¡Hellouu! lo prometido es deuda, no es lunes, ni martes, pero es miércoles. ¿? O.o

¡Segundo capítulo de este especial disfruten! :D

Rated M: Pero eso ya lo sabían, ¿no?

iCarly NO me pertenece y tampoco sus personajes, son de Dan Schneider, lo mío es solo esta historia, en fin amo el chocolate. \o/


Herida Parte II: Punto de No Retorno.


Vencida por el cansancio, la noche anterior rápidamente me había quedado dormida —de nuevo.— Sin recordar muy bien hasta que hora cesó la ira de Freddie contra la puerta de mi habitación. Esa mañana el sonido de mi teléfono me sobresaltó, por lo que por poco caigo de la cama. Adormecida, agotada y con cada uno de mis músculos doliendo por el largo viaje, me rodé sobre uno de mis costados para fijar la mirada sobre la pantalla de mi PearPhone, en el cual estaba un mensaje de Carly que decía:

"Sam, sé que no hemos tenido tiempo de ponernos al día con respecto a algunas cosas, y creéme que lo lamento. No sé muy bien que te trae por Seattle, ¿por qué no me dijiste que vendrías? Hoy es el cumpleaños de Spencer, estoy organizándole una fiesta sorpresa y por supuesto que estás invitada, me gustaría que me ayudaras con la preparación, estaré esperándote ansiosa. Te quiere, Carly."

Fántastico, era 11 de noviembre, cumpleaños de Spencer, y sí, lo había olvidado. A regañadientes me levanté, tomé un rápido desayuno y luego una ducha de agua caliente. Con no menos flojera, tomé lo primero que estuvo al alcance de mis manos en el clóset, una camisa roja con rayas blancas, ¿o blanca con rayas rojas? ¿Qué más daba? Hacía tiempo no la usaba, afortunadamente la humedad no había hecho estragos en ella, así que estaba limpia y funcional, tome un pantalón de jeans desgastado, me terminé de vestir para ir a casa de Carly.

El cielo estaba grisáceo y crujía, pronto comenzaría a llover. A toda prisa manejé hasta el Bushwell Plaza, ¿debía acaso confesarle lo que había pasado con Freddie? ¿Y si mejor callaba y hacía de cuenta que no había sucedido? Después de todo, no volvería a ocurrir. Subí algo dubitativa hasta su apartamento, miré fugazmente al de Freddie, sí, definitivamente debía tocar antes de encontrarme con alguna 'sorpresa'. Al tecer toque nadie acudía al llamado, impaciente abrí y nadie se encontraba a la vista. Antes de subir a la habitación de Carly—donde seguramente se encontraba— me cuestioné si aquello no sería contraproducente, si podría encontrarme con algo que hiciera a mi estómago estrangularse de nuevo. Acercándome más y más la duda volvió, ¿debía tocar? ¿Estaban acaso Carly y Freddie dentro de ella? Empuñé la mano para hacerlo, pero la puerta estaba entreabierta, la empujé suavemente, Carly estaba en el piso junto a uno de sus cursis sillones, y su alrededor estaban regadas un considerable número de pinturas. Gibby sentado sobre uno de los muebles comía de la pintura color rosa. Rodé los ojos ante la escena. Un par de tijeras cayeron al piso a la vez que Carly corría en mi dirección envolviéndome en un apretado abrazo.

¡Cuánto te he extrañado Sam!— Exclamó sin soltar el agarre, correspondí el abrazo con entusiasmo, no podía negarlo, la había extrañado tanto o aún más que ella. Se despegó suavemente y reacomodó su cabello. —¿Y bien? ¿Qué tal todo?—Carraspeó.— Miró fugazmente a Gibby —quien seguía absorto en su para nada normal actividad.— Antes de acercarse a mi oído. —Lamento lo de ayer— Musitó antes de abalanzarse sobre mí de nuevo.

Numerosas fueron las veces que intenté ponerla al tanto de lo que pasaba con Melanie y de lo agobiada y confusa que me sentía, más aún, lo mucho que necesitaba su ayuda para 'rehabilitar' el nido de ratas que era el apartamento donde viví durante mi infancia, pero mayor en número fueron las ocasiones en las que me ví interrumpida por un '¿crees que le guste a Freddie? 'A Freddie le gusta el azul, ¿crees que debería colocar más azul en esta esquina—dijo señalando el rídiculo cartel que elaboraba para Spencer.— 'Freddie debería estar aquí ya' ¿crees que a Freddie le guste el pastel de naranja? Porque compré pastel de naranja, jamás le he oído decir que no le gusta, pero una nunca sabe. No sabía bien si era por el hecho de que estaba sentada a espaldas de mí concentrada en lo que hacía, que no podía notar la mueca de fastidio que se había formado en mi rostro, solté un bufido, me lancé sobre su cama y tapé mi cara fuertemente contra una almohada ahogando un grito. Y no, a Freddie definitivamente no le gustaría tal cosa a la que ella llamaba cartel de cumpleaños, pero él le mentiría diciéndole que era lo más hermoso que había visto. Y sí, a Freddie le gustaba el azul, pero no tanto el cursi azul celeste que adornaba la palabra 'cumpleaños' en la esquina derecha, le gustaba más el azul marino y el azul rey 'porque le hacían ver más varonil y respetable'. A Freddie le gustaba el pastel de naranja, pero si y solo si tenía crema de queso 'mascarpone' como cubierta, de lo contrario lo aborrecía. Y yo no podía sentirme más estúpida por conocerlo tan bien, ¿acaso no eran cosas demasiado obvias? ¿o acaso era obviamente estúpida?

—¿Son ideas mías o tratas de decirme algo Sam?— Preguntó dándose la vuelta y mirándome apenada.

No— Respondí suavemente sentándome sobre la cama. —O más bien sí, Carly—Rectifiqué. —¡Debería hacerte saber que Freddie me importa menos que Lewert en tanga!— Grité y se exaltó mirándome expectante. —Pero, ¡Oh! ¡Noticia de última hora! ¡Siempre ha sido así, maldición! ¡Te juro que vuelves a decir algo de él y...

¿Por qué mientes? O mejor dicho, ¿por qué me mientes a mí?— Interrumpió acusatoriamente levantándose del suelo y colocándose frente a mí. —¡Sabes que no siempre fue así! No siempre te 'importó menos que Lewert en tanga', no pretendas tapar el sol con un dedo— Espetó, su nariz aleteaba. Y estaba en lo cierto, en lo absoluto y jodidademente cierto. Freddie me importaba, aún en contra de mi voluntad. Pero ¿cómo podía explicar que odiaba a la persona que amaba, o amaba a la persona que odiaba sin pasar por desequilibrada mental, ante la única persona que me aceptaba tal cual era? Me sentía contrariada, y peor aún, arrepentida por mi reacción exagerada. Aparentemente a Carly, Freddie le importaba más de lo que alguna vez pudiera haber llegado a pensar.

—Chicas creo que...— Dijo Gibby tratando de preguntar algo. El líquido rosa y viscoso chorreaba por la comisura de sus labios, honestamente lo más seguro era que hablaría de algo sobre el sabor de aquella pintura.

—¡Cállate!— Le gritó Carly dirigiéndole una mirada furiosa y arrebatándole el envase de las manos para luego lanzarlo lejos estrellándolo contra la pared del fondo.

Creo que iré por un yogurt, ¿quieren?— Respondió Gibby al acto con simpleza, negó con la cabeza y momentos después ya no estaba dentro de la habitación.

—¡No!— Respondió Carly dándose la vuelta bruscamente para levantar el cartel del piso y agitarlo en el aire, seguramente para secar la pintura fresca.

Lo siento Carls.— Me disculpé recostándome sobre la cama de nuevo, Carly vaciló un poco antes de darme la cara.

Yo también lo siento— Respondió sonriendo. —Creo que exageré, después de todo puede que Freddie si te importe menos que Lewert en tanga— Rió.

Y bien, aparte de eso— dije señalando el cartel. —¿Cuál es el regalo de Spencer?— Sus ojos se abrieron como platos, sacudió con la cabeza y miró el cartel en sus manos arrugando la frente.

Este es el regalo para Spencer.— Respondió con simpleza.

Vamos Carly, seguro que tienes algo mejor que eso, ¿algo como un castoratón?— Reí. Solo había sido una broma, pero ella no lo había tomado como tal.

A Spencer esto le bastará, lo he hecho con amor.— Dijo con aire de autosuficiencia alzando la barbilla.

Solo decía que algo como, ya sabes, una de las mayores obsesiones de Spencer en sus manos, no le sería para nada despreciables.—Bromeé de nuevo, y una vez más mi chiste no le había causado gracia. Había dejado de agitar el cartel en el aire. Tomó asiento pesadamente en el lugar en el piso donde se encontraba inicialmente colocando a su lado el cartel delicadamente.

—¡Te dije que no Sam, los castoratones no existen!— Espetó negando con la cabeza, parecía indignada por lo que le decía.

—Podemos hacer que existan para Spencer.— Respondí con simpleza, ¿y acaso no podríamos hacerlo? Por supuesto que sí.

—Creo que ustedes dos deberían madurar de una buena vez.— Replicó girando la cabeza y señalándome con el dedo índice de su mano derecha.

