Lo que ya se sabe de antemano: Saint Seiya Lost Canvas es propiedad de Kurumada y Shiori Teshirogi. (Las cosas locas que uno saca de la previa inspiración de ellos, ya son de mi libre y total imaginación xDD)

Hola, hola! Luego de más de una semana, regresé ya con el final de la historia. Me alegra mucho ver que no les desagradó la trama, y yo que pensaba que lo verían como una fumadez más de mi imaginación enloquecida ._.UU Gracias, muchas gracias por leer! *w*

Y ahora sí... ¿qué sucederá luego de esa discusión entre Minos y Alba? Apuesto a que muchos se soprenderán al saber la procedencia de los regalos cursis que la ojiazul recibió ¬w¬ Peero, no digo más:

A leer! X3

Sólo una Excusa

"En el amor verdadero, la distancia más pequeña es demasiado grande, y sobre la distancia más larga se pueden construir puentes" - Hans Nouwens.

~Capítulo 2~

El cuerpo de Albafika se estremeció de ira cuando la puerta se cerró. ¡Minos era un verdadero idiota! ¡Un orgulloso de lo peor!

Y pensar que había preparado un plan infalible para conseguir su cometido. Pero había fallado, rotundamente. Ni siquiera esas rosas, enviadas por ella misma, y esa falsa cena con su mejor amigo, dieron el resultado esperado. Más que sentirse enojada por la actitud de Minos, su indiferencia le hería. ¿Era capaz de dejarla salir con otro sujeto con tal de no doblegarse o aceptar sus errores?

Evadió el tema, o trató de hacerlo. Sin prestarle atención al desayuno quemado en el que tanto se había esmerado, metió sus libros al bolso de piel, y salió del departamento dando un portazo que sacudió las ventanas. Al salir y ver las filas de autos que comenzaban a formarse en la avenida, agradeció que su padre la obligase tiempo atrás a conservar la bicicleta con la que iba a la escuela preparatoria. Con esa maravillosa amiga, no tardó nada en llegar a la universidad.

Pasaría toda la mañana en clases, se sentía más tranquila de mantener la mente ocupada en cosas positivas. En la tarde, si no había algo mejor, regresaría a casa a estudiar como se lo sugirieron. Y Minos… él estaría todo el día frente a su escritorio, dentro de la pulcritud de su oficina personal.

¡Diantres! Eran tan diferentes, y no era la primera vez que la chica pensaba en ello. Que mientras a ella le agradaba el aire libre, el color de los paisajes y las flores, él prefería la quietud de una sala de lectura, el tono fijo (de preferencia gris o negro) de una habitación. Minos había dicho un día que el único color que realmente le gustaba era el cobalto, y eso, —Albafika lo sabía muy bien—, era por sus ojos.

Sin embargo, aquellas alusiones tiernas e insistentes, con la cuales ese peliblanco había logrado cautivarla, hacía mucho que se habían disipado en la monotonía. Los meses juntos trascurrían, desgajando esas simulaciones que todas las relaciones poseen al inicio, para dejar que la verdad surgiera poco a poco. Los momentos juntos, aquellos que la chica añoraba, ya no estaban, y ahora, la ausencia consecuente de Minos le otorgaba el suficiente tiempo para pensar en cuán diferentes eran y que tal vez, estar juntos no era tan buena idea como habían creído.

—¡Eey, Albafika! —gritaron. La joven abrió los ojos con sorpresa, encontrándose con un rostro conocido—. Demonios, es la quinta vez que te llamo.

Shion se sentó frente a ella con una bandeja en las manos. Ese ciclo escolar, ambos habían coincidido en su hora libre para el almuerzo. Sin acusarla más, el peliverde encajó un tenedor en su espagueti. Albafika observó al montón de fideos enrollados y apartó la vista nuevamente hacia algún pensamiento lejano.

—¿Qué te hizo esta vez? —el tono de Shion fue severo. La ojiazul lo miró, fingió desconcierto.

—¿De qué hablas?—pero tuvo que darse por vencida, Shion la conocía demasiado bien. Como quien no quiere la cosa, explicó—: Discutimos por tonterías esta mañana —suspiró—. Creo que he estado presionándolo demasiado. Ya tiene mucho qué soportar en el trabajo como para aceptar mis reproches…

—¿Tú, reprochando? —la interrumpió, incrédulo—. Sería interesante verte haciéndolo —rio ante la mueca de su amiga—. ¿Y exactamente qué estabas exigiéndole a ese sujeto?

—Una tontería, ya te lo dije… —evadió el tema, pero Shion no dejaría de insistir—. Quería que pasáramos un 14 de febrero juntos, como muchas personas lo hacen —observó hacia las mesas cercanas, las jóvenes parejas que sin pudor se demostraban su "cariño"—. Aunque creo que es mejor así. San Valentín motiva a las personas a hacer cosas estúpidas frente a los demás —sintió nauseas ante el panorama cursi y meloso.

