ÚLTIMO CAPÍTULO

GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS a todas las personas que habéis leído el fic, que habéis dejado reviews … Gracias por animarme a escribir esta historia que en un principio no contaba con que tuviese más de diez capítulos. Ha sido una experiencia (valga la redundancia jaja) increíble para mí. No me esperaba que tuviese tantas visitas ni me esperaba recibir los comentarios que he recibido, así que MUCHAS GRACIAS.

Os dejo con el último capítulo, espero que esté a la altura y os guste. Como dije en la anterior actualización, no descartó volver a rescatar a alguno de estos personajes para otros fics que escriba.


Apretó con fuerza entre sus manos el anillo que estaba balanceando con su colgante desde hacía un rato y alzó la cabeza hacia la tumba de su madre. Una medio sonrisa se dibujó en su rostro, todo se había terminado, por fin había conseguido hacer justicia y la persona responsable del asesinato de su madre pagaría por ello. Aquello que había dado sentido a su vida durante años había terminado. Se secó las lágrimas y no pudo evitar pensar en lo curioso que era el destino. Aquello que más daño le había causado, el asesinato de su madre, le había llevado a convertirse en policía, lo cual le había hecho conocer a Castle, que le había ayudado a resolver el asesinato de su madre y le hacía feliz cada día junto a la familia que había formado con él. Volvió a sonreír con un tono de melancolía en su rostro, se secó las lágrimas y se agachó junto a la lápida de Johanna Beckett, tras depositar un beso en la lápida con su mano, se levantó y se alejó de allí, rumbo a comisaría.


Castle intentaba alejar a los niños de los botones del ascensor al mismo tiempo que sujetaba con la otra mano un precioso ramo de flores. Era el cumpleaños de Kate y, aunque ya le habían dado una sorpresa aquella mañana llevándole el desayuno a la cama y dándole una tarta de barro y varias manualidades más que habían hecho los niños, Castle quería sorprenderla también en comisaría.

-No alborotéis y sobre todo, no corráis – les advirtió Castle antes de llegar a la plata de homicidios.

Sin embargo en cuanto las puertas del ascensor se abrieron, ambos niños echaron a correr como si la comisaría fuese un gran centro de juegos. Castle se dio por vencido y se dirigió al escritorio de Beckett. Ella estaba sentada rellenando unos papeles. El escritor caminó despacio hasta situarse detrás de ella, haciéndole sombra intencionadamente. Beckett no tardó en darse la vuelta, dispuesta a echarle la bronca a quien fuese que le estuviese tapando la luz, sin embargo al ver a Castle con un ramo de flores no pudo evitar sonreír, al mismo tiempo que su mirada se iluminaba.

-Pensaba que me esperaríais en el restaurante – dijo ella.

-Felicidades, otra vez – dijo él, entregándole el ramo de flores.

Ella cogió el ramo, sin dejar de deslumbrar a Castle con su sonrisa, y lo dejó sobre su escritorio. Castle la acercó hacia él, agarrándola por la cintura y le plantó un beso en los labios, haciendo que Kate se mordiese el labio al separarse.

-¿Estás bien? – le preguntó él.

Castle se había ofrecido a acompañar a Kate aquella mañana al cementerio, pero ella se había negado, era algo que quería hacer sola y él lo comprendía. Después de unos días de juicios, por fin aquel caso estaba cerrado para siempre.

-Estoy bien – dijo ella, sinceramente.

El escritor la miró, orgulloso de ella, admirando su fortaleza.

-¿Y los niños? – preguntó ella.

Castle alzó las manos, al mismo tiempo que miraba a su alrededor.

-¿Se han escapado otra vez? – preguntó Kate, pues aquello era algo habitual en Jaime y Johanna cada vez que pisaban la comisaría.

-No lo he podido evitar – se excusó él.


Mientras tanto, Johanna y Jaime corrían por la comisaría. Johanna casi tropieza con aquel estúpido vestido que le había puesto su padre, alegando que iban a comer a un restaurante y tenían que ir elegantes. Jaime, que corría delante de ella, giró a la izquierda, dirigiéndose hacia las jaulas, así era como ellos llamaban a las pequeñas celdas que había en la comisaría para encerrar a los culpables hasta que no eran trasladados a prisión.

Jaime y Johanna detuvieron su paso al llegar allí y comprobaron que ambas jaulas estaban vacías. Johanna alzó su brazo, intentando abrir la puerta, pero estaba demasiado alta para ella, así que Jaime la cogió en brazos, alzándola lo suficiente para que llegase y entre los dos la abrieron.

-Yo soy el asesino y tú eres la policía – le dijo Jaime, entrando dentro y cerrando la puerta tras él.

-Vale – dijo Johanna, agarrándose a las verjas de la jaula.

-Me tienes que interrogar – le dijo Jaime desde dentro.

