Hola a todos.
Les traigo una increíble historia escrita por mi queridísima amiga ELIZABETHSHANE.
Me pidió que subiera esta emocionante historia, pero todos los créditos son de ella. Yo solo lo lei y le di mi opinión y cambie cosas. Y sinceramente espero que les guste tanto o más que a mí.
Autor: ELIZABETHSHANE Y MARZELINEFILTH
Los personajes de Inuyasha no son míos. Solo los tome prestados para diversión, sin fines de lucro, dolo o perjuicio.
LOVE OF MY LIFE
PROLOGO
Los segundos estaban contados. Cada movimiento de las manecillas del reloj sonaba como un martillo golpeando su piel. Sentía como si cada paso que daba, cada escalón que subía, cada centímetro que se acercaba a la habitación fuera el camino a la perdición que tanto se había negado a afrontar.
¿Miedo? Estaba más que aterrado. Y como no sentirse así, cuando todos ya sabían la noticia de que ella esperaba su hijo.
Como un idiota creyó que todo se aclararía, que todo era un error. Pero, aun así, ella se lo confirmo con una cara llena de satisfacción: "Estoy embarazada."
El quedo mudo de la impresión, y se sintió morir cuando el cuerpo que el tanto había deseado se abalanzo sobre él en un abrazo acompañado de un húmedo beso.
Y se sintió aun peor, cuando tuvieron sexo aquel día.
Como evitarlo. Ella era hermosa, sensual, elegante y perfecta.
Pero aun así. A pesar de que ella era toda una belleza. Inuyasha amaba a Kagome.
Solo se casaría con ella por el bebe. Esa pequeña criatura no tenía la culpa de que el se hubiera metido con la hermana de su prometida. El deseo lo había cegado por completo, esa fue la parte del problema, pero los coqueteos de Kikyo lo agravaron más.
Siempre le había parecido atractiva, obviamente no era ciego, y sabia reconocer que Kagome nunca había despertado en el esa fuerza de dominancia que tenia sobre Kikyo. Mientras que la primera era dulce, cariñosa y muy jovial; Kikyo era seductora, reservada e indiferente.
Ambas serian la mujer perfecta si estuvieran en un solo cuerpo.
La vida no era tan fácil.
Cada vez más cerca. El solo se quedo ahí, mirando como el grandísimo tonto que era, si debía tocar la puerta o no.
¿Para qué ir con Kagome? Seguramente ya estaba enterada de todo. Entonces, ¿Por qué le daba tanto miedo encararla? ¿Por qué no decía la verdad de cómo cometió el error más grande de su vida? ¿Por qué no le decía que se acostó con Kikyo cuando ella no estaba? Que incluso casi lo hacían en plena sala.
Porque tenía tanto miedo de decirle a Kagome que mientras estaba con Kikyo había pensado en su rostro. Que cada beso que se habían dado estaba cargado con infinita culpa. Que jamás, si ella lo perdonaba volvería a ver a Kikyo.
Pero… ¿Y su hijo?
Se tallo el rostro con ambas manos. Estaba estresado, furioso, culpable… dolido. Deseo estar solo, en su habitación, para poder llorar todo lo que estaba sufriendo.
La puerta se abrió. Ya no era necesario tocar. Ella se había dado cuenta de su presencia desde que subió el primer escalón.
—Pasa, Inuyasha. — Abrió la puerta por completo, dejando que el entrase.
Inuyasha no la miro, solo entro con la cabeza agachada como un perro arrepentido.
El cuarto estaba iluminado y cálido, tanto como la misma personalidad de Kagome; todo puesto en su lugar, como la última vez que había estado ahí. La foto de ambos en el escritorio, los peluches que Inuyasha le había obsequiado en la cama, y el marco vacio… donde antes se encontraba la invitación de su boda.
Dolido, Inuyasha miro hacia la ventana. No podía mirarla a los ojos. No podía simplemente decirle que lo perdonara y que todo quedara en el pasado. Y sin poder mas, se sentó en la cama donde ella solía dormir.
