Así que dime, ¿por qué no podemos intentarlo y comenzar de nuevo?

Así no puede ser cómo nuestra historia termine.

Eres más que mi chica, eres mi mejor amiga;

Dime que recuerdas cuando

Yo era tu hombre y tu mi mujer

Éramos tú y yo contra el mundo.

Nadie me amará de la forma que tú lo haces

Y tú nunca encontrarás un amor como el mío.

Dime, ¿qué puedo hacer para compensarte?

Porque lo que tenemos es demasiado bueno para decir adiós.

"Too good to say goodbye" – Bruno Mars.


Los personajes pertenecen a la única e inigualable S. Meyer yo sólo juego con ellos.


Capítulo 1

Bajé mi bolígrafo y revisé dos veces lo escrito, bueno parecía que todo estaba perfecto. Me dirigí con piernas temblorosas hacia la mesa del profesor y dejé mi examen, mi último examen. Al fin. Lo había logrado, una semana más y oficialmente obtendría mi licenciatura en periodismo. Me sentía realmente orgullosa de mí misma por haber logrado mi objetivo. No había sido fácil y me derrumbé más veces de las que me hubiera gustado pero por fortuna tenía a las mejores personas a mi alrededor para darme el aliento que necesitaba para seguir. Salí del aula con una enorme sonrisa y el alivio de saber que ya no volvería a pasar por la estresante situación de tener que hacer un examen final.

De camino a mi departamento, compré una botella de vino y algunos dulces para pasar una tranquila noche de películas con mi mejor amiga, mi único objetivo hasta la semana próxima era relajarme en casa y recuperar las horas de sueño que había perdido el último tiempo. Luego comenzaría a trabajar en el Seattle Weekly –gracias a la recomendación de mi directora de tesis– como redactora temporal de reseñas semanales en la sección de libros, al menos por el momento serviría para pagar mis cuentas mientras encontraba un empleo más estable.

¡Rose! ¡Estoy en casa! — grité al ingresar. No obtuve respuesta, tal vez no había vuelto –en el mejor de los casos–, tal vez estaba con Emmett –en el peor–. No es que él fuera malo o algo por el estilo, de hecho todo lo contrario, era un tipo genial pero esos dos no sabían cómo mantener las cosas en un volumen bajo. Se me erizaban los vellos de solo pensarlo. Me dirigí hacia la cocina en su busca. — ¿Rose?

¿Bella? — una desconocida voz masculina a mis espaldas hizo que me congelara en mi lugar. ¡Mierda, mierda, mierda! Alguien había entrado a mi casa. Y sabía mi nombre. De forma automática, todos movimientos de autodefensa que mi padre me enseñó durante años comenzaron a reproducirse en mi mente. Respiré hondo y me giré lentamente, lista para gritar y golpear a quienquiera que sea… O tal vez no. No debía pasar los 25 años. Era alto, de aspecto desgarbado con unos perfectos ojos de color verde enmarcados por unas gruesas y largas pestañas. Y su cabello de un extraño color cobrizo con sus mechones en diferentes direcciones, que le daba un aspecto rebelde y desaliñado. Ni hablar de su boca, debía hacer maravillas con ella... ¿De dónde había salido ese pensamiento? —Uhm, Rose y Emmett salieron a buscar la cena, no creo que tarden mucho más.

Añadió el extraño mientras yo lo miraba con la boca abierta como una idiota.

¡Di algo, Bella!

¿Pe-Perdón?— ¡No tartamudees, no tienes trece años!

Lo siento, creo que te asusté.

Sí, estuve a punto de golpearte, me diste un susto de muerte. ¿Quién eres y qué haces en mi casa por cierto?

Él rió y juro que estuve a punto de derretirme.

Soy Edward—, se presentó, estirando su mano hacia mí. Correspondí el saludo de manera automática, una ola de electricidad recorrió mi cuerpo—. Al parecer también soy tu cita de esta noche. Un placer conocerte oficialmente, Bella. He oído mucho de ti.

¿Mi qué? —pregunté con voz ahogada.

No que me fuera a molestar tener una cita con el hombre frente a mí, pero preferiría no estar hecha un desastre, no quería ni imaginar cómo lucía después de varias noches sin dormir. Iba a matar a Rose por esto, debí sospechar cuando sus intentos de conseguirme una cita cesaron de repente.

