Hola chicas! Es para mí un placer informarles (algo tarde la verdad pero he estado bastante liada en cosas de trabajo) que enséñame ya es un libro salió a la venta el domingo y como ustedes fueron mis más fieles lectoras hoy quiero regalarles el primer capítulo completamente editado de esta historia.
Muchas gracias a mis editoras XimenaB y Allegra M por ayudarme a hacer este sueño realidad.
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Capítulo 1
Decir que mi día había comenzado mal era un eufemismo porque, en realidad, había empezado siendo un verdadero desastre. Me quedé dormida, y como en el último fin de semana había tenido una fuerte discusión con Brithanny por negarse a explicarme coherentemente la razón de la citación del Director, se me olvidó comprar champú y mi leche del desayuno. Nunca imaginé que tener que cuidar a una adolescente en plena etapa hormonal era tan complicado, eso sin contar que nos conocemos hace menos de dos meses.
Tomé algo de zumo de naranja de caja —lo único que había en mi refrigerador— y salí apresurada a la reunión con mi editor, sabía de antemano que no eran buenas noticias. Que David Muller te llamara a las 06:30 de la mañana para una reunión extraordinaria, solo podía ser sinónimo de que algo realmente malo estaba por suceder, sobre todo porque nadie era capaz de levantar la humanidad de David de su cama antes de las 08:30 a.m. y menos para una reunión en su casa.
Afortunadamente, las calles no estaban tan congestionadas, así que llegué a tiempo. Aparqué en el estacionamiento de visita, saludé al conserje con una seña de manos y me fui a la zona de los elevadores. Apoyé mi espalda en la pared y suspiré lánguidamente, mi cabeza era una maraña de pensamientos todos enfocados en una sola persona: Brithanny… y su afán por sacarme de casillas, Brithanny y su particularidad para meterse en problemas. En menos de dos meses había ido más de cinco veces a la escuela. Si mi abuelo estuviese vivo seguramente esto no sucedería.
El ascensor llegó sacándome de mis pensamientos, dos horas despierta y ya deseaba que acabara el día, entré al cubículo y seguí desmarañando mi cabeza. Era hora de hablar seriamente con esa chica. Habían transcurrido dos meses desde la muerte de Grace —aunque para mí era como si fuesen años— y si no arreglaba esta relación terminaríamos muy mal. No nos comunicábamos, no nos entendíamos, no nada… solo nos teníamos a nosotras y, aunque no era algo que buscáramos, era hora de empezar a comportarnos como lo que éramos: hermanas.
Justo cuando las puertas se estaban cerrando un zapato deportivo las bloqueó haciendo que nuevamente se abrieran. Contuve con todas mis ganas el deseo de resoplar cuando vi que entraba un hombre alto, atlético, de cabello negro, que aparentemente estaba haciendo ejercicio debido a su ropa de vestir, tenía la frente perlada en sudor y un par de audífonos en sus oídos.
Solo tardé dos segundos en reconocer quién era, mientras intentaba disimuladamente controlar el estremecimiento en mi cuerpo, ese hombre era Maximiliano Farell, uno de los amigos y vecino de David. El tipo era un creído, el súmmum de la virilidad, guapo, exitoso y seguro de sí mismo, ¿dije algo de su infinita prepotencia? Famoso por tener una mujer distinta colgada de su brazo cada fin semana. El representante absoluto de lo que yo podría definir como un maldito y perfecto Adonis1… Pero, yo paso. ¡No me interesan en absoluto los hombres apolíneos!
—Buenos días —dije suavemente, George me había enseñado a ser educada.
El tipo se giró observándome de una manera que no supe descifrar, me dio una sonrisa torcida digna del comercial de un ortodontista: dientes blancos, brillantes, parejos, de esos que se lavan solo con las más exclusivas marcas de crema dental… por dos segundos, me atonté, lo reconozco ¡él estaba muy bueno a la vista! Se rió más ampliamente y luego, giró nuevamente dándome la espalda.
—Será cabrón —murmuré entre dientes saliendo de mi estúpido momento de quinceañera.
Esa era la razón por la cual intentaba ignorarlo las pocas veces que me lo topaba.
Bobalicón mononeuronal, es una lástima que lo tiene de bello lo dobla en arrogancia.
Tenía que reconocer que su sonrisa era tremendamente excitante, pero él no tenía por qué saber que lo yo pensaba, afortunadamente la gente no anda leyendo la mente de otras personas. Acomodé mis gafas y me quité los audífonos, miré mi reflejo en el muro espejo del elevador y me di cuenta de lo sucia que estaba mi gorra blanca —era de mi equipo favorito de la NBA2 y ocultaba perfectamente mi cabello sin lavar— y de lo gastadas que estaban mis zapatillas.
Mordí mi labio inferior fuertemente, parecía una adolescente y no una mujer hecha y derecha, de profesión escritora y con una hermana quinceañera a cargo; volví a suspirar, mirando fijamente la espalda y el bien formado trasero del vecino de David. Era imposible no darle una mirada cuando me lo topaba cada vez que visitaba a mi editor y amigo.
Sí, ya lo sé los Adonis no me gustan, pero mirar no es pecado, y reconozco noblemente que su presencia en este espacio tan reducido, me estaba dando nervios. Lo había visto varias veces cuando venía al departamento de David, pero nunca había estado sola con él.
¡Eve, es un elevador, no el armario de su cuarto!
Negué con la cabeza intentando no parecerme a mi mejor amiga Samantha y fijé mi vista en la pantalla que marcaba los pisos del elevador como táctica de distracción hasta llegar al piso de David. Esta vez no fui educada y pasé por un lado empujando al maleducado gigoló. Guardé los audífonos escuchando una risilla de parte de mi ex acompañante, tuve que luchar contra las ganas de girarme y mandarlo al infierno —inhala oscuro y exhala rosa, Eve Runner—, en lugar de eso, caminé hasta el departamento de mi amigo, toqué el timbre y limpié mis manos en mis jeans. Tenía las manos empapadas de sudor, era una situación que ocurría cuando estaba nerviosa y la reunión sorpresiva con David era para estarlo.
Había conocido a David Muller cuando salí de la Universidad hace algunos años, era una chica llena de sueños, con metas por alcanzar y un manuscrito hermoso pero que nadie quería leer. Estaba a punto de bajar los brazos, de darme por vencida —y regresar a mi antigua casa para decirle al espectro de mi abuelo que había tenido razón y que estudiar literatura había sido un error— cuando él se sentó a mi lado, tomó el manuscrito y me tendió la mano que necesitaba: editó mi novela y la publicó en la Editorial donde trabajaba. Después de eso, se había convertido en el mejor amigo no gay que una mujer pudiese conseguir.
La puerta se abrió mostrándome la sonrisa tranquilizadora de Agatha, ella había sido la nana y ama de llaves de David desde que él tenía uso de razón —o al menos eso me había dicho—, era una señora dulce que siempre tenía una amable sonrisa para mí, le di un gran abrazo antes de que me apremiara a entrar al departamento.
—¿David? —mi voz salió ahogada a causa de los nervios.
—Está probándose a sí mismo cuánto puede correr en la cinta elástica, ayer tuvo un día de trabajo normal hasta que recibió una llamada; al parecer, está estresado. Se pone como perro rabioso y se mata con esas máquinas cuando lo ataca el estrés.
Le di un beso a Agatha y caminé a ver qué tenía tan inquieto a mi querido editor, no toqué la puerta de su gimnasio personal, entré sin anunciarme, puesto que era normal que hiciera esto. Estaba de espaldas, solo con los pantalones de su sudadera azul y una toalla al cuello, miraba por el ventanal hacia el Central Park así que pude mirar tranquilamente su atlética complexión y perderme en el recorrido que pequeñas gotitas de sudor hacían por su ancha espalda ¡maravilloso!
¡Cómo está tu pulsión sexual hoy, ¿eh?!
Negué otra vez con mi cabeza; para muchas mujeres, David era el prototipo de hombre que merecía estar en la portada de alguna revista masculina, él era la fantasía sexual de cualquier mujer, cabello rubio, ojos verdes cuerpo musculoso y espalda ancha, pero, tenía un gran defecto y yo lo conocía: era incapaz de comprometerse y le gustaban demasiado todas las chicas.
— ¡Ahí estas! —dijo sacándome de mis pensamientos.
— ¡Sí!—expresé tontamente meneando la cabeza de un lado a otro.
No digas nada por su "Ahí estás", mira que tu "Si" fue deplorable. Mis neuronas necesitaban una sacudida urgente, no podía haber dicho algo que me colocara más en evidencia.
Tomó su camiseta negra de una silla y se la colocó rápidamente, traté de que en mi cara no se notara la decepción —ya había dicho que mirar no era un pecado ¿no?— además si de espaldas era hermoso, de frente era un Dios bajado del Olimpo.
Me dio una de sus miradas pícaras, como siempre cuando me descubría observándolo.
—Vamos al despacho —caminó hacia mí y dejó un beso en mi frente.
A pesar de su diversión por mí no muy educado gesto, podía ver que estaba preocupado, muy preocupado. Parecía que lo que me iba a decir era la peor de las catástrofes. Mi mente maquinaba una y otra cosa ¿qué podía ser? A mi segundo libro le estaba yendo bien en las librerías y próximamente seria traducido al portugués; en cuanto al primero, la Editorial estaba pensando imprimir la tercera edición junto con el lanzamiento de la primera impresión de bolsillo; técnicamente las cosas funcionaban como debían funcionar, así que no entendía qué podía preocuparle a David.
Tan pronto llegamos al estudio, se colocó detrás de su escritorio y rebuscó entre los cajones del mueble.
—Siéntate —dijo con voz calmada pero tensa.
—¡David, estás haciendo que me dé un colapso nervioso, habla de una buena vez! —exigí. Mientras me sentaba, él sacó unos libros de las gavetas y los colocó frente a mí.
Leí el título de la famosa trilogía erótica, había escuchado acerca de la novela gracias a Samantha. Era la típica historia de la niña tímida que se enamora del dominante guapo, rico y exitoso que la trata como una cualquiera... No gracias, no iba conmigo y mucho menos con mi forma de escribir. Yo amaba las historias de romances dulces y con trasfondo, como Orgullo y Prejuicio3 y las historias de amores tormentosos como Cumbres Borrascosas4, las nuevas propuestas literarias no eran mi estilo de lectura favorito.
—¿Qué significa esto? —pregunté tomando el libro como si fuese a morderme la mano.
—Tu nuevo desafío —David se recostó en su silla—, es lo que el señor Maxwell quiere de ti.
Una risa casi histérica se sofocó en mi garganta
—¡Qué! ¿No estarás hablando en serio? —bromeé—. Muy buena broma, David, pero no es el día de los inocentes —a pesar de mi risa, el gesto serio en el rostro de mi editor era la confirmación que necesitaba para saber hablaba en serio.
—No, no estoy bromeando, eso es lo que Maxwell quiere.