Kagome no le recrimino. El solía tumbarse en su cama y dormir, mientras se abrazaban con amor infinito. El siempre ocupaba más espacio que ella. El siempre intentaba acariciarla y Kagome siempre se lo prohibió. ¿Eso había sido la razón de su traición? Ella no supo que pensar.
— ¿Qué tal tu viaje?—
"Terrible, Kagome. Te extrañe demasiado. E intente suicidarme en el camino solo para no volver, y tener que decirte que tu hermana espera a mi hijo." Pensó Inuyasha sin poder decir nada, el nudo más grande que jamás había sentido se atasco en su garganta y solo pudo pronunciar: —Bien. —
¿Qué otra cosa podía decir? ¿Qué fue débil? No, esa no era una excusa para Kagome.
Ella se sentó a su lado e Inuyasha tuvo tentación de abrazarla y besarla. Pero se detuvo cuando ella hablo.
—Debemos avisar a los invitados que no habrá boda. — Y lo peor para Inuyasha fue que ella sonrió. —No sé cómo hacerlo. —
¿Estaba feliz? ¿La hacía feliz terminar? ¿Por qué? El estaba muriéndose en ese instante. Perdiéndose. Se maldijo una y mil veces. Y maldijo mas el momento que pensó que Kikyo era hermosa.
—Esto ya no me pertenece.— Comento Kagome. Tomando su mano y colocando ese precioso anillo de matrimonio en ella. El anillo que había pertenecido a la abuela de Inuyasha y luego a su madre, e Izayoi afirmo que Kagome era la indicada para llevarlo.
Fue entonces cuando Inuyasha dejo de respirar y se perdió en un mar de confusiones.
"Te amo." Pensó Inuyasha. Qué triste que no se lo dijo mas seguido, y que a partir de ese momento no podría decírselo.
Cerró su mano y se alejo de Kagome. Lo hecho, hecho estaba, no había vuelta atrás. Camino hacia la puerta y se detuvo al escuchar de nuevo la voz de su ahora ex-prometida.
—Inuyasha. —
El se detuvo, pensando que ella le gritaría o lo abofetearía como debió haberlo hecho en el instante que lo vio.
—Sabes Inuyasha, me di cuenta que lo nuestro no fue lo correcto. — Él cerró los ojos conteniendo las lágrimas. No, ya no quería escucharla. Pero ella continúo: —Me alegro que te cases con alguien que te ame. Y de todo corazón, espero que seas muy feliz. —
Inuyasha dio las gracias y salió. No solo le había torturado los sentimientos. También lo había apuñalado y matado con sus palabras.
Sin más se apresuro a salir de esa casa, llorar frente a otros no era una opción.
Kagome en cambio, se había tumbado a la cama, con la fotografía de ambos en los brazos, llorando como si su última esperanza se hubiese escapado de sus manos.
CAPITULO 1: MENTIRAS Y VERDADES
-Es extraño como aun recuerdo hasta los más mínimos detalles.- Susurro mientras movía suavemente la mano. "Su sonrisa, su perfume y su forma tan brusca de quererme…" Se detuvo un momento. "Lo extraño más que nunca." Un nudo invadió su garganta. "El dolor que me invade en el pecho no se irá durante mucho, mucho tiempo. Temo que, quizá… nunca."
El lápiz que tomaba en su mano se detuvo sobre las páginas blancas donde Kagome escribía. Estuvo a punto de dejar su monologo escrito, pero había leído hace tiempo que era la mejor manera de liberar el sufrimiento; así que decidió seguir con su labor.
"Estuve pensando una y otra vez, y llegue a la conclusión que quizá… esta era la prueba de amor que ambos necesitábamos. Quizá mi destino sea el mismo que el de mi tía Anna. Desde niña quise ser monja, y si Inuyasha no se hubiese aparecido en mi camino, ese habría sido mi destino. Aunque… no me arrepiento de haberlo conocido. Y mucho menos de amarlo."