Sí, Rose y Emm creyeron que sería buena idea que nos conozcamos y tuviéramos una cita doble. Entiendo si la idea no es de tu agrado…

No, no es eso—, me apresuré a aclarar—, solamente estoy sorprendida y mortificada por la forma en la que debo lucir.

Luces preciosa, Bella—. Enrojecí de pies a cabeza. —Entonces, ¿aceptas mí compañía esta noche? — Le dio un apretón a mi mano, recordándome que no lo había soltado, y se inclinó para dejar sus ojos a la altura de los míos. — Por favor no me dejes solo con esos dos.

Nadie en su sano juicio podría negarse a su mirada y su voz… esa voz.

Cl-claro, sé muy bien lo que es estar a su alrededor.

"Rose, voy a matarte".

"¿No te gusta?"

"Ese no es el punto".

"Sí, si lo es. ¿Te gusta?"

"No está mal. ¿Estás camino a casa?"

"Lo supuse, qué bien que te guste… porque no voy a volver a casa esta noche".

"¡ROSE!"

"¡BELLA! Vas a agradecérmelo. Son el uno para el otro, estoy segura".

"Sabes que detesto las situaciones no planeadas".

"Se espontanea por una vez en tu vida, B. Y no hagas nada que yo no haría ;)".

Sí, iba a matarla, ya lo tenía decidido. También mataría a Emmett y, si sabía sobre esto, también iba a matar –con pesar– a Edward. Tiré el celular en mi cama, respiré profundo e hice mi camino de vuelta hacia la sala donde lo había dejado esperando.

Tenía dos opciones 1) ser honesta y –pese a mi mortificación– decirle que Rose y Emmett no volverían pero que no me molestaría que se quedara; 2) no decir nada y dejar que todo fluya. Después de todo si realmente éramos compatibles como Rose creía, no debería haber ningún problema.

Edward tomó la decisión por mí en cuanto puse un pie en la sala.

Hemos sido engañados. No van a volver.

"Se espontanea por una vez tu vida". Bien, Rose, si algún día me arrepiento de esto también lo harás. Sentí el rubor cubrir todo mi cuerpo antes de siquiera comenzar a hablar.

Entonces solo seremos nosotros—, dije con tanta confianza como pude.

Su enorme sonrisa podría iluminar la ciudad.

Me agrada la idea.

4 Años después...

En un momento difícil lo que menos uno quiere escuchar es la frase "con el tiempo estarás mejor" e irónicamente es la que más nos dicen. Y aunque no queramos reconocerlo en su momento, es real. Tal vez no volvamos a ser los mismos y el dolor nunca se vaya del todo pero es cierto, con el tiempo aprendemos a sobrellevar nuestra pérdida y seguimos adelante con nuestras vidas. Es difícil llegar hasta allí, reír, ser feliz, disfrutar de la vida sin sentir culpa pero no es imposible.

Pasé unos meses horribles, muerta en vida, sin esperanzas… culpándome y preguntándome una, otra y otra vez qué había hecho mal. La pequeña parte racional de mi mente intentaba decirme que no había sido mi culpa, no había sido culpa de nadie, pero las voces malas alimentadas por mi pena eran más fuertes.

Afortunadamente ese peso ya no era soportado por mis hombros. Poco a poco mi vida fue volviendo a la normalidad, no sin ayuda de un terapeuta, volví a salir de casa, comencé a trabajar nuevamente, no ponía excusas para salir con mis amigos y dejé de atacar a mi esposo sin motivos; nuestro matrimonio también estaba poco a poco volviendo a ser lo que era.

La noticia de su ascenso ayudó a que mi cambio de comportamiento comenzará. Era algo por lo que él trabajó duro y merecía disfrutarlo sin tener que lidiar con su esposa voluble y deprimente; merecía un poco de felicidad después de lo que habíamos pasado. Ambos lo merecíamos. Para eso tenía que estar bien, no podía ni quería perderlo a él también, así que tomé coraje y puse toda la voluntad necesaria.

Tal vez no todo era perfecto, y nunca lo sería, pero nuestra vida era buena.

O eso pensaba minutos antes de que llamaran a la puerta.

Espié por la mirilla antes de abrir, en la entrada había una mujer rubia, alta, vestida de manera elegante. Parecía preocupada y nerviosa.

— ¿Puedo ayudarte? —pregunté al abrir la puerta. La mujer me miró de arriba abajo.

