Nota de autora: lean y dejen review para saber si debería continuar o si mejor dejo de gastar mi tiempo.


Prólogo: Un rave en la nocheósfera


—Grumosa, no deberíamos estar aquí y lo sabes. —se quejó Bubblegum. Ella querría haberlo hecho en voz baja, pero la fuerte música no se lo permitía así que tuvo que gritar para hacerse oír.

Grumosa solo hizo un sonidito de desaprobación y un gesto con la mano.

"Qué tontería," pensó Bubblegum "de todas formas no es como si fuéramos a pasar desapercibidas".

Miró a su comitiva una vez más para confirmarlo: las conocidas princesas la seguían de cerca, todas ellas mirando a su alrededor, unas con miedo, otras con fascinación. Grumosa, la más relajada de todas ellas, lideraba esa noche y se veía muy emocionada por no estar a la sombra de Bubblegum, para variar; podría haberse dicho que "flotaba" de felicidad y emoción, si no fuese porque Grumosa literalmente lo hacía.

Era la noche libre en la nocheósfera: Hunson Abadeer al parecer se había dado cuenta de lo lucrativo que era el lugar, promoviendo raves que terminaban aún más atestados de gente que las filas que se formaban para hablar con él.

El lugar estaba aún más oscuro y cálido que de costumbre, y a eso se le sumaba el retumbe de la música ensordecedora y los gritos de algarabía de los fiesteros, quienes estaban bailando algo parecido al slam.

—No deberíamos estar aquí… —secundó la princesa Hot Dog con la voz temblorosa, a pesar de que al inicio le había parecido una excelente idea. Había demasiada gente y se sentía insegura con su gran longitud y corta estatura, podían aplastarla en cualquier momento.

—Hey, ¿dónde está la princesa Tortuga?

— ¿No iba contigo?

— ¡Ay!

—Princesa Mora, ¿estás bien?

— ¡Alguien me ha sacado jugo!

—Grumosa, ¡en serio! Ya llevamos un rato aquí y solo estamos incómodas.

—Oigan chicas, ¿esa no es Tortuga?

Divisaron con dificultad a la Princesa Tortuga, bailando en lo alto de un peñasco de la nocheósfera. La bibliotecaria parecía estar pasando el momento de su vida, bailando tan cerca de un lago de fuego con muchos entes alrededor. Esto pareció tranquilizar a las otras princesas.

— ¿Lo ven? Tortuga ya se acopló al lugar. —dijo Princesa Grumosa en tono de resolución. —No sean aburridas, ¡hoy es noche de chicas!

Las otras comenzaron a gritar cosas ininteligibles debido al ruido, pero por sus expresiones, Bubblegum lo supo:

Estaba condenada a pasar el resto de la noche en ese lugar.


— ¡Y ustedes que querían irse! —gritó la Princesa Grumosa.

Ni Bubblegum podía negar que estuvieran pasando un divertido rato. Una vez que superabas el hecho de estar en un rave en el inframundo, con entes de lo más extraños alrededor y mares de fuego por doquier, no era tan malo.

Se habían unido a un pequeño grupo de oriundos de la nocheósfera, quienes parecían ignorar que estaban entre princesas. La consigna al arribar al lugar había sido "no llamen demasiado la atención", cosa que parecía haber quedado olvidada tiempo atrás.

—Chicas, tengo una idea. —dijo Grumosa alzando las cejas de manera traviesa. — ¡Juguemos a algo!

La Princesa Mora rio.

—Ay, Grumosa, no somos niñas.

—No esa clase de juegos. —aclaró Grumosa cruzándose de brazos. — ¡Juguemos algo divertido!

— ¿Como qué? —preguntaron todas emocionadas.

Grumosa pensó un rato poniéndose una mano cerca de la boca.

—Mmm… ¡Oh, ya sé! ¡Ahora vuelvo!

—Grumosa, no te alejes mucho. —le pidió Bubblegum pero Grumosa ya se había ido.

— ¿Qué se le habrá ocurrido?

— ¡Algo bueno, espero!

