Disclaimer: los personajes no son, ni serán míos. El manga basado en esta historia fue creado por Rumiko Takahashi. Esta historia está hecha sin fines de lucro


Noches chocolateras

Feliz día de San Valentin, sweetheart


¿Aún no sabes el lugar perfecto para cenar este día de San Valentín? Ven y disfruta de las noches chocolateras, una experiencia inolvidable; donde tú y tu pareja se deleitarán con los increíbles pasteles de chocolate y de un servicio de primera calidad…Sí, calidad…

―¿Y bien, qué es lo que quieren tragar?―Inuyasha chasqueó la lengua mientras sacaba su pequeña libreta para anotar la orden. La pareja que estaba recién casada se quedó en silencio por dos segundos antes de levantarse e irse del lugar―. Feh, al menos pagaron la reservación…

―¡Inuyasha!―siseó Sango antes de darle un golpe en la cabeza―. ¿Eres un idiota o qué? Ah, claro que eres un idiota. Sino no te comportarías de esa manera―El hombre arrugó el entrecejo, ella suspiró mientras sacaba un trapo para limpiar la mesa ―. Inuyasha, sé que tenías planes para este día pero te recuerdo que debes ser amable con los clientes, o sino el jefe te va a despedir o cubrir turnos extras…

―Como tú. ¿Aún no te ha perdonado por el incidente del otro día?―Inuyasha tomó una bandeja vacía y comenzó a llenarla con pequeños muffins de chocolate. Sango lo fulminó con la mirada―. Feh, tú eres la tonta por armar un espectáculo de celos con Miroku. Él ni hizo nada.

―¡No lo defiendas! El muy ruin tocó el trasero de alguien más, incluso tú lo alentaste.―Los ojos de Sango eran dos llamaradas de terror, Inuyasha suspiró molesto tratando de no provocar a la pequeña furia con patas que tenía como amiga. Ladeó la cabeza, resignado siguió con su labor―. Y no me distraigas, te estaba regañando. Tienes que conservar este empleo, Inuyasha. Es increíble que en menos de tres meses hayas sido despedido en cuatro trabajos.―Le arrebató la bandeja y la llevó al carrito de postres. Su amigo solo bufó por respuesta, en ese momento quiso golpearlo.― Incluso aún debes los daños de esa cafetería…

―¡Kagome no me dio ni un maldito centavo! ¡Y ella fue quién empezó!―acusó su amigo señalando a una imaginaria chica de cabello azabache―. Después de dejarme como un pastel humano se fue ¡Y jamás pagó los daños!

―Inuyasha, la invitaste en su cumpleaños a una tarde pastelera, la insultaste, le arrojaste pastel…―El mesero estuvo a punto de interrumpir pero una mano se estrelló en su rostro―. Calla, no me interrumpas―Sango arqueó una ceja y cruzó los brazos―. ¿Y quieres que ella pague los daños cuando tú eres el responsable de todo? Además, ya tenías el dinero, no entiendo…

―El cheque no tenía fondos―Esta vez fue él quien cruzó los brazos―. El maldito de mi hermano canceló mis tarjetas por "estúpido e inmaduro"―hizo una trompetilla con su lengua―. Como si él no hubiera hecho en su adolescencia…

―Resulta, cariño, que tú ya no eres un adolescente sino un adulto, irresponsable por cierto―tocó el pecho varonil negó con la cabeza―. Escucha, sé que odias trabajar en esta cafetería pero trata de hacerlo un poco mejor, ¿por favor?―pestañeó dos veces cual cachorrito. Sonrió victoriosa al percatarse de la lucha interna que tenía Inuyasha.