—Estoy buscando a Edward—. Su tono hizo que se me erizaran los vellos del cuerpo.

—Él no está en casa.

—En verdad necesito hablar con él, ha estado evitándome y tengo algo importante que decirle.

Ignoré las alarmas en mi cabeza diciéndome que cierre la puerta e ignorara mi curiosidad.

— Puedes decirme y se lo haré saber, no hay secretos entre nosotros.

Soltó una risa cínica.

—Lo dudo, excepto que Edward sea tan honesto como para contarte de su amante.

.

.

.

Sentía como todo se derrumbaba a mis pies una vez más.

¿Cómo pude haber sido tan estúpida para no darme cuenta?

No quería pensar en ello, no quería pensar en nada.

Lo único que quería era que todo fuera una pesadilla y despertarme junto a Edward, abrazándome y diciéndome que solo había sido eso, un espantoso sueño, que él estaba allí y que me amaba, que jamás sería capaz de traicionarme.

Pero obviamente eso no iba a pasar.

La historia se repetía para mí, pero esta vez era muy diferente y no solo mi autoestima se veía afectada.

Me desplomé en la mullida alfombra de la sala y lloré, lloré como hacía meses no lo hacía para tratar de aliviar el espantoso dolor en el medio de mi pecho, tratando de que el nudo que tenía en la garganta y me impedía respirar con normalidad, se fuera.

Estaba tan enojada, con él por traicionar mi confianza y mentirme, conmigo por no haberme dado cuenta y creerle cada vez que me decía que me amaba. Decepcionada porque la persona con la que compartí mi cama durante 5 años no era quien pensaba, la persona a la que le di todo mi amor y devoción, con quien creí que pasaría el resto de mi vida, era un desconocido.

¿Dónde había quedado el Edward que conocí? ¿El hombre que desde la primera vez que lo vi me robo el aliento, que luego de dos meses de salir me había robado el corazón completamente y no mucho después me pedía que pasáramos el resto de nuestras vidas juntos?

¿Acaso ya no existía? ¿Alguna vez fue real, o solo fue una ilusión, producto de una mala jugada de mi enamorado corazón?

No sé cuánto tiempo pasó. ¿Segundos? ¿Minutos? ¿Horas? Mis músculos estaban abarrotados y, mi garganta y mis ojos secos por el llanto. Mi mente trabajaba a rápida velocidad tratando de asimilar lo que había visto y oído, tratando de buscar – en vano– una explicación lógica o una justificación para creer que aquello era un invento de esa mujer. En pocas palabras, perdía mi tiempo y no me agradaba la idea.

Con un suspiro resignado, me levanté.

Dolía más de lo que pudiera describir pero había pasado por cosas peores y logrado salir adelante. No iba a dejar que esto me tumbara, ya estuve en el infierno y no estaba en mis planes volver allí.

Sí, había sido engañada con anterioridad, pero aquella vez fue más rabia que dolor, fue sólo un enorme golpe a mi ego y autoestima. El amor que le tenía a Jacob era un amor de hermanos, para ser honesta nuestra relación era más por costumbre que amor-romántico, y me había molestado más que me haya ocultado algo así, que el engaño. Así que después del incidente, seguimos siendo los mejores amigos como si nada hubiese pasado y siempre podía contar con él para lo que sea. Nuestra relación nunca había sido real como la que tenía con Edward.

¿Cuántas veces me había jurado amor? Miles, tal vez millones, pero... ¿Cuántas de esas veces lo sentía en verdad?

Me invadió otro ataque de llanto en el momento en que la pregunta "¿Alguna vez sintió realmente algo por mí?" apareció en mi mente.

La idea de que yo no era lo suficiente buena para él me había atormentado desde el mismo momento en que comenzamos a salir, pero había disminuido con el paso del tiempo. Y ahora amenazaba con volver con más intensidad que antes.

Una parte de mí lo sabía, él era demasiado para estar con alguien tan simple como yo. Ella sí lo era, tenía que admitirlo, estaba muy a su altura más que yo con mi insulsa apariencia.

Genial, mi inseguridad después de pasar años de vacaciones estaba de vuelta, pero debía impedir que se quedara. Debía levantar la cabeza y luchar, no podía permitir encerrarme en una habitación por meses, no de nuevo, y mucho menos llorando por alguien que no me quería y tal vez nunca me quiso. Tal vez sí pero, contrario a lo que solía decirme, sí me culpaba por lo que había pasado y me detestaba. Esa fue su venganza y me lo merecía…

No, me negaba a aceptar que esto fuera mi culpa.

