Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y licenciado por Toei Animation.


De la Z a la A

-Xenofobia-

Habían pasado algunos días desde el cumpleaños de Saori, y las cosas estaban volviendo -lentamente- a la normalidad. Pese a los años transcurridos, pese al nuevo status de diosa- caballeros, pese a que ya no estaban en Japón, todo iba volviendo a su lugar. O por lo menos eso quería pensar.

Eso le convenía pensar.

Ella siempre le inspiró sentimientos contradictorios. En un comienzo sentía rabia por esa niña maleducada y caprichosa que lo perseguía día y noche, sin embargo cuando recibió la noticia de su entrenamiento a Grecia si bien se molestó por tener que separarse de Seika, por dentro se alegró profundamente de no tener que verla nunca más.

Hasta que varios años después volvió y se encontró con un panorama muy diferente al que había dejado. Ella seguía igual de millonaria y petulante. Pero era más humana, y estaba muy dispuesta a enmendar sus errores. Ver para creer era su lema en ese entonces, y de verdad tuvo que ver con sus propios ojos el cambio que se había operado en esa joven. Y luego con todo lo que ocurrió después, cuando la verdad de su origen divino salió a la luz, así como su papel de guardián vida tras vida… Ya cuando todo eso se hizo carne en él, en ella, en todos. Ya la ambigua semilla de los sentimientos se encontraba plantada en alguna parte de su interior.

Pero no era su deber como caballero, como protector de la diosa lo que le impulsaba a lanzarse de bruces contra el peligro. Era algo más. Algo más profundo y conflictivo que le roía las entrañas en desesperación, porque él se negaba a aceptar lo que sea que esos sentimientos representaban.

Y así se encontraba al presente. Luchando con sus emociones, peleando contra el hombre que era porque no estaba bien tener esa clase de sentimientos hacia una diosa pura, transparente, y además: virgen. Porque intentaba poner distancia entre ambos, pero ella deliberadamente lo buscaba. Y tras su cumpleaños la relación entre ambos había vuelto a florecer. Él esperaba poder mantener ese 'espejismo' intacto por mucho tiempo. Pero no sabia cuanto podría llegar a soportar negando lo obvio. Negándose, negándola.

El sol le dio de lleno en la cara despertándolo de su muy agradable sueño. Abrió un ojo y casi maldijo el no haber recordado cerrar los postigos la noche anterior para que el astro rey no lo molestara. Se levantó fastidiado y cerró las ventanas para luego volver bostezando a la comodidad de su cama. Pero eso le duró tan solo un segundo, al siguiente abrió los ojos y recordó que ya no estaba en Japón. Aquí en Grecia tenía obligaciones que cumplir. Y más aún como caballero de oro de la sagrada orden de Athena. Así que volvió a salir del lecho y casi arrastrando los pies se dirigió al baño, para que una buena ducha de agua caliente le quitara la pereza y el entumecimiento del cuerpo.

Hacía buen tiempo cuando salió de la novena casa, vestido para la asamblea matutina que tenían a diario. A pesar de que el verano comenzaba a morir ese día sería bastante pesado. Y a juzgar por el azul impecable del cielo tampoco llovería en los días posteriores. Gozarían de buen clima por tiempo indefinido.

Aún era temprano, el sol todavía no representaba molestia, y el momento se le antojó propicio para caminar por los alrededores, visitar a algunos de sus amigos quizás, aunque eso significara cruzarse accidentalmente con Saori…

Y con la suerte que últimamente traía, lo más probable fuera que se cruzara con la diosa a mitad de camino.

Se armó de valor por si aquel hecho llegara a suceder y con la frente en alto subió las escaleras. A mitad de trayecto se dio cuenta que había hecho una buena elección, el aire fresco le despeinaba el cabello húmedo y hasta parecía aclararle las ideas. Varios aprendices y caballeros de bronce se cruzaron a su paso, saludándole y sorprendiéndolo de que la actividad en la orden comenzara tan temprano.

Siguió caminando a buen ritmo, sin importar que las escaleras fueran casi eternas y llevaran años, milenios de haber sido hechas.