-¿A quién has matado? – le preguntó Johanna, cruzándose de brazos y torciendo el labio, intentando meterse en el papel.

-He matado a un chico, pero era malo, así que me tienes que sacar de aquí – le contestó Jaime, continuando el juego.

-Vale, eres libre – le dijo Johanna, intentando abrir la puerta de nuevo.

-Te ayudo – le dijo Jaime, viendo que su hermana no podía.

Sin embargo, cuando empujó la puerta se dio cuenta de que no abría. Iban a necesitar la llave para abrirla.

-Oh oh – dijo Johanna, tapándose la boca con ambas manos. Se habían metido en un lío.

Jaime miró a su alrededor buscando algo con lo que poder abrir la puerta, pero obviamente no había nada, sin la llave no podrían hacer nada.

-Busca a mamá para que me abra, necesitamos la llave.

-Pero nos van a reñir – protestó Johanna.

-No – contestó Jaime – porque les decimos que se cerró sin querer.

Johanna pareció quedar convencida con la explicación de su hermano, así que salió corriendo en busca de su madre. Sin embargo alguien la detuvo en mitad de su búsqueda, era la Capitana Gates.

-Hola pequeña – le dijo Gates, inclinándose hacia ella.

-Hola – contestó Johanna tímidamente, sonriéndole. No podía contarle a ella que su hermano estaba encerrado.

-¿Qué haces sola por la comisaría? – le preguntó Gates, intentando mostrar su lado dulce.

-Estaba buscando a mi mamá – le contestó Johanna.

Gates se giró hacia el escritorio de Beckett, sin embargo allí no había nadie.

-Y seguro que ella también te está buscando a ti – le dijo a la niña – ¿Quieres unos caramelos?

Johanna asintió con una sonrisa. Sus padres le habían advertido que no debía aceptar caramelos de desconocidos, pero al fin y al cabo, la Capitana Gates no era desconocida, ni tampoco era mala, a pesar de lo que su padre decía alguna vez de ella, ganándose codazos por parte de su madre. Así que Johanna agarró la mano que Gates le ofrecía y la siguió a su despacho, olvidándose de que su hermano estaba encerrado.


Minutos más tarde, Jaime seguía esperando a que sus padres apareciesen para sacarle de allí. Escuchó unas voces cerca y las reconoció en el acto.

-¡Tío Espo, tío Ryan! – Gritó, esperando que le oyesen - ¡Ayuda!

Espo y Ryan no tardaron en aparecer corriendo, tras escuchar los gritos.

-¡¿Colega, qué haces ahí encerrado?! – preguntó Esposito al ver a Jaime dentro de la jaula. Ryan buscó la llave en su bolsillo trasero y comenzó a abrir la puerta.

-Se ha cerrado sin querer – contestó él.

-¿Sin querer eh? – le dijo Espo - ¿Y dónde están tus padres?

-Johi ha ido a buscarlos – dijo Jaime, ya fuera de la celda, al mismo tiempo que chocaba con Ryan y Espo sus manos, haciendo su saludo.


-¿Están? – le preguntó Kate.

-No – contestó Castle.

-Quizás están en el baño – dijo Kate, dirigiéndose hacia allí.

Castle entró tras ella y sin darle tiempo a reaccionar la empujó contra la puerta, cerrándola tras ellos y comenzó a besarla. Ella comenzó a seguirle el beso, pero lo frenó de repente.

-Castle, estábamos buscando a nuestros hijos.

-Lo sé, pero llevo queriendo hacer esto desde esta mañana. Y los niños no me han dejado porque querían despertarte ellos – se excusó Castle.

Ella le miró a los ojos, se mordió el labio y le agarró por el cuello, dándole otro beso.

-Pero – dijo, cuando ambos se separaron a falta de aire – estaremos a solas esta noche Castle.

-No sé si podré aguantar hasta entonces – dijo él, intentando acercarse a sus labios de nuevo, pero ella le paró.

-Pues inténtalo. Este no es el lugar ni el momento – le dijo ella, separándose de él y acercándose al espejo a ponerse bien el pelo.

Castle puso cara de fastidio e intentó recomponerse también él, metiéndose la camisa que Kate le había sacado de dentro del pantalón.


Cuando salieron del baño unos minutos después, se acercaron al escritorio de Beckett por si los niños habían ido allí mientras tanto y aunque no estaban allí, vieron cómo Jaime se acercaba, con Esposito y Ryan. El niño llevaba al cuello la placa de Espo.

-Mamá – dijo Jaime, corriendo hacia ella para darle un abrazo.

-Cariño, ¿dónde estabas? – le preguntó ella, dándole un beso y pasándole una mano por el pelo, peinándolo.

-Estaba con nosotros – contestó Ryan, cubriendo así a Jaime.

-¿Y dónde está Johi? – preguntó Kate.

Jaime, Ryan y Esposito se encogieron de hombros al mismo tiempo.


