NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE WILLIAM JOYCE Y DREAMWORKS, SOLAMENTE ME DIVIERTO AL ESCRIBIR SIN GANAR UN SOLO CENTAVO POR ELLO.
¡Hola a todo el mundoo! Yo aquí, otra vez xD ¡AL FIN! es fin de semana, pero en vez de descansar he tenido que terminar mis últimas tareas y también estudiando para mis exámenes finales... la escuela, escuela ¡ash!... en fin, muchas gracias a quienes leen Child of the Guardians ¡me han dejado muchos comentarios! me alegra tanto que les gustara ese proyecto =D
A partir de este capítulo, empieza oficialmente todos los acontecimientos de la película. Esto quiere decir, que verán casi lo mismo que vimos en el cine, pero he intentado agregarle escenas, diálogos y explicaciones propias que le den esa sensación que tienen las novelas (además claro de que veremos a Gea, a Psique y otros personajes xD)
Comentarios:
Lovereadgoodnovels: ¡Hola Gea! me alegra tanto que te haya gustado este fic, es un poco curioso debo decir que tengas el mismo nombre que uno de mis personajes ¡ahora eres la madre naturaleza! =) Algunas de las preguntas que me hiciste se responden aquí, pero la mayoría se responderán en los próximos capítulos. Espero poder continuar con esta historia pronto, como se acercan mis vacaciones deseo enfocarme en escribir durante esos meses, pero por ahora, te agradeceré que seas paciente ¡Gracias por leer! Saludos también desde México3
Nanashi: Bueno, las cosas para Jack van a ir mejorando, pero de poco en poco, no de un momento al otro. En los libros originales el origen de Pitch es parecido, de hecho Pitch era un general que luchaba contra las fuerzas oscuras (General Kozmotis Pitchner de la Edad Dorada) pero las mismas sombras lo atacaron y lo convirtieron en el Coco... un final no feliz. Me alegra que mi fic te haya subido el ánimo de esa manera ¡estoy haciendo bien mi trabajo! =D
Lunaxzero: Me alegra mucho que te guste mi fic y también mis OC's ¡ojalá conforme sigas leyendo te siga gustando!
secretoo: Lamento mucho no haber podido actualizar nada de mis fics de Avatar. No es intencional, es que no he tenido ni tiempo suficiente y menos inspiración. Intentaré ver la serie otra vez para ver si así me inspiro pronto...
Hitomi Hozuki: ¡Hola! me impacta su sensibilidad, captas absolutamente todo lo que quiero demostrar en los capítulos y más. Es cierto, conejo no debió decirle esas cosas a Jack, pero el caracter de Bunny es irritable y por la forma en que le guardaba rencor a esa tormenta, pensé que debieron tener una pelea grande. Efectivamente, parte de la razón por la que Jack no se sentía cómodo en el Palacio era Gea, no solo Sasha. Oh, y los personajes se seguirán colando xD ¡Mil gracias por leer!
damelofrost: seguirán cosas buenas y malas ;)
Zussi: lo siento, me tardé en actualizar pero ¡hey! aquí está el capítulo =D por cierto ¿qué significa pacitulo?
Aly: ¡Hola! respondiendo a tu pregunta sobre Child of the Guardians.-Jack muere porque él tiene cuerpo humano, mortal. En cambio Sandy es solo arena animada, en realidad, Sandy no había muerto (al menos desde mi perspectiva) sencillamente había sido contaminado por el miedo y se volvió arena de pesadilla. En cambio, Jack muere y renace como humano. Estoy continuando la historia, por cierto, si es que quieres ir a ver qué cosas más van a pasarle a este Jack humano ;)
¡Disfruten!
Capitulo 5
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45 años después de la tormenta…
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El Polo Norte se encontraba en el extremo norte del planeta (vaya la redundancia) y era un montículo de hielo y nieve que experimentaba uno de los climas más intensos del planeta. El eje de la tierra y su rotación hacían que el día y la noche duraran seis meses cada uno. Durante la noche había una oscuridad absoluta, tormentas infernales que duraban meses enteros, nieve y vientos fortísimos, lo que hacía de la vida algo prácticamente imposible. Pero después de seis meses, aparecían débiles rayos solares que iba aumentando. Nunca había sol encima del cielo, eso jamás se podría ver en el polo norte, allí el sol siempre iba a estar cerca de la tierra, como en un ocaso que duraba seis meses seguidos. Pero esa era luz suficiente para que aparecieran por encima de la nieve pequeñas plantas y animales que contra todo pronóstico, habían convertido aquel extremo punto del planeta en su hogar.
