GUESS WHO'S STILL ALIVE? :D HAhaha... ha... ha...
okay, aquí las excusas:
1.- tiempo de exámenes.
2.-capitulo excesivamente complicado de escribir
3.- Mi Beta se había ido a México (Para quien no sabe, somos chilenas) por un torneo de debate en el cual sacó el segundo lugar :D Sí, ya todas sabían, ella es la más bacan XDD y eso, básicamente, me imposibilitaba para entregar el capitulo ya que, aunque lo tengo terminado hace más de un mes, Ayleen no había podido betearlo y lo hizo hoy... en clases 3
Un millón de disculpas a quienes pensaron que no lo iba a continuar. No se preocupen, no voy a dejarlo ;)
También aprovecho de aclarar que este capitulo era originalmente el doble, lo corté porque era un capitulo demasiado largo y lleno de detalles y... no creo que se den el trabajo de leer algo taaan largo. Eso, Disfruten el cap ;)
V
Cerró los ojos, sintiendo en sus labios la presión que esperaba. Sus manos recorrían temblorosas y con una suavidad inusual en él el rostro del moreno. Éste tenía su cuerpo pegado al suyo y sus manos tomando con fuerza su chaqueta.
Sus labios se movían en sincronía, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo totalmente feliz, completo… y totalmente enamorado. Se separaron, abrazándose con fuerza, faltaba poco.
—Te quiero—susurró, ninguno supo quien fue, pero no tuvieron tiempo para pensarlo.
Con el sonido de unos pasos acercándose, supieron que debían separarse nuevamente.
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Apenas puso un pie fuera del barco quiso regresar a Inglaterra. Habían llegado a Francia hace dos horas y los habían instalado en una base bastante rudimentaria. Miró su carpa, la cual sería su hogar hasta que lo mandaran al frente. Suspiró pesadamente, dejando el bolso en lo que sería su cama.
—… ¿Todo bien, conejo?—dio media vuelta, mirando al pelirrojo que acababa de entrar.
—Sí, ¿dónde está Scott?—Preguntó a Bryan, el mayor de los gemelos Kirkland.
—No lo sé, probablemente por ahí con William—se sentó en la cama, pateando lejos el bolso de Arthur, quien frunció el ceño—… tú sabes por qué te trajimos aquí, ¿verdad?— Arthur pudo ver el brillo cristalino en sus ojos. Tragó sonoramente, tratando de no llorar también.
—Porque Ryan murió.
—Y porque Ryan murió los jodidos estúpidos de nuestros superiores quisieron reclutar a alguien más para el batallón, y como huelen la carne fresca a kilómetros decidieron revisar el expediente familiar y ¿qué encontraron? A un quinto hermano Kirkland, por lo que…
—Me reclutaron—finalizó, sintiendo la rabia que emanaba de todos los poros de su hermano mayor. En realidad todos sus hermanos emanaban impotencia cuando lo veían. Sabía que si fuera por ellos él no estaría aquí, lo querían en casa, lejos de campo de batalla.
—Sí, decidieron reclutar a un conejo—asintió un par de veces antes de respirar profundo— Como sea, trata de mantenerte lo más bajo perfil posible, si destacas por algo te mandan a otra base, y si destacas por las razones equivocadas vas directo al frente—Lo miró un segundo, antes de seguir hablando— La cosa aquí es que te queremos pegado peor que lapa a William, Scott o a mí, ¿Comprendes?
—Sí—El mayor hizo otro gesto de afirmación, fue entonces cuando Arthur notó que algo faltaba. Era la primera vez que hablaba con su hermano luego de dos años de no verse… y algo no estaba bien. —Bryan—le llamó, haciendo que el otro le mirara interrogante. Se acercó a él y tocó la comisura de sus labios, tirándolas hacia arriba—… sonríe.
