Resumen: Han pasado once años. Lily y Eileen son dos gemelas, tan parecidas como dos gotas de agua, que fueron separadas poco después de nacer. Eileen se quedó en Inglaterra junto a su padre, Severus Snape, el profesor de Pociones del Colegio Hogwarts, mientras Lily viaja por el mundo con su otro padre, Harry Potter, un afamado Auror de Consulta. Ninguna de las dos sabe que tiene una hermana gemela, pero su encuentro estaba ya predestinado.

Disclairmer: Todo escenario, nombre y el mundo de Harry Potter, pertenece al intelecto de nuestra amada reina, J.K. Rowling. La historia está basada en el Film (principalmente) y la novela "The Parent Trap", traducción al latino "Juego de Gemelas".

La idea surgió al ver ésta imagen:

h-t-t-p:-/-/-sphotos . /hphotos -ak-prn1/ 528404_ 157784811050136_ 716295909_n .jpg (quiten líneas y unan espacios xD disculpen las molestías) si no :3 igual está como foto en la historia.

Que vi un día xD vagando por y originalmente es de Fate Zero, que, curiosamente, tiene un personaje de cabello hasta los hombros y ojos verdes, muy parecido a Severus. Jaja, así que mi imaginación se echó a volar y terminó en esto.

Advertencias: Slash/Yaoi (Relación Hombre/Hombre). MPreg (Embarazo Masculino). Ligero contenido sexual xD (aún me da penita escribir cosas así :$, pero lo intento xD(?)).

Espero de todo corazón que les agrade la historia y disfruten conmigo hasta el final :) Sin más, no les distraigo. ¡A leer!


Once años después

xXx

El otoño había traído consigo el olor a manzanas con caramelo y leña, las hojas de los árboles caían una a una, y a veces en grupo, cuando una ráfaga de aire frío las arrancaba de las ramas. La mañana del primero de Septiembre, era tan tranquila como se podía esperar que fuera el día en que debían tomar el tren los alumnos de una misteriosa escuela. Un joven caminaba por las ruidosas calles de Londres, tomado de la mano de una niña y empujando un carrito, que llevaba una jaula con una lechuza blanca en la cima.

La estación de trenes estaba tan ruidosa y llena de vida, por personas que miraban con curiosidad a las dos personas que se habrían paso entre la multitud.

—¿Lista? —Preguntó él, sonriendo a la niña.

—Lista —Aseguró ella con una sonrisa idéntica a la del joven.

Ambos tomaron velocidad conforme se acercaban a la barrera, mirando a los muggles que había alrededor como si estuvieran haciendo alguna travesura y éstos no pudieran verles. Ninguno de los dos vaciló a la hora de atravesar, la niña cerró los ojos pero ningún golpe llegó. En cambio, aparecieron en una plataforma en la que había un letrero que exponía: "Plataforma 9 ¾".

El lugar se encontraba levemente obscurecido por el vapor que emanaba el tren. La niña se sujetó más al brazo del mayor mientras observaba las borrosas figuras que pasaban a su lado, el vapor no dejaba distinguir la cara de éstos. Él se volvió a ella y sonrió burlonamente.

—¿Tienes miedo?

—Claro que no —Respondió ella, levantando la barbilla orgullosa—. Yo no le temo a nada.

Una risita ligera brotó de los labios del mayor. Ambos caminaron hasta llegar a la entrada del tren. El expreso de Hogwarts se veía tan majestuoso como siempre. La niña miró a su alrededor, ya que el vapor se había despejado, sus ojos se iluminaron.

—¡Es grandioso! —Expresó con emoción—. ¡Hay muchos niños!

—Muchos amigos nuevos, ¿no es así? —Contestó, mirando todo con añoranza—. Solo no vuelvas con un novio a casa ¿estamos?

—¡Iug! A mí no me gustan esas cosas —Arrugó su pequeña nariz, haciendo una mueca de asco.

—Eso es lo que dices ahora pero en cuanto pongas un pie en Hogwarts todos irán a por ti, estoy seguro de eso.

—Espero que tus dotes de adivinación sean tan malos como dice el tío Ron —Se burló la niña—. Porque si no, me veré obligada a hacer uso de unas cuantas maldiciones.

—¡Nada de maldiciones jovencita! Te juro por Merlín que si recibo una lechuza por algo que hayas hecho te enviaré un vociferador muy vergonzoso. Además de que iré por ti hasta tú sala común a sacarte de la oreja.

—Bueno, bueno. Tú ganas —Aceptó ella.

—¿Qué hice yo para que salieras así? —Suspiró resignado.

—No me culpes —Se encogió de hombros, sonriendo divertida—. Es la herencia.

—¡Hey! ¡Yo no era un revoltoso!