Caminé hacia la cocina, llevando conmigo el sobre, y antes de sentarme en uno de los taburetes me serví una copa. Necesitaba coraje para lo que se avecinaba. Miré el reloj que se encontraba en la pared, él no tardaría en llegar. No tenía idea de cómo iba a actuar en cuanto llegaba, obviamente iba a enfrentarlo, jamás podría barrer esto bajo la alfombra, pero la cuestión era: ¿cómo?

Podría dejarlo que creyera que todo estaba bien, ver hasta qué punto llegaba su cinismo y de repente soltarle la bomba.

O más bien, podría enfrentarlo directamente y transmitirle el mensaje que su amante había dejado y largarme sin escuchar sus excusas y explicaciones. No las necesitaba ni las quería. Si de algo estaba segura, era que no podía seguir en esta casa, no podía seguir con él, me había lastimado demasiado y una traición no es algo que perdonaría.

Terminé mi copa rápidamente y luego subí a mi habitación y tome un pequeño bolso para poner las cosas indispensables para pasar la noche.

Observé la preciosa foto de nuestra boda sobre la mesa de noche y sin siquiera pensarlo, en un acto impulsivo, la tomé y después de derramar unas lágrimas en ella, la arrojé contra la pared.

Con pesar, me saqué mis anillos de boda y compromiso y los dejé sobre la mesa de noche. No tenía corazón para arrojarlos.

Planeaba pasar esta noche en el departamento de Jake, él era el único con el que podría hablar sin tener que ocultarle información y llorar sin escuchar quejas o recriminaciones.

Luego pediría asilo en la casa de mi padre, al menos hasta que encontrara un nuevo lugar.

Me dirigí afuera para dejar el bolso en mi auto, luego de enfrentarlo huiría lo más rápido posible, y luego volví a la cocina para esperarlo, me senté en uno de los bancos y con mi cabeza entre mis manos me permití volver a llorar y replantearme la situación. Necesitaba otra copa pero también debía estar lo suficiente sobria para conducir, no quería tentar más a mi suerte.

El sonido de un auto aparcando me distrajo de mis cavilaciones.

Unos minutos después oí el sonido de la puerta principal cerrarse.

Era hora de ponerle fin a su mentira.

.

.

.

Edward aparcó frente a su casa. Apagó el coche y se dirigió con una enorme sonrisa hacia la puerta. Estaba ansioso por verla y pasar una tranquila noche a su lado. La había echado tanto de menos estas últimas horas.

En cuanto ingresó a su amado hogar, le extrañó no oír nada. Fue hasta la cocina, estaba seguro de que la encontraría allí porque ella amaba cocinar. Pero lo que vio cuando llegó, lo heló por completo.

Su esposa lo miraba con ¿odio? Sus ojos estaban hinchados, su cara roja y su cuerpo temblaba levemente.

¿Qué es lo que le había pasado?

Con el corazón en la boca tratando de adivinar qué era lo que la puso así, se acercó con paso decidido hacia ella para abrazarla y consolarla pero algo que jamás se hubiese pensado que ocurriría, pasó. Se detuvo en seco cuando ella dio un paso hacia atrás.

—No. No quiero que te acerques, no quiero que me toques —dijo con una débil y quebrada voz. Tratando de contener las lágrimas que amenazaban por salir nuevamente sin control.

—Bells, ¿Qué, qué es lo que sucede? —Quería caminar hasta ella y abrazarla, pero su cuerpo no respondía, su rechazo lo había shockeado.

— ¿Hace cuánto tiempo me mientes, Edward?

—No sé a qué te refieres…— "Si lo sabes" le decía a gritos su subconsciente. Pero él no quería creerlo. No era posible que lo supiera.

Bella deslizó hacia él el sobre que la rubia le había dejado por encima de la mesada, jamás separando sus ojos llenos de odio de los de él. La Bella luchadora había ganado la lucha contra la pobre, inocente y crédula de baja autoestima. Se había prometido a sí misma no dejarse intimidar ni manipular por su esposo… ex-esposo. Edward miró el sobre confundido.

—Ábrelo.

— ¿Qué…? ¿Qué es lo que hay aquí?