—No has pensado que, tal vez… —el muchacho se detuvo, su rostro lucía repentinamente avergonzado.

—¿Pensar qué? —Albafika lo miró. Shion no supo cómo proseguir.

—Bueno, no lo sé… Es difícil decirlo —miró distraídamente su comida—. Puede ser que no estés saliendo con la persona indicada, ¿no lo crees?

La miró por fin, quieta y fijamente. Albafika se sintió más nerviosa, confundida también. Los ojos de Shion eran casi siempre unos dulces orbes marrones que emitían alegría y paciencia, pero a veces, eran dos cámaras profundas que lo escudriñaban todo hasta desentrañar el más íntimo detalle. La joven ojiazul se vio reflejada en aquella mirada, descubriendo nuevamente que ella ya había pensado también en lo que acababan de mencionarle.

A ella le gustaba ser independiente, había crecido con un padre que le había enseñado a no quedarse a la espera de lo que otros pudieran ofrecerle. En pocas palabras, no recibiría nunca las migajas de algo que ella pudiera abastecerse por completo. Sin embargo, de entre sus muchos logros y objetivos cumplidos, el único que definitivamente no dependía de su capacidad, era precisamente su necesidad de afecto. En una relación, si las cosas funcionaban o no, ya no era solamente su responsabilidad.

Por eso siempre evitaba relacionarse con las personas, en especial con el género masculino. No porque los odiase, o porque fuera una antisocial (como comúnmente la calificaban muchos), sino porque no deseaba atravesar las dificultades que toda relación humana posee. El único que había llegado a superar su personalidad callada y seria, había sido Shion, por ello ahora, como "recompensa" a su perseverancia, podía saberse amigo de la testaruda chica.

Pero, ya había pasado más de un año desde que otra persona se colocara a ese mismo nivel, incluso rebasando al peliverde.

Minos. El atrevido y hablador estudiante de Derecho. No hubo nadie quien en el campus no supiera quién era ese elocuente joven, o que no estuviera al tanto de sus "hazañas" durante las horas de práctica profesional que rendía. Albafika lo había visto en varias ocasiones, ignorándolo en todas ellas; sólo estaba enfocada en iniciar bien su primer año en la carrera.

Para su mala suerte, aquel prodigio de las Leyes, no pareció en lo absoluto indiferente hacia ella. Y, en menos de lo que se imaginó, tuvo a sus espaldas al tipo más molesto e insistente que hubiese conocido alguien.

A veces, recordar los detalles de aquellos días le provocaba nostalgia, junto con una retorcida diversión. Albafika se las había ingeniado para hacer de la conquista de Minos una tarea fatigante, que terminara en fracaso. Aunque la única que terminó fracasando fue ella, pues al final, el juez ganó la batalla, terminando en la completa rendición de la chica a sus brazos.

Ahora, luego de varios meses de estar juntos, de ver lo que realmente implica estar tan unida a otra persona, la realidad de las cosas comenzaba a fracturar esa máscara del regocijo que el amor da. Albafika estaba nuevamente consciente de que la estabilidad en esa relación, estaba fuera de su alcance, si no tenía el apoyo de Minos. Y al conocer al verdadero muchacho, orgulloso e irreprensible, la joven se preguntaba si realmente contaba con su apoyo.

Inclinó el rostro, mirando el plato casi vacío de su acompañante. Había pensado en tantas cosas por ese simple comentario que los labios de Shion emitieron. De continuar con ese tema, seguramente el peliverde, terminaría descubriendo más de lo que los reproches de Albafika habían revelado.

—¿Qué hay de ti? —preguntó un tanto animada, deseosa por desviar el tema de conversación. Echándole una sonrisa audaz, lo miró—. ¿No hay ninguna afortunada con la que Shion quiera salir este San Valentín?

El muchacho entreabrió los ojos, como si le hubieran dado una bofetada repentina. Luego, su mirada se elevó al cielo con desaire, para devolver, finalmente, su atención a ella. Una lúgubre sonrisa se le pintó en la cara.

—No sabes lo que daría por salir con esa mujer, no solamente en San Valentín —susurró—. Pero, desafortunadamente, tengo este día y otros 364 más, para lamentarme que su corazón no sea mío…

La observó nuevamente con su cálido escrutinio.

