He escrito este fic (no me refiero solo al primer capítulo, sino entero) imaginándome cómo sería la serie si Castle y Beckett tuviesen un niño (cosa que espero que pase en la serie de aquí a unas temporadas) y sinceramente, creo que no sería tan malo como algunas personas piensan. No tiene porqué cambiar la esencia de la serie. Espero que os guste el capítulo. Espero comentarios! Gracias :)

La detective Beckett salió del despacho de su jefa. Todavía estaba algo pálida. Se acercó a su escritorio y recogió su abrigo del respaldo de la silla. Castle le sostenía el bolso del trabajo en el que, minutos antes, a pesar de que Castle se opusiera, la detective había metido varios informes que tenía que terminar de rellenar.

-¿Se lo ha creído? – preguntó el escritor. Ella asintió.

Entraron en el ascensor y Beckett se apoyó en un lateral.

-Le he dicho que tengo fiebre. Me ha dado dos días libres.

Ninguno de los dos dijo nada durante los próximos segundos, hasta que ella añadió:

-Aunque mi cara ha ayudado bastante a que se crea que estoy enferma.

-Sólo estás un poco pálida – Ella le miró con el ceño fruncido, desaprobando su comentario.

Pasaron todo el trayecto en coche de camino al loft de Castle en silencio. Ella no tenía ganas de hablar y él no se atrevía a decir nada.

Cuando llegaron al loft, ella fue directa al dormitorio.

-Me voy a acostar un rato, así luego podré terminar los informes.

-Deberías descansar.

-Castle, voy a descansar ahora y luego acabaré los informes – dijo ella, zanjando la conversación mientras se metía en la cama.

-Está bien. Espera – dijo, bajando las persianas, dejando así la habitación a oscuras – así estarás más cómoda.

El escritor cerró la puerta y la dejó descansando. Él también estaba agotado. Entendía que los cambios de humor en Kate eran algo normal en su estado, por eso intentaba llenarse de paciencia y ser todo lo amale que podía ser. Se tumbó en el sofá y se quedó dormido.

Cuando se despertó, ya era la hora de cenar. Observó que el loft estaba en silencio, Kate no se había levantado todavía. Fue al dormitorio, pues tal vez ella estaba despierta y necesitaba algo. Pero la detective seguía durmiendo. El escritor se quedó unos segundos en el marco de la puerta, escuchando ese ruidito que hacía cuando dormía. Casi llegaba a ser un ronquido, pero era más suave. A él le encantaba escucharlo. Muchas noches se había ido a dormir mientras ella seguía trabajando en la comisaría y cuando él se había despertado en mitad de la noche, había escuchado aquel ruido procedente de su musa. Ese ruido que le tranquilizaba. Porque Kate estaba a salvo, durmiendo plácidamente a su lado.

Fue a la cocina a preparar la cena. Cuando terminó volvió al dormitorio. Kate se acababa de despertar, estaba incorporada en la cama, con las manos agarrándose las rodillas y su cabeza apoyada en estas.

-¿Cómo te encuentras? – le preguntó el escritor.

-Mejor – dijo ella, alzando la cabeza hacia Rick y esbozando una pequeña sonrisa.

-Genial – dijo él – porque te he preparado una lasaña de muerte. Con esa bechamel que tanto te gusta…

Antes de que Castle pudiese terminar la frase, Kate se levantó corriendo y se dirigió al cuarto de baño. Se inclinó sobre la taza del váter y comenzó a vomitar. Castle se apresuró a ir tras ella, se agachó a su lado y le sostuvo el pelo a un lado mientras le acariciaba en la espalda con la otra mano.

Cuando Beckett se recompuso, volvió al dormitorio y se sentó al borde de la cama, con la cabeza entre las piernas.

-¿Te encuentras mejor? – dijo él, con miedo a su respuesta.

-¡Sí! Es solo…. Si dejaras de hablarme de comida – le gritó, enfadada.

-Está bien. Te dejaré a solas – dijo él, cerrando la puerta al abandonar la habitación.

Beckett comenzó a sentirse mal por hablarle así al escritor. Al fin y al cabo, él no tenía la culpa.

Salió del dormitorio. Castle estaba sentado en el sofá, de brazos cruzados. Ella se sentó a su lado y apoyó la cabeza en el hombro de él.

-Lo siento – le dijo – He pagado mis cambios de humor contigo durante todo el día cuando tú solo intentabas ayudar y estar a mi lado.

-No sé lo que te están haciendo ahí dentro las hormonas – dijo el escritor – pero me esperan unos siete meses muy duros.

Beckett giró la cabeza hacia el escritor, esbozando una sonrisa.

-Intentaré controlarme.

Castle acercó la cara a la de Kate y le dio un prolongado beso.

-Bueno, ¿probamos esa lasaña?

-¿Seguro? ¿Te encuentras mejor?

Ella le silenció con otro beso.