Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado
Disclaimer: Psycho-Pass y sus personajes no me pertenecen. Las citas usadas y referenciadas pertenecen respectivamente a William Shakespeare y Martin Luther King.
Notas: Cuando comencé este fic, mi única intención era la de escribir un one-shot, pero una vez lo terminé, las ideas sobre qué podría pasar después me animaron a continuarlo y dejar que se convirtiera en esta historia de tres capítulos, todo para poder darle algún tipo de conclusión.
Al final me encontré con las limitaciones de escribir algo tan apagado al canon (y quedé con ganas de escribir un AU [¿o más de uno?], pero esa es otra historia) y sufrí decidiendo entre el final que quería darle, el final que me parecía apropiado y los otros posibles finales que se me ocurrieron. No les diré por cuál me decidí y solo espero que les pueda gustar.
Desde ya: ¡Muchas gracias a todos por leer!
0.5
La noticia del escape de Shougo conmociona al Departamento de Seguridad Pública y a pesar de que la Unidad Uno es la que recibe la orden de su búsqueda y captura —vivo, es la exigencia tal como lo fue en un inicio—, la primera orden que ella recibe de Ginoza es quedarse en el cuartel y vigilar a Kougami; eso último, aclara, es una orden directa de la jefa del Departamento Kasei.
—Ninguno de ustedes hará parte de la investigación —dice antes de partir con Masaoka y Kunizuka tras él. El paradero de Kagari todavía es un misterio y si bien otra unidad está encargada de averiguarlo, hasta ahora no ha habido una sola pista al respecto.
—No me agrada esto —comenta Kougami poco después, sosteniendo un cigarrillo a medio consumir entre sus dedos y con su ceño fruncido. Akane comparte su opinión.
—Entiendo porqué me sacaron del caso —pronuncia en voz baja—, pero no porqué a ti también.
Kougami resopla.
—Sibila sabe —habla luego de una larga calada a su cigarrillo, fijando su vista en el humo en vez de Akane—. No tiene forma de juzgarlo y yo quiero detenerlo. Es obvio qué es lo que haré cuando lo encuentre.
A Akane le toma unos segundos hilar las implicaciones de ello, pero al hacerlo deja escapar un grito ahogado y observa a Kougami con sus ojos completamente abiertos. No ha olvidado la pasión —el deseo de venganza, más que de justicia— con la que Kougami siempre habló de Makishima, mas nunca había pensado en que Kougami querría tomarse la justicia en sus manos.
—Estoy seguro de que tú también estás de acuerdo ahora con el Sistema, Inspectora —añade con un tono sardónico, todavía evitando mirarla.
Es una confesión que la asusta, que habla de cruzar la línea entre ser un criminal latente y un verdadero criminal, y que la hace temer, en retrospectiva, de lo que podría haber pasado de no haber llegado a la cumbre de la torre Nona cuando lo hizo. Y de lo que puede pasar.
No es capaz de decir que Shougo no le importa, no cree que llegue el día en el que logre hacerlo, y aunque quiere odiarlo por todo lo que ha hecho, lo último que desea es tener que sufrir su muerte, más aun si Kougami llegase a ser el causante.
Aun así, recuerda, no es momento para pensar en sus miedos y por eso se obliga a concentrarse en la situación actual antes de contestar.
—Es cierto que no estoy de acuerdo con que no reciba un juicio justo —pronuncia con lentitud, eligiendo con cuidado cada una de sus palabras y obligándose a fortalecer su determinación, la misma que usó para capturar a Shougo por primera vez—, pero también quiero detenerlo y si tengo que volver a arrestarlo, lo haré.
—¿Por qué? —pregunta Kougami, finalmente observándola de frente, expectante y tenso, quizás incluso molesto si juzga por la forma brusca en que apaga la colilla en el cenicero más cercano—. ¿Es porque crees que es parte de tu trabajo, porque crees que es tu obligación o porque no quieres que termine muerto?
La manera en que la cuestiona, en que la obliga a dudar de sus creencias —enseñándole, mostrándole otras perspectivas— y a examinar sus motivos tras una decisión, le recuerda a Shougo.
No es la primera vez que eso sucede y ya no se siente como una coincidencia, mas duda que a Kougami le agradase escuchar que ella comienza a pensar que él y Shougo son sorprendentemente parecidos.
