CAPITULO 1
EL PROTECTOR
Voldemort había entrado en Hogwarts tres días atrás. Tres días de pesadas luchas, escondiéndose en aulas dejadas de la mano de Merlín, buscando la manera de poder sobrevivir el tiempo suficiente para encontrar a Harry. Hermione había perdido la noción del tiempo. Se separó del grupo formado por Neville, Luna y Dean a los pocos minutos de que cayeran las protecciones mágicas que rodeaban los terrenos del colegio. Una explosión cercana a la torre de Astronomía bloqueó el pasillo después de que pasaran sus compañeros. Y allí estaba, emboscada en un aula, herida, sangrando por varias heridas, muerta de hambre, con la adrenalina corriendo a toda velocidad por sus venas.
Sabía que, de todos los que lograran sobrevivir al ataque final, ella estaba condenada a muerte. Era la sangre sucia amiga del Elegido. Llevaba años frustrando los planes de Voldemort y sus secuaces. Era novia de uno de los miembros de la familia con más traidores a la sangre del mundo mágico. Pero lo que había dibujado una diana del tamaño de un autobús en su espalda era su potencial mágico: siendo hija de muggles, sin ningún ancestro mágico, su poder era mayor que el de cualquier sangre limpia. Bueno, de la inmensa mayoría de ellos. Por ello, en cuanto la encontraran, la ejecutarían, no sin antes divertirse un rato a costa de su sufrimiento.
Contuvo la respiración al oír pasos fuera de su escondrijo. Había liquidado a más de una docena de mortífagos en las últimas horas, y se sentía francamente agotada. Abrió con cuidado la puerta que la mantenía oculta y escudriñó la oscuridad. Una figura renqueante se acercaba a su posición. Levantó la varita, lista para atacar, cuando un rayo de luz se coló entre los escombros del pasillo.
-¡Luna!
La rubia soñadora se detuvo en seco, apuntándola con la varita. En sus cristalinos ojos se veía reflejada la desconfianza.
-¿Cómo llegamos al Ministerio en quinto curso?
-Montados en esas criaturas infernales que tanto adoras, Looney.
-¡Hermione! –la rubia se acercó a ella y la abrazó con fuerza- Te estaba buscando. El castillo ha caído. Aún quedan uno o dos focos de lucha, pero son minoría y no tardarán mucho.
-¿Sabes algo de Harry?
-Quién-tú-ya-sabes… Lo atrapó.
-¿Cómo?
-Nos traicionaron. Sabía lo del horrocrux. Sabía dónde estaría Harry.
-Pero sólo sabíamos lo de los horrocruxes Harry, yo misma y…. –Hermione se cubrió la boca, negando con la cabeza- No. No es posible. Él no.
-Sí. Ginny y Ronald vendieron a Harry por conseguir una buena posición en el nuevo régimen de…ese monstruo.
-¡MALDITOS SEAN! De Ginevra me lo esperaba. Adora ser el centro de atención y que todos anden al pendiente de su más mínimo capricho.
-Quién… a la mierda, Voldemort ha convertido a Harry en su mascota. Lo lleva atado con una cadena como si fuese un perro. La traición de su mejor amigo y de su gran amor lo ha hundido. No hizo nada por defenderse. Dejó caer la varita y se quedó quiero. Ni siquiera parece darse cuenta de que está encadenado.
-Pero Ronald….
-Te duele porque lo quieres, pero Ron siempre envidió a Harry por ser famoso, por sacar mejores notas, por tener más amigos, por poseer tu cariño incondicional… La envidia puede convertirnos en los seres más viles.
Permanecieron en silencio un rato. Luna estaba herida y no encontraba una posición cómoda con la que poder descansar un rato y estar preparada por si tenían que presentar batalla. Hermione transformó una silla en un grueso almohadón y se lo colocó tras la espalda. La rubia lo agradeció con un suspiro de alivio.
-Luna… en cuanto me encuentren me van a asesinar –una lágrima resbaló por su rostro, dejando un surco en la suciedad que lo cubría.
