Los personajes pertenecen a la gran Stephenie Meyer yo solo creo las locuras que están por leer, jajaja.

Los personajes son de Stephenie Meyer y la historia es de mi autoría.

Capítulo beteado por Carla Liñán [MaeCllnWay], Beta FFAD

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1. La Reunión

Soy Isabella Swan. Tengo 14 años y vivo en Nueva York con mis padres, Charlie y Reneé Swan. Justo ahora, estoy alistándome para ir a una estúpida reunión en la empresa en la que trabaja mi papá.

—Isabella, ya es tarde. ¿Podrías apurarte? —parece que Charlie se había dado cuenta de que me estaba retrasando a propósito.

—Ya voy, papá —dije, terminando de subir el cierre de mi falda.

Acompañaría a mi padre a la reunión solo porque él dijo que "no puedo quedarme sola". ¿En serio cree que yo sería capaz de traer a un chico a la casa? ¡Por Dios! Qué poco me conoce, como para pensar eso… ¡DE MÍ! ¡DE SU PROPIA HIJA! ¿Cómo puede dudar?

Entonces, recordé el motivo esos pensamientos. Todo surgió por la culpa del hijo de uno de sus amigos que, al parecer, llevó a una chica a su casa. Cuando su padre llegó, el chico estaba muy feliz, dándole orgasmos a la muchacha.

— ¡ISABELLA! —gritó desde el otro lado de la puerta—. ¡SI NO SALES, TUMBARÉ LA PUERTA Y TE SACARÉ A RASTRAS DE AHÍ! ¿ENTIENDES? —de acuerdo, creo que es mejor salir antes de que le dé algo.

Tomé mi bolso y salí de mi habitación. Charlie me miraba con el ceño fruncido. Pasé por su lado y bajé las escaleras, con él pisándome los talones. Al final de la escalera, Reneé nos esperaba para irnos. Volteé mi cuerpo para observar a mi padre.

—Papá, esto no es necesario. Solo piénsalo —hablé, casi en suplica. Él solo me ignoró y caminó hacia la cochera para encender el auto. Suspiré con resignación, sabiendo que Charlie no cambiaría de idea.

Subimos al auto y salimos directo hacia Los Cullen's,la estúpida empresa en donde mi padre trabaja. En verdad, no sé cuál es su función ahí. Lo que sí sé, es que es una de las empresas más ricas del país. Todo el mundo respeta mucho a la familia Cullen, la dueña de la compañía. Bueno, si es que podemos llamarlos "familia".

—Llegamos, Bella —susurró mi madre, acariciando mi rodilla para sacarme de mis pensamientos. Suspiré desganada. Quería regresar a casa lo más rápido posible.

Bajamos del auto y la entrada estaba llena de periodistas, esperando que la familia Cullen cometiera el menor error para que ellos pudieran publicarlo como una historia "jugosa".

—Sonríe, Isabella —escuché que me decía Charlie cuando pasamos por ahí. Al llegar a la entrada, se encontraba la familia Cullen, recibiendo a los invitados con una sonrisa en sus rostros. Todos, excepto el muchacho alto y de cabello cobrizo, al que reconocí como Edward Cullen, el heredero de la empresa.

—Buenas noches —saludó el señor Carlisle Cullen, dueño de este imperio.

—Buenas noches —respondieron mis padres. Las miradas de toda la familia Cullen recayeron sobre mí.

—Buenas noches —dije, en un tono casi inaudible. La mirada de Edward Cullen se situó en mis piernas, subiendo poco a poco hasta llegar a la zona de mi escote.

—Ahora lo son —añadió, tomando mi mano y dejando un suave beso, haciendo que una corriente eléctrica pasase por todo mi cuerpo. Separé mi mano de su agarre y seguí caminando.

El salón era amplio y hermoso, las paredes eran de color crema con un fino tapiz color blanco. Un enorme candelabro de cristal se alzaba en el centro de la habitación. Los invitados estaban obnubilados por aquel lugar y la música que acompañaba la escena.

—Bella, cariño, vamos a sentarnos. Hay una mesa libre por allá —dijo mi mamá, señalando una mesa en el rincón del salón que estaba alejada de las demás personas, lo cual me agradaba.

—Bien —respondí secamente.