- Hey oriental…- oyó una jocosa voz a su costado. Él miró hacia arriba y descubrió una silueta sentada en un arco perteneciente a algún templo derruido. Hizo sombra con la mano sobre sus ojos para ver quien le hablaba y descubrió al imponente y desabrido caballero de capricornio. Iba a saludarle respetuosamente cuando este le interrumpió -¿Se te perdió algo en aquella dirección, chico? Por allí se encuentra el templo de nuestra querida Athena…

No está de más decir que se le subieron los colores, y mentalmente se recriminó su falta de atención, había pasado la décima casa sin darse cuenta. No supo que decir, y hasta temió quedar como un estupido si le explicaba que no lo había hecho adrede. Pero no podía decir otra cosa.

- Creo que equivoqué el camino- murmuró riendo nerviosamente y rascándose la nuca avergonzado -En verdad estaba…

Shura saltó desde su posición aterrizando frente al joven. Era alto, mucho más que él, e imponente. Y la verdad nunca habían tenido mucho dialogo. Los antiguos caballeros dorados no compartían mucho con la nueva generación, y más allá de Mü, Aldebarán, Shaka y Aioria, los demás no les habían dado una 'gran bienvenida' como quien dice. De hecho el resto actuaba como si fuera una ofensa que unos simples caballeros de bronce tuvieran el atrevimiento de mezclarse con la sagrada orden dorada.

- Siempre me ha causado curiosidad tu historia Pegaso…- le dijo Shura cruzándose de brazos frente al joven castaño -Desde tiempos remotos protegiendo a la diosa a riesgo de su propia vida.

- Creo que es lo que todos hacemos.

- No, pero me refiero a ti. A tu historia en particular; al lugar que ocupas en la novena casa, a la armadura prestada que llevas.

El joven lo miró con sus grandes ojos abiertos, como si no entendiera lo que le estaba diciendo.

- Shura…- arriesgó inseguro.

- ¿Qué te sorprende japonesito? ¿Acaso nunca te has puesto a pensar porque un niñato como tú esta en este lugar, y además ocupando el lugar de Aioros?

- Yo… creo que me lo merezco –reconoció débilmente.

- ¿De veras? ¿Y porque?

Seiya abrió la boca pero ya no supo que decir, y de pronto aquella pregunta tenia algo de sentido. ¿Por qué él estaba ahí, en la sagrada orden de los santos dorados? Athena le había otorgado ese lugar sin añadir palabra, y de algún modo se sintió merecedor de portar la armadura de sagitario.

- ¿Se te han aclarado las ideas oriental?

- Yo…

- Sí ya sé, tú no entiendes. ¡Tú nunca entiendes! No deberías estar aquí, este no es lugar para niños como tú. Ahora vete, sigue con tu paseo en esa dirección y quizás te encuentres accidentalmente con Athena… Es lo que normalmente hacen ¿no?

No le dio tiempo a responder, el caballero dorado se alejó en sentido contrario tras dedicarle una fría mirada de desdén. Y Seiya se quedó ahí detenido, con una sensación extraña corriéndole por el pecho. Y no se refería solo al trato adusto del caballero, sino a lo que daba a entender que pudiera existir entre la divinidad y él.

De pronto ya no tuvo ganas de seguir caminando. Con los hombros encorvados descendió la escalinata a paso lento hacia su morada para refugiarse en aquel lugar hasta que la reunión empezara.

…-…-…-…-…

La asamblea había terminado. Pero él como que no había puesto atención a lo que allí se dijo. Solo estaba consciente de los dos caballeros dorados que estaban varias filas adelante, y que no le quitaban la vista de encima. Eran Shura y Afrodita, y durante todo el discurso no hicieron más que verlo de soslayo, uno sonriendo con intención, el otro escaneándolo de arriba abajo con una ceja alzada, una mueca de fastidio en sus ojos claros.