—En parte —dice, enfrentando su mirada sin vacilar a pesar de estar consciente de que la respuesta no es tan simple y no está segura de poder explicarle— es porque me siento responsable y es mi trabajo. Tampoco quiero que muera. Pero... —Akane muerde su labio por un momento, necesitando tomarse un momento para pensar—, Makishima-san está solo, es por eso que él...
—Así que te diste cuenta —interrumpe Kougami,
—¿Eh?
—Makishima probablemente ha pasado toda su vida odiando el Sistema que lo aisló. Creo que ese fue el comienzo.
Eso suena como si Kougami entendiese a Shougo, como si estuviese seguro de algo que Akane apenas ha comenzado a sospechar hace muy poco.
—Según eso es mi culpa —bromea sin ningún humor—. Si hubiese elegido otro trabajo... —Si hubiese permanecido cerca de él es lo que quiere decir, mas cree que Kougami entiende.
—No. —Kougami saca la caja de cigarrillos de su bolsillo y toma uno entre sus dedos—. Como mucho, eso podría haber retrasado su plan por un tiempo. Lo que hizo Makishima no es algo que se decide por una sola razón o en un periodo corto de tiempo, por eso no dejará de matar ahora.
Lo más probable es que sea cierto, aun cuando ella desea que no lo sea. No es por un egocentrismo que la hace querer ser una gran influencia en Shougo, es porque quiere creer que el Shougo que conoció no fue una ilusión, una mentira.
Por unos segundos, todo lo que se escucha en la oficina es el sonido de un cajón al ser abierto. Akane no quiere admitir la posible verdad en la última afirmación de Kougami, tampoco está segura de qué hacer o de qué puede hacer, mas un impulso está creciendo en ella y cuando Kougami encuentra su encendedor, lleva su cigarrillo a sus labios y hacer arder su flama, ella deja de contenerse.
—¿Kougami-san, podrías darme algo de tiempo?
Él baja su mano antes de que la llama alcance su cigarrillo, su mirada tornándose intensa, la de un cazador que ha encontrado el rastro de su presa.
—¿Tienes una corazonada de dónde puede estar?
—No. —Akane está diciendo la verdad—. Pero no puedo quedarme sin hacer nada.
—Si nadie me está vigilando podría ir tras él —habla Kougami como quien señala un simple hecho.
Es posible que sea un intento de engañarla, de hacerla dudar de ir tras Shougo, pero Akane está segura de que todo lo que Kougami ha dicho hasta ahora es cierto y estas palabras no son la excepción. Es una advertencia, pues Kougami está resuelto y ella todavía está andando a tientas, sin saber a ciencia cierta cuál es el camino que recorrerá ahora.
Aun así, está segura de algo: no puede ignorar a Shougo y tal como le habló finalmente a Kougami sobre él, queriendo compensarlo por su silencio; es momento de enfrentar de nuevo a Shougo, esta vez no como una Inspectora encargándose de su deber, y afrontar su verdad.
—Un día, eso es todo lo que te pido.
Kougami deja su encendedor y el cigarrillo todavía sin prender sobre el escritorio y suspira.
—¿Sabes que esto nunca terminará mientras él siga vivo?
Ella ya no es tan ingenua como para negar eso por completo.
—Quiero creer que hay otras opciones —replica, tragando saliva. Que Kougami reitere con sutileza sus intenciones homicidas, al tiempo que le recuerda la aparente incapacidad del Sistema, le provoca escalofríos; aun así, es lo primero lo que más la inquieta—. ¿Por qué me dices todo esto?
Kougami podría callar, aguardar a que ella se descuidara para escapar e ir tras Shougo. En vez de eso le ha advertido una y otra vez, como si se estuviese refrenando por el momento en consideración con ella.
—Aunque no lo creas —pronuncia con un asomo de una sonrisa—, me alegra haber trabajado contigo.
Ah. Esa confesión, que parece tener más de un significado, aclarece todo. Akane sonríe, sincera a pesar de que la inane duda de «y si hubiese conocido a Kougami-san primero...» la asalta de inmediato, mas la descarta segundos después. No tiene sentido pensar en ello en medio de algo que cada vez más se siente como una despedida.