Al menos eso era lo que los humanos sabían de aquél lugar en el que ni por asomo iban a poder sobrevivir. El Polo, con sus clima y las montañas de nieve, era el lugar perfecto para esconder uno de los lugares más mágicos de todo el mundo. El Santoff Claussen, mejor conocido como el Taller de Santa Claus.
En el hueco que se formaban entre dos montañas había una hermosísima construcción de madera que iba alargándose por encima de la nieve parecido a una aldea completamente fortificada. Había un campo de magia alrededor que lo hacía completamente invisible hacia cualquier visita humana, solo en caso de que algún robot explorados hubiera conseguido llegar al centro de aquella drástica cadena montañosa. El campo tenía otra misión más importante: proteger ese lugar de entes malignos.
El Taller era enorme, hogar de St. Nicolas Norte, conocido alrededor del mundo como Santa Claus, llamado afectuosamente Norte por sus amigos. Ese Taller veía una de las magias y maravillas más grandes del mundo: la construcción de millones de juguetes hechos por artesanales yetis que después eran repartidos a cada niño del mundo en Navidad.
Norte estaba en su oficina, tallando un tren de hielo ¡Cómo le encantaban esas figuras mágicas que solamente él podía hacer! El tren comenzó a volar usando la magia que poseía y Norte contempló su creación. Hasta que, de repente, la puerta se abrió cuando el tren pasó enfrente de ella y éste cayó hecho pedazos de hielo sobre el suelo.
Norte miró horrorizado su creación hecha añicos.
—¿Qué…?
El yeti que había abierto la puerta pidió perdón en su idioma.
—¿Cuántas veces tengo que decirte? ¡Toca antes de entrar!
—¿G'ota?—el yeti balbuceó otras cosas y señaló hacia afuera. En el centro de la enorme fábrica de Norte estaba un globo terráqueo gigante lleno de luces doradas.
Ese Globo anunciaba las luces de los niños que tenían fe en la magia. Alrededor de ese pasillo, miles de duendes curiosos habían bloqueado la entrada.
—¿Por qué siempre están estorbado con sus cascabeles?—murmuró Norte molesto, llevando sus dos espadas en cada mano.
Norte caminó hacia donde el yeti lo guiaba y miró entonces cómo las luces del globo terráqueo comenzaban a palpitar ¿Cómo era eso posible?
—¿Ya checaste la rotación? ¿El eje?
A todo asentían los pobres y asustados yetis.
En ese momento las luces se apagaron cediendo paso a una arena de color negra que abarcaba completamente la construcción. Los yetis gritaron sorprendidos incapaces de comprender qué era eso. La arena se moldeó y desplazó haciendo una silueta de un hombre negro que reía a carcajadas siniestras.
Los ojos de Norte se abrieron con sorpresa.
Llevaba siglos sin escuchar esa voz. Esa siniestra y aterradora voz.
La de Pitch.
—Oh no…
La arena negra entones se juntó y explotó creando un viendo muy fuerte que le obligó a cerrar los ojos. Al abrirlos, no había nada, y las luces doradas volvieron a brillar en el globo.
—No puede ser—se dijo Norte a sí mismo.
Él y sus compañeros Guardianes habían luchado durante años contra ese individuo. Pelearon, lo derrotaron, hicieron todo cuanto pudieron usando hasta la última gota de su magia para que nadie en todo el planeta volviera a tener miedo de él. Lo acabaron ¿Cómo era posible que estuviera ahí, en el Polo? ¡Maldita sea! ¿Cómo siquiera pudo entrar, si el Polo estaba protegido por un campo de magia especial? Eso no tenía sentido. Claro que no.
Miró la palanca encima del tablero de control.
