Between boys.
Capítulo 1: Mi nuevo compañero, Gajeel Redfox.
El despertador sonaba desesperadamente, tratando de despertar de su sueño a la chica que estaba recostada sobre la cama. Ella se despertó lentamente, logrando divisar los objetos, que hace apenas unos segundos se veían borrosos. Frotó con delicadeza sus ojos de color chocolate y se deshizo la coleta que se había hecho esa misma noche para que por la mañana su pelo azulado no se enredara. Bostezó con normalidad y se levantó de la cama para ir a coger la ropa que se encontraba encima de la silla. Sí, ella se preparaba la ropa encima de una silla que tenía al lado de su cama. Se vistió con una camiseta amarilla de palabra de honor que ceñía su torso, y una minifalda de color rojo oscuro. Se puso también unas bailarinas de color marrón con un pequeño lacito de color negro en la punta del zapato. Después de todo eso, fue al baño para arreglarse. Se recogió el pelo con una diadema amarilla que conjuntaba con su camiseta y se maquilló un poco. Finalmente, se fue a la universidad: "Fairy Tail", puesto que sus padres se habían mudado con ella recientemente y era nueva. Era una universidad bastante peculiar: tenía habitaciones para que los alumnos durmieran, no podías dormir en tu casa, era parecido a un internado, pero podías salir por la tarde y quedar con tus amigos y amigas. Las chicas dormían por parejas en los dormitorios para mujeres, mientras que los chicos dormían también por parejas en los dormitorios para hombres. Había una habitación para cada pareja de alumnos. Los hombres y las mujeres sólo se veían a la hora de clases, de recreo y cuando quedaban. Es por ese motivo que si todas las habitaciones estaban completas no podías entrar.
Levy POV
Comencé a rebuscar por los pasillos el despacho del rector, tratando de ignorar las miradas de todos, hasta que finalmente, lo encontré. Él me invitó a pasar, y le comuniqué el porqué de mi visita:
— Quería entrar en esta universidad, pero había oído que no había plazas para mujeres y quería asegurarme. —Le comenté.
— Sí, es cierto, solo queda una plaza y es para los hombres. Lo siento. —Me contestó.
— En ese caso, siento molestarle, hasta luego. —Le respondí.
Se me había ocurrido una idea magnífica. Si solo quedaba una plaza para hombres, tendría que hacerme pasar por uno de ellos. Tenía que hacer lo que fuera para entrar a esa universidad. Salí de allí, nuevamente era el centro de las miradas de muchos, a pesar de mi baja altura, yo era "bonita", se podría decir. Busqué en la ciudad una tienda de ropa masculina, hasta que encontré un local en el que había un gran letrero en el que ponía "H&M, BE A MAN". Decidí entrar en esa tienda, y pregunté si había ropa para hombres de mi talla. Por suerte había alguna que otra cosa, porque por mi estatura era difícil que hubiera prendas que se ajustaran a mi tamaño, claro que la dependienta me miró con cara rara. No tenía problemas económicos, mi padre era director de una empresa y mi madre abogada, nunca me había faltado dinero, aunque tampoco era lo que se dice "rica". Al día siguiente, me desperté rápidamente y me vestí con la ropa masculina que me había comprado ayer. Me recogí el pelo con una coleta, escondiéndolo todo en un gorro que me había puesto. Con el pelo escondido aparentaba tener el pelo corto, por lo que parecía un chico. Traté de usar prendas holgadas, porque si la camiseta era muy ceñida se me notarían esos dos bultos en el pecho que demostrarían mi femineidad. Me puse unas deportivas que iban a conjunto de la camiseta y los pantalones que me había puesto, metí en la maleta todas las cosas que creí necesarias para mi estancia y me fui a la universidad.
— Ho-hola m-me habían di-dicho que habían pla-plazas para homb-bres…—Balbuceé como pude, tratando de hacer mi voz lo más masculina posible. ¡Diablos, estaba muy nerviosa!
— Me resultas familiar. —Sospechó el director, yo me alteré. — Bah, seguro que es mi imaginación. Respondiendo a tu pregunta: sí, sí hay una plaza para un hombre ¿quieres entrar?
