Lonely Moon
Autora: eleventy7
Notas de la autora: Los tres cuentos y el poema que aparecen en este fic son trabajos originales hechos por mí.
Advertencias: Algo de lenguaje vulgar. Slash.
Parejas: Eventualmente HP/DM
Notas de la traductora: ¡Hola! Por si alguien recuerda esta historia que hace algún tiempo traduje y subí a slasheaven, ésta es la versión corregida y editada. Me di cuenta leyéndola nuevamente que tenía muchos errores de traductora primeriza y realmente quería arreglarla y hacer que se viera bonita porque creo que la historia se lo merece. Y también quería tener todas mis fics juntos aquí (tanto traducciones como propios) por lo que ahora la estaré subiendo a esta página. Si alguien lo recuerda, vale la pena volver a disfrutar de esta bonita historia, si alguien por aquí lo lee por primera vez, seguro les va a encantar. Los comentarios son siempre calurosamente bienvenidos. Sin más, a leer.
1. Primer día
Era su primer día de escuela.
Como profesor.
Había tenido una larga y energética discusión con McGonagall. Demasiado joven. Sin experiencia. Sin calificación. Pensaba que no era el tipo de persona que enseñase.
No tiene importancia, había dicho McGonagall. No tiene importancia.
No podía discutir con un 'no tiene importancia'. Era ridículo. Finalmente Hermione se lo llevó aparte.
—Mira –dijo ella–, tú amas Defensa Contra Las Artes Oscuras. Los estudiantes pensarán que eres genial. Eres un líder natural, ¿recuerdas el Ejército de Dumbledore? Además, es esto o sentarte todo el día a leer el correo de tus fans.
Harry había considerado seriamente regresar a su antiguo trabajo como auror. Después de once años como el más joven en el equipo, podía decir que lo había disfrutado. Pero ya había tenido suficiente de todo eso. Suficiente de combates, duelos, cicatrices y estrategias complicadas. Después de haber capturado al último mortífago, había decidido renunciar y tener una vida más tranquila. Él quería un trabajo práctico, un trabajo interactivo, no uno respetable y aburrido del Ministerio. Algo no tan completo como ser un Auror. Y Hermione, como si hubiera leído su mente, sonrió ampliamente.
–Esto es perfecto Harry. Una oportunidad perfecta. Podrás practicar hechizos, enseñar a otros y ayudar a niños. Eres paciente, compresivo y minucioso.
–Tengo veintinueve. Seré la persona más joven ahí. Me sentiré estúpido.
–No, no lo harás –dijo Hermione agudamente–. Y ¿qué hay de Nev, enseñando Herbología? Él tiene exactamente la misma edad que tú.
–Pero–
–Sin excusas.
–Yo sólo…
–Te encantará.
Harry gimió y se hundió en el sofá. –Ya has tomado la decisión por mi, ¿verdad?
–Sí –dijo Hermione sin pedir disculpas–. Va a ser divertido. De todos modos, necesitas…
–¿Una vida?
–…un cambio –Hermione finalizó–. Conocer nuevas personas, ese tipo de cosas. Quién sabe, incluso podrías conocer a alguien, al fin.
–No hagamos esto personal –replicó Harry con hastío.
Desde que había roto con Ginny, Hermione había estado intentando que volvieran de nuevo. Cuando Harry finalmente expresó su molestia, Hermione cambió de táctica, intentando que saliera con otras personas. Le gustaría saber a quién esperaba Hermione que conociera en Hogwarts. ¿McGonagall? ¿Neville? Soltó un bufido.
–…bien, sólo estoy diciendo. Entonces, ¿tomarás el trabajo o al menos lo tendrás en cuenta?
Harry suspiró y jugueteó con sus mangas. Finalmente la miró, abatido. –Si lo tomo, debes prometerme que dejarás de intentar conseguirme alguien.
–Está bien –respondió Hermione, sonriendo y juntando sus manos–. No me inmiscuiré más.
–De acuerdo –dijo Harry derrotado–. Lo tomaré.
Se trasladó a Hogsmeade, donde se encontró con la Directora McGonagall.
–Profesora –llamó Harry.
–Puedes llamarme Minerva, Potter –dijo ella, golpeando ligeramente con su bastón en el empedrado y sonriendo.
–Sí, profesora –respondió, sabiendo que nunca se atrevería a llamarla de esa manera. Los viejos hábitos tardan en morir.