— ¡Oh mi Dios! —llevé mis manos a la cabeza— mi carrera estaba acabada.
—No dramatices, solo tienes que escribir un libro erótico.
¡Santo Joder del Olimpo! ¡Tengo que morirme ya!
Podía sentir su penetrante mirada verde taladrarme a pesar de tener mi cabeza enterrada entre mis manos. ¡Sí, cómo no! como si escribir una escena de sexo fuera soplar y hacer botellas. Tenía que ser broma, esas cosas las dicen los representantes, no los editores, por muy amigo que sea.
—¿Por qué me lo dices tú y no Sam? —Samantha, ella era mi representante ¡La muy cobarde!
—No lo sabe. Estuvieron intentando comunicarse con ella anoche, pero no fue posible.
—Entonces… ¿me avisas tú? —levanté mi ceja izquierda. Era mi pobre intento de parecer amenazante.
En qué cabeza cabe que ¿Yo?... ¡Yo!... ¿Escribiendo sobre relaciones sexuales? ¡Samantha, tú debiste evitarme este bochorno!
—Hubo una reunión de directivos, al parecer, enfrentamos una situación complicada. La auto publicación y los libros electrónicos son competencia y necesitamos un golazo literario para seguir siendo líderes en el mercado.
—Pero, ¿por qué yo?
—Porque, detrás de tus bellas novelas románticas se adivina a una escritora apasionada, con una sexualidad desbordante, a quien le falta un pequeño empujoncito para que explote toda su sensualidad en las letras.
—¡Te estás burlando de mí!—me levanté de la silla caminando de un lado para otro, me sentía como pillada en falta—¡Yo jamás seré una escritora erótica!
—Todos confiamos en ti… —David intentó tranquilizarme.
¿Cómo carajos iba a escribir un libro de ese calibre con mi nula experiencia?
Levanté la vista y pude ver a mi amigo, socio y hermano levantando una ceja.
—No me digas —dije sarcástica—, se puede saber ¿cómo diablos piensas que voy a escribir un libro así? ¡Nunca me he leído un jodido libro de esos!—bufé frustrada.
—Nunca… ¿nunca?
—Nunca—se suponía que no era nada malo, pero me sonrojé igual.
—¿Ni siquiera por curiosidad?
—¡No! Tengo veintiséis años y soy más virgen que la propia Virgen María y su sequito de virginales amigas—bromeé.
David sonrió por mi comparación con las vírgenes pero luego se puso muy serio, exhaló pesadamente y llevó su mano a su rosto apretando levemente el puente de su nariz.
—Pues, así te toque ver porno, hentai, contratar amos y sumisas, tomar clases de Tantra, leerte el Kamasutra o lo que sea, ¡deberás escribir ese maldito libro erótico que quiere Maxwell!
—¡Me niego!
¡Genial! Este sí que será un grandísimo y muy jodido día.
—¡Oh vamos! no es el fin del mundo—gimió David, levantándose para venir hacia mí—, yo sé que tú puedes—enarcó una de sus cejas.
—Me estas pidiendo un imposible David... yo, yo ni siquiera sé cómo abordar ese tema—estaba asombrada, casi molesta por la petición.
No… perfectamente, ¡encabronada!
—Melodramática—sonrió—.Te nominaré como la próxima "Drama Queen" del mes.
—Ese puesto es de Anna—acoté, haciendo alusión a una compañera de la Editorial experta en ese género.
—Ok, retiro mi nominación —rió, divertido.
—No te hagas el gracioso. Sabes que eso no es mi tópico —quité la gorra de mi cabeza y me revolví el cabello en un gesto de completa desesperación—¿Por eso estás tan nervioso? Agatha me contó que te la has pasado en el gimnasio.
—Temía tu reacción—suspiró teatralmente antes de pasar la mano por sus rubios cabellos— y, por lo que veo, no me he equivocado.
—Tú, como mi editor, debiste defenderme—me miró culpable— por lo que veo, ni siquiera lo intentaste.
—Eve—se acercó a mí colocando sus manos en mis hombros—, confío en ti, en tu talento, sé que puedes hacerlo.
—Sí, como no—chasqueé mi lengua—, mi experiencia sexual es nula y lo sabes ¡por un demonio!—golpeé su fuerte pecho, apartándome.
—Esa ha sido tu decisión, yo estoy más que dispuesto a terminar con tu celibato autoimpuesto, conmigo obtendrás experiencia y diversión. Soy tan bueno que ofrezco dos opciones por el precio de uno—murmuró subiendo sus cejas sugerentemente.
—¿Y mandar al tacho de la basura nuestra amistad? No, gracias. Tengo una relación laboral que cuidar y no tengo vocación de trofeo.
David tenía una foto con cada chica que salía y follaba. Él las llamaba "el álbum de sus conquistas"
—Podría enseñarte lo básico—insistió—, tú sabes…
—No, no sé.
Su rostro se iluminó con una sonrisa pícara y desafiante.
—Posiciones sexuales—se acercó hacia mí como si fuese un depredador acorralando su presa—, cómo hacer una felación casi perfecta, los ruiditos que nos ponen cachondos.
Sonreí sarcástica intentando por todos los medios sofocar los nervios por tener a David tan cerca en su pose de "Soy muy bueno en el sexo"
—Dile al señor Maxwell que yo no puedo hacerlo—lo empujé con la punta de mis dedos.
—¡Oh, vamos!
—No, no soy la única escritora de Editoriales Maxwell que puede hacer ese trabajo, están Victoria, y esta chica nueva que le gusta escribir cosas paranormales.
—Zoë…
—Ella. Entiende, esto es algo superior a mí y no lo haré —fui tajante.
—No es algo que puedes decidir, ya lo hizo la junta y si no lo haces, pueden rescindir tu contrato —sentenció.
—No pueden —respondí categóricamente— por catorce meses más, soy propiedad de Editoriales Maxwell.
—Y, te recuerdo que las letras pequeñas dicen que estas a completa merced de la Editorial, o sea, tú y yo somos un par de títeres y hacemos todo lo que el todopoderoso Julius Maxwell quiera —terminó caminando hacia mí—, en mi lenguaje, estamos cogidos por los huevos y querer revocar o finalizar el contrato nos va salir un ojo de tu cara y uno de la mía y yo no me vería sexy con un solo ojo —me dio uno de sus guiños coquetos.
—No entiendo como aún tienes ganas de bromear —suspiré, derrotada.
—Vamos, solo… inténtalo —con un gesto de cariño trataba de convencerme—. No es el fin del mundo, bonita.
—David…
—Yo sé que puedes —tomó mis manos, pero las solté enseguida.
Siempre que miraba a David podía ver lo fuerte y hermoso que era, no era ciega, quizás un poco cegatona, él tenía todo lo necesario para atraer a una mujer, incluso a una que no estaba interesada y, aunque era mi mejor amigo, su cercanía, con sus caricias suaves y su toque íntimo y sensual me hacían sentir incómoda.
Negué con la cabeza antes de levantarme de la silla como si fuese impulsada por un resorte.
—Trataré…
—Eso no me sirve —cruzó los brazos sobre su pecho.
— ¡Está bien! haré mi mejor esfuerzo —lo miré fijamente.
—Eso está mejor—sus fuertes brazos me arroparon con alegría. Era un abrazo sincero de amistad o al menos eso quería creer y por eso no lo rechazaba—. Por eso te quiero.
—No responderé si es un desastre —era completamente pesimista, el panorama que se dibujaba frente a mí era del color de una siniestra y muy oscura tormenta invernal. Me removí entre la prisión de músculos logrando que me soltase.
—No lo será —uno de sus dedos subió mi mentón hasta quedar a la altura de su rostro. Mi mirada, en ese preciso instante se detuvo en el pacífico mar verdoso que eran sus ojos— insisto, solo necesitas a alguien que te enseñe.
La forma en cómo susurró lo último hizo que mi cuerpo se estremeciera. Por un segundo la mirada de David se posó en mis labios y justo cuando su rostro empezó a descender, negué con la cabeza y sonreí sarcástica, alejándome de él.
—¡Cómo si fuera tan fácil! —resoplé, separándome lo más que pude de mi amigo, cuando él estaba tan cerca no podía pensar con claridad.
—Algo se te ocurrirá…
—Seguro —ironicé—. Tan pronto salga de tu departamento, iré a un local de letreros luminosos y encargaré uno que diga: "¡Soy Virgen! ¿Me enseñas a ser puta?"
La carcajada de David fue tan fuerte que podría jurar que los cristales de su ventana temblaron.
—Ok, ok no un letrero, pero podemos buscar a alguien que nos ayude, al menos, con lo técnico —mi amigo se quedó callado y luego sonrió, una sonrisa tan amplia como la del gato de Cheshire, ustedes saben, a lo muy arrogante—. ¡Tengo el candidato perfecto! Ya verás…ya verás —puso una cara de estar tramando algo. Honestamente, me estaba preocupando.
—¡No!—gemí asustada—lo que sea que estés pensando, ¡no!.
—Es mi amigo desde niño, tiene prestigio profesional —alzó sus cejas repetidas veces—,te puede acercar teóricamente, y de manera científica, a lo que tanto temes —caminó nuevamente hacia mí tomándome las manos—. Mira, Evans es sexólogo, estoy seguro que podrá ayudarte con todas las dudas que tengas.
No, ya tenía suficiente con tener que escribir ese tipo de historias como también para pasar por la vergüenza de contar mis cosas a un extraño. Sentí mi celular vibrar así que fue una buena excusa para zafar mis manos de las de mi amigo, busqué el teléfono en el bolsillo trasero de mis jeans y lo desactivé, era el recordatorio de mi reunión con el Director de la escuela de Brithanny.
—Debo irme, te llamaré mañana.
—¿Problemas en el paraíso?
—Tengo reunión con el Director del colegio de Brithanny —suspiré, resignada.
—¿De nuevo? ¡Mierda, tu hermanita sí que es un dolor en el trasero!—resopló—¿ahora, qué hizo?
—Dice que es inocente.
—¡Hasta que se demuestre lo contrario!—se burló.
—Oye no es gracioso—fingí enojo—. La descubrieron fumando en uno de los pasillos del colegio.
—¿Todo ese alboroto por un cigarro?
—Era un porro de marihuana.
—¡Cristo!—David apretó mi mano—, si no fuera porque eso nos daría muy mala publicidad, te diría que la enviaras a un orfanato —dijo con una mueca burlona, arqueé una ceja en su dirección— o, a un convento… o, un internado militarizado… en su defecto, a un manicomio.
—David, esto no es una broma, no puedo simplemente deshacerme de ella. Brit no es un objeto.
—Yo solo te doy ideas, esa enana es un demonio
—Pues, tus ideas son muy malas —murmuré molesta.
—Está bien bonita, solo era una broma…
—Amaneciste muy gracioso esta mañana —me levanté de la silla—. Dile al señor Maxwell que intentaré hacer su jodido libro pero necesito tiempo.
David volvió acercarse a mí, tomó un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mí oreja.