—Eso dices ahora —Imitó—. La tía Mione no piensa igual que tú.

Iba a responder algo a eso pero no encontró argumento válido. Justo entonces alguien puso una mano en su hombro, distrayéndole.

—Vaya, vaya. Miren a quien tenemos aquí ¡Es Harry Potter!

—¡Tío Bill! —Chilló la niña.

—Oh, pero si es la pequeña Lily —Sonrió Bill, recibiendo el abrazo de oso de la hija de su amigo. Luego se separó y la midió con su mano—. ¡Cómo has crecido!

—¡Sí! ¡Estoy tan emocionada! ¡Al fin conoceré Hogwarts!

—¿Tan pronto? ¡Hombre, pero si hace un tiempo eras todavía muy pequeña para ir!

—He crecido —Infló el pecho, orgullosa—. ¿Verdad papá?

—Sí, cariño —Musitó Harry, mirándola con melancolía. Bill tenía razón, apenas ayer le pedía que la cargara en brazos y ese día ingresaría a Hogwarts. No volvería a verla hasta las vacaciones de navidad, eso si ella quería volver y si no, hasta el verano—. Creciste muy rápido.

Se acercó a ella, poniéndose en cuclillas y acarició su corta, lacia y negra cabellera. Delineó con la yema de sus dedos la fina carita, su Lilian era tan blanca como la leche, sus ojos eran tan verdes como los suyos y tenía mucho de él… pero también tenía mucho de otra persona y, justamente, era su ceño fruncido lo que se lo recordaba, gesto que había puesto en ese momento.

—¿Qué sucede papi?

—Nada bebé —Respondió sonriendo.

—¡No soy una bebé! —Objetó.

—De acuerdo mi niña grande —Se burló Harry mientras le abrazaba—. Te voy a extrañar mucho.

—Me escribirás ¿Verdad? —Preguntó, abrazándole tan cariñosamente como él. Esa sería la primera vez que se separaran.

—Todos los días si así lo quieres.

—No tanto —Rió Lily—. ¿Cada semana?

—Entonces cada semana tendrás a una lechuza en la mesa de Gryffindor

—¡Sí, y tú tendrás a Hedwig II en tu ventana! —Aseguró—. ¡No olvides enviarme dulces!

—Claro, te enviaré ración doble para que compartas con tus amigos.

—¡Sí! —Dio un pequeño saltito—. Tío Bill ¿Y Victoire?

—Oh, creo que ya ha subido al tren. Fleur le ayudaba a ordenar sus cosas —Dijo el pelirrojo, mirando a lo lejos—. De hecho, creo que ya debes subir linda, el tren esta por irse.

—Está bien —Se acercó al hombre y le dio un abrazo—. Te quiero mucho.

—Y yo a ti hermosa, saluda a Ron y Hermione por mi ¿Sí?

—¡Claro!

Lily se giró hacia su padre y se abalanzó hacia él.

—¡Te extrañare mucho!

—¡Yo también cariño! ¡La casa se sentirá muy sola sin ti!

—Nos vemos en las vacaciones de navidad —Respondió ella—. ¡Te llevaré algo de Honeydukes y Zonko!

—Vale mi amor, te amo… —Besó la mejilla de su hija, que rápidamente le correspondió y se alejó, despidiéndose con la mano y gritó antes de desaparecer por la entrada al vagón:

—¡Te amo pá!

—Crecen demasiado rápido ¿Verdad? —Le dijo Bill, mientras caminaban para verles por una ventana.

—Sí, demasiado —Suspiró.

Se reunieron con Fleur, que le saludó con un beso en cada mejilla y observaron a sus hijas acomodarse en un compartimento, detrás de un cristal.

—Harry… sé que no es de mi incumbencia y puedo ser muy entrometido… pero… ¿Qué crees que suceda cuando se conozcan? —El ojiverde se volteó a Bill, mirándolo con una sonrisa triste en los labios.

—No lo sé —Contestó con sinceridad—. No he de mentirte, tengo miedo…

—Es duro ¿Verdad?

—Sí… cada día que pasa, siento que una parte de mi muere poco a poco. Me siento un mal padre.

—No es tu culpa Harry —Colocó una mano en su hombro en señal de apoyo.

—Sí…

Sacudió su mano, diciendo adiós a su pequeña que hacía lo mismo desde el expreso de Hogwarts. No pudo evitar que una lágrima callera por su mejilla cuando ya no pudo verla más.

xXx

—¿Por qué no pude ir a la estación todos los demás?

En la habitación solo habían dos personas: un hombre y una niña. La pequeña había formulado la pregunta sin quitar la mirada de su libro. Él levantó la mirada del pergamino en el que escribía y arqueó una ceja.

—¿Para qué hacer un viaje innecesario?