Después de un rato en el que ya casi se habían olvidado de ella, llegó sonriente con algo en la mano.

— ¿Qué llevas ahí?

La princesa sonrió con satisfacción.

—Son barras fluorescentes, todas del mismo color… le pedí a Party Pat que me las diera. —se volteó momentáneamente para señalar al alto y delgado oso antropomorfo que bailaba break dance mientras era vitoreado. —Todas están marcadas con un número.

—Ajá, ¿y eso qué? —preguntó Bubblegum, impaciente.

—Pues que antes de sacar un número decimos qué número será el de la princesa al mando. —respondió con tono sabihondo. —Y decimos otro número, que debe cumplir un reto.

—No me gusta cómo suena eso.

— ¡Oh vamos, Princesa Bubblegum! —rogaron las demás.

— ¡Suena divertido!

—No jugaré. —dijo tajantemente Bubblegum.

— ¿Te da miedo? —la molestó Grumosa volviendo a mover las cejas juguetonamente.

Bubblegum hizo un sonido de descontento hacia la princesa de voz gruesa.

— ¡Claro que no! ¡Trae eso para acá! —dijo quitándole la caja que contenía las barras que brillaban en la oscuridad. Decidió zanjar ese asunto de una vez por todas; seguro que después de unos cuantos retos, todas terminarían aburridas. — ¡El número tres debe obedecer al número cinco!

Todas se apresuraron a sacar un número a través de la pequeña abertura de la caja. Una a una, las princesas fueron revelando qué número les había tocado, algunas suspirando con alivio y otras riendo nerviosamente. El pequeño grupo en el que habían estado ya no era pequeño: curiosos se estaban congregando para ver qué tramaba el grupo de chicas. Todo eso hizo sentir intranquila a Bubblegum.

"Estaré bien, no pasará nada. Además, aunque me tocara un reto, ¿qué tan malo puede ser?"

Ninguna de las princesas que había revelado su número era el tres o el cinco. Las únicas que quedaban, eran Bubblegum y Grumosa, quienes se miraron intensamente empuñando la pequeña barra, tapando el número.

"Vamos, Bonnibel, tranquila" trató de calmarse. "No te ha tocado, no te ha tocado, no te…"

Le había tocado.

Grumosa había abierto la mano al fin, dando a conocer que ella tenía el número cinco.

— ¡Oh-my-glob! —gritó emocionada esta. — ¡Lo sabía! Debes obedecerme, yo soy la princesa y tú una plebeya. —canturreó emocionada en tono burlón.

Bubblegum palideció… ¿cómo podía haberle tocado? Ella era una científica, una cerebrito… sabía que había probabilidades y aun así, se arriesgo a jugar…

Sacudió la cabeza. De nada servía lamentarse, lo único que podía hacer era enfrentarlo con dignidad como la princesa que era.

—Vaya, Bubblegum… —dijo despacio Grumosa. A Bubblegum no le estaba gustando su expresión. — ¡Es hora de que te diviertas! Hay que ponerte un buen castigo… ejem, quise decir, reto.

Grumosa pensó un rato. Pensó tanto rato que las demás princesas se impacientaron, gritándole sugerencias e incluso los espectadores intervenían.

— ¡No! —espetó ella. — ¡Hay que elegir un reto a la altura!

De repente entornó los ojos y soltó una risilla.

—Ya sé…

Bubblegum tragó sin darse cuenta.

—Sólo dilo. —dijo fingiendo hastío, pero en realidad estaba temerosa. Consideraba una a amiga a Grumosa, pero a veces podía ser algo pesada.

—Tienes que besar a alguien. —dijo al fin, consiguiendo gritos de desaprobación de la multitud y Bubblegum suspiró aliviadísima.

"Podría haber sido peor, me asusté por nada."

—Tienes que besarla a ella. —continuó la princesa flotando por encima de todos y señalando un punto un poco lejano.

Bubblegum volteó preocupándose cuando escuchó el vago sonido de un grito ahogado de su público, que quedó perdido entre la música.

Oh, no.

Ella no.

Marceline Abadeer había subido al escenario a tocar.