Will Solace
Soy feliz
Acaricié su rostro y sonreí, era mi niña. Se podía ver un poco de pelo rubio y sus ojos verdes, iguales a los de su madre, brillaban alegremente.
Miré a Mel con una sonrisa que estaba seguro me llegaba hasta las orejas y con unas lágrimas que me caían por las mejillas.
Estaba feliz, todos aquellos monstruos habían valido la pena, todas las heridas, el dolor... todo había valido la pena. Hacía unos años que había conocido a Melisa y me había enamorado de ella. Ahora tenía a mi hija en brazos y estaba seguro de que me había convertido en el hombre más feliz de la tierra.
Mel se había quedado dormida con nuestra bebé en brazos, la cogí y la puse en la cuna que había al lado de la cama. Le di un beso en la frente a ambas y salí de la habitación, eran las tres de la mañana y necesitaba un café.
Cuando llegué a la barra, me encontré con un hombre rubio de ojos azules al igual que los míos. Me sonrió y me dijo:
-Debes de ser un hombre feliz.
Pensé en mi mujer, en mi hija, en mis amigos, en mi trabajo, en toda mi vida... Sonreí y le respondí:
-Sí, papá, soy un hombre feliz.
L. Nott