La niña le miró esta vez y frunció el ceño. El hombre suspiró y se retiró las gafas de montura cuadrada que tenía puestas, tallándose el puente de la nariz con los dedos.

—Ya estás aquí, no entiendo porque habría que ir a Londres solo para regresar aquí de nuevo.

La pequeña rodó los ojos y volvió a su lectura, esta vez sí se veía molesta. El mayor dejó su pluma en el tintero y se levantó de su escritorio, acercándose. Tomó una butaca y se sentó frente a ella, quitándole el libro de las manos.

—Prometiste que podría entrar como una niña normal —Musitó con voz quebrada y los ojitos llenos de lágrimas—. Yo quería ir.

Quitó los anteojos de montura redonda que la niña usaba para leer y los dejó en la mesita que estaba a un lado, luego levantó el rostro fino y pequeño con ambas manos, secando sus lágrimas con los pulgares.

—Lo siento —Le susurró arrepentido. Ella asintió—. De verdad, lo siento… ¿Podrías perdonarme?

—Está bien papá —Respondió ella, esforzándose por dejar de llorar—. Es solo que el abuelo Albus me dijo que el tren es el lugar perfecto para hacer amigos —Explicó—. Y tengo miedo de no hacer ninguno…

El hombre maldijo mentalmente a Albus Dumbledore por haberle dicho esas cosas a su hija y se prometió colarle una poción, diabólicamente no letal, en los caramelos de limón sin que se diera cuenta. Sonrió cálidamente, como solo podía sonreírle a ella.

—Ya tienes muchos amigos ¿No crees?

—No —Respondió ella sonriente—. La tía Minerva, la profesora Hermione y el señor Weasley no cuentan. Tampoco Madame Pince —Agregó al suponer, correctamente, que su padre la mencionaría—. Quisiera amigos de mi edad.

—Bueno, tienes a los mocosos esos de los grados superiores —Intentó, haciendo una mueca de desagrado—. No son tan grandes.

—Sabes a lo que me refiero papá.

—Sí, sí… lo sé —Resopló—. Te compensaré.

—¿Cómo? —Inquirió ella curiosa—. Eh, más libros no te salvarán esta vez.

—¿Ni dulces de Honeydukes?

—Nop.

—Vale… ¿Y qué tal recibir a los otros con Hagrid y después subir a los botes?

La carita de su niña se iluminó y le abrazó dulcemente por el cuello. Él correspondió, estrechándola en sus brazos con amor.

—Gracias, gracias —Dijo seguidamente mientras besaba su mejilla una y otra vez—. ¡Eres el mejor!

—Lo sé —Sonrió.

—Qué presuntuoso eres papá —Se burló ella y luego exclamó, volviendo a su ilusión—. ¡No puedo esperar a que lleguen!

—No falta mucho —Dijo, mirando el reloj que estaba encima de la chimenea—. Será mejor que te pongas tu túnica.

—¡Vale!

Saltó del sofá y fue corriendo hacia su habitación, donde desapareció detrás de la puerta. Snape se sentó en el lugar que ella ocupara y dejó caer la cabeza en el respaldo. El día había llegado.

No sabía cómo sentirse, por un lado estaba tan emocionado y por el otro, tenía miedo. Sí, miedo describía perfectamente esa sensación desagradable. Miró a un lado de la puerta de salida, donde había un baúl y una jaula para gatos. Su hija empezaría clases ese año, lo que significaba que se mudaría al lugar donde se encontrara la casa en que quedaría. Lo cual a su vez, significaba que se quedaría nuevamente solo.

Cerró los ojos con cansancio, era algo difícil aceptarlo. Llevaba años preparándose para ese momento pero tanta preparación no servía de nada con once años de su compañía. Quería creer que a ella le daría miedo dormir alejada de su padre y volvería a las mazmorras, pero sabía que estaba engañándose, su hija era ridículamente valiente.

La puerta de la habitación de la niña volvió a abrirse y ella salió, enfundada en su túnica negra y con un gato pardo en brazos. Su largo cabello negro iba atado en una cola de caballo.

—¿Debo llevarme a Bezoar? —Preguntó, yendo a sentarse en su regazo—. De todos modos sé que volverá aquí, el muy malvado no se quedará conmigo en mi nueva habitación. —Hizo un puchero adorable, que incluía inflar las mejillas infantilmente. "Son tan parecidos" Pensó, más luego ella agregó—. Te quiere más a ti.

—¿Y tú? —Preguntó él, acercándola a su pecho—. ¿Me quieres más a mí?

—Pues claro que sí, tontito —Contestó ella riendo—. Eres el único papá que tengo.

Severus no pudo evitar dar un trago amargo y se obligó a sonreír a su hija. Puso un dedo en la pequeña nariz y ella le miró con sus verdes ojos.

