Hola amigos les traigo una nueva historia narrada desde el punto de vista de Freddie, es un triángulo amoroso, es un tema algo gastado, pero yo quería contarlo a mi manera, al parecer a Dan, siendo su historia suya de su propiedad, no le importó e.e así que, ¿por qué a mi si debería importarme? Jajaja. Sé que es algo delicado y díficil de tratar, espero no se salga de mis manos y sobretodo que les llegue a gustar y si ese es el caso pues apoyenme. :D. Sé que los asusté con el "¿CREDDIE O SEDDIE?", soy Seddie, lo saben, pero quien sabe que curso tome esta trama, ¡Solo yo! *Ríe malvadamente*.

Opiniones, sugerencias, críticas, flores, tomatazos y/o amenazas de muerte por reviews xD.

Es corto el capítulo, pero es solo una introducción. Ahora sí me voy, besos, ¡nos leemos pronto! :D

iCarly y sus personajes NO me pertenecen, son originales de Dan Schneider.


Triángulo


—Y bien, ¿qué tal les va señor y señora Benson?— Dijo esbozando una lacónica sonrisa, acto seguido engullía ferozmente un trozo de pizza. Mi corazón dió un vuelco ante sus palabras, habían pasado unos largos tres años desde la última vez que la ví, tres años que, —aunque suene contradictorio— volaron. Sam había cambiado su habitual altivez, parecía por primera vez querer entablar una conversación normal. Minutos antes entraba al apartamento como si fuera su propia casa, interrumpiendo un acalorado beso, su aparición repentina en el umbral, provocó una brusca separación entre Carly y yo, pude notar en su rostro aturdimiento, aunque bien solo pudo haber sido producto de mi imaginación. Cerró la puerta con un golpe seco y arrastró los pies tal vez por inercia hasta el refrigerador.
Mi reacción casi inconsciente fue levantarme de golpe y colocarme al borde del sofá marcando cierta distancia con Carly que permanecía sentada en el, su cara estaba teñida de rojo, jugueteaba con sus manos, lucía avergonzada. Dentro de mi despertaron sensaciones solo equiparables a una montaña rusa, repentinamente me sentía molesto por la falta de buenos modales por parte de Sam. ¿Nunca aprendería a tocar la puerta? Por otro lado sentía culpabilidad, ¿en qué nos habíamos convertido nosotros tres? Luego, inexplicablemente, sentía euforia por verla de nuevo, aunque ella solo parecía darle mucha más importancia a la pizza congelada que llevaba a su boca, que al fuerte, natural y correspondiente abrazo que se supone deberías darle a personas que no ves en mucho tiempo.

No Sam.—Musitó Carly rompiendo el silencio.

—¿No qué?—Masculló Sam con la boca llena.

—No somos el señor y la señora Benson, es decir, ya sabes, no somos novios.— Dijo Carly riendo nerviosamente. Sam arrugó la frente, nos miró escrutadoramente primero a mí, luego a Carly.

—¿Qué tal Los Ángeles?— Dije tratando de aportar naturalidad a la situación incómoda que se había desatado.

—¿Qué tal si te vas a la mierda?— Bramó notablemente fuera de sí, estrelló la caja de pizza contra el ordenador, probablemente al fallar el blanco que consideraba mi cara. Sam a sus veintiún años en ese instante era la exacta adolescente de trece que me odiaba.

—Chicos no empiecen.—Interrumpió Carly levantándose. Bordeó la cocina y levantó la caja y el resto de comida del suelo.

—Me alegró ver...— Sam tensó los labios como conteniendo lo que iba a decir. Resopló. —...Verte Carls, adiós.— Continuó. Sacudió sus manos en su pantalón y rápidamente se perdía por la puerta por la que apenas acababa de entrar. Otro golpe seco aún más fuerte que el primero acompañó su salida.

—Por favor, no digas nada.—Musitó Carly, se mostraba contrariada, sacudió su cabeza, hizo un ademán de despedida y se dispuso a subir por las escaleras.

Una sola palabra definía la situación, frustrante. Salí pesadamente del apartamento de los Shay, al entrar al mío observé a lo lejos a mi madre, quien frenéticamente pesaba en una pequeña balanza todo tipo de vegetales una y otra vez, rodé los ojos ante la escena. Proseguí a mi habitación, solo una ducha de agua helada podría apaciguar el ardor de mi cara. Hacía un mes ese día desde que Carly había regresado de Italia, las cosas sucedieron rápidamente, abrumadoramente rápidas, un roce de labios casual, llevó a repetidos encuentros furtivos que no pasaban de acalorados besos, excepto por una ocasión en la que si no hubiera sido por la irrupción de un inoportuno Gibby en la habitación de Carly, las cosas habrían llegado muy lejos, estaba seguro de eso. Al pensar en situaciones subidas de tono, comencé a divagar, apareció Sam en mi mente, su cuerpo, mis manos deslizándose sobre él, parecía disfrutarlo, apreté fuerte los ojos, juraría haber escuchado sus gemidos. El agua gélida de la regadera me hizo despertar del ensueño. La deseaba. Justo en ese instante estaba parado al final de una calle con una disyuntiva al frente.