―Feh, como si me importara―resopló con una pequeña sonrisa burlona. Sango pudo escuchar el sonido de un disco rayado y la furia surgió:

―Lo diré solo una vez―jaló la corbata negra de su amigo y lo hizo bajar hasta la altura de sus ojos―. Serás amable con los clientes. No ironías, no sarcasmos, no coqueteos. ―Su voz era amenazante, gélida, casi inhumana. Inuyasha perdió color ante la fuerza de Sango que ejercía en su cuello―. Porque si pierdes este trabajo, no solo serás despedido sino también yo, ya que abogué por ti para que lo obtuvieras. Entonces, si aprecias tu hombría volverás a trabajar y serás la persona más dulce y feliz que haya conocido―Lo soltó de a golpe y lo hizo voltearse hacia las demás mesas―. Ahora ve mi querido amigo―azotó su mano en el trasero varonil antes de irse a la cocina.

Inuyasha no sólo se quedó temblando de miedo―que bien trataba de ocultarlo― si no que acarició su adolorida nalguita. ¿Qué carajos le pasaba a su amiga? Tal vez la frustración sexual…Eh, era mejor no pensar en eso. Suspiró por enésima vez y forzó una sonrisa. Bien, si quería conservarse completo debía trabajar…Ni modo.

Miró el reloj, eran las diez de la noche. Realmente había mucho trabajo por hacer, la promoción de los chocolates marchaba a la perfección y aunque había perdido varios clientes tenía su premio de consolación: tres papeles con números telefónicos para divertirse. Bueno, era hora de trabajar. Tomó de nuevo la bandeja que estaba en la barra y comenzó a repartir las órdenes entre los comensales.

No tardó mucho en cubrir algunas mesas, cada vez que se acercaba a un cliente podía sentir la mirada mortífera de su amiga en su espalda. Y claro que era ella, desde la cocina podía ver aquellos ojos flameantes de desconfianza e ira. Su sonrisa no duró mucho, no cuando vio a cierta persona adentrarse al restaurante, ¿Acaso ella quería burlarse de él? Estaba preparando sus mejores argumentos pasivos-agresivos hacia Kagome. Era extraño que ella viniera en este día, la última vez que hablaron por teléfono fue cuando él exigió dinero para los daños. No terminó bien la conversación, pero suponía que en esta fecha ella estaría con sus amigas o viendo la televisión y comiendo helado, ser la antisocial que era…Pero…

Había alguien más. Y ella estaba hermosa, más hermosa que en su cumpleaños…

¿Quién carajos era el imbécil que la invitó a salir? ¿Y por qué ella sonreía de lo lindo?

―Inuyasha, te toca la mesa cuatro―El gerente se quedó mirando a Inuyasha por dos segundos, los suficientes para saber que esto no iba a terminar bien. Podía sentir la furia emanando de aquel terrible mesero―. ¿Sabes qué? Mejor le diré a Sango…

―No. Ahora voy.―Inuyasha tomó la bandeja vacía y comenzó a caminar hacia esa dichosa mesa. El gerente corrió hacia la cocina, sabía que Sango, su hermosa cocinera, era capaz de domar a esa bestia. Solo esperaba llegar a tiempo, temía que Inuyasha matara a alguien con ese rostro de culo.

Por su parte, Kagome siguió forzando su sonrisa mientras jugaba con los rizos de su cabello. Solo pedía con todo su corazón matar a sus amigas quienes fueron las impulsoras de esta estúpida idea. ¿Cómo aceptó esto? Ah, claro, Inuyasha. El muy imbécil le había exigido dinero por los daños de aquella cafetería; después de esa terrible conversación por teléfono, meditó y comprendió que gran parte del desastre fue su culpa y de su terrible genio. ¿Cómo ayudar al imbécil amigo de su infancia? No quería pedirle dinero a su madre, ya suficiente pagaba la universidad. Así que consideró a sus amigas de secundaria―terrible error, por cierto― sin embargo, nunca pensó hacerles caso de alquilarse como cita para San Valentín…Pésima idea. La paga era buena, claro, todo el día con diversas salidas sin ningún contacto sexual era sensacional, pero este hombre que tenía como cita era perturbador…