—Sí, tienes razón.

—Aunque el abuelo Albus quiere quitarte tu puesto —Agregó ella riendo más ante su cambio de expresión, de feliz a ceño fruncido—. Me ha dicho que me llevará a conocer Escocia.

—¡¿Qué?! —Bramó, sobresaltando a la niña—. Eh… lo siento, quiero decir… ¿Qué?

—Ha dicho que es un lugar bonito y que me encantaría conocerlo —Respondió ella un poco desconfiada, quizá no había sido buena idea decirle los planes del abuelo—. Y tiene razón, me ha enseñado fotos que son muy hermosas en verdad.

—No, no. Albus está cada día más loco ¿Irte a Escocia sin mí? ¡Nunca!

—Bueno, él ha dicho que podías venir con nosotros.

—En ataúd solamente.

La niña rio divertida ante la mueca de su padre y tomó ambas mejillas, apretándolas suavemente.

—Qué dramático.

—No más que tú.

—Tú culpa —Dijo ella—. Es herencia.

—Sí… pero no de mí, creo —Torció la boca, recordando a alguien más que creía dramático—. Sí, no de mí.

—¿De mamá? —Inquirió ella, tanteando terreno.

—Eileen —Le advirtió. La niña le miró con expresión inocente, él rodó los ojos y luego miró el reloj—. Bien pequeña manipuladora, es hora de irnos.

—¡Vale!

Ambos se levantaron y salieron de la habitación. Antes de cerrar la puerta, Severus levitó las cosas de su hija, gato incluido, detrás de ellos. Mientras caminaban por los pasillos, no pudo evitar mirarla con melancolía. Era hora de enfrentar el destino.

xXx

Al bajar del tren. Lily no pudo evitar lanzar una exclamación de asombro al mirar a su alrededor. Victoire estaba a su lado y lucía igual de emocionada que ella. La rubia corrió hacia el gigante hombre que se encontraba balanceando una linterna enfrente de la multitud.

—¡Los de primer año, por aquí! —Exclamaba.

—¡Tío Hagrid! —Gritó Victoire. Lily iba detrás de ella.

—¡Victorie! —Le saludó Hagrid, palmando su cabeza con su gran manaza, con mucha suavidad—. ¿Cómo estás?

—¡Bien! —Respondió ella—. Papá te manda saludos.

—Oh, muchas gracias —Sonrió bonachón, luego reparó en la pequeña pelinegra que se agazapaba detrás de Victoire, mirándole con timidez. Aunque solo podía ver sus ojos—. ¿Quién es tu amiguita?

—¡Mi prima! —Le dijo la rubia, empujando a la otra delante de ella—. Ven a saludar Lily. No tengas miedo, es el tío Hagrid.

—No tengo miedo, papá me ha hablado de él —Respondió Lily, saliendo de detrás—. H-Hola señor…

Hagrid no pudo evitar abrir mucho los ojos al verla. Sonrió enternecido, viendo como ella luchaba contra su timidez para mirarlo, aunque era muy difícil porque era de noche. Quizá por la oscuridad no podía verla con claridad pero estaba seguro de que era ella.

—Por las barbas de Merlín —Musitó—. Eres tú…

—Eh… —Lily le miró extrañada.

—Te conocí cuando eras así de pequeña —Le dijo, haciendo con sus grandes manos una medida muy pequeña al parecer de Lily—. ¡Cómo has crecido! —La niña se vio envuelta en los grandes brazos del semi-gigante, donde casi se perdió por completo—. ¿Cómo está tu padre? ¡Hace mucho que no lo veo!

—Muy bien —Respondió ella sonrojada por la muestra efusiva de afecto—. Le manda sus saludos y le agradece el biscocho que envió para su cumpleaños.

—¿Les gusto? —Quiso saber.

—Eh… sí —Mintió Lily. La verdad era que estaba tan duro que no pudieron comerlo, pero se veía muy bien a pesar de eso—. Estuvo delicioso a la vista.

—Me alegro tanto… Oh —Exclamó al ver a varios desorientados—. ¡Los de primero por aquí! Nos vemos chicas…

Se despidieron del hombre, que retomó su labor de guiar a los alumnos y se dirigieron donde los demás. Hagrid seguía moviendo su linterna, cuando reparó en que había una pequeña a su lado.

—¿No te habías ido? —Preguntó extrañado.

—¿Eh? —Respondió la niña, mirándole—. Pero acabo de llegar.

—Sí, lo sé pero… me refiero a que no te habías ido hacia los botes.

—No… creo que no —Eileen pensó que quizá Hagrid estaba muy desorientado o ebrio, aunque después dejó eso de lado—. Pero creo que ya iré.

—Eh… Vale.