—Sé que puedes —repitió observándome con ojos de borreguito— ¿Sabes que te amo? —dijo con su mirada manipuladora, sentí todo mi cuerpo tensarse.
No estaba interesada en volver a experimentar el amor, ese sentimiento había sido bastante cruel conmigo. Si algo tenía claro en esta vida es que los caminos que se llaman amor terminan en un callejón oscuro de sufrimiento y lágrimas. Yo no quería eso para mí, ya había sufrido suficiente en manos de personas que decían amarme.
—Debes amarme y mucho, salvaré tu atlético trasero de pasar a las listas de desempleados. Pero, ya lo sabes, si yo me hundo ¡tú te hundes conmigo! —piqué su pecho— este es nuestro Titanic,amigo.
Salí del departamento de David con más dudas de las que tenía cuando llegué,ahora no solo tenía que pensar que iba hacer con Brithanny, sino que también cómo iba a salir de la fabulosa idea de Maxwell. Busqué mis auriculares dispuesta a relajarme con música, cuando escuché la campanilla del elevador y sentí las puertas abrirse, levanté la mirada encontrándome con la pesadilla.
Dios, definitivamente, me odia…
¿Por qué no podía ser otra persona? El asombro debió notarse en mi rostro ya que pude ver como el engreído con aires de rey del mundo que David tenía como vecino, traía una sonrisita estúpida en la cara.
—¿Piensas abordar o vas a quedarte mirándome todo el día? No es que me disguste pero, voy retrasado.
Alcé una ceja en su dirección y pude ver nuevamente esa sonrisita baja-bragas… —para las otras chicas—. Di un paso dentro de la cabina y acomodé mis auriculares, mirando hacia el espejo del ascensor mientras lo veía sonreír.
¡Idiota! ¿Acaso tiene tatuada esa estúpida sonrisita? ya no vestía deportivo, ahora lucía un traje negro, muy elegante —podría apostar mi auto que era de diseñador— y unos brillantes zapatos negros, su cabello aún se veía húmedo pero no podía ver sus ojos ya que iban cubiertos por unas estilosas gafas Ray Ban.
Intenté concentrarme en la canción que se reproducía en el IPod, pero el embriagante olor de su colonia no me estaba haciendo la tarea fácil, siete pisos de tortura hasta que el elevador se abrió dejándome libre. No me giré ni me despedí y me sentí como toda una chica mala.
Mickey, era mini Cooper rojo con negro, mi bebé, uno de los pocos caprichos que me había dado cuando mi primer libro tuvo su segunda edición, en menos de veinte minutos recorrió la gran distancia y me dejó afuera de la escuela en la que Sam había matriculado a Brithanny.
Yo estaba en una firma de autógrafos fuera de Nueva York junto con David cuando me había llegado la notificación de la muerte de Grace y su esposo Jackson; él no tenía familia y como mis abuelos ya habían fallecido, yo era el único familiar vivo, así que mi madre —si es que podíamos llamarla así— me dejó con la responsabilidad de criar a su otra hija, una hija con la que nunca había cruzado palabra ¿Qué más podía esperar ella? No era conocida por ser la mejor madre del mundo, me dejó con mi abuelo cuando conoció a Jackson, una niña pequeña no era lo ideal si de andar con el baterista de una banda de rock se trataba. Que un hombre mayor cuidara a una niña de cuatro años tampoco. Pero, no puedo quejarme del que había sido mi padre; George había estado para mí siempre, aunque fuera con su rigurosa disciplina y sus excesivos castigos. Jean Paul, padrino de Brithanny y mejor amigo de Jackson, había intentado quitarme la custodia pero el Juez había fallado a mi favor por los lazos de consanguinidad y estaba tratando de cumplir con mi deber. Aunque eso significara amargarme la vida hasta que ella cumpliera veintiún años.
Me quité la gorra de la cabeza y peiné mis cabellos con los dedos, limpiándome luego la mano en mi jean —necesitaba ir al supermercado— respiré un par de veces y salí dispuesta a enfrentar lo que fuese que sucediese en la oficina del Director. Al principio, la escuela no me había gustado, pero Samantha insistió en que sería un buen entorno ya que era exclusivo para señoritas —a mí parecía elitista — y cuando llegué a la sala de padres, una vez más lo comprobé: las miradas de las empaquetadas damas se enfocaron en mí ¡genial! ¿Qué me hace falta? Oh sí, que me orine un perro… ¿es que en este colegio nunca habían visto una chica en Converse y jeans?, negué con la cabeza y acomodé mis lentes sentándome al lado de Brit; quién, para variar, bufó y me dio una de sus miradas de odio.
—Bueno —el Rector del colegio nos miró a todos, en el salón— buenos días —todos respondimos— creo que saben porque estamos aquí. En mis años como Rector de esta prestigiosa Institución, nunca me había topado con un caso tan desagradable como este —sí, como no, solo era marihuana— así que están aquí para ser informadas lo que se acordó, según reglamento.
—Director Smith, me parece bien lo que dice, es más, es lo que tiene que hacer. Lo que no me parece es que me cite a mí y a los otros padres cuando sabe que la única culpable de este lamentable suceso es la señorita Stevenson. — Estaba a punto de intervenir pero el director Smith fue mucho más rápido que yo.
—Pues, la investigación realizada arrojó que las señoritas aquí presentes se reunieron explícitamente a fumar en el baño del personal del tercer piso. El Comité decidió aplicar reglamento y determinó las sanciones. Ninguna de ellas podrá salir por tres fines de semana seguidos, se quedarán en el internado haciendo trabajo voluntario y si vuelven a realizar un acto como el ocurrido, nos veremos en la penosa tarea de cancelar la colegiatura, ahora necesito que ustedes como padres de familia o tutores— me observó no tan disimuladamente— firmen un acta de compromiso, un episodio tan lamentable no puede volver a ocurrir en nuestra Institución.
Las mujeres empezaron a discutir, todas tenían eventos a los cuales sus niñas debían asistir, pero yo opté por acatar la sanción. No había terminado de firmar cuando Brit salió del salón, me excusé con el Rector y salí tras ella.
—¡Brithanny! —la llamé— ¡Brithanny, detente! —ella siguió caminando rápido— ¡Brithanny!
Se detuvo bruscamente, volteando a verme
—¡¿Qué quieres?!
—Hablar contigo.
—Y desde cuando es una prioridad para mí lo que tú quieras —siguió su andar. Me tocó correr hasta alcanzarla.
—Brithanny—dije tomándola del brazo. Mi media hermana se parecía mucho a su padre, lo único que tenia de Grace era el color de sus ojos, el mismo que compartía conmigo—, necesitamos hablar.
—¿Para qué? Tú no me crees, firmaste ese papel sin siquiera cuestionártelo—tiró de su brazo zafándose de mi agarre y caminando delante de mí—. No te entiendo, no sé por qué demonios te hiciste cargo de mí, aún no logro comprenderlo.
—¿Y qué tengo que creer, si tú nunca me hablas? Desde que llegaste no acabas de salir de un problema para meterte en otro… y, sí sabes por qué me hice cargo de ti.
—¡Mi madre te obligó!—gritó. En ese momento me di cuenta en donde nos encontrábamos; estábamos fuera de los muros de concreto y frente a nosotros se extendía un amplio jardín— no sé en qué demonios estaba pensando —ironizó— ¡No sé quién eres!
—Yo tampoco, niña, sin embargo no estoy lamentándome y lloriqueando por los rincones, o tomando actitudes de chica rebelde para llamar la atención —peiné mis cabellos hacia atrás, completamente frustrada como cada vez que Brit me hacía perder la paciencia—, tenemos que hacer el intento. Conocernos…
—¿Conocernos? ¡Ahora que estaré en esta maldita prisión por todo un maldito mes! ¡Qué fabulosa idea, hermana mayor!
—Cuida tu vocabulario, jovencita y aquí, el sarcasmo está demás.
—Me sacaste de una prisión para meterme en otra y ¿así quieres conocerme? ¡Já! Pues no te creo—también se peinó su cabellera con las manos—. Quizás, esto es lo mejor que pudo habernos pasado, así no tenemos que fingir que nos soportamos.
—Brithanny...
—¡Odio que me digan Brithanny!, ¿es tan difícil para ti decirme Brit? —atacó.
—¡No soy perfecta, Brit!—grité enfadada— Para mí no fue fácil enterarme que la mujer que me abandonó cuando tenía cuatro años y de la que solo recibía una postal cada año junto con dos obsequios, tenía una hija y, mucho menos enterarme que debía hacerme cargo de su hija, ¡una hija que no sabía que existía!—tomé aire intentando calmarme, se suponía que yo era la adulta aquí—, sin embargo, aquí estoy y tú te metes en mil y un problemas, puedo soportar tus actitudes de niña rebelde pero ¿Drogas? ¡Qué diablos tienes en la cabeza!
—¡¿Crees que lo hice?!—caminó enojada hacia uno de los árboles y desde allá, me enfrentó—¿Crees en el cliché del rock y la droga, verdad? Pues, déjame decirte que mi padre era un salvaje baterista pero nunca se metió nada, ni siquiera marihuana.
—Mira, Brit—apreté el puente de mi nariz porque esta ridícula discusión no nos llevaba a ningún lado—, sé que esto no es fácil para ti pero, tampoco lo es para mí, no sé si lo hiciste o si solo es una confusión, solo tú sabes que sucedió pero, voy venir a verte en los días de visita y trataremos de conocernos.
—No me interesa conocerte —murmuró entre dientes.
—No hagas las cosas más difíciles—me tenía fastidiada la situación—, por lo menos, aún conservas el celular, así que llámame si necesitas alguna cosa, así te la traigo cuando venga de visita.
Yo no era de abrazos ni besos, la verdad es que mi abuelo era bastante parco, por esa razón yo no era muy dada a expresar mis sentimientos. Sin embargo, halé a mi hermana y le di un abrazo que pretendía durase muy poco tiempo. Cuando intenté apartarme, ella se deshizo en llanto haciendo que me viese torpe e incómoda. No supe cuánto tiempo estuve ahí, junto con Brit, dejándola llorar. Solo puedo decir que me fui cuando ella estuvo calmada.
Llegué a casa agotada, no podía creer que había pasado casi todo el día de un lado para otro. Después de dejar a Brit, había ido con mi odontólogo y luego a la Editorial, afortunadamente no me topé con el señor Maxwell. Tan pronto llegué a mi habitación me saqué toda la ropa y me di una larga ducha. Ordené una pizza para la cena, puse música y me tomé una copa de vino mientras esperaba.
Mi celular sonó desde algún lugar de la sala y corrí a buscarlo.
—¡Hola demonio!—dije, riéndome de Samantha.
—¿No quieres matarme?
—A menos que le hayas dado la idea del libro a Maxwell… ¿no fuiste tú, verdad?—entrecerré mis ojos para concentrarme en el tono y la emoción de cada una de las palabras de su respuesta.