Y luego cuando finalmente logró ignorarlos hubo otro factor que lo abstrajo del motivo de dicha reunión. Saori, la diosa Athena en toda su magnificencia, de pie, recargando su peso en el respaldar de su trono púrpura, mostrando su cuerpo esbelto; sus brazos pálidos, la seda inmaculada de su vestido amplio que abrazaba aquellas curvas que era aberración mirar. Veía sus labios moviéndose, pero no ponía atención a lo que ella decía. Sus ojos la observaban con ansiedad, recorriéndola, notando los cambios que se habían dado en la divinidad desde que se hubieron establecido en Grecia. Siempre fue especial la química que flotaba entre ellos; tenían un grado de amistad tal que no era igual al que la divinidad compartía con el resto de sus hermanos. Saori siempre fue muy abierta, amable, más de lo que él mismo llegó a ser algún día.

Aun era una niña cuando él volvió luego de ganar su armadura de Pegaso, y luego de varios años de luchar a su lado palmo a palmo, la realidad de lo evidente lo golpeó sumiéndolo en una especie de sopor. Hasta que un día despertó descubriendo que la pequeña divinidad de Athena había crecido hasta convertirse en una agraciada mujer. ¿Dónde había estado viendo él, o que mantuvo su atención atada que no reparó en ese detalle hasta que fue demasiado tarde?

Porque de la peor manera descubrió que no era tan solo un deslumbramiento momentáneo, era algo más profundo. Algo que parecía brotar de sus sentimientos.

Y cada vez que la veía, caminando con elegancia, denotando ese sutil encanto femenino que tienen las de su especie, él no podía evitar mirarla sintiendo que algo horrible le carcomía el interior, e inocentemente se preguntaba que tan deslumbrante seria la diosa Afrodita, conocida en los mitos por ser emblema de belleza y amor, porque para él su propia diosa no tenia punto de comparación. Y no existían otras divinidades en su mente que pudieran hacerle justicia a quien le era tan devotamente fiel.

- ¿Seiya?

La suave voz femenina lo volvió a su lugar. Veía una mano agitándose frente a sus ojos. Parpadeó sorprendido notando que en el adusto salón ya no quedaba nadie. Y él seguía con la rodilla hincada en el suelo, como si aún estuvieran en plena asamblea. Se levantó de inmediato, avergonzado, sobresaltando a la muchacha que tras verlo soltó una pequeña carcajada.

- ¿Te quedaste dormido en plena reunión?

- Por supuesto que no- resopló molesto mirando a su alrededor para cerciorarse que, efectivamente no quedaba nadie –Solo, solo estaba…

- ¿Te aburriste?- completó ella con una sonrisa conocedora.

- Pues, no…- contestó haciendo una mueca fastidiada que hizo que ella soltara una nueva ronda de risitas entrecortadas.

Él se cruzó de brazos mirando hacia un costado.

- Entonces ¿Qué opinas? ¿Crees que tomé la decisión correcta?

- ¿Eh?

Saori volvió a reír de ese modo tan adorable suyo –Olvídalo, es evidente que no oíste ni una sola palabra de lo que dije- agregó luego meneando la cabeza como negando para sí. Caminó de él con las manos tras la espalda, recorriendo el pasillo.

- ¡Athena espera!

Ella se detuvo, sorprendida de que él la llamara de esa forma. Normalmente cuando usaba su titulo era porque algo importante se traía entre manos. De igual forma que la nombrara así; Athena hizo que un delicioso escalofrío le corriera por la espalda.

- ¿Qué ocurre Seiya?

Este se le acercó masajeándose la nuca -¿Por qué estoy aquí?

Saori arqueó las cejas -¿A que te refieres?

El joven caballero se miró las puntas de sus botas doradas. La magnitud de su armadura era algo que más de una vez lo había sorprendido. Y otra vez sentía que tenía más de lo que merecía. Alzó sus ojos y los clavó en los de la divinidad, como siempre la pureza y la seguridad que halló en ellos lo reconfortó lo suficiente como para continuar hablando.