-¿Este es tu marido? – preguntó Johanna mientras masticaba un caramelo que Gates le había dado y señalando una de las fotos del despacho.

-Oh, no, santo Dios – dijo Gates, riendo – Ese es el presidente de los Estados Unidos.

-Ah – contestó Johanna – ¿y esta quién es? – preguntó de nuevo, señalando una foto que Gates tenía sobre la mesa, al lado de unos archivos.

-Es una sospechosa.

-¿Ha matado a alguien? – preguntó Johanna.

Gates se sorprendió por el desparpajo de la pequeña, sin duda había adquirido los dotes de su madre como interrogadora.

-Creo que tus padres te están esperando – le dijo, viendo a sus detectives junto con Castle y su hijo al lado del escritorio de Beckett.

Al salir del despacho, Johanna se soltó de la mano de Gates y corrió hacia sus padres.

-Mamá.

-Cariño pero qué guapa estás – le dijo Kate, cogiendo a Johanna al tiempo que ésta saltó a sus brazos.

-Creí haberles advertido sobre los niños corriendo por la comisaría – dijo Gates, acercándose a ellos en tono serio.

-Lo siento – dijo Castle, excusándose – ha sido culpa mía, no he podido detenerlos y…

-Tiene una familia estupenda Detective – dijo ella, cortando a Castle y dirigiéndose a Beckett con una sonrisa.

-Gracias señor – dijo Beckett, orgullosa de su familia.

-Gracias – dijo Castle tímidamente, ganándose las burlas de Ryan y Espo.

-Tómese el resto del día libre – añadió Gates antes de volver a su despacho.

Jaime y Johanna tiraron de sus padres hasta el ascensor.


7 años después…

-Pásatelo muy bien, ¿vale? – le dijo Beckett, posando sus manos sobre los hombros de su hijo.

-Descuida mamá – le dijo él, sonriendo.

Kate arrimó sus labios a la mejilla de su hijo para darle un beso, rozando así con los pelos que comenzaban a crecer en la barbilla de Jaime. Tras darle un beso, Castle se arrimó a su hijo y le dio un abrazo, dándole unas palmadas en la espalda.

-Suerte y recuerda lo que te dije – le dijo, guiñándole un ojo.

Beckett rodó los ojos, imaginando que Castle había estado hablando antes con Jaime sobre cómo tratar a aquella chica.

-Adiós – se despidió Jaime antes de salir por la puerta.

-Adiós – dijeron Castle y Kate al unísono.

Ambos se quedaron ante la puerta, abrazados, pensando en cómo había pasado el tiempo. Jaime, que ya tenía quince años, acaba de marcharse a buscar a su novia para asistir al baile de fin de curso.

-Crecen demasiado deprisa – dijo Castle.

Kate asintió, todavía apoyada sobre el hombro del escritor.

-Sois vosotros que os hacéis viejos – dijo Johanna bromeando, posicionándose al lado de su madre.

-¿Viejos? – dijo Castle, haciéndose el ofendido.

-Vamos papá, hace tiempo que tienes varias canas – dijo, al mismo tiempo que Kate asentía, dándole la razón.

Castle se acercó a ella e hizo como que le tiraba de la coleta que Johanna llevaba en ese momento. Seguía teniendo el mismo pelo que su madre.

-No tendré doce años eternamente – dijo ella.

-No me recuerdes que ya tienes doce años.

Los tres se dieron la vuelta al escuchar aquel ruido que intentaba parecerse al de un avión.

-¡Mamá! – gritó Alexander, dirigiéndose hacia Kate con los brazos abiertos.

-Ven aquí mi amor – dijo ella, cogiendo en brazos a su hijo más pequeño.

-¿Jugamos a policías y ladrones? – preguntó el pequeño, dirigiéndose a Johanna.

Kate bajó a su hijo pequeño de los brazos y este corrió escaleras arriba, seguido de Johanna.

-Menos mal que Alex nos mantiene jóvenes – dijo el escritor, volviendo a agarrar a Kate por la cintura.

-Mantén ese pensamiento cuando Alexis dé a luz

-¡No lo dig – dijo el escritor, demasiado tarde y poniendo cara de fastidio.

-No te mantendrás así eternamente, nada es para siempre – dijo Kate, rodeando a Castle con sus brazos.

-Nosotros somos para siempre – dijo él, al mismo tiempo que eliminaba la poca distancia que quedaba entre ellos y le daba un beso.

-Siempre.

FIN


Aclaración de las edades al final del fic (Jaime 15, Johanna 12, Alexander 4)

En la actualización anterior dije que con dos hijos estaban bien, pero…. Jajajajja ¿quién dijo que tres eran multitud?

He empezado una nueva historia, diferente a esta "Solo Importas Tú", que la podéis encontrar clicando en mi perfil si la queréis seguir.

Gracias again por leer Nuevas Experiencias :)