Bryan lo miró como si estuviera loco, pero cuando vio la intensidad de la mirada del más pequeño de sus hermanos lo hizo de manera brillante, cálida. Él, que siempre iba sonriendo había perdido esa capacidad con la vida de Ryan, pero ahora sin decirlo Arthur le pidió consuelo y le sonrió, como pocas veces podías ver al rubio sonreír.
Y, probablemente, él también necesitaba el consuelo de saber que no había olvidado cómo hacerlo.
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Escuchó unos salvajes golpes en la puerta. Si no estuviera tan seguro de quién era el que golpeaba, hubiera apostado que era una especie de Troll que quería derriba su puerta. Sin moverse de su cómoda posición en el sillón gritó "¡Adelante!", viendo a los segundos entrar a Densen en la sala con pasos de elefante y unas bolsas en las manos.
—Hola, Al— saludó el danés, sentándose a su lado.
— ¡Hi, Dude! ¿Qué traes?— preguntó, quitándole su carga y revisándola inmediatamente. En el interior se encontró con golosinas, un pijama, ropa y utensilios personales. Alzó una ceja divertido, mirando inquisitivamente los ojos culposos del más alto— ¿Tu mamá te echó de casa otra vez?
—Yep.
—… Y ¿te vienes a vivir acá?
—Ahá.
— ¿Tienes dinero?
—Afirmativo.
—Bienvenido a mi palacio, Mr. Kolher.
Sin más ceremonia, se dispusieron a preparar la comida. Alfred estaba sumamente acostumbrado a la presencia de su vecino —ahora compañero de cuarto— en la casa, y ambos parecían disfrutar mutuamente su compañía. Al igual que él, Den no tenía muchos amigos, aunque lo suyo era porque es demasiado sincero y confianzudo, cosas que tenían en común.
Era ya Diciembre 20, el invierno se hacía presente en todo su esplendor. Alison y su madre habían viajado para pasar las fiestas en Seattle con su familia. Lo habían invitado, pero tuvo que negarse porque viajaban el 13 y sus vacaciones comenzaban el 18… lo que era una excusa, tenía que reconocerlo a sí mismo. La verdadera razón era que estaba algo decaído y realmente no quería lidiar con la familia de su novia en este momento.
El reclutamiento de Arthur lo había dejado con el corazón en la mano y seguía afectándole de la misma manera desde el primer día. No importaba que ya se hubieran mandado cartas y él le jurara y recontra jurara que estaba bien, seguía esperando lo peor. Le había contado que estaba en Francia, y que estaba con sus hermanos mayores. Según Arthur estaban en una base que estaba lejos del frente, lo que le hizo sentir un alivio enorme extenderse por su pecho.
—Oye, Kappi— le llamó Den, quien estaba preparando la ensalada. Hizo un sonido demostrando que lo escuchaba—no sé… si me incumbe, y realmente no tienes que decirme si no quieres, pero… ah, no sé cómo decirlo sin que suene afeminado, pero…sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? En lo que sea.
—Por supuesto, Den, así como tú puedes contar conmigo— se volvió a mirarlo, dejando lo que hacía. No sabía a qué quería llegar con eso.
—Pues… es que te veo raro, ya sabes… decaído—Alfred tragó, Den también dejó la ensalada a un lado para estar frente a frente—puedes decirme qué pasa, si quieres… em… ¿Es por tu amigo, el que reclutaron?
—Ah… bueno, en realidad, sí. Estoy un poco preocupado por él… eh…—miró al danés, que lo alentaba a seguir con un asentimiento de cabeza— ¡es que sabes lo terrible que es la guerra! ¿Y si le pasa algo? ¿Y si le cae una bomba? ¿Y si lo atrapa la Gestapo? ¿Y si… no sé nunca más de él?—Terminó en voz baja, un poco asombrado por la cantidad de información que había dejado escapar. Miró a Den, que lo miraba con pena.
—Tranquil, Kappi. Él saldrá de esa y vas a ver como no dejan de comunicarse—finalizó abrazando a Alfred. Pasaron unos minutos palmeándose la espalda y se separaron bruscamente.