–Por aquí –dirigió McGonagall, aunque Harry no necesitaba orientación. Se sabía el camino a Hogwarts de memoria–. Tienes que perdonar mi lento caminar –añadió McGonagall–, la edad se suma a la mente pero desvirtúa el cuerpo.
–Usted no es tan mayor –dijo Harry con lealtad. McGonagall levantó una ceja y siguió caminando.
Caminaban silenciosamente aproximándose a Hogwarts cuando McGonagall se detuvo en la hierba, recuperando el aliento y dejando a Harry mirar por un momento. Se alegró por la oportunidad de reunirse consigo mismo mientras veía el hermoso castillo y los terrenos que se extendían alrededor. Todos esos recuerdos… los alejó con fiereza. Fue ahí donde holgazaneaba, cerca del lago y fue ahí donde enfrentó a Voldemort. Fue ahí donde rió con sus amigos y fue ahí donde sus compañeros murieron.
Se dio cuenta que McGonagall lo estaba mirando suspicazmente y volvió a sonreír, levemente.
–No ha cambiado ni un poco –murmuró.
–Sí, fue bien arreglado después de la batalla –dijo McGonagall, y Harry se dio cuenta que ella también miraría Hogwarts y tendría recuerdos tanto bonitos como devastadores.
–Nunca pensé que regresaría aquí –añadió Harry nerviosamente. Incluso desde ahí podía ver el terreno quemado del bosque, donde él había colgado limpiamente en el aire sobre un triunfante Voldemort. Como si leyera sus pensamientos, McGonagall le dio una mirada penetrante.
–No idolatramos el lugar –dijo ella–. No hay estatuas ni monumentos ahí.
–Gracias a Merlín –murmuró Harry, y para su sorpresa McGonagall rió.
–Tuvimos un lugar conmemorativo construido en el jardín de rosas –señaló–. Colocamos una pequeña placa con la fecha de la batalla y los nombres de aquellos que murieron luchando –hubo una pausa y luego siguió avanzando–. ¿Seguimos, Potter?
Continuaron caminando hasta los portones, estos eran sólidos, hermosos y parecían más fuertes que nunca. No podía imaginar que hace once años, se habían destrozado y desgarrado sus bisagras.
–¿Nervioso, Potter? –le preguntó McGonagall amablemente mientras hacía una pausa, mirando los portones.
–Sí, yo no…no quiero que todos los estudiantes estén mirándome –terminó sin convicción, sin saber cómo ponerlo en palabras sin parecer que tuviera el ego demasiado elevado. Lo último que quería era una habitación llena de Colin Creevys mirándolo con asombro.
–Oh, no te preocupes por eso, Potter –dijo McGonagall muy segura–. Sólo serás otro profesor para ellos. Si te comportas correctamente.
Comportarse correctamente. Harry tenía el absurdo presentimiento de que estaba siendo amonestado por algo que aún no había hecho.
Habían entrado a los terrenos y se estaban acercando a los grandes escalones de piedra arenisca. Estaban intactos, un poco usados pero de otra forma, perfectos. Harry los recordó derrumbándose, las paredes del gran castillo salpicadas por hechizos mortales, los pisos resbaladizos de sangre…
–Debemos recordar seguir hacia adelante –McGonagall dijo, gentilmente–. Hogwarts se ha recuperado. Los estudiantes son felices aquí. Nuestros antiguos alumnos dieron sus vidas para que otros estudiantes pudieran tener un futuro aquí. Un valioso sacrificio.
Harry intentó sonreír, tragando el nudo que tenía en la garganta. McGonagall tenía razón, el hecho de que esos recintos estuvieron alguna vez llenos de risas y conocimientos, se debía a los estudiantes.
Caminaron por los corredores. Todo estaba tranquilo. Era treinta de agosto y los alumnos llegarían en dos días, trayendo con ellos el bullicio y la alegría locuaz de la juventud, pero por ahora el castillo estaba silencioso y tranquilo, esperando.
–Todo el personal está aquí –McGonagall le aseguró–. Por supuesto, Grimble y yo nos quedamos aquí todo el año para mantener la escuela.
–¿Grimble?
–Herbert Grimble, el cuidador.
–¿Filch se fue?
–Felizmente retirado –dijo McGonagall secamente–. Ahora, aquí esta tú oficina.