Incomoda, por su mirada y sus palabras, la joven desvió el rostro, irguiéndose en su silla con los brazos cruzados. Inquiriendo un débil "ya veo", guardó silencio, esperando que el tiempo pasara pronto para poder marcharse a su próxima clase, lejos de su mejor amigo. No le costaba mucho reconocer a quién se estaba refiriendo. Quizá Minos tenía razón al sentir celos de Shion…

—Me voy a mi clase —se puso de pie, colocando la correa larga de su bolso sobre su hombro.

—Salgamos esta tarde —se levantó también. Su rostro aparentó inocencia en su invitación—. No tienes nada qué hacer, ¿o sí?

Albafika no supo qué decir. Sintió culpa al descubrir el montón de excusas y mentiras que surgieron en su mente para evadir la propuesta que acababan de hacerle. Sinceramente, ese tonto día, deseaba pasarlo sin nadie, ahora que la única persona que de verdad le importaba la había despreciado.

Frunció el ceño al recordarlo. Las excusas se esfumaron al encontrarse con su propio orgullo herido. ¿Qué tendría de malo salir con un amigo? De cualquier forma, ya tenía "planeado" salir con Shion, según se lo había informado a Minos en la mañana.

—No, no tengo nada mejor qué hacer —resopló—. Salgamos…

¡Protesto, su Señoría!

Ambos volvieron su atención a las espaldas de Shion. Con una sonrisa socarrona, un sujeto bastante conocido se acercó hasta su mesa. Ignorando por completo al peliverde, Minos se colocó frente a Albafika, quien no podía cambiar su expresión perpleja.

—Sigues sentándote en la misma mesa donde nos conocimos —enarcó la ceja con sagacidad—. Apuesto a que estuviste pensando en mí todo el maldito día, ¿verdad? —lleno de victoria, sonrió de nuevo.

La joven, por el contrario, junto las cejas con molestia. Minos seguía con ese orgullo henchido, su peor y más grande virtud.

—¿Qué demonios haces aquí? Vete a trabajar y déjame tranquila…

—¿Para dejar que salgas con este tipo? —miró mofante al aludido.

Sin deseos de pelear, y como siempre, más paciente que el vanaglorioso juez, Shion se sacudió la acusación con facilidad. Sabía que su presencia no era requerida en esa discusión, aunque le habría gustado decir algo a favor de su amiga. Pero, conociéndola, lo único que quedaba hacer era marcharse.

—Piensa en lo que te dije, Albafika—se despidió—. Y llámame si quieres salir.

—Mejor suerte para la próxima —Minos no resistió sus ganas de seguir burlándose de él. Shion volvió el rostro con una sonrisa.

—Sólo lo soberbios son capaces de ignorar el don que se les ha otorgado. Pero son los ingenuos los que ni siquiera toman en serio a la competencia que en cualquier momento puede arrebatarles todo —declaró.

El peliblanco soltó un resoplido con desdén.

—Sabias palabras de un estudiante de Filosofía —se cruzó de brazos—, pero vienen de alguien tan insignificante que toda su fuerza se extingue.

—A eso es exactamente a lo que me refiero. Quizá lo entiendas cuando ya sea demasiado tarde —apartó su mirada de él—, y espero que así sea —aunque no vieron su rostro, sabían que estaba sonriendo.

Shion retomó su marcha, con una seguridad inquebrantable.

El juez en cambio, tratando de no perder su acostumbrada altivez, aguardo a que aquel entrometido se alejara. Cuando estuvo lo bastante lejos, dirigió su atención de nuevo a Albafika—: Tu pequeña artimaña no funcionó —la acusó—. Si estuviéramos en un juicio, te acusaría por intento de fraude y extorción, al tratar de ponerme celoso con ese amigo tuyo…

—¿Eso es todo? —ella no lo miró. Por alguna razón se había mantenido lejos de la discusión entre Minos y su amigo.

Ni siquiera se giró para hablarle de frente—. ¿Viniste aquí para hablar de tu trabajo en un juzgado, o sólo para burlarte de Shion? —comenzó su camino, directo a su salón de clases.

—Aguarda… —escuchó que la seguía, pero no se detuvo—. Espera, Albafika, no he terminado…

—No. Vete, ya no quiero verte —no se volvió, no suavizó sus palabras, no quería ser débil ante él. ¡Ya no quería recibir migajas!

Sintió las suaves pero férreas manos de Minos en sus hombros, reteniéndola. Aun así, no entornó el cuerpo, ni la cara, para confrontarlo. Esperó a que su silencio obtuviera lo que su actitud no había conseguido, pero el sujeto a sus espaldas no obedeció, él seguía tan seguro de sí mismo, como siempre.

Las nuevas acusaciones vendrían pronto, Minos se jactaría por haberla descubierto en su plan y así, en vez de pedir disculpas por su vanagloria absurda, exigiría una "remuneración" a cambio de la malicia de Albafika.