—Bueno, eh… gracias.
—Sí, de nada… ni una palabra de esto a Alison. Me corta a Densito—se rieron incómodamente antes de desviar la mirada y volver a sus cosas.
Las charlas de chicos son un fracaso.
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Marzo 22, 1940
Querido Arthur:
Me alegro de que estés bien allá en Francia, realmente estaba preocupado porque, Dude, ¡Se demoró un mes en llegar! Ya me tenías preguntando todos los días al cartero y creo que puso una orden de alejamiento… eh… imagina a un loco persiguiéndote y esperando todos los días tu llegada, no importa cuánto frío hiciera, en retrospectiva creo que hubiera hecho lo mismo.
Yo… en verdad siento mucho lo de tu hermano, sé por el dolor que debe estar pasando Bryan al perder a su gemelo, eso no quiere decir que tanto tú como tus hermanos no estén sufriendo pero… bueno, sabes a lo que me refiero.
Es difícil hablar de esto, pero creo que Alison quiere algo más… "serio", ¿me explico? Eh… "llegar a tercera base", ¿te suena? Realmente no sé cómo escribirlo en dialecto "caballeros del té". En otras palabras ella quiere "hacerlo" conmigo. Me di cuenta el otro día que estábamos conversando con unos amigos en la cafetería con ella presente, de repente uno de los chicos sacó el tema de "el sexo a los seis meses" ¡frente a una señorita! ¿Puedes creerlo? en fin, la cosa es que ella… me ponía una cara. Era una de esas caritas de "Quiero, pero no sé cómo pedirlo"… no sé qué hacer.
Yo la quiero, lo sabes, pero no sé si estoy preparado para el siguiente paso, es demasiada la responsabilidad y realmente necesito estar seguro de que…ya sabes, voy a compartir mi vida con ella.
Y ¡Eres malvado! ¿Lo sabías? ¿Estás seguro que tu padre no era Rasputín y tu mamá Elizabeth Báthory*? ¡Aún no quieres decirme! Pero vas a ver, algún día lo dirás, palabra de Héroe.
Espero que cuando te llegue esta carta sigas bien, al igual que tus hermanos.
Alfred.
PD: Dude, si esta carta te llega cerca de tu cumpleaños, pues ¡Feliz cumpleaños! (adelantado, atrasado, o justo en el día) espero que ahora que tengas 27 estés menos gruñón. Te mando toda la suerte del mundo, Artie. Mucho cariño para ti"
Okay, no sabía que había hecho Alfred pero, justo la mañana del 23 de Abril, la carta llegó a sus manos. Sonrió con ternura al leer el último párrafo, donde estaba es Post Data. El idiota era muy tierno.
Pero ahora, a lo importante.
¡¿Qué la zorra quería QUÉ?!
Un mes… ¿Alfred habrá aguardado hasta ahora? Pero, tal como el americano había escrito, él no estaba listo para eso, lo que le hizo respirar un poco más tranquilo… hasta que recordó que a esa edad él ya estaba casado. Santa mierda.
Pero bueno, si le estaba contando esto, eso significaba que aún no lo descubría. Sonrió para sus adentros, rezando para que el americano lo descubriera en el momento adecuado. Era sólo cosa de ingenio y sabía que a Alfred eso le sobraba.
Guardó la carta en su mochila, asegurándose que no se doblara y salió de la tienda, ahora listo para desayunar. Más tarde, cuando no lo estuvieran llamando a gritos para que comiera, le respondería la carta.
Caminó hasta la mesa común, sentándose entre Bryan y Scott, quienes ya habían comenzado a zamparse sus raciones. Los imitó apenas un chico algo menor que él mismo le trajo su porción de comida.
—Oye, Arthur ¿De quién era la carta, eh? ¿De tu novia Roderich o de tu amante Gilbert?— se mofó el irlandés con la boca llena. El rubio le pegó un codazo en las costillas, antes de dignarse a responder.