Tras un largo momento de platicar con mis padres, se pudo oír que el murmullo de las demás mesas se silenciaba al ver a los Cullen subir al escenario.

—Les agradezco a todos por asistir a esta reunión. Aquí están nuestros queridos empleados, sus parejas y sus hijos —habló Carlisle, mirando disimuladamente a Charlie, a pesar de que él no se dio cuenta—. Bueno, esperamos de todo corazón que disfruten de esta hermosa velada —finalizó y bajó del escenario, con su familia siguiéndole de cerca.

Sentí el peso de una mirada sobre mis espaldas. Al voltearme, descubrí que el dueño de aquellos ojos era Edward Cullen. Me sentí algo incómoda, así que le di la espalda nuevamente.

..::..

Tenía muchas ganas de ir al baño, así que me acerqué a mamá y se lo hice saber.

—Mamá, voy al baño. Vuelvo en unos minutos —ella solo me miró y asintió.

Dejé mi asiento y caminé hasta llegar a un largo pasillo. A la mitad de éste, ya no se escuchaba tanto el bullicio de la fiesta, por lo que suspiré aliviada. Continué mi camino, llegando en pocos minutos a mi destino. Al entrar, estaba vacío y las luces no encendían. No me importó ese detalle, haría mis necesidades a oscuras. Terminé lo que había ido a hacer, saliendo poco después y lavé mis manos. Sentí pasos afuera del baño, seguramente de una señora que estaba esperando su turno. La puerta se abrió de golpe, dejando a su paso a una figura alta, desgarbada y musculosa. No podía distinguir bien quién era.

— ¿Quién eres? —pregunté asustada.

Se acercó lentamente, alumbrando su cara con un encendedor. Su miraba denotaba deseo y lujuria.

—Soy Edward Cullen. Y tú, pequeña, harás lo que yo te diga —musitó, tomándome bruscamente por la cintura. Estampó sus labios contra los míos, besándome de una manera que debería ser ilegal. Sentí frío. Mi blusa y mi sostén no estaban en mi cuerpo. No supe en qué momento había quedado desnuda de la cintura para arriba.

Traté de taparme, pero él me tomó de las muñecas y las puso sobre mi cabeza. Vio mis pechos desnudos y de repente sentí miedo por su mirada. Mordió uno de ellos, tan fuerte, que gemí de dolor. Estaba segura de que eso dejaría una marca.

—Por favor, para... me du-e-duele —sentía que las lágrimas rodaban por mis mejillas. Entonces, su mano impactó contra mi cara.

—Cállate... —arrancó mi falda, junto con mi ropa interior, pero no lo dejé hacer nada. Lo golpeé en su parte débil y escuché que soltaba un gemido de dolor. Traté de escapar, pero él me lo impidió.

— ¿A dónde crees que vas, perra? Esta me la pagarás —gruñó, golpeándome y dejándome inconsciente.

..::..

Desperté, sintiéndome desorientada. Estaba en una gran habitación blanca. TODO ahí era de color blanco. En ese momento, escuché que se habría una puerta e instintivamente me giré hacia el origen del sonido. Ahí estaba Edward Cullen, en todo su esplendor, completamente desnudo. Su gran erección era algo completamente impactante. Se acercó a mí con paso felino y me tomó bruscamente de la barbilla. Hasta ese momento, noté que estaba completamente desnuda.

—No creas que se me olvidó lo que me hiciste, pequeña puta —murmuró, dándome una bofetada que me dolió—. Ya tengo pensado tu castigo —añadió, dándome otro bofetón.

Me tomó de la cintura y me dejó levantada frente a él. Me hizo arrodillarme y luego tomó su miembro entre sus manos.

—Chúpalo.

Negué con la cabeza. No pensaba dejar que mis labios tocaran esa cosa, pero al parecer él tenía otra idea. Me sujetó fuerte del cabello y me hizo metérmelo a la boca. Al principio, quise vomitar, pero sabía que si lo hacia él podría hacer algo peor que abofetearme. Sin otra opción, empecé a chupar su pene, subiendo y bajando. Era largo, muy largo… y grueso. Masajeé con mi mano lo que no entraba en mi boca.

— ¡Ahh…! Sigue así, pequeña. Ya casi… ¡Ahh…! —sentí que se tensaba en mi boca y noté que estaba a punto de tener su orgasmo, así que traté de alejarme, pero Edward me tomó fuerte del cabello y me volvió a poner en mi posición anterior—. Quiero que lo tragues todo —escupió.