—Duendes—llamó a las pequeñas criaturas, que inmediatamente se tensaron listos para recibir instrucciones—Hagan los preparativos. Vamos a tener compañía.
Tomó la palanca, la jalo, volteó y presionó.
El suelo de la fábrica tembló un momento y de forma suave, antes de que una enorme estela de luces emergieran por debajo del Globo de la fe. La magia que le daban los niños alimentó esa luz, haciendo que hermosos colores la pintaran y emergiera del Taller hacia el cielo, dispersándose por todos lados abarcando el Polo Norte. A diferencia de las luces boreales normales, éstas luces tenían un brillo especial, uno que ningún humano podía ver. Tenían el brillo de la magia.
Eran un llamado para reunir a los Cuatro Espíritus más poderos e importantes del mundo.
Compañeros Guardianes, es nuestro deber vigilar a los niños del mundo y mantenerlos a salvo. Llevar asombro, esperanza y sueños. Así que decidí reunirlos aquí por una razón y sólo una razón. Los niños corren peligro. El enemigo que mantuvimos alejado durante siglos ha decidido atacar otra vez. Solo nosotros lo detendremos.
Los Guardianes de la Infancia que con sus poderes y misiones avivaban las ilusiones de los niños. Garantizaban en tiernas infancias una adultez más plena. Ellos cuidaban la primera etapa humana en aquel ciclo de la vida de la tierra para que el crecimiento fuera plena. Y eran muy respetados entre todos los demás espíritus que también cuidaban de la humanidad.
Habían pasado siglos desde que los Guardianes se reunían. Estaban siempre tan ocupados en sus deberes. El Hada de los Dientes en su Palacio instruyendo a los millones de haditas que recogían los dientes; el Conejo de Pascua en su madriguera pintando los huevos que debería esconder; y Sandman recorriendo el mundo sobre sus nubes de arena dorada para darle hermosos sueños a todos los niños. Mantener la fe de los niños era una tarea ardua y difícil, ellos habían hecho lo mejor que podían en estos años. Y si el precio a pagar era sacrificar sus relaciones interpersonales, bueno, se pagaría.
El primero en llegar fue Bunnymund, quejándose del frío que hacía en el Polo Norte y acercándose al fuego para calentarse las patas. Estando en el fuego, descendió una bella hada de plumas multicolores rodeadas de un montón de haditas casi iguales a ella. Él último en llegar sobre su avioneta de arena dorada fue Sandman.
Sandman inmediatamente voló hacia Norte encogiendo los hombros, dándole a entender que estaba ocupado y necesitaba saber rápido lo que pasaba.
—Lo sé, pero obviamente jamás los habría llamado si no fuera algo serio.
Tooth volaba dando instrucciones a sus pequeñas haditas sobre los lugares a donde debían recoger los dientes. Tuvo que silenciarlas un momento para ponerle atención a la conversación de Norte.
—El Coco estuvo aquí—dijo Norte de repente a sus compañeros—En el Polo.
La mención de ese nombre hizo que todos se tensaran.
—¿Pitch?—Tooth no podía creerlo. Ella como sus compañeros daba a Pitch por acabado— ¿Pitch Black? ¿Aquí?
Tanto Bunny como Sandy vieron a Norte esperando la explicación. Eso era demasiado serio si hablaba con la verdad.
—Sí—asintió Norte—Había arena negra cubriendo el mundo—señaló el globo terráqueo con las luces doradas de los niños creyentes.
—¿Cómo que arena negra?—Bunny, ya con el pelaje caliente, había sacado un pincel y estaba intentando colocarle detalles al huevo en sus manos.
—Y una sombra lo oscureció.—continuó Norte, sin prestarle mucha atención.
—Alto, alto—Bunny caminó rodeando a Norte llamando su atención—¿No dijiste que viste a Pitch?
—Bueno eh… no, no… a él no.—confesó.
—¿A él no? Dime ¿Acaso le crees?—le preguntó Bunny a Sandy. Éste creó un signo de interrogación con su arena dorada—Sí, tú lo has dicho.—volvió a pintarle detalles a su huevo.