—Nadie que te importe.
—A ver, ¿tienes algo que contar, conejo?— se metió el pelirrojo mayor, dejando de comer para mostrar una sonrisa ladina— ¿Tal vez alguien de quien no me hayas hablado?
—Cierra la boca, Scott. Si a Bryan no le importa a ti tampoco.
—Uy, está a la defensiva — canturreó Bryan, tirando de una de las mejillas del menor—Si le está llegando la púber— Arthur golpeó la mano y se preparaba para responder cuando llegó William.
—Ya es suficiente. Coman los tres, subnormales— les regañó. El menor de los Kirkland le miró con algo parecido a la esperanza—Lo pueden seguir molestando después de comer— la esperanza murió. Suspiró, quizás no podría responderle a Alfred hasta entrada la tarde.
—A propósito, Conejo— se llamó Scott, vaciando un poco de su diminuta ración en su plato. Arthur le miró extrañado—Feliz cumpleaños.
Sonrió. Al parecer el día no iba a ser tan largo.
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Caminaba por los blancos pasillos de las instalaciones. Acababa de ir a ver a sus niños, por lo que ahora le tocaban los "Insoportables", eso de llamarle "Adolescencia" era sólo un eufemismo.
—Hola, Al— le saludó una de las enfermeras, se llamaba Emma.
—Hola, Emms. ¿Cómo estás?
—Pasándola, ¿y tú?
—Por ahí dicen que vivo. Ahora voy a ver a los "insoportables"
—Uh, suerte con eso. Acaba de llegar uno que es más problemático de lo común.
—¡Qué rico!—respondió, riendo con la chica—Bueno, voy a ver qué tal está.
—Vale, nos vemos.
—Adiós.
Siguió caminando hasta al fin ver la puerta del cuarto donde debería estar el nuevo. Abrió la pesada puerta con cuidado y ¡Voila! Ahí estaba el caos, en serio, peor que cumpleaños de monos.
—Muy bien, todos a sus camas—dijo en un tono que intentaba ser autoritario. Los chicos lo miraron desafiantes— Más les vale si no quieren que llame al hermano de Emma—Magia. Todos se fueron a sus camas. Alfred, al verlos a todos en sus respectivos lugares, viajó por la sala, deteniéndose sobre el primer mono en desarrollo—Buenas tardes, Elliot.
—Hola, Doc— saludó el chico sin muchas ganas, sabía lo que venía—¿Me vas a pinchar de nuevo?
—Todos los días que te resistas a tomarte las pastillas— respondió el rubio, preparando la jeringa.
—Es que son malísimas.
—Y tú qué eres, ¿Un niño…— se mofó, mostrándole la intravenosa—…o un hombre?—finalizó, mostrando las pastillas y el vaso de agua. El chico entrecerró los ojos, tanto para él como para todos los chicos en ese cuarto el ser tratados como niños era un asunto delicado—Tú decides si quieres andar toda tu vida en pañales y sin novia, Elliot.
Todos los chicos los miraban, intentando adivinar qué haría a continuación el muchacho de cabello castaño. A ninguno le gustaban las pastillas por ser grandes, malas de sabor y dificilísimas de tragar.
—Yo…— comenzó, hubo redoble de tambores (entiéndase por camas, piernas y panzas) antes de que el chico dijera— Las tomaré. — Y la sala estalló en "uuh—"s para ponerle más drama a la cosa. Alfred sonrió, pasándole las píldoras del mal malvado junto al vaso lleno de vileza líquida. Elliot las miró un segundo antes de aventárselas a la boca con agua, haciendo gesto de querer vomitar.
—Si las vomitas tendrás la dignidad de una rata con tutú— le picó el, se supone, adulto responsable, viendo como el más joven respondía tragándoselas como pudo—Elliot Brown, Hoy… te has convertido en un hombre.