-No tiene por que ser así. –Luna sonrió con un poco de malicia- Siempre hay que tener un plan B o D, Hermione. Pensé que nos podríamos encontrar en esta situación y estuve investigando. Conozco uno conjuro por el cual, un mago de sangre limpia se convierte en el ángel guardián de una sangre sucia, protegiéndola de todo mal que se le quiera hacer.
-¿Y de donde sacamos uno? Porque tengo muy claro que cola no van a hacer….
-Bruja de poca fe…. –Luna se levantó con dificultad- En cuanto me enteré de la traición de esos dos busqué a un "voluntario". Y tuve suerte. No pude encontrar uno mejor. Lo malo es que opuso algo de resistencia. De ahí mis heridas. Sígueme.
Caminaron por varios pasillos olvidados, atentas a cualquier ruido. Hermione llevaba los nervios completamente de punta. Veía túnicas negras y máscaras plateadas por cualquier rincón. Luna se detuvo de golpe ante una puerta mimetizada con la pared.
-Aún estará dormido. Le hice beber una poción para dormir unas cuantas horas –se giró hacia ella con un brillo pícaro en sus enormes ojos azules.- Y Herms, por todo lo que más quieras, no grites, ni intentes huir… por favor.
Una vez dentro de la habitación, Hermione se quedó helada. Tirado en el suelo, vestido con el uniforme de los mortífagos, pero sin la máscara (que descansaba a unos metros), se encontraba completamente noqueado Draco Malfoy. La castaña se giró lentamente hacia su amiga, sopesando las consecuencias de estrangularla a lo muggle en ese momento.
-No había otro, ¿verdad? Tropecientos mortífagos pululando por el puto colegio y has tenido que elegirlo a él de entre todos. ¿TE HAS VUELTO LOCA?
-Es el mejor. Para realizar el Malefica Sanguine se necesita un mago como él: oscuro, frío, impasible pero con un poco de luz en su alma. Y aquí, nuestro amigo el hurón, lo cumple a rajatabla.
-Déjame dudarlo. Él, de todos esos colgados amantes de la pureza de la sangre, es el que más ganas tiene de verme muerta y a varios metros bajo tierra.
-Puede. Pero es el indicado. Nadie sospechará de que él está bajo el Maléfica.
-Está bien. ¿Qué tenemos que hacer?
-Desnúdalo –Luna soltó una carcajada al ver la expresión de su amiga- De cintura para arriba, pervertidilla.
Hermione lanzó una mirada asesina a la rubia y obedeció a regañadientes. Se arrodilló junto al Mortífago y le quitó la túnica, el sobretodo de cuero y la camisa blanca. Se quedó estática. ¿Desde cuándo ese maldito hurón tenía aquel cuerpazo de infarto?
-Se ve que los entrenamientos como mortífago son duros –Luna miraba a Malfoy fijamente con una expresión indescifrable.
-Era su sueño. Que le aproveche –soltó con ira Hermione. Odiaba a aquel chico. Como nunca antes lo había hecho con ninguna otra persona. Pero había algo en él que la atraía con igual intensidad con la que le repelía.
-Lo decía por las cicatrices –señaló las marcas que el chico tenía por toda la piel visible- Esas no son todas producidas en batallas o escaramuzas. Son claros signos de tortura. Bueno, voy a empezar. Agarra sus manos con fuerza. Tendremos a tu salvador y protector en breve.
El ritual que había iniciado Luna era claramente de magia negra. Una magia muy, muy oscura y que debía llevar siglos prohibida. Hermione intentó protestar, pero la magia que fluctuaba por el lugar le cortaba el aliento e impedía que pronunciase palabra alguna. Se concentró en mantener sus manos fuertemente enlazadas a las de Malfoy. El rubio mortífago permanecía inconsciente. Su piel cada vez más fría, brillaba de manera poco natural.
-"Parece un gusiluz" -pensó Hermione. Tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Decidió prestarle un poco más de atención a lo que su, seguramente no tan cuerda, amiga hacía.
Sobre el pecho del chico comenzaron a aparecer runas antiguas. No pudo evitar traducirlas mentalmente: "La sangre ya no es sangre. La casta ya no es casta. Aquello que era objeto de repulsa será objeto de adoración. Maléfica, Maléfica Sanguine". La letanía se repetía una y otra vez. Pero eso no le importaba en absoluto. Aquello era una maldición. Una maldición terrible ligada a la sangre (su cerebro procesó la información a toda velocidad y buscó en el apartado magia de sangre. Cuando encontró esa información, casi deseó sufrir un obliviate masivo.)