—Solo mira, Edward. —Estaba a punto de perder el control y empezar a gritar, pero logró contenerse. Ponerse a gritar no era lo que quería. Así no llegarían a ningún lado.

Él tomó el contenido del sobre y lo observó con el ceño fruncido.

— ¿Estás embarazada?—Estaba totalmente confundido y desorientado. Era consciente de que no era lo más seguro por el momento, y podría entender si ella estaba asustada pero ¿enojada? ¿Por qué esa buena noticia no la hacía siquiera un poco feliz?

—Lee el nombre en ese ultrasonido—. Masculló, escuchar aquella pregunta fue otro golpe a su corazón.

Él palideció cuando lo hizo, era todo lo que necesitaba para confirmar la veracidad de lo que había escuchado.

—Bella, no…

— ¡No! No trates de negarlo, no me sigas mintiendo. ¿Hace cuánto tiempo?

Suspiró resignado, pellizcándose el puente de la nariz con sus dedos. Estaba decidido iba a contarle todo lo que ella quisiese saber. ¿Qué sentido tenía seguirle ocultando cosas? Ya todo se había ido por el caño.

—Un tiempo—. Fue su respuesta con una voz quebrada, el resultado de saber lo que pasaría. Ella no iba a perdonarlo, se iría y él no podría hacer nada. Era capaz de ver la resolución en los ojos de Bella. —No fue nada…

— ¿Nada? ¡Está embarazada!

Se estremeció. No podía ser cierto, él siempre había sido cuidadoso.

—Fue un error, un gran y estúpido error. Perdón, Bella, perdón—. Negó suavemente con la cabeza. No importaría cuantas veces él le pidiera perdón. —Realmente lo siento, nunca debió haber pasado…

—Perdonarte no está en mis planes —le cortó.

—Ella no significa nada, Bella. Te amo a ti, no a ella.

—Si lo hicieras no me hubieras engañado; y mucho menos cuando estaba encerrada en esta casa, sumida en una depresión tratando de sobrellevar nuestra pérdida—destacó con lágrimas en los ojos y la voz quebrada por el llanto contenido— Sé que también estabas mal y me desquité injustamente contigo, pero estoy segura de que podíamos haberlo solucionado en ese entonces. Realmente intenté arreglarlo cuando me di cuenta de que no podíamos seguir así, creí que íbamos por buen camino y luego… nada. Pensé que me evadías y pasabas más tiempo trabajando para evitar que peleemos… Pero jamás se me hubiera cruzado por la cabeza algo así—, Bella negó suavemente con incredulidad. Se sentía de alguna forma estúpida— ¿Sabes por qué?

Edward negó con la cabeza débilmente.

— ¡Porque te amo, idiota! ¡Porque confiaba en ti ciegamente! Porque jamás me hubiese esperado algo así de ti. No quiero ni pensar cuántas hubo…

Aquello para él fue como si un balde de agua fría cayera sobre él. Había sido tan estúpido al haber traicionado esa enorme confianza que ella tenía en él, hasta tal punto que ella pensaba que él la había engañado más de una vez en todo el tiempo que llevaban juntos.

—No, Bella. Yo jamás, no...

— ¡No me interesa! —gritó frustrada y cerró los ojos durante unos segundos para calmarse—. Eso ya no importa.

— ¿Ya no importa? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué hay de nosotros, después de todo lo que pasamos…?—preguntó abatido, con lágrimas en los ojos.

No quería perderla, le dolía de solo pensarlo. Lo hubieses pensado antes de continuar con aquella locura y mintiéndole, idiota, interfirió su subconsciente.

Vivía por ella, su día comenzaba y terminaba con ella. Sus años juntos fueron perfectos, pero los últimos tres meses, sin dudas, fueron los mejores de su vida. Incluso tenían decidido intentar formar una familia una vez más.

—Ya no hay un nosotros, Edward. —Una solitaria lágrima rodó por la mejilla de él, pero la apartó rápidamente con su puño y ella no se percató. — ¡Ella está esperando un hijo tuyo, por el amor de Dios! La embarazaste mientras yo sufría por la pérdida de nuestro bebé, ¿crees que puedo perdonarte eso?

Él sabía que no, pero se negaba a rendirse tan fácil. Se negaba a creer que ese hijo fuera suyo; conocía muy bien a Tanya.