Se oyeron los vítores por parte de los compañeros. Alfred pasó por cada una de las camas checando lesiones, mejorías y pidiendo a enfermeras que cambiaran vendajes hasta que llegó a la última cama, donde estaba el chico nuevo. No aparentaba más de trece años, poseía cabello rubio ceniza, corto, y le daba la espalda mirando por la ventana.
—Hola— le saludó, sentándose a su lado. El chico volteó, mirándolo con indiferencia. Tenía ojos violáceos de aspecto cansado—Me llamo Alfred, y voy a ser tu doctor.— Terminó, extendiendo su mano para saludar.
—Emil Bondevik— respondió el muchacho, tomando la mano ofrecida. Alfred sonrió, notando el acento extranjero.
— ¿De dónde vienes, Emil?
—Reikiavik— hizo una pausa, viendo la duda en los ojos del norteamericano—Eso queda en Islandia.
— ¡Cool! Eres nórdico, como mi amigo.
— ¿De dónde es él?
—Dinamarca— Emil asintió. Alfred tuvo la impresión de que el islandés había hecho una pequeña sonrisa, tan pequeña que tuvo miedo de que fuera su imaginación. En los dos minutos que llevaban hablando el menor casi no había cambiado de expresión, lo que lo perturbaba un poco—Bueno, si necesitas algo no dudes en llamarme— Asintió nuevamente, volviendo a mirar por la ventana.
Caminó esta vez hacia la salida, despidiéndose de sus "insoportables". Una vez fuera se dirigió directamente a Administración. Cuando llegó tocó tres veces la puerta antes de escuchar un tímido "Adelante"
—Hey guys— saludó a los dos hombres que se encontraban trabajando, recibiendo un suave "Buenas tardes" al unísono—Oigan, ¿Tienen la historia médica de Emil Bonde…?
—… ¿Bondevik?— aventuró Toris, uno de los administradores.
—¡Sí, sí! Emil Bondevik— asintió el rubio, tomando asiento en una de las sillas vacías.
—Claro, está por aquí— respondió esta vez Eduard*, inspeccionando un cajón donde se guardaban muchas carpetas de color amarillento, con nombres en la solapa que sobresalía de un lado. Al estar ordenadas alfabéticamente no fue difícil encontrar el apellido—Aquí está: Bondevik, Emil.
—Muchas gracias, Eddy— dijo Alfred, tomando la carpeta que le ofrecía el rubio más bajo.
Se sentó en una silla más apartada para dejarlos trabajar. Ambos hombres sentados allí, aunque no lo pareciesen, eran mayores que él: Toris Laurinaitis, de cabello café algo largo, tenía 31 y Eduard Von Bock, de cabello más claro que el suyo, tenía 33. Ambos extranjeros, aunque no recordaba realmente de dónde venían.
Abrió el expediente que le había ofrecido el mayor, encontrándose con la fotografía del chico arriba del nombre. Al ir bajando pudo ver la enfermedad diagnosticada, y el color huyó de su rostro.
El chico tenía cáncer a la sangre.
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Corrió como pudo por los escombros hacia la barricada. Estaban mal. Las bajas eran considerables y los que quedaban estaban heridos o muy cansados como él mismo. Desde hace aproximadamente dos horas había perdido de vista a Bryan y a Scott, William había desaparecido hace poco. Maldijo entre dientes. Los malditos Krauss estaban a menos de una cuadra suya.
Disparó una vez más, escondiéndose de inmediato para impedir que le volaran la cabeza. Recargó y cuando escuchó que los disparos se alejaban de su persona se atrevió a salir de nuevo a disparar. Le dio a otro, que cayó desplomándose a pocos metros de la barricada de escombros donde se encontraban.
Sintió una brusca mano en su hombro, con el corazón en la garganta da media vuelta para descubrir que es Scott. Suelta un suspiro de alivio, el pelirrojo parece agotado, está sudoroso y lleno de tierra, pero sus ojos parecían tan vivaces como siempre.