—Oh, mira quien lo dice, alguien que cree en pie grande.— Estaba llevando peligrosamente al límite su paciencia, reí decidiendo parar con esa discusión absurda de una vez.

—¡Pie grande realmente existe!—Bramó luciendo realmente molesta, reí internamente, pero no demostré lo divertido que me resultaba todo aquello.

—Si claro.—Respondí entre dientes extendiendo las piernas y los brazos para disponerme a dormir.

—Ho...la chicas— Irrumpió Freddie bajo el umbral de la puerta, lucía nervioso. Me miró fugazmente y luego posó la vista en Carly, quien se exaltó y tomó el cartel en sus manos moviéndolo de un lado a otro haciendo una rídicula presentación.

—Hola Freddie, llegaste justo a tiempo, y bien, ¿Qué opinas?— Dijo alegremente.

—Pintoresco.— Vaciló Freddie al responder, y más que dar una respuesta a Carly parecía preguntárselo a si mismo.

—¿Pintoresco?— Preguntó Carly frunciendo el ceño como si no fuera lo que esperaba, y seguramente no.

—"Pintoresco".— Remedé a Freddie. Podía habérsele ocurrido algo mejor antes de desatar la histeria de Carly, ¿no?

—Ya entendí, ¿bien? Sé que no les gusta, voy por limonada, espero no se maten mientras regreso.—Replicó Carly, quien lucía algo aturdida. Observaba el feo cartel en el piso como si no pudiera encontrarle algún defecto, soltó un suspiro y a los pocos segundos ya se dirigía a la puerta. No, definitivamente no podía quedarme con Freddie en los mismos veinte metros cuadrados, ¿acaso le debía explicaciones por lo de horas atrás? ¿o solo debía negarlo rotundamente y hacerle creer que había sido producto de su imaginación? Ó quizá ¿debía golpearlo hasta el cansancio hasta que dejara de importarme? Simplemente decidí evadirlo, pero justo cuando salía de la cama Freddie se atravesó impidiéndome pasar y dejándome arrodillada a la altura de su pecho.

—Tú me debes una buena explicación, y espero sea lo suficientemente buena como para que quede conforme Sam.—Masculló reclinándose y respirando furiosamente por encima de mi cara, la suya lucía enrojecida y una vena palpitaba en su sien, lucía guapo molesto, ¿molesto? Más bien consumido por la rabia, ¿por qué negarlo? Jodidamente guapo.

—Yo no te debo nada. Creo que veinte dólares, pero puedes darlos por perdidos.— Respondí con simpleza, sin inmutarme siquiera un poco para luego encoger los hombros.

—Sabes de que hablo.— Replicó. Lo aparté fuertemente hacía un lado.

—No sé de que hablas.— Giré la cabeza en dirección a él, con el temor irracional y prácticamente imposible de delatarme.

—Sam tú sabes a lo que me refiero, a lo que pasó anoche.— Me miró fijamente. Claro que lo recordaba, ¿me creía estúpida? Por poco 'el juego' se me salía de las manos, ¿cómo olvidarlo?

—¿Qué pasó anoche?— Pregunté como si en efecto nada hubiera pasado. Obstaculizó el paso de nuevo, tomándome de uno de mis brazos. —Suéltame Benson, si no quieres morir, eres un estúpido ñoño.— Le dije furiosamente soltándome bruscamente de su agarre.

—No te parecí un ñoño anoche, ¿O si?— Me tomó de nuevo, su fase ¿dominante? Era enloquecedoramente atrayente. Su respiración chocaba con mi piel, comenzaba a sentirme embriagada por su aroma como la noche anterior, aquello no podía estar pasándome a mí.

—¿Qué está pasando aquí?— Preguntó Carly desde debajo del umbral de la puerta, solo eso me faltaba. Me lancé sobre la cama simulando que nada pasaba.

—Nada, solo conversábamos— Mintió Freddie, debo acotar que era muy malo para hacerlo. Una nada convencida Carly frunció el ceño y probablemente sin valor para averiguar lo que había pasado realmente, colocó la jarra de limonada y un par de vasos sobre una mesita. Se sentó pesadamente sobre el sillón y comenzó a jugar en su pecera con sus peces de plástico. Cerré los ojos buscando en mi mente alguna explicación de como nos habíamos metido en una situación tan densa y peligrosa.

—Bien, entonces, ¿qué se supone deberíamos hacer con lo del castoratón según tú?— Preguntó Carly como si no quisiera hacerlo más que por romper el silencio.

—Spencer es como un niño pequeño, es fácil engañarlo, podemos comprar ratas y disfrazarlas de castores.— Contrarresté comenzando a dormirme.

—No va a creerlo.—Respondió Carly chasqueando la lengua.

—¿Quieres apostar?— Dije prácticamente por impulso sentándome sobre la cama, tal cual como si se tratara de Freddie, pensaba en él y eso una vez más me había traído un problema, lo detestaba justo en ese instante más que en mucho tiempo.

Eso quiero verlo, ¿qué quieres perder?—Masculló retadoramente y virando en mi dirección.

—Chicas por favor.— Intervino Freddie quien lucía aterrado, más de lo normal.

—¡Cállate!— Gritamos Carly y yo al mismo tiempo. Nuestras miradas se encontraron furiosamente. ¿Por qué demonios peleábamos? ¿Qué había cambiado entre nosotras? Maldito Freddie, pensé, él tenía mucho que ver en eso.

—Creo que yo también voy por yogurt de fresa.— Respondió nerviosamente Freddie para salir apresuradamente de la habitación de Carly.

—La que va a perder eres tú Sam, Spencer no es tan tonto como parece.—Respondió Carly con una autosuficiencia realmente exasperante.

—Como quieras, mamá nunca pierde y lo sabes.— Repliqué imitando su rídiculo tono arrogante.

—¿Recuerdas a Shane? Lo besé, por lo tanto, yo gané.— Dijo Carly mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en su cara, ¿Shane? ¿Era cierto? Ni siquiera lo recordaba, y no podría importarme menos, pero si me había molestado, allí iba otro secreto más que Carly Shay no compartía conmigo, eso si que me había encabronado.

—wowowo ¡Golpe bajo Carls!—Grité.—¿Qué te traes con Freddie?— Dije casi inconscientemente. ¿Qué demonios? Había sido traicionada por mi subconsciente. Carly se mostró sorprendida. Bajó la mirada y la expresión dura de su cara se desvaneció.

—¿Yo? Nada, además no hablábamos de eso.— Respondió atropelladamente.

—Los ví besuqueándose Carla, no me mientas.— Repliqué. No podía solo meter las palabras en mi boca, así que podía sacar partido de mi 'error' y llegar al fondo.

—¿Todavía sientes algo por él? No es posible, ya ha pasado tiempo desde que ya sabes, salieron.—Dijo nerviosamente como queriendo creer desesperadamente lo que decía.

—No hagas que vomite en tu suave y acolchada cama por favor.— Contraresté. Soltó un suspiro al parecer aliviada.

—No me traigo nada con Freddie, de verdad.— Bajó la mirada acercándose a mí.

—Insultas mi inteligencia, pero si tú lo dices.—Respondí acusadoramente, dando por terminado un tema del cual era absurdo hablar. Freddie la amaba, ella lo amaba a él, ¿por qué me molestaba? 'Jamás va a amarte niño' recordé lo que hacía muchos años le había dicho a Freddie, al menos un poco de salsa ketchup sobre mis palabras las hubiera hecho más pasables al tragármelas.

—Creo que ya no tengo ganas de comer yogurt.—Irrumpío Freddie en la habitación haciéndome sobresaltar.

Yo si me voy, tengo hambre.—Dije entre dientes. No tenía caso. Allí, la que sobraba era yo.

—En en el refri hay toda la comida que quieras devorar, no tienes que irte— Musitó Carly en tono de suplica, pero era claro que sobraba, sobraba, solo hacía una falta una etiqueta en mi frente con la palabra 'sobras' y yo no me prestaría para eso.

—Decidí que quiero comer otra cosa que no está en tu refri, lo siento amiga.— Me sentía de alguna manera herida, no por ellos, por la situación.

—¿No vas a regresar verdad?— Dijo Carly en tono lastimoso, y vaya que me conocía mejor que nadie, no, no regresaría.

—'Noup'— Musité mientras atravesaba el umbral de la puerta.

Me fui determinada a no regresar. Camino casa pasé frente a una tienda de mascotas, y recordé bien el motivo por el que había ido al apartamento de los Shay: Spencer. Resoplé, también lo extrañaba y mucho, necesitaba verlo y no podía solo hacer que su cumpleaños pasara por debajo de la mesa, ¿por qué Carly no me había apoyado si se trataba de su hermano? Entré a la tienda y compré una gran rata blanca. Le pedí al encargado que de alguna manera me ayudara con la descabellada tarea de hacerlo parecer un cástor, pero sin que dejara de parecer un ratón, ¿absurdo no es así? Pero más absurdo aún fue el hecho de que lo logró, aunque llevó tiempo, algo de tinte, una rara tablita de madera modificada sobre la cola del feo animal y finalmente parecía la mezcla rara protagonista de una de las obsesiones igualmente raras de Spencer. Pasé por una papelería por una caja y un moño, le abrí agujeros y metí al pobre y desgraciado animalito dentro de ella, y tal como un perro regañado regresé a casa de Carly, dentro se escuchaban ruidos y música, probablemente la fiesta había iniciado sin mí, no consideré tocar, no lo ví necesario, y en efecto había sido así, estaban Carly, Freddie—Y su loca madre—, Gibby, T-Boo, algunas personas más y por supuesto Spencer.

