13. Patriarca Afrodita

No pegó ojo en toda la noche. Afrodita se pasó la madrugada dando vueltas en su cama. Harto de esa situación, decidió levantarse, dejándose resbalar por las delicadas sábanas de seda de color champagne.

Fue a ver la tele, pero no había nada interesante, más que programas de astrología donde un señor con pelo grasiento decía que adivinaba el futuro o aquellos juegos donde una sugerente señorita embutida en un vestido que dejaba poco a la imaginación animaba a adivinar aquel animal de compañía de cuatro letras, que empezaba por "g" y terminaba en "o". Sorprendentemente, la gente que llamaba soltaba paridas que no tenían nada que ver.

Después fue a por una infusión de tila, por si se relajaba. Pero aunque se quedaba adormecido en el sofá, en cuanto se dirigía a su cama, quedaba desvelado de nuevo.

Probó entonces a leer un libro. Sus dedos se deslizaron por los lomos de volúmenes encajados en una estantería. Cuando se topó con el libro que había escrito el Patriarca y que había repartido entre sus súbditos, decidió echarle un vistazo. Tras ojearlo rápidamente, sintió aún más presión sobre su alma.
—Yo también debería escribir un libro. Lo titularía "Manual práctico de supervivencia en el Santuario. Aprende a ignorar a los idiotas que te rodean"
Ante su propia ocurrencia, emitió una risa leve y cerrando el libro de Shion, lo depositó de nuevo en la balda.

Dio un par de vueltas por su templo y se sentó en la mesa de la cocina. Sin saber cómo, abrió los ojos y miró la hora en el reloj. Quedaban veinte minutos para las seis de la mañana.
—¡Me he quedado dormido sobre la mesa de la cocina!— gimoteó, curvándose para estirarse. Un crujido sonó en su cuello, haciéndole estremecerse de dolor.
Sin más tiempo que perder, salió rápidamente de su templo y corrió escaleras arriba.
No dejó de correr, a pesar de sentirse terriblemente agotado por una larga noche en vela y un descanso poco agradable.
No necesitó aporrear la puerta. En cuanto el caballero de Acuario escuchó sus apresurados pasos, abrió la puerta del cuarto e hizo pasas a su compañero.
—Afrodita, no quisiera ser grosero, pero tienes una cara...—dijo Camus, retrocediendo espantado.
El sueco bostezó y se restregó los ojos antes de contestar.
—Me he pasado casi toda la noche despierto. Creo que serían las cuatro y media cuando me quedé frito sobre la mesa de la cocina. Realmente estoy agotado.

El francés asintió con la cabeza y le propuso que durmiera un par de horas más, a lo que el sueco simplemente respondió tirándose en plancha sobre el colchón y quedándose inmóvil.
—Vaya, lo ibas a hacer de todas maneras— musitó Camus, alzando una ceja—. Te despertaré a las ocho, ¿de acuerdo?
La respuesta de Afrodita fue un ronquido.

Y así fue, al cabo de las dos horas pertinentes, se presentaron en la habitación de Arles los caballeros dorados presentes en el Santuario.
—Vamos Afrodita, que hoy tenemos que organizar todo para que quede perfecto— dijo Mü, agitando el cuerpo del sueco.

Una vez desperezado, Afrodita se incorporó del colchón mientras Camus le tendía el desayuno, Mü le peinaba la melena para colocarle la peluca y Shaka repasaba en voz alta los puntos del día a seguir.

"Afrodita, caballero de Piscis.

Bueno, eres el último en ejercer como Patriarca antes de que yo regrese. Como bien avisé a Camus, llamaré antes de salir, pero no sé a qué hora llegaré, probablemente a medianoche.
Eres el que se estresa con más facilidad, pero espero que eso no suponga que el Santuario quede en excelentes condiciones. Y espero que tus compañeros no sean unos caraduras que te dejan tirado con todo por hacer.
Te toca realizar la misma tarea que Aioria. Bastante agradable, por cierto.
Orden del día (prioridad):
—Tienes que ir a Rodorio, toca la visita semanal al pueblo. Pide a alguno de tus compañeros que te escolte. Recuerda que hay que ser amable con la gente. Sé que tú te pones nervioso enseguida, pero tienes que contar hasta tres antes de atacar a nadie. De lo contrario, te haré tragar una tonelada de rosas con espinas.
—Habla con la gente, escucha sus problemas y quédate con ello. Cuando regreses al Santuario, apunta todo lo que has visto y oído y anótamelo en una libreta que tengo para tales efectos.
—Serás Patriarca en funciones desde que Camus te entregue las vestiduras hasta que yo regrese. Por favor, trata de mantenerte despierto para entonces.
Esto es todo por hoy, aparte de que seguro que habrá mucho que limpiar ¿o me equivoco?
Hasta pronto.

Fdo: Patriarca Shion"

Afrodita empezó a reírse primero con una risa entrecortada, para luego convertirse en una contagiosa en la cual cayeron los cuatro dorados presentes.
—¿De qué nos reímos?— preguntó Mü tomando aire.
Shaka tragó saliva antes de contestar.
—Pues que todos pensamos que esto parece una broma. Y nos reímos por no llorar.

La pesadumbre se hizo patente en ellos. Sin más dilación Afrodita se levantó de la silla y dando una palmada animó a sus compañeros a tratar de solucionar todos los problemas que se habían ido abriendo a lo largo de esos doce días.

Tomando posesión del trono dorado, el sueco llamó a la sirvienta.
—¡Urania, trae papel y boli! ¡Y rapidito!— dijo alentando a la mujer. La señora refunfuñó una maldición y salió lentamente en busca de lo pedido.
Al regresar, tendió una libreta y un bolígrafo al Patriarca, quien la abrió y se dirigió a sus compañeros.
—Bien, empecemos por el principio. Voy a apuntar todo lo que tenemos que hacer para que no se me olvide nada. Comencemos.
—Pues lo primero de todo, evidentemente, es lo de Saga y Nergal. No sé cómo andarán por allí abajo, pero no hemos tenido noticias nuevas. Espero que el nuevo grupo haya dado alcance a los caballeros de bronce— puntualizó Camus.
Afrodita anotó en la libreta aquello.
—Bueno, también tendríamos que pensar en cómo hacer regresar a los dos dioses sumerios a su patria…o más bien, a su Inframundo, aunque no sé cómo— añadió Shaka, pensando en la posible solución.
El Patriarca asintió con la cabeza y garabateó lo dicho.
—No es por ser aguafiestas, pero creo que deberíamos hacer algo con los rodorianos, aprovechando que hoy tienes la ronda, se merecen una explicación a todo lo acontecido cuando vinieron al Santuario el domingo— puntualizó Mü.
—Es verdad— murmuró Afrodita, mordisqueando el extremo del bolígrafo. Apuntó el problema, aunque no sabía muy bien cómo afrontarlo—.Bien, esto es todo por ahora, ya que no se me ocurre nada más. ¿Nos ponemos a ello?— dijo preguntando a sus compañeros. Tras el asentimiento, decidieron ponerse manos a la obra.