—A mi también.
La sonrisa de Kougami se hace más evidente.
—Ten cuidado.
—Tú también, Kougami-san —dice y segundos después añade—: No te conviertas en un criminal.
—¿Debería decirte lo mismo?
Akane ríe, incapaz de molestarse por el comentario frívolo.
Siente el escozor de las lágrimas en sus ojos y se aleja oficina sin mirar atrás ni decir adiós; solo se detiene antes de salir del edificio mientras limpia su rostro con la manga de su chaqueta y luego continúa, a penas tomándose un momento para cambiar el holograma de su traje de oficina por algo que no la identifica a primera vista. Un pantalón de jean y una camisa se sienten apropiados y sin duda no serán llamativos en los lugares que piensa recorrer.
Es una locura y lo sabe, pero también está consciente de que necesita alcanzar una verdadera conclusión, algo que no logró al arrestarlo en medio un huracán de emociones.
Ahora cree poder afrontar realmente a Shougo y para conseguir al menos eso, necesita encontrarlo.
1.5
Es un capricho que no debería permitirse ahora que está seguro de que Sibila estará usando todos sus ojos para buscarlo, pero aunque tiene ideas para acabar con el Sistema y el país vacío que fue creado con el y sabe cómo hacerlas realidad, no puede resistirse.
No se trata de más que añoranza de días pasados, lo sabe, mas eso no lo detiene y sale, esquivando las cámaras de los escáneres y robots, escabulléndose entre las personas que poco a poco han vuelto a salir a las calles.
Recibe miradas desconfiadas de algunos, demasiado tensos incluso ahora que se anuncia que el Sistema recuperó el control y todos los responsables de los disturbios han sido arrestados. Shougo puede imaginar a Sibila, todos unidos armando planes para sanar el Psycho-Pass de todos los ciudadanos afectados mentalmente, y si bien eso y las señales del rebaño despertando deberían producirle algún tipo de satisfacción, por poca que sea, no lo hace.
No es suficiente.
Los escombros que todavía no han sido recogidos y los negocios que permanecen cerrados, llenos de vestigios de lo sucedido en las últimas horas, no lo hacen cambiar de sentir.
El café, que incluso ahora se siente como un punto de partida, no es la excepción, pues los vidrios rotos ya fueron retirados y están siendo remplazados por un robot, y un camión con nuevas sillas y mesas para exterior está parqueado frente a él.
Todo puede ser sustituido y eso no ha cambiado, probablemente nunca lo hará.
La curva de sus labios, que hace evidente su descontento, se acentúa más al permanecer en el lugar, cuya familiaridad se atenúa según progresan las reparaciones y el impulso que lo llevó allí parece sufrir de igual forma, al menos hasta que la ve.
Akane resalta entre los transeúntes con su andar determinado mas lleno de urgencia, mira de un lado a otro y permanece en el punto ciego de la cámara más cercana. Es tan evidente que lo está buscando y que no quiere que la descubran que Shougo duda qué tan cierto es eso último, a pesar de que ella siempre ha sido sincera y le cuesta creer que podría actuar de esa manera para llevarlo a una trampa.
Aun si ella no tomó voluntariamente el papel de un señuelo, no es imposible que la estén usando como uno sin que ella lo sepa, por lo que acercarse a ella ahora podría llevarlo de regreso a las manos de Sibila.
Sin embargo, seguirla es un riesgo que está dispuesto a correr.
Akane se aleja del café luego de unos minutos y camina hacia la estación en la que hablaron por primera vez, tomando todo el tiempo las mismas precauciones que él. Cuando deja la estación, toma un tren y lo deja un par de paradas más adelante para dirigirse al parque que algunas veces usaron como punto de encuentro; luego pasa por una tienda de antigüedades donde varias ocasiones ella lo acompañó a recoger un libro y finalmente ella va a su propio apartamento.
Aunque su atención ha estado principalmente en ella, Shougo ha mirado a su alrededor lo suficiente para convencerse de que no hay nadie del Departamento de Seguridad Pública cerca, pero a pesar de ello decide aguardar afuera hasta que ella salga, cosa que sucede en poco tiempo.
Todavía hay toque de queda y ya está anocheciendo, por lo que las calles comienzan a tornarse silenciosas y el resguardo que proporciona la presencia de otras personas disminuye cada minuto.
