Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia es de nccm, yo solo la comparto con todas ustedes.
Nunca Te Amaré
Capítulo 18. Decisiones
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De las 2 semanas ya había pasado una y medía, no sentía ningún cambio en mi, nada de nada, me parecía que era una buena señal. Me auto analizaba cada vez que podía, no mareos, no nauseas, no depresión como Alice, estabilidad total. Estaba sentada en mi oficina mientras había dejado a Edward con los chicos de presupuesto mostrándole los sistemas computarizados y otras cosas.
En realidad era una pequeña excusa porque necesitaba sentarme con Rosalie a revisar el proyecto en el que ella participaba y no quería que viera nuestras discusiones. Esperaba recostada en mi silla que ella llegara, solo faltaban tres días para empezar a preocuparme, siempre había sido puntual en mi menstruación y si me faltaba me realizaría inmediatamente el examen de sangre.
Mis nervios empezaban a jugar conmigo, perdía la concentración en las cosas y siempre movía alguna parte de mi cuerpo buscando la forma de drenar la ansiedad. El sonido de la puerta me indicó la llegada de Rose y el momento oportuno para ponerme en guardia en espera de alguno de sus reclamos.
— ¿Puedo pasar? —Su rostro no era el acostumbrado hielo, se veía un poco más calida. ¿Será que las cosas iban bien con Emmet? Esperaba que sí.
— Sí adelante, te estaba esperando —Entro cerrando la puerta tras su paso y arrastró una silla al lado de la mía.
— Traje los avances en una presentación para que la analicemos en conjunto —Emitió una mínima sonrisa y se aproximo a mi equipo a colocarla. Mi tacón golpeaba al piso insistentemente haciendo un ruido chocante contra la madera —Si estas ocupada puedo venir después —Me dijo al ver mis movimientos y los calmé.
— No tranquila, tengo muchas cosas en la cabeza y me impaciento.
No dijo más nada mientras ella empezaba a pasar las láminas explicándome los avances y las adecuaciones que habían hecho a las ideas originales. Como siempre ella hacia muy bien su trabajo, de hecho ya estaba casi listo. Mis manos ahora jugaban con el dispositivo del bolígrafo, se oía el sonido metálico dentro de la conversación que entablábamos. Rosalie me miró de nuevo y sin decir palabra me quito el bolígrafo de las manos.
— Sí te molesta mi presencia me lo dices y lo ves sola —Reprochó con su tono irónico de nuevo.
— Te dije que es porque tengo mucho trabajo —Repliqué también —Solo acomoda los detalles que vimos y por lo demás todo esta bien —Se paró y colocó la silla en su lugar pero antes de salir volvió su cuerpo.
— Tenemos que hablar y no de trabajo —Su actitud me sorprendió no estaba de tono altanero sino algo sutil. Sentí un respiro dentro de mí, sentía el cambio en su mirada, quizás había entendido las cosas.
— ¿De que necesitas hablar? —Pregunté sin mostrar mis emociones aunque por dentro me muriera porque todo se aclarara definitivamente entre las dos.
Habíamos tenido problemas por su rabia acumulada, nos habíamos dicho cosas horribles pero la seguía queriendo era mi amiga y deseaba poder hablar con ella como siempre, como antes.
— No sé por donde empezar, creo que necesitamos algo de tiempo ¿Tienes espacio o lo dejamos para después? —Me preguntó.
— Creo que tengo tiempo, siéntate.
— Primero que nada y aunque había querido hacerlo antes, me contuve de preguntar ¿Cómo estas? Me contaron lo de tu asalto y —Se quedó sin terminar la frase y decidí ayudarla.
— Que te puedo decir ha sido una de las peores experiencias de mi vida pero solo fue un susto y estoy tratando de superarlo —Le dediqué una tímida sonrisa y ambas bajamos la mirada.
— Supongo, nunca me ha pasado algo así, tampoco quiero que me pase —Repetía algo nervioso —Ni me alegro que te haya pasado a ti, es decir me pareció horrible —Estaba hablando sin parar y muy rápido.
— Te entiendo — Sonreí de nuevo.
— Bella, yo he estado hablando con Emmet —Soltó sin respirar.
— Lo sé —Respondí con miedo a estropear el pequeño avance.
— Me imaginé —Sentí un poco de desilusión en su voz.
— Rose por favor, no sigas haciéndote daño sin motivos entre Emmet y yo solo hay amistad, él te ama, lo sé.
— No sé Bella, no sé. Lo que Emmet me hizo dolió demasiado y mucho más los motivos, los cuales tú conocías muy bien y callaste.
