JOHANNA POV

—Oye —Lo empujé—, deberíamos irnos

— Es muy probable que estén yendo en dirección contraria a nosotros durante todo el juego, no deberíamos movernos. —Pude oír su tono de voz tembloroso de duda. Genial, ahora debía llevar a tres malditos desquiciados conmigo..

—¿Seguirás tan imbécil el resto de los juegos? Avísame y te abandonaré en seguida.

Pareció reaccionar, carraspeó y se aparto de mi —Vamos.

Acto seguido se puso de pie, lo imité. —¿En qué hora del reloj estamos? —Miré al cielo.

—Debe haber algún tipo de bestia asquerosa dos zonas a la izquierda, —En efecto, en ese momento se oyó un gritó y sonó el cañón, Haymitch y yo sonreímos.

—Propongo ir a la playa. Si mis cálculos son correctos (y generalmente lo son) los chicos deberían haber salido de la zona de niebla hace más de tres horas.—Haymitch había trazado un mapa ruimentario en la arena indicando las zonas que ya habían sido activadas, pero guardándose aún en secreto las otras. —Deben estar allí, si fueron inteligentes...

Siempre cabía la posibilidad de que se hubieran desviado mucho del camino donde Haymitch los vio por última vez. Quizá alguno había sido atrapado por la bestia. Espero que, si ocurrió, haya sido la vieja Maggs.

Me sorprende la aparente tranquilidad del borracho, viendo su actitud de hace un rato.

—Toma. —Haymitch me ofrecía un puñado de bayas. Según él, era lo único comestible en la arena. Podíamos atiborrarnos con ellas, pero algo de mejor comida no me vendría mal, la verdad.

Caminamos en la inclemencia de esa jungla calurosa, bebiendo con el spile de vez en cuando. No es agradable escuchar a Beetee (que estaba de vuelta junto con su compañera loca) todo el camino explicando cómo fue diseñado el carrete de estúpido alambre que lleva consigo a todas partes. En un momento le digo que se calle. Se calla. Todo parece ir mejor, todos estamos en nuestro propio mundo, sumidos en pensamientos.

¿Cuándo terminé tan metida hasta el cuello de un plan estúpido en el que nadie cree? Las cosas son demasiado grandes como para ser posibles. Pero, claro, aún espero que funcione... si sólo pudiéramos encontrar al resto de nosotros.

—Aquí es donde deberían estar —Llegamos y no hay nadie en la playa.

—Coincido. —Dije y alargué una enorme hoja de un árbol para empezar a hacer algún tipo de refugio. —No se queden ahí parados, tengo un cuchillo y sé usarlo.

—El clase de uso como para hacernos un buen refugio, claro. —Se burló Haymitch, mientras se arrellanaba en su lugar con insultante calma.
Como respuesta, y ante las risas insolentes, no pude resistir lanzárselo al brazo. Para asombro de todos, lo corté. No es que no creyeran que fuera a hacerlo, pero es una sorpresa por el modo en que declara la poca preocupación, al menos de mi parte, por la integridad ajena.

Beetee y Wiress están consternados, claro, pero un corte, realmente, no es algo por lo que ninguno se preocupe especialmente; ni siquiera Haymitch, que me mira como si estuviera conteniendo una risa.
Aún así, su expresión es un poco lo suficiente para temer por lo que hará luego, viendo el cuchillo que sacó de la corucopia en su cinturón, por lo cual espero llegar a algún tipo de indulto, así que lo tomo del brazo y lo alejo del grupo.

—Me estás tomando del brazo que acabas de... —Puedes ver que no le importa mucho, pero hace una mueca de dolor para culparme. —Es como echar sal en la herida. Y fue profunda.

Ahora está revisando su brazo, su patético intento de hacerme responsable me insta a burlarme, aunque puede que esté forzando las cosas más allá de mi control y termine por provocar una venganza peor.

Me acerco pretendiendo revisar su brazo, aunque mi intención es sólo presionar la herida provocando dolor, su rostro contraído es una buena venganza ante la broma que hizo hace un rato. —Fue un simple corte, Haymitch, si vas a llorar sólo avisame.

—No sé, tal vez sea esa predisposición tuya a golpearme lo que me hace estar tan prevenido a futuros ataques. ¿Qué pasaría si decidiera devolver el golpe?

—No haría un show de eso, seguramente. —Mascullo.

—Son los juegos del hambre y mi integridad, hasta ahora, ha estado más amenazada por ti y un cuchillo que por los verdaderos enemigos. No estoy cómodo al respecto.

—La implicación de que quiero causarles daño... no rompería una alianza por un simple problema de egos. Si, y ya me estás molestando Haymitch, no abuses de la posible influencia que tienes en nosotros.

—No lo hago, preciosa. —Y sólo sonríe con esa mueca tan falsa y exasperante que me dice que quizá se merezca otro cuchillo, pero decido que es mejor dejar todo tal como está.


Haymitch revisa su herida —¿Sueles manipular a muchos tipos con cuchillos, preciosa? —Pregunta a ninguna parte.

—Oh, claro. Mi ex solía amar que le dejara tendido en el piso en un charco de sangre. —Johanna respondió.