—Tu cabello —la voz de Minos fue como de terciopelo, así como su respiración tras la oreja de la chica—. Siempre que te veía sentada en aquella mesa, sólo podía pensar en cómo olería tu cabello. Pasaba horas imaginando tu aroma, llegué a convertirme en un maldito obsesionado…

Su respiración se convirtió en suspiro. Contrario a lo que esperaba, Albafika se estremeció al percibir esa nariz curiosa, oliendo los cabellos de su nuca.

—Y cuando por fin pude olerte, tenerte así… —la encerró en sus brazos—, me volví loco. Siempre trato de ocultarlo, por tu salud mental —soltó una pequeña risa, pero su tono se hizo serio, estremecedor—: Porque si supieras la forma en la que me incitas a actuar, cada vez en que simplemente puedo percibir tu aroma, te darías cuenta de cuán enfermo de amor estoy por ti.

Instintivamente, el cuerpo de Albafika se giró, temblando de vergüenza y desconcierto. La joven intentó dominar sus emociones, pero sabía cómo estaría su expresión en realidad. Con las mejillas ardiéndole y el corazón a media garganta, reconoció que Minos no era el único enfermo entre los dos.

—Eres un tonto… decir todo eso, en este momento, después de lo que discutimos hoy… —rehusó a mirarlo—, ¡¿A qué viene todo esto?! —levantó la vista, exasperada.

Aunque, comenzaba a entender la presencia de Minos en su escuela…

—Es sólo otro día más en el calendario —le dijo, ahora fue él quien huyó de su mirada, para no verla a los ojos cuando le diera la razón—. Así que si puedo demostrarte lo que siento cuando yo quiera, el hecho de hacerlo un 14 de febrero, no significa nada. Será una "coincidencia" que tenga deseos de decirte todas estas cosas exactamente hoy…

Ladeó el rostro, ofreciéndole un tozudo perfil a Albafika. Jamás admitiría abiertamente el haberse equivocado, pero eso era suficiente para la chica. Ya sin poder ocultar su sonrisa, una juguetona risa se le escapó del pecho, atrayendo la atención del juez de nuevo a ella.

—Bien, bien… —puso las manos sobre sus caderas, mirándolo de soslayo con una suspicacia divertida—. ¿Entonces celebrarás San Valentín conmigo?

Minos no pudo evitarlo y sonrió también, con esa atrevida sonrisa de lado que a Albafika le encantaba. Asiéndola de una mano con firmeza, la atrajo hacia él.

—Sólo si me sirve de excusa para hacerte el amor esta noche —la ciñó con deseo, obligándola a encorvarse contra él.

¡¿Eehh?!

Albafika se retorció, más nerviosa esta vez. Aunque vivían juntos desde hacía varios meses, la chica nunca le había permitido tocarla de esa manera. Sus razones tenía, sus ideales, su estilo de crianza a la antigua; pero tal vez todo eso ya no serviría para evitar lo que vendría.

Buscó una forma de zafarse de eso, pero sabía que una vez que Minos tenía un plan en mente, no cambiaría de parecer; menos ahora que tenía un "motivo", una excusa, para proceder.

—¡Aguarda! —evadió el primer beso, le esperaban más—. ¿Qué pasa con tu trabajo? Tienes cosas qué hacer, ¿verdad? Y yo debo estudiar para los exáme-ne-ees…

—¡Al diablo todo eso! —exclamó Minos adueñándose por fin de su boca—. Es San Valentín…

Y la besó nuevamente, con más fuerza, tal como lo hacía cada vez que todo perdía su importancia al estar con Albafika. Al menos, esta vez, tenía un motivo "comercial" o "universal" para deslindarse de sus responsabilidades y no avergonzarse por ello.

Minos tenía razón. Sí, era San Valentín. El plan de Albafika había dado resultado y no podría sentirse más satisfecha: finalmente podrían celebrar un 14 de febrero, justo como lo esperaba. O tal vez no…

Eey, espera, no-no... ¡saca tu mano de ahí! ¡La gente nos está mirando!

. . .

Y pensar que apenas comenzaba el día…

~Sólo una Excusa~

Perphas Endless... (?)

Y esta fue mi EXCUSA para escribir este pequeñito fic. Espero que les haya gustado, chicos y chicas.

De cierta forma, este es un final "abierto", con posibilidades de que en lo futuro salga algo más de esta pareja moderna. Minos y Alba-chan son adorables, pero creo que Shion haría las cosas bien interesantes en una trama más compleja uwu

Mis estimadas Ariel, Kleine, Ale-chan y Derama, muchas gracias por sus comentarios. Me sacaron una sonrisa :)

Cuidense mucho, mucho. Espero sus reviews para saber qué les pareció este "final". Gracias por todo! *w*