—Vámonos, Conejo— le dice, agarrando su mano para huir con él, corriendo.
—¿A dónde vamos?— preguntó sin aliento, notando su voz quebrada.
—A la torre— respondió, abriendo la puerta de la construcción. Una vez los dos estuvieron dentro se aseguró de trabar la puerta con una tabla y lo guió escaleras arriba, donde estaban disparando William y Bryan. Se sentó en el suelo como ellos y se puso a disparar por las rendijas del refugio temporal. Era una autentica pesadilla.
Veía a los enemigos caer, pero también a los aliados y con mucha más frecuencia. La gran multitud de alemanes no parecía acabar nunca, ni ellos ni sus tanques. Los soldados franceses caían como moscas por todas partes. Su error había sido pensar que los germanos vendrían por el este, no por el norte desde Holanda y Bélgica.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero ya era de noche. La batalla abajo seguía, y a ellos les quedaban pocas municiones. Giró la vista a sus hermanos, todos tenían la misma cara de angustia que poseía él mismo.
Comenzaba a salir el sol, y ya casi no quedaban soldados de su batallón. Habían pasado la noche en vela, disparando a cuantos podía. Scott se paró, tomando su fusil.
—Nos vamos, tomen sus armas— y por primera vez en la familia Kirkland, nadie protestó. Todos se levantaron y bajaron la escalera, destrabaron la puerta y, cuidando que no hubiera ningún enemigo cerca, salieron corriendo como almas que lleva el diablo junto con los compañeros, tanto británicos como franceses, que quedaban vivos, todos con la cara pintada de derrota y desesperanza, viendo como los ciudadanos se ponían de rodillas y sus manos se alzaban pidiendo clemencia. Arthur, que iba mirando hacia atrás, se obligó a volver la vista al frente, con la decepción calando en sus huesos.
Habían perdido París.*
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Julio 4, 1940
Querido Alfred:
Feliz cumpleaños, Idiota americano (aunque ya será bastante tarde cuando leas mi saludo), espero que disfrutes tus 26 y la semana de festividades, por supuesto.
Hoy no puedo escribir mucho, me toca turno y casi no puedo descansar. No puedo contarte mucho de lo que pasa aquí, pero ya debes saber lo más importante, ¿no? Ahora estamos solos en la guerra. Los días son más largos y las noches parecen no acabar jamás… me siento tan triste, Alfred, es como si la esperanza hubiera huido lejos.
Pero no te preocupes, ya van a ver estos malditos Krauss que con el viejo Albión nadie se mete. Mi pueblo se alzará sobre ellos al final y saldremos victoriosos de esta guerra. Por eso hay que aguantar, y yo sé que mientras haya un solo inglés de pié éste peleará por la libertad de su tierra, demostrará por qué no ha habido enemigo que se haya abierto paso por Britania en más de trescientos años, y no lo habrá por trescientos más.
Arthur.
PD: Feliz aniversario. Un año que nos conocemos.
"
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Julio 26, 1940
Querido Arthur:
¡Gracias por el saludo, Dude! Me tiene muy feliz que te acordaras de mi cumpleaños, y feliz aniversario para ti también. ¿Sabes? Lo pasé muy bien este año. Toda la semana estuvimos paseando por la playa y cuando volvimos no tuve que ir a ver a Mattie solo, me acompañaron Alison y Den ¡Incluso me hornearon un pastel! ¡Fue fantástico! Era casi como tener una familia de nuevo, y me hizo sentir bien.
Con respecto a tu situación: no esperaba menos de ti, Artie. Estoy seguro que si la mitad de los soldados ingleses tienen esa determinación van a ganar la guerra, incluso si es contra Alemania e Italia… vale, sólo Alemania, seamos honestos, Italia no hace demasiado. Sé que es difícil exigirte esto en esta situación pero ¡No te pongas triste! Hay cosas por las cuales alegrarse todos los días, Artie, como por ejemplo el hecho de que estas vivo, que tus hermanos están bien y que tienes a tu gran amigo el héroe para apoyarte, no importa lo tarde que lleguen nuestras cartas.
