III

— ¡Desmaius!

— ¡Protego!

Merlín se tiró al suelo y rodó detrás de una mesa.

— Has perdido facultades, Merlín—se jactó Morgana.

— Todavía tengo mis trucos—replicó el joven, saltando e inmovilizando a Morgana escasos segundos — ¿Qué decías?

Morgana rápidamente, nada más recuperar la movilidad, lanzó un hechizo que aturdió a Merlín. Esos breves instantes los aprovechó la joven para lanzarlo al otro extremo de la habitación.

— Lo que oíste.

Merlín se levantó, no sin dificultad, y prosiguió el duelo. Por supuesto, sabía que estaban jugando, retrasando el momento en el que de verdad se enfrentarían a muerte. Pero ambos sabían, que pronto aquel juego acabaría. Y pronto.


— Arturo, ¿es cierto lo de Morgana?—Guinevra, la esposa del príncipe Arturo, acababa de irrumpir en el salón interrumpiendo la conversación entre el príncipe y Merlín.

— Me temo que sí, Gwen.

La mujer ahogó un grito.

— Pero, ¿cómo es posible que haya conspirado contra el reino? Morgana adora Camelot, ¡desde siempre!

— Eso es lo que creíamos. Aunque tengo mi teoría—Arturo miró a su escudero, a su amigo, que a su lado yacía—. Por favor, Merlín, acompáñanos.

Merlín hizo una reverencia ante la presencia de Ginevra y acompañó al matrimonio hasta un lugar más privado. Una vez allí, explicó su hipótesis.

— Al parecer, mi padre le pidió que interviniese en la Guerra que está siendo librada contra Lothian, y allí conoció a la que parece ser su hermana mayor*. Esta es la esposa del príncipe Lancelot y rogó a su hermana que no hiciera nada contra su pueblo, y Morgana no pudo decirle que no. Y mi padre ha considerado ese acto como la más alta traición, así que prohibió el regreso de Morgana a Camelot.

— ¿Entonces Morgana está con Lothian?—cuestionó Gwen.

— Tampoco—negó Arturo—. Pero según se sabe, sí que está contra Camelot y contra mi padre y también…está practicando magia negra.

— ¡Magia negra!—exclamó Gwen. Arturo la reprochó con la mirada por gritar y la joven se disculpó— ¡Magia negra!—dijo otra vez, pero en un susurro— ¿Y qué es lo que pretende?

— Destruir Camelot y destruir a mi padre—replicó Merlín, con pesadumbre—. Se está aliando con los bárbaros del norte. Planea dejar el reino en ruinas…

Merlín se alejó, intentando apartarse de aquellas blasfemias que Arturo decía sobre Morgana, aunque sabía que eran verdad.

Pero estaba seguro que había algo que no encajaba: Morgana no era así. Además, ¿por qué destruir Camelot? E iba más allá, ¿por qué negarse a atacar, cuando Uther la había criado como su propia hija y, en cambio, a aquella supuesta hermana la acababa de conocer? ¿Y quién sabía si de verdad era su hermana?

Merlín, furioso, se fue a su habitación. Cogió lo primero que encontró, un libro de hechizos, y lo lanzó contra el otro extremo de la habitación. Estaba frustrado, estaba enfadado y, sobre todo, se sentía traicionado. ¿Cómo podía haberlo dejado allí? Ni siquiera había intentado comunicarse con él. Dios, ¡ni siquiera le había enviado una carta! Una mísera carta explicando por qué había hecho lo que había hecho.

El joven se pellizcó el puente de la nariz. Al levantar la vista, su mirada de inmediato se posó en un frasquito que contenía líquido rosa que en una mesilla yacía.

Merlín se levantó y lo cogió bruscamente. Lo destapó. Él ya sabía a que olía: a mañanas, a naranjas y…

Algo que no había reconocido: hasta ahora.

Una fragancia que le parecía fuerte, pero no por eso le parecía menos dulce. Le recordaba a las flores que Morgana solía cultivar en su jardín en primavera: tenían un olor muy fuerte, pero tenían un olor especial.

Y Morgana olía exactamente igual.

Merlín notó como los ojos se le humedecían. Furioso, lanzó el frasquito por la ventana y oyó como se estrellaba en el suelo.

Quería odiar a Morgana.

Pero no podía.

Porque estaba enamorado de ella.


Por fin, Morgana dio a Merlín.

Y aquel Expelliarmus lo dejó en el suelo. La muchacha se acercó, con una expresión en el rostro indescifrable. Le pisó el brazo con el que intentaba coger la varita y se agachó a cogerla. La lanzó lejos.

Merlín sonrió.

— Enhorabuena, Morgana. Lo has conseguido. Has conseguido matarme.

— No es algo de lo que esté orgullosa, créeme—respondió ella. Casi hasta pudo leer en su rostro… ¿tristeza?

— Bueno, has conspirado en contra de tu reino y en contra de tu familia solo por una supuesta hermana que acababas de conocer. No hay nada que me sorprenda de ti ahora.

— Morgause es mi hermana, pero no es por eso por lo que "traicioné" al reino—respondió ella.

— ¿Entonces?

Morgana guardó silencio.

— Voy a morir ahora. Creo que merezco saberlo.

Morgana negó con la cabeza.

— Es mejor que no lo sepas.

Y, tragando saliva, Morgana levantó su varita. No soportaba más esa situación: quería acabar con ella de una vez.

— ¿Sabes? Nunca te conté a lo que me olía la Armotentia.

— Supongo que a alguna de tus muchas amiguitas, ¿no?

Merlín negó con la cabeza.

— Nunca.

— ¿Entonces?

A ti.

Los ojos de Morgana se empañaron. No se lo creía. Después de todo ese tiempo…Merlín le acababa de confesar que estaba enamorado de ella. O al menos, que le atraía.

Aquello fue más de lo que pudo soportar. Morgana tomó aire y pronunció el conjuro que terminaría con la vida de Merlín.

Lo hizo.

Después, solo hubo silencio.

Antes de irse, se acercó al caldero donde todavía la Armotentia burbujeaba, ignorando el destino de su creador.

— Y a mí, me huele a ti—dijo. Después, se puso la capucha y abandonó la habitación.


Nota: Bueno, pues ha llegado el final de esta historia. Se lo dedico a todas mis amigas del foro El Escorpión Que Coleccionaba Rosas y a los del foro Bienvenidos a Storybrooke, por no hablar de los del foro La Noble y Ancestral Casa de Los Black. Gracias por todo.

Este es el final de la historia, aunque detrás hay mucho que contar. Espero hacerlo algún día: tengo la historia de Merlín y Morgana en mi cabeza: y me encantaría relatarla. A ver si puedo, algún día.

Besos,

Liz

P.D: ¿Alguien me deja un review? Son gratis ;)