[En el Inframundo, grupo de caballeros de oro]

—¡A ver, vosotros, qué cojones hacéis en el Inframundo!

Saga se encaró a sus compañeros, que se sorprendieron ante los malos modos del caballero de Géminis.
—Obviaré que estás desnudo, porque ya no puedes traumatizarme más. Pero yendo a lo sensato, ¿quién te crees que eres para hablarnos así, pedazo de cenutrio?— contestó Aioros preparándose para meterle un gancho a su compatriota. Saga le replicó rápidamente y se lanzaron uno contra otro.
Dohko sujetó al caballero de Sagitario mientras Deathmask agarró del brazo derecho a Saga.
—¿Quieres sujetarle bien, Deathmask? Así se te va a escapar— le gritó Dohko, mientras los otros dos iniciaron una retahíla de insultos e improperios entre ambos.
Deathmask arrugó el ceño.
—¡Sujétale tú, no te jode! ¡Está en pelotas y paso de abrazarle sin ropa! Con el brazo basta— replicó el italiano.
—¡Que le sujetes bien, ostias! ¡Que se te escapa y se lanza contra Aioros y contra mi!— ordenó Dohko, al ver que el caballero de Géminis estaba fuera de sí y Deathmask no era capaz de retenerlo.
Poniendo un gesto de disgusto, el italiano envolvió con sus brazos el torso de Saga, quien seguía ladrando insultos al caballero de Sagitario.

[Inframundo, grupo de caballeros de bronce]

Los cinco caballeros de bronce siguieron avanzando sigilosamente a través del Inframundo, sin encontrarse demasiados problemas.
Hyoga se frenó un segundo y se quedó escuchando atentamente.
—¿Lo habéis oído?— preguntó a sus compañeros. Éstos negaron con la cabeza—. No sé…me ha parecido oír las voces de algunos caballeros dorados— dijo tratando de orientarse para ver de dónde podrían venir.
—Quizás estén más adelante, ya que no se ve ni un alma por aquí— respondió Ikki, alentando a sus compañeros a avanzar con rapidez.

Siguieron su periplo por el Inframundo, callejeando por diferentes pasillos pobremente iluminados.
—Vale, a partir de aquí, hay que ser aún más cautelosos. Oigo pasos— susurró Shiryu. Los cinco caballeros de bronce se agazaparon rápidamente.

—Tú y Minos haced lo que queráis, pero yo me marcho de aquí— dijo una voz grave—. Voy a cambiarme de estas pintas y a ponerme mi armadura. Por vez primera, tengo que admitir que necesito ayuda de los caballeros de oro— gruñó a su interlocutor.

—¿Radamanthys? ¿Qué hace travestido de doncella?— susurró Seiya, aguantando la risa. Sus compañeros a duras penas tampoco podían aguantarla. El único que permanecía serio era Ikki.
—Definitivamente, Saga ha tomado el control del Inframundo. Debemos dirigirnos a la Giudecca.

El espectro de Wyvern giró la cabeza al escuchar unas risas.
—Déjalo Radamanthys, ya te cobrarás la venganza sobre tus subordinados más adelante. Sube al Santuario y trae a Shion de vuelta cuanto antes— pidió Aiacos, que tenía las manos vendadas—. No quiero quemarme ni cortarme más haciéndole la comida a ese imbécil o terminaré envenenándole.
El Wyvern asintió y se despidió de su compañero, alejándose por otro pasillo perpendicular. Aiacos se perdió por otro, alejándose de donde estaban los caballeros de bronce.

A la señal que dio Ikki, prosiguieron su camino hacia la Giudecca.

[Santuario]

Afrodita suspiró al ver los numerosos destrozos que iba viendo a medida que iba bajando por las escaleras, acompañado de Shaka.

—Hoy no tengo ninguna gana de mezclarme con la gente. Espero que no me estresen demasiado— dijo mirando a su compañero. El indio asintió con la cabeza.
No conversaron mucho hasta que llegaron a Rodorio. Allí, en la plaza del pueblo, les esperaba una multitud congregada.

El sueco resopló y fue a darse media vuelta, pero Shaka le cogió de los hombros y lo frenó.
—Inspirar…espirar…inspirar…espirar…hazlo conmigo— pidió el indio. Afrodita hizo lo que le decía su compañero y consiguió relajarse.
Cuando estaban a punto de darse el baño de multitudes, escucharon una voz.
—¡Ahí están!

Los dos caballeros reconocieron la voz. Ambos se miraron confusos, pero al ver a la muchedumbre dirigirse hacia ellos con gritos nada amistosos, decidieron darse la vuelta y salir corriendo.
—¡No huyáis cobardes impostores!— gritó de nuevo la voz. Julian Solo, o lo que es lo mismo, el dios Poseidón incitaba a los rodorianos a una revuelta.
—¿Pero qué coño dice?— exclamó Afrodita, muy nervioso. Shaka decidió acercarse para hablar con él, manteniendo al sueco apartado.
—¿Qué sucede Julian? ¿Qué problema tienes con nosotros?

El dios sonrió de medio lado y escoltado por Tethis y Sorrento se acercó hasta el indio.

—Tú eres el problema precisamente. El otro día te hiciste pasar por el Patriarca cuando estaba de visita, haciéndome comer vegetales. ¿Creías que podrías engañarme? Y lo que más me ha sorprendido es que hasta mis oídos han llegado los diferentes desastres que se han sucedido en los últimos días. ¿Hoy quién se esconde tras el casco del Patriarca? ¿Acaso es Camus, como ayer? ¿O quizás Mü? No tenéis otra opción, si no queréis enfrentaros a mi, os dejaré con estos humanos, que al parecer están dispuestos a acabar con vosotros por todo lo que les habéis hecho.

