Así es, soy una de las que decidió actualizar su fic en medio de la cuarentena XD.

Ya en serio, a quien esté leyendo esto, les mando todo mi cariño y ánimo. Son tiempos difíciles, y espero que todos ustedes estén a salvo y con la gente que quieren, aunque no sea físicamente, y que estén tomando todas las medidas de precaución. Algunos países ya van saliendo, y si tengo lectores de por ahí: todo mi orgullo va para ustedes por sobrevivir esto.

Ya saben que lo único que me pertenece es el sudor, lágrimas y sangre que derramo al escribir este fic (Drama Queen!).

Todo mi amor y disfruten ;)


Segunda estrella a la derecha y hasta que amanezca.

11. Hogar, dulce hogar.

Estar de vuelta en casa por las vacaciones de Navidad realmente era la respuesta para despejar mi mente de todo lo relacionado con Lorcan Scamander.

Al menos, esperaba que ese fuese el caso para cuando fuese momento de regresar a Hogwarts. Pero para ello aún faltaban un par de semanas; después de todo este solo era el segundo día desde el inicio de las vacaciones.

Y era sábado.

Bajé las escaleras del número 12 de Grimmauld Place lo más quedamente que me fue posible, mis pies simplemente cubiertos por mullidos calcetines azul claro ayudaban mucho a mitigar el sonido de mis pisadas sobre los escalones de madera.

Mis hermanos aún estaban durmiendo en el piso de arriba, James decidiendo pasar estas semanas con la familia, al igual que la abuela Andromeda— era solo la abuela de Teddy, en realidad, pero al crecer era lo más cercano a una que habíamos tenido a una del lado de papá, ante la ausencia de nuestros fallecidos abuelos paternos—. Kreacher también se encontraba roncando ruidosamente en la habitación que había escogido para sí hace años, aunque el siempre estuviese pregonando que los elfos domésticos no debían tener habitaciones propias y en su lugar debían dormir en el piso de algún pasillo sin estorbar a los magos y brujas a quienes servían.

Por otra parte, papá había tenido que dejar la ciudad por una misión urgente de Aurores un día antes de que yo regresase de la escuela, y Teddy lo había tenido que seguir un día después como refuerzo de emergencia (aunque no quería pensar mucho en lo que eso podría significar), unas pocas horas después de que nos hubiese recogido a mis primos y a mí del andén 9¾, fingiendo que no notaba la tensión silenciosa que emanaba entre Roxanne y yo mientas nos conducía hacia el Callejón Diagon. Papá me había mandado una carta la mañana en la que tuvo que marcharse en la que me decía cuánto lo sentía, y que me lo iba a compensar en cuanto regresara, pero que en ese momento tenía que cumplir con su deber. Yo había crecido escuchando esas mismas palabras o muy similares, parte de las dificultades de ser la hija del Gran Harry Potter, un hombre que insistía en proteger y sacrificarse por otros incluso años después de haber hecho el mayor sacrificio al vencer a Voldemort.

No quería dar la impresión de que no reconocía el gran trabajo que mi padre realizaba por la comunidad mágica, o que no estaba orgullosa de él, porque eso no era así: yo amaba a mi padre con cada fibra de mi corazón, y sabía que él me amaba a mí de la misma manera. Siempre se había asegurado de que mis hermanos y yo supiéramos cuán importantes éramos para él, y que si tomaba ese tipo de riesgos en su trabajo era justamente porque no quería que nosotros tuviésemos que pasar por lo mismo que él y mis tíos en su juventud.

Pero había sido difícil, vivir con esa preocupación en el pecho cada vez que le veía partir por la puerta hacia alguna misión peligrosa, desde pequeña, incluso mucho antes de que fuese capaz comprender en su totalidad las implicaciones del riesgo que tomaba o de lo que podía llegar a perder.

Creo que era otro de los motivos en la lista que tenía de razones por las cuales admiraba tanto a mi madre. Ella era consiente de cómo sería su vida amando a un hombre como Harry Potter, y aun así había decidido entregarse completamente a él, con riesgos y sacrificios. Se necesitaba bastante coraje y determinación para tomar ese tipo de decisión, y siendo sincera yo no creía que pudiese llevar una vida así. Cuando conociese al chico indicado— si alguna vez lo haces, una voz sínica susurró en mi mente— me gustaría que dicho hombre fuese quizás más egoísta, dispuesto a luchar por estar conmigo incluso a costa de lo demás.

No muy altruista de mi parte, lo sé, mucho menos digno de una Gryffindor, pero nunca me he proclamado como una leona convencional, no como mamá, a pesar de todos los rasgos físicos que la gente dice que compartimos.

Hablando de mamá, la encuentro encamisada sobre un pergamino, concentrada en escribir su nuevo artículo del Profeta sobre el último partido de quidditch de la temporada, y probablemente sobre sus predicciones del desempeño esperado por el equipo nacional en la copa mundial que comenzará a mediados del próximo año.

— Buenos días, Mamá— la saludé con voz tal vez demasiado animada para tratarse de las 7:30 a.m. de un sábado.

O al menos así lo debió de haber interpretado mamá, juzgando por la mirada aséptica y algo divertida que dedicó hacía mí, dando un pequeño sorbo a su taza de café caliente con las palabras "Madre de Hijos Desobedientes" y la imagen de un personaje famoso de tv de algunos años atrás, el bonito rostro de la actriz contraído en una mueca de desaprobación.

Fue idea de James que se lo diésemos, y mamá se lo había tomado con humor, replicando que por lo menos le satisfacía que tuviésemos ese nivel de conciencia propia.

— Hola, amor— me respondió mamá con la taza aún acunada entre sus manos—. ¿Disfrutando de despertarte antes de las ocho en vacaciones?

El comentario ligeramente sarcástico de mi madre no me persuadió de regresar por las escaleras a mi cuarto. Además, no es como que ella tuviese una gran necesidad de estar levantada también; el artículo en el que trabajaba no era tan urgente de escribir, y no era como si no pudiese hacerlo dentro de su oficina en el piso de arriba, o desde la comodidad de su propia habitación sentada en su cama, la ausencia de papá evitando que tuviese que preocuparse por despertarlo. Pero también sabía que era justo la ausencia de papá lo que tenía a mi madre despierta tan temprano, sentada justo en un puto de la mesa en que tenía una vista despejada desde la cocina hacia la chimenea en la sala, donde se suponía que papá y Teddy aparecerían en algún punto de la mañana, de preferencia lo antes posible, y sin ningún tipo de rasguño o golpe en ellos.

Avancé los pasos que me faltaban hasta entrar a la cocina, sentándome con aire de seriedad en la silla junto a la de mamá. Coloqué mis manos sobre la meza, palmas pegadas sobre la superficie de madera clara, y me aclaré la garganta antes de comenzar:

— Se van hoy, ma.

— ¿Quién, amor?—

Ante su pregunta le mandé una mirada de pura incredulidad.