Caminó entre los demás alumnos y se integró en un grupito que se disponía a tomar un bote. Ni bien se había sentado cuando un niño, de cabellos castaños y ojos color oliva, le sonrió.

—Parece que nos tocó el mismo bote —Dijo con un rubor en las mejillas—. ¿Qué casualidad no?

—Em… —Enarcó una ceja—. Si… claro.

—¿Y tú prima? —Preguntó, mirando a todos lados.

—¿Prima? —Inquirió aún más extrañada. O todos estaban locos o ella se había perdido de algo.

—Sí, la bonita rubia que estaba contigo.

—Creo que me confundes con otra persona.

—No, eres tú —Hizo una mueca de confusión y se acercó mucho a ella, aguzando los ojos—. Sí, estoy casi seguro de que eres tú… solo que te has peinado el cabello de otro modo.

—Pero si no te he visto nunca —Terció ella, molesta por el acercamiento.

—¡Claro que sí! —Exclamó él—. ¡Compartimos compartimento en el tren!

—Estás loco, yo no subí al tren.

—¡Claro que sí! ¡Tú prima y tú compartieron sus dulces con nosotros!

—¡Que no! ¡Yo no compartiría mis dulces con nadie!

—Eres rara —Dijo el niño, alejándose.

—Raro tú —Bufó ella y se volteó hacia el otro lado.

Pretendió no tomar en cuenta al niño, pero le escuchó que cuchicheaba con otro niño sobre lo rara que era y se encogió sobre sí misma, obligándose a ignorarlos. Quizá debió haberle hecho caso a su padre y quedarse en el castillo. Miró hacia allí, se veía un poco lejano pero más hermoso de lo que lo había visto jamás. La vista nocturna siempre había sido su favorita. Suspiró.

Al mismo tiempo, en otro bote, Lily suspiró de la misma forma, mirando el castillo como si viera un sueño.

—Pareces enamorada —Se burló Victoire.

—Lo estoy —Afirmó la ojiverde—. ¡Es hermoso!

—Sí, lo es —Sonrió la rubia.

—Bah, tú no lo entiendes —Bufó Lily—. Has venido muchas veces a visitar a la tía Hermione y al tío Ron. Es la primera vez que yo vengo.

—Cierto —Aceptó la ojiazul—. Es que vives muy lejos. Edimburgo y tus otras casas son casi otro mundo.

—Sí —Suspiró—. Quisiera que papá dijera que nos mudamos a Inglaterra. Deseo mucho vivir aquí, con ustedes.

—Bueno, ahora prácticamente lo harás. La tía Hermione se mudó con el tío Ron aquí, porque así pueden cuidar a Rose y Hugo y dar clases ¡Podemos ir a visitarla!

—¡Es una buena idea!

Al bajar de los botes, los niños se aglomeraron a la orilla del lago y luego Hagrid comenzó a guiarlos hacía el castillo. Los niños iban empujándose y tan apretados que tenían que fijarse bien para no caer. Lily se perdió de la vista de Victoire por un tramo, así que, cuando llegaron al vestíbulo, le pareció verla y se acercó.

—¡Te alejaste! —Le riñó, la otra niña pareció no haberla escuchado a pesar de que estaba a su lado—. ¡Hey! ¡No me ignores!

Le pelinegra volteó y, al notar que le hablaba a ella, le miró recelosa.

—¿Me hablas a mí? —Preguntó, para cerciorarse.

—¡Dah! —Bufó Victoire—. ¿A quién más?

—Eh…

—Ven, vayamos al principio —Le tomó de la mano y empezó a abrirse paso entre los demás.

—¿Qué te sucede? —Dijo la otra, forcejeando.

—Quiero ver mejor la ceremonia —Respondió con simpleza.

—¡No! ¡Suéltame, loca!

Victoire se volteó a la niña, que se zafó de su agarre con brusquedad y se alejó en dirección opuesta, sumamente enojada. Se quedó allí, pasmada por esa actitud.

—Te me perdiste —Dijo una voz muy conocida a su espalda. Se volteó, para encontrar a Lily sonriente—. ¿Vamos adelante?

—Eh… pero… ¿Cómo es que? Pero tú… —Balbuceaba mientras señalaba y miraba hacia atrás. La otra arqueó una ceja.

—¿Quieres estar atrás?

—No… tú eres la que no quieres… me dijiste loca. —Musitó, confusa.

—¿Yo? Está bien, lo he pensado… pero ¿decírtelo?

La rubia iba a decir algo pero en ese momento otra voz exclamó.

—¡Vamos, por aquí! ¡Formen una fila de dos! —Decía McGonagall severamente.

La pelinegra tomó a la rubia de la mano y se apresuró a formarse al frente.