Shaka tragó saliva al enterarse de todo ello. Con un gesto, indicó a Afrodita que se acercara. Éste llegó junto a ellos.
—Es Afrodita— dijo Shaka—, el Patriarca se ha marchado de vacaciones y nos ha dejado el Santuario a nuestro cuidado.
Sorrento alzó las cejas sorprendido.
—¿A vuestro cuidado? ¡Pero si no habéis hecho más que crear el caos allí por donde pisáis!
Afrodita y Shaka agacharon las cabezas ante tal golpe directo. La verdad era la verdad.
—Si es que todo ha ido cayendo como un castillo de naipes, empezó un problema, después otro y nos vimos desbordados— trató de justificarse el sueco.
—Y tanto, que los caballeros de plata que vienen al bar me cuentan unas cosas más raras. Andan muy mosqueados— añadió Tethis.
—¿Pero no hubiera sido más fácil que, en lugar de haceros pasar por Patriarca, decirlo abiertamente y ya está? Vaya jaleos que monta Shion con tal de irse de vacaciones— musitó Poseidón, recordando las diferentes anécdotas que había ido escuchando.
Los dos caballeros de oro asintieron y excusaron a su Patriarca, alegando que si la gente se hubiera enterado de que Shion no estaba, otros dioses tratarían de tomar el Santuario, incluidos ellos.

El dios Poseidón empezó a reírse sin parar ante las últimas declaraciones.
—¿Qué interés tendría yo en tomar el Santuario? Mal que me pese, ya he tenido suficiente con intentarlo y que Atenea abortara mis deseos. Además, he visto cómo son los humanos y no tengo ningún interés en ellos. Prefiero mi Santuario marino, donde nadie me incordia. Además, me divierte más hundir barcos. Cada vez que asesinan a cualquiera de mis súbditos y con ello no me refiero a mis generales, sino a mis animales marinos, me divierto haciéndoles pagar por su afrenta. Además, no doy abasto para enviar a mi gente para cortar las redes de pesca. Deberíais ver el fondo marino, está devastado por la codicia humana. No, no. Tengo demasiadas ocupaciones en mi reino como para ocuparme del terrestre.

Shaka y Afrodita se miraron de soslayo y asintieron a todo lo que decía el dios, quien prosiguió unos minutos más con una perorata sobre los problemas de los océanos y mares.
Al terminar, miró a ambos caballeros de oro.
—Está bien, seré condescendiente y os dejaré marchar de regreso al Santuario. Como véis, están furiosos así que os aconsejo que me hagáis caso.
El sueco frunció el ceño cabreado.
—¡Pero si les has calentado tú la mollera para que estén así de cabreados! ¡Tendrás morro!

Sorrento y Tethis aguantaron la risa, mientras Poseidón les conminaba a irse de allí.
—No me déis las gracias, ha sido un placer. Cuando regrese Shion, decidle que quiero hablar con él.
Antes de que su compañero replicara de nuevo, Shaka agarró a Afrodita de la túnica y le obligó a seguirle.
—Vámonos, ya solucionaremos esto con el Patriarca cuando regrese. No calientes más las cosas.
El caballero de Piscis gruñó molesto y decidió hacer caso al indio, siguiéndole hasta el Santuario.

Allí les esperaban Mü y Camus, que se hallaban en el templo del Patriarca.
—¿Qué ha pasado, que traéis esas caras tan largas?— preguntó el lemuriano.
Afrodita se sentó en el trono e hizo brotar una rosa en la mano.
—Básicamente, otro frente abierto. Poseidón sabe que éramos nosotros quienes suplantábamos al Patriarca. Nos estaba esperando con una multitud cabreada en Rodorio. A modo de venganza, supongo. Quiere hablar con el Patriarca en cuanto regrese.
Los caballeros de Aries y Acuario miraron a Shaka, quien corroboró las palabras de su compañero.

—Pues la hemos hecho buena…¿no dijo Dohko que hablaría con Nergal para borrar la memoria a la gente?— preguntó Camus, recordando las palabras del Viejo Maestro.
Shaka asintió y dijo que estuvo presente en ello.
—Supongo que se nos escaparían varios, al fin y al cabo no sabemos quiénes acudieron el domingo al Santuario. Y esos habrán contado a los demás lo que sucedió, llegando a oídos de Poseidón que se ha encargado de decirles que Shion ha sido suplantado.
—Pues estupendo, excelentes noticias. Ahora a ver cómo lo hacemos para recuperar su confianza. Ahora irán a hacer ofrendas a Pan o a Dionisio. Eso si no les da por ir a adorar a Hades…lo que nos faltaría entonces— musitó el lemuriano, sentándose en el borde de las escaleras abatido.
—¿Qué hacemos entonces? No queda mucho tiempo para que Shion regrese y mirad cómo está todo—preguntó Shaka, señalando los desperfectos.

No bien iban a empezar a discutir cuando una figura emergió de entre las sombras del templo, caminando lentamente.
Al aparecer ante los caballeros dorados, éstos se pusieron en guardia.
—¿Qué haces tú aquí? ¡Lárgate, bastantes problemas tenemos ya!— soltó gélidamente el caballero de Acuario.
Ante ellos, Radamanthys alzó las manos en son de paz.
—Tranquilos, vengo a ayudaros. Porque yo también necesito vuestra ayuda— añadió rápidamente, para evitar suspicacias.
—¿Y por qué deberíamos ayudarte?— preguntó Shaka, mordaz.
El juez se levantó el flequillo y señaló los dos puntos rojos en su entrecejo depilado.
Los dorados le miraron extrañados.
—Esto me lo ha hecho vuestro querido compañero Saga. Desde que aterrizó en el Inframundo con el anillo de Nergal, no ha parado de humillarnos a todos. Vosotros queréis a Saga de vuelta y yo no le quiero en el Inframundo. Así que salimos ganando ambas partes. ¿Hay o no hay trato? De no ser así, esperaré por Shion, como decís que está a punto de llegar…— añadió despreocupadamente sabiendo que así conseguiría más rápidamente la aprobación de los caballeros de Atenea. Éstos asintieron sin pensarlo dos veces.

Afrodita se dirigió a él.
—Nosotros teníamos planeado bajar al Inframundo antes de que viniera Shion, para solucionar la movida con Saga. Y sólo tú puedes conseguir que Hades no tome represalias contra nosotros. Así que, trato hecho.
—Estupendo, sólo subía a deciros eso. Regresaré al Inframundo entonces. Os espero— dijo abriendo un portal y lanzándose de cabeza a él.