— ¡Los Scamander!— exclamé con indignación ante su completa ignorancia.

— Ah, sí, Luna ya me lo había mencionado— dijo mamá, por fin recordando—. Se irán a pasar las festividades con los familiares de Rolf en Nueva York, ¿no es así?— Luego entrecerró los ojos hacía mí en una mirada de exasperación mientas le daba otro trago a su café—. Pero solo será por una semana, Lily, estoy segura de que Hugo y tú lograrán sobrevivir sin Lysander por ese tiempo.

— Es que no lo entiendes— me quejé con tono ligeramente infantil—, hoy es veintiuno, y ellos regresan hasta el veintinueve, ¡y el cumpleaños de Lysander es el veinticuatro!— expliqué con mucho énfasis, como si mi madre fuera una niña muy pequeña y yo su abnegada maestra, parada frente el pizarrón e intentando explicarle una operación matemática particularmente sencilla pero que mi necia alumna simplemente parecía no captar—. Lo que significa que si no se lo doy ahora, tendré que esperar hasta que pase su cumpleaños. ¡Jamás me lo podría perdonar!

Tal vez fui un poco dramática en mi explicación, pero mamá parecía haber captado el mensaje.

Con un suspiro que casi rayaba a una risilla contenida, tomó su varita de un lado de la mesa y la agitó, murmurando un rápido hechizo de invocación. En seguida un paquete delgado color marrón claro voló de desde algún lugar de la sala hasta la mano extendida de mamá, quien se volteó hacía mí con una media sonrisa divertida.

— Esto llegó ayer por la noche, pero tú ya te habías ido a dormir y no te quise despertar— me dijo con cierto aire de superioridad—. Te lo iba a dar después de que despertaras, aunque esperaba que lo hicieras a una hora más razonable. Mi error.

Apenas esperé a que terminara de hablar cuando le arrebaté el paquete con entusiasmo, destapando su contenido sin molestarme en dañar el material de la envoltura. Ya tenía una envoltura más adecuada esperando lista en mi habitación, al igual que un bonito listón amarillo.

La cubierta lustrosa de la revista brillaba aún más por la luz que se extendía por la ventana abierta. Los rostros sonrientes de los jugadores del equipo Nacional de Alemania saludaban desde la portada con sus uniformes y equipos puestos. Y a lado de cada uno se distinguía nítidamente una firma en tinta negra, perteneciente a cada miembro del equipo.

Hice un esfuerzo sobrehumano porque la exclamación de emoción que dejé escapar no despertara a todos los miembros de mi familia en ese mismo instante.

— ¡Gracias!— chillé, tirando mis brazos alrededor de los hombros de mamá—. Gracias, gracias, gracias, ¡y mil veces gracias! ¡No puedo creer que lo consiguieras!

— ¿Y qué es lo que te dio la impresión de que tu madre no consigue lo que quiere, Lily Luna?— pregunto mi madre divertida, dándome un cariñoso beso en la frente.

Volví a tomar el regalo de Lysander con cuidado entre mis manos, imaginando su reacción al abrirlo la mañana de su cumpleaños, y sabiendo que un regalo así eclipsaría cualquier otro que pudiese recibir por su cumpleaños o las festividades juntos.

La parte competitiva en mí que por lo regular solo salía a luz cuando de quidditch se trataba estaba muy complacida ante este hecho.

Después de todo, dudaba mucho que alguien le fuese a obsequiar algo mejor que la edición número 5,472 de Quidditch Internacional, en el que aparecían todos los miembros del equipo oficial de Alemania y firmada por cada uno de los integrantes.

Ser la hija de una renombrada ex jugadora de quidditch que ahora se dedicaba a escribir una exitosa columna semanal en el periódico y que además contaba con contactos exclusivos con los jugadores más importantes de la liga tenía sus ventajas, como conseguir regalos impactantes para tus amigos más queridos en el mundo.

— ¡Tengo que escribirles a mis tíos ahora miso!— declaré, tomando un pedazo corto de pergamino de la pila que mamá había puesto sobre la mesa y tomando prestados su pluma y tinta antes de comenzar a garabatear mi apretada letra rápidamente en el pergamino—. Para avisarles que me pasaré más tarde a dejar el obsequio, y que es un secreto para Lysander.

Mamá volvió a reírse mientras se terminaba su taza de café, pero luego comencé a sentir su mirada volverse más intensa sobre mi nuca.

— ¿Y cuál es tu regalo para Lorcan?

La pregunta me tomó tan por sorpresa que la pluma se me resbaló de entre las manos y un poco de la tinta se derramó sobre el pergamino, aunque afortunadamente no alcanzó a manchar nada de mi corto mensaje.

— ¿De qué hablas, mamá?— logré articular con voz tensa, recogiendo la pluma con nerviosismo y regresándola al frasco de tinta, para después inspeccionar minuciosamente el daño hecho al pergamino, todo para evitar la mirada penetrante que mi madre me estaba dedicando—. No le voy a regalar nada— espeté con un tono de amargura que no pude ocultar.

— Pero si siempre le regalas algo a él también— dijo mamá con incredulidad en su voz—. Tal vez no son tan especiales como los que le das a Lysander, pero siempre te acuerdas de darle algún detalle.

— Bueno, este año no me voy a molestar— le respondí con sequedad, poniéndome de pie y caminando hacia el área de la sala donde descansaba Holler, la lechuza gris de mamá, dentro de su jaula—. Además— agregué con la voz un poco más alta para que me escuchase—, él y yo no nos hablamos desde hace semanas, dudo mucho que quiera un regalo de mi parte.

— ¿En serio?— preguntó mi madre con preocupación, parándose también para seguirme desde la cocina y continuar con su tortuoso interrogatorio—. ¿Sucedió algo entre ustedes?

Tardé un poco en responder, utilizando como escusa el sacar a Holler de su jaula, quien comenzó a chillar ruidosamente y lo llevé con rapidez hacia la ventana, colocando mi mensaje en su pata y abriendo la ventana para dejarla partir. Ya podría despertar al resto de Londres con sus alaridos.

— No realmente— me animé a responder por fin, volteándome a encarar a mi madre con una expresión y tono de voz que me esforcé por mantener lo más neutral y desinteresada posible—. Solo nos dimos cuenta de que no somos compatibles para relacionarnos… en nada.

Sentí un estremecimiento recorrer mi cuerpo ante mis propias palabras, y el hecho de que permitiese que Lorcan Scamander me siguiese afectando de tal manera. Me había prometido a mí misma que lo iba a superar, y lo que él me había hecho sentir, tanto lo bueno como lo malo.

Mamá continuaba mirándome, sus ojos llenos de un sentimiento que se me asemejaba a compasión— y gracias a Merlín no era algo peor, como lástima, porque si no existía la gran posibilidad de que me hubiese echado a llorar ahí mismo— y lo que casi me pareció como comprensión profunda, lo que hizo que el estómago se me revolviera. No fui capaz de seguir manteniendo su mirada, y tuve que bajar la mía, sintiendo como un nudo se iba formando en mi garganta.