—Oigan él está tramando algo muy malo—decía Norte—Lo presiento, en mi panza—unas haditas de Tooth se asomaron hacia el vientre de Norte, como si en él pudieran ver la situación.
—Alto, alto ¿Quieres decir que me llamaste tres días antes de la Pascua por tu panza? Si yo te hiciera esto tres días antes de Navidad…
—Bunny—Norte detuvo su monólogo enfadado, agarrando el huevo que tenía en su pata—Pascua no es Navidad.
—Haha, sigues con eso.—era bien sabida la rivalidad de fechas que tenían Bunny y Norte. Después de todo, cualquier niño encontraba más emocionante los regalos navideños que los huevos de Pascua, para tristeza de Bunny—Norte no tengo tiempo para esto ¡Aún me faltan dos millones de huevos que terminar!
Saltó detrás de su compañero para agarrar el huevo que le había quitado.
Mientras Sandy veía con una sonrisa a sus compañeros guardianes y aceptó un vaso con agua que le ofreció el yeti. Al desviar el vaso del duende que pretendía quitárselo, pudo ver cómo una estela de luz plateada comenzaba a filtrarse desde el techo.
—No importa cuánto los pintes seguirán siendo huevos.—replicaba Norte, todavía ensimismado con su discusión.
—Amigo, se trata de perecederos ¡Tú tienes un año para prepararte!—Bunny agarró el huevo.
Sandman ya había visto que era luz de la luna y agitó los brazos tratando de llamar la atención de sus compañeros. Fue inútil, porque ninguno le hizo caso.
—¿Porque son así de nerviosos los conejos?—Norte se llevó ambas manos a las cienes, como si le doliera la cabeza.
—¿Y tú porque eres tan obstinado?
Sandy pasó atrás de ellos con banderas doradas encima de su cabeza, y tampoco lo vieron.
Tooth volaba dándoles instrucciones a sus haditas. No podía perder el tiempo en vanidades como esas cuando había millones de niños en el mundo que comenzaban a dormir con sus dientes bajo las almohadas.
—¡Tooth! ¿No ves que intentamos discutir?—le dijo Norte, estresado por la voz tan aguda y rápida de su compañera.
—Lo siento, no todos trabajamos una sola noche al año ¿Tengo o no razón?—miró a Sandy que, como ella, trabajaba todo el tiempo.
Él tenía una enorme flecha encima de su cabeza señalando al cielo, pero antes de que Tooth interpretara eso como una señal, sintió cómo un nuevo diente era colocado la almohada de un niño y miró a sus haditas.
—San Diego, sector 2…
Se fue volando dando más instrucciones.
—Pitch se acabó en la edad oscura. Nos aseguramos de eso ¿Recuerdas?—le dijo Bunny a Norte, incapaz de creer que su viejo enemigo pudiera tener energías para encararlos. Era sencillamente imposible ¿verdad?
—Estoy seguro que era él.—insistió Norte. Él también tenía miedo, pero lo había visto con sus ojos.
Y no era para menos. Derrotar a Pitch Black había sido muy difícil, un trabajo arduo darle esperanzas y sueños a los niños que habían crecido traumados por las pesadillas insaciables de ese ser despreciable. Pero ahora eran fuertes, había muchos niños que creían en ellos y podían hacerle frente al señor del miedo. El problema era que, si los niños eran tan felices ¿de dónde sacaba Pitch el poder?
Sandy, ya fastidiado de ser ignorado, se acercó a un duende y agarró su sombrero. Lo alzó descortésmente y comenzó a sonarlo para que el cascabel llamara la atención de sus compañeros. Y funcionó.
Todos voltean a verlo.
Soltó al mareado duende y mostró una figura de luna menguante con arena dorada encima de su cabeza. Después, señaló al techo, donde la luz lunar se filtraba.
—¡Ah, Hombre de la Luna!—expresó Norte, cuando vio el resplandor—Sandy ¿Por qué no me dijiste nada?—lo miró con cara interrogativa.
¿Era en serio? ¡Todo ese tiempo tratando de llamar su atención! No pudo contenerse, apretó los puños con una cara de enfado y de sus orejas salió arena en forma de humo, cual explosión.