—¿Spencer?— Le llamé sonriendo debajo del umbral de la puerta.

—¡Sam!— Gritó Spencer, acto seguido corrió en dirección a mi alzándome por la cintura y haciéndome dar vueltas en el aire. Cuando finalmente se calmó y me colocó en el piso de nuevo deposité el curioso regalo sobre las manos de él. —Aquí tú regalo amigo, espero lo disfrutes.— Le dije. Spencer lo destapó desesperadamente, estaba a punto de llorar, realmente aquello era extraño.

—Wow es el mejor regalo del mundo Sam, en serio, sin ofender hermanita, creo que te amo Sam, wow. Nadie me creía, un castoratón.— Musitó con ojos soñadores sin apartar la mirada de dentro del interior de la caja.

—No es cierto, los castoratones no existen.— Carly sonrió maliciosamente. ¿Por qué? ¿Por qué hacía eso si más que por Spencer lo hacía por ella? —Dame eso.—Arrebató la caja de las manos de su hermano.— Es real.—Masculló dirigiéndome una mirada furiosa. No era real, ella bien lo sabía, pero había rectificado.

—Oh si nena, mamá movió sus contactos, por el pequeño Spencer.— Le respondí a Carly entretanto desordenaba el cabello de su loco, pero adorable hermano.

—En ese caso, te amo mamá, eres la mejor en todo el globo terráqueo.— Dijo Spencer a quien por poco la saliva se le derrapaba por las comisuras de sus labios, se sentó en el sillón y lo palmeó invitándome a tomar asiento. —Debemos hablar, teníamos mucho tiempo sin vernos, cuéntame, ¿qué tal Los Ángeles, con sus superestrellas y todas esas cosas Hollywoodenses?— Musitó metiendo la mano dentro de la caja para acariciar al animal. Eché un vistazo por detrás de su cabeza, Carly nos miraba fijamente y se mostraba furiosa y yo no sabía muy bien por qué, no sabía que había hecho mal, pero definitivamente lo había hecho. Se dirigió hacia la escalera dando pesados pasos. Freddie decía algo a su oído y la tomó por uno de sus brazos, mi estómago se estranguló de nuevo y una vez más los asquerosos y patéticos celos aparecieron de nuevo. Carly dijo algo entre dientes y se zafó del agarre de Freddie, continúo subiendo, Freddie fue detrás de ella y se acercó a su oreja de nuevo, matarlo, matarlo era lo que quería. Carly me mandó una mirada furiosa, le respondió a Freddie entre dientes de nuevo y se perdió por las escaleras no sin antes empujar a Freddie, reí internamente por eso.

Spencer hablaba sin parar de miles de cosas descabelladas y sin ninguna conexión. El feo cartel que había preparado Carly, ahora con luces multicolores—obra de Freddie sin lugar a dudas— cayó al piso aparatosamente desde el techo, Spencer lo miró extrañado, frunció el ceño y sin darle mayor importancia seguía la especie de monólogo que mantenía. Gibby se encontraba al lado derecho de Spencer, Freddie junto a él. Todos alrededor de él escuchaban las rebuscadas anécdotas sobre el castoratón, el único que no parecía fastidiado era Gibby. Realmente hacía un esfuerzo por sonreír y escuchar atentamente, pero por un demonio, estaba enloquecedoramente aburrida, en cualquier momento comenzaría a trepar por las paredes si no se callaba. Resoplé, necesitaba un respiro, me dirigí al refrigerador en busca de algo muy frío para tomar, si congelaba mi cerebro mucho mejor. Tomé una botella de té frío, al voltearme choqué con Freddie, estaba jugando con fuego y estaba a punto de quemarse, le mandé una mirada furiosa, pero más furioso se mostraba él. Me tomó bruscamente por los brazos, respiraba agitadamente.

—¿Ahora qué? ¿Qué se supone qué haces? Sabes lo sensible que es Carly, su hermano es importante para ella ¿Acaso no notaste que se fue a su cuarto probablemente a llorar y no te importa en lo más mínimo?— Dijo entre dientes zarandeándome peligrosamente, aquello no se quedaría así, definitivamente no.

—Sé que la dulce nena se fue y es porque le dió la regalada gana, yo le advertí lo que haría feliz a Spencer y no le importó, ella es una egoísta cuando se lo propone.— Traté de mantener la calma, me encogí de hombros tratando de parecer natural, tratando de no arruinar el cumpleaños de Spencer.

—¿Egoísta? Eres la menos indicada para hablar de egoísmo, tú solo piensas en ti, en tu estómago, en lo que te gusta y en lo que no, jamás te has detenido a pensar en nadie a tu alrededor.—Apretó mis brazos con más fuerza.— Te fuiste al demonio por todo el tiempo que te dió la puta gana, sin pensar en las personas que dejabas atrás, ahora vuelves como si nada hubiera pasado, eres una loca, una loca en todo el sentido de la palabra.— Lucía realmente molesto, su cara había enrojecido de nuevo y la vena en su sien palpitaba otra vez. ¿Reclamaba? ¿Quién le había dado ese derecho? No sabía muy bien como responder a eso, había cruzado el límite, me había hecho enojar seriamente, así que sin pensarlo mucho y más por impulso, que por cualquier otra cosa estrellé la botella contra su frente. La sangre corría por toda su cara, reparé en lo que había hecho, ¿y si esta vez si lo había lastimado seriamente? Me sentí contrariada ante el solo pensarlo. Quise percatarme de que no era así, pero más sangre salía de su frente, me aparté, retrocedí y me fuí del lugar deseando ferviertemente que esa vez no se me fuera ido la mano.

Esa noche llegué a casa furiosa, deseando romper todo lo que se atravesaba a mi paso. Algunos jarrones y muebles fueron fatales víctimas de mi rabia. Freddie no salía de mi cabeza, deseaba arrancármela, o mejor áun arrancarsela a él. Después de mucho divagar y justificar a Carly por su actitud—ella simplemente no lo sabía, no sabía que tenía un gran problema encima— finalmente me quedé dormida sobre el feo y desgastado sillón de un color bastante parecido a la mierda.


Otro nuevo día había llegado en Seattle. Y la carrera contra el reloj había comenzado. Cada día que pasaba representaba un potencial día menos para Melanie y yo no estaba en posición de perder el tiempo. Decidí no importunar a Carly—ya no tenía caso, estaba irreconocible—, y resolví arreglármelas yo sola con lo que me había propuesto. Mi hermana quería regresar a ese horrible lugar y yo lo haría lo mejor posible para ella para que se llevara una última imagen feliz y viviera sus últimos momentos en un lugar que le resultara agradable. Pasé al menos tres horas en Internet leyendo y anotando aburridos consejos de decoración, cursi y romántica —algo muy parecido a mi hermana.— Rompí la cadena con candado que bloqueaba la habitación de Pam —La tía Maggie vivió en esa casa hasta hacía menos de quince días, eso sin duda influía, ella era la mejor amiga de mi madre y tan poco digna de confianza como ella— en busca de su colección bizarra de anillos de compromiso, un par bastaba para adquirir una buena cantidad de insumos. Los encontré finalmente envueltos en un calcetín sucio, tomé dos de ellos.

Después de haberlos vendido fui a una ferretería y a una tienda de decoración. Adquirí una considerable cantidad de pintura, removedor de papel tapiz, papel plástico para cubrir los muebles, entre otras cosas. Me esperaba una ardua tarea a la que dediqué gran parte del día, cubrí los muebles con el plástico protector y el piso con papel periódico. Me coloqué guantes y esparcí con una esponja el líquido abrasivo sobre las paredes, con una espátula retiré el feo—y de mal gusto— papel tapiz que las cubría. Extenuante tarea sin lugar a dudas. Tomé una siesta de dos horas luego de un pesado almuerzo. Al levantarme proseguí con la fase dos: Pintar el apartamento del color favorito de Melanie, blanco. El reloj en mi muñeca marcaba las cinco de la tarde y ya había pintado al menos la mitad de la casa, comenzaba a cambiar de imagen dramáticamente, era sorprendente lo que un poco de pintura podía hacer. El toque de la puerta me sobresaltó, no, no esperaba a nadie, o más bien, no tenía a nadie. Tomé una gran bocanada de aire, ¿y si se trataba de Freddie? Sacudí la cabeza, no podía ser que siguiera pensando en él. Quité el seguro y sorprendentemente se trataba de él. Arquéo una ceja y sonrió ladeadamente.

—¿Qué haces aquí?— Pregunté tratando de ocultar lo bien que me sentía al saber que nada malo le había pasado.

—Olvidaste tu promesa Puckett.— Dijo manteniendo la sonrisa en su cara.