Sentí cómo se corría en mi boca. Sabía muy raro. Cuando finalmente me soltó, caí al suelo, vomitando esa cosa blanca y espesa.

—Eres muy buena haciendo esto. Lástima vayas a vomitar cada vez que lo hagamos —dijo, tomándome en brazos y poniéndome en la cama.

Se puso sobre mí y empezó a besarme el cuello. Yo solo atiné a mirar al techo, imaginando que estaba al lado de mis padres y no en ese lugar, al lado de ese hombre. Sentí cuando Edward se posicionaba en mi entrada. "No puedo creer que perderé mi virginidad de esta manera", pensé, mientras sentía las lágrimas corriendo por mis mejillas. Entró en mi cuerpo de manera dura y salvaje. Experimenté el dolor cuando desgarró la barrera de mi virginidad, provocando un terrible malestar allá abajo. Reprimí un grito de agonía, porque sabía que a eso no le iba a gustar. Edward empezó a entrar y salir de manera animal, y cada embestida era como un latigazo en mi interior, que en estos momentos ardía como el mismísimo infierno.

—E-Edward… p-por favor… pa-para —gimoteé, pero hacía caso omiso a mis palabras y seguía bombeándome duro. Lamió mis pezones y noté que me observaba, quizá para descubrir si yo sentía el mismo placer que él en esos momentos. Sin embargo, se dio cuenta de que yo no hacía nada, así que se detuvo y me hizo sentarme a horcadas sobre su miembro.

—Empieza —me dijo, pero en verdad no sabía cómo hacer eso. Frustrado, me sujetó de la cintura y me ayudó a introducirse en mi cuerpo, aunque yo no me sentía nada cómoda—. ¡Hazlo! —gruñó, penetrándome con la mirada. Asentí y empecé a moverme lentamente, pero él quería que yo lo hiciera más rápido. Sabía que lo mejor era hacerle caso.

Se movió otra vez para quedar sobre mí y empezó a montarme. Me daba ligeros golpes en la pierna, enganchándose de ella para tomar impulso. Después de unos minutos, sentí un líquido chorreando entre mis muslos y supe que él había tenido su orgasmo. Suspiré aliviada, creyendo que ya había terminado.

—No te emociones, nena, que esta noche apenas comienza —susurró, haciéndome poner en la posición de perrito y me penetró por detrás. Me dolió un poco, aunque no tanto como al principio. Sentía los gemidos de Edward en mi oído. Eran muy sensuales, pero no podía dejarme seducir por eso. Él me estaba violando, y yo…

¡OH, DIOS! Eso se sentía demasiado bien.

—Ahh… —solté un gemido, inconscientemente—. ¡Mmm...! Edward… ahh… —no podía formar una frase coherente.

—Eso, nena. Gime para mí —susurró, embistiendo más rápido y más profundamente. Pude sentir cuando introdujo unos de sus dedos en mi interior y masajeaba mis pliegues sensibles.

— ¡AHH…! ¡EDWARD! —se sentía demasiado bien. Con su otra mano, masajeó uno de mis senos y lamió mi espalda. Estaba tan excitada.

— ¡MMM…! ¡BELLA! —gimió, aumentando la rapidez de sus embestidas—. ¡OH, BELLA, ESTÁS TAN MOJADA, CARIÑO! ¡VENTE PARA MÍ, NENA! —sentí que mis paredes se contraían y tuve un fabuloso orgasmo.

Edward me volteó y abrió mis piernas. Bajó su cabeza y la metió entre ellas. Era de lo más erótico lo que estaba…

¡OH, DIOS MIO, SÍ! Edward pasó su mojada lengua por todo mi sexo.

— ¡Mmm...! —gruñó, bebiendo mis jugos—. Sabes tan bien, nena —volvió a pasar su maravillosa lengua, introduciéndola lo más que podía en mi interior. ¡OH, DIOS MIO, ESTE HOMBRE ERA FABULOSO! Siguió besando, chupando y mordisqueando mi clítoris.

— ¡AHH…! ¡EDWARD! —chillé, teniendo otro orgasmo.

Caí agotada contra las almohadas, dejándome llevar a los brazos de Morfeo.