Su respiración se hizo pausada. Su pecho subió y bajo con demasiada intensidad.
"Mi madre estuvo preguntando por él. La verdad, no supe que decirle. Llego el momento de hablar con ella y mencionarle que no habrá boda, que yo no seré la novia."
Escribía pausadamente. Esperando todo lo que estaba anotando, al día siguiente fuera borrado, que todo había sido un mal sueño. Kagome pensó, que nada en esta vida se solucionaba de forma tan sencilla.
"Necesito hacerlo. Izayoi me llamo hace unos momentos para pedir disculpas en nombre de su estúpido hijo. Y sin querer me rebelo algo que yo ni siquiera sabía." Kagome sintió sus ojos llenarse de lagrimas. "Que debido a que un bebe venia en camino, el señor Toga Taisho había tomado la decisión de que Inuyasha debía casarse."
Kagome recordó como Izayoi le había dicho eso. Recordó la forma en que su corazón se detuvo. En aquel instante se sintió mareada. Y su corazón parecía no haber vuelto a tomar el ritmo.
"Tengo que confesar que no recuerdo si colgué la llamada o la continúe." Limpio las lagrimas que habían manchado la hoja blanca, y al hacerlo había hecho que la tinta se desvaneciera ligeramente en toda su anotación. "Kikyo no ha aparecido en la casa. Le dijo a mi madre que estaría con su amiga Kagura. Ahora que lo pienso, tal vez este en el departamento de Inuyasha. La única que en estos momentos me preocupa es mi madre, espero que no se moleste al enterarse sobre lo de Kikyo y mi decisión de tomar el hábito. Voy a ser monja."
Kagome cerró con rapidez su diario y lo coloco en la caja que contenía sus zapatillas blancas que hacían juego con aquel hermoso vestido de novia. Era raro como pudo cambiar sus sentimientos tan drásticamente. Había amado ese hermoso vestido, una famosa diseñadora, amiga de Izayoi había viajado pura y exclusivamente para confeccionarlo, había estado esperándolo ansiosa…Había… ahora ni siquiera quería mirarlo, quería pensar que no existía, pero era imposible hacerlo. El día anterior había llegado, y cuando ella lo vio quiso llorar.
Siempre pensó que había un límite para las lagrimas y no podía estar más en lo correcto.
Quiso tirar el vestido, pero era demasiado débil. Por un minuto paso por una etapa de contradicciones, se sintió fea, débil, vacía. Solo para estar molesta y querer gritar hasta quedarse sin voz por lo frágil que se sentía. Y solo para sentirse vacía de nuevo.
Los días a partir de ese momento eran cada vez más difíciles. Así que consiguió descargarse sobre algo que no podía ni lastimar ni hacer daño, y ese era el diario
El pequeño libro servía de algo.
La puerta principal se escucho retumbar. Era hora de hablar con su madre.
Con paso decidido bajo los escalones poco a poco, pensando que tal vez era una mala idea, pero ya no había vuelta atrás. Solo quedaba de decirle a su madre: "Kikyo se casara con el hombre que amo."
-Mama.- La llamo.
-Cariño, estoy en la cocina.- Escucho el llamado desde lejos.
Kagome camino con rapidez del lugar. Mientras más rápido le dijese todo sería más fácil. Tal vez su madre no la comprendiera, pero que mas daba, era por el bien de su hermana y de Inuyasha.
Con tranquilidad la señora Higurashi guardaba la mercancía. Kagome la miro un momento, así de relajada, como cuando su padre aun vivía con ellas. Soltó un suspiro y se apresuro ayudarla.
