¡Ya estoy de nuevo aquí! Lamento mucho haber tardado tantísimo en colgar el final, pero la vida a veces da unas vueltas... De todos modos, me gustaría agradecer especialmente a todos los que han dedicado un par de minutillos a escribir un comentario o han seguido la historia. ¡Mil gracias! Sois el verdadero motor que hace que una se ponga a escribir cuando es complicado.

Aquí os dejo la versión T del final del relato.

Espero volver pronto con nuevas historias (de hecho, ya tengo un par en mente). También me gusta traducir, así que no os extrañe que dentro de poco os cuelgue alguno de ellos. En ese campo, estoy totalmente abierta a sugerencias que podáis hacerme de relatos en inglés que hayáis leído, os hayan encantado y os gustaría que se compartiesen en español. Compartid vuestras ideas ya sea en forma de comentario o de PM.

Un saludo!


Un paso más. Ya estaba rozándole la espalda con el pecho.

Temblaba.

Sin pensarlo, fue elevando la mano que todavía descansaba sobre su cadera, pasando la suave curva de su estómago hasta llegar al centro de su pecho. Lo sintió contraerse bajo su tacto, como si le quemara. Conteniendo la respiración.

Un par de dedos deslizándose en el espacio entre dos botones, acariciando por primera vez su piel. Un suave tirón, lo suficiente como para deshacer la barrera, abrir un poco más el hueco. Seguir bajando.

De repente Beckett se apartó, abandonando el calor de su cuerpo para hacerle girar sobre sí mismo. Y apoyarlo suavemente contra la puerta después.

- ¿Qué… qué estás haciendo? –murmuró Castle casi inaudiblemente con los ojos entrecerrados. Demasiado consumido por las sensaciones. Incapaz de hacerle frente.

Beckett no le contestó enseguida, sino que se tomó su tiempo. Mirándole a los ojos, tuvo que ponerse de puntillas para por fin quedar a la altura de sus labios. Castle cerró definitivamente los ojos y se sobresaltó cuando en lugar de sentir la pequeña presión en los labios, la sintió en la mejilla. Mejilla con mejilla, como si solo se estuviera dedicando a disfrutar de la áspera piel.

Sin embargo no se quedó allí. Fue bajando lentamente por su cuello hasta llegar al botón de la camisa que todavía estaba sin desabrochar. Castle sintió como se hundía más y más contra la puerta cuando advirtió la cálida respiración en la garganta, justo antes de que esos labios que lo volvían loco se cerrasen sobre el primer botón hasta deshacerlo.

No pudo evitar que un pequeño gemido nacido de la profundidad de su garganta escapase de ella. Pero su mente le gritaba que no podía hacerlo. ¡NO! No podía tenerla solo una noche, por lástima, para después dejarla marchar tras el inalcanzable y perfecto doctor Davidson.

La apartó. Las manos sobre los hombros, rompiendo el resto de contacto entre sus cuerpos.

- ¿Qué estás haciendo? –repitió y esta vez su voz sonó un poco más dura. Sonó a la mezcla de frustración y ansiedad que lo estaban matando por dentro.

Pero eso no la detuvo. No detuvo el violento encuentro entre sus labios del que ni él mismo fue consciente hasta que sintió la lengua introduciéndose furiosamente en su boca.

Y de repente frío. Frío en los labios ahora sensibles tras aquel beso inflamado que se había visto incapaz de responder. Un susurro. Una declaración de intenciones. Las manos vagando libremente por su abdomen hasta llegar a la cintura del pantalón.

- Solo quiero demostrarte lo que podría ser tener a la Beckett real –remarcó la última palabra dando un pequeño paso y volviendo a colocarse en el lugar del que él la había apartado apenas unos instantes antes.

Y Castle tuvo que respirar hondo. Muy hondo. Porque no había forma humana de que Beckett no estuviese sintiendo ahora lo mucho que le excitaba. En esos momentos. Siempre.

Y sin embargo la parte racional de él que todavía luchaba por seguir ahí. Tenía que hablar, decir algo. Lo que fuera. Controlarse. Por eso soltó lo primero que se le pasó por la cabeza.

- Muchas veces la ficción es mejor que la realidad.

Sus palabras tuvieron una reacción. Brusca. Inesperada.

Enloquecedora.

Las palmas que habían estado acariciándole el estómago y jugueteando con los botones todavía cerrados se dirigieron directa y decididamente hacia abajo, pasando la cinturilla del pantalón y haciendo que Castle cerrase los ojos al sentirla tan cerca de donde siempre había querido que le tocara.

Si lo que estaba buscando era demostrarle que la realidad era mejor que la ficción, no lo estaba haciendo nada mal. Demasiado bien, de hecho. Sin embargo, no pudo evitar que un suspiro de alivio escapase de entre sus labios cuando vio que no iba más allá, que todo lo que hacía era recoger la camisa y sacarla de los pantalones.