Sí va a actuar, debe ser ahora.
Shougo dobla una esquina y acelera su andar, deduciendo que ella va camino a un restaurante en el que almorzaron en varias ocasiones y decidido a adelantarse e interceptarla.
Encontrar un lugar para ello es fácil, pues están en una parte de la ciudad donde la modernización apenas comienza a hacerse ver y las calles angostas, solo aptas para peatones, siguen ahí como la única ruta hacia ciertos edificios y tiendas; los previos tumultos también llegaron a esa zona y todavía hay locales en espera a ser arreglados antes de volver a funcionar.
Él se decide por uno que queda por la ruta que, cree, Akane tomará. No se equivoca y cuando Akane pasa frente a él sin notar quién se encuentra entre las sombras de la mercancía arruinada, Shougo solo tiene que poner una mano en su boca para impedirle gritar y otra en su cadera para poder halarla hacia a él y llevarla consigo hacia las sombras, lejos de los ojos de Sibila y su rebaño.
La tensión en el cuerpo de Akane es inmediata, mas ella no se resiste, para su extrañeza, y Shougo la deja ir una vez están en el fondo de la tienda, en la sala destinada al almacenaje, y se aleja algunos pasos de ella.
No tiene un plan para actuar o hablar, por lo que le permite reponerse de la sorpresa y solo mete una mano en el bolsillo donde guarda su navaja, la cual toca con la punta de sus dedos sin animarse a empuñarla contra ella.
La oscuridad parcial dificulta ver su expresión, pero no le impide notar su mirada firme e inesperadamente tranquila cuando ella se gira en sus talones para verlo.
—Makishima-san, finalmente te encontré. —No suena cansada después de la búsqueda, ni aliviada de verlo ahí, como si siempre hubiese estado convencida de que lograría hallarlo y ahora solo estuviese enunciando ese hecho.
—Oh —pronuncia Makishima, examinándola sin una sonrisa en su rostro—, imagino que estás aquí para arrestarme de nuevo, Inspectora. —Por alguna razón, es el título el que hace que la máscara de calma de Akane se desmorone, haciéndola encogerse de manera inconsciente.
Esa reacción no dura más que un segundo, pero confirma lo que él ya sospechaba: ella no está ahí como empleada del Departamento de Seguridad Pública.
—¿O quieres saber la verdad tras él Sistema? —tantea con curiosidad y contiene su respiración, expectante.
—¿Realmente importa? —Akane muerde su labio por un momento, mas no aparta su mirada—. ¿No es cualquier injusticia, donde sea que se halle, una amenaza para la justicia?
Shougo siente deseos de echarse a reír.
La naturaleza del Sistema siempre ha sido lo de menos, a diferencia de lo que causa. Akane ahora lo entiende y lo rechaza por eso y aun cuando al tiempo también lo desaprueba a él, la manera en que lo expresa es la prueba de la forma en que él la influenció.
Es más de lo que ha esperado de ella.
—¿Qué es lo que quieres, Akane?
—¿Qué es lo que quieres, Makishima-san? —replica ella de inmediato, frunciendo el ceño de manera apenas perceptible y que podría ser puesta en duda y atribuida a una ilusión causada por las sombras.
Shougo piensa en los días rutinarios junto a Akane, los libros, las conversaciones e incluso los silencios compartidos; también piensa en Kougami, una interesante e inesperada sorpresa que, siente, será quien acabe con su vida algún día —hoy, mañana, en diez años; está seguro de que nada hará mella en la persistencia de Kougami.
Sin decir palabra, Shougo da un paso en su dirección. Akane retrocede.
—No puedo perdonar lo que hiciste —dice ella — y tampoco dejaré que se repita. Haré lo que sea necesario para detenerte.
—Lo sé —acepta Shougo, sintiendo que se están acercando a una conclusión, a una promesa de eternidad y a un nuevo tipo de reto, más interesante que el que presentan los cerebros tras Sibila y Kougami mismo. Solo pensarlo hace que note su pulso acelerado y que contenga la respiración, sintiéndose más vivo de lo que ha estado en años—. Así que eso es lo que planeas hacer.
