El mundo y los personajes de Digimon no me pertenecen. Esta historia nació para fines de entretenimiento y no busco lucrar con ella.
Lo que el tiempo nos dejó
~ Epilogo ~
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Takeru abrió los ojos después de lo que le pareció una eternidad. Había sido un sueño muy extraño, con Taichi amenazandolo con matarlo. Hacia años que no amenazaba con hacerle daño, así que le sorprendió que haya regresado a sus viejas costumbres.
Por otra parte, ahora se sentía… No mal, sino, débil. Y algo cansado, para ser verdaderamente sincero.
Le molestaba la luz que le iluminaba la cara, y estuvo a punto de quejarse con su esposa — ¡Vaya Hikari era su esposa!— el haber abierto las cortinas tan temprano. Sin embargo, le pareció muy extraño girar el rostro y no solo no verla, sino ver un par de máquinas propias de los hospitales.
Entonces, como si fuese un rayo que iluminó sus ideas, recordó lo que había sucedido.
Se vio así mismo enfrentando a un hombre que apuntaba con un arma a la chica de la agencia de viajes, cuando él y Taichi habían ido a comprar los pasajes para salir de viaje con sus respectivas parejas.
El castaño, en pos de elegir un lugar para su luna de miel y él, para celebrar el día de los enamorados, que sería la semana entrante. Haría que su esposa dejase, por fin, de asistir a la escuela y se la llevaría a París, algo que no había podido hacer en su luna de miel, por diferentes circunstancias. Si bien la suspensión por maternidad no empezaba hasta los siete u ocho meses, Takeru había hecho unos arreglos con la directora de la escuela para el catorce de febrero, porque había sido ese día, un año atrás, que le había pedido a Hikari que se casase con él.
Su intención al menos, había sido esa, antes de la gran crisis que hubo en esa fecha, en el digimundo.
— Señorita, puede entrar — Escuchó que decía una voz del otro lado de la puerta. Takeru intentó incorporarse y mirar hacia la puerta, por curiosidad más que otra cosa, aunque tenía una leve idea de quien se trataba. Bueno, era casi una certeza — Pero recuerde que el paciente está descansando aun.
— Sólo serán unos minutos — Musitó una voz que él conocía muy bien.
Era la misma voz que adoraba desde que tenía memoria.
La puerta delgada se abrió y los ojos color zafiro se cruzaron con los cobrizos. Hikari lo miró, sorprendida, al percatarse que estaba despierto. Se quedó un momento estática, tratando de que su mente procesase las imágenes, hasta que por fin, se dio cuenta de que no era una alucinación. Se apresuró hacia él y marcó suaves besos sobre su rostro, alegre de que estuviese bien.
— No me asustes así, nunca más — Le exigió, y los ojos le brillaban con lágrimas, de emoción.
Takeru le atribuyó esa reacción a las hormonas producidas durante el embarazo. Hubiese deseado levantar su mano y acariciarle la mejilla a su esposa, pero se dio cuenta que no podía, porque estaba conectado a algunos incómodos aparatos.
Suspiró, exasperado. — Los médicos me han dicho que no ha sido nada.
— Quizás para ellos no — Replicó ella, con seguridad — Para mí, lo fue.
— Lo siento, Hikari — Dijo, y ella volvió a marcar un beso sobre sus labios, aliviada. Takeru frunció el ceño, como si recordara algo importante cuando se separaron y pudo ver sus ojos — ¿No estabas en un campamento? — Dudó él.
— Sí, estábamos saliendo hacia el digimundo con los niños —y algunos de sus padres— para pasar el fin de semana. Pero eso es lo bueno de los viajes al Digimundo, puedes entrar y salir en cualquier lugar si tienes un D3
— Así es — Susurró él — Lamento haberte preocupado, mi Luz.
