Disclaimer: Beyblade no me pertenece, es de Takao Aoki, por lo que sus personajes, aunque geniales, no son mi invención.

Advertencias: en este primer capítulo no habrá ninguna, pero lo advierto, en el futuro habrá varias jeje n.n'

Extras: Aclararé en cada capítulo el año, principalmente, en el que transcurre, debido a que está basada en el anime y quiero que se entrelace con él, como si ocurriera paralelamente. Aunque sinceramente no recuerdo exactamente cada episodio del anime, pero haré mi mejor intento para recordar y les pido de antemano disculpas por algún error cronológico o algo por el estilo que puedan encontrar.

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Prólogo

Centro de entrenamiento y laboratorios BioVolt (Abadía),

Moscú, Rusia

1997

Caminaba con la cabeza gacha por los largos pasillos, sentía el cuerpo cansado y los párpados le pesaban. Desde hacía un par de horas que lo habían tenido entrenando duramente, pues decían que debía de mejorar mucho más y que se había relajado por ser el mejor del "Ala norte", por esas razones era que habían sido el doble de duros con él esa vez. Ahora apenas sí podía caminar apoyándose en las paredes. Para su suerte, su cuarto estaba a sólo una curva más.

Finalmente, después de un trayecto que se le hizo eterno, logró dar con la puerta de su habitación. Con cierta dificultad logró despegarse de la pared donde estaba apoyado y girar el pomo, con un ruido que hacía denotar la falta de aceite. En cuando entró se tendió sobre su cama puesto que, a un metro de la misma, había otra cama con una maleta encima.

Se mantuvo unos segundos boca abajo y elevó la cabeza para toparse con la desgarradora imagen de la pequeña maleta. Hacía dos días que se le había comunicado que su compañero de habitación se marcharía, pero sólo hacía una hora que lo había asimilado. Se quedaría solo otra vez, como antes de que él llegara con su altanería y su mirada de "soy superior a todos ustedes, gusanos", o quizá a él le había parecido que era así. Recordaba que cuando lo conoció mejor se hizo su gran amigo y el solo hecho de pensar que ya no estaría más con él le entristecía por sobremanera.

Cuando logró sentarse en la cama contempló de nuevo la maleta y sintió fuertes deseos de llorar. Lo único en lo que pensaba era en los ruidos que le aterraban en la noche, en los castigos casi brutales que iba a sufrir y en la soledad. Nuevamente, no sólo comenzaba a extrañar a su compañero de cuarto, sino a sus padres. Sin embargo, antes de que una lágrima revoltosa resbalara por su mejilla, la puerta se abrió con el mismo estruendo que cuando él entró.

—Yuriy —dijo el recién llegado.

—Kai —fue lo que le contestó, sin moverse de su lugar.

Kai avanzó, cerrando la puerta detrás de sí, y se sentó en su cama, dándole la espalda a su compañero de cuarto. Abrió la maleta y se quitó un relicario que había comprado hacía un par de minutos. Lo miró por última vez y lo introdujo en la maleta.

Dentro del dije de tan preciado accesorio había una foto donde aparecían tres personas, además de él mismo, a quienes conocía muy bien y a quienes había aprendido a querer como amigos. Entre esos tres niños estaba su mismo compañero de habitación y otros dos, Bryan y Sergei. Le había costado horrores e incluso minutos de humillación hacer que les tomaran una foto y obtener un relicario para llevarla consigo. Pues si había algo que no quería olvidar de esa horrible abadía era a los amigos que había hecho allí.

—Te vas mañana, ¿verdad? —dijo el niño pelirrojo que aún estaba sentado en su cama. Como respuesta recibió un movimiento de cabeza, mas Kai no volteó ni le miró. —Supongo que me quedaré solo… de nuevo.

El otro niño ahora sí se volteó y le miró. Yuriy había bajado la vista y contemplaba el suelo. Tenía los puños cerrados, parecía realmente triste, pero no por ello iba a dejar que lo vieran llorar. Luchaba consigo mismo para no dejar salir esas lágrimas que sólo le avergonzaban.

—No te quedarás solo —le dijo Kai poniéndose de pie y sentándose en la cama del pelirrojo. —Todavía estarán Bryan y Sergei… y quizá Ivan, si es que ese inútil todavía nos sigue hablando.

—Pero ellos no comparten habitación conmigo —le dijo mirándolo con los ojos vidriosos.

—Lo siento… Yuriy —comentó bajando la mirada.

— ¿Ah? —el niño le miró extrañado, nunca le había escuchado disculparse, jamás en lo que llevaba de conocerlo. Eso lo desconcertó, pero entonces entendió que sólo había puesto triste a su mejor amigo. —Kai, no… no te disculpes…

El ruso-japonés elevó la mirada, haciendo que se encontrara con la de su mejor amigo. Aunque el niño ruso tenía los ojos vidriosos, una sonrisa sutil se dibujó en sus labios, lo que hizo que Kai también sonriera levemente. Pese a ello, también notó el cansancio en el cuerpo de su amigo. Debido a ello le tocó el hombro con suavidad, como solía hacer siempre para molestarlo después de un duro entrenamiento por parte de Boris o por órdenes de éste. Y, como siempre pasaba, Yuriy se quejaba y miraba con bronca a su compañero por el dolor que le causó.