-Linda y dulce Kagome.- Susurro su madre dándole un beso en la mejilla. -No me ayudes. Mejor toma la revista de peinados que te he traído. Marque la página que creo que se te vería hermoso. Será el indicado para ti.- Dijo dándole la espalda, pensando que su hija menor estaba buscando entre las bolsas. -He pasado por el salón de belleza. Reserve para ese día, quiero que estés de lo más perfecta, cariño.- Naomi estaba emocionadísima. -El vestido llego ayer Kagome, ¿Por qué no me lo has mostrado?- No recibió respuesta. -¿Kagome?-
Pero Kagome dejado de escuchar desde que su madre le comento de la revista. Su mirada se clavo en algún punto en el suelo, sus oídos parecías resonar como su una enorme bomba hubiese caído justo en medio de Naomi y ella. Parecía escuchar solo un silbante susurro a lo lejos.
Y con la poca cordura que le quedaba, dijo: -No habrá boda.-
Naomi soltó los platos de vidrio que en ese momento tenía en la mano, miles de fragmentos salieron volando en todas las direcciones, pero eso no importo. Kagome pensó que ese había sido el ruido de su corazón. Naomi miro a su hija, buscando una señal, algo que le indicara que era una broma de mal gusto o una mentira. Nada. Solo el fallido intento de una sonrisa.
-Kagome, ¿Por qué no habrá boda? ¿Qué sucedió?-
La pelinegra miro a su madre, vio la preocupación en sus ojos y se sintió muy mal por no poder actuado mejor delante de ella.
-No te angusties. Mejor siéntate y te lo explicare.-
Ambas se dirigieron a la sala de estar. Kagome pensó en que toda la limpieza le debería tocar a Kikyo, ella era la única que había provocado todo ese desastre. Se sentaron en el mismo sillón beige, el mismo que su padre les había obsequiado hacia unos años.
Antes de comenzar, tomo la mano de su madre. La miro un momento al rostro. Naomi era una mujer muy guapa, tenía el cabello castaño oscuro y unos ojos sumamente tiernos y juguetones. Su semblante era amistoso, pero dentro de ella había una fuerza que solo era igualada con la de un dragón al momento en el que alguien quisiera hacerle daño a alguna de sus hijas. Kagome rezaba por qué no pensara en liberar esa furia contra Inuyasha.
-Desde hace tiempo, me he dado cuenta que es lo que realmente quiero. Tú mejor que nadie sabe que mi sueño es dedicarme a dios…-
-¡No sigas con esas tonterías!-
Molesta por ser interrumpida, levanto la voz. -¡¿Por qué te niegas tanto?!-
Su madre guardo silencio. Había muchas cosas que Kagome desconocía, y no era el momento de que se enterase.
Kagome continuo: -Inuyasha no estaba seguro de quererse casar conmigo, y yo tampoco. Lo podía notar a miles de kilómetros, ¡lo notaba en sus ojos! Cada vez que me miraba, podía ver su infelicidad claramente. Creo que el día que me pidió matrimonio, era porque se sentía presionado ¡Yo lo presione! Le dije que si no se casaba conmigo lo dejaría.- Estaba mintiendo. Tenía que hacerlo. -Sus padres también lo presionaban. Pero eso no era lo que quería. Su viaje de negocios fue lo que nos hizo reflexionar y darnos cuenta que no nos queríamos tanto. Decidimos no continuar con esta farsa. ¡Quiero que él sea feliz con la mujer que ama! Con alguien que esté dispuesta a hacerlo feliz. No seré una egoísta. El merece lo mejor.-
-Hija.- Naomi tomo con suavidad la delicada cara de Kagome con ambas manos. Quería que la mirara a los ojos, para saber que todas las palabras que decía eran falsas. -No te creo.-
Kagome abrió los ojos hasta más no poder. Su madre, su propia madre se había negado en confiar.
-Estamos hablando de dos personas distintas. Inuyasha te propuso matrimonio frente a toda su familia en el cumpleaños de su hermano Sesshomaru. Recuerdo que estaba nerviosísimo. Sus ojos estaban desorbitados mientras esperaba tu respuesta. Te rogo que por favor aceptases casarte con él, que el haría todo por tenerte en su vida y juntos formar una familia. ¡Él se arrodillo! ¡Se arrojo a tus pies, Kagome! ¿Cómo puede ser que ahora no quieran casarse?-
Algo no cuadraba en la historia narrada por su hija, y eso la tenia totalmente furiosa.