―Ahora escucha este: ¿alguna vez te sentaste en azúcar? Porque tienes un trasero dulcísimo―carcajeó el hombre, manoteaba y tenía ataques de risa por sus terribles bromas y buenos coqueteos―según él―Kagome asintió, fruncieron los labios como si fueran una sonrisa.―. ¿Sabes, preciosa? Es agradable pasar esta cena contigo―Le tomó las manos y ella respingó.―. Me preguntaba si podíamos comprar jarabe de chocolate, y ya sabes, divertirnos después…

―¿Cuál es su maldita orden?―La chica chispó sus manos con horror al ver a Inuyasha enfrente de ella. Había escuchado que él tuvo diversos trabajos: repartidor de pizza, fontanero, paseador de perros, lavador de autos pero nunca se imaginó un mesero, y un mesero enojado. Conocía ese rostro, Inuyasha tenía furia fase cuatro, podía notarlo en sus fosas nasales, se abrían y cerraban tan rápido como un animal a punto de embestir a su presa.

Esto no estaba bien, nada, nada bien. No quería generarle una mala impresión a su amigo diciendo que ella se alquilaba en San Valentín, sin mencionar que su querida pareja era un depravado sexual. ¿Esta cita puede ir peor?

―Tranquilo amigo.―suavizó el hombre que tenía como pareja mientras entrelazaba los dedos de Kagome con los suyos―. Sé que tienes envidia ya que esta mujer es c'est Magnifique. Pero llegará la indicada, ya verás―Por si fuera poco, tuvo la osadía de besarle la mano y subir hasta su antebrazo con pequeños besos. Kagome gritó en su interior al ver la expresión de Inuyasha. Las manos del mesero eran dos puños blancos debido a la fuerza ―. Queremos el primer paquete: dos malteadas y un tazón de fresas.

―Feh, pues ese paquete es muy barato para ella, ¿no crees? Digo, ella al menos merece pasteles. Algo digno para la princesa mientras otros trabajan.―Sería correcto decir que todo ese argumento fue dicho sin apartar la vista de Kagome. La chica se ruborizó, bajó su rostro avergonzada. Sí, Inuyasha ya tenía una mala, malísima impresión de ella.

―Oh, amigo. Es que no nos quedaremos a cenar, eso será después y en otro lugar, ¿verdad, preciosa?―Kagome se cubrió el rostro, ya ni quería ver la cara de Inuyasha. Su pareja vio la vergüenza de su cita y suspiró―. Sin embargo pediré una rebana de pastel para mi chica, necesitará fuerzas para esta noche.

Alguien mátenme por el amor de Dios.

Te voy a partir tu madre, puto.

Esos fueron los pensamientos de ambos protagonistas, lástima que ningún dijo una palabra. Inuyasha asintió y se fue, caminaba rápido, empujando a otros clientes y a otros meseros. Se veía la bilis que se filtraba en él. Kagome bajó la vista y suspiró.

¿Y si se iba así y nada más? Ya le habían pagado pero…

―Pobre hombres, se ve que le hace tanta falta el amor. Al menos te tengo a ti, preciosa―Kagome mordió sus labios, incomoda. El hombre sonrió para sus adentros, según la lógica masculina eso significaba sexo. Sí, eso o que ella estaba estreñida.

Por su parte el gerente casi muere de un infarto al ver a Inuyasha llegar a la cocina. Si no había matado a nadie hasta ahora, sin duda iba a torturar a alguien, podía notarlo en su rostro: había una vena que sobresalía en su sien, la mandíbula apretada, la frente en forma de acordeón…

―Oye, Inuyasha. Ya te puedes ir, digo, es un día especial. Sango se va a encargar…

―A un lado―musitó Inuyasha empujando con su mano al hombre gordiflón. El gerente se acomodó los anteojos y tembló. Esto iba a ser un desastre. Se levantó y con temor daba pasos hacia la oficina de su jefa: la dueña del restaurante.