¿Solo?

¿En qué momento se le habían ido tanto las cosas de las manos como para agradecer que solo le estuviese desnudando?

No. Tenía que explicarle que quería algo más, no una locura de una noche que finalmente no les condujera a nada. Por eso, de nuevo, trató de detenerla. A ella y a esas manos que parecían tomar vida propia a cada segundo que pasaba.

Y ahí la tenía, a escasos centímetros, con ambas manos atrapadas entre las suyas propias para así evitar nuevas escapas.

- Yo… yo no quiero esto… Solo esto – le costó pronunciar. Quizá el tener al objeto de su excitación a unos pocos centímetros tuviera algo que ver. Se sintió estúpido. ¿Es que acaso tendría que escribirle una historia de amor y dejársela leer para poder hacerle entender?

Sin embargo, no halló en ella el desconcierto que esperaba ante tan ambiguas palabras. Solo una mirada dulce que contrastaba con la apasionada, casi fiera, de apenas unos segundos antes.

Había llegado el momento.

La vio dar un paso al frente, hasta que las manos entrelazadas de ambos quedaron atrapadas entre el calor de sus cuerpos.

- ¿Quieres saber por qué estoy aquí, ahora de verdad? –le preguntó, apenas esperando a que asintiera para continuar – Porque era yo la que no estaba bien –continuó y antes de que Castle se diera cuenta, había conseguido liberar las manos y llevarlas hasta sus mejillas. Sosteniendo su cara. Mirándolo directamente a los ojos. Reclamando toda su atención –La que no quería estar allí. La que estaba triste porque a quién quería estar abrazada, era a ti –y remarcó esa última palabra acariciándole suavemente la oreja con la palma de la mano.

Y lo consiguió. Lo supo cuando vio los ojos de él abrirse de pura incredulidad y oscurecerse de deseo pocos segundos después. Y lo tuvo. Todo para ella.


Las horas habían pasado y en algún momento de la noche, entre beso y beso, habían conseguido llegar a la habitación. Desnudos bajo las sábanas, compartiendo el calor de las mantas y de sus cuerpos, descansaban después de tanta y tan intensa actividad.

El viento helado que azotaba la ciudad de madrugada golpeó contra las persianas, haciendo que Castle se despertase bruscamente sintiendo el frío bajo la piel durante unos segundos, recuerdo de aquellas "maravillosas" horas que había pasado un par de días antes en el congelador. Sin embargo, esa sensación duró apenas unos segundos, los necesarios para darse cuenta de que tenía una fuente de calor más que apetecible a apenas unos centímetros.

Una sonrisa se abrió paso entre sus labios. Todavía le parecía un sueño el tenerla allí.

Pero no solo una sonrisa se hizo paso. Sus inseguridades también encontraron camino entre la niebla que eran sus pensamientos al despertar. Sintió miedo.

Cuando ella le había dicho que a quien quería abrazar era a él, se había vuelto tan loco que no se había parado a pensar en la realidad de esas palabras. Puede que quisiera estar con él, pero eso no significaba necesariamente que ya no estuviese con Josh o que estuviese dispuesta a dejarle por él.

El corazón se le encogió dentro del pecho. Solo había amado así, sin reservas, la primera vez en su vida, cuando lo había dado todo sin saber el daño que seguiría después.

Sin pensarlo, eliminó la pequeña distancia que los separaba, pegando su pecho a la espada de ella y rodeando con el brazo derecho su cintura. Su cara se perdió entre los suaves rizos castaños hasta llegar al cuello. Hundió la nariz, aspirando su esencia. Un remedio casi instantáneo cuando sintió que la presión que segundos antes le estaba matando se desvanecía.

- Mañana seguiré aquí – le llegó la somnolienta voz de Beckett desde el otro lado. Se avergonzó por haberla despertado, pero no pudo arrepentirse. El globo de felicidad estaba volviendo a inflarse en su pecho.

Estrechó más el abrazo. Le besó suavemente el cuello.

- Lo sé. Resulta complicado abandonarme después de haberme probado –murmuró junto a su oído, bromeando.

Un suave "hmm", algo que no llegaba a ser siquiera una risa fue toda la contestación. Después se limitó a ver como se revolvía bajo su abrazo hasta darse la vuelta. Los ojos cerrados, más dormida que despierta.

- Por una vez… voy a tener que darte la razón – susurró, antes de acomodarse en el hueco de su cuello.

Y Richard Castle sonrió, mental y físicamente, sabiendo que nunca jamás sería capaz de hacer que lo reconociera de nuevo a una hora decente.


Críticas y comentarios deseados y más que bienvenidos. Sugerencias para traducciones, lo mismo.