Abrió una pesada puerta de madera que Harry reconoció de inmediato. Su corazón saltó dolorosamente al recordar que una vez Remus Lupin había usado esa habitación. Ahí habían estado sus preciadas pertenencias: los libros dispersos, la capa hecha jirones, el sucio tanque del Grindylow…
Estaba vacío y desnudo ahora, las paredes de piedra sin adornos y la ventana llena de polvo. El único mueble era un escritorio maltratado en una esquina. Harry pasó una mano casi con ternura sobre él, recordando los libros de Lupin y los papeles apilados sobre él.
–Voy a buscar a Grimble para que reintegre los hechizos de calefacción para el suelo –dijo McGonagall haciendo eco en su voz–. La piedra se enfría bastante en invierno.
Harry caminó hacia la ventana y miró. Vio directamente el campo de Quidditch, trayendo una ligera sonrisa a su rostro.
–Fregotego –murmuró desapareciendo el polvo, la ventana quedando brillante y limpia. El anochecer ya se estaba estableciendo, las estrellas guiñándole un ojo a través del cristal. Su aliento fantasma a través de la ventana y por un momento vio su propio reflejo mirándolo, las estrellas brillando a través de sus pupilas.
–Esta puerta te lleva a tus habitaciones –lo llamó McGonagall, abriendo la puerta. Crujió ligeramente y se abrió para revelar cómodos cuartos para dormir. Había una gran cama con dosel, una mesa baja, un sillón, un guardarropa y una chimenea. Otra puerta en la esquina llevaba a un pequeño baño.
–Tú salón de clases está en el tercer piso, el séptimo a lo largo del retrato de Uric el Raro –dijo McGonagall mientras sacaba un baúl pequeño, encogido en su bolsillo y lo ponía sobre la cama–. Harías bien en aclimatarte a la sala antes de que los estudiantes lleguen.
–Sí, profesora.
–Muy bien, si necesitas cualquier cosa, no dudes en preguntarme. La contraseña para mi oficina es "Abejas Zumbadoras".
Harry esbozó una sonrisa y luego se volvió hacia ella. La sala estaba oscura, siendo visible su silueta contra la oscuridad azul oscuro.
–Gracias, Profesora.
–Hablaré contigo mañana –añadió McGonagall antes de irse. Harry escuchó sus pasos desvaneciéndose en el corredor, luego cerró suavemente la puerta de su oficina.
Su oficina. ¡Qué extraña frase! Era imposible pensar en sí mismo como profesor. Profesor. ¡Qué título tan extraño! Uno que seguramente él no había ganado.
Suspiró, y comenzó la larga tarea de desempacar.
Pasó la mayor parte del día organizando su cuarto y casi había terminado cuando alguien amablemente llamó a la puerta. Harry se apresuró a salir de su habitación y abrir.
–Ah, Potter. Has estado ocupado, ya veo –McGonagall entró y miró a su alrededor. Ciertamente Harry había estado ocupado, su baúl tenía una remarcable cantidad de cosas. Había estanterías recubriendo la habitación, llena con muchos textos que había ganado con los años. Carteles y recortes de periódico enmarcados recubrían las paredes.
'Ojo Loco' Moody galardonado en el Servicio Conmemorativo de Aurores.
Beca Escolar Albus Dumbledore anunciada.
Shacklebolt juramentado como Ministro.
McGonagall desvió la mirada de un diagrama de un Doxy y se sentó enfrente del escritorio de Harry.
–Gracias, Profesora –dijo Harry.
–Ahora, como ya sabes los estudiantes llegaran mañana –dijo McGonagall ajustando sus anteojos–. Estoy segura de que harás un admirable trabajo al educarlos.
Harry sonrió nerviosamente, tamborileando sus dedos en el escritorio de caoba.
–Todos tenemos nuestros propios métodos de enseñanza –siguió McGonagall–, pero me siento obligada a darte algunos consejos, Potter. Y pon atención porque es vital para que en tu primer día no tengas problemas.
–Sí, profesora –dijo Harry ansiosamente. ¿Por qué había aceptado todo esto? ¿A quién estaba engañando? ¡Él no podía enseñar nada!
–Lo primero es nunca mostrar ninguna señal de estrés o nervios –comenzó McGonagall–. Siempre mantén la calma, en todo momento.