— Rose, callé lo admito pero por miedo a hacerte más daño sin necesidad. Yo conozco a Emmet y sabía que eso fue un escudo o cualquier cosa pero que el solo te amaba a ti. Créeme que si no lo supiera no te diría nada de esto.
— Necesito tiempo, tiempo para confiar en él, para confiar en ti —Su voz se quebró y sentí ganas de abrazarla pero me contuve —Bueno me voy, tengo algunas cosas que hacer antes del almuerzo.
— Me gustó hablar contigo —Le dije con sinceridad.
— A mi también —Se paró caminando a la puerta pero antes de salir volteo — Eso que te tiene preocupada, si necesitas hablar con alguien —Señalo a su oficina y trancó la puerta.
No podía creerlo, de verdad estaba a punto de llorar de alegría, mi amiga estaba superando el pasado y quizás podíamos volver a ser las grandes amigas que fuimos. Sonreí y volví a mis deberes. Terminé de leer algunos correos y salía almorzar con Edward donde Harry. No pasó nada emocionante el resto del día, ni los siguientes. La rutina de trabajo, la cena de nuevo en casa de mis padres, visitas a Alice y mis nervios volviéndome loca, lo normal. Había sido muy buena en disimular la carga que llevaba por dentro por supuesto Edward no había notado nada.
El sábado por la noche llegó y si bien no había sentido malestares extraños tampoco tenía síndrome premenstrual. Esperaba aquel dolor desgarrador de vientre, el mal humor y las ganas de comer chocolate como nunca pero no aparecieron. Tampoco era mala señal, es decir estaba en punto muerto ni si ni no. Me duché y acosté al lado de Edward acurrucándome entre sus brazos. Mañana sería el día, mañana sabría si había algún retraso y la posibilidad de un embarazo. Si mañana no tenía muestras de mi periodo el lunes a primera hora tendría que pasar por el laboratorio a hacerme los exámenes.
La mañana del domingo llegó y me levanté a las seis de la mañana. No podía seguir engañándome en la cama que estaba dormida cuando desde hacía un buen rato que oía los pájaros, cada carro que pasaba y cualquier sonido infinitesimal en el ambiente. Me debatí durante unos minutos si al pararme de la cama hacía primero el desayuno o iba al baño, pero en cuanto puse un pie en el piso corrí al baño, cerré la puerta y baje mis pantalones junto con la ropa interior. Resultado blanco, una propaganda de detergente se vería opacada con la pulcritud de mi ropa. No importa aun era demasiado temprano, siempre bajaba durante la madrugada pero algunos cambios eran normales, las relaciones sexuales cambian las cosas, de alguna forma afectan el cuerpo, pero espero de corazón que no de la forma que estoy pensando.
Terminé de utilizar el baño y me dirigí a la cocina a preparar el desayuno. Tenía que ocupar la mente si me quedaba sin hacer nada colapsaba. Prepare un desayuno completo, si Edward no hubiese despertado habría hecho comida para alimentar a todo el edificio. Preparé hot cakes, huevos revueltos, tocino, frutas, café, zumo natural. Cuando Edward regresó de cepillarse los dientes se quedó asombrado con toda la comida que había hecho pero no se quejó más bien se la comió toda y yo apenas probé un poco de todo.
— Que buen desayuno, creo que voy a explotar —Dijo al meterse el ultimo bocado a la boca.
— Me alegro que te guste —Sonreí mientras empezaba a recoger los platos.
— Déjame ayudarte que después de este gesto que ha tenido mi esposa se merece ir a descansar —No descansar es lo menos que necesito, relajarme sería igual sentarme en una cama de llena de clavos.
— No amor, este día es para complacer a mi trabajador esposo, así que tu a ver el fútbol o lo que sea.
— Mejor lo hacemos los dos y luego vemos juntos la televisión —Me abrazó por la detrás y beso mi cuello.
— Está bien, sacude los platos y yo voy lavándolos.
Empezó a hacerlo mientras yo comencé a lavar y a enjuagar. Cuando terminamos lo acompañé un rato a ver el canal deportivo pero me paré a recoger, limpiar un poco la casa y lavar la ropa. Me ocupé lo más que pude durante el día aprovechando para hacer esfuerzos y ayudar a mi período a bajar pero nada. Cada media hora entraba al baño a asegurarme pero todo seguía igual. Cuando finalmente llegó la hora de acostarnos, me recosté de las almohadas y suspiré llamando la atención de Edward.
— Bella, amor ¿Te sientes mal?
— No ¿Por qué? —Pregunté con miedo que se hubiera dado cuenta de todo
— Nada pensé que estabas mal del estomago como entras cada rato al baño.