No puedo saber si mamá iba a seguir con la conversación, porque en ese momento se escucharon dos fuertes impactos en dirección a la chimenea, seguidos de una exhalación cansina que provenía, pude ver al darme la vuelta, de mi hermano mayor adoptivo, Teddy Lupin, el eléctrico color azul de su cabello inconfundible para mí. Parado a su lado se encontraba mi padre, sacudiéndose con irritación el hollín de su túnica negra con una mano y con la otra acomodándose el sombrero que se le había torcido en la cabeza en el corto viaje por la Red Flu. Pude comprobar, para mi gran alivio y felicidad, que ambos se veían ilesos y en una pieza, y eso era lo único que importaba.

Antes de que siquiera una palabra pudiese salir de sus bocas, mamá y yo ya estábamos corriendo hacia ellos. Yo llegué directo a mi padre, rodeándolo por el cuello en un abrazo fiero. Papá ya me esperaba, cogiéndome por la cintura y levantándome unos cuantos centímetros del suelo con una de sus manos, la acción tirándole el sombrero de la cabeza sin que a él pareciese importarle en absoluto, y su otra mano la llevó hacia mi nuca para presionar mi cabeza sobre su hombro y plantarme un dulce beso en la coronilla.

Para cuando me despegué de él, papá ya me había depositado de nuevo en el suelo, acariciando mi cabello con cuidado y mirándome lleno de cariño.

— Ahí estas, mi pequeña Lily— susurró quedamente, inclinándose para darme otro beso en la cabeza—. Te extrañe tanto, cariño.

No alcancé si quiera a contestarle porque mi madre, que ya había recibido a Teddy con un fuerte abrazo, se había abalanzado contra él, juntando sus labios con los de él en un apasionado beso rebosante del más profundo amor y que mi padre reciprocó con entusiasmo.

No queriendo interrumpir su momento, me giré hacia Teddy, quien ya me esperaba con los brazos abiertos y una mirada expectante. Me acerqué rápidamente a él para darle un fuerte abrazo. Él me rodeó por los hombros y utilizó una de sus manos para revolverme el cabello juguetonamente.

— ¿A mí no me recibes con tanto entusiasmo, Torbellino?— me preguntó en tono de broma mientras se separaba de mí, utilizando el mote que me había puesto hace años.

— A ti te vi ayer— repuse con una mueca.

— Ouch, qué fría, Lilis— dijo con fingida indignación, colocándose una mano sobre el corazón con dramatismo.

En ese momento comenzamos a escuchar pisadas descender por las escaleras haciendo que mis padres se separaban de su cálido abrazo en el que se susurraban palabras al oído del otro. La primera en aparecer fue la abuela Andromeda, quien al ver a su nieto sano y salvo se llevó una mano a la boca en una expresión de alivio.

— Hola, abuela— la saludó el metamorfomago al momento que ella lo envolvía entre sus brazos—. Eh, estoy bien. Te dije que iba a estar bien.

— Gracias a Merlín— fue la respuesta de ella, quien solo atinó a esconder su cabeza en el cuello de su nieto y sostenerlo con más fuerza.

— ¡Ya regresaron!— escuché la voz de James desde las escaleras mientras Albus y él bajaban a toda velocidad.

Una vez que mis hermanos hubiesen recibido a los recién llegados con abrazos y exclamaciones, al igual que la abuela a mi padre, toda la familia nos transferimos a la cocina, para poder hablar más tranquilamente alrededor de la mesa.

— ¿Entonces todo salió bien?— preguntó mamá mientras le pasaba una humeante taza de café a su esposo.

— No exactamente— lamentó Teddy, aceptando su propia taza por parte de la abuela—. Atrapamos a algunos de los culpables, pero el líder se nos escapó. Y ha sido un dolor en el culo tratar de sacarles información.

Según entendía, un grupo de magos se había estado movilizando durante los últimos meses, y aunque aún no estaban seguros quién los lideraba ni cuál era su propósito, parecían estar en busca de cierta información pertinente al Ministerio de Magia. De hecho, ya se habían intentado infiltrar en una ocasión, específicamente en el Departamento de Misterios, lo que produjo un desastre mediático porque lo hicieron provocando una explosión en medio del Atrio que había dejado seis heridos, aunque afortunadamente ningún muerto.

Mientras todo el mundo estaba distraído por la conmoción, los agresores habían subido al noveno piso, atacando a los pocos Inefables que quedaban ahí, sin contar con que un grupo de Aurores ya les pisaba los talones. Aunque en esa ocasión habían logrado escaparse, y ya que llevaban los rostros cubiertos con capuchas, había sido imposible identificarles.


Por supuesto que decidieron atacar civiles— había dicho Albus con un tono de desdén—, la única forma en la que hubieran logrado entrar al noveno piso era durante el día, cuando ya estaba abierto. —En ese entonces Albus estaba a punto de comenzar su programa de entrenamiento del Departamento de Misterios como interno después de su graduación en Hogwarts.

Te sorprendería saber que no es tan difícil de penetrar, Al— había replicado el tío Ron, riendo abiertamente. Él había dejado parcialmente su trabajo en la tienda con el tío George para regresar temporalmente a las fuerzas de Aurores y ayudar a papá con las investigaciones.


— ¿Pero ya saben qué es lo que buscan?— le pregunté a Teddy.

Él dejó escapar un bufido.

— Aún no, pero lo que es seguro es que lo que están buscando se encuentra en Dorset.

— ¡Fueron a Dorset!— exclamó James con frustración. Sin haber acabado aún su entrenamiento como Auror, no se le permitía aún ir a misiones, mucho menos aún las de alto riesgo. Personalmente estaba agradecida por ello; no sabía cómo iba a aguantar preocuparme por tres personas a la vez.

— Así es— asintió papá con desinterés y un aire casi pragmático—. Pero ya podremos hablar de la aburrida misión en más tarde— dijo, dando un largo trago a su café, para después girarse hacia Teddy con una sonrisa torcida—, primero Ted les tiene una noticia importante.

Inmediatamente toda nuestra atención se volcó hacia el aludido. Pude notar cómo el color le empezaba a subir por el cuello hasta la punta de las orejas, y sus ojos se tornaban de un castaño amarillento a un chocolate oscuro, dedicándole una mirada fulminante a su padrino, a quien no parecía afectarle en absoluto.

— Suéltalo— ordenó James con impaciencia.

Teddy solo atinó a rodarle los ojos a mi hermano.

— Bueno, si me lo pides tan amablemente, Jimmy— repuso con sarcasmo. Luego posó su mirada en un lugar indefinido de la mesa, sus manos tomando con tanta fuerza la taza que sostenía que pude notar como sus nudillos se tornaban blancos. Tuvo que tomar una profunda bocanada de aire antes de soltar—: Voy a pedirle matrimonio a Victoire.

Silencio.