El hombre del doce quiso reírse. —¿Cuál será tu siguiente movimiento, dulzura?

—Creí que estabas al mando, ¿qué sugieres? —Ambos dirigieron sus miradas a los dos cuerpos enjutos tendidos en la playa, decidiendo que no deberían despertarlos.

—Sigo sin saber en qué estado está esa herida de Beetee, no querría hacerlo moverse más de la cuenta. Lo más inteligente para los otros, insisto, sería venir aquí. Se darán cuenta de ello, en unas horas... —Alzó la vista al cielo rosa, la luz molestó su percepción.

—Esperar no suena como un plan en nuestra situación.

—Pero creo que todos adentro —Señaló a la selva —están teniendo problemas especiales para salir. No querría acompañarlos.

Johanna se tumbó sobre su espalda. Sólo no podía apartar los recuerdos de su cabeza, lo cual lo hacía extremadamente difícil todo. Vuelve a casa tras Los Juegos, tratando aún de tragarse la soledad sin las únicas personas a las que había querido, Vuelve, y no solo no le aprecian, sino que le temen por todo lo que demostró en aquel lugar, no matas a sangre fría y esperas que te aplaudan. Entonces, ante el rechazo se dice que muy bien podría regresar a Los Juegos. No esperaba un tratamiento de héroe, pero tampoco que todo el mundo le mire de esa manera. Así pues, el macabro reloj funcionando sin artífice hace que vuelva por segunda vez, y en esta ocasión se encuentra preparada mental y físicamente para lo que le espera, está de mala leche, llena de rabia. La primera vez no fue tan entusiasta, la primera vez fue la acomodadiza Johanna, que no sabía qué era sentirse desesperada; la primera vez fue la chica del Distrito 7 que confiaba mucho en la gente y no tenía idea de lo humillante que puede ser la vida, no sabía qué era la medicación, no se sentía inferior a nadie, la despreocupada Johanna, que no representaba ninguna amenaza para la sociedad, tenía montones de amigos, le gustaban los paseos por su distrito, el trabajo duro, esa clase de cosas.

La primera vez que mató lo hizo porque estaba allí y era lo que se hacía, pero eso fue todo. No era de aquellas personas que cuando se veían en medio de aquel ámbito sin ley ardían en deseos de actuar, las que no estaban del todo en sus cabales o eran lo bastante agresivas para empezar y sólo necesitaban la menor oportunidad para desmadrarse. Pero la segunda vez, con muchos otros que también han vuelto, que habían sido obligados a volver, algunos; otros que habían vuelto por su cuenta, y que si han vuelto no es solo para 'matar' el tiempo, literalmente, o ganarse el honor de ser vencedor en un Vasallaje..., esa segunda vez, con esos vencedores que siempre están buscando caza, fieras que reconocen el horror pero que ahora están pasando la mejor época de su vida, ella también se vuelve una fiera. Durante la batalla, corriendo para alejarte del peligro, usando las armas, no puedes tener miedo, pero puedes desmandarte y tomar ímpetu, y la segunda vez Johanna se desmanda. La segunda vez quiere causar verdaderos estragos. (¹)

—Iré a buscarlos. —Se puso de pie.

—Como quieras. —Haymitch la miró sin especial interés, ya había hecho los cálculos y sabía que, hiciera lo que hiciera, su terquedad chocando con la de ella no la convencería de quedarse.

—¿No vienes? —Ella le echó una mirada de reojo mientras acomodaba el cuchillo en su lugar y se preparaba mentalmente.

—Alguien tiene que cuidarlos. —Se refería a Majara y Voltios. —Sé lo que hago, soy lo bastante viejo como para ser más listo y lo suficientemente joven como para no preocuparme demasiado.

De todos modos, Haymitch no sabría cómo pararse a su lado en ese momento. Cuando tuvo oportunidad de ver sus ojos, creyó que no había motivo para desafiar tal determinación, que era mejor mantener su distancia. Cuando ves a un asesino nato, sabes por su mirada que ya ha perdido cualquier escrúpulo. Le quedaba preguntarse si tenía aún en mente la rebelión, la cual podría arruinar con sólo un movimiento del cuchillo. No quiso responderse, y también se alegraba por no haber conseguido un hacha. Si él hubiese estado lúcido en ese momento, tanto como para usar su cuchillo, se habría vuelto igual de loco que ella con el hacha. Para su fortuna, aún trataba demasiado fuerte de alejar recuerdos turbios, entonces no le importaba a quién tuviera que matar, pero no estaba concentrado en ello. Llegado el momento lo haría, esperando que las pesadillas lo abandonaran alguna vez pero, ahora mismo, si Johanna tenía problemas psicológicos que necesitaba aliviar con sangre no era de su incumbencia, siempre que no fuese sangre conocida, o la suya propia.

La vio alejarse, teniendo la sensación de que no volvería hasta dentro de mucho. Mirando a sus otros dos aliados en la playa, se dijo que también él mismo los dejaría, si no tuviera el ancho peso de una rebelión a sus espaldas. Si todos iban a irse, desechándolo con tanta facilidad, era preciso que él se mantuviera en su sitio hasta que volvieran, o murieran.


(¹) Del libro "La mancha humana" de Philip Roth.