—¡Por supuesto que no! ¡Te conozco! Pensé que David bromeaba cuando me lo dijo, pero cuando me llamó Julius para informarme sobre la entrevista de mañana…
—¡Espera, espera, espera! ¿De qué entrevista estamos hablando?
La línea parecía muerta pero aún podía escuchar los chillidos de Sury al chapotear el agua.
—¡Sam!
—¡Ups!
—¿Ups? ¡Nada de ups, Samantha Salem!
—¡No me culpes a mí! Maxwell me llamó y me dijo que había concretado con Casedee Farell una entrevista ¡¿Collin puedes venir a ayudarme?! —gritó. Escuché a Collin decirle algo y luego como una puerta se cerraba—. ¡Listo! su padre se encargará de terminar de darle el baño a la princesita. Volviendo a lo nuestro, Maxwell me pidió que te acompañara a esa entrevista; también me dijo que te quiere para un almuerzo en su oficina: David, tú y yo.
—Está bien—escuché nuevamente a Collin pedir ayuda. Miré la hora en mi reloj de pulsera y sí, era la hora del baño de Sury.
—Me voy a ver la emergencia al baño. Pero, antes ¡acuérdate que tenemos una cita en el salón de belleza!
—Samantha, yo…—quise decir pero ella ya había colgado.
Al día siguiente, todo fue un perfecto caos, en mi otra vida tuve que haber sido una persona muy perra para que el karma estuviera jodiéndome de esta manera, no solo Brit que no me contestaba el celular si no que Maxwell había sido un verdadero dolor en el trasero. La reunión fue agotadora —se dio por sentado que escribiría el libro en un ridículo plazo de cinco meses—, la salida con Samantha fue una tortura: fuimos a un centro llamado "Beauty & Style" y después, a comprarme un vestido que no necesitaba—digo, era una entrevista radial nadie iba a verme—, llegamos a mi departamento apenas con el tiempo para comer algo y cambiarme. Como una pequeña venganza, ignoré la ropa recién comprada y me puse un suéter azul eléctrico de cuello alto, unos pantalones ajustados a la cadera y anchos de pierna, de color negro, zapatos planos y una gabardina porque habían anunciado vientos fríos. Samantha me esperaba en la sala.
—Insisto, te verías mejor con el vestido nuevo.
—Es una entrevista radial y el público no me verá —tomé mis lentes y salimos.
La cita era en las dependencias de Maxwell Producciones, una extensión más del grupo de Julius, mi gran jefe; ahí se emitía el programa radial "Hablemos de Sexo" —alrededor de la medianoche— que era conducido por Cassedee Farell, la gurú del sexo placentero, y el misterioso Doctor Sex "el hombre con la voz más caliente del planeta". Palabras de Samantha, no mías.
Había escuchado un par de veces el programa, el misterioso DSex era poseedor de un tono de voz suave, grave y muy sexy, pero al mismo tiempo era arrogante y daba la impresión de que el tipo se creía el Dios personificado del sexo.
Subimos al ascensor y llegamos hasta donde estaba el estudio radial, en el piso veinticuatro; un hombre de pelo rubio y sonrisa de niño travieso —Bryan— nos hizo pasar a un cubículo en donde nos prepararían para el programa; bueno, me prepararían, ya que Samantha había decidido quedarse en la cabina de estéreo. Un chico se acercó a darme algunas indicaciones, tragué grueso, miré mi reloj, faltaba poco para media noche y en unos minutos más, estaría en el aire.
—Cassie…—la voz clara, aterciopelada y sexy de un hombre me sacó de mis ejercicios mentales de relajación. Conversaba con una chica en una sala contigua.
—No puedes seguir así—se escuchó una voz femenina— ¿Viste a papá?
—Sí...—contestó desganado, el hombre.
—¿Y? No te hagas el tonto conmigo ¿qué te ha dicho?—demandó.
—No es nada, nena. Es solo cansancio, el programa, el consultorio, las prácticas de esgrima con Jeremy…
—No estás incluyendo las fiestas y a todas las zorras que te tiras.
—No vamos a hablar mis historias de cama, cariño—ahora se escuchaba mucho más agotado.
—¿Te sientes muy mal?
No quería ser cotilla, pero la voz de la chica salía realmente preocupada y me causaba curiosidad saber quién era el chico con quien hablaba, así que me comporté peor que la señora chismosa del edificio y me quedé a escuchar como concluía la conversación. Estaba muy nerviosa por el programa de radio y enterarme de los problemas de otros estaba siendo relajante sin contar que me moría por escuchar como concluía todo.
—Estoy bien, solo me duele un poco la cabeza —sentí el chirriar de una silla antes que el hombre murmurara que estaba bien con voz agotada.
—Descansa un poco, Terry está terminando de organizar todo con Bryan, le diré a Lara que te traiga unos analgésicos.
—¿Sabes si ya está en cabina el intento de escritora erótica?
¡Oh! ¿Estaba hablado de mí? toda la compasión que sentí por el maldito que estaba en el otro cubículo se evaporó.
—Sí, está en cabina, en veinte minutos empezamos el programa ¿Crees que tu dolor de cabeza mejore antes de salir al aire?
—No entiendo por qué Julius nos pidió esto… Sabe que no me gusta perder el tiempo… menos, con ese tipo de gente —sonaba hastiado.
—No todos se han dedicado en cuerpo y alma a investigar sobre los placeres del sexo. Tú sabes, algunos solo los disfrutamos—sentí una leve risa por lo que supuse que Cassedee sonreía—. Además hay que apoyar a esa chica y darle confianza, es su primer libro erótico.
—Esos libros son una pérdida de tiempo —estuve completamente de acuerdo con él, aunque en el fondo deseaba patearle su engreído trasero—hombres dominantes que cambian de un día a otro, mujeres que hacen cualquier cosa por tenerlos.
—¡Oye! estoy leyendo una buena trilogía, Bryan y yo vamos a practicar algunas de esas posturas —picó la chica.
—La, la, la, la, saca eso de mi cabeza ¡Eres mi hermana!
—Iré por los analgésicos—la puerta se cerró luego de unos minutos. Respiré hondo mientras lo escuchaba murmurar.
—¡Escritoras!… Creen que porque plasman todas sus frustraciones eróticas en un papel, tienen un gran libro.
Tomé una respiración fuerte para no decirle a ese bocón lo que pensaba y salí del cubículo, aún no tenía ni idea cómo carajos iba a hacer ese libro pero no sería como los que están por ahí. Con esa determinación caminé hasta la cabina. Sam estaba hablando con los productores, uno me indicó donde tenía que sentarme y otro conectó los cables a un aparato de sonido.
Una pelinegra bastante esbelta y encaramada en unos tacones de muerte llegó a la sala de consolas y le dio un beso —que no debería estar catalogado como apto a todo público—al chico que se había presentado como Bryan y luego abrió la puerta que dividía la sala de mandos de la cabina.
—Debes ser Evangeline Runner.
—Eve.
—Soy Cassedee Farell, prefiero Cassie —así que ella era Cassie—, Doctor Sex estará aquí en unos minutos, obvio no se llama así, pero ser el enigmático DSex, le da un toque de misterio al programa y él mantiene su identidad privada—asentí—. Esta noche hablaremos de los libros eróticos; tú deberás opinar y responder las preguntas que te hagamos. No hablamos de vida personal, solo de lo que preguntan los oyentes, así que no te preocupes —la chica me daba confianza y eso me tranquilizaba.
Estaba acomodándome en lo que sería mi lugar, dispuesta a tener una muy instructiva jornada, cuando una fragancia demasiado conocida para mí inundó el lugar, me giré completamente para ver—cerrando la puerta que dividía el estudio con la cabina de control— al mayor idiota del planeta. En un intento patético por ocultarme, giré mi silla para que no me viera pero era obvio que él me había visto.
¡Maldita sea mi mala suerte! ¿Qué hacía el vecino de David aquí? ¡No!, ¡no!, ¡no! ¿Por qué no caía un puto rayo y me mataba? O, mejor aún ¿por qué no me daban una cuchara de postres para cavar mi propia tumba?
Samantha me miró sin entender mi reacción.
—Evangeline, quiero presentarte a Doctor Sex —respiré profundo y volví mi silla para enfrentarlo con mi mejor cara de póker—DSex, ella es Evangeline Runner, la escritora enviada por Julius para acompañarnos en el programa de hoy.
Él me dio una de sus tradicionales sonrisas torcidas, mostrándome una vez más, sus blancos y relucientes dientes. Asintió con su cabeza sin gesticular palabra y se sentó en la silla frente a mí.
¡¿Qué se creía el maldito?!
—¿Cassedee, cuál es el tema de hoy? —preguntó alzando unos documentos de la mesa y no me saludó.
En un concurso de tipos arrogantes él se llevaría la corona.
—"Sexo en papel ¿Porno para mamás o erotismo literario?" —Cassie tomó una botella de agua para ella y me ofreció una, me sentía demasiado perturbada así que negué amablemente, tampoco es que la actitud del idiota ayudara con mis nervios.
—¡Chicos, entramos en cinco minutos!—nos anunció Bryan desde la cabina de audio. Cassedee se sentó a mi lado mientras Tyler les daba la última revisión a los micrófonos. Mis ojos aún no se despegaban del hombre frente a mí, era un gilipollas ¡Ni un puto hola!, un gracias por venir ¡Nada! ¿Qué le pasaba a este hombre? ¿Había sido educado en alguna escuela para imbéciles?
Me sentía enojada y… atraída. No pude evitar que mi mirada captara cada uno de sus movimientos, desde la forma en cómo los lentes que tenía puestos delineaban sus ojos, hasta la sensual forma en cómo sus labios se adherían a la botella con agua que degustaba. Lo vi suspirar fuertemente y apretarse el puente de la nariz. Cassedee se acercó a él rápidamente.
—¿Sigues con dolor de cabeza?—preguntó en tono bajo, tenía el ceño fruncido y su expresión preocupada.
—Estoy bien ¿podemos simplemente ignorar al maldito dolor y terminar este programa? Quiero irme a casa. Lara ya me dio un par de analgésicos, deja de preguntar cada cinco minutos, me siento bien—sí que estaba fastidiado.
—Cuando quieres, eres un perfecto gilipollas.
—Pero así me amas, hermanita—le hizo un guiño y le regaló su sonrisa deslumbrante. Ella reaccionó a la provocación mostrándole el dedo del medio.
—Estaremos al aire en tres... dos... uno —vi como el letrero de "Al Aire", se encendía antes de que él se acercara suavemente al micrófono para hablar.
—Buenas noches queridos oyentes, esta noche traemos para ustedes un programa que a muchos les resultará interesante —su voz era suave y muy pausada—, "Sexo en papel ¿Porno para mamás o erotismo literario?"—por un momento me quedé anonadada observando el sutil movimiento de sus labios, como si estuviese adorando el micrófono. Max rió por algo que Cassedee había dicho haciéndome salir de mi ensoñación. Tragué grueso por la manera en como su voz hacia que mi piel se erizase y miré a Sam que yacía del otro lado de la ventana observando al idiota como una fan adolescente viendo a su jodido ídolo.