–Sin nervios –repitió Harry, sintiéndose mareado–. Bien.
–Segundo –siguió McGonagall–, no intestes ganarte a los niños. Nunca los complazcas, los consientas o intestes estar a su nivel. Tú no estás aquí para ser su amigo, estas aquí para ser su profesor. No trates de conversar con ellos o permitir que se salgan con la suya con la esperanza de ganarte su apoyo o colaboración. Sería fácil para ti, como un profesor joven, caer en el papel de un amigo o compañero estudiante, pero te ruego que no los consientas ni a ellos ni a ti.
–Claro.
–Por supuesto –continuó McGonagall–, esto no significa que tengas que ser completamente estricto y huraño. Si un chico busca consuelo o consejos, puedes ofrecérselo. Sin embargo, es importante que reconozcas que si un estudiante está experimentando dificultades en su vida personal y desea ser aconsejado o asistido, lo discutas con Poppy o conmigo y nosotras nos haremos cargo. No estás en posición para tratar con tales casos.
–Por supuesto, profesora –dijo Harry. ¿Debería estar anotando todo esto? Estaba seguro que sería un completo fracaso en su primer día.
–Ahora –dijo McGonagall–, sobre las cosas más prácticas. Si Hogwarts es evacuado -un hechizo ha salido mal, Fuego Demoniaco- esa clase de cosas, un anuncio general será hecho. Tu clase está de lado del campo de Quidditch y debes tomar asistencia para asegurarte que todos estén presentes y sanos.
–Bien.
–Si un estudiante alguna vez es herido en tu clase -otra vez, por un hechizo, una creatura mágica o un compañero- debes aislar al herido de una vez. Si la herida es menor y son capaces de caminar, envía a un compañero a que lo escolte al ala del hospital. Si la herida es más problemática o restringe los movimientos del alumno, tú los escoltaras al ala del hospital de la manera más segura y regresarás a tu clase inmediatamente. Debes asegurarte que la clase permanezca en calma y bajo control en todo momento.
Harry asintió, intentando desesperadamente recordar todo.
–Cuando recibas las listas con los nombre de los estudiantes –añadió McGonagall–, recibirás detalles adicionales. En que casa esta. Cualquier condición médica. Y últimamente, si sus padres o algún familiar cercano estuvo envuelto en la batalla. Esto es, por supuesto, para practicar la sensibilidad alrededor del chico. Por ejemplo, si estas explicando Maldiciones Imperdonables, sabrás que uno de tus estudiantes tiene una madre que fue asesinada por una de las maldiciones. Puedes optar por llevar el niño a un lado antes que empiece la clase, discretamente, y preguntarle si le gustaría ser excusado de la clase.
–Intentaré recordar eso.
–Y no dejes que tales documentos caigan en manos de los alumnos. Tendrás un alborotador en cada clase. Puedes lanzar un Hechizo Codificador sobre los documentos para que sólo tú puedas verlos, por ejemplo.
–Muy bien. Gracias, Profesora.
McGonagall asintió una vez, brevemente. –Creo que eso cubre los mayores puntos, Potter. No tengas miedo de descontar puntos a una casa o dar detenciones. Es mejor tener una reputación como un profesor estricto que como un profesor fácil de llevar. Con el tiempo aprenderás los trucos y las formas. Ellos intentaran distraerte, salirse de las lecciones. Nunca aceptes excusas por las tareas. Nunca escuches historias sentimentales. Nunca, jamás, divulgues detalles personales. Pueden preguntarte si tienes familia, donde vives, si has viajado, si tienes alguna mascota, si estabas en la batalla, como es luchar, y más. Siempre evita tales preguntas y déjales claro que no las responderás. Algunos serán inofensivos, otros sólo se esforzarán para posponer las cosas y distraerte, algunos intentaran enfadarte o molestarte. Nunca, jamás les respondas o permitas ser antagonizados por ellos.
–Sí, Profesora.
–Muy bien. Creo que estás listo.
Harry la miró, aterrorizado. Ella sonrió calmadamente hacia él.
–Te veré en la cena del personal esta noche, Potter.
–Ehh…, sí…–Harry garabateó una nota, había olvidado por completo la cena. Cuando levantó la mirada, ella se había ido.
Se desplomó sobre su escritorio. Iba a ser un profesor absolutamente horrible.