— ¿Estás bien? — Cuestionó ella, y le acarició la cara, con preocupación — Estabas tan pálido cuando vine ayer…
— ¿Has dicho ayer? — Inquirió él, mientras miraba los ojos de su esposa — ¿He dormido desde ayer?
Ella asintió, aunque ocultó que habían sido tres días y no uno — No se te ocurra reñir a los doctores — Le advirtió. Takeru quizás no veía lo afortunado que había sido de que el disparo no haya dañado ningún… Se estremeció, no iba a pensar en eso. No quería hacerlo. — Ahora van a llevarte a una sala común, y podré quedarme contigo, toda la noche.
Sujetó la mano de Hikari y presionó sus labios en el dorso — No tienes porqué
— Sí, claro que sí — Susurró ella, con una seguridad aplastante. No iba a cambiar de decisión, ni aunque quisiera — Taichi te donó sangre
El rubio miró a su esposa frunciendo el ceño — ¿Taichi?
— Sí, tiene cero negativo. Es dador universal — Comentó ella, mientras le sonreía — Prometeme que no volverás a asustarme así.
— Te lo prometo, mi Luz.
No iba a conseguir nada con protestar, y lo sabía bien.
Se prometió asi mismo que nunca iba a ser el responsable de asustarla de nuevo, siempre y cuando, las cosas estuvieran en sus manos. A veces, es imposible evitarlo. El futuro, en general es incierto.
Takeru sólo era conciente de una cosa de su futuro: Hikari estaría en el.
Una mujer llamó a Hikari desde la puerta. Era una enfermera y le indicaba que era hora de trasladar al paciente. — Te veré enseguida — Susurró ella, y le acarició la mejilla antes de marcar un beso fugaz sobre sus labios — Pórtate bien — Le exigió.
Cómo si me quedara otra opción, pensó él, en cuanto la vio marcharse.
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Las enfermeras le habían permitido sentarse en la camilla. Claro que con almohadones en su espalda para hacer más cómoda la postura. La habitación de Takeru era de un celeste claro, y además de la camilla en la que él se encontraba, había otra que estaba vacía, la cual, además estaba cubierta por un biombo.
Una pequeña ventana que daba vista a las calles de la ciudad de Tokio — ¿Tokio? — Sí, recordó, pensando en que él y Taichi habían ido a Tokio para comprar los pasajes y que nadie más que ellos se enterase. Suspiró. Todo su magnífico plan se había frustrado.
Sin embargo, lo más destacado en esa sala era la infinidad de cosas que había dentro. Regalos de sus lectores. Había flores, también unas cuantas cajas que no había abierto, un par de globos —con forma de corazón— que decían: Cuidate. (o algunas variantes de esa misma frase como: Recuperate pronto) Incluso, para su sorpresa, había unas cuantas cartas presentes.
Eso le dio el indicio de que Hikari no le había dicho exactamente desde cuando había dormido.
— ¡Takeru! — Patamon ingresó volando a la habitación, a sus brazos, más precisamente y se quedó allí acurrucado contra su pecho — Me alegra tanto que estes bien.
Entonces, algunas personas —acompañados por algunos digimons— cruzaron el umbral de la puerta. Hikari, Sora, Daisuke y su prima, Mitsuko junto con Gatomon, Biyomon, Veemon y Cutemon.
— ¡Me alegra que estes bien, primo! — Festejó la castaña, que tenía su mismo color de ojos, zafandose del agarre de su pareja — Cuando nos llamó Ken, no podía creerlo. No vuelvas a hacer algo asi.
Takeru sonrió — Lamento haberte asustado, cariño — Le dijo a su prima favorita, quien le dio un cariñoso abrazo. Entonces, notó una ausencia. Una ausencia notable, a decir verdad. Miró asustado a su prima — ¿Y Daiki?
— Afuera, durmiendo en los brazos de su padrino.