El silencio se prolonga en una muestra de titubeo, pero este pronto se esfuma, dejando la determinación —la muestra de voluntad pura— que siempre le ha gustado ver en Akane.
—Sí. —Todo indica que Akane acaba de hallar su camino, acaba de decidir esa respuesta, mas su voz es firme y la convicción que evidencia en ella es absoluta—. Esta vez no me iré.
Es una promesa que no se limita a un deber moral y que contradice a la sociedad que tiene un remplazo para todo y aunque no es lo que ha estado buscando conseguir, es más gratificante que descubrir verdades, iniciar revoluciones y retar a la muerte.
Shougo sonríe sin siquiera pensarlo y cuando da otro paso hacia ella y Akane no hace ningún amague de alejarse ni de huir, se pregunta si ella le permitirá besarla.
2
—¿¡La dejaste ir!?
Ginoza no ha lucido bien en los últimos días y su palidez incrementa incluso más mientras sube su voz y sus ojos se agrandan en sorpresa y miedo. Sus brazos, que dejó apoyados sobre el escritorio después de golpearlo con sus palmas, tiemblan.
No hay nada que pueda decir para tranquilizarlo cuando él mismo a duras penas ha logrado contenerse de salir corriendo tras ella.
—Pensé que era la Inspectora la que debía vigilarme, no viceversa —replica Kougami, observando lo que queda del cigarrillo en sus manos antes de apagar definitivamente la colilla en el cenicero frente a él, el cual requiere ser limpiado pronto.
Aunque Ginoza endereza su postura y se mantiene firme, fulminándolo con su mirada, parece estar a punto de desboronarse.
—¿Estás olvidando su relación con Makishima? —pronuncia entre dientes—-. Si Tsunemori creía saber dónde se estaba escondiendo, debió habernos informado de su posible paradero.
—Ella cree que esta es la única forma de detener a Makishima sin matarlo —señala, sacando la cajetilla de cigarrillos y descubriéndola vacía. Ha pasado más tiempo del que él mismo ha creído ahí, queriendo otorgarle un día tal como prometió y repasando en su mente todo lo que sabe de Makishima y de Akane y de ambos.
Makishima no la lastimará, al menos no de inmediato, y esa es la certeza que le ha permitido permanecer ahí. Pero si se equivoca, si Akane no es tan importante para Makishima como sospecha que lo es...
—¿Esta? —insiste Ginoza, impaciente.
—Custodiarlo personalmente. —Al menos el perfil de Akane lo hace creer que ella llegará a tomar esa decisión tarde o temprano—. No la malinterpretes —continúa Kougami, apretando la caja antes de dejarla también en el cenicero—, no me sorprendería si algún día intenta buscar ayuda en un país en el que todavía hay un sistema judicial de justicia para presionar a que lo juzguen aquí por sus crímenes.
Porque por mucho que Makishima siga siendo importante para Akane, ella no es el tipo de persona que acepta injusticias sin importar cuál sea el motivo tras estas.
—Él es un criminal demasiado peligroso y es nuestro trabajo...
—Confía en ella, Gino —interrumpe Kougami. Probablemente ella es más capaz que el Sistema y todas sus herramientas. Pero si ni siquiera ella logra detenerlo, si ese bastardo de Makishima llega a hacerle algo, él se encargará de acabarlo aun cuando sabe que Akane no lo perdonará por ello.
—¿¡Si quiera te importa...!?
—¡Claro que me importa! —No es su intención alzar su voz, mas lo hace y la sorpresa de Ginoza ante eso es visible.
Es difícil fingir indiferencia y calma por demasiado tiempo.
Ginoza parece entenderlo una vez pasado el sobresalto, pues aparta la mirada y masajea su temple con dos dedos por un corto instante.
—No tengo idea de cómo explicaré esto —murmura después de un rato con una expresión cansada.
Es evidente que Ginoza está en su límite y dejar toda la responsabilidad en sus hombros lo destruirá; él, además, necesita una distracción si pretende aguardar las más de quince horas que todavía le quedan a Akane e incluso más tiempo si recibe buenas noticias de Akane, aun si es en la forma de una total ausencia de malas noticias.
—Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo —asegura Kougami, sintiendo un peso menos cuando la sorpresa de Ginoza al escuchar sus palabras se convierte en algo cercano a agradecimiento.