— No, de verdad estoy bien —No preguntó más del asusto y me abrazo. Me regaló muchos besos y cariños pero no insistió en nada más mi cuerpo aunque lo deseaba estaba demasiado nerviosa.
El ajetreo del día me permitió quedarme dormida profundamente pero desperté igual del temprano que el día anterior. Tenía que inventar una excusa para poder faltar en la mañana al trabajo sin que Edward supiera lo que de verdad tenía que hacer. Me arreglé antes que él despertara pero cuando estuve a punto de partir como fugitiva con los tacones en la mano sentí como me llamaba.
— Bella, ¿A donde vas? — ¿A dónde voy?, ¿a dónde voy? No se me ocurre nada, maldición. A misa, no me creería, al banco muy temprano, a trotar con traje y tacones no era viable. Me volteé y me acerqué a darle un beso de buenos días a ver si le hacía olvidar la pregunta.
— Hola amor— Le di un beso apasionado y el me tomó por la cintura poniéndome sobre él. Mala decisión. Ahora que hago.
— Entonces— Me dijo cuando dejo de besarme— ¿A dónde vas mi chica sin mi?
— Edward, voy a acompañar a mi madre al médico me mando un mensaje ayer y se me olvido comentarte.
— Te llevo, espérame y me cambio rápido.
— No amor, si hoy es tu primer día oficial de trabajo debes estar allá lo más puntual que se pueda —En momentos así recordaba que había heredado la manipulación de los genes paternos.
— Tienes razón, entonces llévate mi carro y yo me voy en taxi, es muy temprano para que andes por allí sola —Mierda con los nervios que tenía le iba a devolver la mitad del carro ¿ahora que hago?
— Mi vida no me voy sola mi mamá viene por mí —Le di un beso y salí sin dejarle decir más —¡Te Amo! —Grité desde la puerta y el me respondió.
— Yo también y mucho —Me parecía tan tierno ojala este amor fuera tan fuerte para soportar lo que podía venir.
Llegué a la entrada del edifico y le pedí al portero que llamara un taxi para mí. Pasó casi media hora para que apareciera el taxi, al parecer la vida quería hacerme llegar al punto máximo de mis nervios y emociones. Cuando por fin lo abordé le pedí que me llevara al laboratorio cercano al hospital, si me infartaba con la noticia sería mas fácil que me atiendan, pensé riendo. Al llegar las piernas me flaqueaban, como se me ocurrió ponerme tacones para eso, debí ponerme unos zapatos planos. Entre a la recepción y me anoté para un estudio completo, alegando que me sentía un poco agotada. Cuando me llamó la doctora para tomar mi muestra me preguntó si venía por pruebas de algún medico o algún estudio en especial. No podía seguir evadiéndolo y casi sin mover los labios me sincere diciéndole que requería una prueba de embarazo. Me preguntó cuantos días tenía de atraso y al decirle uno sonrío con picardía. Para ella seguro era una chica desesperada por ser madre que no aguantaba por saber las noticias pero la realidad era que tenía pavor, pánico de enfrentarme a la realidad.
Me sacó la sangre indicándome que haría una hematología completa en caso que fuese positivo pudiera llevar de una vez al ginecólogo los resultados. Mencionó que la prueba solo duraba medía hora en estar lista y que si deseaba esperar podía hacerlo en el salón frente a la recepción. Me senté impaciente, miraba al piso para no ver a nadie y de repente mi mundo se vino al piso cuando alguien se sentó a mi lado. Es perfume, esos zapatos, esa voz.
— ¿Donde está tu madre? Quiero saludarla.
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Me quedé pensativo, era extraño que Bella no me hubiese comentado nada pero supongo que su madre le avisaría tarde. Me levante rápidamente para lavar mi boca y mi cara… Me vestí con un pantalón casual negro, una camisa azul claro sin corbata y un saco negro, nada demasiado elegante pero adecuado para comenzar la semana. No habían pasado ni veinte minutos desde que ella se había ido pero ya estaba listo y aburrido solo en casa así que decidí irme temprano al trabajo pasaría comprando un café y algo para desayunar, no quería quedarme en casa haciendo tiempo.
Prendí el coche y salí a la entrada del edificio, miré a ambos lados para poder tomar la calle pero me encontré con Bella subiendo a un taxi, que raro pensé que me había dicho que su madre venía por ella, seguro se retraso. No sé porque pero desde que Bella había sufrido el atraco me sentía con ganas de protegerla, no quería que anduviese sola por la calle, esos tipos conocían detalles de ella y podían pensar en hacer algo más. No le había comentado nada de mis temores para no preocuparla pero tampoco la dejaba andar sola por la calle así que decidí asegurarme que estuviese bien, que llegara a su destino sana y salva, pareceré algo sobreprotector pero prefería eso a que le pasara algo. Seguí al taxi, no veía nada irregular por el contrarío se dirigía efectivamente al hospital, pude haber cruzado en una de las intersecciones para tomar la vía al periódico pero era mejor estar seguro.