—Como expresó DSex, esta noche tenemos muchas sorpresas para nuestros oyentes. Al finalizar el programa diremos el nombre del ganador de la trilogía erótica del momento. Les recuerdo que el último libro aún no está a la venta, solo nuestro gurú del sexo pudo conseguir un par ejemplares y uno de ellos será suyo esta noche.
—Exactamente, cariño. ¿Qué dices tú sobre esta nuevo tipo de lectura?—preguntó en dirección a Cassedee—Sexo rudo en libros: la nueva ola del entretenimiento.
—Yo los llamo libros educativos —Cassedee alzó sus cejas en dirección a Bryan—, aunque muchos lo llaman pornografía en libros o como dice nuestro título "Porno para mamás".
Una risa canalla broto del pecho de Doctor Sex.
—Las personas tienden a ser un poco moralistas, Cassedee. La nueva literatura erótica es un género que se relaciona, directa o indirectamente, con el erotismo y el sexo, y que ahora es catalogada pornográfica por su forma explícita de detallar las cosas.
—Eso sin contar que el 80% de las mujeres que leen este tipo de literatura son madres de familia—completó Cassie.
—La pornografía es la descripción pura y simple de los placeres carnales. El erotismo es la misma descripción revalorizada, solo que este último va en función de una idea menos pletórica. El erotismose construye en gran parte de la literatura clásica y siempre va de la mano con lo sugerente y lo que se quiere expresar. Quizás funcione más con la idea del amor y la vida social, pero lo cierto es que ambas, pornografía y erotismo, pueden ir de la mano sin ningún problema. Todo aquello que es erótico puede ser pornográfico por añadidura.
—¿Entonces, tú si piensas que son libros pornográficos?—Cassedee arqueó una de sus perfectas cejas.
—Creo que no me he hecho entender querida, tienes que aprender a diferenciar entre erótico, pornográfico y lo obsceno. En el caso de los libros como las trilogías o sagas eróticas del momento, se considera que erotismo es todo aquello que vuelve la carne deseable, la muestra en su esplendor o florecimiento, inspira una impresión de salud, de belleza, de juego placentero; mientras que la obscenidad devalúa la carne, que así se asocia con la suciedad, las imperfecciones, los chistes escatológicos, las palabras sucias.
—Te he entendido perfectamente, igual pueden llamarlos como quieran pero yo estoy completamente enamorada del señor Black y su precioso látigo de siete puntas. Pero para explicar más sobre este tipo de literatura desde el punto de vista del escritor, esta noche nos acompaña la autora de "Tentación" y "Prohibido": Evangeline Runner, ¿Cómo estás Evangeline?—me preguntó Cassedee, tragué fuertemente dándole a Sam una mirada de soslayo, ¡Ella sabía cuan nerviosa me ponían este tipo de situaciones!—¿Evangeline? —insistió provocando que hablara.
—Solo Eve —dije pausadamente.
—Ok, Eve, ¿Quieres hablarnos de tu libro?—su sonrisa era sincera y muy tranquila.
Respiré llenando mis pulmones de aire antes de hablar
— Pues "Tentación" es mi más reciente libro y es mí…
—"Tentación" es la historia de un sacerdote y una mujer casada—Doctor Sex habló interrumpiéndome—¿Cómo hiciste para escribir una escena sexual entre esos dos?—Cassedee lo miró como si le hubiese salido una segunda cabeza.
—La verdad fue algo difícil ya que Diego, el protagonista de la historia, no sabía nada acerca de sexo, él era un sacerdote consagrado con una misión que…
—Tu otro libro "Prohibido" habla de la historia de dos hermanos, ¿cómo llevándote por la línea de amores imposibles piensas dar un salto a la rama erótica? ¿Crees que estas calificada para hacerlo?—me cortó nuevamente ¿El maldito estaba desafiándome?
—Lo que DSex quiere decir…—Cassie trató de hablar pero le interrumpí, viendo la sonrisa canalla en el muy hijo de puta conductor radial.
—Sé lo que quiere decir—zanjé de forma tajante—. Yo escribo literatura, no folletines que informen sobre cómo se debe practicar el sexo. Para eso existen profesionales.
—Entonces, ¿por qué ahora escribirás algo sexual?—él seguía divirtiéndose a mi costa y su diversión estaba siendo la causante de mi enojo.
—Retos, Doctor Sex, la vida se basa en eso, sin contar que un escritor puede variar sus tópicos siempre y cuando tenga la manera de buscar la información e investigar correctamente —si ese bobalicón pensaba hacerme quedar mal no solo con Maxwell sino con medio Nueva York estaba perdiendo el tiempo—, sin contar que la creatividad juega parte fundamental al momento de escribir.
El imbécil me dio una sonrisita burlona antes de hablar
—Sus anteriores escenas sexuales son insípidas, tienden a caer en la mojigatería estúpida de una persona a la que el sexo le parece algo impúdico ¿Por qué tengo la impresión que lo suyo no es escribir escenas de sexo duro y erótico? Y si es así ¿cómo piensa escribir un libro donde el personaje principal es el sexo? —su postura era relajada y la sonrisa en sus labios... me hacían tener sentimientos encontrados ¡Maldito! No iba a ponerme nerviosa. Cuadré mis hombros sentándome mejor y mirándolo retadoramente—Usted me habla de creatividad ¿Dónde estaba su creatividad en las antiguas escenas de cama, señorita Runner?
—Preguntas sobre preguntas, vamos a ver si logro ordenarlas y mato su ansiedad, DSex —sonreí, nadie se burlaba de mí, ese tiempo ya había pasado— primero, mis anteriores libros no requerían de una explicación profunda en el ámbito sexual, es por eso que no exploté esa parte específica en la historia y dos, como le dije anteriormente la escritura radica en ser hábil y creativo con las palabras. Eso es literatura, pero entiendo que no lo comprenda, usted es un… ¿cómo podría decirlo?… ¿pregonero?, sí, difunde información, es de las personas que aprenden y repiten —arqueé una ceja, desafiante— y no está mal, si hasta el nombre que usa en su programa es fácil y directo: Doctor Sexo. Un hombre estudioso, que tiene un programa de divulgación sobre la sexualidad, me parece muy bien que se llame así, no tiene por qué ser ingenioso ni creativo.
La sonrisa estúpida desapareció de su rostro y me pareció bien, estaba tan enojada que podía sentir como la sangre corría más aprisa sobre mis venas. Si sigues por ese camino, cabrón, arruino tu bonito programa de radio. Cassedee enfocó su vista hacia la cabina en donde Bryan y Sam se encontraban. Doctor Sexo y yo nos acribillábamos con la mirada.
—Vamos a una pausa musical y de regreso abriremos nuestras líneas para que conversemos con nuestra acompañante del día de hoy.
Habló rápidamente Cassedee quitándose los audífonos y mirando a DSex fijamente antes que la puerta se abriese y Sam entrara hecha una furia colocando sus manos en la mesa.
—¡¿Qué demonios te está pasando?!—dijo, furiosa, mientras se podía escuchar la letra de Closer de Nine Inch Nails.Amaba esta faceta de Sam, antes que fan, era mi representante —¿Así tratas a todas tus invitadas?— DSex se apretó el puente de la nariz nuevamente antes de suspirar fuertemente.
—¡¿Y quién demonios eres tú?!—dijo mirando a mi amiga—yo la estoy entrevistando.
—¡La estas atacando, señor Sé Todo Sobre El Sexo! —habló fuertemente—. Soy la representante de Evangeline —por eso mismo la había contratado, nadie podía escapar de la furia de mi amiga.
Entre la mirada incrédula de Cassedee y la furia de Samantha, el hombre se dirigió a mí.
—¿Siente usted que la estoy atacando, señorita Runner?—expresó sarcásticamente. Sus ojos reflejaban burla y la sonrisa en su rostro me hacía querer levantarme y borrársela de un certero puñetazo.
Este hombre no podía ser más arrogante y presuntuoso.
—En efecto, Doctor Sex—recalqué su ridículo apodo.
—Max Farell—me tendió su mano—, no fue mi intención hacerlo.
Mi amiga hizo señas para irnos, pero me negué, tomé la mano que el idiota me ofrecía y la apreté suave. Irme como Samantha lo sugería, le daría la razón al hijo de puta ¿Qué estábamos discutiendo? No importa, no me voy a ir. A lo lejos podía escuchar Playing Dangerous de Lana del Rey.
—¿Te sientes bien? Estas de mal color —Cassie se acercó al ya no tan misterioso Doctor Sex—Estas sudando—tocó su frente en un gesto muy tierno.
Él sonrió antes de tomar su mano y plantar un beso en ella.
—Estoy bien, Cassie—murmuró.
Bryan, al otro lado del vidrio, vocalizaba algo que no pude entender y Maximiliano salió de la cabina.
—Estamos en una pausa comercial al regreso se abrirán las líneas para que los oyentes nos hagan preguntas—Cassedee me habló—, si te sientes incómoda nosotros responderemos por ti—asentí, sonrió y salió hacia la otra cabina en donde Bryan la esperaba.
Samantha volvió a bufar y se sentó a mi lado con los ojos abiertos. DSex, su querido hombre con voz moja pantis, la había ignorado completamente. Toqué su mano diciéndole con el gesto que estaba bien, ella me pasó una botella con agua sin gas y sonreí tratando de calmarla.
—Lo que tiene de sexy, lo duplica en arrogancia—murmuró entre dientes—, deberíamos irnos—negué— ¡¿Cómo se atreve a atacarte?! Tú escribirás el mejor libro erótico que sus malditos ojos hayan visto.
—Cálmate Sam, no voy a dejar que me haga quedar mal. Conmigo encontró la horma de su zapato —volví a sonreír, pero Sam estaba demasiado molesta como para hacerlo— ¿Sury se quedó con tu suegra?—pregunté tratando de distraerla.
—Sí, Collin quiere que nos quedemos solos el fin de semana. Insiste en tener otro hijo.
—¿No quieres otro hijo?... pues, es tu cuerpo, él debería entender.
—Lo hemos hablado, pero dice que no quiere que Sury y su futuro hermano se lleven por muchos años, tú sabes cómo es su relación con quien ya sabes —asentí— quiere que sus hijos tengan mejor relación que la que tiene él con su hermano y piensa que es mejor si son seguidos.
—Tener un bebé es una decisión de dos, Sam. Decidas lo que decidas, siempre contarás conmigo.
—Y tú conmigo ¿verdad? —asentí.
Conocí a Sam en la secundaria, ella no era la típica niña popular, era una friki con sus gafas de pasta gruesa y sus botas ortopédicas; según ella, uno de sus pies miraba a Alaska y el otro, a la Patagonia. Nunca agradeceré suficiente al Profesor Miller por habernos puesto a trabajar juntas. Sonó la señal que indicaba que el tiempo de la pausa terminaba, Max y Cassie volvían, Sam apretó mis manos antes de levantarse.