—¡Cuánto tiempo sin vernos amigo!—agregó Norte, viendo hacia la Luna—¿Qué noticias hay?
Hombre de la Luna que velaba por todos sabía siempre lo que pasaba en el mundo. Él los había puesto ahí y también los guiaba en momentos difíciles. Si Pitch había vuelto, su ayuda sería indispensable.
Manny, como también le decían a veces, había visto desde el cielo cómo sus Guardianes se reunieron por primera vez en tanto tiempo. Y también como, para su tristeza, estaban tan inmersos en sus deberes que dejaron de lado el centro que los mantenía unidos. Los niños. Con un suspiro, se percató de que quizá detener a Pitch sería más difícil de lo que imaginado. Pero él estaba preparado. Había esperado la amenaza de Pitch desde hace siglos y tenía ya el arma preparada para repeler su magia.
La luz de la Luna bajó al suelo y comenzó a formar siluetas. Todos los Guardianes rodearon la estela de luz intentando ver bien lo que pasaba. La silueta mostró a un hombre de perfil que se movía revelando su constitución física. Bunny jadeó.
—Sí es Pitch—dijo, viendo a Norte. Él había tenido razón.
Norte se tocó la panza, dando a entender que sus presentimientos siempre eran los correctos. Lamentablemente, él también sabía que si Pitch había vuelto era porque estaba seguro de que tenía el poder de derrotarlos. Miró a la Luna, suplicante.
—Manny ¿Qué debemos hacer?—inquirió, esperando su sabiduría milenaria.
La Luz de la luna siguió descendiendo y encendió un mecanismo antiguo, haciendo que del suelo emergiera una especie de pequeña pedestal que sostenía un hermosísimo cristal azul en donde la luz de la luna se proyectaba creando formas más claras. Ese cristal era la forma en la cual comunicaba las cosas más importantes. Y en ésta ocasión, el medio por el cual transmitiría su decisión.
—¿Saben lo que esto significa?—habían pasado tantos siglos desde que se usó ese cristal, que Tooth sencillamente no podía creerlo.
—¡Está eligiendo un nuevo Guardián!—el propio Norte estaba emocionado. Eso no pasaba muy a menudo. Corrección, eso nunca pasaba.
—¿Qué?—Bunny estaba desconcertado—¿Por qué?
—Debe ser algo importante, cree que necesitamos ayuda.—Norte veía la luz y sus sombras tratando de ver qué figura formaría.
—¿Desde cuándo la necesitamos?—nuevamente, la incredulidad de Bunny era grande.
—Oigan ¿Quién podrá ser?—Tooth ya pensaba en quién sería su nuevo compañero para proteger a los niños.
Un trébol apareció encima de la cabeza de Sandy.
—¿El duende de los tréboles?—era posible, aquél duende era bastante famoso entre los niños de Irlanda.
—Por favor que no sea la marmota—rezó Bunny, incapaz de visualizarse ayudando a los niños con su mayor competidor al lado. Cómo odiaba a esa marmota.
El suspenso se detuvo cuando la luz de la luna mostró la silueta de un joven encapuchado sosteniendo un cayado.
—¿Jack Frost?
Las haditas de Tooth se desmayaron como admiradoras.
—Ah, olvídenlo, la Marmota está bien.—de la marmota a Frost… ¿Hombre de la Luna tenía algo contra él o qué?
Tooth tenía una expresión tan soñadora como la de sus hadas, recordando la leyenda de los dientes tan blancos del joven espíritu invernal. Pero recordando dónde estaba, volvió a retomar la postura y miró con nerviosismo a sus compañeras pequeñas.
—Oh, bueno… mientras nos ayude a proteger a los niños ¿verdad?—sonrió a sus amigos.
—¿Jack Frost?—gritó Bunnymund, incapaz ya de contenerse ¿Por qué él?—¡A él ni siquiera le importan los niños! Lo único que hace es congelar tuberías y arruinarme las Pascuas.—recordó aquella tormenta cuarenta años atrás. Escuincle endemoniado—¡Es un irresponsable y egoísta…!
—Guardián—concluyó Norte, que sabía perfectamente la rivalidad entre esos dos, así como que las decisiones de Manny eran irrevocables.