— ¡Sí! —Chillé con mi voz normal, "de chica". — Quiero decir, sí, me gustaría. —Recobré el tono de hombre.
— Fabuloso. Mary te llevará a la habitación que compartirás con un chico. Por favor, dime el número de teléfono de tus padres para comunicarme con ellos.
— Eh, sí, 91 423 537.
— Por aquí, caballero. —Me indicó la asistenta.
La seguí, admirando cada rincón de los pasillos que íbamos cruzando. Dios, realmente parecía una mansión. Me ilusionaba todo lo que había, era increíble. La chica se paró frente a una habitación, cuyo número era 1008.
— Esta es la habitación, es la única que nos queda, espero que disfrute. —Respondió la chica, quien me hizo una reverencia, me dio la llave y se fue caminando en dirección contraria respecto a la cual habíamos ido.
Encajé la llave en la cerradura y entré en el cuarto. Era bastante bonito, las paredes estaban pintadas de color beige. Había una gran ventana al fondo de la habitación, y entre ésta, se encontraban, separadas por una mesita de noche, ambas camas. Había otra maleta encima de una de las camas, estaba abierta. Conseguí diferenciar unos "bóxers" negros, por lo que rápidamente aparté la vista y me puse roja como un tomate.
— ¿Ya me han asignado compañero? Con lo bien que yo estaba solo. —Oí una voz masculina lejana.
— Yo-yo lo-lo sien-siento si te-te molest-molesto. —Tartamudeé, todavía afectada por lo que había visto.
Salió de una puerta que había en un pasillo de nuestra habitación y se me quedó mirando. Acto seguido, se tapó la boca y se rió.
— ¿Qué pasa? —Pregunté, un tanto enfadada.
— Es que nunca había visto a un chico tan bajito. —Siguió riéndose. —Creo que te voy a llamar "enano".
Yo no contesté, simplemente me quedé mirándolo. Tenía el pelo negro y largo, y ahora mismo llevaba puesto el uniforme. Sus ojos eran rojos y se penetraban en mi mirada. Entonces, vino donde me encontraba y, una vez al lado de su maleta, comenzó a desvestirse.
— ¡¿Qué-qué es-estás haci-haciendo?! —Grité desesperada.
— ¿Pero a ti qué te pasa? Acabo de llegar del gimnasio, me iré a dar una ducha. —Me contestó. —Ambos somos hombres, y no soy… gay, tranquilo.
— Por favor, no te desvistas aquí. —Intenté calmarme, poniendo mi tono lo más masculino posible.
— Bueno, bueno, pues me iré a la ducha. Ahora vendré. —Me dijo, y se metió en otro cuarto.
Yo me senté en mi cama y me quedé quieta. ¡Demonios! Era muy guapo y ¡estaba en la ducha! Comencé a ponerme más roja cada vez, sentía que iba a explotar, hasta que su voz me despertó de mis pensamientos.
— ¡Hey! ¡Nuevo! —Me chilló. — ¿Podrías darme la toalla? Es que he cogido la ropa, pero se me ha olvidado coger la toalla. ¡No me llames idiota!
— ¿¡QUE QUÉ!? —Exclamé. ¿ENSERIO ESPERABA QUE ENTRARA A ENTREGARLE LA TOALLA EN LAS MANOS?
— Estoy esperando. Date prisa, que hace frío. —Me exigió.
— V-voy…—Murmuré. Cogí la toalla y entré en el cuarto, con los ojos totalmente cerrados y apretándolos cuanto podía.
— Dámela. —Me ordenó, él todavía estaba en la ducha.
— S-sí. —Balbuceé.
— Todavía no me has dicho tu nombre, tendré que llamarte de algún modo, aparte de "enano". —Rió entre dientes.
— Soy… Lev…ock… Levock McGarden. —Me inventé.
— Un placer, Levock. Soy Gajeel Redfox. —Me contestó, no le veía porque estaba dentro de la ducha, pero supuse que estaba sonriendo