—En cuanto mencione su nombre, deberán sentarse en el banquito ¿De acuerdo?

Una exclamación general la hizo asentir satisfecha y abrió las puertas del Gran Comedor. Todos entraron ordenadamente, mirando las velas flotando en el techo y el cielo encantado. Solo una niña parecía indiferente a todas esas maravillas, y ella iba antepenúltima, junto a una niña castaña de ojos azules.

—Es mágico —Dijo la pequeña ojiazul—. ¿Verdad?

—Sí —Respondió Eileen con parsimonia.

—¿No te asombra?

—No en realidad —Se encogió de hombros— Yo vivo aquí desde siempre.

—¿Qué? —Exclamó asombrada—. ¿De verdad? ¿Eso se puede?

—Bueno… mi padre es profesor —Sonrió orgullosa—. Así que vivo con él. Aunque en vacaciones vamos a nuestra otra casa en Londres Muggle.

—¡Genial! —Chilló la niña, poniéndose de puntitas para ver la mesa de profesores—. ¿Quién es tu papá?

—Él —Señaló Eileen al hombre que parecía malhumorado y que se encontraba a un lado del director, mirando a los alumnos.

—Oh —Susurró la niña—. Qué… serio.

—Sí —Rió Eileen dulcemente—. Él es así.

—Me llamo Rosalie —Sonrió la niña—. ¿Y tú?

—Eileen —Extendió su mano amigablemente, feliz de hacer una amiga—. Un gusto conocerte Rosalie.

—Puedes decirme Rosie —Propuso, estrechando su mano—. Todos me dicen así.

—Vale, Rosie.

Pusieron atención a McGonagall, que comenzó a llamar a cada niño una vez el sombrero terminó su canción, ambas observaron, poniéndose de puntitas pues no podían ver bien, cómo uno a uno se iban poniendo el sombrero.

—Rosalie Johnson.

La niña se tensó y Eileen le sonrió, dándole un empujoncito.

—Suerte —Le susurró.

—Ojalá quedemos en la misma casa —Respondió Rosie, sonriendo nerviosamente.

—Ojalá —Susurró Eileen cuando se hubo ido.

—¡Gryffindor! —Exclamó el sombrero.

Conforme la fila iba avanzando, Eileen se sentía más ansiosa. Por un lado, quería ir a Slytherin como su padre y así él sería su jefe de casa… y por el otro, parecía que Gryffindor se llevaba a las personas que le parecían agradables. Quedaban pocos niños, así que se adelantó un poco, pudo ver a su padre y le sonrió. Él lo hizo también, aunque casi imperceptiblemente.

—Lilian —McGonagall se detuvo abruptamente, mirando el pergamino mientras palidecía—. Potter… —Terminó casi en un susurro. El salón se inundó de murmullos rápidamente.

¡La hija del gran Harry Potter!

En la mesa de profesores, todos parecieron tensarse, más el hombre de ojos oscuros, los cuales brillaron extrañamente. Lily dio un paso al frente y se dirigió al banquito, nerviosa. La mujer que sostenía el sombrero, le miró sin podérselo creer y miró fugazmente a los otros cinco niños que aun esperaban.

—Oh vaya, una Potter —Dijo el sombrero en la cabeza de Lily—. Pero no solo eres una Potter… Hmmm… interesante.

—¿No solo una Potter? —Inquirió Lily en un susurro—. ¿Cómo así? ¿Y qué es interesante?

—Olvídalo, cosas de sombreros —Murmuró el sombrero—. Eres muy audaz ¿Eh?

—¡Sí! —Exclamó Lily—. ¡Sí lo soy!

—Y eres inteligente… pero también un poco desastrosa.

—¡Hey! —Se quejó—. No soy desastrosa.

—Es una difícil decisión… tienes parte Gryffindor y parte Slytherin, igual que tus padres.

—¿Enserio? ¿Mamá estuvo en Slytherin? —Chilló entusiasmada—. Bueno, me gustaría ir allí si quieres mandarme, aunque Gryffindor como papá no estaría nada mal.

—La tenemos difícil ¿Eh? —Dijo el sombrero—. Tú más que yo.

—Sí, así parece.

—Entonces… ¡Gryffindor!

El sonido cortó el aire como un filo. Lily hizo un gesto de victoria y saltó del banquito. La mesa de los leones comenzó a vitorearla y ella corrió feliz hacia ella, con una mirada profunda puesta en su persona.

—Eileen Snape —Dijo McGonagall casi dudosa. Eileen por fin miró al frente y entonces dio un paso adelante, yendo a sentarse al banquito.

El silencio se hizo de nuevo momentáneamente, para ser interrumpido por cuchicheos. En el castillo se sabía que el temido profesor de pociones tenía una hija, muchos la conocían, pero lo que causo tanto desconcierto fue que era idéntica a la hija de Harry Potter.