Una vez que se marchó, los dorados se miraron preocupados.
—Nos guste o no, le necesitamos— suspiró Mü—. Vamos a buscar a Ereshkigal para que abra un portal frente a la estatua de Atenea.
Los cuatro caballeros salieron del templo patriarcal en busca de la diosa.
Al cabo de un minuto, Urania apareció en la sala, portando un teléfono en la mano.
—¿Patriarca? Pues no, no están aquí ahora mismo…sí…vale…¿en poco más de una hora?...de acuerdo…hasta luego. Adiós.

[Inframundo, grupo de caballeros de oro]

—¡Deathmask, deja de violar a Saga! ¡MARICAS!— gritó una voz conocida mientras se acercaba al otro grupo. Aioria apareció acompañado de Aldebarán, Shura y Milo.

Al fin, tanto los dos que sujetaban como los que peleaban pararon en seco y miraron a sus compañeros recién llegados.
—¿Por qué habéis venido?— preguntó Dohko—. ¿No habrá regresado Shion?
Los cuatro negaron con la cabeza.
—Estamos aquí porque los caballeros de bronce, entre ellos tu alumno, están aquí. ¿No les habéis visto?
—No nos hemos movido apenas de este lugar— respondió Deathmask—. No les hemos visto.
—Pues habrá que ir a buscarlos, que seguro que Seiya la lía parda— respondió Aioros, emitiendo un suspiro—. Andando.

Antes de iniciar la patrulla, Milo miró al caballero de Géminis.
—Saga, por favor, evítanos el sufrimiento de verte la entrepierna— gruñó el caballero de Escorpio a su camarada, desviando los ojos a otro lado, mientras le lanzaba su capa blanca para que se cubriera.
El caballero de Géminis se deshizo del abrazo de Deathmask y frunció el ceño mientras se cubría los hombros con la capa, cayendo ésta por la espalda.
—¡PERO PÓNTELA CUBRIÉNDOTE LOS HUEVOS, ANIMAL!— gritaron todos al unísono.
Saga resopló y la envolvió en su cadera como si fuera una toalla.
—Oídme bien, este es mi momento y me estorbáis, así que iros por donde habéis venido. ¡TODOS!— remarcó enfadado.
—¡De eso nada! ¡Tus tonterías han llegado demasiado lejos y ya es hora de que le devuelvas el anillo a Nergal y tú regresarás con nosotros al Santuario sin rechistar!— replicó el caballero de Libra.
Ahora fueron Saga y Dohko quienes se enzarzaron en una discusión que tenía visos de no tener fin.

Nergal aburrido de tanta palabrería y de no poder hacer nada hasta que se pusieran de acuerdo cayó en la cuenta de algo.
—¿Y el otro?— preguntó de repente, saliendo de su embotamiento.
—¿Qué otro?—preguntaron a su vez Shura y Aldebarán.

El dios sumerio se rascó la cabeza unos segundos.
—El repetido.
—¿Repetido? ¿Te refieres a Kanon?— replicó el brasileño, esbozando una sonrisa.
Nergal asintió.
—Es que se marchó por su cuenta y no sabemos dónde está.
Shura y Aldebarán se miraron unos instantes y llamaron la atención a sus compañeros, que seguían con atención la pelea entre Dohko y Saga.
—¿Sabéis dónde está Kanon?
El caballero de Géminis captó la pregunta y respondió que se hallaba sustituyéndole por unos momentos en la Giudecca. Sus compañeros ahogaron un grito.

—¿Estás mal de la cabeza? ¡Si descubren que no eres tú, matarán a tu hermano!— le recriminó Milo .
Saga se encogió de hombros.
—Sería hasta un favor que lo hicieran— al notar las miradas de odio de sus compañeros, el caballero de Géminis carraspeó acobardado —. Vale, vale, sólo era una broma. Ahora vamos a por él.
—En serio, yo alucino contigo— musitó Aioros, dándole una colleja al pasar junto a él.

[Santuario]

—¡Hola a todos!

La voz de Shion retumbó por todo su templo. Dejó caer la maleta y se rascó la cabeza.
—¿Hola?— repitió de nuevo. Pero el silencio fue la contestación. El Patriarca verdadero emitió un suspiro y miró a su mano derecha. Arles caminó lentamente, esperando ver a alguien. Pero regresó junto a Shion comunicándole que no había ni rastro de los dorados.

—Qué raro…ah…¡ya sé!¡Eso es que me han preparado una fiesta de bienvenida!— se contestó con una gran sonrisa en la boca.
—Yo no estaría tan seguro…— musitó Arles, mirando alrededor—. Este silencio no me augura nada bueno— recalcó.

Shion le dio una palmada en la espalda mientras avanzaba hasta el trono. Pero frenó en seco cuando iba a subir las escaleras. Sintió un leve crujido bajo sus pies. Confundido, miró las suelas de sus alpargatas.
—¿Qué es esto?— dijo recogiendo entre sus dedos unos pedazos de piedra.
Arles miró hacia el techo y abrió los ojos espantado.
—Patriarca…mire— dijo señalando el origen de esos restos. Shion alzó la vista y vio el boquete enorme que había en el techo.
—¡¿Pero qué demonios!? ¡¿Y ese agujero?! ¡Y allí también hay pilares destruidos!— gritó enfadado, señalando unas columnas cercenadas. El ayudante suspiró y pensó en qué más cosas se irían a encontrar.
El enfurecido Patriarca se dirigió hacia su trono y lo que vio no le dejó más tranquilo: migas por todo el asiento y alrededores, huellas de manos y sobre todo, marcas de labios.
—¿Y aquí qué ha pasado, que hay marcas de besos incluso?— preguntó al aire, para a continuación colocar una mano debajo de su camisa y empezar a frotar las marcas—. Esto no es normal. ¡Urania! ¡URANIA!— gritó a la sirvienta.

Al cabo de unos minutos la señora apareció por la sala y esbozó una sonrisa de lo que para ella era alborozo.
—Al fin ha regresado, Excelencia. Le esperaba.
Shion frunció el ceño y señaló tanto el boquete como el trono.
—¿Cómo es que está esto así? ¿Aquí no se limpia o qué?
Como respuesta, la mujer se encogió de hombros y replicó que suponía que los dorados irían a encargarse de ello.
—Y eso que no ha visto más…— dejó caer la sirvienta.
Shion y Arles se giraron repentinamente con las cejas alzadas de asombro.
—Ah ¿Que hay MÁS?— exclamaron al unísono. La mujer ladeó la cabeza y decidió no hablar más, escapándose a su peculiar velocidad de aquel lugar.