—Jack Frost es muchas cosas—declaró Bunny, con su tono todavía molesto—Pero no es un Guardián.
Desde el cielo, Manny frunció el ceño. Jack había sido escogido por una razón y obviamente, era un Guardián. El enfado de Hombre de la Luna se pudo sentir cuando la luz de repente emitió un brillo poderoso, como reclamando. Eso hizo que Bunny se encogiera un poco.
Norte lo miró fijamente.
—Eso no podemos saberlo—admitía que él también tenía sus dudas—No somos quienes para cuestionar a Hombre de la Luna.—intentó animar el ambiente, consciente de que Manny no estaba feliz con la actitud del conejo.
Pero Bunny…
—¡Quizá ha estado tanto tiempo arriba que comenzó a perder la cabeza!
Eso le valió un buen golpe por parte de Tooth y de Sandy. En el cielo, Manny sonrió un poco.
—¡Auch!—dijo Bunny—¿Qué? Puede ser. Siglos en el espacio no deben ser buenos para entes…
—Bunny, silencio—se ganó una de esas miradas intimidadoras de Tooth.
Solo cuando guardo silencio Bunny pudo darse cuenta de que la luz lunar, repentinamente, lo apuntaba directamente a él.
El conejo de pascua bajó las orejas. Vale, quizá se había pasado. Pero para él Jack Frost no podía ser un Guardián. Era el espíritu del invierno, ligado a las estaciones. Sencillamente la naturaleza no era la encargada de cuidar a los niños.
—Bueno, ya que te lo has tomado tan personal—habló Norte—Creo que tú debes ir por él y traerlo.
La quijada de Bunny cayó casi al suelo.
—¿Qué?—no había hablado con Jack desde su discusión en la tormenta de Pascua—¿Yo porqué? ¡Él y yo…!
—Mis yetis te acompañarán—sentenció Norte.
Bunny ya sabía que eso era por haberse pasado de bocón.
Y por dignidad propia, se calló.
-o-
En cuarenta años, Jack Frost no había vuelto al Palacio de las Estaciones. Jamás había sido su hogar y nunca duró ni un mes en los muros blancos del jardín invernal. Ahora que el solsticio le dio libre voluntad en todo el Norte del meridiano, Jack se alzó en los vientos de Rusia, uno se los países más fríos del mundo. Suavemente tocó con su cayado la superficie de una estatua y guio con la mente la estela de escarcha hacia el bebedero donde un niño estaba tomando agua. El frio repentino hizo que el agua se congelara y la lengua del niño se atorara.
La estela de hielo siguió por la calle haciendo que un hombre se resbalara y cayera, una caja de cartón cayendo encima de él. El hielo escaló la pared y congeló débilmente el agua de una pecera. Un escritor que tenía las hojas concluidas de su tesis sobre el escritorio vio con horror como una corriente de frío viento las hacía volar hasta la calle. Nadie podía escuchar las carcajadas de Jack mientras la ropa tendida en la calle era congelada y las palomas escapaban de las bromas invernales.
Jack subió la cima de la torre de la iglesia y desde ahí, miró la creación. La ciudad estaba bajo montones de nieve y los niños se habían divertido mucho esos días. El viento sopló débilmente, como incitándolo a volar.
Súbitamente la tierra lo llamó. Era una sensación extraña pero confortable. La tierra siempre le decía de una forma particular cuándo y dónde se necesitaba la nieve. Ésta vez, lo llamó para su buena suerte al lugar más cercano que tenía a un hogar: Burguess.
—¡Qué divertido!—agregó entre risas—Oye viento, llévame a casa.
Y el obediente viento lo jaló con tranquilidad elevándolo hasta el cielo, donde las nubes formaron hermosísimos contornos y las luces del sol fueron visibles. La tierra por un momento se vio bajo sus pies como la creación de su naturaleza hasta que debió descender hacia el pueblo a donde iba.
—¡Día nevado!—gritó, descendiendo en el pequeño pueblo de Burguess, estado de Illinois.