Seguido por caos total.

En un instante, el metamorfomago se encontró flanqueado por ambos lados por la abuela, que se movió con sorprendente velocidad para una mujer de su edad, y mamá. Ambas usaron su fuerza combinada para ponerlo de pie y poder abrazarlo más cómodamente y hacerle un montón de preguntas que ni siquiera le daban oportunidad de responder.

James no tardó en unírseles, agregando preguntas propias, y exigiendo que Teddy le explicara por qué no se lo había dicho esto.

En tanto esto sucedía, papá observaba la escena con una sonrisa satisfecha en el rostro, y yo intentaba procesar la información lo mejor que podía.

Teddy y Victoire. Casados.

— ¿Cuándo se lo vas a pedir?— la voz de Albus se hizo resonar por encima del barullo.

— Estaba planeando hacerlo durante la comida de Navidad— le respondió el peliazul, intentando alejarse de las dos mujeres, que lo estaban arrinconando contra la pared.

— ¿En frente de todos?— pregunté, la idea haciéndoseme completamente romántica.

— Bueno, aun no lo sé— dijo Teddy, esquivando por fin a mamá para acercársenos de nuevo a la mesa. Mamá simplemente le mandó una mirada irritada y murmuró "grosero" por lo bajó.

— Si lo haces en frente del tío Bill, te va a matar— apuntó James con entusiasmo.

— Y si estamos nosotros también, podremos capturar el momento en fotos— agregué yo.

— Me parece que eso le resultaría muy útil a los Aurores que vayan a armar el caso para encerrarlo en Azkaban por homicidio— dijo Al con buen humor.

Todos nos echamos a reír ante las payasadas de mis hermanos y yo. Me di cuenta ahí, rodeada por mi familia, bromeando con mis hermanos y recibiendo una noticia maravillosa, que todo iba estar bien. La idea de que probablemente fuese a ver a Lorcan ese mismo día cuando fuese a la casa de los Scamander aún rondaba por mi cabeza, pero ya no me hacía sentir el mismo nivel de nerviosismo en el estómago al pensar en ello. La realidad era que Lorcan Scamander mantenía tanto poder sobre mi como el que yo le permitía, y ya no pensaba permitirle tener ni una pisca. Había cosas más importantes en mi vida, y que también me hacían infinitamente más feliz.

Fui sacada de mis pensamientos por la llegada de Kreacher, parado en el umbral de la cocina y sin duda despierto por el escándalo que estábamos armando. Llevaba puesto un ridículo suéter blanco de puntos rojos que le llegaba hasta las rodillas y una bufanda morada.

— Veo que el amo Harry regresó de su misión— observó con su voz perpetuamente rasposa y malhumorada—. Al igual que el joven Edward.

— Hola, Kreacher— lo saludó papá con alegría—, iba a hacer huevos de desayunar. ¿Cómo vas a querer los tuyos?

Papá se puso de pie y se acercó a la estufa, utilizando su varita para sacar los ingredientes y utensilios al mismo tiempo que hacía a un lado las protestas de la abuela.

— No sea ridículo, amo Harry, los elfos domésticos no son servidos por magos, si no al revés— espetó el pequeño elfo, sentándose en una de las sillas vacías—. Y ya sabe que no me gusta la pimienta.

Todos nos volvimos a echar a reír, y la mañana continúo.


Unas horas después, ya había viajado por mi chimenea directo a la de la residencia de los Scamander, a las afueras del pequeño pueblo de Ottery St. Catchpole. Había estado en esa casa docenas de veces a lo largo de mi vida, y sin embargo siempre me dejaba impresionada de igual forma. Las paredes altas que formaban un cilindro, con retratos, fotografías, excéntricas pinturas, tapices y máscaras que eran un recuento de todos los lugares del mundo en los que habían estado mis tío a lo largo de sus vidas. Una alfombra colorida de origen persa cubría el suelo de la sala, pero era difícil de ver por todos los libros, artículos de investigación, muebles que no combinaban y ediciones viejas El Quisquilloso que se esparcían por el lugar sin ningún tipo de orden aparente.

Tardé un poco en recuperarme del impacto que había provocado mi salto por la chimenea, y para mi mala suerte no pude evitar chocar directamente con mis pies contra las maletas que estaban acomodadas frente al marco de ésta, tirando una de ellas sobre mí en el proceso y haciendo que quedara de espaldas contra el suelo, atrapada. La maleta en cuestión, grande y pesada, había caído directo sobre mi estómago, sacándome todo el aire del pecho y haciendo que dejara escapar un quejido y una maldición.

— ¿Lily?— preguntó una voz por encima del equipaje. Luego vi cómo el rostro de Lorcan Scamander aparecía por sobre las maletas. Un gran sentimiento de pánico y malestar me invadió, y comencé a sentir un dolor en el estómago que sabía no se debía simplemente al golpe que acababa de recibir—. ¿Estás bien?

Un montón de respuestas venenosas se acumularon en la punta de mi lengua pero decidí guardármelas. No venía aquí a pelear con él. De hecho ni siquiera venía a dirigirle la palabra.

Además, me iba a resultar muy difícil ser sarcástica mientras estaba atrapada bajo un bolso que probablemente pesara lo mismo que yo.

— S-sí— logré soltar, sintiéndome miserable ante el hecho de que acababa de romper la resolución que me había hecho y acababa de dirigirme a él. Aunque, por otro lado, lo que le acababa de decir podía apenas calificarse como un monosílabo.

— Déjame ayudarte— ofreció él mientras tomaba por el mango la maleta que yo estaba intentando empujar de encima de mí sin mucho éxito, y jalándola con mucha más facilidad de lo que yo lo hubiese logrado.

Inmediatamente sentí el alivio del aire regresando a mis pulmones, y me concentre en tomar profundas bocanadas de aire con los ojos cerrados. Poco a poco me fui levantando, primero sentándome con dificultad y después colocándome de rodillas, todo con el objetivo de no perder el equilibrio y caer de nuevo al suelo. Mantuve cerrados mis ojos durante todo el proceso, en parte porque aún me sentía un tanto mareada y no lo quería empeorar, y en parte porque no quería tener que posar mi mirada en Lorcan bajo ninguna circunstancia.

Resultó que Lorcan estaba determinado a hacerme las cosas lo más difícil posibles, como siempre; primero siendo el único presente para salvarme de morir enterrada por un montón de equipaje, y luego haciéndome estremecer cuando lo sentí tomarme por los codos y ayudarme a poner de pie con gentileza. Yo simplemente permití que me levantara, demasiado estresada por su mera presencia como para reaccionar, sintiendo el calor que sus manos transmitían sobre el material de mi chaqueta y hacia mis brazos, provocándome un escalofrió en todo el cuerpo, e inhalando involuntariamente el aroma que él desprendía, ese que ya conocía y que me había estado forzando a olvidar fervientemente.