―Inuyasha, cálmate. Yo me encargaré…

―El primer paquete y un pastel de chocolate―Inuyasha estrelló la libreta en el rostro de Sango para que pudiese ver mejor la orden. Sango abrió la boca pero no salió ninguna palabra. Sabía que Inuyasha era una bestia cuando se enfadaba, si, Miroku aún tiene la cicatriz en su espalda. Un mal día para los amigos.

―Inuyasha, por favor. Debe de haber una explicación para que Kagome…

― El primer paquete y un pastel de chocolate, ¿O lo hago yo?―La castaña miró a su amigo por dos segundos antes de bajar la cabeza y suspirar.

―No mates a nadie, por favor―Inuyasha no dijo nada más, tomo la bandeja y se fue.

Estaba molesto, muy molesto. Kagome no estaba feliz de estar ahí, no debía ser un genio para percatarse de la mueca forzada de la chica ni el continuo movimiento de sus pies, ¿por qué estaba con ese imbécil? Odiaba verla tan hermosa con alguien más… ¿Ella quería eso? No, no podía ser. Caminó más rápido, divisó a la mujer que miraba a todos lados rehuyendo de los acercamientos de ese idiota. Cuando llegó ante ellos pudo ver en los ojos de aquella muchacha los gritos de auxilio.

―¿Entonces qué, preciosa? ¿Dispuesta a acompañarme a un lugar más privado?―Inuyasha comenzó a contar hasta diez. Por muy iracundo que estaba recordaba la mirada de preocupación de Sango. El empleo era importante para ella, costeaba su universidad. Tomó los vasos de la malteada y comenzó a servirlos.

―No. No voy a hacer eso.―Kagome apretó los bordes de su vestido y encaró al hombre. Su paciencia estaba al límite, no tenía que soportar más las humillaciones y la vergüenza. Vio lentamente la desfiguración del rostro de su acompañante, la ira que había en sus ojos no le gustó.

―Espera un segundo―abrió las palmas de su mano. Inuyasha seguía en su labor, su frente estaba arrugada―. ¿Me estás diciendo que te vendes pero no las das?―Inuyasha encrespó los dedos ante ese comentario. Su vista voló hacia Kagome, la chica frunció el ceño―. Pagué las malditas entradas y el maldito helado por nada. Vaya que puta más cara…

El movimiento fue rápido, tanto que ni siquiera Kagome pudo reaccionar, solo vio a su acompañante volar hacia otra mesa. El impacto fue brusco, el hombre cayó encima de una mesa de postres, se levantó, tenía la nariz rota y posiblemente chocolate en sus calzones. Inuyasha estaba de pie, su puño aún en posición, sus ojos amenazantes…Daba miedo. La música del lugar se detuvo, los clientes se miraron entre sí sorprendidos y alarmados. Inuyasha tronó sus dedos.

―Vuelve a repetir lo que dijiste, imbécil―El hombre se levantó, sus ojos estaban llenos de furia y tomó una posición estúpida de pelea.

―Mira meserito, yo me crié en las calles. Este golpe fue de suerte. ―Quiso intimidarlo, en verdad que esa eran sus intenciones, pero para desgracia de ese idiota desconocía que Inuyasha era cinta negra en karate.

Kagome mordió sus labios al ver la expresión de Inuyasha…La misma con la que se enfrentó con el gerente de aquella vez. Esto significaba la muerte.

Sango, por su parte, se quitó el mandil y miró con resignación su fotografía como empleado del mes en la pared.

La descolgó.

-.-.-.-.-.-

La cocinera miró como la ambulancia se alejaba cada vez más y más. No había patrullas, no gracias a Dios. Miró a su amigo quien tronaba su cuello con una sonrisa arrogante, Kagome se masajeaba las sienes.

Qué noche.