–¡Hermione! ¡Hermione!
–¡Oh, Harry! –Hermione dejó caer la tostada y se apresuró hacia su chimenea–. ¿Cómo estás? ¿Te instalaste bien?
–Hermione, no puedo hacerlo. Voy a renunciar.
–¿Qué pasó? –preguntó horrorizada. La cara de Harry estaba completamente blanca y no podía pensar en que podía haber pasado. Los alumnos ni siquiera estaban ahí.
–McGonagall vino a mi oficina ayer –dijo Harry desesperadamente–. Dijo tantas cosas y no sé si seré capaz de recordar alguna. Los chicos van a odiarme o pensarán que soy aburrido.
–No pensarán que eres aburrido –dijo Hermione con dulzura, pero Harry la interrumpió.
–Sólo estás siendo amable, Hermione. Terminaré como el Profesor Binns, se dormirán en mis clases…
–Harry creo que estás sobreactuando.
–No puedo hacerlo. No puedo. Terminaré accidentalmente matando a alguien…
–Al menos no los aburrirás.
–No es gracioso –gritó Harry–. Voy a ser el peor profesor, seré…
–Harry –llamó Hermione–. Harry.
–¿Sí? –preguntó de mala gana. Obligándose a calmar su voz.
–Has luchado contra Voldemort en numerosas ocasiones. ¿Estás diciéndome que puedes enfrentarte al mago más tenebroso del mundo y no a una clase de niños de once años?
–Sí, porque…
–¿Ya has visto a Neville?
–Sí –dijo Harry–, en la cena del personal la noche pasada.
–¿En serio? ¿Y cómo está él?
–Bien –dijo Harry con suspicacia–. Tuvimos una charla muy agradable. Dijo que sería genial tener un viejo amigo alrededor. Podemos intercambiar notas sobre los estudiantes.
–Entonces, ¿Neville disfruta su trabajo?
–Sí.
–¿Así que Neville puede ser un profesor exitoso y tú no puedes? Perdóname, pero pensé que tú le habías enseñado, ¿no? ¿No le enseñaste el Expelliarmus?
–Bueno…. tal vez… algo así… –murmuró Harry, sus miedos comenzando a disiparse. Comenzó a sentirse un poco avergonzado. Tal vez Hermione tenía razón, y sólo estaba sobreactuando.
–¿Esperando el banquete de esta noche? –dijo Hermione con gusto.
–No, todos estarán mirándome sorprendidos.
–Por supuesto que lo estarán. ¿Recuerdas como solíamos mirar a los Profesores de Defensa Contra Las Artes Oscuras?
–Sí –admitió Harry, sonriendo.
–¿Lo ves? Nosotros fuimos estudiantes una vez.
–Siento pena por nuestros profesores ahora –Harry rió–. Odiaría tenerme en mis clases.
–Por no hablar de Ron –dijo Hermione, y luego rieron juntos–. Te envía sus saludos, por cierto. Dice que espera que no te alcance una bomba fétida o algo así en tu primer día.
–¿Podría pasar? ¿Qué voy hacer si eso sucede? –preguntó Harry, el pánico comenzando a filtrarse de nuevo.
–Oh, vamos Harry, relájate. Estarás bien.
–Sí, muy bien –dijo Harry dubitativo, pero al ver la sonrisa tranquilizadora de Hermione y al escuchar su acogedora voz se habían calmado un poco sus raídos nervios.
–Sólo siéntate en la mesa de los profesores y dales una mirada marca Severus Snape –bromeó Hermione–. Van a estar aterrorizados de ti en cualquier momento.
–Me gustaría –dijo Harry secamente–. Era un hombre que podía imponer respeto.
–Y terror. Las pobres manos de Neville solían temblar en Pociones. Escucha Harry, tengo que irme a trabajar pero hablaré contigo otra vez en la noche. ¿Bien?
–Bien, vamos, sal de aquí –Harry rió y Hermione se despidió mientras Harry sacaba su cabeza del fuego y se levantaba. Echó una mirada a su nueva oficina, más tranquilo de lo que había estado en los últimos días.
–Estaré bien –se dijo–. Muy bien.
–Toma asiento, Harry. Grubbly-Plank traerá a los de primer año ahora –dijo Neville alegremente, palmeando el asiento a su lado. Harry se subió en él torpemente.