El taxista se orilló en un laboratorio cercano al hospital y Bella bajo entrando al sitio pero trastabillo un poco, parecía algo nerviosa, volteó a ver a cada lado como si estuviera haciendo algo ilegal y eso si me descolocó un poco. Esperé para ver si veía a su mamá pero no había señas y en los alrededores no veía tampoco su coche, había espacios disponibles así que me extrañaría que se hubiese estacionado en otro lado. Espere como veinte minutos y no llegaba, tenía un no sé que, algo que me decía que no iba a aparecer y que los exámenes no eran para su madre ni mucho menos la visita al médico. ¿Estaría Bella enferma y no deseaba decirme? Sería algo grave y por eso me lo ocultó, no podía ser, no ella no.
Los nervios me comían así que me bajé del coche y justo cuando iba a entrar la vi hablando con una doctora y pasando a un cubículo. Estaba en lo cierto su mamá nunca iba a venir, era ella la que se estaba haciendo las pruebas. No pasó mucho tiempo entre lo que yo me quedé expectante y que ella saliese algo pálida a la sala de espera. No entendía de que trataba todo esto pero no pensaba quedarme afuera esperando, necesitaba saber por qué la mentira y sobre todo que le sucedía. Abrí la puerta y la busqué con la mirada, estaba con su cabeza gacha, caminé hasta la silla vacía contigua y me senté detallando sus nervios.
— ¿Donde está tu madre? Quiero saludarla — Le dije un poco molesto por qué no había confiado en mí. Tardó unos segundos en levantar su mirada, estaba tan asustada que me dolió verla así. Se puso más blanca de lo que ya estaba, solo tragó en saco al verme, cerró los ojos y respiró profundo.
— ¿Qué haces aquí? —Sus palabras no se entendían por la tembladera que había en su mandíbula, tartamudeaba y sus manos las empuñaba para que no la delataran.
— Yo pregunté primero —Le dije tomando sus manos entre las mías, estaban heladas —¿Bella que esta pasando? No me digas que estas con tu madre porque no lo creo eres tú la que se está haciendo pruebas ¿Qué tienes? ¿Estas enferma? —Pregunté asustado. Me veía de arriba abajo como si no creyese que de verdad estuviera al frente de ella.
— Edward —No podía decir nada, estaba como trabada, como si hubiese visto un fantasma —yo, vine a hacerme unas pruebas.
— Eso lo veo, digo si estas aquí. ¿Por qué no me dijiste? Te hubiese acompañando —Le dije tratando de calmarla, no sabía que era lo que tenía pero al verla así me imaginé que no era nada bueno ¿Cáncer? Sería eso, no puede ser pensé.
— Edward —Respiró — ¿Cómo me encontraste? —Preguntó mordiendo su labio.
— Bella te vi salir en taxi y me extraño pero eso no importa, ¿Por qué no respondes mi pregunta?
— Edward —Acaso solo se sabía mi nombre ¿Qué diablos pasaba? Iba a preguntar nuevamente cuando una chica salió llamándola.
— Isabella Swan, Isabella Swan —La chica estaba parada en la puerta que comunicaba con los cubículos. Bella solo la veía y me veía, no se levantaba a pesar que la llamaban. La tomé por un brazo y la ayudé a levantarse. Caminamos o mejor dicho caminé porque prácticamente tuve que arrastrar a Isabella hasta la enfermera.
— Buenos Días —Le dije a la chica que nos veía riendo —Ella es Isabella Swan, ¿Ya están listo sus resultados?
— Sí, la doctora está esperando para entregárselos aprovechando que se quedó acá ¿Usted es su esposo?
— Sí —Respondí sin más que decir.
— Excelente, pasen los dos juntos —Nos hizo seguirla. Isabella me veía sin decir nada aún, estaba a punto de empezar a llorar, sus ojos parecían de cristal. Algo muy raro estaba pasando aquí. Nos paramos en frente un cubículo una señora nos veía con una sonrisa de oreja a oreja.
— Hola, pasen adelante —Nos señaló las sillas pero Isabella solo negaba con la cabeza, tuve que empujarla ligeramente para que pasara —¿Es usted el esposo? —de nuevo la pregunta, si soy el esposo —Asentí y ella sonrió —Que alegría decirle a los dos, menos mal hice los exámenes lo más rápido que pude, me encana dar estas noticias, es tan impersonal velo solo trascrito en una hoja —parecía una radio descontrolada, como podía decir tantas palabras a la vez.