Kagome tomo las manos de su madre y la obligo a que soltara su cara. Las sujeto y apretó con firmeza. Necesitaba el apoyo de su madre para lo que diría a continuación. -Hay algo mas.- La miro, penetrando con sus azules ojos el alma de su madre. -Quiero que entiendas que no fue culpa de nadie. En el corazón no se manda.-
Era un martirio tratarle de confesar tremenda cosa a su madre, que su prometido y su hermana estaban planeando un futuro juntos. ¿Por qué demonios costaba tanto explicarlo? Al fin y al cabo era ella la única que tendría que sentirse lastimada y ella había aceptado su destino desde el principio.
-Inuyasha no me ama…-
Naomi sintió su mundo y su pecho encogerse.
Descubrí que el ama a Kikyo, y…-
¿Desde cuándo el mundo daba tantas vueltas delante de sus ojos?
-¿Madre, estas bien?- Kagome se asusto al ver lo roja que estaba su madre y la falta de oxigeno que en ese momento anhelaban sus pulmones.- ¡Mami!- grito asustada.
La baja presión. Esa era una de las cosas que le había ocultado a la pequeña Kagome.
-No puede ser verdad.- Susurro tratando de respirar mejor. -Miénteme Kagome.-
-Tranquila, mama.- Tomo su mano y le dio un beso. Intento levantarse para alcanzar un vaso con agua. Su madre no solo no soltaba su mano, sino también la apretaba con mucha fuerza. "Mama, iré a la cocina a traerte un poco de agua.- Kagome intento zafarse de un jalón pero no lo logro.
-mama, no te angusties. Yo estoy bien. Te lo dije. Ha sido una decisión de ambos. ¡Mi decisión!-
Si hubiese tenido alguna sospecha de que su madre se pondría así de mal, habría llamado a un médico para que la vigilara de cerca mientras ella exponía su mentira.
La mujer parecía estar a punto de un ataque cardiaco.
Los minutos pasaron. Parecían horas las que permanecieron en silencio, agarradas de la mano. Naomi miraba el suelo sin en verdad observar nada.
Kagome la contemplaba, preguntándose: ¿Por qué motivo había reaccionado así? ¿Qué demonios le estaba ocultando? No era la primer mujer que cancelaba su boda, ni seria la última a la que le hubiesen sido infiel. Agradecía a Dios no haber dicho la verdad, si no, no habría sabido que le hubiese pasado a su madre.
-Iré a acostarme un momento… necesito descansar.- La madura voz de la castaña sonó como una trompeta ronca y desganada tratando de llenar con su sonido la sala.
-¡Te acompañare!- Exigió. -¡Así te sentirás mejor!-
Naomi la miro con una sonrisa llena de ternura. Tomo su rostro y dio un beso demasiado dulce a su hija menor en la frente. -Eres idéntica a mi hermana Anna. Ella tenía los ojos de tu abuelo y tú eres dueña de unos idénticos. Llenos de valentía y coraje.- El susurro se hizo doloroso. Soltó a Kagome mientras se incorporaba. -Solo quiero descansar un poco. -Se alejo. Estando ya en su habitación, no pudo evitar llorar hasta quedarse dormida.
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La noche estaba pasando demasiado lenta.
Kikyo había decidido volver después de tres días. Traía consigo una sonrisa brillante y un anillo de diamantes en su dedo anular.
Kagome estaba cerca de la entrada, cuando escucho el rugir conocido del auto de Inuyasha. Se acerco a la ventana y vio cuando su hermana descendía por una de las puertas del coche. El coche de su amado. El dolor se hizo insoportable y se dijo mentalmente que en unos años, estaría espiando a su hermana bajando del auto con sus sobrinos y el amor de su vida.
Pero algo la saco de sus pensamientos. El rugir del motor había vuelto a sonar y el auto había desaparecido de su vista.