- De verdad crees que merezco estar aquí usando esta armadura, viviendo en esa morada que…

- Claro que lo mereces Seiya- la divinidad lo interrumpió –No sé porque tienes tantas dudas ahora, te has ganado este lugar tras tanto esfuerzo y batallas sangrientas, y además tienes el visto bueno de Aioros si el mío no te parece suficiente…

- ¡No es eso!- se apresuró a replicar avergonzado de haber restado méritos a los designios de la diosa –Es que solo soy un simple caballero de bronce, un niño que juega a ser grande y poderoso.

- No eres un niño, Seiya- la profunda voz de Saori al decir aquello le trajo un extraño estremecimiento el cual prefirió no indagar.

- Creo que había otros caballeros que merecían este puesto más que yo.

Ella negó con la cabeza, sonrió con cierta tristeza –Es la primera vez que un caballero de mi orden me cuestiona el por qué forma parte de la misma.

- Por favor no creas que soy un desconsiderado- replicó apresuradamente.

- Entonces, no vuelvas a cuestionarme lo mismo…

La forma en la que le pidió aquello, con sus hermosos ojos azules que resplandecían diáfanamente, el suave rosado de sus mejillas y su boca, firme, tentadora al pronunciar esa orden, hicieron que el corazón le latiera desbocado.

Él sacudió la cabeza en negativa. Ella sonrió tiernamente.

-¿Algo más?

Seiya la miró. La ansiedad en sus pupilas, y el cosquilleo que le quemaba las palmas le producía la imperiosa necesidad de hacer algo realmente estúpido. Apretó los puños a su lado evitando cualquier acción delatadora. Se mordió el labio y negó con la cabeza con energía.

Saori ensayó otra sonrisa y se alejó del salón a paso altivo, su figura esbelta se perdió en la claridad del exterior, dejando tan solo la estela de su vaporoso vestido.

Seiya se sintió culpable de seguirla con la mirada. Culpable de admirar su cuerpo, de imaginar cómo sería enredar los dedos a esos largos cabellos púrpura mientras sus labios buscaran los de ella. Culpable de desear lo imposible.

Casi gruñó de frustración. Apretó los parpados, los labios, la mandíbula rogando que la horrible desazón que sentía se disolviera de su sistema.

- Veo que Shura no se equivocó en lo que suponía…- dijo una profunda voz cantarina que provenía justo detrás de él.

Seiya se volvió espantado, notando por primera vez al alto hombre agraciado de largo cabello cian claro, que estaba apoyado de brazos cruzados contra una de las paredes, oculto bajo la iluminación artificial. Volvió la cara hacia el joven. Sus rasgos suaves y bellos contrastaban con la expresión sarcástica que se dibujaba en todo su semblante afeándolo.

- ¿Sabes que eso esta mal, verdad Pegaso?

- No sé a que te refieres, Afrodita- le respondió con toda calma. El otro salió de su posición cómoda y se le acercó. Una sonrisa irónica pintada en los labios.

- sabes. Me refiero a ti y a tu pregunta, a ti y al porqué estás aquí vistiendo esa armadura que te queda grande…A ti y a la relación extraña que mantienes con nuestra diosa…

- Estoy seguro de que escuchaste su respuesta. Ella dijo…

- ¡No hables en su nombre! no tienes derecho a ensuciar sus palabras.

Seiya se quedó momentáneamente en silencio. Sorprendido por la actitud despectiva del caballero de Piscis.

- Shura tenía razón ¿Qué fue lo que ella vio en ti? ¿Qué es lo que tienes tú que no existe en ninguno de nosotros? Si eres un simple mocoso venido a más. Un extranjero que juega a ser príncipe cuando no es más que un sucio mendigo.

A Seiya le impresionaron esas palabras. Sobretodo el trasfondo que se escondía tras ellas. ¿De verdad adivinaba cierto odio dirigido a él?

- Estas aquí por lastima, ella debió sentir pena por ti, por tus amigos. Ustedes no merecen nada de esto. Como extranjeros en tierra extraña lo mejor que pueden hacer es dar media vuelta y volver por donde vinieron. El santuario no los necesita.

- ¿Por qué me dices eso?