Lily ni cuenta se dio de ella, estaba muy feliz conociendo amigos.… pero quien si se dio cuenta fue Victoire, que ahora entendía todo y miraba consternada a la niña en el banco.

—Por mis orillas deshilachadas —Murmuró el sombrero—. Eileen Snape.

—Hola de nuevo sombrero —Le saludó ella.

—¿Nerviosa?

—Un poco.

—Hmm… ¿Igual que la anterior tienes tus dudas, verdad?

—¿Por qué lo dices?

—Lo dicho, tienes parte Slytherin y parte Gryffindor.

—¿Gryffindor? ¿Enserio? —Preguntó con emoción—. ¿Mamá era Gryffindor?

—Algo así —Susurró—. Pero no puedo ponerte ahí sí quiero seguir en una sola pieza.

—Bueno, eso es cierto —Rió Eileen—. Desde la vez que obligo al abuelo a hacerme una prueba, ha amenazado con desheredarme.

—Qué dramático.

—Sí, lo mismo le dije.

—Entonces… ¿Tenemos la decisión?

—Tú dirás —Sonrió—. Aceptaré la que decidas.

—¡Slytherin!

La mesa de las serpientes comenzó a vitorear y Eileen bajó con suma calma, dirigiéndose a la mesa con una sonrisa. Volteó a ver a su padre, que aplaudía con orgullo.

xXx

—¡Te digo que es idéntica a ti! —Decía desesperada Victoire a una muy tranquila Lily. Ambas iban tras el prefecto de Gryffindor, que lideraba la marcha a la sala común.

—Debes estar alucinando —Le respondió la ojiverde—. Yo no la vi.

—¡Por qué no prestas atención! ¡Te digo que es verdad!

—Sí lo es —Dijo un niño castaño, el mismo que conocieran en el tren—. Yo hable con ella.

—¿Ah, sí? —Inquirió Lily irónica—. ¿Dónde? ¿En tus sueños?

—No, iba en el mismo bote que yo. La confundí contigo y ella lo negaba… pensé que era muy rara y se lo dije. Parece que se enojó porque volteó la cara y me ignoró. Ahora veo que tenía razón.

—¡Eh, Potter! —Exclamó alguien atrás. Lily volteó para ver a un chico de segundo acercándose—. Hola soy Carter, quería preguntarte… —Dudó un poco—. ¿Eres pariente de Snape?

—No ¿Quién es?

—Bueno, Snape es nuestro profesor de pociones… y también tiene una hija.

—¿Sí? No los conozco.

—¡Pero ella es igual a ti! —Exclamó el chico.

—¡Y dale con lo mismo! ¡Qué deben estar ciegos! —Bufó, aleteando con los brazos.

xXx

—Sangre pura —Dijo el prefecto de las serpientes.

La pared se abrió automáticamente, mostrando una sala común muy ordenada y elegante. Los alumnos entraron con toda la calma posible, hablando entre ellos. Eileen, que ya estaba familiarizada con el lugar, tomó camino hacia las habitaciones de los de primero para buscar la suya.

—Snape —Le llamó una chica antes de entrar. Se acercó a ella y le sonrió—. Seamos amigas.

—Vale —Respondió ella sin mucho interés, la chica parecía ser una de esas que te miraba debajo del hombro y eso no le agradaba mucho.

—Soy Alina Nott —Sonrió. Era pelinegra y de ojos verdes—. Así que eres hija del profesor Snape.

—Eso parece —Respondió con monotonía, ya le habían dicho ese comentario antes.

—¿Eres algo de Harry Potter también?

—No ¿Por qué?

—¿Por qué? —Preguntó incrédula—. Pues porque eres idéntica a su hija.

—¿Ah sí? Debe ser una coincidencia. Eh, si me permites… quisiera ir a dormir.

—Vale, nos vemos mañana —Sonrió y se giró para ir hacia otras chicas. El grupito le miró hasta que entró a su habitación.

Se dejó caer en la cama, mirando el bajo techo de su cama endoselada. Ese sí que había sido un día extraño.

xXx

—¡No se han visto!

La turbación en la voz de Hermione era casi palpable. Harry veía su rostro por la red flú, pero bien podrían estar de frente sería el mismo sentimiento. En cierta parte le aliviaba saber que aún no se conocían y por otra, el momento se estaba aplazando demasiado.

—No puedo hacer nada, Mione.

—¡Harry! ¡Son tus hijas!

—Lo sé —Musitó, bajando la mirada.

—No… lo siento —Dijo la castaña, sintiéndose mal por su amigo—. Sé que no es tu culpa Harry… pero ellas deben saber. Están haciendo todo mal… Imagina que confundidas estarán cuando se vean.

