al vuelo, sonriente—. ¡Lo habéis hecho a propósito!

Enrabietada por no ser ya el centro de atención, Pansy corrió hacia ellos al mismo tiempo que Harry y Draco se dirigían hacia el balcón a toda prisa, pasando por los aún embobados invitados.

—¡Crucio! —gritó Pansy, y todos los presentes se tiraron al suelo. Harry bloqueó a tiempo el hechizo, mientras Draco abría el balcón con su varita y cogía una Aurora Austral para lanzársela a Potter, quien se montó sobre ella como un experto jugador de quidditch y se elevó en estampida, con Draco a su espalda.

Atravesaron la límpida noche a través de los terrenos del rubio mientras Harry, impertérrito, gritaba:

—¡Un crucio! ¡Malfoy, voy a bajarme, quiero anular esa boda! —Draco, muerto de risa, se jactó de su venganza. ¿Pansy quería gryffindors en su vida? ¡Él se encargaría de traer el estandarte de la casa!

—Has estado patético, Potter, y mira que lo ensayamos varias veces —se quejó el rubio.

—¿De qué te quejas, de mis reflejos de auror o el beso ha sido demasiado tórrido para ti? —Draco volvió a reír y se sintió libre. Ahí, a veinte metros sobre el suelo, agarrado a Harry Potter y con un ramo de tulipanes en la mano izquierda, se sintió completo.

—Pansy tardará años en perdonarnos por haber robado su momento estelar. Absolutamente nadie hablará de su boda después de nuestro numerito.

—Ron no podrá dormir esta noche —asintió Harry, reduciendo la velocidad para poder escuchar a Draco.

—Da igual, Pansy estará tan cabreada que lo atará a la cama, quizá lo torture… si tu amigo sobrevive a la noche de bodas, lo respetaré toda la vida.

—Draco… dijiste que la venganza no sería sangrienta. Me mentiste.

—Si se hace, hay que hacerlo bien, Potter, nada de medias tintas —Harry movió la cabeza, enérgico.

—¡Pero Draco! ¡Lanzó una imperdonable el día de su boda! Si a Ron le pasa algo hoy y el Ministerio le pide su varita… no quiero ni pensarlo, te quedarás sin amiga, la besarán los dementores.

—Después de hacernos pasar cuatro estúpidos meses de recados, de obligarnos a vernos todos los días, de hacernos casi vomitar con la noticia… creo que me quedé corto —Harry lo miró, travieso, y preguntó:

—¿Por qué cogiste el ramo? ¿Quieres casarte conmigo? —fue cuando Draco se dio cuenta de que en la tradición muggle, coger el ramo equivalía a decir que sería el próximo en enlazarse. Preparó su mejor sonrisa y un brillo travieso asomó a sus hermosos ojos del color del acero:

—Más quisieras, Potter, más quisieras.


Tres días después, a muchas millas de allí…

Pansy Weasley dejó la taza en la mesa de tapioca barnizada con los restos de su decimotercera tila mientras el viento azotaba una hoja de papel mágico de la revista Corazón de Bruja con el titular:

"Pansy Parkinson pierde el control de su magia en una boda donde se anuncia el compromiso entre el miembro del Consejo de Asuntos Exteriores, Draco Malfoy y el Salvador del mundo, Harry Potter".


orden.

(Del lat. iordo, -ĭnis/i).

1. amb. Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde.


03/03/2013

01/04/2013

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