Me gusta.

Ahí estaba Sebastian otra vez, vigilando mientras su Amo dormía en su pecho. La tranquilidad reflejada en el rostro de ese niño, era algo tan sorprendente y tan hermoso como nunca había visto en su larga vida. Le gustaba.

A decir verdad, su pequeño Lord tenía tantas cosas que le gustaban.

Lo observó; le gustaba la forma de sus labios, el labio inferior más prominente que el superior. Las largas y onduladas pestañas. La piel blanquecina por no exponerse mucho al sol. La pequeña y fina nariz de él. Las mejillas algo regordetas con un rubor casi inexistente. Los pliegues que aparecían en su frente cuando fruncía el ceño. La forma en la que hacía un puchero cuando quería algo.

Y, ¿Por qué no ir un poco lejos? Si le gustaba el roce de los dientes de él con los suyos. El morderlo sin querer, sentir ese aire caliente salir de su pequeña nariz chocándole en el rostro. Que no podía evitar las ganas de esbozar una sonrisa y las arruguitas que se formaban a cada lado de la boca. La suavidad de una piel deseosa por ser tocada con cariño. Despeinar su cabello y la manera que tenía para desabrochar cada botón en su camisa. Remover el cabello para observar sus ojos; esa mirada, con atisbos desolados y a la vez de alegría. El color azul tan profundo de esos grandes ojos, con ese inconfundible sello que lo marcaba como únicamente suyo. Esa marca en su espalda.

Le gustaba que mostrara su picardía, que le susurrara cosas al oído. El que su pequeño cuerpo se tensara cada vez que sus grandes brazos lo envolvían en un abrazo. El reírse a menos de milímetro de la cara de él y verlo enojar. Su piel de gallina. Su pieza, su cama donde han pasado tantas cosas y cada uno de sus movimientos. Lo difícil que era verlo realmente feliz y el saber que a veces, el mayordomo era la única persona que conseguía que el pequeño lo fuera.

El brillo de sus ojos, sin que él lo notara, cuando contaba algo que consideraba emocionante o podía sacarle provecho. Ese aroma característico en él. Su forma de vestir. El escucharlo tocar su violín con pasión disfrazada de obligación. El que siempre intentara superarse y ser el mejor. Observarle mientras come.

Morder su espalda, hacerle maldades que esconden amor. Escuchar su voz, suave y un poco grave. Lo impulsivo que era. Su personalidad fuerte e indefensa. El que le pida un beso con las mejillas sonrojadas, y con esa ternura que siempre intentaba esconder. Su cuerpo entero, cada uno de sus huesos y sus manos, mucho más pequeñas que las suyas. Sus besos… sí, cómo le encantaban sus besos. Su respiración tranquila y el latido constante y rítmico de su corazón.

No tenía duda alguna. Todo, absolutamente todo en su Amo le gustaba.


¡He aquí ustedes, he aquí yo!
Ahora, falta una pregunta crucial en todo esto:
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Se despide:
YCnia ;D

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