—¿De qué hablas Benson?— Pregunté confundida, no recordaba haberle prometido nada, parecía más bien una estúpida excusa para ir a verme y no podía negarlo, eso producía un enorme cosquilleo en mi estómago.

—Bonito.— Afirmó adentrándose, ignorando el hecho de que podría haberlo sacado a patadas si lo hubiera querido así.

—No dije que podías pasar.— Le advertí, pero no prestó mayor atención.

—¿Dónde está tú mamá?— Preguntó girando la cabeza.

—Ella... Digamos que vivo sola ¿Bien?— Respondí sin ánimos de dar muchas explicaciones.

—Bien.— Musitó, su expresión sonriente no había desaparecido de su boca, ¿acaso estaba drogado?

—¿Bien?— Repetí confusa.

—Bien.— Dijo una vez más, no pude evitar reír.

—¿De qué promesa hablas?— Le dije. Quité la mano de la perilla y se cerró la puerta. Me acerqué lentamente e inspeccioné con mis dedos el lugar donde le había estrellado la botella.

Prometiste disculparte cada año Sam, hoy se cumple otro año más, creo que no lo has hecho bien.— Dijo como si se lamentara por eso, ¿de verdad esperaba que le creería que había venido por esa razón? Insultaba seriamente mi inteligencia, aparté mi mano de su frente.

—¿Todavía recuerdas eso? Ha pasado tiempo ¿Sabes?— Reí brevemente siguiendo su estúpido juego. Aspiré una gran bocanada de aire y solté un largo suspiro. —Lo siento.— Dije entre dientes.

—¿Perdón? Creo que no escuché bien.— Preguntó suspicazmente.

—¡Lo siento!¿Sí? Lo-sien-to.— Grité enfurecida, nada más indignante que tener que decir 'lo siento'. Arrebató la brocha de mi mano y la llevó a mi nariz manchando la punta, fruncí los labios. Y al contrario de hacerme molestar me causó mucha gracia.

—¡Vas a pagar por eso Benson!— Reí maliciosamente, y vaya que lo haría, yo no mancharía su nariz, lo obligaría a comer pintura.

—Eso quiero verlo.— Sorprendentemente me había retado para momentos después comenzar a huir de mí. Agarré pintura con las manos y se la lancé, él imitó mi gesto. Lo agarré por el cuello de su camisa con una de mis manos, y con la otra embarré toda su cara de pintura blanca, resbaló y cayó sobre mí en el piso, nos miramos largo tiempo a los ojos, era una especie de juego sobre quien aguantaba más y al parecer ninguno de los dos estaba dispuesto a perder. Luego caí en cuenta de lo incómoda que resultaba aquella situación, mi pulso y mi respiración se aceleraron súbitamente, intenté frenéticamente zafarme, pero dejó caer todo su peso sobre mí. Tomó mis brazos y los extendió a lo largo detrás de mi cabeza, me sujetaba con firmeza. Por primera vez tenía miedo, miedo de abalanzarme sobre él sin poder contenerme, miedo de fallarle a Carly, miedo, genuino miedo por no saber de lo que seria capaz si Freddie no se iba de allí en ese preciso momento.

Levántate, no me dejas respirar.— Dije entre dientes y muy en contra de mi voluntad.

¿Miedo?— Sonrió con aire de autosuficiencia.

Otro mal chiste como ese y no la cuentas Benson.— Inesperada e irrealmente había acertado, le mandé una mirada furiosa, se acercó a mi cara, solo un centímetro nos apartaba a uno del otro, si se atrevía a besarme definitivamente no estaba segura de si podría parar. Se rió, y se levantó rodando sobre uno de sus costados y quedando tendido justo a mi lado, me quedé estática boca arriba, él pasó uno de sus dedos sobre mi nariz, no podía resistirlo. ¿Qué demonios me pasaba?

Pareces un fantasma— sonreí brevemente y me rodé para acostarme boca abajo.

Eres la única culpable.— Expresó sonriendo. Dejé caer mi cabeza sobre mis manos. ¿Por qué después de tanto causaba ese efecto en mí? Ningún otro pudo sacármelo de la cabeza. ¿Karma? ¿Qué había hecho tan mal como para no poder olvidarlo? ¿Y si tan solo una vez, tan solo una vez fuera mío? Deslicé una de mis manos sobre su cara, el solo roce con su piel era excitante, ¿y si solo matábamos las ganas y todo acababa? Necesitaba una solución, por más disparatada que sonara.

¿Quieres jugar?— Dijo finalmente rompiendo el silencio.

Ya no tengo edad para juegos estúpidos Frednoob— Musité, aún maquinando ideas.

Probablemente te guste.— Replicó de nuevo con aires de autosuficiencia.

Muy seguramente no tendrás éxito, pero inténtalo— Clavé los dedos dentro de su pequeña herida, los aparté cuando se quejó por el dolor, y esa era la idea, hacerle sentir dolor.

¿Verdad o reto?— Preguntó. ¿Qué se suponía que pretendía con eso?

Reto.— Arqueé las cejas y reí.

Te reto a que comas un poco de pintura.— Señaló la brocha con la que minutos antes pintaba. Me arrodillé y extendí para alcanzarla. La toqué con la punta de la lengua y tragué un poco. Demasiado fácil.

Muy fácil, tú sigues.— Lancé la brocha al fondo, y me senté a su lado descansando la espalda contra la pared.

Verdad.— Dije con simpleza. ¿Por qué no me extrañaba? Era un maldito cobarde después de todo.

Era de esperarse, uhmm ¿Todavía ves clases de ballet?— Dije riendo burlonamente, lucía afligido por lo que le había preguntado.

No.— Respondió al parecer frustrado.

¿Verdad o reto?— Cuestionó de nuevo.

Reto.— Respondí encogiendo los hombros. Frunció el seño, sonrió maliciosamente.

Te reto a que me beses...— Profundizó el tono de su voz. —En la boca, por al menos diez segundos— Completó. ¿Realmente debía hacerlo? 'No solo es el estúpido Freddie de siempre, es el novio de tu mejor amiga' Me repetía con insistencia — Parece que por fin te gané en algo Samantha Puckett. — Dijo alzando la barbilla. Después de todo era un simple juego, pero aún así no estaba dispuesta a perder. Arrugé la frente, solté un gruñido.

No... Me digas...— Le dije mientras me levantaba y me agaché de modo que quedamos frente a frente. Le mandé una mirada furiosa y lo besé, me separé bruscamente, demostrándome a mí—más que a él— que con eso no podría vencerme. .—Samantha— Proseguí aún a centímetros de su boca, me devolví a mi lugar y forzando una pose natural seguí con su estúpido juego. —Tu turno Benson, ¿Verdad o reto?— Dije entre dientes.

Verdad.— Rió. Comenzaba a colmar mi paciencia.

Comienzas a aburrirme, ¿Sigues amando a Carly?— Solté casi inconscientemente, no debí haber preguntado lo obvio, pero si de verdad la amaba, ¿qué demonios hacía allí conmigo?

Siempre la voy a amar, es mi mejor amiga.— Respondió rápidamente como si fuera lo más obvio.

Oye, no te lo pregunté en ese sentido.— Fruncí el ceño, apreté los labios, definitivamente colmaba mi paciencia.

Suerte para la próxima.— Dijo en tono cortante. Quería clavarle un golpe en el estómago justo en ese momento. —¿Verdad o reto?— Continuó.

Reto.— Su semblante de ganador había cambiado, se mostraba sorprendido. ¿De verdad pensaba que me sentaría a tomar una tacita de té con él y contarle las patéticas cosas que me pasaban?

Sam, por favor— Suplicó.

Dije Reto, ¿o no escuchaste?.—Espeté furiosamente, rodé los ojos esquivando su mirada.

Te reto a que me digas por qué volviste.— Preguntó algo vacilante.

Eso no es un reto.— Reclamé poniendo los ojos en blanco.

Decir la verdad en tu caso lo es.— Dijo acusadoramente y de alguna manera estaba en lo cierto.

Bien, volví por Melanie.— Mi voz tembló. No volvía por Melanie, volvía porque estaba muriendo y pronto tendría que traerla conmigo.

¿Cómo que por Melanie? Explícate.— Una expresión de incredulidad se formó en su rostro. Se acercó a mi buscando mi mirada, lo esquivé de nuevo.

Suerte para la próxima. Tú sigues.— Lo aparté tratando de evadir el tema.

Reto.— Dijo luego de resoplar. ¿Había dicho reto? Bien, lo tendría.

Qué temerario Freddie.— Carraspeé pudiendo apenas contener las ganas de reír. —Te reto a que lamas mi pie.— Sonreí, me sonrió de vuelta no sabía lo que le esperaba, llevaba todo el día descalza. Se levantó y colocó frente a mí, alzó uno de mis pies y lamíó el dorso, un estremecedor escalofrío me recorrió, depositó un suave beso luego.

¿Qué haces? ¡La planta de mi pie, no allí!¡Traga la mugre!— Me quejé mandándole una mirada furiosa.

Especifica para la otra Sam.— Respondió con simpleza. Solté un bufido y clavé el pie en su estómago, haciéndolo caer de nalgas.

—Ya me aburrí.— Dije entre dientes.

Por favor— Rogó mirándome como si de verdad lo deseara más que nada en el mundo.