Inuyasha no se había bajado a despedirse con sus besos salvajes. Ni siquiera había esperado que Kikyo entrara a la protección de su hogar.
A Kikyo ni le importo eso. Hizo un gesto con la mano en forma saludo y comenzó a caminar a la casa.
Kagome corrió a la cocina. No quería que Kikyo se diese cuenta de su forma tan descarada de espiar. Aunque, eso era lo que realmente estaba haciendo.
-Kagome…-
La recién nombrada volvió su vista de la taza de café que fingía mirar con parsimonia.
Ahí estaba ella. La perfecta Kikyo, la sensual hermana mayor, la inquebrantable dama elegante, apoyada en el marco de la puerta. Se veía sumamente incomoda, pero feliz.
Kagome noto de inmediato el brillo que tenían sus fríos ojos castaños. Kagome no podía culparla, sabía lo que se sentía estar enamorada. Porque hasta apenas unas semanas ella estaba exactamente igual de feliz.
-Kagome…- Volvió a llamar dudosa no sabía si debía acercarse a ella o no. -He vuelto.-
Kagome se puso de pie y camino hasta su hermana mayor. La observo de pies a cabeza con sus ojos tristes y lo único que pudo hacer fue regalarle un beso en la mejilla mientras la abrazaba.
Pero Kikyo no la soltó. Al contrario, la tomo con fuerza.
-Kagome… Debí decírtelo. Juro que no quería que te enteraras así.- Soltó Kikyo mientras comenzaba a llorar.
Kagome se sorprendió. La última vez que escucho llorar a su hermana había sido en el funeral de su padre hacia ya muchos años.
-Lo siento tanto. Sabes que en verdad me arrepiento.- Kikyo se deslizo hasta caer a sus pies y abrazar fuertemente las rodillas de su hermana.
Kagome se sintió miserable. Su hermana estaba llorando arrepentida y ella estaba ahí, parada como tonta dejando que ella se martirizarse. Se arrodillo hasta quedar a la altura de Kikyo y la tomo fuertemente de la cara.
-Escúchame.- Sus ojos penetraron los llorosos de su hermana. -No debes sentirte así. El amor es algo maravilloso, y se perfectamente que no querías lastimarme.-
Kikyo pedía una y otra vez su perdón. Ella en el fondo sabía que Kagome jamás la perdonaría. Y lo entendía. Ella jamás había tenido suerte con los hombres, hasta que llego Inuyasha, y él había sido diferente. Kagome y el iban a casarse, pero Kikyo no pudo evitar enamorarse de aquel hombre tan perfecto. -¡Perdóname!-
Kagome negó con una sonrisa demasiado fingida. -No te sientas mal por mí, yo estaré bien. Sé que no lo hicieron para lastimarme. Sé que ninguno lo planeo…-
Kikyo se limpio las lágrimas con sus manos. -¡Lo dejare! ¡Pídemelo!- Exclamo desesperada. No podía evitar tener miedo. Y si, ¿Kagome le decía que lo dejara? Con angustia miro de reojo su mano, el hermoso anillo de oro blanco. Si Kagome le decía que lo dejara, tendría que hacer cualquier cosa para que cambiase de opinión, al fin y al cabo ella era la novia. Amaba a Kagome, pero mucho más a Inuyasha.
-Jamás te pediría eso. Se aman. Además, tu eres la que lleva el anillo.- Dijo incorporándose y ayudando a una llorosa Kikyo a levantarse.
Kikyo no pudo evitar expresar una enorme sonrisa que apareció en su rostro, y que demasiado tarde intento ocultar mordiéndose el labio.
Kagome la abrazo más fuerte que antes. Se sentía feliz por ella.
Al soltarse Kikyo levanto su mano mostrándole la alianza, Kagome no pudo hacer más que apartar su mirada con melancolía y se sentó de nuevo en la silla con aquella estúpida taza de café entre las manos.