El Patriarca se dejó caer en su trono y se pasó la mano por el rostro.

—Creo que no tengo ganas de moverme de aquí, porque me va a dar un infarto como siga descubriendo más desastres— murmuró dejando escapar un suspiro.
Por su parte, Arles tomó el valor necesario para enfrentarse a esos problemas.

Repasó la planta baja y aparentemente vio que estaba todo normal. Pero cuando entró en las termas se quedó observando el desastre. El agua no había sido renovada y se había empezado a formar una capa de algas en algunas partes. Además, si agitaba el agua, se formaba un poco de espuma. La esponja del Patriarca había desaparecido y en su lugar había un estropajo.
—Son unos cochinos— declaró antes de regresar a informar al Patriarca.

Shion se hallaba de pie, leyendo una libreta y su faz fue tornándose cada vez más roja de ira. Cuando Arles llegó junto a él, el Patriarca le colocó la libreta en la cara.
—¡Lee!— ordenó a su ayudante. Éste tomó la libreta entre sus manos y se quedó asustado por lo que iba leyendo.
—Pero Su Santidad…aquí habla de Inframundo…de un tal Nergal…¿esto qué es?— preguntó extrañado.
Con la mirada furibunda y pensando en todas las posibles torturas que le iban rondando la cabeza, el Patriarca se dio media vuelta y corrió hacia las escaleras que daban a su habitación.
—Esto es lo que van a tener que explicarme. Aunque ten por seguro que sus excusas no las aceptaré como atenuantes de sus condenas.

Ambos subieron las escaleras corriendo. La primera habitación que abrieron fue la de Arles, para que depositara sus cosas.
Los dos se quedaron boquiabiertos al ver con lo que se encontraron. El ayudante entró dando pasos lentos, debido al estado de shock en el que había entrado.
—Mi cama…está…destruida…y todo este desorden…papeles por todos lados…restos de comida…¡hasta las cortinas han desaparecido!— pronunció ahogando las lágrimas. Shion se quedó estupefacto y repasó todo convenientemente. Recogió una túnica que había tirada en el suelo. La negra. La sacudió un poco, pero el tufillo que desprendía le hizo arrugar la nariz.
—¿Así es como cuidan mis cosas?— gruñó saliendo de la habitación y llamando a un sirviente, que rápidamente se llevó la túnica a lavar—. Entonces Afrodita lleva puesta la blanca. Menos mal que aún tengo la roja guardada en mi armario— dijo encaminándose hacia su cuarto.

Al abrir la puerta sintió que el corazón le daba un vuelco.
—Excelencia, su escritorio está en mi cuarto no sé por qué…ay dioses…— dijo llevándose la mano a la boca para no emitir un grito. La habitación, calcinada por el incendio del primer día, no había sido limpiada ni repuesta de sus muebles. El armario había sido reducido a cenizas, junto al resto del mobiliario.
Conteniendo su furia, salió de su cuarto y bajó de nuevo las escaleras, escoltado por su ayudante.
Atravesó su templo como un rayo, dispuesto a ir hasta el templo de Atenea.
Llegó hasta allí y percibió los cosmos de varios dorados y otro extraño, pero muy poderoso. Cruzó hasta salir fuera del templo y es cuando al fin, dio con ellos.

Frente a la estatua de Atenea se encontraban Shaka, Mü, Camus y Afrodita, aún con las ropas de Patriarca, junto a la diosa Ereshkigal, quien se disponía a abrir un portal hacia el Inframundo.
—¡¿QUÉ CRÉEIS QUE ESTÁIS HACIENDO?!— exclamó el iracundo Patriarca, fuera de sí. Arles trató de apaciguarlo sin éxito.

Los cinco se giraron bruscamente y Shion pudo leer las expresiones de terror reflejadas en sus rostros. La diosa frunció el ceño y preguntó a Camus por la identidad de aquel señor malhumorado.
—Es…nuestro Patriarca…el original…Shion— consiguió decir.

El aludido avanzó a grandes zancadas hasta situarse ante ellos, quienes inmediatamente se arrodillaron ante él, temblando de auténtico pavor. Hasta Shaka estaba alterado.
—¿Dónde están los demás?— preguntó Shion.
—En el Inframundo, Santidad— respondió Afrodita.
El Patriarca resopló y sacó la libreta. El sueco exclamó una maldición por su imprudencia.
—Alguien se dejó esto en mi trono y he leído cosas muy interesantes. Sí. Pero ahora quiero que me expliquéis qué mierdas significa todo esto. ¡Y quiero la verdad!

Tras haberle explicado al Patriarca la situación delicada en la que se hallaban, Arles y Shion se alejaron unos minutos a deliberar. Tras esto, Shion se acercó a Afrodita.
—Quítate la túnica blanca y mi casco y ve a por tu armadura de Piscis. Arles, te quedarás aquí haciéndome una lista de todos los desperfectos que vayas encontrando. Quiero que seas exhaustivo y para ello debes interrogar a Urania. Me voy al Inframundo con éstos— dijo colocándose la túnica y ajustándose el yelmo dorado—. Y tú, Erehskigal, quédate aquí. Traeremos de vuelta a tu marido y su anillo, no te preocupes. Disculpa las molestias que hayamos podido causarte— dijo excusándose ante la diosa, quien aceptó de buen grado las palabras del Patriarca.

Tras esto, los caballeros dorados restantes y el Patriarca se lanzaron por el portal interdimensional

[Frente a la Giudecca]

—Debe ser esta la puerta que da a la Giudecca, me suena mucho— dijo Ikki, rememorando.
Shun y Seiya caminaron hasta ella y apoyaron sus orejas para escuchar lo que se oía tras ella.

—Creo que Minos está hablando…dice algo de una princesa…¿eh? Eso no lo entendí…Saga está riéndose de algo— susurraba el caballero de Andrómeda a los compañeros.
Seiya se rió con algo que escuchó y permaneció apoyado contra la puerta. Shiryu le quitó del lugar.

—Vamos, que tenemos que entrar.

—Pero yo quiero seguir escuchando— gimoteó Pegaso.