— Vaya, Takeru, ¿No piensas que te regalaron muchas cosas de chicas? — Cuestionó Daisuke, señalando las flores. Repentinamente, sus ojos se fijaron en los globos — Por cierto, Hikari pinchó uno que decía: Quiero ser la madre de tus hijos, así que recuperate.
— ¡Daisuke! — Regañó la antigua portadora de la Luz, mientras Gatomon y Patamon se reían, lo que confirmó a Takeru que ese globo con esa frase de verdad había existido — No le creas, miente.
— ¿Cómo se enteró la prensa? — Cuestionó el rubio, para evitar un homicidio. No quería que su esposa acabase matando a su mejor amigo.
— La chica a la que salvaste — Musitó Daisuke, quien se cruzó de brazos y se apoyó contra una de las paredes — Le dio un reportaje, y creeme, eres el heróe de Japón.
Takeru resopló — Tendría que haber usado una máscara
— Es lo que harás a partir de ahora. No imaginas cuantos reporteros están allí afuera, esperando como sabuesos carnívoros por sangre fresca — Musitó Mitsuko, y Takeru vio porqué Daisuke se había enamorado perdidamente de ella, ya que el joven Motomiya disfrutaba con las ideas locas de su cosanguinea.
— Prefiero quedarme aquí — Musitó, y le indicó a su esposa que se acercase hacia donde estaba y se sentase a su lado. Hikari sonrió. Takeru se movió en la camilla de modo que ella también pudiese acomodarse en ese sitio.
— Bien, primo — Susurró Mitsuko — Me alegro que estes bien, pero debemos irnos. Hay otras personas que quieren verte. — Se acercó a él y le besó ambas mejillas a él y a su esposa — Y tu, cuidate mucho, ¿Sí? — Le dijo a Hikari, quien asintió — Nos vemos luego.
Daisuke le estrechó las manos — No hagas algo así de nuevo — Musitó, medio en broma medio en serio. Y, entonces, ambos se marcharon.
Gatomon aprovechó ese momento, y se subió a la camilla. Takeru rodeó los hombros de Hikari con uno de sus brazos —el que no sostenia a Patamon— y le dio un beso en la sien.
— No deberías exigirte tanto, mi luz — Susurró, sólo para ella.
— Ahora, ya estoy bien, cariño — Musitó ella.
— ¡Dejen eso para cuando se recupere por completo! — Les gritó Miyako, quien estaba cargando a una inquieta niña que lloraba.
Ken Ichijouji, Iori Hida y su novia, junto con Wormmon, Hawkmon, Armadillomon y Diatirimon, entraron para saludarlo también.
— Me alegro que estes bien, Takeru — Murmuró su compañero de la digievolución DNA.
Como había sucedido en el pasado, el antiguo portador de la esperanza se sintió especialmente bien con esa declaración, porque sabía que era sincera. Estrecharon sus brazos, y vio la sonrisa de Ume —a quien había tenido el gusto de conocer el año anterior— y sonrió, también.
Miyako les platicó unos minutos, pero el llanto incesante de su primogénita apenas permitía que se le escuchase. Finalmente rodeó el cuello de Takeru con uno de sus brazos, y lo abrazó, mientras sostenía a la niña con el otro.
— ¡Cuidate mucho! — Le dijo, antes de despedirse.
— Me estás… ahogando — Murmuró, como pudo, el joven Takaishi.
Ken hizo que su esposa lo soltase en cuanto vio que su rostro comenzaba a cambiar de color. Él antiguo portador de la bondad esbozó una sonrisa divertida, y sincera. Lejos había quedado el enfrentamiento que los había sacudido a ambos, un secreto que compartían ellos cuatro —ellos y sus digimons— que así quedaría, sepultado.
— Ten mucho cuidado, Takeru — Susurró el policía — Es bueno verte bien...
— Gracias Ken — Dijo sencillamente.
Una vez que ellos salieron del dormitorio, miró a Sora, enarcando una ceja. Su cuñada, en silencio, simplemente le sonreía.