- Porque es pura y absolutamente la verdad. Es lo que la mayoría de los santos pensamos, que tú, ustedes, están de más. Sobran en este lugar. ¿Cómo puedes competir conmigo? No tienes punto de comparación. Eres un pobre niño que juega a ser adulto…- y con eso Afrodita dio por terminada la conversación. Miró con aburrimiento al joven castaño que se había quedado en silencio con los hombros encorvados, y salió del sagrado lugar a paso firme y majestuoso. La sonrisa que delineaba sus labios perfectos ponía en evidencia que estaba muy conforme consigo mismo por haber afectado de esa forma al caballero dorado más joven de la orden de Athena.

Sabía por experiencia propia que no era nada fácil formar parte de ese rango, y el que Seiya fuera el menor de todos, le ponía un excelente condimento a la antipatía que este le despertaba.

El muchacho salió del lugar de la asamblea mucho tiempo después, pero ya nada quedaba de la expresión tranquila y sosegada que tenía en la mañana. Apretaba los puños con fuerza mientras se mordía el labio inferior. Sus ojos castaños de pronto más brillantes.

…-…-…-…-…

La noche corría tranquila dentro del sagrado templo de Athena. El clima era sereno a mediados de septiembre, y el ritual que se había restaurado tras el cumpleaños de Saori se cumplía noche tras noche con la exactitud de un reloj.

Solían sentarse en el suelo, Ikki a veces los acompañaba a regañadientes insistido por Shun por supuesto, y degustaban de alguna delicia que las doncellas de la divinidad habían preparado para ellos. El momento solía ser distendido y cómodo, reían, se hacían chistes los unos a los otros, y volvían a sentirse niños por un momento.

Sin embargo, todos parecían ignorar las intensas miradas que se echaban Seiya y Saori durante los extraños momentos de pausa que se suscitaban entre ellos. Apenas hablaban, pero el brillo de sus ojos los comunicaba sin necesidad de exponer palabras.

Esa noche como las anteriores, estaban cenando alguna especialidad griega, Ikki no los acompañaba en esa oportunidad, y oportunamente estaban riendo de algún hecho gracioso que lo tenía a Hyoga como protagonista para desdicha y bochorno del joven cisne.

Seiya estaba con la vista clavada en su plato. Casi no había probado bocado cuando el resto de sus compañeros había terminado. No tenía idea de lo que estaban hablando, pero se esforzaba en aparentar que seguía todo el hilo de la conversación.

- ¡Seiya!- Saori le dio un tirón seco a su brazo despertándolo del letargo en el que había caído.

Este la miró tan solo un segundo, notando como repentinamente el corazón le palpitaba en la garganta, la mano de la divinidad le tocaba la piel desnuda justo donde el guante no le cubría. Y fue instantáneo que se quitara con violencia como si dicho contacto le hubiera quemado. De igual forma se había puesto de pie ante la mirada confusa de sus amigos.

- ¿Seiya, que ocurre?- Shun aventuró con la dulzura que le caracterizaba, mirando a su amigo con perplejidad.

La muchacha tenía los labios ligeramente abiertos, seguramente sorprendida por el exabrupto de su caballero. Pero este no parecía dispuesto a disculparse. Retrocedió del círculo que conformaban en el suelo y se alejó de ellos.

- Seiya que te pasa- aventuró esta vez Shiryu notando los puños apretados del joven.

- Yo… no me he sentido bien últimamente, necesito descansar- pero nadie se creyó ese arrebato de palabras, juzgando por sus ojos oscurecidos por alguna emoción extraña, y la firmeza absoluta de su mandíbula apretada, cualquiera podría decir que estaba molesto. Ni siquiera esperó que le respondieran, giró sobre sus talones y salió a paso rápido del templo de la divinidad. Sus pasos resonando en el suelo de mármol.

El silencio que se hizo tras su partida duró algunos minutos antes de que el grupo decidiera romperlo.

- ¿Le ocurrió algo?

- No lo sé Hyoga, apenas y tuve trato con él durante la reunión.

- Dijo que bajaría a desayunar con nosotros, pero nunca llegó…

- Y a la asamblea arribó tarde. ¿Saori pasó algo que no sepamos?

