Los personajes le pertenecen a Meyer.

TU NO EXISTES ® Sachita Simon

Prologo

Ella

Música

#524 Igor Stravinsky - Concierto para piano y orquesta de armonía


Han pasado casi treinta años desde que me fui dejando todo atrás: mi casa, mi familia, a ella y, ahora, volvía de nuevo, pero ya no era el mismo, ya no. Me convertí en un animal. Me veo ahora y no me reconozco, quizás mi familia tampoco. Pienso en mi padre, en todo lo que yo representaba para él, su primogénito, la esperanza sobre el horror y como, con una decisión estúpida, terminé convertido en todo aquello que tanto odie… un monstruo

Treinta años, treinta malditos años en que me perdí, me deje llevar por los instintos, la desesperación, por el dolor, por la soledad y volví a matar, a beber sangre humana. Como excusa, puedo decir que lo hice tan sólo porque quería matar la voz de ella en mi interior y ── al igual que los humanos con el olvido y el alcohol ── no lo conseguí. Hoy, para mí, su nombre es prohibido y no lo nombro simplemente porque no me lo merezco y si ella existe, para mí es como si fuera un cáncer en un cuerpo enfermo: carcome pero no se desea tener conciencia y se le ignora con todo el resto de energía que queda.

Si, los vampiros amamos para siempre… que cruel, que doloroso, que real me resulta todo eso ahora, parece que la inmortalidad te da una voluptuosidad de espíritu, una propensión a amar hasta la locura y la tortura terrible de vivir en agonía perpetúa cuando el amor se convierte en imposible.

No, yo no morí en 1918, mi muerte pasó cien años después, una fría tarde de septiembre.

Aquel día corrí como un loco ── aún sigo corriendo, sin embargo no puedo huir de mi mismo ── me fui lo más lejos posible, años y años en que huí de todo.

Viví en Brasil casi cinco años, me autoimpuse una verdadera tortura, el sol no me permitía salir de día, así que me convertí en la amarga figura de los cuentos de terror. Aquí y allá como rata de alcantarilla. Disfrutaba, insanamente, esa animalidad en mí, era mi muy particular manera de masoquismo.

Yo me merezco eso y mucho más.

Después, viajé a la Patagonia, en aquella soledad continué consumiéndome hasta volverme un espantajo. Solía comunicarme con mi familia una vez cada año. Las llamadas era cortas, yo contestaba por monosílabas y no permití que se me interrogará; en algún momento Carlisle dejó de preguntarme, dejo de contarme lo que ocurría en la familia, creo que perdió todas las esperanzas en mi, al igual que el resto de la familia, sobre todo Alice, quien siempre me recriminó ── con duras palabras ── el haber abandonado a… Haberla abandonado.

Un día ── uno de tantos ── en que la desesperación me llegaba hasta los tuétanos y las llamas consumían mi garganta, volví a matar y desde ese momento no me detuve ── no había razón para hacerlo ── ya había perdido todo ¿Qué más me daba? Ni siquiera el maldito infierno espera por mí.

¡No! ¡Idiota! El infierno es este.

Viajé de país en país, en ninguna parte me sentí mínimamente cómodo; mi hogar estaba a miles de kilómetros de distancia y a millones de años luz. Mi hogar fue un pequeño cuarto de adolescente donde por primera vez sentí que pertenecía a alguna parte. Mi hogar… Ella.

Mi locura se torno violenta y maniática; una noche, en el metro de Moscú, creí verla, casi puedo decir que percibí su hipnótico olor. La busqué sin tener en cuenta que debía ser precavido ── no temía a nada ── una ráfaga de segundo y allí estaba mi hermosa alucinación: perfecta, su cabello, su piel, nadie se le podía comparar, pero no, no era Ella, la mujer que vi en aquel mínimo de tiempo debía tener unos veintiún años y mi amor, en esa época, tendría casi cuarenta. Pero no me importó, yo quería la ilusión, mas la mujer desapareció de la nada, me quede allí por una semana ── para volver a ver aquel ser que se atrevía a parecerse a mi amor ── pero no, nunca más apareció.

El frenesí de la sangre inundó mis sentidos ── a veces, no me permitía ni pensar con lógica ── y toda aquella moral de la que tanto me ufane ── lo único que aún me hacía pensar que era parte de los humanos ── se fue a la mierda.

Los humanos eran mi presa y yo era el cazador.

Hace un mes llegué a mi límite, un niño ¡un niño! Me vi a mi mismo con su sangre corriendo entre mis labios 'yo no quiero ser un monstruo' le dije a Ella un día y heme aquí siendo todo eso que me prometí no ser; estaba traicionando a mi padre, a mí mismo y sobre todo a ella. No, yo no podía hacerlo de nuevo; es así como decidí volver.

