Según la mayoría de la gente, el otoño empieza el primer día de clases. No estoy de acuerdo. Yo creo que el otoño comienza cuando lo sientes en el ambiente. Como hoy, que el aire es crujiente y frío.

Ya es oficial. Hasta la última parte de verano se ha evaporado.

Me cuesta estar en mi habitación. Es como si no soportara los espacios cerrados. Necesito estar en zonas amplias y abiertas, sitios en los que pueda huir si es necesario. Por eso estoy haciendo la tarea en el porche delantero de la casa, sentada en un sofá de mimbre con una manta en el regazo.

Estoy pensando en cómo Blaine le plantó cara a su padre. Le ha tenido tanto miedo durante todos estos años y, de repente ayer, todo cambió. Blaine se enfrentó a su peor miedo. Si no se hubiera encarado a su padre, probablemente su futuro hubiera sido muy distinto.

Y eso demuestra que tenemos algo de control sobre nuestro destino. Si Blaine por fin ha podido decir todas las cosas que se ha estado guardando todo este tiempo, entonces yo también puedo lidiar con eso. Mi miedo a enfrentarme a Santana no es nada comparado con todo lo que ha pasado Blaine. Puedo cambiar mi destino igual que él.

Si quiero que las cosas cambien, no puedo quedarme sentada esperando a que lo hagan solas. Tengo que darles un empujón.

Me levanto de un salto y entro corriendo a la casa. Cuando llamo a Santana, me sorprende que conteste.

– ¿Dónde estás? –digo.

– ¿Por qué?

–Solo dime dónde estás.

–En The Fountain.

–Nos vemos en Green Pond en quince minutos.

– ¿Pero qué…?

Cuelgo. Esto solo puedo hacerlo en persona.

Green Pond esta demasiado lejos como para poder llegar a tiempo en bicicleta. El coche de mi padre no está en el garaje, así que me va a tocar conducir el estándar.

Mientras conduzco, mis niveles de furia aumentan cada minuto que pasa. Estoy tan enfadada que lo calo como siete veces. La última vez que lo arranco, tiro tan fuerte de la palanca de velocidades que estoy a punto de arrancarla y tirarla contra el parabrisas.

Cuando llego, Santana me está esperando. Por la expresión de su cara, soy incapaz de deducir qué está pensando.

Cierro la puerta del coche de un portazo. Muy fuerte.

Santana está junto a la orilla del lago, recogiendo piedrecitas. Cuando me acerco, veo que está intentando lanzarlas para que reboten contra la superficie. Ninguna de las dos nunca hemos sido capaces de hacerlas rebotar, pero seguimos intentándolo.

– ¿Por qué sigues comportándote así? –le pregunto.

– ¿Comportándome cómo?

–Como si ya no te conociera.

Santana tira otra piedra y se sacude la mano en los pantalones.

– ¿Eso me lo está diciendo la persona que me ha robado la novia?

–No, yo no te robé la novia. Empecé a salir con tu ex novia después de que dejara de estar contigo. Deberías tener eso claro.

–No deberías haberte enrollado con Rachel de ninguna manera. ¿Qué tipo de amiga eres?

– ¡Eres una egocéntrica! ¡El mundo no gira en torno a ti! No… no te das cuenta de cómo repercuten tus acciones en la gente que te rodea. Nunca te responsabilizas de ellas. Solo te preocupan tus intereses. Bueno, ¿pues sabes qué? El resto de la gente también tiene deseos. No todo gira en torno a ti.

No puedo creer que acabe de decir lo que he dicho. Mi intención era venir a hacer las paces con Santana, no a hacerla enfadar todavía más.

–No tengo por qué aguantar esto –me dice – Me voy.

– ¡No! –digo mientras la agarro por el brazo.

– ¡Ay!

– ¡Escúchame! –digo –. No puedo seguir disculpándome. Ya te he dicho que lo siento. No puedo hacer nada más. No puedo cambiar las cosas. Y, si pudiera, no querría. Siento mucho que Rachel terminara contigo. Pero que yo me mantenga alejada de ella no ha solucionado nada.

Santana se suelta de mi mano.

Pero no se marcha.

Se queda.