Olor a él. A Lorcan. A chico, lo había descrito meses atrás, y aún me parecía una descripción acertada, pero ahora creo que agregaría que su olor llevaba cierto aire terroso en él, como el de alguien que pasa mucho de su tiempo afuera en la naturaleza. En ese momento me di cuenta de realmente cuánto me gustaba ese olor, y que lo iba a extrañar cuando finalmente me alejara de Lorcan. Porque me iba a tener que alejar de él, no tenía otra opción.

Y en cuanto abrí los ojos, me devolvió la mirada un par de obres azul oscuro. Lorcan me miraba tan intensamente que parecía que se estaba forzando a no parpadear. Ese pensamiento repentino me hizo reaccionar, alejándome de él cómo un resorte, dando un par de pasos hacia atrás hasta que sentí mis piernas chocar con una de las maletas que se hallaban en el suelo y que me vino de maravilla para utilizar como soporte, ya que sentía que en cualquier momento me podía llegar a caer de nuevo al suelo.

Era la primera vez que lo tenía así de cerca desde… bueno desde el beso.

— Lo siento— dijo el rubio con cuidado, notando a leguas lo alterada que estaba. Esto no me sentaba bien para nada… puede que mis sentimientos por él ya estuvieran al descubierto, pero eso no significaba que le quisiese dar la impresión de que seguía a merced de ellos, como una tonta niñita que perdía la compostura en presencia del chico que le gustaba.

— No te disculpes, no fue tu culpa— le aseguré, poniendo toda mi concentración en regular el tono de mi voz a algo más controlado y menos agudo y tembloroso. Mis ojos se posaron sobre el bolso que momentos atrás había estado sobre mí, asfixiándome, y lo señalé con irritación—. ¿Qué es lo que llevan ahí, de todos modos? ¿Ladrillos?

Levanté la mirada para ver como Lorcan se llevaba una mano a la nuca, revolviéndose la cabellera rubia aún más de lo que ya estaba con nerviosismo mal disimilado, y la otra la ocultaba dentro del bolsillo de la sudadera negra que traía puesta.

— No exactamente— explicó—, son estatuillas de madera, y algunos libros. Regalos de mamá para mis parientes Scamander y Goldstein.

Esa información hizo que se me saliera un ruidoso bufido.

— Oh sí, estatuillas y libros fue lo que me pareció sentir cuando casi me enterraban viva.

Mi comentario hizo que Lorcan soltara una fuerte carcajada, clara y limpia, con sus blancos dientes al descubierto. Intenté con todas mis fuerzas suprimir la satisfacción que sentí en mi interior al ver como sus parpados se entrecerraban, formándosele pequeñas arrugas en la comisura de los ojos, estos volviéndose de un azul aún más intenso mientras brillaban por entre sus pestañas largas y claras.

No sé lo que mi corazón hubiese hecho después de haber seguido en aquella situación, pero gracias a Merlín fuimos interrumpidos por unas pisadas, acompañadas por ruidosos ladridos, que me parecían venían de la puerta que daba al jardín de la casa.

La primera en aparecer fue Ruthy, la bonita crup pinta de la familia, que corrió directo hacia mí, dándome un pequeño empujón en la cadera con sus patitas delanteras, agitando su cola bífida con entusiasmo. Al no obtener la respuesta esperada por mi parte, se volvió inmediatamente al rubio, quien no tardó en ponerse de rodillas para que ella pudiese lamerle la barbilla con más facilidad. Pude sentir esa tranquilidad y felicidad que Lorcan emanaba siempre que estaba cerca de un animal, sin importar qué tipo fuese.

— ¿Ya regresaron, Lor?— escuché la voz del tío Rolf decir desde el pasillo.

— Es sólo Lily que viene de visita, pa— le contestó su hijo, poniéndose de pie a mi lado con Ruthy en brazos.

Acto seguido Rolf Scamander apareció por el umbral de la puerta, con las mangas arremangadas y manchado hasta los codos por tierra y lo que parecía baba de algún animal exótico de los que los Scamander mantenían en su jardín trasero.

— Hola, tío— le saludé educadamente.

— ¿Qué tal, linda?— tío Rolf me devolvió el saludo, sacando su varita para limpiarse rápidamente de toda la mugre que lo cubría, aunque su cabellera castaña se encontraba echa una completa maraña. La sonrisa amplia que me dedicó hizo que me recordara de sobremanera a Lorcan.

Era raro, a simple vista, era Lysander quien tenía más parecido a su padre, con su físico más fornido y el cabello rubio más oscuro, casi castaño como el de tío Rolf, mientras Lorcan era más menudo, como su madre, y tenía una complexión clara como la de ella. Sin embargo, en ese momento pude notar que el tío Rolf le había heredado a su hijo mayor sus ojos azul oscuro e intensos, como el mar, y también compartían la misma sonrisa torcida que me gustaba tanto en Lorcan, sin importar cuanto me lo intentase ocultar a mí misma.

— Me temo que Lysander no está en casa— me informó el hombre—, fue a acompañar a tu tía por una poción para mareos. No se ha estado sintiendo muy bien y tememos que el Traslador lo empeore— dijo con algo de preocupación en la voz.

— Se supone que nos vamos antes de las seis y tú ni siquiera le has hecho los hechizos reductores a las maletas— le acusó Lorcan, sañoso—. De hecho cuando Lily llegó chocó con ellas, y una le cayó encima. ¿No es así, Lily?— me llamó, mientras se echaba despreocupadamente sobre uno de los sillones de la sala, la crup recostada alegremente en su regazo. El chico le dedicó una sonrisa arrogante a su padre—. Podría hacerlo yo.

Tío Rolf estaba en el proceso de preguntar si estaba bien cuando escuchó las últimas palabras de su hijo. Luego frunció el ceño con enfado y le mandó una mirada circunstancial.

— Sé lo que intentas hacer— le advirtió el tío Rolf con dureza—. Pero aún faltan días para que cumplas tu mayoría y no voy a permitir que realices magia hasta entonces.

Lorcan le rodó los ojos a su padre, y estaba segura de que se estaba preparando para darle alguna replica cuando decidí intervenir, antes de que la discusión entre padre e hijo se convirtiera en una riña. Parte de mí había intentado suprimir de mi mente el hecho de que no era solamente Lysander quien estaba por cumplir diecisiete años, e intenté tragarme la culpa— que no tenía por qué sentir, maldita sea— que me inundó al acercarme al tío Rolf y sacar del bolsillo de mi chaqueta el paquete que me había llevado a aparecerme por esa casa en primer lugar, aunque mi encuentro con Lorcan había hecho que se me volara por completo de la cabeza hasta que mi tío mencionó el nombre del otro gemelo.

— No te preocupes, tío— le dije con buen humor fingido—. En realidad solo vine a dejarte esto, es para Lysander— le entregué el obsequio con el bonito listón amarillo en el centro.

Reconocimiento se apoderó de las facciones del tío Rolf, quien se apresuró a tomar el regalo.