A la orden dada por Ikki, los cinco caballeros abrieron la puerta de par en par.

Dentro de la Giudecca se hallaba Minos tras un escenario de cartón, moviendo unas marionetas. Frente a él, Kanon comía palomitas de maíz entretenido por la obra de títeres, mientras Pandora asistía con cara de aburrimiento a la representación.
Aiacos tendía a Kanon una jarra de cerveza, sujetándola con dolor.
Por su parte, Hades estaba con los ojos cerrados en su trono, aprovechando la circunstancia para echar una cabezada.

—¡NO TE PREOCUPES SAGA, TE RESCATAREMOS!— gritó Seiya al entrar.
Los cuatro presentes en la sala voltearon los rostros, mientras que Hades abría los ojos suavemente, molesto por la interrupción.
Kanon se puso pálido y tragó la palomita a medio masticar, haciendo que se atragantara y tosiera con fuerza.
—¡Chicos! ¿Qué hacéis VOSOTROS aquí?— exclamó Kanon, echando una mirada fulminante a Ikki, quien se quedó de piedra al darse cuenta de que no era Saga. Y lo que era peor, su mirada buscó el anillo de Nergal en los dedos del suplente de Géminis. Al no verlo, tragó saliva. Antes de poder decir nada, Seiya escudriñó con la mirada.
—Anda, pero si tú eres Kanon. ¿Pero no se suponía que veníamos a rescatar a Saga?— dijo girándose hacia Ikki. Éste se pasó la mano por la cara y por lo bajo musitó "potro imbécil, acabas de cagarla"
Minos, Aiacos y Pandora se giraron hacia Kanon, quien esbozó una tímida sonrisa mientras trataba de incorporarse para salir por patas.

—¡Efectivamente, ése de ahí es Kanon y no lleva el anillo de Nergal, con lo cual no tiene poder sobre ninguno de nosotros!— gritó una voz muy conocida. Radamanthys apareció en la puerta y avanzó hasta colocarse delante de su dios—. Si no es mucha molestia me gustaría encargarme personalmente de él.

[Inframundo, séquito de Shion]

El Patriarca caminaba rápido a través del Inframundo, escoltado por los caballeros de oro.

—Creo que están cerca, puedo oírles— informó Afrodita señalando su derecha.
Caminaron un poco más y al final dieron con los caballeros restantes. Todos se alegraron de verles de nuevo, hasta que apareció Shion, con las vestiduras de Patriarca.
—¿Vostros qué hacéis aquí? ¿Ya terminasteis de limpiar todo para que Shion no se entere?— preguntó Aioria. Camus y Mü le indicaban con gestos que se callara. El caballero de Leo frunció el ceño sin comprender nada y prosiguió dirigiéndose al sueco –Afrodita, ¿hablaste con la gente de Rodorio? Espero que no te dieran la lata como me la dieron a mi. ¿Están todos recuperados de lo del domingo? Vaya espectáculo fue aquello— dijo añadiendo unas risas.

Pero nadie se reía. De hecho, todos estaban callados y con un semblante de terror en la cara.
—Ehm…Aioria…— murmuró el sueco. Al fin se le hizo la luz al griego.
—Si tú estás con tu armadura de Piscis…eso significa que…— empezó a contar a todos sus compañeros—…somos doce…y eso significa que…
—Sí, Aioria, ya me has demostrado que sabes contar muy bien, felicidades por tu reciente graduación en matemáticas. Tienes suerte de que tenga mucha prisa, pero en cuanto lleguemos al Santuario me vas a explicar eso de Rodorio, estaré encantado de escucharte— dijo Shion, con una voz suave, tratando de aparentar calma. Aioria tragó saliva y reverenció al Patriarca, yéndose a reunir junto a su hermano, quien le asestó una colleja a la vez que le llamaba idiota.
—No tengo tiempo para sermones, así que andando, tenemos que llegar a la Giudecca antes de que los espectros se percaten de que Kanon suplanta a su hermano— dijo mirando al caballero de Géminis, que llevaba la capa de Milo atada a su cintura—. Mejor no pregunto por qué estás desnudo…devuélvele AHORA MISMO el anillo que le robaste al señor Nergal.

Saga titubeó unos instantes, pero al verse acorralado, suspiró y se quitó el anillo en cuestión, entregándoselo de vuelta al dios.
—¿Qué se dice, Saga?— recriminó el Patriarca.

—Lo siento— murmuró con un puchero el caballero de Géminis, diciéndole adiós a sus momentos de gloria en el Inframundo.
El Patriarca se volvió hacia el dios sumerio.
—Señor Nergal, siento que tenga que aguantar a todos estos, ya hablaré con usted cuando lleguemos al Santuario y le ayudaré para que regrese con su esposa a Irak de nuevo— dijo dirigiéndose al dios sumerio con una reverencia. El dios aceptó las disculpas del Patriarca y ambos lideraron la marcha hacia la Giudecca.

[Giudecca]

Seiya se adelantó para encararse a Radamanthys, pero Ikki le agarró del hombro.
—No te metas en esto. Es algo entre ellos dos.
Los otros cuatro miraron a su compañero confundidos, sin comprender bien qué sucedía.

Mientras, Aiacos y Minos tenían agarrado a Kanon, que se revolvía tratando de liberarse de aquel agarre.

Radamanthys se encaró a su eterno enemigo y esbozó una sonrisa cruel.
—Vuelves a estar en mi poder, capullo— susurró suavemente—, y de esta no te libras. Ni tú, ni tu querido hermanito. Que me tenéis hasta los coj…
—¡ALTO RADAMANTHYS!— gritó una voz. El Wyvern se giró molesto por la interrupción.

Kanon suspiró aliviado y se soltó del agarre de los otros dos jueces.
—Patriarca Shion— respondió el Wyvern, haciendo una reverencia. Sus compañeros y Pandora imitaron el gesto.
El Sumo Sacerdote de Atenea entró en la sala a paso lento y avanzó hasta Hades, esta vez, haciendo una reverencia al dios. Éste aceptó el saludo del Patriarca y sonrió levemente.