La divinidad seguía con los ojos puestos por donde había salido el joven, se volvió en seguida a Shun quien le había hablado.

- Hablé con él unos segundos luego de que todo terminó, pero no noté nada extraño. Ya saben lo despistado que suele ser a veces, y pues sí me pareció que estaba más distraído de lo normal…

- Creo que nos preocupamos demasiado por Seiya, solo debe tener una mala noche- sentenció Shiryu –A cualquiera puede pasarle.

- Es cierto eso.

Hyoga fue el ultimo en hablar, luego de lo cual el silencio volvió a hacerse presente. Y la cena, o lo quedó de ella, siguió tranquilamente su curso.

…-…-…-…-…

Luego de haber salido de esa forma tan abrupta del templo se arrepintió de inmediato de su brusco comportamiento. No estaba teniendo un buen día, y sabía que no era justo desquitarse con sus amigos, o con la divinidad… Todavía recordaba su mirada transparente hurgando la propia, intentando entender que había cambiado.

Y él se sintió tan sucio, tan vil… por manchar la confianza e inocencia que ella había depositado en su persona.

Gruñó con fuerza e imprimió velocidad a sus pasos por lo que casi corría por la escalinata, pasaba las moradas de los otros santos a gran velocidad, y cada vez que lo hacía las palabras de Afrodita, las que le había escupido durante la asamblea, daban vuelta en su cabeza.

¿Por qué estas aquí?

¿Qué tienes tú que no tengan los demás…?

Sabes que eso está mal Pegaso

Apretó las muelas, una contra la otra, en tanto seguía la alocada carrera hacia arriba, hacia su morada, huyendo de las palabras del caballero de Piscis. La luna desparramaba su fantasmal luz que apenas alumbraba los escalones pero a él parecía no importarle. Hasta que su cuerpo impactó contra algo duro que lo mandó hacia atrás cayendo cuan largo era sobre los peldaños. Se levantó adolorido, descubriendo la causa de su caída.

Mascara de muerte estaba frenándole el paso con los brazos extendidos, una sonrisa irónica plasmada en sus labios. Los ojos azules le destacaban turbios, aún bajo la tétrica luz lunar.

- ¿Qué ocurre contigo Pegaso, que acaso nunca pones atención por donde vas?

El joven resopló, infringiéndose paciencia.

- Lo siento, no estaba pensando...

El caballero de Cáncer descendió hasta quedar frente al jovencito. Era mucho más alto e imponente, y su expresión siempre era la misma: intimidante. Lo observó fijo; midiéndolo, y como siempre ocurría el santo de Sagitario bajó la mirada sintiéndose ligeramente avergonzado.

- ¿Qué es lo que todos ven en ti? Si eres tan solo un niñato sin formación que vive de la caridad ajena.

Seiya se mordió los labios y se encogió de hombros.

- No eres nada, Pegaso. No eres nada, solo un extranjero arrimado que juega a ser príncipe en una tierra extraña…

Y ahí ya no escuchó más, olvidándose de todo; de quien era su oponente, de quien era él, del lugar que ocupaban en ese tiempo y lugar, Seiya se adelantó con el puño extendido y le propinó un golpe certero en la barbilla, que no hizo más que ladear la cabeza del dorado hacia un lado.

Mascara de muerte tan solo se volvió soltando una horrible risotada que enardeció todavía más al muchacho.

-¿Eso es todo lo que tienes?- lo examinó de cerca notando sus labios fruncidos y la cólera que se estaba gestando en los ojos castaños, que de tan profundos eran negros como el pedernal –Sería una pena que yo me dignara a dañar este rostro que Athena parece adorar tanto ¿verdad?

- ¡NO TE METAS CON SAORI…!

El grito resonó más de lo que se había propuesto, y el golpe que le siguió junto al alarido que soltó como resultado del mismo, fue fácilmente engullido por las brumas de la noche.

…-…-…-…-…

- Lo mejor que puedes hacer es irte de aquí, renunciar a la posición que tienes y volver a oriente. Allí es donde perteneces.