Verdad.— Mascullé. Rodando los ojos, era patético. No, nos sentaríamos a tomar un café y responder cada cosa que preguntara. ¿No lo había comenzado a aceptar?

¿Todavía me amas? ¿De alguna manera? ¿Aunque sea un poco?— Soltó una pregunta tras otra sin hacer pausa alguna. Parecía que el suelo bajo mi había temblado. Me sentía realmente confundida, ¿por qué demonios me preguntaba aquellas cosas? ¿Y por qué no podía solo mentir?

Yo...—Hice el intento de decir que lo odiaba, que no podía respirar el mismo aire que él, que era una basura por hacer lo que hacía. Mordí mis labios casi inconcientemente, los mordí con tal fuerza que el dolor bloqueaba mi mente, y sí, eso era lo que quería.

—Sam... ¿Qué haces? Deja de hacer eso, por favor, solo no lo digas.— Lágrimas enormes brotaban de mis ojos por el dolor que me causaba, pero no le diría lo que quería escuchar, simplemente no me daba la gana.Sam te estás haciendo daño.— Expresó horrorizado, acunó mi rostro entre sus manos, deslizó sus pulgares por mis mejillas. —Ya basta por lo que más quieras.— Suplicó. Me detuve, solté un suspiro, bien, ahora mi boca palpitaba por el dolor.

¡Auch!— Me quejé, cuando él limpiaba mis labios con la parte de abajo de mi camiseta. ¿Podía lucir más adorable? No, definitivamente no. —Solo detengamos esto ¿Si?— Exigí golpeando su mano para apartarla, haló consigo mi camiseta, eso causó un hormigueo en mi estómago.

Está bien, solo una última pregunta.— Suspiró. Accedí, con tal de que eso terminara pronto y se marchara, estaba a punto de volverme loca. —¿Por qué te fuiste por tanto tiempo?— Completó.

Cualquier persona en su sano juicio comprendería que está mejor sin mí Freddie...— Le recordé sus propias palabras, pero parecía que no se daba por aludido. Idiota.

No es verdad, ¿Quién te dió el derecho a pensar que yo estaba mejor sin ti Sam?— Respondió cínica y acusadoramente.

—Yo... Tengo hambre— Me excusé, no podía sentarme a llorar como una niñita por lo que hacía más de tres años había pasado, no lo hice en ese momento, mucho menos después de todo ese tiempo. Me levanté abruptamente ignorándolo. Inesperadamente me haló por uno de mis brazos haciéndome caer de espaldas sobre él, su respiración chocaba contra mi nuca, apreté los ojos. No lo soportaría mucho tiempo, la tensión era grande, me rodeó con sus enormes brazos apretándome protectoramente contra él. Apoyó su mentón sobre mi hombro izquierdo. Cerré los ojos fuertemente una vez más, yo podía más que eso, claro que sí.

—No más de tus excusas baratas, nadie te las compra, ni siquiera yo— Dijo suavemente a mi oído, un hormigueo me recorrió por completo. Volteé, lo miré rápidamente y giré de nuevo. Tragué saliva. Despegó sus brazos de mi abdomen acunó mi barbilla entre sus manos luego de hacerme voltear, mi respiración se agitaba más y más, mi corazón latía tan violentamente que temía que pudiera escucharlo. Se acercó lentamente a mi cara, no apartaba la mirada de mis labios, y de un momento a otro ya se había apoderado de ellos, mis ojos se abrieron como platos. Intentaba meter su lengua dentro de mi boca, me resistí lo más que podía, lo aparté bruscamente intentando levantarme, pero me aprisionó con más fuerza.

Lo mejor es que te vayas.—Le exigí mientras forcejeabamos.

No quiero irme.— Advirtió enfurecido. Irresistible. Así me resultaba, absolutamente irresistible.

No me hagas decirlo Benson.— Mascullé agotando el último recurso, ser amable. Me aprisionó con sus piernas.

¿Qué no quieres que te haga decir? ¿Qué estás loca por completo? ¿Qué eres una egoísta? Oh, espera... ¿Qué nada te importa más que tú misma?— Preguntó furiosamente, su aliento chocaba por la parte anterior de mis orejas, estaba comenzando a descontrolarme.

Freddie... Vete, no quiero hacerte daño, no ésta vez.— Le advertí, mi voz comenzaba a tornarse ronca.

—No.— Respondió cortantemente.

—Por... Favor.— Supliqué. Aflojó el agarre, sus manos cayeron sobre mis piernas. Mi último recurso había funcionado, pero el autocontrol para mí había terminado. —¡Demonios, todo lo haces más díficil!— Reclamé, más que para con él, para conmigo misma. Sacudí la cabeza, lo miré fugazmente y me abalancé sobre él. No lo esperaba seguramente, pero respondió casi al mismo instante en que me apoderé de su boca. Desabroché su camisa rápidamente, nos despegábamos solo para tomar aire, deslizaba mis manos por su abdomen hasta su pecho, metí las manos por sus hombros dejando caer su camisa. Enterré mi cara en su cuello, él en el mío. ¿Qué hay de Carly? Resonaban esas palabras dentro de mi cabeza. Me separé bruscamente y lo miré detenidamente, me armaba de valor para una vez más, dejarlo ir, era por su bien, por el de Carly y por el mío. Pareció que preveía lo que sucedería, por lo que me pegó posesivamente contra su cuerpo. Solté un gruñido cuando de nuevo atrapó mi boca. Me acomodé sobre él a horcajadas, inconscientemente me quité la camiseta. Bajó a mi cuello, luego a mis senos. Comenzó a mordisquearlos lo apreté contra mí fuertemente.

El piso es muy duro.— Dijo con voz ronca entretanto mordía una de sus orejas.

Pareces una niña Freddie.— Le respondí con dificultad. —Aquí está bien.— Regresé a mordisquear una de sus orejas de nuevo.

—¡No!— Me apartó fuertemente, me tomó por los hombros, respiraba entrecortadamente y me miraba de manera furiosa. ¿Qué bicho le había picado? Arrugé la frente. Freddie definitivamente había sido muy osado y lejos de alejarme lo tomaba como un gesto mucho más provocador. Resoplé, rodé los ojos y reí internamente; recordé la vez que intentamos tener una relación y nuestras diferencias la hicieron fracasar. ¿Normales? ¿Anormales? ¿Qué éramos en ese momento? ¿Estabamos retomando las cosas donde las habíamos dejado?¿O simplemente esta vez sería sexo y ya?

Está bien.—Le concedí luego de levantarme de encima de él, me dirigí a mi habitación sabiendo de antemano que se arrastraría detrás de mí, sentí sus pasos muy de cerca, apresuré el paso hasta quedar dentro, estrellé la puerta en su cara, pasé el seguro, recargué la cabeza contra la madera fría. Carly Carly Carly, era lo único que pasaba por mi mente. Pero solo una puerta me separaba de un Freddie loco de deseo por mí. No eramos anormales, ni normales, solo estábamos locos, completamente locos. Retiré el seguro, abrí y me aferré a su cuello, a su boca, lo arrastré conmigo lanzándolo sobre la cama. Me arrodillé cerca de él, sin interrumpir el beso. Desabroché su cinturón y lo halé con fuerza, metí sus manos dentro de su pantalón desabotonándolo y bajé la cremallera. Tembló, me despegué para encontrarme con una expresión de sorpresa dibujada en su cara.

No cambias Benson. ¡Estás aterrado!— Me burlé.

¿Aterrado? Yo no usaría esa palabra— Y ahí estaba retándome una vez más, esa era la versión mejorada de Freddie, sin lugar a dudas, deslizó sus manos hasta posarlas sobre mis glúteos acercándome hacia él, haciendo caer mi vientre sobre su prominente erección. Soltó un gemido. ¿Quería jugar? Pues yo también jugaría, comencé a se deslizarme sobre él, arqueó el cuello, apretó los ojos, gruñía. —¡Ya basta!—Dijo tomándome por las muñecas.

—¡Qué miedo Fredward!— Respondí a su acto imitando una voz estúpida. Tomé una gran bocanada de aire y lo expulsé sobre su cara con fuerza. Tomé sus manos y las llevé a mi espalda deteniéndolas justo sobre el broche de mi sostén. —¿Qué esperas? ¿Una foto para el recuerdo?— Le pregunté furiosamente, porque permanecía estático. Lo desabrochó y cayó por mis hombros y la lancé a algún lugar de la habitación.

Pensándolo bien no estaría mal.— Replicó. Hundí un par de dedos en su frente, hasta hacerla sangrar. Quitó mi mano con brusquedad, atrayéndome hacía él, pasó una de sus manos por mi espalda pegándome aún más a su cuerpo, envolviéndome además en un beso necesitado. Había alcanzado el punto de no retorno, era urgente la necesidad de estar con él. Interrumpí el beso. Me levanté y me coloqué al pie de la cama quitando sus zapatos y calcetines, rodé sus pantalones. Fruncí los labios, me quedé parada sin decir nada, sonreí ante la mueca de impaciencia que se formó en su cara. Si quería algo debía venir por ello, y así lo hizo; se levantó impetuosamente y me rodeó con sus brazos haciendo chocar mi torso desnudo contra el suyo. Liberó una de sus manos, enterró su cara en mi cuello, desabrochó mis shorts de jean, deslizó ahora con sus dos manos la prenda hasta hacerla caer al suelo. Mordisqueba y lamía mis senos, lo que me hizo entremecer. —¿Aterrada?— Dijo suavemente a mi oído. Me hizo temblar la profundidad de su voz. Volvió a mi boca para besarme desenfrenadamente lo empujé contra la cama, la situación era mía empezaría y terminaría cuando yo lo dispusiera, y debía hacérselo saber.