Con su cayado hizo que la nieve se formara de entre las nubes y mientras volaba por las calles vientos guiaban los copos hacia el suelo en formas que le parecieron divertidas. Las personas incluso gritaron cuando el repentino cambio de clima las tomó por sorpresa ¡Cómo si no hubiera hecho suficiente frío las semanas pasadas! Claro que la realidad era diferente para los niños.
Un niño pasaba leyendo cerca de su lago cuando el viento le arrebató el libro de sus manos. Jack se inclinó, viendo que la portada tenía ilustraciones de seres mitológicos o leyendas.
—Oye, se ve interesante—en siglos de soledad, una de las distracciones favoritas de Jack era leer y ese libro no lo había visto—¿Está bueno?
Pero el niño no lo escuchó y en vez de eso miró cómo dos de sus amigos corrieron hacia él emocionados.
—¡Qué bien, día nevado!—gritaban, llenos de diversión.
—No fue nada—dijo Jack. Aunque ellos no sabían que existía, Jack usualmente intentaba no recordar eso. El punto era divertirse.
—Oigan esperen ¿Irán el domingo a buscar huevos de Pascua?—les preguntó el niño con el libro, yendo hacia la barda de su casa.
—¡Si!
—Ojalá los encontremos entre toda esta nieve.
Jack los seguía por mera curiosidad, y comenzó a caminar en la barda blanca de la casa, manteniendo el equilibrio. Realmente, él no tenía que pensar nada para no caerse. Estaba entre sus poderes, o al menos eso creía.
—Aquí dice que encontraron huellas y ADN de Pie Grande ¡En Michigan! Eso está súper cerca de aquí…
Jack rio. A Pie Grande no le gustaría. Era una criatura demasiado tímida.
—Aquí va de nuevo…
—Tú viste el video Claud, si existe—el niño dejó el libro para agarrar el trineo.
En eso salió de la casa una niña pequeña de cabello rubio con botas invernales, al lado de un perro enorme que iba cuidándola.
—Lo mismo dijiste de los alienígenas.
—Y del Conejo de Pascua.
—Oigan, el conejo de pascua es real—declaró.
Jack se echó a reír recordándolo.
—Oh, pero claro que es real. Realmente irritante, muy gruñón y súper vanidoso—dijo, aunque nadie lo escuchó.
—Tú te crees todo.
—¡Conejo de pascua salta!—dijo la niña saltando los escalones—¡Up, up!
Pero se cayó al suelo y el susto le valió quedarse completamente callada, antes de sollozar.
—Mamá, Sophie se volvió a caer.—dijo el pequeño.
—¿Estás bien Sophie?—la madre salió de la casa, viendo a su hija que aunque asustada, estaba bien—Tu gorro amor—le dijo al hijo mayor—No querrás que Jack Frost te congele la nariz.
—¿Quién es Jack Frost?—preguntó, replicando por el gorro sobre su cabeza.
—Nadie cielo, es solo una expresión.—dijo la madre.
—¡Oye!—Jack ya sabía que era invisible, pero que se lo recordaran todo el tiempo no era nada agradable.
Los niños salieron entre risas, pero Jack no quería que las cosas se quedaron así. Si el niño quería saber quién era él, entonces lo sabía.
—¿Qué quién es Jack Frost?
Agarró un poco de nieve desde el suelo formando una bola perfecta y luego sopló sobre ella. Una especie de escarcha mágica se posó encima de la nieve. Jack había descubierto ese truco hace casi dos siglos, y fue señal de que sus poderes invernales iban más allá de los ciclos naturales. Pero fuera de eso, Jack no sabía qué más podía hacer con sus poderes que fuera parecido.
Lanzó la bola de nieve hacia el chico dándole en la espalda. La escarcha mágica escaló por sus ojos y repentinamente, en la mente del pequeño, todo era alegría y diversión. Riendo, volteó hacia sus amigos.
—Oigan ¿Quién de ustedes fue?
—Pues no fue Pie Grande niño.—replicó Jack. Volando hacia donde estaba.
El niño entonces formó bolas de nieve y se las lanzó a sus vecinos que estaban jugando con la blanca sustancia. Ambos cayeron sobre el suelo por los golpes repentinos.