Creo que no te lo había contado, pero tengo un nuevo paciente: su nombre es Emil Bondevik. No tiene más de catorce años, pero tiene una madurez mental impresionante. Hablo con él todas las tardes y a veces almuerzo a su lado, creo que le he tomado cariño.
Alfred.
PD: Para cuando te sientas triste, sigue este ejemplo. Te quiero, Dude."
Terminó de doblar la carta y meterla en el sobre con una sonrisa en los labios. Giró un poco para alcanzar la fotografía que estaba a su lado y, cuando iba a meterla, el sobre ya no estaba. Miró hacia el frente, viendo al culpable sentado en una silla de ruedas.
— ¿Por qué le tachas el "te quiero"?— preguntó Emil, con la carta en las manos.
— ¡Dios, Emil! Pensé que estabas dormido a estas horas— el chico se encogió de hombros—…espera un segundo, ¿Tú no deberías estar en tu cama?—preguntó acusadoramente. Estaba en la sala de descanso que tenían disponibles para Doctores y enfermeras.
—Te hice una pregunta— objetó el chico, apuntando hacia la carta. Se alborotó, ¿No lo había borrado bien?
—… ¡¿Aún se lee?!
—No, pero me has confirmado que habías escrito eso— sintió la cara arder, se había entregado en bandeja de plata— ¿Por qué lo tachaste?
—Bueno… es que… no es muy normal andar diciéndole eso a tus amigos, ni siquiera sé por qué lo escribí.
—…Eso es mentira, Alfred. Tú lo sabes, pero no quieres darte cuenta.
— ¿Cuenta de qué?
—No lo sé, Tú deberías saberlo.
—Pero si no lo sé, significa que no tengo nada de qué darme cuenta.
—No precisamente.
—No te entiendo.
—Es natural en quién no se entiende a sí mismo no entender a otros.
—Yo sí me entiendo a mí mismo, me conozco.
— ¿Lo haces?
—… No.
—Entonces vuelve a escribirlo.
—No es lo correcto, Emil.
— ¿En qué mundo vives, Alfred, que amar no es lo correcto?
Y con esas palabras terminó de hablar, dejando la carta en manos del mayor para luego irse por donde había venido. Emma se acercó al americano, tocándole el hombro con simpatía.
—Cierra la boca que te vas a tragar una mosca— el rubio le hizo caso, un poco aturdido. Metió la carta al sobre junto a la fotografía y luego lo selló, negando con la cabeza. Simplemente no era posible.
Definitivamente no estaba enamorado de Arthur.
*Elizabeth Báthory: "La condesa sangrienta", se dice que en ella se inspiró Drácula. La mujer más malota y ruda de todo el mundo, acusada de asesinar a 600 niñas y jóvenes en la Hungría del siglo XVII para bañarse con su sangre y conservar su juventud y belleza. Fue sentenciada a ser custodiada en la torre de su propia casa y murió allí, siendo alimentada por una rendija en la puerta. Pobre señora, si ella no tenía la culpa de ser la reencarnación de Lucifer :c
*Toma de París por las fuerzas alemanas: fue el 14 de Junio de 1940, firmándose el armisticio francés el 23 del mismo mes.
Y eso es todo ;9 no prometo tener el siguiente capitulo dentro de poco, ya que en el liceo al que asisto estamos recién comenzando segundo semestre y aún tengo algunos exámenes que dar x.x pero puedo prometer que no las dejaré botadas. Planeo seguir este fic hasta terminarlo, así que no se asusten si no actualizo en un tiempo.
Mucho amor para tod s y espero que no me lleguen muchas amenazas de muerte... en serio... no me maten.