—Si vuelve atacarte, te juro que nos vamos y Julius sabrá de esto—dijo molesta, con un gesto que me hizo recordar a Draco Malfoy5 de Harry Potter.
Al salir, tropezó con Max quien le brindó una brillante sonrisa torcida haciendo que Sam le enseñara su dedo medio. Al parecer, el amor de mi amiga por el apuesto—y antipático— Doctor Sex había caducado; sin importarle nada, se sentó junto a Bryan y de ahí me hizo gesto gracioso. El Doctor Sex se sentó a mi lado dándome una sonrisa cálida. Antes de colocarse los audífonos, se recostó en la silla, cerró los ojos y masajeó su sien, al parecer su dolor de cabeza continuaba ya que su piel se veía más traslucida que cuando empezamos el programa.
—Volvemos a "Hablemos de Sexo", nuestro tema de hoy es: "Sexo en papel ¿Porno para mamás o erotismo literario?" Nuestras líneas están abiertas para nuestros oyentes —dijo Cassedee con voz pausada.
Max, abrió los ojos, y colocó sus manos en los apoya brazos de la silla.
—Cuéntanos tus dudas, si tienes una pregunta, esta es tu oportunidad. Doctor Sex está aquí, para responder hasta tu más oscura fantasía.
Su voz, al final fue un susurro ardiente; pude sentir, a pesar de que lo detestaba en este momento, como mis bragas temblaban bajo el sonido ronco y sexy de su voz, Sam tenía razón en algo: el tipo podía recitar el directorio telefónico, y eso sería sexy. Bryan, hizo gestos extraños antes de que una voz bastante chillona se escuchara en cabina.
—¿Doctor Sex...?—la chica se escuchaba nerviosa.
Max se meció en la silla mientras hacía círculos en su sien.
—Te escucho...
—Olivia —Casee le moduló el nombre, sin emitir sonido.
—Olivia, escucho tu pregunta.
—No es una pregunta en sí, más bien una opinión. Sabes, en este tipo de libros las autoras son felices haciendo que el tipo sea todo un semental. ¿Por qué no lo hacen más real?
Max dio una pequeña sonrisa.
—¿Mas real?
—Sí, claro. Mira te daré un ejemplo, las protagonistas son artistas del sexo oral aunque nunca lo hayan hecho. La primera vez que hice una felación casi vomito en los zapatos del pobre chico eso sin contar que el semen es asqueroso… Es como si estuvieras tragando un moquillo con sabor a lejía.
Bryan colocó un sonido predeterminado de tos o una risa sofocada mientras Cassedee y Max se reían. Me hubiese reído también de no haber sido por la siniestra mirada de Doctor Sex.
—¿Qué opina usted, señorita Runner? —Max, me miró con sus penetrantes ojos grisáceos— ¿Tiene alguna queja contra el semen?
¡Mierda! Ahora ¿qué le respondía? Habla como una profesional. ¡Finge demencia, Eve!
—Evangeline…—una de sus cejas se alzó y el adoptó una posición de jaque mate.
—No está entre mi postre favorito, Doctor Sex, pero el sexo se basa en entregar y conseguir placer. No lo hacemos por nosotras chica, lo hacemos por ellos—dije lo más tranquilamente posible, no podía mostrarle que, en referencia al sexo era una novata.
—¿Aún estas con el chico?—miró a Cassie, que otra vez le moduló el nombre— Olivia.
—Por supuesto que no… Terminamos después que me negué a volver a mamar su polla, pero ahora estoy con Landon que es muy lindo. Pero solo pensar en meterme su… a la boca me da asco… ¿Todo el semen sabe así de mal?
—Nunca he probado mi semen… A no ser que primero haya estado en la boca de una mujer —rió Max—, qué dices tú Cass, ¿cómo sabe el semen de tu novio?
—Como un manjar de los dioses—guiñó un ojo en dirección a Bryan
—Ohh chica, no te creo…—refutó la oyente—. Señorita Runner, ¿el semen de su novio también le sabe a chocolate con fresas?—la chica era sarcástica.
¡Y ahora que mierdas iba a decir!
—Bueno. No, exactamente.
—Olivia, el semen nunca va a saber a fresas y chocolate linda, pero existen alimentos que ayudan a mejorar el sabor y la calidad del mismo—Max me dio una sonrisa traviesa—. La hidratación es esencial en hombres y mujeres, chicas… además el fluido seminal se forma por medio de los azúcares, proteínas, vitaminas, sales y minerales que hay en el cuerpo y que provienen de los alimentos que ingerimos. No coman mucha sal y eviten los espárragos, el brócoli y la col si piensan tener sexo oral.
—Y, si quieren semen dulce, denle a sus chicos mucho arándano, piña, papaya y mucha canela —agregó Cassie.
—Tendré que probar una dieta estricta en frutas y especias con Landon—la chica era graciosa—¡Les juro por Dios que si vuelvo a tragar semen asqueroso, me voy directo a un jodido convento!
—Pruébalo y luego nos cuentas… Ok, eso se escuchó terriblemente mal —bromeo DSex—. Las líneas estarán siempre abiertas para ti, Olivia. Ahora, tenemos una nueva llamada.
—"Hablemos de Sexo". Nuestra tema de hoy "Sexo en papel ¿Porno para mamás o literatura erótica?".
—¡Definitivamente es porno para mamás!—gritó una mujer con voz alicorada—¡Dios! si mi marido me escucha ¡me mata! —se rió—. Chicos, amo este programa, y me encantan los libros eróticos tengo una colección bastante grande, si el tuyo va ser de la talla del señor Black va tener un rinconcito en mi biblioteca. Pero tenemos que ser realistas… Ningún hombre puede echarte cinco polvos en una noche, mi marido apenas y puede con uno y a los tres minutos está roncando como si fuese un jodido tractor, aunque no me quejo del polvo, es maravilloso. Mi esposo es muy bueno en la cama.
—¿Entonces cuál es la queja?
—No me estoy quejando, pero a ver chica, ¿Cuántos polvoretes te echa tu novio en una noche?
¡Qué cotilla resultó la auditora! ¿Qué "no se hacían preguntas personales"?
—Pienso que va de acuerdo—Max me observaba con una sonrisita lobuna, como si mi nerviosismo le divirtiera. Era como si supiera que en cuanto a sexo yo era una neófita—de acuerdo… al día que haya tenido—Max negó con la cabeza, sin embargo yo seguí hablando como si nada—. Si ha tenido un día muy estresante en el trabajo a duras penas llegamos a primera base —intenté bromear, pero mi risa fue exacerbada; afortunadamente, la oyente también rió.
—Creo que todos los días de mi marido son estresantes… por eso yo me distraigo con mi amiguito de hule que por un dólar me da todos los orgasmos que necesito. Pero tengo una duda ¿cuántos polvos das tú mi querido Doctor del Sexo? O ¿a ti también te cae eso del día?
—El día—Max se burló—. Eso no me afecta para nada, querida, pero creo que los hombres de Nueva York, quedarían muy mal parados si revelo cuantas veces puedo llevar a una mujer al Nirvana.
Presumido.
—Toda está en la respiración, en la técnica y por supuesto, en la actividad física. En nuestra página web podrás encontrar algunos trucos. Esperamos que puedan ayudarte.
—Bueno, DSex, hemos tenido un programa bastante interesante—agregó Cassedee con picardía—pero nadie nos ha dicho porque cree que son "Porno para mamás"
—Que la invitada hable, ¿por qué decidió explorar este género literario, señorita Runner?
—El sexo, en la vida de la mujer, suele estar supeditado a los deseos del hombre y, la literatura, como reflejo de la sociedad, así lo trata. Tengo una curiosidad intelectual, así como el deseo demostrar una relación de amor basada en la horizontalidad.
—¡Uf! No sé cómo llegará a ser eso señorita Runner… para ninguna de nuestras radioescuchas es nuevo saber que vertical es mucho más divertido.
—¡Uf!—recalqué el uf con sorna—¡Qué obviedad! Supongo que hablar tantos de estos temas le han banalizado su sentido del humor, pero yo no me refería al coito. Yo voy a escribir sobre el sexo que sobrepasa la genitalidad.
—Sexo con amor ¿es que las mujeres que no aman no tienen derecho a disfrutar de su sexualidad?
—Usted sigue subestimándome, Doctor Sex. El "sexo con amor" que usted dice, no es cuestión de género, es cuestión de sentimientos. Y no veo por qué hay que negarse al sexo bien hecho, sea uno hombre o mujer.
—¿Será que tenemos a toda una experta? Veamos que dicen nuestras amigas: "Hablemos de Sexo", te habla el Doctor Sex.
—Soy Mirna, veras me gustan mucho este tipo de libros, soy joven y me gusta el sexo, pero a veces estos libros tienden hacer muy fantasiosos.
—En efecto Mirna, son fantasías de una mujer para otra mujer, digamos que un regalo de mujer a mujer—dijo Cassedee.
—Sí, pero veras, me choca que mi novio crea que meter su pene en mi culo sea algo por lo que me muero, es tentador pero, vamos, para mi es doloroso en ocasiones.
—Porque no sabe hacerlo bien, el sexo anal es algo de paciencia y de entrega. Si no te gusta, no lo hagas—indicó Max
—Además, recuerda que solo tú tienes el poder de tu cuerpo, nadie puede obligarte a hacer algo que no deseas—expresó Cassie.
—Es que no es el hecho de que no quiera, me gusta… pero no siempre, es incómodo y además me da miedo que suceda algo espantoso.
—¿Espantoso?—inquirió Maximiliano levantando una ceja.
—Seamos sinceros DSex ¿qué tal que se me escape un pedo? —ninguno de los tres pudo aguantar las carcajadas que se escaparon de nuestras bocas—¡puede suceder! de hecho una vez me pasó—dijo con un susurro que denotaba vergüenza.
—Bueno, la verdad no pensé que me dirías algo así—dijo Max volviendo a la compostura—, pero estás en lo correcto, puede suceder. ¿Tienes algo más que agregar a nuestro tema, Mirna?
—Bueno, he leído libros donde la chica gime como diva de ópera ¡Canta todo el puto abecedario!
—A los hombres nos gusta que griten—por nuestros audífonos escuchamos el sonido de un perro jadear, me giré observando a Bryan—, nos excita, nos da a entender que estamos haciendo las cosas bien, que a nuestra pareja le está gustando.
—Sí, pero no veo el porqué de la sinfonía en Do Mayor —se escuchó una sonrisita— yo apenas gimo y mis orgasmos son maravillosos.
—Eso es bueno, no hay nada mejor que un buen orgasmo… Pero, para colores, pinturas; hay quienes gritan y quienes no lo hacen.
La chica colgó y una nueva canción se escuchó por los articulares, no pasó mucho tiempo cuando nuevamente volvimos al aire y una nueva llamada entró.