— Claro, Luna me había mencionado que vendrías por esta hora— asintió él—, creo que por eso le pidió a Lys que la acompañara— agregó, para luego volverse a Lorcan y extenderle la mano en la que sostenía mi obsequio—. ¿Podrías guardarlo, Lor? En mi maleta, por favor, hijo.

Casi no logré reprimir la protesta que luchó por salir de mi boca, lo humillante de la situación haciendo que se me arrebolaran las mejillas. Esperé con ansias a que Lorcan sacara un montón de comentarios irreverentes dirigidos hacia mí; que por qué no le había traído nada a él, que mejor se iba a quedar él con el obsequio, y que lo iba a abrir en ese instante. Pero cuando me giré para encararlo lo vi colocar a Ruthy con cuidado en el suelo y ponerse de pie, avanzando hacia nosotros con aire de indiferencia. Intenté descifrar la expresión en su rostro, pero su cabello, que seguramente había intentado cepillar hacia atrás por la mañana, le había caído por mechones desordenados sobre los ojos, cubriéndolos parcialmente. En un instante ya se encontraba a mi lado, inclinándose ligeramente para tomar el paquete que el tío Rolf le extendía detrás de mí, su cercanía haciendo que su aroma de nuevo inundara mis sentidos.

Tan pronto como había llegado, Lorcan se alejó de mí, caminando con tranquilidad hacia la maleta color verde de su padre, que parecía ya no le podía caber ni una pluma.

— Lamento mucho que se me haya pasado tu visita, Lily, cielo— se disculpó el tío Rolf, haciendo que me sobresaltara un poco y apartara mi mirada de la espalda de Lorcan, que se encontraba agachado intentando acomodar el obsequio de Lysander en uno de los compartimentos de la maleta—. Es solo que tenía que terminar de preparar a algunas de las criaturas que nos llevaremos con nosotros. No te ofendas pero no confió mucho en el cuidador que tu tío Charlie me recomendó.

Yo solo atiné a dedicarle a tío Rolf una sonrisa apretada.

— ¿Y qué harán con todas ellas?— intenté bromear—. ¿Pasarlas a América con pasaporte y visa?

— Claro que no, Lily— dijo Lorcan, arrastrando las palabras, y logrando que la tensión regresara a mi cuerpo rápidamente—. ¿Acaso te parecemos samaritanos que respetan la ley? Vamos a contrabandearlas en la maleta del bisabuelo Newt.

Ruthy, a su lado, soltó un ladrido de afirmación. Probablemente ella también estaba contada en el viaje.

Antes de que se me ocurriera algo que responderle, todos escuchamos la puerta principal de la casa abrirse. La voz aireada de Luna Scamander le pidió al hijo que la acompañaba que diera un par de saltos en el escalón de entrada para espantar a los nargles que podían estar asechando afuera. Después de unos pocos segundos de vacilación, se escuchó a Lysander complacerla, aunque de muy mala gana, a juzgar por el sonido desganado de sus saltos.

Preparé mi mejor sonrisa para recibir a Lysander cuando éste entró a la sala, saludándome con alegría seguido por su madre. A parte de la bolsita con pociones que Lys iba cargando, tía Luna traía entre sus manos una de las máscaras más feas de papel mache que había visto en la vida, con la cara de algún político del Wizengamot que reconocía haberme topado por las páginas del Profeta. El tono del papel de su cara cambiaba de rosa pálido a morado uva mientras su rostro se contorsionaba de una expresión neutral a una de enfado cada cierto tiempo.

Tía Luna nos informó que era un pequeño regalito que le había conseguido a una de las primas neoyorquinas del tío Rolf, René, ya que se lamentaba que nunca pusiera a la vista los otros regalos que le había hecho a lo largo de los años; pero que ello, estaba segura, se debía a que a la prima René le asustaba que por algo se dañaran sus obsequios tan preciados que le había dado su prima política si los mostraba en el recibidor de su hogar.

— Pero con la máscara no habrá ningún problema, ya que las fabrican al mayoreo y siempre puedo enviarle otra— se jactó la tía Luna, soñadora—. No como la lámpara de pies que le di hace tres años, y que me asegura la tiene bien guardada en el ático para su preservación.

Hice todo lo posible por ocultar de mi rostro la estupefacción y el horror ante el hecho de que hubiese más máscaras como esas en el mundo. Aunque pude notar que, detrás de su madre, Lorcan no hacia esfuerzo alguno por ocultar su incredulidad mientras cuestionaba silenciosamente a su gemelo con la mirada, quien solo negaba con la cabeza, cansado.

— Es encantadora, amor, estoy seguro de que le va a encantar— dijo tío Rolf, con una voz de lo más sincera y cariñosa dirigida a su mujer.

No pude quedarme mucho más tiempo luego de eso, ya que ellos tenían que seguir preparándose para su viaje (iban a recoger a algunos familiares primero en Dorset, incluidos los bisabuelos de los gemelos, para después tomar el Traslador todos juntos), y yo quería regresar a casa a pasar tiempo con mi familia. Le di a Lysander un fuerte abrazo de despedida, que el reciprocó con igual entusiasmo.

— Disfruta tu cumpleaños— le dije, separándome de él—, y no se te olvide mandarme un regalo.

Lysander me sonrió con burla.

— Tal vez te consiga una de esas ratas medio mágicas que viven en el subterráneo de la ciudad y cambian de tamaño.

— A mí no— le repuse con un bufido—. Es a Hugo a quien le dan miedo las ratas.

— ¡Tienes razón!— se río él—. Por eso eres la lista del grupo, Lilis.

Proseguí a despedirme de mis tíos con un abrazo, y antes de que pudiese acobardarme, tomé una profunda bocanada de aíre y me acerqué a Lorcan, parándome de puntitas para alcanzar a rodearlo por los hombros en un abrazo fugaz que me aseguré de terminar antes de que realmente pudiese comenzar. Me concentré en no respirar ni un ápice para evitar volver a aspirar su aroma. Aun así, no pude evitar sentir el calor que su cuerpo desprendía contra el mío.

— Feliz Navidad— les dije acercándome a la chimenea para tomar un puñado de polvos flu, antes de recordar y corregirme—. Es decir, feliz Janucá.

Les dediqué una sonrisa brillante a los tres hombres Scamander, fingiendo que no noté que Lorcan no me la devolvió mientras desaparecía por las llamas verdes.


Días después, no era capaz de sacarme de la cabeza mi encuentro con Lorcan, aunque hacía un valiente esfuerzo, tumbada sobre el sillón de la sala de juegos de la casa de los tíos Ron y Hermione, viendo distraídamente a Hugo jugar un partido de Fortnite.