—¡Jamie Bennet! ¿Qué te pasa?—gritó la niña.
Ah, así que se llamaba Jamie.
—¡Tú empezaste!—gritó él riendo.
Jack empezó a lanzarles bolas de nieve a los demás niños, haciendo que todos comenzaran una pelea entre sí.
—¡Todos contra todos!
Gritó emocionado, creando con su cayado municiones de esferas de nieve sobre el suelo para que los niños pudieran jugar aún más. Las risas crecieron y la diversión se respiraba en el aire, los niños estaban increíblemente felices y solo por ese momento, Jack se sintió bien consigo mismo. Hacerlos reír valía la pena.
Las risas se detuvieron cuando una bola de nieve le pegó a la niña más grande del parque, que se puso de pie enfadada.
—Ay no…le di a Cupcake…
—Le diste a Cupcake.—sonaban asustados.
Pero Jack, lejos de intimidarse, le lanzó una bola de nieve especial a la niña, que le dio en la cara. Todo su enfado se fue inmediatamente cuando sintió la magia sobre sus ojos volver la situación divertida.
Y los niños se echaron a correr riendo por el juego que habían creado. Pero eso no fue suficiente para Jack, que recordó el trineo rojo que sostenía Jamie.
—¡Uy, está resbaloso!
Jamie se tropezó y cayó sobre el trineo en el hielo que Jack había formado. Bajó por la colina y llegó hasta la calle. Jack entonces se dio cuenta de que podría salir lastimado, y el punto era divertirse. Así que voló a su lado creando con el cayado un sendero de hielo para que Jamie fuera seguro.
—No te preocupes Jamie yo vengo contigo.
Repentinamente la alegría invadió al niño que empezó a reír cuando notó que por más rápido que iba, nada salía mal. La gente gritaba y los autos frenaban pero el pequeño andaba sobre las calles riendo. Jack, notando entonces un enorme tractor enfrente, debió desviar el trineo hacia el pequeño parque donde estaba una estatua inmensa. Ahí estaría seguro.
Jamie voló literalmente, ante la mirada atenta de sus impresionados amigos.
Cayó encima de un montón de nieve, sano y salvo. Jack estaba emocionado ¡Eso sí que había sido divertido! Jamie se puso de pie en un salto de enjundia, ligeramente mareado pero dispuesto por más.
Entonces Jack se dio cuenta que un sillón también siguió el camino de hielo del trineo.
Cuando golpeó a Jamie.
—Auch…
Gimieron sus amigos de ver el tremendo golpe. El niño, lejos de ponerse a llorar, se puso de pie mostrando con orgullo la gema de calcio en sus dedos.
—¡Miren un diente!—saltó de emoción.
—¡Significa dinero, del hada!
Los demás niños emocionados vieron el nuevo tesoro de su amigo. En cambio, Jack gimió de frustración.
—Ay no ¡No!
—Hay que ponerlo bajo la almohada y…
Los niños caminaron hacia la calle donde vivían, ahora pensando solo en el diente. Ya no había más bolas de nieve ni guerras ni trineos. Ahora todo giraba entorno al diente.
Recordó que ellos creían en el hada de los dientes.
Voló hacia ellos, con rabia contenida.
—Esperen, alto ¿Y toda esa diversión? No fue el hada de los dientes ¡Me la deben a mí!
Los niños caminaban sin saber que un espíritu del inverno les hablaba.
—¿Pero qué tiene que hacer uno para que le hagan caso niños?
Se inclinó frente a ellos esperando la respuesta.
Y la obtuvo.
Porque ellos lo atravesaron.
Jack intentó, de verdad, no ponerse a llorar en ese momento.
Podía engañarse a sí mismo hablándoles y creándoles juegos, pero la realidad es que ellos jamás lo iban a ver. Ni lo escucharían ni hablarían de sus aventuras. Para ellos, él no existía.
Esa era la cruel realidad.
Jack se fue volando.
No podía soportarlo.
Eso es todo por ahora. Sé que se parece demasiado a la película pero... más adelante ira cambiando =D
Por cierto, estos capítulos van a ser más largos que los anteriores...
¡Mil gracias por leer!
chao!