Estaba empezando a entender el temor de Isabella, la sonrisa de la enfermera y la doctora y por qué mi pulso se había acelerado como si la sangre fuera agua.
No podía ser, no podía ser, seguro me estaba equivocando.
—Felicidades, serán padres —No, no, no, ¡no! Esto no puede ser. Miré a Isabella y solo tenía una lágrima recorriendo su mejilla. No tenía ninguna equivocación.
Me quedé en estado de shock, ahora era yo el que no respiraba, el que no se movía.
— Edward —Escuché a Isabella decirme mientras veía su mano pasar frente a mis ojos —Doctora, es normal. Está como ido, lleva tres minutos igual —Mi mirada estaba en el vacío, deseando no haber escuchado nada.
— Tranquila, he visto desmayados —Sonrió —Para los hombres siempre es igual, son un poco cobardes —Escuché como le susurraba como si yo no pudiese oír.
— Será mejor que nos vayamos —La doctora entregó los resultados a Isabella y ella me tomó del brazo levantándome. Parecía que ahora yo no sabía caminar, ni hablar ni nada. Vi pasar la recepción, vi la puerta del laboratorio abrirse y no entendí como pero ahora me encontraba sentado en el asiento del copiloto de mi coche y fue cuando por primera vez entendí lo que significaba lo que nos acababan de decir.
— Papá —Repetía solo esa palabra —Papá.
— ¡Ya basta Edward! pareces un exagerado —Gritó a mi lado.
— ¿Exagerado? —Me sentí indignado ante sus palabras —Te parece exagerado que me entere que voy a ser padre de boca de una desconocida, ¡Te parece lógico que no me hayas advertido lo que estaba pasando! —Golpeé el tablero del coche.
— Por eso no te dije nada, por esa actitud —Se quejó prendiendo el motor del auto y el aire acondicionado. Recostó la cabeza al respaldar del asiento.
— ¿Desde cuando lo sospechabas? —Pregunté molesto.
— ¿Qué? —Me miró asustada.
— ¿Desde cuando sospechabas que estabas embarazada? ¿Desde cuando lo sabes? —Pregunté tratando de parecer más calmado a pesar que sentía una adrenalina recorrer mis venas, estaba muy enojado.
— Dos semanas —dijo muy bajo.
— Dos semanas — Mi corazón lanzó un bombeo fuerte, como si se hubiese acumulado la sangre y luego saliera toda disparada.
— Sí —Su voz parecía decidida pero sus ojos parecían de niño asustado.
— Isabella, tienes dos semanas sospechando que estas embarazada y fuiste incapaz de mencionarme algo ¿Por qué? ¿Qué te hizo sospechar? —Estaba desesperado por saber que había ocurrido.
— Yo, no sabía que decirte, como decírtelo —Hablaba tratando de ocultar que estaba a punto de empezar a llorar —Cuando me asaltaron me robaron las pastillas y no me acordé hasta el lunes por la noche, ya eran tres noches sin tomarlas y habíamos tenido varias veces, tu sabes —Respiré profundo, muy profundo.
— Me intentas decir que desde hace dos semanas no te tomas las pastillas y has dejado que te haga el amor sin protección, sin consultarme, ¡Sin decirme nada! —Le grité de la impotencia —Estabas buscando embarazarte y no pensaste en mi opinión.
— ¡No! —Gritó tajante —Jamás busqué embarazarme, solo pasó, yo estaba asustada por lo del robo y no sabía como contarte —Pasó su mano por su rostro limpiando las lágrimas, si creía que por llorar me quitaba la rabia estaba equivocada.
— Te has puesto a pensar que si no saliste embarazada por esos tres días pudiste haberlo hecho en los quince días siguientes que te lo hice varias veces ¿Cómo pudiste ser tan — Iba a decirle estúpida pero me contuve —inconciente? —Me sentía como un payaso, un títere en sus manos
— Mierda —se pasó las manos por sus cabellos y pegó los codos al volante.
— ¿Qué? —Pregunté a voz alta.
— No me fijé de eso, asumí que estaba embarazada, que más valía, además no eran mis días fértiles, ya habían pasado pensé —La interrumpí.
— ¿Pensaste?, me hubiese gustado que pensaras en mí antes de decidir tú sola tener un bebé, un niño que yo no deseaba —Cuando dije eso me arrepentí al ver su rostro, había roto algo por dentro, estaba totalmente asustada e impactada —Entiende —Traté de arreglar las cosas —Apenas tenemos dos meses de casados, nunca fuimos novios, ni siquiera amigos. No me siento preparado para ser padre.
— Si es por ti, ¡Nunca seríamos padres! —Me gritó reprochando.