—Vengo de forma pacífica, para solucionar todo lo que ha sucedido durante mi ausencia. Me considero culpable. Sí, culpable por haber confiado el Santuario a mis doce caballeros de oro. Siento todas las molestias que le han causado a usted y a sus súbditos. Nada de esto hubiera sucedido si no me hubiera marchado de vacaciones, pero comprenda que necesitaba alejarme de ellos un tiempo.
—Por qué será que no me extraña…— gruñó Radamanthys.
—Es por eso— prosiguió Shion—, que me gustaría que aceptara mis más sentidas disculpas en mi nombre y en el de ellos asegurándole que jamás volverá a suceder nada parecido.
El dios del Inframundo parpadeó unos segundos antes de responder.
—Disculpas aceptadas. Fue su escueta respuesta.

Los caballeros de oro prorrumpieron en alegría. Kanon fue corriendo a reunirse con sus compañeros aunque sintió la punzada de la mirada del Patriarca sobre él.

—¡Pero mi señor, eso no es justo! ¡Tienen que pagar por todo lo que nos han hecho! ¡Se van de rositas!— exclamaron los espectros.
Los caballeros dorados comenzaron a lanzar burlas hacia los espectros riéndose de ellos y de la situación.

Hades simplemente permaneció quieto mientras su sonrisa se ampliaba cada vez más.
—Mi señor, ¿por qué está usted tan tranquilo, a pesar de que los espectros se rebelan contra usted por su, permítame decirlo, desafortunada decisión?— preguntó Pandora, arrodillándose ante él.
—Cómo se nota que no conoces a Shion— respondió, sonriendo abiertamente.

El ruido generado por los improperios entre uno y otro bando desesperaba cada vez más al Sumo Sacerdote

—¡BASTA YA TODO EL MUNDO! ¡CALLÁOS DE UNA VEZ!— rugió el Patriarca, desbordado ante tantos acontecimientos.
El silencio fue inmediato. No sólo los caballeros de oro y bronce allí congregados, sino los espectros también callaron inmediatamente.
Una vez instaurado el silencio, Shion se llevó una mano a la frente y emitió un suspiro.
Hades miró a Pandora con una sonrisa cómplice. Ahora ella comprendía todo. Esto era lo que quería su dios, ver a los caballeros de Atenea siendo regañados por el Patriarca.

—¡Esto es un desmadre total y absoluto. ¡Habéis incordiado, no a uno sino a dos dioses! ¡El Santuario está hecho una pena, mi cuarto está carbonizado y el de Arles destruido! Por no hablar de la impresión que se han llevado de mi los aldeanos de Rodorio. ¡¿Pero qué demonios habéis hecho, para armarla de esa manera en apenas doce días?! ¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?! ¡Decidme!

Los caballeros de Atenea agacharon las cabezas compungidos, escuchando la retahíla de sinsabores que le había producido al Patriarca. Shion seguía relatando todo lo que había visto mal y no tenía intención de parar.
—¡¿Es que no véis que necesito relajarme?! Me alejo de vosotros, os confío el Santuario. ¡Y me lo devolvéis hecho una mierda, así de claro! No puedo confiar en vosotros y eso es, precisamente, lo que más me duele. Como guerreros no tenéis parangón, pero como humanos responsables…¡por todos los dioses, que no sabéis comportaros debidamente! Yo no sé qué más hacer. En serio, dadme una razón para seguir al frente. Porque desde luego que no tengo ganas ni ánimos para nada. Por más que os castigo, me enfado, me tomáis por el pito del sereno. Y así no podemos seguir. Dadme una solución. ¡Porque yo no puedo más!

En ese momento, Hades se incorporó del trono y se dirigió a Shion. Para asombro de todos los allí reunidos, el dios del Inframundo colocó su mano derecha sobre el hombro del Patriarca.
—Comprendo tu desazón Shion. Algo parecido sucede aquí, en mis dominios. Hay peleas continuas por nimiedades. Mis tres jueces van y vienen a su antojo a la superficie, sin avisarme. Con lo cual, Pandora se vuelve loca para hacer los horarios de trabajo en el Tribunal, quien por cierto, me deja las cuentas temblando a final de mes, de tanto tirar de la tarjeta visa— dijo soltando una puyita a su hermana, que se mordió los labios—. Como tampoco tienes idea de cómo dejan mi castillo de asqueroso cuando se reúnen para hacer fiestas clandestinas, reventando la bodega— dijo esto mirando a Radamanthys, quien tragó saliva y desvió la mirada al suelo—, o cuando en lugar de estar juzgando almas, se pasan el día viendo la tele o se van de juerga al bar de mi hermano Poseidón— ahora miró a Minos y Aiacos, que se pusieron colorados al saber que su dios conocía sus debilidades—. Y esto lo hago extensivo a los demás, que me sé de sobra vuestra andanzas— añadió mirando al resto de espectros—. Sin embargo, aunque la intervención de Saga me resultó inquietante en un principio, después de verle gobernar con mano dura sobre mis espectros y que éstos obedecieran sus órdenes sin rechistar, creo que ha resultado positivo. Así que se me ha ocurrido una solución a ambos problemas.

Ahora todos los ojos estaban depositados en la deidad, quien esbozó una sonrisa leve antes de pronunciar su idea.
—Quiero que Saga gobierne unos días más el Inframundo. A cambio, yo te presto a mi mejor súbdito, quien sabe manejarse en estas lides y sabrá imponer respeto y orden en el Santuario.
Radamanthys, irás al Santuario una temporada.

El Wyvern abrió los ojos completamente y tragó saliva. Los caballeros de oro y bronce se quedaron de piedra ante tal petición.
Shion, sin embargo, meditó unos segundos la propuesta del dios del Inframundo.
—Acepto el intercambio. Saga— dijo dirigiéndose al caballero de Géminis—, a partir de ahora te vas a quedar aquí. Espero que lo hagas lo mejor posible y endereces el Inframundo. Radamanthys— dijo mirando al espectro—, acompáñanos entonces al Santuario. Espero que hagas realidad esa reputación y nos ayudes a controlar la organización. Señor Hades— dijo efectuando una reverencia ante el dios—, nos veremos pronto. Si tiene algún problema con Saga, hágamelo saber cuanto antes.

El dios asintió con un leve cabeceo. El Patriarca y él se despidieron, quedándose el dios en la Giudecca.
Saga, seguido de Minos y Aiacos, condujeron a los caballeros hasta el portal que unía ambos mundos.
El Patriarca se acercó a Saga y lo abrazó.
—Más te vale que te comportes, no me defraudes. Porque si llega el caso…le doy tu armadura a Kanon— susurró al caballero de Géminis. Éste, asustado por tal amenaza, asintió rápidamente.