–Esto se siente tan raro –murmuró–. Sentado aquí arriba.
–Oh sí, pero te acostumbrarás. Mira, puedes ver todo desde aquí arriba, nunca me di cuenta. Pensar en todas las veces como estudiantes que solíamos susurrar y todo el tiempo los profesores vieron todo.
Neville tenía razón. Harry podía ver todo. Miró alrededor las mesas y los asientos vacíos, y dio una sacudida al ver un hombre de aspecto malhumorado llevar un pequeño taburete y un sombrero.
–¿El Sombrero Seleccionador?
–Oh sí. Al igual que un viejo amigo –dijo Neville cómodamente. Aún podía ver la vieja cicatriz extendiéndose en el lado derecho de su cara, cruzando el puente de la nariz y justo debajo de los ojos -una pequeña y dolorosa línea blanca. Como si sintiera su mirada, Neville se frotó el puente de la nariz, ausente.
Neville le había dicho una vez que mientras el Sombrero Seleccionador se quemaba sobre su cabeza, éste le había susurrado unas palabras de coraje y valentía. Eres demasiado fuerte para su tortura, le había dicho. Pero él no es muy fuerte para la tuya. Cumple tu promesa y destruye lo que es más preciado para él. Y fue ahí cuando Neville había levantado la espada en todo su blanco dolor cegador y la dejó caer sobre Nagini.
Harry intentó sacudir los recuerdos, sentándose abruptamente mientras se llenaban los pasillos.
–Son los de sexto y séptimo año –dijo Neville–. Puedes saber quiénes son. Son los más geniales y seguros.
Ciertamente los estudiantes que entraron estaban en sus últimos años de adolescencia. Apenas dieron una mirada a los profesores, sonriendo y murmurando entre ellos mismos. Eventualmente, los de años inferiores entraron saludando animadamente a sus amigos y organizándose entre ellos, discutiendo por los asientos y presumiendo de sus vacaciones. Unos pocos miraron a la mesa de los profesores, y al mirar a Harry, daban codazos a sus amigos, con discreción.
–Sólo míralos –dijo Neville y de repente Harry estaba agradecido de que Neville estuviera ahí con él. Sonrió y no pudo evitar dar un guiño a un sonriente Gryffindor de segundo año, quién lo saludó con orgullo, codeando a sus impresionados amigos. Finalmente se instalaron en sus asientos, el Gryffindor volviéndose con frecuencia para mirar a Harry.
Hubo un repentino silencio mientras la Profesora Grubbly-Plank aparecía, con una delgada línea de estudiantes con caras blancas detrás de ella. Tenía una larga lista y aclaró su garganta.
–Aaronson, Ethan.
Un petrificado alumno de la fila se movió hacia adelante. Harry arqueó las cejas. No podía recordar alguna vez ser tan pequeño.
–Hufflepuff.
El niño de primer año corrió con alivio hacia la mesa de Ravenclaw y fue rápidamente redirigido a la mesa de Hufflepuff en gritos de risas.
La lista siguió, algunos nombres familiares trayendo sonrisas a la cara de Harry. Entonces Neville se inclinó hacia adelante, repentinamente.
–¡Vaya! Esto es interesante.
–¿Qué es? –preguntó Harry, inclinándose también. Frunció el ceño, viendo un destello de cabello blanco-rubio.
–¿Malfoy? –preguntó estúpidamente, luego…
–Malfoy, Scorpius.
–Ése no puede ser el niño de Malfoy, ¿verdad? –le susurró Harry a Neville.
–Imposible –murmuró Neville–. Tiene que haber nacido poco después de la Batalla.
–¿Un niño Malfoy nacido fuera del matrimonio? –Harry negó con la cabeza–. No lo creo.
–¿Puedes imaginar a Malfoy como un padre adolescente? –Neville rió en voz baja–. Tal vez este Scorpius es un primo.
–No lo creo –dijo Harry confiadamente, habiendo estudiado el árbol genealógico de la familia Black ampliamente.
McGonagall envió una mirada sofocada hacia ellos y rápidamente se tranquilizaron. Harry silenciosamente buscó al supuesto estudiante Malfoy, mirando en la mesa de Slytherin. Entonces Neville le dio un codazo, señalando discretamente.
Ahí estaba.
Sentado miserablemente en la mesa de Gryffindor, junto al alegre ahijado de Harry.