Aterrada no es una palabra que alguna vez logre definirme— Le dije clavando en sus ojos una mirada gélida. Mojé mis labios con mi lengua, comencé besar, morder y lamer cada centímetro de su piel, al menos esa noche él me pertenecía. Introdujé sus manos dentro de sus bóxers, los halé con suavidad primero, luego con rudeza hasta despojarlo de ellos, me lancé sobre él de nuevo sentándome a horcajadas sobre su miembro erecto, soltó un gruñido. —Ahora quiero que te quedes quieto Benson.— Le advertí.

—Sam por favor ¿Qué haces? ¿Quieres volverme loco? ¿Verdad?— Arrugué la frente y le ignoré por completo. ¿Loco? ¿Más de lo que lo estaba yo? Eso ya era simplemente imposible, habíamos roto la barrera que nos mantenía lejos y nada sería igual de nuevo.

—Y en silencio...—Exigí colocando uno de mis dedos sobre su boca para hacerlo callar. Era mi juego, mío, jugaríamos con mis reglas. Lo introduje dentro de mi, un escalofrío estremecedor recorrió mi cuerpo, nuestros gemidos se mezclaban, no, ya no había vuelta atrás. Me arrepentiría por ello, pero no se repetiría, seguramente no, aquello aliviaba la culpa. Minutos después caí desplomada sobre su pecho, cada músculo de mi piel se contrajo provocando un placer indescriptible, su torso desnudo parecía el mejor lugar del mundo. Pero ese lugar no era mío, dentro palpitaba un corazón cuyos latidos no me pertenecían. Cuando al fin me repuse me rodé sobre uno de mis costados y me tumbé sobre la cama, si se atrevía a hablar lo pagaría muy caro. Pero en vez de eso me tomó por sorpresa colocándose encima de mí, besó mi frente, mi nariz y mi boca.

Es mi turno.— Dijo contra mis labios.

¿Uh?— Respondí sin tener muy clara su actitud. Introdujo sus manos por los costados de mis caderas deslizando mi ropa interior, me estremecí con el solo roce de su piel. Dejó caer su peso sobre mí, eso me gustaba mucho más que al principio. Lo observé detenidamente, trazó con su lengua una línea hasta llegar a mis senos, los mordisqueaba y lamía. No era un juego, ya no, y si si lo era ya había perdido, por increíble que pareciera. De nuevo lo sentí dentro de mí con su cabeza enterrada en mi cuello, nuestros gemidos se mezclaban de nuevo, de un momento a otro se detuvo.

¿Qué crees que haces? ¡Sigue! ¡Ya estoy cerca!— Le grité. No hizo lo que le pedía, me sentía entre molesta y divertida por la osadía de Freddie Benson, nada más y nada menos que de Freddie Benson, pero debía esforzarse más para lograr sorprenderme. Clavé mis uñas en su espalda hasta que reaccionó, me embistió con fuerza y desenfreno, hasta sentir dentro de mi vientre una calidez que advertía que Freddie había llegado al límite y yo también lo había alcanzado de nuevo, mi espalda se arqueó involuntariamente. Mordió suavemente uno de mis hombros, se quedó sobre mí ahora mirándome fijamente, besando mi cara por todos lados de manera suave hasta que nuestras respiraciones se nivelaron, deslicé mis manos por su rostro, por su cabello que se colaba entre mis dedos. Lo que había pasado era increíble, pero ya era eso, pasado.

—¡Quítate!— Le grité apartándolo bruscamente. Me rodé sobre uno de mis costados y le dí la espalda.

También te quiero Sam, estuviste genial— Musitó con ironía. Era imperiosa la necesidad de tenerlo cerca, de sentir su calor, de dormir tal vez sobre su pecho, pero no, era imposible.

Cállate, ¡quiero dormir!— Le grité tomando una de las sábanas azules y arropándome hasta el cuello, cerraría los ojos y al despertar el ya no estaría, así debía ser. Sentí la calidez de la piel de sus brazos sobre los míos, solté un suspiro, después de todo, ¿qué era lo peor que podía pasar?


La suavidad de un beso sobre mi mejilla me hizo despertar, apreté fuerte los párpados, deseando tampoco despertar de un mágnifico sueño, ¿o no lo era? Al abrir los ojos la presencia de Freddie junto a mí lo había confirmado, no, no lo había soñado, mis ojos se abrieron como platos, ¿por qué demonios no se había marchado? Quise reclamarle, pero yo era tan culpable de lo que había sucedido, tanto como él, así que me contuve, lo miré detenidamente, miles de cosas pasaban por mi mente. Creí que con eso terminaría todo, ya no me sentiría más peturbada por su presencia, ni sentiría estúpidos celos hacía una de las personas más importantes en mi vida, de Carly, mi mejor amiga y como lo había presentido, me sentía culpable.

—Maldito remordimiento de conciencia— Murmuré más para mi misma que para con Freddie.

¿Qué?— Preguntó, lucía confundido.

¡Qué tienes razón, soy una maldita egoísta!—Espeté furiosa, pero lo hecho, hecho estaba, solo debíamos alejarnos, debía mantener la distancia con él y con suerte Carly no lo notaría.

Sam...— Intentó abrazarme, pero me escurrí.

Eres un completo imbécil.— Le dije clavándole un codazo en el estómago. Me levanté impetuosamente, enrrollándome en la sábana, Freddie también permanecía desnudo, reí internamente, pero la hora de poner las cosas claras había llegado. —Yo no estoy aquí, ni por mí, ni por ti Freddie, no te equivoques lo que pasó no significa nada, no cambia nada, lo nuestro hace mucho tiempo que acabó.— Espeté, me miró arqueando las cejas, pero aparte de eso no hizo más nada. Comencé a buscar con la vista su ropa y luego la recogí de los alrededores de mi habitación lanzándole pieza por pieza, su camisa era lo único que no había encontrado. —Vístete— Exigí, me dirigí al cajón donde guardaba las pijamas y la ropa interior, me coloqué lo primero que estuvo al alcance de mis manos. Lo miré rápidamente para percatarme de que ya se había vestido. —Ya te vas— Le advirtí parándome bajo el umbral de la puerta señalando la salida de mi habitación.

Por favor, no.— Suplicó. ¿Qué más quería de mí? Ya lo había tenido todo, su presencia solo era una tortura. Él quería a mi amiga... o ¿no?

Carly... ¿La amas? y mira que estoy hablando en serio.— Le pregunté firmemente, aunque no tenía caso que lo hiciera.

Después de lo que pasó. No estoy seguro de eso.—Respondió para mi sorpresa, pero como en un principio le había dicho, eso no cambiaría nada.

¡Vete!— Le exigí enloquecidamente, simplemente no podía soportarlo.

Maldita sea Sam, no quiero irme.— Dijo mientras se acercaba a mi, finalmente me acorraló con sus brazos contra el marco de la puerta.

Gibby me contó de ustedes, no lo creí hasta que vaya, lo ví con mis propios ojos, ¿Y yo qué hice aún sabiéndolo? Amanecí desnuda en la misma cama que el novio de mi mejor amiga luego de habernos revolcado como cerdos. Va a odiarme y lo merezco, maldición.— Más que decírselo a Freddie me lo decía a mi misma, la rabia y la culpabilidad eran terribles, golpeé mi cabeza una y otra vez furiosamente con el marco, castigándome de alguna manera por lo que había hecho.

Las cosas no son así.— Me haló por los hombros deteniéndome. —Escucha— Levantó mi mentón. ¿Palabrería? Era lo menos que necesitaba. Salté sobre sus pies furiosamente, él también merecía una cuota del castigo.— Carly y yo no somos novios, es díficil de explicar porque no lo entenderías.— Dijo entre dientes y con dificultad. Carly lo había dicho, ahora él, ¿qué pasaba entre ellos entonces? Ya no importaba, no tenía caso, eventualmente yo me iría de nuevo, lo único que me ataba a Seattle era Melanie, solo ella.

Inténtalo.— Mascullé encogiendo los hombros y tratando de parecer natural.

—Yo... No puedo decírtelo, juré no hacerlo.— Colocó sus manos sobre su nuca y suspiró con frustración. Tensé los labios y lo empujé, me devolví a la cama.

—Está bien Freddie, eso no tiene caso, ya te dije que nada cambiará, olvidalo, olvida lo que te dije, olvida lo que pasó, y sobre todo...Olvídame.— Esquivé su mirada, me senté sobre la cama y abracé mis piernas, dejé caer la cabeza sobre ellas, ¿realmente quería a Freddie lejos? No, lo necesitaba junto a mí y a la vez no, a la vez lo necesitaba a miles de kilómetros. Si Melanie no fuera enfermado, o mejor dicho, no estuviera muriendo; yo no estaría allí lamentandome por mis errores y no es como si la reponsabilizara por lo que pasaba, pero al menos todo habría sido muy diferente.