—Acabas de decirme que me amas Bells, yo también…

No quería escucharlo, eso acabaría con ella. Si dejaba que continuará le costaría horrores volver a levantarse de esta caída.

—Ese incondicional amor que te tengo ya no sirve de nada si no confió en ti.

—Bells... —resopló frustrado.

—Déjame terminar. Una relación sin confianza no funciona. No quiero pasar el resto de mi vida con incertidumbre, no es sano. No solo heriste mi corazón, sino que también destrozaste la confianza en mí misma que tanto me había costado recuperar. Me hiciste sentir como si no valiera nada como mujer. Lo nuestro ya no puede ser, fue... Bueno mientras duró, al menos para mí.

Edward ya no pudo contener las lágrimas y un sollozo se escapó de su boca, deseaba decirle que para él también lo fue pero no podía hablar. Quería golpearse por haber sido tan idiota. Isabella al verlo llorar estuvo a punto de retirar todo lo dicho y abrazarlo diciéndole que todo estaba bien, pero no. Ella debía permanecer firme a su idea, requirió de toda su fuerza interna para no bajar los brazos ahora y llorar. Tenía que salir de allí.

Comenzó a caminar a paso firme hacia la salida, deteniéndose y girando de golpe cuando sintió que la seguía.

—No quiero que me busques ni me llames; cuando esté lista para buscar el resto de mis cosas seré yo quien se comunique.

La determinación y seguridad con que ella lo dijo destruyó más a Edward, él sabía que cuando ella se planteaba algo no había forma de hacer que cambiara de opinión, la conocía como a la palma de su mano. La había perdido. En estos momentos él estaba comprobando en carne propia el famoso dicho "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Con una pequeña corrección, él si sabía lo que tenía, pero no supo cuidarlo. Resignado, se obligó a cesar su llanto para poder hablar; no había forma que él permitiera que manejara sola en ese estado.

—Quédate con la casa, yo me iré... —propuso con voz ronca.

—No. No podría, no logro dejar de pensar que tal vez también estuviste con ella aquí.

Isabella sabía que debía irse de inmediato. Si no se marchaba ahora, iba a terminar llorando nuevamente y no era lo que ella quería, se había prometido a sí misma ser fuerte, al menos en su presencia, y lo haría.

Era tiempo de decirle adiós a la Isabella tonta, crédula, débil y con la autoestima por el piso. Una nueva Isabella Cull...Swan estaba naciendo.

—Jamás estuvo aquí... —susurró, herido.

—No quiero saber nada.

—Por favor Bells, déjame explicarte. Déjame ganar tu confianza de nuevo.

Él quería intentarlo de cualquier modo. Si antes había decidido respetar sus decisiones y dejarla ir ahora había mandado a volar esos pensamientos. Él quería recuperarla, e iba a hacer cualquier cosa con lograrlo.

Ella estaba decidida a alejarse para siempre. Se detuvo a un paso de la puerta y se volteó hacia él.

—Les deseo lo mejor, sinceramente. Al final tendrás la familia que querías y no te pude dar.

— ¿Qué? No, nosotros no... Bells.

—Adiós, Edward—. No dejó que él continuara. Giró sobre sus pies, abrió la puerta y salió, sin mirar atrás.

Subió a su auto y entre lágrimas fue a buscar a su mejor amigo. Aquel que siempre estuvo para ella cuando lo necesitaba. Aunque pensando, lo que realmente necesitaba era un abrazo de su madre. Deseó con todas sus fuerzas que ella estuviera allí con ella y no al otro lado del país. Obviamente no podía recurrir a Esme, a pesar de la complicidad que ellas compartían y que ella la considerara una segunda madre, Bella creía que no debía involucrarla en esta situación.

Llegó a la casa de Jacob sin siquiera darse cuenta. Este se asustó al verla en un estado tan deplorable y solo atinó a hacerla entrar en su casa y abrazarla.

—Pequeña, ¿Estás bien? ¿Qué fue lo que paso? ¿Dónde está Edward?

—Se terminó, Jake. Lo dejé… —Apenas pudo decir entre sollozos que pronto se convirtieron en un incesante llanto.


Primero que nada, perdón si hay algún error; no cuento con una beta.

Segundo, quiero saber... ¿Qué les pareció? (a las lectoras nuevas) Y, ¿qué les parecen los cambios? (a las que ya leyeron la versión anterior)

¡Espero sus opiniones! También espero poder actualizar semanalmente :)

Sharin.