La ironía de la de la situación en la que me encontraba comparada a la que había vivido en casa de los Scamander no se me escapaba. A primera vista, el hogar de Ron y Hermione Weasley parecía tan… no mágico. Vivian en un vecindario muggle cercano a mi casa, pero a diferencia de nosotros, su casa no estaba oculta de los muggles con hechizos, si no abierta a la vista de todos, y lucía completamente normal. Contaba con todas las facilidades tecnológicas de la vida moderna muggle: luz eléctrica, televisiones, un computador de escritorio, etc. No podía evitar compararla con la casa en la que vivían Lorcan y Lysander, con magia desprendiéndose de cada esquina, y dudaba mucho que los padres de los gemelos tuvieran ni media idea de cómo hacer funcionar una bombilla.

Era extraño pensar que mi tío Ron, un sangre pura—llamado traidor a la sangre o no— que, según mi padre, hasta los trece años jamás había utilizado si quiera un teléfono, hubiera decidido junto a su esposa criar a sus hijos de esa forma, desde enviarlos a una escuela muggle antes de que entraran a Hogwarts, hasta comprarles videojuegos y películas que los entretuvieran, en especial al menor de la familia.

Pero a tío Ron parecía gustarle el mundo no mágico. Se reía con programas de televisión y conducía un auto, por nada más que para jactarse con el abuelo Arthur de que podía hacerlo. Por otro lado, tía Hermione, lista como siempre, reconocía las ventajas que contar con un computador podía representar para organizar parte de tu trabajo en el Ministerio.

En el hogar de los Weasley-Granger se había desarrollado un sistema para que la familia pudiese llevar ese estilo de vida: manteniendo aparatos desconectados en todo momento mientras no se estuvieran utilizando para evitar que algún residuo de madia los fuese a descomponer o teniéndolos protegidos bajo algún hechizo aislador, e incluso yendo a apagar la caja de fusibles para extinguir toda la electricidad del lugar cuando alguien fuese a realizar un hechizo más complicado.

Creo que yo había crecido en algún lugar en el medio. Había asistido a la primaria muggle por un unos pocos años antes de dejarla, y disfrutaba mucho de pasar tiempo en el mundo no mágico, en especial si era con mi padre. En mi casa había electricidad (que pocas veces utilizábamos), y una vieja televisión pasada de moda en la que mis hermanos y yo podíamos ver caricaturas los fines de semana, al igual que un teléfono, pero estos casi siempre estaban desconectados y sin usar— y Kreacher siempre les estaba mandando miradas fulminantes, como esperando a que nos fuesen a atacar en cualquier momento—.

Juro que mi tren de pensamiento tenía un punto de destino, y tenía que ver con la facilidad con la que Hugo se acoplaba al mundo muggle, y la gran falta de exposición por parte de Lorcan y Lysander a éste.

— Simplemente no creo que sea una buena idea— dije, llevándome un puñado de palomitas a la boca.

— Ya lo hablé con Lysander y dijo que no habrá ningún problema, hasta está emocionado por ir— me aseguró Hugo sin retirar sus ojos de la pantalla, intentando huir de un grupo de jugadores que lo perseguían por un pueblo abandonado.

— Eso es lo que Lysander cree porque nunca ha estado en una fiesta muggle.

Hugo dejó escapar un suspiro de exasperación.

— Exageras, Lily— repuso el pelirrojo—. Ya nos han acompañado a lugares como el centro comercial y el cine.

— Así es— le di la razón, frustrada—, lugares sencillos que no requieren de mucha interacción social. —Me enderecé más sobre el sillón para encarar a mi primo, aunque sus ojos seguían pegados a la pantalla—. Pero no puedes negar que tanto Lorcan como Lysander son demasiado…

— ¿Sangre pura?— ofreció Hugo con media sonrisa irónica.

— Ajá, y la fiesta a la que tú nos quieres llevar es demasiado…

— ¿Muggle?

— Precisamente— solté, esperando que mi primo por fin viese mi punto.

La cosa estaba así: uno de los amigos muggle de Hugo lo había invitado a una fiesta a unas cuantas cuadras de la casa de éste, para celebrar el año nuevo (aunque la fiesta iba a tener lugar el 30, no el 31). Mi primo lo consideró una buena oportunidad para celebrar el cumpleaños retrasado de los gemelos, y volver a ver a esa chica, Melanie, que sabía iba a asistir y que le había gustado durante el verano.

Maldita Melanie.

Ahora que me lo pensaba, podía apuntar a esa chica, y su extraña predilección por las citas dobles, como el origen de todos mis problemas desde el principio del verano. De no haber sido por ella, jamás hubiera tenido que regresarme a solas con Lorcan a mi hogar desde ese centro comercial en la ciudad, y entonces él y yo nunca hubiésemos comenzado a hablar, y quién sabe, a lo mejor él se hubiese conseguido a otra estúpida para servirle de tapadera para liarse a escondidas con Ella Zabini.

Por Godric Gryffindor, Lily, dijo una voz en mi cabeza que me hizo sentir como una persona extremadamente mala y cruel, ¿ahora estás echándole la culpa a una chica que nunca te ha hecho nada y que no has visto hace meses? No les eches bronca a otros solo porque tú eres fácil de timar.

La voz en mi cabeza tenía toda la razón.

Tomé una profunda bocanada de aire y me dirigí a Hugo con convicción.

— Vale, pero no cuentes conmigo.

Mis palabras debieron de haber tomado tan de sorpresa a mi primo, que no vio al jugador que se le acercaba por detrás de una de las paredes que él mismo había construido hacía poco, y le comenzaba a disparar una ráfaga de balas con su metralleta que lo sacaron inmediatamente del juego.

Se giró bruscamente hacía mí con enfado.

— Mierda, Lily, ¿viste lo que hiciste?— gruñó, tirando descuidadamente su control en el suelo—. Y claro que vendrás con nosotros, ya hicimos planes.

— ¿Y quién te crees que eres tú para andar haciendo planes por mí?— le espeté con dureza—. ¡Solo quieres que me quede a hacer de nana mientras tú te escapas a besuquearte con alguna tía!

— Eso no es verdad— protestó él, alzando la voz.

— ¡Claro que sí!

— Eres insoportable.

— Y tú un desconsiderado.

— Eh, chicos, chicos, calma— nos interrumpió la potente voz del tío Ron, quien iba entrando en la habitación a grandes zancadas. Fue directo al tazón de palomitas, pero nos envió una mirada de advertencia en tanto se las comía—. Hugh, no pelees con Lily o habrá consecuencias— le advirtió mientras masticaba.

La amenaza del hombre pareció tener efecto en su hijo, ya que el chico bajó los ojos y se tragó su réplica a regañadientes.

Era raro ver al tío Ron en el uniforme oscuro y austero de los Aurores, tan acostumbrada estaba ya a verlo en ropas casuales, bromeando alegremente con tío George entre los pasillos de Sortilegios Weasley. Que lo trajese puesto en primer lugar me indicaba que iba en camino a una misión.

— Desconecten la tele, niños— nos indicó mi tío, limpiándose las manos llenas de mantequilla con una de las servilletas que había en la mesa—. Voy a usar la chimenea.