Santana se ha estado comportando como si yo fuera la única que ha hecho algo mal pero, ¿qué pasa con lo de reenviar el correo de Rachel? Una cosa es enfadarte con una amiga y otra muy diferente intentar que el resto del mundo también te odie.

– ¿Cómo pudiste renviar el email de Rachel? –le pregunto.

–Sé que hice mal. Es que… Estaba muy enfadada.

–Pero no es justo que ahora todo el mundo me odie.

–Llevé las cosas al extremo –replica Santana –. Lo siento.

Veo que está dándole vueltas a uno de sus anillos. Está nerviosa, pero intenta disimularlo. Quizá Santana no sea tan valiente como siempre he pensado.

Y, entonces, me doy cuenta de lo mucho que la echo de menos. La extraño muchísimo.

Se me encoge la garganta. Tengo los ojos llenos de lágrimas.

– ¿Cuánto tiempo vas a querer que estemos así? –le digo –. Ya nos estábamos distanciando antes de esto. Sé que tú también te estabas dando cuenta.

De repente, Santana empieza a llorar.

–Lo de la página web estuvo muy mal –dijo –. No deberían haberla hecho.

– ¿La hiciste tú?

–No. Pero sé quién la hizo. La obligué a cerrarla.

– ¿Quién fue?

–Da igual.

Una oleada de cansancio me recorre. Mi ira se ha evaporado por completo, dejándome como una flor marchita.

–No me gusta estar enfadada contigo –me dice Santana.

–No quería hacerte daño.

–Lo sé.

– ¿De verdad?

–Sí. Quiero decir, que lo entiendo pero eso no hace que duela menos.

–De verdad, siento muchísimo todo lo que ha pasado.

–Me han contado lo que pasó ayer.

– ¡Fue cosa de Rachel! Le dije que no quería hablar con ella, pero…

–Lo sé –me interrumpe Santana –. Pero quería decirte una cosa. No sé si es justo.

– ¿A qué te refieres?

–Tú quieres estar con Rachel. Y es obvio que Rachel quiere estar contigo. Así que creo que no está bien que yo intente separarlas.

–Es…

–Puede que las cosas entre ustedes no salgan bien, pero no quiero que no estén juntas por mi culpa.

Santana sonríe ligeramente. Es la primera vez que la veo sonreír desde que empezó este desastre.

–No puedo odiarte, Quinn. Hemos pasado demasiadas cosas juntas.

Se suponía que el lazo entre Santana y yo haría que fuéramos amigas para siempre y que nada podría interponerse entre nosotras. Ahora me pregunto si ese lazo es suficientemente fuerte. Quizá nos hayamos distanciado tanto que el accidente ya no tenga importancia. Quizá el resto de las cosas que hemos vivido juntas no baste. No estoy segura de que nuestra amistad sea tan sólida para sobrevivir el año que viene, cuando vayamos a la universidad.

Pero a pesar de todo, nos conocemos mejor que nadie. Compartimos una historia que hará que siempre estemos unidas.

Así que tengo esperanza por nosotras.

Es lo único que puedo hacer.

Santana y yo hablamos mucho ayer. Nos quedamos en el lago hasta que se hizo de noche. Aunque le costó muchísimo, dijo que haría un esfuerzo para que volvamos a ser amigas.

Ayer dejé de esconder mis sentimientos. Así que hoy soy libre.

Subo a mi bicicleta y voy a casa de Rachel. No sé si estará allí. Lo único que sé es que tengo que estar con ella.

Las flores de plástico que hay en la cesta de mi bicicleta aletean con la brisa. Bajo la colina veloz como una flecha y las flores aletean aún más.

Cuando llamo a la puerta de la casa de Rachel, nadie contesta.

Phil ladra desde el interior y lo escucho arañar la madera.

–No te preocupes, Phil –le digo a través de la puerta –. Soy yo.

Phil deja de arañar.

Me siento en los escalones de la entrada mientras espero que Rachel vuelva a casa. Una paloma ulula e intento averiguar en qué árbol está.

El sol empieza a ponerse. De repente, se me ocurre dónde puede estar Rachel.