―Nunca pensé que la dueña fuera el novio de este chico―comentó Sango arropándose con su abrigo. Realmente no esperaba eso, solo vio la paliza que daba Inuyasha al pobre hombre cuando la dueña del restaurante apareció, lo curioso es que tenía un trofeo en la mano y asestó un golpe en la cabeza de ese tipo. Entre los gritos descubrió que el muchacho tenía un historial de infidelidades y que la jefa no iba a tener piedad. Fue gracioso ver tanto el mesero como la dueña hacer turnos para torturar al pobre chico. El resultado no fue lindo, pero al menos no iba a perder su trabajo ni el de Inuyasha, claro, siempre y cuando no embargaran el lugar.―. Bien, creo que es momento de irme.―No debía ser un genio para percatarse de la incómoda situación que había entre esos dos. Nope. Solo había que mirar el aura de Inuyasha y la cara de Kagome. Era mejor huir antes de explotar la bomba. Una bocina de automóvil la hizo voltear, Miroku estaba dentro con una sonrisa en el rostro.

Al menos podría disfrutar un poco de San Valentín.

Mientras tanto, Kagome e Inuyasha miraban la dirección donde se había ido la ambulancia. El silencio duró poco, lo suficiente para hacerle notar a la chica que Inuyasha aún estaba molesto. Solo un poquito.

―¡¿QUÉ CARAJOS TENÍAS EN LA CABEZA?!―Kagome frunció sus labios, juró en ese instante que su tímpano ya estaba en la siguiente cuadra. Inuyasha respiraba fuertemente, realmente se había contenido…En verdad, pero al saber que Kagome se había alquilado era simplemente…Horror―. Eres una idiota, ¿No sabes lo que te expones?

―¡Pues qué querías!―manoteó la mujer tratando de no gritar igual. Demasiado tarde ya estaba hiperventilando― ¿QUERÍAS DINERO, NO? PUES BIEN, AHÍ LO TIENES―Le arrojó un pequeño fajo de billetes, Inuyasha entrecerró sus ojos dolido―. Ah, no. No me mirarás así. Querías dinero, ahí está.

―¡No de esa forma Kagome!

―¡NADA TE HACE FELIZ! ¿VERDAD?―Se jaló los rizos, dio un par de brinquitos.―. No quería esto, pero pensé: no, inuyasha se esfuerza demasiado. Eres cruel Kagome… Y ahora no lo quieres.

―NO ASÍ.

―¿ENTONCES QUÉ?

―QUERIA PASAR SAN VALENTIN CONTIGO―Kagome se quedó atónita al escuchar tal revelación. Inuyasha estaba bufando, si no fuera humano creía que se había convertido en un pequeño búfalo. No pasaron dos segundos antes de ver como el rostro de su amigo se ponía de un intenso color rojo. Le dio la espalda a la chica tan rápido como pudo―. Sólo…Eres una tonta, Kagome.

La azabache suspiró. Odiaba pelearse así con Inuyasha, no lo merecían…Bajó la mirada y con timidez dio un leve tirón a la camisa del chico. Inuyasha respingó.

―Yo también quería pasar este día contigo―El hombre no se dio vuelta al instante. El silencio se propagó por varios segundos hasta que un rugido de estómago rompió la terrible tensión.

―¿No has comido nada?―Pudo apreciar el rostro sonrojado de su amiga, le pareció adorable.

―Palomitas, y eso fue hace seis horas…

―Mi tuno ya terminó. Podemos…Ya sabes, ¿ramen?―Se encogió de hombros, disimulando su nerviosismo y es que después de todo esto… ¿Cómo no estar nervioso?

―Ramen.―Le dio un leve golpe al hombro, ambos sonrieron y comenzaron a caminar.

―Ah, por cierto…Kagome.

―¿Sí?

―¿Podría alquilarte para tiempo completo?


Sabía que debía hacer una continuación de esto, pero no tenía ni la inspiración ni el tiempo para realizarlo. Al menos me tomó un día, eso fue bueno...Y yo que quería hacerlo corto.

En fin, espero que les haya gustado. Este reto pertenece al Foro Siéntate de Inuyasha.

Mando besos y amorsh.

firee fuera;)

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