— Sí, todos están aquí. Y si, todos van a saludarte — Murmuró la educadora con una dulce sonrisa. Instantaneamente, sus ojos se abrieron — Mira, se mueven — Dijo, con dulzura —como cada vez que sucedía— y sentía que sus hijos se movían dentro de ella.
Takeru posó su mano en el vientre de Hikari.
— Son niños inquietos — Masculló, maravillado.
— Igual que tú — Aseguró una voz que Takeru reconoció al instante. Era la de su madre.
Natsuko, Hiroaki, Jou estaban ya, ingresando a la pequeña sala del hospital para saludarlo. Su madre los abrazó a ambos, y besó las mejillas de su hijo y su nuera con cariño.
— Ah, Takeru. No nos des un susto así, de nuevo. Todos estábamos tan preocupados, cariño.
— Lo siento, mamá.
No podía decir lo infinitamente agradecido que estaba con ellos por estar presentes, allí, juntos. Nunca iba a perder, del todo, la alegría de soñarlos juntos. Hacia tiempo se había resignado, pero ellos eran sus padres despues de todo.
Hiroaki, un tanto reacio, se acercó a ellos. No dijo mucho, pero como era un hombre de pocas palabras, Takeru supo que estaba comprobando si estaba bien.
— Estoy bien, papá — Le dijo, y el autor de sus días, sonrió. A Takeru le encantaba que sonriera, porque algunas arrugas le rodeaban los ojos y se veía más joven.
Se sorprendía que sus padres apenas y habían cambiado. Las facciones, en especial, aunque claro. Su madre usualmente se teñía el cabello y su padre ya tenía algunos grises en su pelo. Sin embargo, casi estaban como él los recordaba. Casi, porque el tiempo no viene solo. Sería tonto si decía que estaban iguales.
Se disculparon, luego de una breve conversación y se despidieron de ellos. Takeru se quedó mirando a Jou, que lanzaba furtivas miradas hacia el pasillo.
— ¿Tienes que irte, Jou? — Cuestionó Hikari, curiosa.
Jou estrechó las manos de Takeru, efusivamente — Lamento no poder quedarme mucho tiempo — dijo apresurado. Se le notaba ligeramente nervioso — Pero Mariko está a punto de hacerse una ecografía para ver…
Mariko Inoue Kido estaba a punto de cumplir tres o cuatro meses de embarazo. No estaba muy seguro. Era sorprendente, Hikari y ella estaban embarazadas casi al mismo tiempo.
— ¿Qué estás haciendo aquí, entonces? — Le espetó el escritor, levantando las cejas — ¡Ve a conocer a tus hijos!
Y tras aquellas palabras, Jou y Gomamon desaparecieron a gran velocidad.
Sora se acercó a su cuñado, aprovechando que ya todos los presentes habían tenido oportunidad de celebrar su recuperación, y Takeru se dejó abrazar cariñosamente por la amorosa esposa de su hermano mayor.
— Cariño, me alegro que estes bien — Musitó la pelirroja y le dio otro beso en la mejila.
— ¿Acaso todos van a besarme? — Cuestionó, divertido.
— Yo no — Aseguró Taichi, que estaba parado bajo el umbral de la puerta. Los ojos de Takeru se dirigieron inmediatamente hacia él. — ¿Cómo estás, chico esperanza?
Acostumbrado a ese estúpido apodo, se encogió de hombros — He estado peor
— Sí — Murmuró Taichi, mientras se acercaba hacia ellos, seguido por Agumon — Que bueno que estés despierto, cuñadito. ¿Pueden dejarme hablar con él? — Les dijo a Sora y a Hikari — Tenemos cuentas que arreglar.
Hikari protestó, pero Takeru asintió — Quiero hablar con él — Le dijo, sonriente. Su esposa volvió a quejarse.