—No pidas un imposible— Se acercó lentamente, ¿había escuchado bien? ¿No quería alejarse de mí? Reí internamente, vaya que Freddie estaba más loco que yo.

—Como quieras, solo déjame, la soledad es mejor compañera que tú, no me mató antes, no me matará ahora.— Respondí toscamente, conmigo no tendría nada asegurado, lo mejor era que se alejara de mí.

—¿Qué pasa?— Preguntó suavemente tomando asiento a mi lado. Freddie era tierno, era lindo y tierno, era fuerte y tierno, era estúpido y tierno, era un ñoño y tierno, era un imbécil y tierno. Sonreí, después de todo no se sentía tan mal tener a alguien con quien desahogarse de vez en cuando.

—Melanie... Está muriendo.— Suspiré, finalmente lo había dicho y me sentía más aliviada por eso. Me acosté a lo largo de la cama viendo un punto perdido en el techo. Dentro de la habitación solo había silencio, Freddie no opinaba y le agradecía por ello, no quería dar explicaciones, para nada lo quería.

Me estoy orinando.— Dije levantándome. Arrastré los pies hasta el pequeño baño de mi habitación, una vez dentro lancé fuertemente la puerta y la aseguré, era una advertencia para Freddie ya había sido suficiente, debía irse.

¡Sam!— Gritó. Forcejeó un poco.—Sam abre, también necesito el baño.— Dijo tocando encolerizadamente.

En la sala hay otro Benson, ¡no seas idiota!— Espeté. Me quité la ropa rápidamente, abrí la regadera y me metí sin pensarlo mucho, me quedé debajo del agua al menos cinco minutos. Tomé una toalla, hacía un frío terrible. Salí temiendo que Freddie— quien últimamente me retaba prácticamente cada vez que respiraba— no se hubiera marchado. Me vestí de nuevo escogiendo algo cómodo. No se escuchaba ruido alguno, Freddie, finalmente se había ido. Solté un bufido decidida a retomar lo que había comenzado el día anterior. Destapé el cuñete de pintura blanca, preparé el rodillo y la brocha. Tomé el removedor de papel tapiz y una esponja, para removerlo de una de las paredes del pasillo que conducía a los cuartos y al baño. Solo debía retirar la rídicula repisa que había armado Melanie, y que consideraba uno de sus tesoros más preciados. Antes de comenzar, debía retirarla, pero algo salió mal, al intentar bajarla con todo y las fotografías que estaban sobre ella, me tambaleé y caí con todo y repisa al suelo. Grité y me quejé, pero no tenia caso. Me levanté rápidamente dispuesta a arreglarlo, no tenía otra opción. Al caminar varios trozos de cristal roto se incrustaron en las plantas de mis pies. Me sentía realmente molesta por lo que me había pasado. De reojo pude notar que Freddie no se había ido, me miraba con el ceño fruncido.

—¿Qué miras?— Pregunté mandándole una mirada furiosa. —Creí que ya te habías ido.— Suavicé el tono de mi voz, considerando que no era necesario seguir en la misma pelea sin fin, no tenía ánimos, mucho menos tiempo.

Sam, ¿qué haces?— Preguntó acercándose y colocándose a pasos de mí.

Intentaba bajar esto.— Señalé la repisa, la rabia volvió a rugir en mi interior, la había arruinado.— ¡Maldición! Esas fotos eran una especie de cursi tesoro para...

¿Melanie?— Completó la frase, asentí no muy segura de que significaba eso. — Puedo ayudarte si me lo permites.— Se acuclilló y tomó un par de portarretratos.

—¡Es abrumadora la facilidad con la que hago todo mal!— Grité. La repisa de Melanie, mis pies, la amistad de Carly...

—No siempre es así, esto podemos arreglarlo.— Respondió con simpleza dando vuelta a la repisa seriamente golpeada.

—¡Vete, estoy bien!— Le exigí arrebatando las fotografías de sus manos, lo empujé y lo hice caer de nalgas, me miraba con los ojos de par en par, se mostraba confuso, sacudió la cabeza.

—¿De verdad crees que con un par de palabras vas a convencerme? Tus ojos gritan que no lo estás, que necesitas un abrazo, alguien en quien confiar, alguien que...— Traté de ignorar sus palabras, pero estaba en lo cierto. Yo necesitaba a alguien... Yo lo necesitaba a él.

—¡Los ojos no gritan!— Le interrumpí sin mirarle a los ojos.

—¡Sabes lo que quise decir!— Me dijo, me gritó más bien, acusadoramente. —Puedes confiar en mí, no sé que se supone que estás haciendo, si estás redecorando, o tumbando la casa, si no quieres decirme nada, bien, no tendré problema con eso, pero permiteme estar a tu lado ayudándote en lo que sea que estás haciendo.— Dijo ahora más calmado, pero firmemente. Freddie era una persona repugnantemente adorable. Tomé asiento en el suelo, comencé a retirar los vidrios rotos de los marcos de las fotografías tiradas en el piso, mis dedos ya tenían algunos cortes, pero nada de mayor importancia, los apilé uno tras otro hacia uno de mis costados.

—Lo hago por ella.— Le dije con simpleza.

—¿Uh?— Reaccionó sorprendido.

—Ella amaba este lugar, pero también lo odiaba.— Le dije evitando su mirada entretanto recogí la pila de portarretratos que había agolpado a mi lado llevándolos conmigo. Me senté sobre el sillón cubierto de plástico, coloqué las fotografías a mi lado y recargué la cabeza contra el respaldo. Suspiré, cerré los ojos, estaba agotada por todo. ¿Cómo estaría Melanie en ese instante? ¿Como reaccionaría Carly si se enterara de lo que había pasado? Me maldije, me odiaría, sin duda.

—¿Eso es posible?— Replicó, momentos después sentí como tomaba asiento a mi lado.

—Al fin y al cabo es una Puckett.— Reí saliendo de mis pensamientos. Abrí los ojos y lo miré como si fuera lo más obvio.

—Definitivamente es posible.— Asintió sonriendo.

—Decía que esto era lúgubre, tétrico, bizarro, y un montón de palabras más que no tengo ni puta idea de qué significan. Pero que aún así lo amaba, porque aquí crecimos juntas, porque mal que bien, en este lugar nuestra madre trató de ser una madre.— Freddie no dejaba de sonreír estúpidamente, estaba comenzando a molestarme. — ¡No te rías!—Le exigí de manera furiosa, clavé en su pecho desnudo un puñetazo. Cerró los ojos y mordió sus labios, respiraba entrecortadamente, reí, pero no lo notó.

—No me estoy riendo, solo sonrío, porque...— Acunó mi rostro en sus manos.— Puedes ser linda cuando te lo propones.— Completó, clavó su mirada en la mía.

—Te juro que si vuelves a llamarme linda y...— Dije entre dientes, estaba molesta y a la vez no, relajé el semblante, me acerqué a su cara. —Bésame.—Le pedí; sin vacilación se acercó aún más de modo que ya su respiración y la mía se mezclaban, rozó su nariz con la mía.—Espera— Lo detuve. —Bésame...—Tomé una gran bocanada de aire.— Como si me amaras.— Completé. Si, como si me amara, porque no lo hacía; como si me amara, porque no me pertenecía su amor; como si me amara, porque todo eso tendría un final; la certeza de que eso sería así caía sobre mis hombros y la sensación era aplastante.

—¡Sam!— Replicó. Rocé mis labios contra los suyos invitándolo a que se callara e hiciera lo que le había pedido. Apoyé mi frente contra la suya y sin más preámbulos me besó. Segundos después se despegó suavemente, no, no quería darle explicaciones, no eran necesarias, ¿no podía solo hacer lo que le pedía? Yo lo besé de vuelta acallándolo y el correspondió nuevamente.

—Por favor, solo no digas nada— Suspiró, dejé caer mi cabeza sobre su pecho desnudo. Alcancé la fotografía que reposaba de primera en la pila y la apoyé sobre mis piernas. Melanie lucía tan feliz, toqué su silueta en la foto una y otra vez. ¿Que sería de ella? ¿Finalmente moriría y yo no podría hacer nada? Mi corazón dió un vuelco, lo que me sobrevenía era puramente inevitable.

—Sam... ¿Qué pasa con tu hermana?— Preguntó Freddie pasando una de sus manos por mi cabello, realmente no quería hablar de eso. —Entiendo, si no quieres decirlo, solo no lo digas, está bien.— Dijo suavemente, tomé una gran bocanada de aire y suspiré largamente antes de disponerme a hablar.

—Tenía mucho tiempo sin verla, hace un año supimos que tenía una terrible enfermedad.— Le dije. Fruncí los labios y rasqué mi frente tratando de recordar el nombre de lo que tenía. —Leucemia Linflobrástica Aguda.— Proseguí, mi voz tembló. Pude haber dicho simplemente cáncer, maldito cáncer.