— Quiere decir que tú si querías ser madre, que todo esto se refiere a eso.
— No, no lo tenía planeado, pero no por eso voy a renegarlo —Respiró —No soy tan insensible como tú.
— No me pongas como el malo, no lo intentes —Le reclamé —Tener una familia requiere preparación, requiere ponerse de acuerdo, estar seguros, es decisión de los dos no tuya.
— Edward, si tú no deseas una familia no te estoy comprometiendo a nada, al fin y al cabo esto siempre fue un parapeto montado por otros —Miró por la ventana del coche y abrió la puerta bajándose. Salí tras ella.
— No me vas a dejar así, yo no soy el malo ni el culpable de todo esto —Le reproché desde mi puerta mientras la veía para un taxi —Isabella, no te vayas, no me dejes aquí —No hizo caso a mis palabras y se montó en el coche y arrancó.
Como pude llegué al asiento del conductor y la seguí. Tomó rumbo al periódico. Llegó a las oficinas y se bajó del taxi casi corriendo, entró por la puerta principal mientras yo me fui al estacionamiento a aparcas mi coche.
¿Por qué me tenía que ocurrir todo esto justo ahora? Apenas estaba despertando de mis temores para enfrentarme a una responsabilidad tan grande. No tenía, ni tengo ganas de tener un hijo. No sé ser padre. Me recosté del carro y miré la hora. Faltaban diez minutos para empezar el horario de trabajo y yo estaba totalmente sorprendido, asustado y enojado. ¿Qué debía hacer ahora? No tenía ni idea. Sentía decepción por Isabella, por haberme mentido, por no haberme dicho lo que pasaba, no haber confiado en mí. También sentía decepción por mí, me sentía mal por el hecho de no estar contento con una noticia como esta pero no era mi culpa, yo no lo sabía ni lo planeaba. Me sentía mal por reprocharle las cosas pero tampoco podía pasar el hecho que ella tenía dos semanas ocultándome las cosas y ni por asomo parecía sentirse culpable por ello.
Respiré profundo y entré al edificio, me dirigí a uno de los sanitarios y lavé mi rostro con agua fría varías veces, necesitaba pensar, reordenar mis ideas, aceptar lo que me estaba pasando pero sobre todo quería estar solo.
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Felicidad o tristeza, no comprendía lo que mi cuerpo experimentaba en estos momentos. Estaba sentada en mi sillón en la oficina, los codos recostados sobre mi escritorio y mis manos ocultando el llanto confundido de mis ojos. Era extremadamente normal que un matrimonio joven pasara por la sorpresa de un embarazo no planeado, lo anormal era que el hombre que amabas te dijera que no deseaba ser padre y mucho menos tener posibilidad de querer al pequeño ser que se desarrollaba dentro de mí.
Estaba azotada por la culpa, en cierta forma yo era un cerebrito pero para los negocios no para la vida y cual adolescente he cometido el error más tonto y más común que indudablemente tenía sus consecuencias. Que tan grandes serían los daños, debía esperar para que se presenten. Esta situación ponía en juego mi matrimonio y quizás mi felicidad pero lo que si estaba segura desde el momento en que me pusieron la verdad en la cara es que este niño iba a nacer por sobre todas las cosas.
La mayor parte de la mañana la pase pensando en mi vida y todo lo que la afectaba en estos momentos. Debía pedir una consulta con un medico especialista, eso tenía que ser lo primero en mi lista pero como idiota enamorada lo coloqué de segundo porque necesitaba con urgencia volver a hablar con Edward, esperar que su sangre se enfriara y sentarnos con las verdades sobre la mesa.
La hora del almuerzo llegó, esperaba que Edward viniera por mí pero después de quince minutos comprendí que no lo iba a hacer, que estaba enojado. Con razón o no, dejaría que él me buscase para solucionar las cosas sino lo hacía pues inevitablemente nos veíamos por la noche en el departamento, en cierta forma era mejor que hacer un escándalo en plena oficina. Salí dispuesta a comprar algo de comer donde Harry y regresar pronto para terminar algunos asuntos pendientes. Solo pude comer la mitad de un emparedado de pollo y una soda. Imaginaba que mi alimentación sufriría un cambio radical pero por un día más no creía que hubiese algún problema. La tarde no fue exclusiva para pensar en mi vida, solo aprovechaba los minutos ociosos para ello así que traté de ocupar mi mente en el trabajo el mayor tiempo posible. Se acercaba peligrosamente la hora de salida y mi estomago estaba revuelto, no tenía nada que ver con mi embarazo, para nada solo era consecuencia de los nervios de enfrentarlo. Un golpe seco en mi puerta y los latidos de mi corazón se agitaron al ver su cabeza asomada por la puerta, no hubo sonrisas ni un saludo decente, un simple —Vamos a casa —Me hizo recoger mis cosas y pasar a su lado mientras sostenía la puerta para mí.