Subo a la bicicleta y conduzco hasta el lugar donde me llevó la noche antes de que empezara el instituto. Rachel me dijo que es el mejor lugar para caminar por las vías del tren, el único sitio donde puede aislarse completamente del mundo.

Dejo mi bici junto a su coche y busco el rastro de los raíles entre los árboles. Veo un destello de una blusa roja y lo sigo. Me tropiezo con una rama y me estampo contra el suelo.

–Una entrada triunfal –me dice Rachel.

– ¿En serio? Es que la he estado ensayando.

Rachel me observa mientras subo a las vías.

No sé qué estaba esperando. Supongo que había dado por hecho que todo estaría bien entre nosotras, pero supongo que aún hay un montón de cosas en el aire. El beso en el pasillo, Rachel diciéndome que me ama, yo alejándome. A pesar de todo, esperaba que Rachel se mostrara aliviada de que volviera a ella.

Pero no parece aliviada, sino enfadada.

–Siento mucho lo que pasó –le digo –. No debería haberme ido así.

– ¿Y por qué lo hiciste?

–Tenía miedo. No quería romper la promesa que le había hecho a Santana. Hablé ayer con ella y… bueno no es que lo hayamos arreglado, pero por lo menos se ha dado cuenta de que tú y yo deberíamos estar juntas.

– ¿Dijo eso?

–Sí, más o menos.

–Y, ¿ahora qué?

–Ahora podemos estar juntas.

Rachel mira a lo lejos, donde las vías desaparecen entre los árboles.

– ¿Alguna vez te pusiste a pensar cómo me sentí yo cuando decidiste que ya no podíamos vernos? –me dice –. ¿Tienes idea de lo duro que ha sido para mí? Porque me dolió mucho, Quinn. Lo acepté porque odio verte triste, pero nunca me preguntaste qué quería hacer yo.

–Lo sé. Lo siento, pero es que no se me ocurría cómo podíamos estar juntas.

–Deberíamos haber pensado algo, las dos. Pero me dejaste de lado. Es como si nada fuera suficiente para ti. Te dije que te amaba y te fuiste. ¿Cómo pudiste hacer eso?

Una sensación de pánico revolotea en mi estómago. Rachel lleva un montón de tiempo intentando convencerme de que deberíamos estar juntas a pesar de lo que dijera Santana, pero ahora soy yo la que tiene que convencerla de que esta relación puede funcionar.

–Nunca antes he tenido novia –le digo –. No sé cómo hacer ciertas cosas. Créeme, yo no quería tomar decisiones unilateralmente. No debería haberlo decidido todo yo sola. Pero estar contigo es lo único que quiero. Necesito que sepas eso.

Rachel extiende su mano hacia mí.

–Ven –me dice.

Caminamos por las vías hacia donde desaparecen entre los árboles. Nuestro destino no está claro, pero sé que quiero que lleguemos allí juntas.

Lo Desconocido asusta. Siempre me ha dado miedo pensar en qué vendrá después. Pero lo Desconocido también puede ser emocionante. Tu vida puede cambiar en una fracción de segundo, pero quizá ese cambio sea lo mejor que te haya pasado nunca.

Puede que no haga falta conocer cuál será tu destino para saber que todo saldrá bien. Sea cual sea el mío, sé que estoy exactamente en el lugar en el que debo estar.


Querida Rachel:

No hay palabras suficientes para hacerte entender cuánto te extraño. Así que voy a tener que esperar y demostrártelo cuando llegue a casa.

Hoy dentro del océano, vi un millón de peces tropicales. ¡El agua es tan clara! Gracias por nunca darte por vencida conmigo. Siempre me dijiste que podías enseñarme a nadar. Tienes poderes mágicos.

Nos vemos muy pronto.

Con amor desde Hawaii.

Quinn.


¡Hola!

Primero que nada les quiero agradecer por seguir la historia, por comentar, por leerla, por todo. Cuando leí el libro, me encantó.

Espero que les haya gustado. Cuídense mucho y sí el amor llega a ustedes de la forma menos pensada, no duden en seguirlo. Porque nunca se sabe si esa persona puede ser tu alma gemela. :)

¡Saludos! Y un gran abrazo constrictor.