Shura estaba apoyado en la pared contigua a la entrada de su morada. Era la mañana siguiente, y se veía relajado y tranquilo bajo el otoñal sol, no notando la expresión adusta en el rostro del joven castaño, ni la cortadura que le cruzaba parte del labio inferior, ni su aspecto siniestro que denunciaba claramente que no había dormido en absoluto.

Seiya ni siquiera se molestó en contestar, salió de la novena casa con la cabeza en alto, ignorando al caballero de Capricornio que sigilosamente caminó detrás de él.

- Es una advertencia Pegaso. No eres bienvenido aquí. Esto recién empieza, y te sorprendería saber cuántos aquí pensamos que tú y esos amigos tuyos están de más en este lugar… en esta orden. En este santuario.

El joven se detuvo apenas pero no se volvió.

- No lo olvides oriental, todo puede ponerse peor, y estoy seguro que no deseas que la dulce Athena se vea contrariada por esta situación que bien puedes solucionar en persona.

No respondió, siguió andando como un autómata descendiendo ciegamente los peldaños, en dirección opuesta a donde se realizaba la asamblea diaria.

A la cual ni se molestó en presentarse.

…-…-…-…-…

Sabía que había cambiado. Su naturaleza sosegada y alegre había variado a un punto tal que era completamente irascible, malhumorado.

Y conforme su temperamento variaba, sus sentimientos crecían sin pedirle permiso, extendiéndose cual plaga, contaminando sus emociones, sus sentidos, sus pensamientos, y de nada servían las constantes advertencias que se echaba, y las que oía de quienes lo odiaban.

Sus amigos no decían palabra, y su silencio era aún peor. Quizás no lo sabían a ciencia cierta, pero lo intuían, Shiryu al menos, que lo conocía como la palma de su mano, e intercedía ante los demás, ante la divinidad por su comportamiento volátil e inestable.

Pronto dejó de participar de las asambleas y cuando lo hacía, llegaba tarde deliberadamente. Evitaba encontrarse con Saori a solas por temor a lo que podría hacer. No confiaba en sí mismo.

No confiaba en los demás.

No podía decirle a nadie lo que le pasaba, el aborrecimiento del que era objeto, y el amor prohibido que lo embargaba a pesar de la coraza que una y otra vez había erigido en torno a su corazón para salvaguardarlo.

Quizás sí debería volver a Japón, renunciar a la sagrada orden de santos dorados, y vivir una vida normal, lejos de sentimientos pecaminosos, y odios acérrimos.

…-…-…-…-…

Octubre empezaba a acercarse ya, y su clima se sentía en el aire. Las advertencias de Afrodita, Shura y Mascara de muerte no cesaban de reproducirse, a tal punto que su humor terminó por empeorar en lugar de mejorar. Pronto descubrió que no eran los únicos en el santuario que lo hacían blanco de su tirria, muchos aprendices y caballeros de plata se unieron a esa especie de bullying de la que era objeto. ¿La razón? Obviamente su lugar en la casa de Sagitario, las causas misteriosas que lo llevaron a ocupar esa posición, y la relación ambigua que mantenía con la divinidad.

La mañana lo agarró caminando una y otra vez dentro de su morada, ignorando lo adolorido que se sentía por las golpizas de las que era objeto por parte de los dorados. La idea de volver a su país natal latía ardorosamente en su cabeza como la salvación más deliciosa.

Seguía sin decir palabra a sus amigos, o a Saori. No consideraba necesario que ellos estuvieran al tanto de lo que pensaba hacer. Si seguía quedándose allí estaba seguro que acabaría cometiendo una locura garrafal, una de la que no tendría punto de retorno, y que acarrearía un castigo eterno.

Se sentó en el suelo como pudo, y empacó las pocas cosas que tenía. Partiría de noche, cuando el santuario entero estuviera sumido en un sueño profundo, y no fuera necesario dar explicaciones. Una vez que terminó de poner orden a las pocas posesiones que poseía, decidió que esa sería la última vez que participaría de la asamblea matutina con el resto de los habitantes del santuario y Athena. Necesitaba tener una imagen de ella, de ellos, fresca en su mente para recordar aquella vida que pronto dejaría atrás.