Como era de esperarse el recorrido a casa fue acompañado del silencio, de no ser por la música proveniente del sonido del carro y por algunas bocinas a nuestro alrededor creo que hubiese colapsado de nervios. Estaba perdida en mis pensamientos de que decirle sin estallar la guerra cuando el se adelantó.
— ¿Qué quieres cenar? —Era como escuchar al locutor de la emisora, no era amistoso ni enojado simplemente impersonal.
— En realidad no me provoca nada en especial, no tengo apetito —Dije considerando que mi estomago estaba lleno de preocupaciones.
— Considero, aún sin saber mucho del tema, que deberías alimentarte mejor —Aquello era un gesto tierno que escondía un mensaje subliminal de reclamo. Me provocó decirle que si el no conocía del tema yo menos pero recordé las historias contadas del embarazo de Alice y eso no estaba a mi favor.
— Entonces quiero pollo —Decir la palabra y mis tripas gruñeron. Será que le gustaba el pollo al bebé. Sacudí la cabeza dejando mis ideas locas para otra ocasión.
— Pollo será —No dijo más, se colocó en la cola de autoservicio en una franquicia de pollos. Estábamos parados frente al menú para pedir y estaba la foto de un pan de maíz que simulaba echar humo y estar recién horneado. Obviamente la boca se me hizo agua, como deseaba ese pan pero me daba pena mostrar ese deseo frente a él. Lo vería como un antojo del embarazo y seguro complicaba una simple compra de la cena. Al parecer alguien si estaba dispuesto a complacerme porque cuando por el megáfono preguntaron la orden Edward pidió un combo familiar que incluía los dichosos panes. Sonreí solo de imaginarlo en mi boca.
Recogimos la comida y fuimos directo a casa. Coloqué la mesa, unos platos y unos vasos. Edward empezó a sacar la comida de las bolsas y poniendo todo sobre la mesa. Lo primero que hice al sentarme fue ver la cajita abierta donde sobresalían los pancitos y sin esperar más me metí uno en la boca pegándole un mordisco que me hizo suspirar. Edward me miró de reojo sin inmutarse, tomó una pieza de pollo poniéndola en su plato y comenzó a comer un poco de todo. Se veía hambriento.
— ¿No almorzaste? —Me atreví a preguntar con algo de miedo.
— No, preferí leer unos artículos que salen en la edición de mañana —Era tan hermoso oírlo sonar responsable, se veía tan hombre, tan papá.
— Ah, entiendo —Fue una respuesta tonta lo admito pero no tenía muchas disponibles. La cena terminó y cuando iba a recoger los platos me pidió hacerlo él, no quería que lo hiciera pero me puso como excusa que prefería que buscara su traje gris que no lo encontraba. Digo excusa porque cuando revise en su armario el primer traje a mi alcance fue ese.
Después de dejarle el traje colgando junto con una camisa y una corbata en su perchero me senté en la sala a esperarlo. Si el estaba evadiendo el tema esta vez no se lo permitiría. El tenía muchos temores en la vida, demasiada cobardía a enfrentar las realidad de su vida y ahora no era solo la suya la que dependía de sus acciones. Salió de la cocina con una cerveza en la mano y se sentó frente a mí.
— Quiero disculparme —Dijo viendo al piso y jugando con la lata de cerveza — No debí decir algunas cosas pero es que de verdad no entiendo tu actitud.
— ¿Mi actitud? —Acaso esto era un problema de mi actitud, para mí era algo más complejo que eso.
— Sí, como pudiste ser tan —Bebió un trago de la lata —irresponsable.
— Yo, solo fui yo —Traté de darle la oportunidad de explicarse antes que mi bilis se hiciera cargo de la conversación.
— Bella, tu eras responsable de cuidarte, tu me dijiste que estabas tomando pastillas —Negó con la cabeza lamentándose.
— ¿Qué fácil verdad?— Pregunté irónica.
— No es cuestión de fácil o no, tu decidiste cuidarte debiste ser responsable, yo no soy adivino para saber que habías dejado las pastillas a un lado —Lo veía tratar de contenerse de no gritar pero lo hubiese preferido a escuchar lo que decía.
— Admito que no te dije las cosas, admito que cometí un error pero eso no te hace menos responsable en toda esta situación —Empezó mi tono de reproche, por más que deseaba no discutir su machismo me carcomía por dentro.