—¿No es acaso Linfoblástica?— Me corrigió. Le mandé una mirada furiosa y tensé los labios. ¿Hablaba en serio? Era un estúpido ñoño, le hablaba de lo que sentía y solo se había fijado en el hecho de que había pronunciado mal una palabra.—Sigue Sam, solo no me hagas caso.— Dijo nervioso.

—Bien, eso, ¿si? Hemos agotado todos los recursos—Tragué grueso, de hecho así era, ya a Melanie se le habían practicado todos los tratamientos posibles, era prácticamente nada lo que se podía hacer.— Incluso me extrajeron médula para tranplartarsela— Recordé todo el tiempo que mi espalda estuvo adolorida, pero valió la pena, Mel pudo vivir un poco más y mejor gracias a ello. Me recosté y apoyé mi cabeza sobre las piernas de Freddie la foto cayó sobre mi pecho. De repente la conversación había terminado. Resoplé. —Puede que de verdad sea una persona abrasiva, pero yo...— Mordí mis labios. —La amo Benson, no sé por que te digo esto, honestamente supongo que es porque no tengo a nadie más a quien contarle las patéticas cosas que me pasan.— Sonreí, en ese momento tenía a alguien que si bien no sabía si le importaban mis cosas, al menos las escuchaba, Freddie Benson.

—¿Y Carly?— Preguntó al parecer confundido. ¿Carly? También me preguntaba eso, ¿por qué no estaba ella conmigo en vez de Freddie? ¿Qué había cambiado? ¿Qué nos había alejado al punto de que ni siquiera el teléfono me atendía? Resoplé, la respuesta estaba frente a mis ojos.

—Ha estado rara últimamente— Respondí no muy segura de lo que decía. —Muy rara a decir verdad, no sé que le pasa, he tratado de liberar esto que me ha estado ahogando y no había podido, delante de mi familia solo debo ser fuerte, sonriente, indestructible— Aparté un mechón de cabello que resbaló por mi cara.— Pero necesitaba un respiro.— Sonreí mirándolo a los ojos, gracias a él lo había tenido. —A Carly he intentado decírselo, intenté desahogarme, pero armó una discusión estúpida, solo habla de cosas tontas, es desesperante, ¿sabes? Y creo que tú tienes mucho que ver con eso— Le dije acusadoramente. —Yo sabía lo importante que era para ella la fiesta de Spencer, no quise empañarle ese día de verdad, sentí que me había portado mal con ella por lo que pasó entre tú y yo...— Y una vez más mi subconsciente me había traicionado. Llevé una mano a mi boca, era inútil el reflejo, ya no tenía caso. Arrugé la frente, luego le hice un puchero. Sonrió. —No quería, solo quise contentar a Spencer para ella y no le importó, ¿puedes creerlo?— Encogí los hombros, reí.

—Creo que deberías colocarte algo, ya te has lastimado mucho últimamente.— Dijo tomando una de mis manos, entrelazó sus dedos con los míos.

—Supongo.— Suspiré. Levanté con mi mano libre la foto.—Esta fotografía es su favorita— Sonreí. —Ella armó esa rara colección sobre la repisa.— Continué, no sabía cómo, pero el asunto de la repisa debía arreglarlo. — El tío Carmelo y mi primo Chaz.— Los señalé en la foto y no pude evitar reír al recordar como obligué a Freddie a ingresar jamón con miel dentro de sus pantalones a la cárcel. —Si que son fuertes a pesar de su tamaño— Me señalé a mi misma, y vaya que lo eran ambos me alzaban en lo alto apenas con una mano. —Wow la tía Maggie con mamá— Reí sonoramente. —Sus boobies son falsas— Agregué. —La prima Annie— Le miré riendo pudiendo a duras penas contener las ganas de reír, si, Annie le había tatuado mi cara a Freddie años atrás, tiempos que no volverían, lamentablemente. —Mis primas Judy y Tanya— Parecían rudas, pero en el fondo tenían un gran corazón.Mis primos Garth y mi primo Greg Patillo— Los dos Pucketts más inofensivos, de hecho eran hombres. —J'Mam-maw...

—¿Eh?— Interrumpió.

—Abue mama, Daah— Le saqué la lengua, ¿acaso no era obvio? Mil veces me había escuchado hablar de ella. —Mel...—Suspiré, mi corazón se estrujó.— Wow wow wow mis tres fantásticos— Dije haciendo un gran círculo con mi dedo sobre la foto, y vaya que lo eran, como amaba a aquellos tres adorables locos. —El tío Morris, el tío Buzz y el tío tío Frank— Suspiré. —Este día fue genial, fue en Acción de Gracias, hace seis años, nosotros mismos matamos al pavo— Pobre y delicioso pavo. —Estábamos todos juntos por primera vez, el tío Carmelo era el único que cumplía condena en ese momento, así que decidimos todos ir a compartir con él.— Hice una pausa, probablemente si hubiera en un futuro una reunión familiar, Melanie no estaría en ella.—Siempre hemos sabido lo que tenemos, pero nunca esperamos algún día perderlo, ¿eh?— Sonreí, nada más cercano a la cruda realidad como lo que acababa de decir.

—¿Dónde está ella? ¿Melanie?— Preguntó. Soltó el agarre de mi mano y empezó a deslizar la suya por entre mi cabello.

—Está en Boston, con Pam y mi abuela.— Me detuve y solté un suspiro, ¿por qué no tenía noticias de ellas? Acaso algo malo había pasado?— Estuve con ellas hasta la semana pasada, está terminando lo que dice es su última sesión de quimioterapia.— Espanté esas ideas de mi cabeza, mi deseo era que esa última terapia le ayudara, le diera una esperanza de vida. —Se entregó a la muerte Benson, no quiere seguir, quiere venir a morir aquí.— Luego recordé lo que me había llevado a Seattle, simplemente preparaba su penúltima morada, por no decir la última, la cual sería su tumba. —¡Maldición!—Clavé mi codo en su pierna tratando de drenar la rabia que sentía por eso.

—¡Sam!— Reclamó. Caí en cuenta de lo que había hecho y reí para mis adentros, lo sentía, pero no se lo haría saber.

—Volví a este horrible lugar porque quiero hacerlo más agradable para ella, yo no pensé volver en mucho tiempo, pero definitivamente aprendí algo, no hagas planes, la vida tratará de cambiarlos a como dé lugar.— Reí brevemente. Si nada hubiera pasado justo en ese momento seguiría en Los Ángeles, muy probablemente. —Quisiera que encontrara un motivo para seguir, pero no, no lo he hallado para ella, verás somos tan tercas tanto una como la otra, tan diferentes y parecidas.— Tensé los labios, ya no quería seguir tocando el agobiante tema de la enfermedad de mi hermana. —Estoy agotada, ya no quiero hablar más de esto.— Suspiré.

—Sam yo...— Contrarestó fijando su mirada en la mía.

—Por favor, no necesito tu lástima.— Interrumpí, en efecto lo menos que necesitaba era su compasión. Me levanté impetuosamente deseando golpearlo, le mandé una mirada furiosa.

—Yo no te tengo lástima.— Resopló y parecía sincero.

—Oye, ¡cállate! ¿Si? ¡Solo cállate Freddie!— Le exigí. Recargué mi cabeza sobre el espaldar del sillón.

—Sam...— Dijo Freddie arrodillándose a mi lado. Solté un gruñido, estuve a punto de golpearlo, empuñé la mano, pero impulsivamente la extendí sobre su pecho. Acunó mi cara entre sus grandes manos y me besó de manera urgente. Respondí a su gesto empujándolo haciéndolo desplomarse a lo largo del sofá y dejé caer mi peso sobre él. Deslizó sus manos por debajo de mi espalda, me aventuré a besar y mordisquear su cuello.

—Sam...— Dijo a mi oído. Solté un gruñido, no era tiempo de hablar. Sacó mi cara de su cuello suavemente y me miró fija y directamente a los ojos.

—¿Uh?— No entendía que quería, ¿por qué me había hecho detenerme, si él lo había iniciado todo?

—Bésame...— Respondió. Solté un suspiro y me acerqué a su boca rozando sus labios con los míos. Me apartó de nuevo, ¿qué demonios pasaba con él? —Espera...— Lo miré expectante, ¿de qué se trataba todo eso? — Bésame, como si me amaras.— Sacudí la cabeza, ¿estaba haciendo lo mismo que yo? ¿Qué más daba? Lo besé suavemente, no pude evitar sonreír con mi boca contra la suya. Luego profundicé aún más el beso, el punto de no retorno ya no lo representaba el hecho de que habíamos estado juntos la noche anterior, sino justo ese instante en el que Freddie me había demostrado que le importaba más de lo que creí, bien dicen que obras son amores y él se estaba comportando estúpidamente adorable.


Nos vemos en la tercera y última parte de este especial: Herida Última Parte: Entre El Amor y El Odio

Contestando reviews:

The color blood: ¡Me alegro mucho de que te haya encantado! n.n

Ramon: ¡Son ideas tuyas! Nah, es cierto, si me cambié de nombre. :)

Just seddie and jennette: ¡Me encantó que te haya encantando! ¡En serio me encanta que te encante! :3

Tocino Boliviano 94: Como diría mi amigo el chavo, 'Chanfle' así son las mamás, lo siento : /. ¡Me alegro mucho de que te haya encantando el capítulo anterior! :3