—¡Hola Guapo!—musitó risueña—. Yo me llamo Gaby ¿tú crees que existan hombres así? hombres como el señor Black y el señor Wolf. Es que mira, a mí me encantó el libro 'Cadenas en la cama' pero ninguno de los chicos con que estuve pudo hacerme lo que le hacía Willy a Rita: azotarme, amarrarme y que a mi gustara. Ahora tengo un nuevo novio, Mason, pero hablar con él estos temas es tan difícil y yo no quiero darme por vencida, quiero intentarlo una vez más.
Max sonrió, era una sonrisa fresca por la espontaneidad de la chica
—¿Se lo has propuesto?
—¡Por supuesto que no!, los papás de Mason son muy creyentes y él cree que eso es pecado —murmuro hastiada—. Quiero sexo salvaje y crudo —tragué saliva fuertemente.
—Bueno, mi consejo para que haya una buena relación en la cama entre una pareja es la comunicación. No puedes pedir un lobo feroz cuando tú no estás dispuesta a ser Caperucita —la voz del imbécil era realmente sexy pero, no tanto. Mmnn. Sí, era sexy, muy sexy pero el ser tan arrogante le quitaba mil puntos así que su voz la dejo en "locutor de comercial de perfumes".
—¿Entonces tú me recomiendas que le explique cómo quiero las cosas…?—se escuchó la voz de la chica.
—¿Quieres sexo crudo y sin censura?—la chica dio un sí eufórico—Te daré dos consejos: el primero, no creas todo lo que sale en los libros eso también va para Olivia si me está escuchando—más risas— y el segundo, en cuestiones de sexo nunca se explica —me dio una mirada pícara, sensual y malditamente provocadora—. El sexo se practica y ya.
—¡Eres el mejor!
—Por supuesto—murmuró Max, cínicamente.
Presumido e idiota.
—Doctor Sex, ha sido un verdadero placer, antes de irme quiero decirte algo...—la chica tomo aire—¡Si follas como hablas, eres un puto Dios del Sexo! —y con eso, colgó.
Una risa fresca se escuchó en la cabina, mientras yo miraba sorprendida... Claro, por eso el hijo de puta es como es, noche tras noche le inflan más el ego
—¿Tú qué opinas, Cassedee?—preguntó Max, divertido.
—Nunca he tenido sexo contigo, DSex—negó con la cabeza—, volvemos luego de un bloque musical.
Max estaba atacado de la risa mientras la cabina se llenaba de música, esta vez no reconocí quien cantaba, pero me había dado cuenta que la música en este programa tenía que ver con el acto sexual en sí.
—¿Entonces, harás un libro erótico?—Max me miró fijamente, me di cuenta que estábamos solos.
Me acerqué a la mesa un poco más.
—Creo que es por eso que estoy aquí.
—Mmm, me gustaría leer ese libro. Actúas como virgen, es evidente que tienes poca experiencia. En fin, me gustaría saber si tu gran capacidad intelectual y creatividad bastan para escribirlo—el jodido cabrón, definitivamente, no me tomaba en serio.
—¿Ha escrito usted algún libro, Doctor Sex?—negó con la cabeza.
—No, pero sé leer a las personas, tú tienes una personalidad extraña para las mujeres de hoy en día, eres… conservadora —lo escupió como si dijera que tenía algún tipo de enfermedad de trasmisión sexual.
—Las apariencias pueden engañar, Doctor Sex, el hecho que no me haya acostado con medio New York, no quiere decir que soy inexperta.
—¿Cuándo fue la última vez que disfrutó de una buena follada, señorita Runner?
—¿Follar?...
—Sí, follar, sexo rudo, señorita Runner, el tipo de sexo del que tratan estos libros.
—¡Vaya! ¿Supongo que su conocimiento en el tema no se lo debe a ese tipo tan poco científico de literatura?— el muy jodido, no me contestó, solo me dio una sonrisa torcida y se dedicó a responder una llamada, sus comentarios fueron jocosos y, a veces, muy salidos de tino, como cuando le dijo a una chica que "la virginidad era un dinosaurio en la mente de los ingenuos".
En la pausa comercial, la chica se quedó conmigo en el locutorio y me llenó de preguntas sobre de cómo elegimos a los personajes cuando escribimos. Yo solo deseaba que la entrevista se acabara pronto. Max siguió con sus indirectas hacia mí y varias mujeres me hicieron preguntas cuando volvimos al aire. Afortunadamente soy escritora, imaginación era lo que sobraba en mi cabecita así que pude sortear bien el acoso verbal al que el sexólogo idiota me sometía. No me cortaba, incluso, tuve la última palabra cuando lanzaba esos comentarios con doble sentido que me hacían sonrojar. Joder, yo nunca me había sonrojado.
El programa terminó pasada la media noche y la sensación de que estaba metida en un gran problema se acrecentó. Era evidente que con imaginación y creatividad no me iba a bastar para escribir el libro erótico que Maxwell Editores esperaba.
Estábamos a punto de salir con Sam cuando Tyler, el asistente de Bryan, llegó jadeando hasta nosotras.
—Señorita Runner, ¡qué bueno que no se ha ido!—el chico hacía esfuerzo por controlar su agitada respiración—, Maximiliano me envió a decirle que si bien él nunca ha escrito un libro, ha leído muchos—lo miré sin entender—. Dice que, por su profesión, le regalan muchos textos y que a usted puede que le sirva más que a él—me entregó un paquete.
Tan pronto habían acabado el programa, Max se había ido de la cabina sin decir adiós ni agradecer mi presencia en el programa ¿ahora pretendía cubrir su falta de educación regalándome libros? Lo dicho: era un grandísimo hijo de…
Tomé el paquete y lo guardé en la parte trasera de Mickey. Me despedí de Sam y le hice una seña de despedida a Collin, su marido, que había llegado a buscarla. Me subí a mí coche y deje que mi cabeza se recostara en el respaldo mientras daba gracias a Dios porque que todo había salido… ¿bien?
—¿Estás seguro que no hay nadie?—escuché la voz de una chica.
—Cassedee y Bryan tardaran en bajar, dime ¿te pusiste esa falda para mí?—esa era la voz del cabronazo de Farell, ¿por qué tenía que tener ese tono sexy?
"La curiosidad mató al gato" ¡Já! No soy gato y mirar un poquito no me va a matar, así que me incliné y, atónita, pude identificar la espalda de Max quien, se apoyaba en la parte delantera de un automóvil, entre las piernas de una chica.
¡No iban a hacerlo ahí! ¿O sí?
—¿Para quién más podría ser?—contestó la chica.
¡Oh mierda!
Lo siguiente que escuché fue toda una fiesta de gemidos, jadeos y maldiciones, no podía ver muy bien pero había que ser muy incrédulo como para no saber que le estaba haciendo sexo oral a esa chica y, al parecer por las frases que ella soltaba, no lo hacía nada mal.
Gemidos, jadeos y unas cuantas frases discordantes, se escuchaban por todo el estacionamiento de Maxwell Producciones. Mi respiración se volvió errática y me quedé como una idiota viendo cómo se meneaban, igual que los perros en época de apareo. Un dolor extraño se situó en mi vientre bajo, nunca en mis veintiséis años de vida había visto una película porno pero estaba segura que no era muy diferente a lo que pasaba a unos cuantos autos del mío. Junté mis piernas creando una inquietante fricción, mientras lo escuchaba maldecir y dar un grito salvaje. Los ruidos dejaron de escucharse luego de unos minutos, sentí como las puertas de un auto eran abiertas y luego cerradas. Me agache aún más en el coche, lo último que quería era que él supiera que había actuado como una voyerista. El Aston Martin pasó frente a mi auto deteniéndose y mirando con disimulo; a pesar de la poca luz pude ver como su sonrisa torcida y reluciente se formó en su rostro y luego arrancó.
Mi corazón latía como mil caballos a galope, sentía mis pezones duros y una incomodidad extraña en mi vientre bajo. Samantha me había comentado que, después que uno probaba el sexo, el cuerpo te lo pedía, ¿a esto era lo que Sam se refería? Negué con la cabeza y encendí el auto, necesitaba llegar a casa.
Lo primero que hice, apenas puse un pie en mi departamento, fue ver lo que el idiota de Farell me había enviado. Obvio que era un libro, pero moría saber cuál era. El Kama Sutra, el imbécil me había dado el Kama Sutra. Tenía un mensaje pegado con cinta adhesiva que decía:
Querida Eve:
La Biblia te dice que ames a tu prójimo, el Kama Sutra te dice cómo.
Con amor…
Max
¿Con Amor? ¡Con Amor! Cínico arrogante hijo de su… Ok. Inhala, exhala. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
Estaba enojada conmigo, por idiota y con el imbécil, por retarme. Si tenía dudas sobre escribir ese libro ya no las tenía, nunca nadie se había metido con mi carrera y Max Farell no sería el primero. Había luchado mucho para llegar al lugar en donde estaba e iba a demostrarle a ese hijo de puta de qué madera estaba hecha Evangeline Runner. Busqué mi laptop y compulsivamente, googleé las letras mágicas: BDSM. Entré a un par de blogs que hablan del tema ¿qué pueden encontrarle de placentero a que un hombre te golpee? De donde yo vengo, eso se llama violencia doméstica. Suspiré fuertemente, abrí una hoja de Word. Era el momento de comenzar…
Puedes hacerlo Eve…
Cuatro horas después, mi cabeza seguía siendo una hoja en blanco...
Golpeé mi frente con el borde de la mesa y suspiré fuertemente. ¿A quién engaño? El maldito tiene razón, este libro me va quedar muy grande. Tomé el celular y marqué a la única persona que sabía me ayudaría
—¡David!—prácticamente le grité, por el ruido que escuchaba podía deducir que mi amigo estaba en una de sus acostumbradas fiestas.
—¡Eve de mi vida!—odiaba que David me llamase así, por lo general lo hacía cuando tenía varios tragos encima por lo que no le preste atención.
—Esta mañana cuando nos vimos en la oficina de Maxwell, volviste a decirme que hablarías con tu amigo y te dije que no.
—¿Cambiaste de opinión?—me preguntó rápidamente.
Exhale fuertemente.
—Sí—revolví mis cabellos—, acepto la ayuda teórica de tu amigo. Pregúntale si puede atenderme mañana—escuché la voz de una mujer en la línea y a David reírse—y necesito que estés presente en esa reunión.
Escuché un par de sonrisas chillonas.
—Vale, preciosa, le diré—colgó.
Resoplé frustrada y apagué la laptop caminando hacia mi habitación. Necesitaba dormir y olvidarme del imbécil de Maximiliano 'soy el mejor follando' Farell.
Desperté de mejor humor, me hice unos huevos revueltos con tostadas y desayuné lentamente mientras miraba los correos que me habían llegado. Tomé mi celular y le envié un mensaje a Brit.
Buenos días,
Espero hayas podido dormir bien.
Eve.
No hubo contestación de su parte, iba a darme una ducha y a seguir investigando sobre todo lo referente a literatura erótica, cuando un mensaje de David entró en mi celular.