—Pero él no respondió a ninguna de mis cartas… es más, dudo que las haya abierto, seguro las quemó de solo ver mi letra. Y no me atrevo a ir a verlo.

—Harry… deberías ver a tu hija —Insistió Hermione—. Es tan hermosa, tanto por fuera como dentro.

—Lo sé —Sonrió—. La he visto en las fotos que me has mandado.

—¡Las fotos son lo de menos! ¡Le haces falta!

—Y ella a mí —Aseguró al borde de las lágrimas—. Ambas son mi vida Hermione, quisiera tenerlas a las dos juntas y en mis brazos… Sabes que siempre odié este trato.

—Sigo pensando que deberían hablar con ellas —Suspiró—. Pero ambos son tan cabezotas.

—¿En qué casa quedo mi niña? —Preguntó Harry, intentando desviar el tema.

—Gryffindor —Respondió Hermione con orgullo. El azabache sonrió de igual manera—. Por cierto… Eileen también es "tú" niña —Le riñó—. ¿Qué hay de ella?

—Me temo que es más de Severus que mía —Sonrió Harry amargamente—. Pero dime ¿Quedó también en Gryffindor?

—No —Dijo con desazón—. En Slytherin.

—Lo sospeche…

xXx

—Desde un principio —Dijo Draco—. Te lo dije siempre, ella es tan Slytherin como tú.

—Sí —Respondió Snape orgulloso—. Tienes razón, no sé porque lo dude.

—Lástima que la pequeña Lily fuera influenciada por San Potter —Bromeó el rubio—. Hubiera sido la cereza del pastel que también quedara en Slytherin, casi puedo escuchar el grito que hubiera dado.

—Si la vieras Draco… es bellísima —Exclamó Severus, alejando el tema de Harry. Y sintiendo emoción a la vez—. Es idéntica a Eileen y tan risueña.

—Ya veremos si no es una alborotadora —Sonrió Draco. Sabía muy bien porque su padrino no quería hablar de su antiguo enemigo del colegio—. Aunque debo admitirlo, son tan adorables que me roban el corazón.

—¿Crees que estén bien? Ya sabes… cuando se conozcan.

—Me asombra que no lo hayan hecho. Pero sabes mi opinión, ese acuerdo fue ridículo desde un principio. Ellas se encontrarían tarde o temprano, no es como si Potter quisiera que su hija fuera a Beauxbatons u otra escuela. Y si no lo hacían aquí, lo harían tarde o temprano.

—Lo sé —Coincidió Snape, con un tono más duro—. Pero fue su decisión marcharse, yo no lo eché ni lo obligué.

Draco meditó un poco antes de responder. Era cierto que Severus no había obligado a Harry a irse a Escocia, pero era como si lo hubiera hecho. El hombre no le pidió que se quedara, ni le dijo absolutamente nada, solo se quedó callado y mirando como la mitad de su familia se le escapaba de las manos. Tampoco era como si apoyara a Potter, el estúpido se había atrevido a dejar a una de sus hijas y al padre de ellas atrás, también era un maldito. Eso sí, los dos eran idiotas.

—El tiempo dirá.

—¿Cómo va el intento con la Hipogrifo madre? —Bromeó Severus, riendo roncamente al ver el sonrojo de su ahijado.

—Aun nada —Respondió abochornado—. Blaise y yo comenzamos a desesperarnos un poco.

—Puedo hacerles una poción de fertilidad cuando lo deseen, solo tienes que pedirlo.

—Gracias padrino, pero Blaise insiste en que sea lo más natural posible —Declinó amablemente la oferta—. Pero si llega a cambiar de opinión te informaré.

—Yo pienso que lo que Zabini busca es un pretexto para no dejar de "intentarlo" todas las noches.

—¡Severus! —Exclamó, rojo como un tomate.

—Ya, ya —Sonrió—. Bueno, te dejo… mañana inician las clases y me muero por ver a mis niñas en acción durante pociones.

—Enserio deseo que ambas heredaran tus dones y no la ineptitud de su miope padre.

—Y yo, créeme. Buenas noches Draco.

—Buenas noches padrino.

Cortó la conexión de la chimenea y se levantó del sofá, dirigiéndose a su habitación. Antes de entrar, se quedó parado frente a la puerta de la habitación de Eileen.… estaba tan acostumbrado a arroparla antes de dormir. Acarició la madera con su mano y susurró:

—Buenas noches, mis pequeñas.


Notas finales:

¡Hemos comenzado! xD Se aceptan cualquier clase de críticas (Menos ofensivas eh, ;o; esas me matan) opiniones, ideas, consejos, dudas, etc, etc.

De antemano, un saludote a todos :D ¡Besos y abrazos!