-Luna… la magia de sangre es irreversible. Jamás podremos liberarlo. No podrá tener una vida normal como mi protector…
-No importa. Aquí eres tú la única prioridad –Luna la miró, con el rostro surcado por el sudor- Ya puedes soltarlo. He terminado.
Ambas observaron el torso del mortífago, donde las runas desaparecían lentamente, fundiéndose en la marmórea piel de Malfoy.
-¿Qué le va a pasar? –Hermione se dio una bofetada mental por preocuparse por una persona que no tardaría ni una milésima de segundo en acabar con su vida.
-Sintetizando un poco… ahora eres todo su mundo. Hará lo imposible por protegerte. Aun a riesgo de su propia integridad física o incluso de su vida.
-Definitivamente te has vuelto loca –Hermione volvió a mirar al chico. Comenzaba a dar claros síntomas de estar despertando.- Me desprecia con toda su alma.
-Lo hace. Pero el hechizo es más fuerte que su voluntad. Su mente le dirá que no, pero su alma le obligará a protegerte, quiera o no.
Guardaron silencio y esperaron pacientemente a que él terminara de despertar. Malfoy abrió los ojos de golpe y observó lo que le rodeaba detenidamente. Luego, clavó sus iris plateadas en ellas. Luna se limitó a sonreírle. Hermione no pudo contenerse y retrocedió un poco ante la intensidad de aquella mirada de color imposible.
-¿Se puede saber qué demonios habéis hecho y por qué cojones estoy tirado en el suelo, medio desnudo y con vosotras dos mirándome fijamente?
Su voz era ronca, envolvente. Luna soltó una risita, lo que le valió dos miradas asesinas.
-Creo que me pasé un poco con los ingredientes extra de la poción para dormir. –Miró a Hermione realmente divertida- Estará con este carácter tan suave… unas dos horas más.
-Me alegro de resultar tan divertido. Pero deberíais estar en el Gran Comedor. El Lord tiene que decidir qué hacer con todos los prisioneros. Y con vosotras.
Ninguna dijo nada. Esperaron en silencio a que se vistiera y lo siguieron fuera de su refugio. Cuando entraron en el Gran Comedor, el silencio era sepulcral. Voldemort sonrió de manera siniestra al verlos.
-Bravo, joven Malfoy. Has conseguido la mejor presa –con un movimiento de varita arrastró a Hermione al centro de la sala, mientras los abucheos y los insultos llenaban el aire.- Aquí tenemos a la sangre sucia amiga de mi mascota. ¿Qué debería hacer con ella?
-Darle muerte de la manera más lenta y dolorosa posible –Ginny sonreía con malicia. Su venganza se haría realidad muy pronto.
-Como ves, sangre sucia, mi prometida se ha pronunciado. Y yo no soy capaz de negarle nada a la primera mujer en generaciones en una de las familias más antiguas y capaces de nuestro mundo.
Hermione reprimió una arcada. ¿Es que la ambición de aquella maldita no tenía límite? Resignada, alzó la barbilla, retando a todos los presentes. Si tenía que morir, lo haría como la leona que era. Pero la voz de Malfoy la sorprendió.
-Mi señor, sé que los deseos de vuestra prometida –Hermione pudo entrever la sorna con la que dijo prometida- son sagrados, pero me gustaría reclamar la vida de la impura. Tengo una cuenta pendiente con ella y por eso suplico que me la entreguéis en calidad de esclava.
-¿Y qué tienes pensado hacer con ella, joven dragón?
-Hacer su vida tan miserable día a día, que acabará implorando por su propia muerte.
A pesar de las palabras de Malfoy, Hermione no tuvo miedo. Mientras hacía su petición, no había apartado sus ojos de ella. Y pudo comprobar que en aquellos ojos mercurio había algo muy distinto al odio que decía y parecía profesarle. En su mente resonó una voz metálica "El Dragón ha sido sometido".