Algo tembló en el corazón de Grisam al ver a Babú siendo invitada por Thomas Corbirock a trepar a uno de los más grandes árboles, la brujita consideró la oferta con una sonrisa, pero cuando se disponía a rechazar Thomas le dijo algo al oído y ella, con una sonrisa y los ojos brillantes asintió, ella quería trepar.

¿Desde cuándo Vainilla era tan ligera? Ahora que Babú era una bruja de la luz en toda regla su cuerpo se había vuelto liviano y grácil, el ejercicio del vuelo le había fortalecido y las continuas transformaciones en clase con la tía Tomelilla la habían hecho flexible y hábil; si a Grisam le parecía que Pervinca era una ardilla subiendo por las ramas, Vainilla le parecía un hurón salvaje… y para ser sinceros, él prefería estos últimos.

-¿Te ocurre algo Gri? – preguntó Vi al verlo tan pensativo

-No es nada ¿has visto a Babú trepar? ¡Apuesto a que me vencería!

-Sí, últimamente se le dan bien ese tipo de cosas

Siguieron observando a la gemela, había dejado de trepar y esperaba pacientemente a Tommy quien intentaba trepar hacia ella, una vez que estuvieron ambos arriba cerraron los ojos y se lanzaron del árbol… solo para caer en un vuelo perfecto y aterrizar blanda y limpiamente sobre sus pies. Ambos estaban radiantes de energía.

-¡Vi! ¿Quieres intentar? – le preguntó Babú haciéndole señas

-Paso, pero gracias – negó la gemela con una débil sonrisa

-¿Tú qué dices Grisam? – invitó Tommy

-No dejaremos que caigas – le prometió Babú asintiendo

-¿A ti no te importa? – preguntó Grisam a Vi

La chica dejó de sonreír pero luego hizo un gesto de despreocupación y Grisam se fue directo a trepar aquel árbol. Una vez en la cima Vainilla le cogió del brazo derecho mientras Tommy hacia lo propio con el izquierdo, luego saltaron…

Grisam nunca había vivido algo tan divertido y emocionante, cuando llegaron al suelo sonrió a Vainilla y a Tommy, pero compartió la mirada con Vainilla, ella se puso un poco, solo un poco colorada… Pervinca casi nunca se ruborizaba, y Grisam amaba el color rosa en las mejillas de las gemelas.

Pervinca contempló la escena con una opresión en el pecho, sabía que no tenía que preocuparse por Babú ni ponerse celosa de su hermana, ella le había dejado a Grisam, había dado un paso al lado y le había deseado lo mejor a ambos… pero ahora el anillo que él le había regalado le pesaba en el dedo, porque Pervinca estaba segura al verlos a él y a Vainilla que Grisam nunca, jamás, le había sonreído a ella con tanta dulzura.