Así que salió portando con orgullo su armadura dorada de Sagitario, y se encaminó tranquilo al salón de reuniones que la divinidad presidía junto al patriarca.

…-…-…-…-…

- ¡Seiya! ¿Qué te pasó en la cara?

¿Por qué tuvo que encontrársela justo de camino a su templo?

En uno de aquellos descansos que las eternas escalinatas prodigaban entre una casa y otra. Ella tan fresca y agraciada como siempre, la preocupación latiendo en sus hermosos ojos azules, cuando se adelantó para examinarlo de cerca. Pero él detuvo su acción tomándole la mano cuando estuvo a punto de tocar su rostro. La retuvo en el aire, antes de soltarla al segundo siguiente, alejándose, poniendo distancia entre la diosa y él. Si ella pareció sorprendida ante su rudeza no lo demostró.

- ¿Seiya…?

La cortadura que tenía en el labio había cicatrizado, pero el moretón aún persistía. No se veía tan horrible, pero sin duda llamaba la atención.

- No es nada de cuidado, descuida, fue un tonto accidente. Estoy bien- respondió con un gruñido y sin mirarla.

Saori no agregó palabra, pareció conforme con el escueto dialogo del caballero. Los segundos transcurrieron, y este empezaba a impacientarse al comprender que la divinidad esperaba que juntos hicieran el resto del trayecto hasta su sagrado salón. Normalmente era algo común que solían hacer antaño -ella tomada de su brazo, subían cuesta arriba hasta su templo, pero como estaban las cosas últimamente, y las habladuría que se cernían en torno a ambos… Hacer esa simple caminata hasta allí sería como arrojarse de lleno a los leones.

- Tengo cosas que hacer- sentenció con mas dureza de la que se había propuesto.

- Pero…- ella parecía confundida, parpadeó sus ojos notando que estaban casi en el último tramo. Lo miró con interrogación, pero como venía sucediendo recientemente, el joven caballero desvió la vista de ella con rapidez, y le dio la espalda bajando de a dos peldaños por vez.

- Iré a la asamblea, despreocúpate- Seiya se detuvo tan solo para observarla por sobre su hombro mientras le decía aquello, el sol de la mañana le daba de lleno a la muchacha iluminándola suavemente. Y quizás fue la expresión incierta que la divinidad le devolvió, que hizo que por un momento le sonriera forzadamente, y suavizando la voz al igual que sus ojos castaños, añadió intentando ser convincente -Iré en verdad… Athena.

…-…-…-…-…

Nota:

y hasta aquí llegue con esta locura de capitulo! Agradézcanle a Suki90 el que haya publicado esto porque sinceramente pensaba borrarlo y empezar de nuevo… pero ella me convenció -¿o me obligó?- a subirlo. Esta NO era la idea que tenía en mente (en verdad no estaba en el original que Afro, Shura y Deathmask fueran los malos de la historia u.u) No sé como llegué a este punto. Este capitulo se escribió completamente solo y se auto abusó de clichés y dramas. En fin! El próximo capitulo 'Whisky' seguirá contando la historia desde el punto de vista de Seiya (ya en este vimos que pasó entre 'zodiaco' y 'yelmo') y en el siguiente veremos como fue que llegó el objeto a la habitación de la diosa y porqué abuso tanto de drama y tragedia… aunque imagino que ahora ya se hicieron una idea bastante clara de lo que pasó xD

Gracias por los reviews! De verdad lo agradezco mucho!

Pd- Quince días estara entre esta semana y la que viene. Y la cuarta letra de este abc Whisky estará a mediados de julio, esperemos ya con las vacaciones de invierno encima n_n

pd 2- Sé que me fui del termino Xenofobia, pero creo que estaba siendo demasiado cruel con mi Seiya y con los dorados a quienes no puedo odiar. Solo espero que el concepto haya sido claro u.u Y sepan disculpar mis manotazos de ahogado a lo largo de este fic (sean buenos conmigo!)

Cuidense!

Sumi Chan