Kai le sonrió con superioridad y elevó la cabeza, sintiéndose por sobre él. Aunque los dos sabían que era un simple juego, el pelirrojo siempre se molestaba y le insultaba. No obstante en esta ocasión no lo hizo, no tenía ganas de insultar a su compañero el último día que lo vería. Por eso fue que sólo se recostó en la cama boca arriba, desde allí veía la silueta de Kai, quien, desde ese ángulo, sí parecía superior a él.

Los dos permanecieron callados por unos instantes, mirando a la nada. Nada más tenían los ojos abiertos, pero no deseaban contemplar algo. Por un lado estaban tristes y por el otro felices; tristes porque no se volverían a ver, pero felices de que al menos uno de ellos se pueda largar de ese infierno.

—Supongo que debes estar feliz de largarte de este infierno —comentó el pelirrojo, dejando traslucir sus pensamientos.

—Sí, lo estoy —le respondió Kai bajando la mirada y finalmente viendo a Yuriy. La tristeza se le notaba con sólo observar detenidamente sus pupilas rojizas.

— ¿Qué pasa? —le preguntó Yuriy sentándose.

—Me gustaría que todos pudieran venir conmigo… o al menos tú —contestó el niño sin darse cuenta de los sentimientos que sentía por su compañero de cuarto. Sólo era un niño incapaz de conocer perfectamente sus sentimientos y pensamientos, por lo que la inocencia con que decía esas palabras era tomada de igual manera por su amigo.

—Yo también querría salir de este lugar.

De nuevo un silencio les atacó. Por la mente del pequeño Yuriy pasó la imagen de una familia feliz, la viva imagen de él, su madre y su padre. Si tan sólo hubiera logrado escapar antes y encontrarse con ellos, o si tan sólo ellos le encontraran, él estaría fuera en cuestión de minutos. Además, ese sería el boleto de salido de todos allí. Con ese pensamiento, logró ver a su amigo con una chispa de esperanza asomando por sus ojos.

—Kai, ¿me harías un favor? —dijo de repente.

—Claro, ¿qué es? —preguntó el otro, algo sorprendido.

—Cuando estés afuera… ¿podrías buscar a mis padres? —dijo con la ilusión pendiendo de sus labios.

— ¿Buscar… a tus… padres? —repitió desconcertado el niño, pero su amigo le correspondió con una sonrisa como nunca antes había esbozado.

—Sí, ellos me sacarán de aquí, podrían sacar a Sergei y a Bryan o adoptarlos a los tres —siguió diciendo como un gran sueño. En sus ojos se dibujaba la esperanza, incluso sus pupilas parecían resplandecer.

— ¿A los tres? —preguntó inquieto Kai.

—Sí, a ti, a Sergei y a Bryan, pero si quieres incluyo a Ivan; ¡seríamos hermanos! —comentó casi saltando en la cama, pero un dolor muy fuerte en sus brazos y piernas le impidió impulsarse con ellos. —Sería perfecto Kai, seríamos amigos y hermanos y nos alejaríamos de este infierno de abadía.

A cualquiera le hubiera parecido descabellada la idea, una idea tan absurda como estúpida, pero no a ellos. Las sonrisas en sus rostros sólo denotaban la inocencia que en ellos existía. Ajenos a las posibilidades de que los padres de Yuriy no pudieran siquiera mantener a un niño y menos a cuatro menos cinco; al hecho de que Kai todavía estaba bajo la custodia y guarda de su abuelo, Volteire, por lo que no podrían adoptarlo. Pero por sus mentes sólo pasó la posibilidad de hacer realidad esos sueños y salvarse todos juntos, buscando no dejar a alguien atrás. Estaban felices con sólo pensar en un futuro mejor que el presente.

— ¿Y bien, Kai? ¿Qué dices? —preguntó con entusiasmo y extendiendo su mano.

—Yuriy, prometo que encontraré a tus padres —contestó él tomando la mano de su amigo. Ambos entrelazaron sus brazos en un saludo que podía significar tanto un juramento, para los "abades" y "monjes", como una promesa, para los niños.

Así fue como al día siguiente Kai salió de la abadía cargando con la promesa que le hizo a su amigo, pero que en un tiempo, al igual que el resto de sus recuerdos de la abadía, olvidaría.

Lo único que permanecería casi intacto en su mente y en sus recuerdos sería esa foto. La foto con él y esos otros tres niños que se le hacían muy familiares pero que era incapaz de colocar en un lugar específico. Y es que se le haría imposible poder ubicarlos allí, en Japón, pues ellos estaban lejos, en Rusia. Lejos, pero recordándolo con la vaga sensación de que alguna vez alguien durmió en esa cama o que alguien les venció en un combate; o como el niño que robaba pan y carne para ellos; o como una simple leyenda: el nieto de Voltaire, el dueño de un beyblade muy poderoso llamado Dranzer, Kai Hiwatari.

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Nota final: Bueno así, tan dramáticamente, termina el prólogo de esta "pequeña" historia que promete muchos flash back no jutsus! Digo, recuerdos de escenas que pasaron en la vida de los personajes. Igualmente, acepto críticas –constructivas–, comentarios –halagadores si los hay o negativos, que ojalá que no hayan–, sugerencias –intentaré utilizarlas– y cualquier cosa que consideren debo saber.