— Sólo serán cinco minutos — Volvió a decir Taichi, mientras miraba seriamente a su hermana.
— No me iré — Le dijo Takeru a su esposa, cuando, finalmente, la convencieron de salir del cuarto.
— No voy a secuestrarlo. — Le avisó a Hikari, su hermano, divertido cuando ella lo miró furibunda al salir del cuarto.
Taichi esperó hasta que ambas dejaron al sala para decir algo — ¿Cómo estás? — No habia quedado satisfecho con la respuesta: He estado peor.
— Me han dicho que me donaste sangre — Aseguró el rubio, luego de encogerse de hombros. Una sonrisa le iluminó las facciones — ¿Te das cuenta de lo que eso significa?
— Sí, tendrás que separarte de Hikari porque cometerás incesto — Afirmó, con seguridad el moreno.
Takeru miró a su cuñado, desconcertado — No estaba pensando en eso
Taichi esbozó una sonrisa, amable y divertida, esperando saber que era lo que quería decir Takeru — Entonces, no tengo idea de lo que hablas pero, si, entiendo que no importa que puedas ir a la cárcel por incesto — Bromeó
Takeru se rió — No, no pensaba en eso. — Afirmó — Significa que quizás, ahora, esté permitido que seamos hermanos — Musitó el menor de los hermanos Ishida Takaishi.
El antiguo portador del valor sonrió ampliamente — Eso ya lo daba por hecho, niño — Le indicó y se acercó para revolverle el cabello — Acuerdate de no volver a hacer una estupidez así nunca más. Esas cosas son tarea mía. — Takeru rodó los ojos — Ahora me marcho, porque mi hermanita vendrá a sacarme pronto de aquí o me echará a patadas pero, antes, quería darte algo.
Del bolsillo de su campera, Taichi sacó un papel doblado prolijamente. Takeru frunció el ceño, cuando su cuñado se los ofreció.
— ¿Qué es? — Cuestionó.
Antes de que el castaño pudiese responder, Hikari regresaba a la sala — Cinco minutos, hermano.
— Ya me voy, ya me voy — Taichi volvió a despeinarlo a él y luego abrazó a su hermana — Mi buen acto del día acaba de cumplirse — Indicó.
— ¿Qué es esto? — Musitó Takeru, nuevamente, agitando el papel en el aire.
— Sino lo abres, pues, es difícil que te des cuenta. — Aseguró el mayor de los hermanos Yagami.
Y se marchó.
Hikari volvió a sentarse al lado de su esposo y miró con atención el papel que este sostenía entre sus manos.
— ¿Qué es? — Cuestionó ella, con curiosidad brillandole en los ojos.
Takeru desdobló el papel, con cuidado, y, entonces, sonrió ampliamente.
Debía haber supuesto de que se trataba, pero no podía evitar sentirse agradecido y sorprendido. En sus manos, gracia a Taichi, tenía los dos pasajes de un viaje, de una semana completa, a la ciudad del amor. Miró agradecido hacia el umbral de la puerta, en vano. Bueno, encontraría una forma de retribuirle a su cuñado, por tantas buenas obras hacia él.
Sus planes, pese a todo, no se habían arruinado.
— Es nuestro regalo de San Valentín — Le indicó a Hikari, sonriendo ampliamente.
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Fin
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N/A: ¡Epilogo!
Takeru está bien y consiguió su regalo de San Valentín, así que no puede quejarse de nada. Yo quiero ir a París, es uno de mis viajes soñados, así que envidio a Hikari y a Takeru jaja pero bueno, también sufrieron un poquito y se lo merecen.
Mimi y Kou tampoco aparecen en el hospital porque, ella estaba en U.S.A y él, estaba fuera de la ciudad, ocupandose de algunos estudios. Yamato, aclaro, sigue en el transbordador y aun no ha regresado, ni se ha enterado que su hermano estuvo en el hospital, ni nada por el estilo xD
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Saludos ^^