Volvería y enfrentaría todo. Nada había servido… error tras error y el mismo punto de partida. Volver a comenzar, de nuevo, ahora, sin Ella… tengo todo el tiempo para hacerlo.

La culpa me carcome, vuelvo y me siento perdido, ahora y siempre. El dolor y la perdida me consumen, hui de ella y regreso sabiendo que nunca me aleje de su recuerdo.

Vuelvo y agonizo en esta eternidad.

Y aquí estoy, en el aeropuerto de Nueva York, esperando a mi familia, he vuelto como el ruin hijo prodigo que se atreve a regresar a pesar de todo el dolor y la vergüenza. Me veo en los grandes espejos del aeropuerto y dibujo una risa sarcástica, mi belleza física sigue intacta ── la odio con todas mis fuerzas pues ella es el símbolo de todo lo que me repugna ── pero se ha tornado más salvaje y violenta. Mi cabello esta largo, pero continua teniendo esa cualidad rebelde y exótica que siempre tuvo, mis ojos son de un color borgoña producto de la ingesta de sangre humana ── no quiero especular en lo que pensará Carlisle al verlos ── los oculto bajo unas enormes gafas oscuras y, para completar mi nueva imagen, se asoma la sombra de una barba, que parece gritar a todo el que me ve lo peligroso que soy. Después de que en los últimos años anduve como un andrajoso mendigo, me compre ropa, al menos en eso, no quiero incomodar a mi familia. No me presentaría ante Esme como un animal.

Allí estaban todos esperándome; pude ver la cara de alegría, miedo y decepción de cada uno de ellos. Carlisle, rubio imponente, tenía esa imagen de patriarca que yo tanto admiraba, Esme me miraba impaciente, yo sabía que en ella no habría ningún reproche, Emmett ── me había olvidado de lo alto y musculoso que era ── una sonrisa picara se asomó en su rostro, ojala yo hubiese tenido en mi existencia esa cualidad de niño travieso que parece que él no ha perdido, Rosalie como siempre, con aquella belleza casi insoportable, no parecía indiferente ante mi aparición, es más hizo un leve gesto con su mano como símbolo de saludo; Jasper enigmático y misterioso, siempre llevando a cuestas su condición y ese terrible don de sentir el fluir de todos los sentimientos y por último, Alice, quien no me quitaba los ojos de encima, su mirada me escudriñaba como si fuese adivinar que ocurría conmigo, yo intuí que aún seguía furiosa. Carlisle se adelantó y me abrazó con todas su fuerzas, yo respondí a dicho abrazo con inquietud, se quedó mirándome y supo de inmediato que había sido de mi, sonrió de manera amarga y melancólica, Esme me abrazó con ternura y beso mi mejilla, fue ella la primera en dirigirme la palabra.

── Al fin hijo, ya era tiempo de volver. Bienvenido.

Emmett me apretó con un abrazo de oso.

── ¡Siiiiii! volveremos a ser como antes ── yo sabía que eso no podría ser posible.

── ¡Pareces una bestia! ── ese fue el recibimiento de Rosalie, esa era su muy particular manera de decirme que me extrañaba.

Jasper se acercó y apretó mi mano en señal de camaradería, era como un soldado que vuelve a ver a un compañero de batalla después de creer que éste estaba muerto.

── Tranquilo, todo volverá a estar bien.

── No, nada volverá a estar bien y tú lo sabes muy bien, Jasper ── esa fue la voz de Alice ── ¿A qué volviste? ¿No crees que sea un poco tarde para el recuento de daños?

── Alice, por favor ── dijo mi madre.

── No, déjala, en parte, ella tiene razón ── por fin emití un sonido ── quiero ir a casa ¿puedo?

── Edward, no tienes ni que preguntar, en cada parte en la que hemos estado, siempre ha habido un lugar para ti, es tu casa también… siempre, hijo, siempre.

── Gracias, Padre.

Todos me seguían y leí en sus mentes los intentos por desviar sus pensamientos de las preguntas que no se atrevían a formularme. Fue Alice ── desafiante y con rencor ── quien me encaró.

── Bueno, hermanito ¿Dónde diablos has estado?

── Por ahí.

── Esa no es contestación.

── Para mi si lo es, déjame tranquilo.

Y volví de nuevo…

Pero yo no estaba feliz.

Tenía miedo ¡terror!

Un paso en falso y…

¡Correría de nuevo a Ella!


Esta historia estuvo en mi antigua cuenta, 12 capítulos exactamente, la borré y la subiré con algunos cambios y ediciones, muchas gracias por leerla.

Gracias a mi editora XBronte por ayudarme con ella.