-Me lo propuso. ¡Esta tarde! Estábamos el y yo solos…- dijo Kikyo ilusionada mirando como tonta el anillo. -Sabes que a mí no me gustan las cosas concurridas. Así que me lo propuso en una cena.-
Kagome se sorprendió nuevamente al ver las emociones en el rostro de su hermana. Pero el dolor la invadió demasiado fuerte, justo en el corazón. Dio un trago a su amargo café.
-Es hermosa la historia de ese anillo ¿verdad?- Dijo Kagome mientras cerraba sus ojos y se perdía en esa hermosa historia.
"Era el anillo de la abuela."
Susurro Inuyasha. El estaba abrazándola por la espalda, mientras decía las palabras en el oído y acariciaba tiernamente su mano. "La abuela era una mujer de humilde procedencia. No estaba ni cerca de estar en la clase media."
Ambos danzaban juguetonamente en una bella melodía romántica, mientras que Kagome miraba el anillo con asombro.
"Cuando el abuelo la conoció, ella pedía limosna en la calle."
Kagome cerró sus ojos al sentir el aliento de Inuyasha en su cuello.
"Se enamoro de ella a primera vista, y la llevo hasta esta casa. Le dijo al bisabuelo que había traído a una nueva empleada. Pero a los demás les dijo que ella era su futura mujer. El bisabuelo los vio besándose, justo en este lugar." Dijo y Kagome abrió los ojos. Estaban en el jardín. "Y el anciano pensó que su hijo estaba entreteniéndose con una sirvienta. Lo que no sabía es que ellos se habían casado en secreto."
La balada y la voz de Inuyasha se mezclaban en una sinfonía que la hacían imaginar la historia de amor.
"Cuando todos se enteraron, la mansión fue un caos. El bisabuelo no tuvo alternativa. Tenía que aceptar el matrimonio, ya que la abuela estaba embarazada." Dijo riéndose. "La abuela sufrió mucha discriminación. Siendo de clase inferior hasta los animales eran mejor recibidos que ella. Lloraba constantemente. Y El abuelo sufría al verla tan dolida. Así que decidió casarse, pero no a escondidas. Envió a que hicieran un anillo de oro blanco y diamantes." Agarro la mano delgada de Kagome y quito suavemente el anillo. "Si te fijas, por la parte de adentro dice: mi tesoro."
Kagome se giro y se quedo viéndolo a los ojos fijamente.
"Kagome… eso eres para mí. Un tesoro. Lo más valioso."
Y la beso.
"Cuando Toga creció, su madre dijo que la indicada debería llevar este anillo. Su padre le dijo que no iba a ser fácil, que debía encontrar una mujer honesta, humilde, sincera. Le explico que el físico no era importante, como tampoco su dinero. Ella debía ser única. Un tesoro como su madre." Dijo Kagome recordando el momento en que le fue entregada la preciada joya.
El día que conoció a Izayoi, supo que la indicada era ella, y la aprobó. Explico lo mismo que Inuyasha le había dicho. Kagome había sido la indicada después de Kikyo.
-Me alegro por ti, Kikyo.- Dijo saliendo de la cocina, sin decir nada.
Kikyo estaba atónita y aunque no lo quisiera de mal humor. El anillo que llevaba lo había comprado. Había visto el precioso y caro anillo que su hermana había portado, pero Inuyasha e Izayoi se negaron a dárselo. Así que sin más, fue a la joyería a pedir un modelo casi idéntico, y solo le dijeron que el diamante seria más pequeño; pero eso no importaba, ella quería su anillo en el dedo.
Inuyasha no se había fijado siquiera en su mano, ni mucho menos la había llevado a cenar, toda la maldita semana se había refugiado en casa de Kagura.
Pero Kagome lo había usado como un obsequio especial y eso la hacía sentir insignificante. Ella misma tuvo que tomar el anillo y meterlo en su dedo, nadie la hizo sentir merecedora de aquella prenda.
De repente, en algún lugar muy lejos de su corazón, sintió vergüenza de sus acciones.
Continuara…
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