Hugo le hizo caso de mala gana, poniéndose de pie y avanzando hacia el enchufe que conectaba la tv a la luz.

— ¿Vas al Ministerio, tío?— pregunté.

— Así es, linda— afirmó mi tío, esperando a que su hijo regresara a sentarse junto a mí para darnos a los dos un sonoro beso en la coronilla de la cabeza—. Hay dinero en la cocina para que pidan una pizza. Pórtense bien.

Mi primo y yo nos quedamos en silencio mientras escuchábamos al tío Ron descender las escaleras. No fue hasta que nos llegó el sonido de las llamas engulléndolo que Hugo se animó a volver a hablar.

— Por favor, Lily— pidió con suavidad—. Te juro que es verdad cuando te digo que Lys quiere ir; si no es por mí, hazlo por él. Haré lo que quieras.

El desgraciado me estaba queriendo manipular.

Parte de mí no quería darle el gusto, no sólo por mí propio orgullo si no porque no quería verme atrapada en medio de una fiesta cuidando de Lorcan Scamander de entre todas las personas… pero otra parte quería probarme a mí misma— y a él— que ya no me afectaba su presencia. Que podía hablarle, salir a fiestas e incluso abrazarle sin inmutarme siquiera.

— Bien— cedí al fin con amargura. Vi cómo a mi primo se le iluminaba el rostro de inmediato, pero antes de que pudiese decir algo, alcé un dedo—: Pero serás tú quien se quede con Lorcan. Yo con Lysander.

— Sí, sí, ya sé que no se hablan— me cortó Hugo, agitando la mano. Yo intenté no mostrar la sorpresa que sentí al saber que él se había dado cuenta—. No te preocupes, haré lo que tú quieras.

Le respondí con una mueca burlona.

— Bueno, para empezar, exijo derechos sobre la tele por el resto del día— le dije con aire de superioridad, tomando de la mesa el control remoto y buscando el botón de Netflix—. Así podré ponerme al día con mis programas. A ti te toca conectarla de nuevo.

El pelirrojo estaba tan complacido que no me hizo ni un reclamo, yendo a conectar el televisor de nuevo de mucha más buena gana que con la que la había desconectado.

Hugo Weasley me había vuelto a ganar, concluí con exasperación. Y si había alguien a quien pudiese culpar por todas mis penas de este año, además, por su puesto, de mí misma, era probablemente a él.

Que la voz en mi cabeza no hubiese regresado para reñirme por aquel pensamiento era indicación, probablemente, de que estaba de acuerdo conmigo.


Uff, otro capítulo largo. E iba a serlo aún más, de hecho, en mi primer manuscrito, pero lo corté porque si no me iba a tardar mucho más en acabar. Al final decidí dividir lo que iba a ser un solo capítulo de vacaciones en tres partes, lo que me da mejor oportunidad para estructurar los capítulos y ampliar algunas partes.

Ya tengo planeado todo el siguiente capítulo así que, técnicamente, no debería tardarme tanto en publicarlo. Aun así, también me tengo que concentrar en mi trabajo de la uni que estoy haciendo en línea… y este se suponía que era mi año de titulación (hasta que un murciélago lo arruinó todo), por lo que aún necesito acabar el servicio social cuando termine la cuarentena.

Este último lo pude haber acabado el año pasado, pero decidí en su lugar irme un semestre a estudiar en EUA. No me arrepiento pero tampoco esperaba que las cosas se pusieran tan mal este año. De hecho me fui unas semanas después de que publiqué el último cap, y no les dije nada porque estaba muy nerviosa de no conseguirlo.

Pero en fin, ya fue mucho de mí. Al cap, y me voy por puntos:

1) ¡Había extrañado escribir desde el POV de Lily! Fue refrescante, la verdad. En especial su dinámica familiar, que no había explorado tanto anteriormente. Quise expresar que Lily tiene una relación muy amorosa con toda su familia, y cuánto se quieren entre sí. Parte del siguiente cap tendrá lugar en La Madriguera, con toda la demás familia y veremos más interacciones de los primos Weasley y a Scorpius Malfoy (lo ÚNICO que acepto como canon en la porquería que es The Cursed Child es la personalidad de Scorpius). También extrañé mucho escribir interacciones entre Lily y Lorcan; espero que les haya gustado esta pequeña, preámbulo de una importante que viene el siguiente cap, y gracias por tenerme tanta paciencia.

2) Por otro lado, volver a escribir desde el POV de Lily me hizo darme cuenta de que extrañé escribir desde el de Lorcan XD. Ahora que lo tengo mejor entendido, me siento más cómoda escribiendo sobre él. Así que el siguiente cap empezará desde el POV de Lorcan en Nueva York con su familia, y luego nos regresaremos a Lily.

3) Por otra parte, los Scamander son judíos en esta historia (por lo menos los hombres lo son, creo que Luna probablemente solo va con la corriente). Voy a hacer algunas referencias de la celebración del Janucá en el siguiente capítulo. Yo no soy judía así que todo esto estará basado en mi investigación. Si en algo soy irrespetuosa, por favor háganmelo saber. También fue divertido desarrollar un poco la dinámica de la familia de Lorcan, ya que no tuve mucha oportunidad de hacerlo por no extenderme tanto mientras intentaba insertar la trama dentro de su narrativa. Espero poder corregir eso en sus futuros POV. Me da mucha risa pensar que una escena regular en lo que respecta a las interacciones de Luna con la familia de su esposo es la siguiente:

Luna, con un obsequio feísimo: para ustedes :3

Los Scamander/Goldstein: *horrorizados*

Lorcan y Lys: *facepalm*

Rolf, con corazones en los ojos: ¿no es maravillosa?

4) Mientras checaba las fechas para este fic, que tiene lugar en 2024, me di cuenta de algo: los chicos de la 3ra Generación (por lo menos la mayoría) son Gen Z. Fue una revelación les digo. Así que quise meter más referencias de cultura pop en la historia, como que Hugo juega Fortnite lol. Sin embargo, me desagradan esos fics en los que hacen que el mundo mágico esté en completa sincronía con el muggle. Ermm, ¿no? Hugo y Lily se pueden integrar más fácilmente al ser mestizos y estar expuestos desde pequelos, pero chicos como los Scamander, aunque de la misma edad que los amigos muggle de Hugo, serían vistos como muy anticuados, al no saber qué es un video juego o cómo usar un celular. También es importante aclarar que aunque la casa de Ron y Hermione tiene electricidad, deben ser cuidadosos de no exponer los artefactos a niveles muy altos de magia, por miedo a descomponerlos (también me frustra cuando en fics hay escenas donde alumnos se ponen a ver películas en Hogwarts. Amigos, en Hogwarts una tv probablemente se achicharraría por los niveles tan altos de magia).

Bueno, eso es todo por mi parte por ahora. Pooooorfaaaa, poooooorfaaaaaaaa, déjenme un comentario para animarme a escribir más rápido

De nuevo les mando todo mi amor y bendiciones,

Mede (Pam)