Tras despedirse de todos, Saga se quedó de brazos cruzados, mientras veía desaparecer al último compañero.
—Oídme vosotros dos atentamente. Como se os ocurra joderme más de la cuenta, os mando de un solo golpe a otra dimensión ¿de acuerdo? No quiero perder mi armadura de Géminis. Vámonos a reunirnos con Hades.

Los dos jueces se miraron de soslayo y esbozaron una sonrisa cómplice.

Al llegar al Santuario de nuevo, lo primero que hizo Shion fue reunirse con Ereshkigal y con Nergal, para solucionar lo de su viaje de regreso.
—En fin, pues asunto solucionado ¿verdad? En el nombre mío y de nuestra señora Atenea, esperamos que tenga un buen viaje de vuelta a su hogar. Mi alumno Mü les llevará de regreso— terminó el Patriarca, reverenciando a los dioses.
Los caballeros de oro se inclinaron ante ellos y los dioses salieron acompañados del lemuriano.

Tras esto, Shion se dedicó a escuchar todo lo que Arles había ido encontrando, mientras guiaba a Radamanthys enseñándole los destrozos de sus caballeros. El Wyvern, aún en estado de shock, a duras penas atendía a lo que le decía Shion.
—¿Estás bien?— preguntó preocupado el Patriarca, al ver cabizbajo al espectro. Éste levantó la vista hacia Shion y suspiró.
—Si le soy sincero…tras haber tratado con las idiotas de…perdón…los caballeros de oro, creo que no voy a ser capaz de lidiar con todo esto.
El Patriarca esbozó una sonrisa siniestra bajo el casco.
—No te preocupes, si te van a hacer caso. No les va a quedar otro remedio porque te voy a dar plena libertad de actuación. La única condición es que no los mates. Tortúralos todo lo que quieras, porque se lo merecen, pero matarlos no.
Radamanthys miró al Patriarca y sonrió de la misma manera.
—Entonces, acepto el cargo encantado.
Ambos empezaron a reírse de manera cruel, y esa risa, que llegó a oídos de los caballeros dorados, hizo que todos sintieran un escalofrío recorrer sus espinazos.

—Me da que no va a ser divertido— murmuró Kanon, liberando los pensamientos de todos y cada uno de sus compañeros.

Antes de despedir a los caballeros dorados de su templo, un pequeño de cabello pelirrojo aterrizó en la cámara del Patriarca. Al ver a Shion, corrió como una exhalación y lo abrazó con fuerza.
El Patriarca estrechó entre sus brazos al niño y lo aupó a su altura.
—¿Qué tiene que contarme mi pequeño del alma?— le preguntó.
Kiki tiró de unos mechones grises del Patriarca, esperando a que se soltaran.
—¿Pero Kiki, qué haces? ¿Quieres arrancarme el cabello de raíz?— preguntó molesto.
—¡Présteme su peluca, porfi!— pidió el niño animadamente, mientras tiraba de nuevo, con más fuerza, del mechón.
Shion le cogió las manitas y lo miró extrañado.
—¿Qué peluca? Si es mi pelo natural, me estás haciendo daño tirándome del cabello.
El pequeño lemuriano se quedó confuso unos segundos antes de responder que hacía doce días que él le había confesado que era calvo y que usaba peluca.
—¡Si no soy calvo! Qué barbaridad…Hace doce días eh…— empezó a contar hacia atrás y su rostro se tornó rabioso de nuevo —¡MÜ! ¡CUANDO REGRESES TE VOY A EMPAREDAR EN UNA HABITACIÓN HECHA DE MUROS DE CRISTAL!— exclamó furioso— ¡Y TODOS VOSOTROS, OS VÁIS A ENTERAR! ¡A PARTIR DE MAÑANA VÁIS A DISFRUTAR DE LO LINDO!— finalizó señalando a los caballeros de oro.

FIN


¡Al fin terminé esta historia! Y como siempre, con final abierto con intención de continuarla. Y ya sabéis: Radamanthys al mando del Santuario y Saga al mando del Inframundo. ¿Qué tal se les dará? ¿Echarán de menos los espectros al juez supremo? ¿Querrá Saga regresar al Santuario? ¿Qué harán los subordinados de ambos mandos para hacer la vida imposible a su jefe temporal? Éstas y otras preguntas, en el próximo fic.

Agradecimientos:
Buf, por dónde empezar…la verdad es que me alegro de haber afianzado aún más la confianza de los lectores a la saga cómica del Santuario que inicié el año pasado con "Un día con los caballeros de oro" y que perdura hasta hoy.
La continuación llegará para noviembre seguramente, ya que deseo poder centrarme en otros fics antes de comenzar otro nuevo, pero la línea argumental está escrita, siguiendo algunas de las que he dejado abiertas y otras historias nuevas. Pero ese secreto lo guardo bajo llave y tendréis que esperar a que se publiquen. Adelanto que va a ser un desmadre total, para ambos reinos. Y sí, Saga seguirá aterrorizando al Inframundo con su manía de ir en pelotas por todos lados, como si no hubiera nadie mirándole. Y la tensión entre Radamanthys y Kanon será aún más palpable, aunque dicen que del odio al amor hay un paso…quién sabe (pero no, tranquilos que no voy a poner nada yaoi, para eso tengo otros fics).

Bien, basta de cháchara y me centro para agradecer a Sanathos Ananke, HolyOak, Raixander, Lule de Zodiak, Lesty, Shionlover, PrincessVirgo, Mary Yuet, Kaito Hatake Uchiha, Jundyu, Jabed, Tomoechan100, Lobunaluna, Loveshun, Gilraen Fefalas 90, Megaterio, Shiro24kuro, Nebula Chain, Nike Cherie, MarinxAioria, Alnash de Leo, Konan Akatsuki, Amazona dorada, Manzana Higurasi Brief, Akire zero, Max Emperor Ramses II, Deneb of Cygnus, Annie Leto, Alba Salvatore, Casandra Piscis, Bond Ataraxia, Minako Uzumaki, Nina789, Pau Schultz, Sagittarius no Liz, Sylver Hunter, Floriiblue12, Neverdie y Pandy444. Así como los anónimos que han dejado su huella en esta historia.
Gracias de todo corazón por los comentarios, por seguir y/o marcar esta historia como favorita.
Muchísimas gracias por vuestro apoyo y confianza, espero no defraudaros con la siguiente historia.

Hasta entonces, que disfrutéis de Saint Seiya.

¡Un abrazo!