Bonita
Tenemos cita con Evans, mañana, en el restaurante
"Corner Bistro", Tú fijas la hora.
Sí, lo sé, soy el mejor y me amas.
D.
Tomé la guía telefónica e hice una rápida llamada al restaurante había ido allí una vez junto con Sam y Collin. Con la reservación lista me fui, tomé el celular y teclee:
Lo tengo "Corner Bistro", mesa para tres, 08:00 p.m.
Puntualidad, vamos a hablar de trabajo,
Besos y espero que hayas usado un condón.
E
Llegué con diez minutos de anticipación al restaurante, me sentía muy nerviosa y casi desnuda; sin duda, haberme asesorado con Sam para vestirme para la cena no fue buena idea. Después de convencerme de enfundarme en este micro vestido y colocarme estos zapatos de muerte —de los cuales estaba segura que me arrepentiría mañana—me sacó del departamento y prácticamente me escoltó hasta la entrada del restaurante.
—Reservación a nombre de Editorial Maxwell—dije a la señorita del mostrador.
Mi celular vibró y lo saqué de mi cartera de mano rápidamente.
Hablé con Sam.
Sé que tuviste un día de mierda y
confío en no molestarte, pero surgió
un imprevisto y no puedo acompañarte.
Hablé con Evans y le expliqué de lo que se trata.
Será cabrón, puede ser algo petulante, pero el
hombre sabe lo que hace y habla...
Te quiero, hablamos mañana.
D.
Suspiré frustrada tratando de no enojarme con David. Era viernes, obvio que estaría ocupado con algún par de piernas. Mis manos empezaron a sudar, como siempre, cuando los nervios me ganaban. Saqué un pañuelo de mi cartera y lo apreté entre mis manos justo antes de escuchar aquella jodida y aterciopelada voz que llevaba taladrándome el cerebro desde el día anterior.
—Señorita Runner—Max Farell me observaba con una sonrisa torcida.
Bufé, él no tenía que saber que su sonrisa derretía mis bragas.
—Espero a alguien, Doctor Farell—lo corté.
—¿Tiene una cita?—su voz fue burlona. ¡Maldito hijo de puta!
—Es una cita de trabajo—¿por qué demonios le estaba dando explicaciones?
—¿Vestida así?—me miró detenidamente, de pie a cabeza... ¡Santo Joder!, me sentía desnuda ante su mirada— veo que conoce la magia de los vestidos y los tacones señorita Runner. Un consejo, los pantalones anchos no le hacen justicia ¿Quién podría imaginarse que bajo la tela se ocultan esas piernas y ese culo?—una sonrisa bailó en la comisura de sus labios.
—Señor Farell, mis ojos están acá arriba—no iba a permitir que me tasara como carne para restorán.
Su rostro adoptó una mueca jovial.
—Creo que debí haber hecho la entrevista de anoche en este restaurant—sonrió socarronamente—¿le gustó mi regalo?
Respiré cerrando los ojos y contando hasta diez, cuando los abrí la burla bailaba en los ojos del grandísimo idiota. Iba a mandarlo al infierno con un mapa incluido para que no se perdiera, cuando lo vi sentarse en la silla frente a mí
—¿Qué hace? ¿No ve que espero a alguien?—dije exaltada.
—Lo sé—pasó las manos por su cabello, desordenándolo un poco—Maximiliano Evans Farell, amigo de David—extendió su mano hacia mí con sorna mientras sentía como mi boca se abría lentamente.
No podía ser posible... ¿Qué más tenía que sucederme?
Por un momento el silencio reinó en el lugar, estábamos en un apartado, bastante alejado de las demás mesas
—Esto es un error—murmuré ¿Cómo no pude sumar dos más dos?
Era obvio que David conocía a este hijo de puta.
—No es un error pedir ayuda, señorita Runner —su voz era tan suave y tan caliente cuando quería.
—No necesito de su ayuda, señor Farell—traté de pasar por fría y autosuficiente.
—Evangeline, Evangeline—chasqueó su lengua en desaprobación y luego hizo una seña llamando al mesero—ya que estamos aquí...—alzó una de sus cejas y su brillante sonrisa volvió al ataque mientras el mesero nos daba la carta, él le dio un pequeño asentimiento y el joven se retiró, imagino que dándonos tiempo para ordenar.
—No voy a quedarme—me levanté, No me iba a quedar a escuchar a Wikisexo ¡Já! Wikipedia del sexo y con patas, eso eres, Maximiliano.
—Entonces, ¿para qué me ha citado?—se acomodó en la silla con una mueca sardónica en su rostro—Porque, fue usted quien me citó ¿no?
—Yo no lo he citado, yo…
—David dijo que necesitaba ayuda.
—Necesitaba hablar con un profesional que me enseñara.
—Yo soy un profesional, además de mi hobby por la radiodifusión, soy sexólogo. Uno muy bueno. El mejor, según mis pacientes—sonrió, mostrándome su perfecta dentadura.
—Es usted el hombre más egocéntrico que he conocido.
—Gracias.
—No era un cumplido—resoplé—y no necesito de su ayuda—tomé mi bolso, necesitaba salir de ahí. Iba a levantarme cuando el mesero llego a nuestra mesa nuevamente.
—Tú te lo pierdes, Dulzura, no soy yo el que necesita ayuda—me giñó un ojo. Iba a matar a David—. Por el momento, tráiganos un Merlot—el mesero asintió antes de alejarse. Su rostro tenía ahora esa mueca burlona que estaba empezando a odiar—. El sexo forma parte de la naturaleza y yo, me llevo de maravilla con la naturaleza, creo que podría ser muy útil para tu libro, David me dio a entender que eras algo así como una doncella: virginal y casta.
Una patada en mi estómago me habría afectado menos…
—Con ese argumento, Capote6 debió matar personalmente a los Clutter. Ya se lo dije, soy escritora, señor Farell, tengo la capacidad de crear.
—El sexo no es una historia para contarla, Es una experiencia para vivirla. Mire, estoy dispuesto a tomar parte de mi tiempo para ayudarla con su libro, David es un gran amigo y me comprometí a ayudarlo. Ya que estamos aquí, cenemos y veamos cómo podemos hacer para que salga elegido el editor del año.
—Será difícil, porque yo necesito contarla, de eso se trata la literatura—dije sentándome— y como usted dice que el sexo se practica y no se explica—el mesero llegó descorchando la botella de vino, por lo que preferí callar. Sirvió una copa a Max antes de retirarse dándonos espacio para ordenar. Mi acompañante tomo su copa catándola mientras gemía y alababa el vino—y si se le agregamos que no tiene tiempo—tomé mi copa llevándola a la boca y sintiendo el sabor del vino bajar por mi garganta—, no veo cómo puede ayudarme. Pero, me quedaré para cumplirle a David.
—¿Tiene novio, señorita Runner?—preguntó más preocupado por la carta que por mi respuesta.
—¿Y a usted, que le importa?
—Eso es un no—no me miraba, pero yo sí lo miraba a él. Max tenía un traje de diseñador de color azul eléctrico, no tenía corbata y su camisa blanca tenía los primeros botones desbrochados mostrando la piel de su pecho—¿Le gusta lo que ve?—su ceja se arqueó mirándome por sobre el menú del restaurante.
¡Mierda!... debía dejar de mirarlo como si fuese una quinceañera
—Eso es un "no hablo de mi vida con…
—¿Algún amigo con beneficios?—su mirada volvió a enfocarse en el menú frente a él.
—¡Señor Farell, yo…!
—Antes de seguir con esto, debemos aclarar algo—volvió a interrumpirme, como ya se le estaba haciendo costumbre—; Yo, gentilmente, como el humano caritativo que soy, acepto ayudarle con su libro, si solo si usted cumple con una condición.
—¿Condición?—pregunté confundida—. Si quiere parte de las regalías del libro, tendrá que negociarlo con los abogados de Maxwell Editores, yo simplemente…
—No necesito dinero—¿es que nunca me dejará terminar una frase? El muy maldito, me miraba con ojos maliciosos— ¿Usted no sabe quién soy yo, verdad?
Un cabrón egocéntrico mononeuronal; cínico, arrogante, gilipollas, capullo, individualista. ¡Dios! Podría seguir enlistando sus "Cualidades"
—¿El vecino de David que habla en la radio?—me hice ingenua
—Soy el socio mayoritario de una fundación que hace miles de inseminaciones anuales—el aire me salió de los pulmones—, soy psicólogo graduado de la Universidad de Cambridge con un Máster en Sexología, fui Maestro en la Universidad de New York, tengo mi propia consulta ya que soy terapista de pareja y un programa radial en la noche que mantiene altos niveles de sintonía ¿Cree usted que yo necesito dinero?—alzó una de sus cejas socarronamente.
—¡Qué sé yo! los millonarios nunca están conformes—argumenté tontamente.
—Usted me parece una mujer… ¡Delirante!—¿Qué mierda quería decir?—Y muy inteligente—su mirada se oscureció, parecía peligroso y oscuro—. No es dinero lo que quiero de usted.
—¿Entonces?
—No ha contestado mi pregunta, señorita Runner ¿Tiene usted algún amigo con beneficios?
Estaba confundida, casi mareada.
—¿Qué tiene que ver el hecho que tenga algún tipo de relación con que usted me quiera ayudar con mi libro?
Max se acercó peligrosamente colocando sus manos en la mesa e impulsándose más cerca de mí. Su fragancia fresca se coló por mi nariz. ¡Santo Joder, si sudado olía jodidamente bien, fresco como una lechuga olía mil veces mejor!
—Tiene y yo, se lo aclararé—su rostro quedó a centímetros del mío.
—Lo escucho.
—Quiero arrastrarla hasta mi cama, sentir su cuerpo temblar bajo el mío mientras lo incendio hasta que el clímax arrase con su voluntad—su voz bajó de tono drásticamente—. Quiero follarla hasta quedar agotados, hacer que su pulso se acelere mientras siente que el aire le falta, que su cuerpo va explotar en miles de partículas y va a quedar tan jodidamente saciada que suplicara por más… Te quiero a mi disposición, Eve Runner, cuando quiera, donde quiera y a la hora que quiera. A cambio, te daré el mejor libro erótico que algún puto autor haya publicado en su jodida vida.
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¡Les gusto!
Espero que si….
Les dejo el link del libro en Amazon por si quieren tener mas de la historia.
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kizz
ARY
1 Dios de la mitología griega, célebre por su belleza física
2 Asociación Nacional de Básquetbol de Estados Unidos. Sigla en inglés.
3 Novela romántica de Jane Austen, publicada en 1813.
4 Novela gótica de Emily Brontë, publicada en 1847
5 Personaje antagonista de Harry en la famosa saga Harry Potter
6 Truman Capote fue un notable autor y periodista del siglo XX, que especialmente se hizo notar literariamente por sus relatos de no ficción que combinaban una exquisita narrativa clásica con la crónica periodística.