— ¿Responsable? —Rió por lo bajo como burlándose —Yo fui quien ocultó que llevabas quince días sin tomar la píldora, yo fui quien permitió que hiciéramos el amor sin protegernos. Supongo de nuevo que conocías las posibles consecuencias.
— No vuelvas a insinuar que provoqué esto con toda mi intención porque me retiro y vuelvo a dar por terminada la conversación.
— Ponte en mi lugar, que pensarías tú yo hubiese sido responsable de olvidar ponerme el preservativo y ahora tu estuvieses embarazada sin que estuviera en tus planes —Definitivamente tratábamos de mantener el tono de voz pero más dolía cada palabra formulada.
— Déjame explicarte como funcionan las cosas porque definitivamente no las tienes claras —Respiré antes de continuar —Una relación implica compromiso y es de dos no de una. Si tú no usaras el preservativo yo debería notarlo, debería preguntarte las razones.
— Bella que absurda eres ¿Cómo diablos podría saber si tomas o no la pastilla? El preservativo se ve cuado está o no, yo no puedo saber si la pastilla está o no.
— Claro que puedes.
— Explícate—Me estaba enojando demasiado por su frescura de macho del siglo XV.
— Acaso que porque yo tomé pastillas tu debes olvidarte de todo y solo vivir la pasión y el deseo—Sentí que mis lágrimas empezaban a caer por mi rostro—¡¿Acaso tu preguntaste alguna vez si yo debía ir a la farmacia a comprar mis pastillas?! ¡a que hora me las debía tomar, si me hacían bien o mal!—Mis gritos ya eran bastante pronunciados—Para ti es muy fácil solo venir listo para el amor, te bajas el pantalón, entras y sales unos minutos y listo.
— No seas absurda que durante esos minutos de entrar y salir tu disfrutas bastante, ahora no vengas a decir que esto es solo para satisfacerme a mí.
— No he dicho eso pero yo soy la que tiene que estar pendiente de cuidarse, depilarse, ponerse sexy, ser la esposa perfecta para ti.
— Acaso yo no he hecho cosas para ser mejor esposo para ti—Estábamos parados frente a frente gritándonos—¡Me he esforzado todo lo que puedo para que dejes de verme como un vago! ¡Para consentirte y darte todo lo que puedo! Lo único que esperaba de ti era sinceridad, ¡La misma que me pediste siempre!
— Tenía miedo a tu reacción y no me equivoqué—Sentía mis mejillas arder—Piensas en ti, en tus malditos miedos a crecer, a asumir esta responsabilidad pero te has puesto a pensar en mí, en lo que yo siento justo ahora.
— ¿Qué sientes?—Preguntó temeroso.
— Tengo miedo Edward. Yo no preparé esto como tú te imaginas, yo simplemente no supe manejar las cosas.
— Y por eso yo si debo saber manejarlas ahora—Me reclamaba y entendía sus motivos pero para crear un hijo se necesitaban dos y él tenía que afrontar que el también estuvo presente en todo esto.
— Yo no te estoy pidiendo nada — Respondí fríamente—Yo tomé mi decisión cuente o no contigo Edward Cullen.
— Eso era de esperarse—Se sentó con las manos sobre sus pantalones, las sobabas insistentemente desde su rodilla a la mitad de su muslos.
— Pretendes—Me dolía decir las palabras pero tenía que saber exactamente donde estaba parada— que aborte—Se quedó con la mirada fija al piso y luego me miro con miedo en sus ojos.
— Lo pensé.—Sentí como se quebraba todo por dentro de mí, escuchar sus palabras me dolían más que si me hubiese golpeado por el hecho de haberle escondido toda esta situación. Lentamente fui ahogándome en mi llanto y mi vista se nubló. Tropecé con la mesa, perdí el equilibrio y caí al piso de rodillas. Me quedé asustada pensando en sus palabras, era nuestro hijo, cómo podía.
Sentí sus manos sobre mis hombros ayudando a levantarme.
— Bella, perdóname, no quise decir eso, amor levántate por favor, perdóname— hice un esfuerzo por levantarme y fue cuando todo pasó. Sentí un dolor agudo dentro de mí y luego como empezaba a humedecerme. Me quedé paralizada y veía a Edward, su mirada mostraba pavor, cuando se encontró con la mía y bajé mi vista al lugar de donde venía la de él para ver unas pequeñas gotas de sangre caer de mí.
¡Hola! ¡Estoy de vuelta!
Sé que soy lo peor por no subir hace bastante tiempo y de verdad les pido Disculpas.
Con sinceridad estuve teniendo unos días un poco alocados y me complicaron actualizar.
Volví con un capítulo MUY brusco que decidirá el futuro de Ed y Bells.
Saludos y gracias por leer.
Iris.