Hola chiks despues de un par de dias, ya llegamos al epilogo. Fue un placer compartir esta historia con ustedes. Se que lo he mencionado en otras ocasiones, pero no me canso de reiterar mis gracias por todas las que me acompañaron leyendo esta historia, por sus comentarios, reviews, favoritos y alertas . A todas gracias!. El nombre de la autora del libro es Jennie Adams, y las historia lleva el mismo nombre; los personajes por su parte como saben pertenecen a la fantastica Stephanie Meyer. Bueno no siendo mas las dejo con el final tan esperado.
Epílogo
Había pasado un año. Una cálida brisa soplaba entre las hojas de los gomeros y los manzanos del huerto. En la granja, la señora Sue estaría seguramente llorando junto a los restos del desayuno. La tía de Jacob se ponía un poco sentimental en los momentos trascendentales, y el primer día de los niños en la escuela primaria era ciertamente trascendental. Alice también los había visitado varias veces en los últimos meses, pero no estaba allí aquel día.
El autobús apareció en la distancia, acercándose por la carretera hacia ellos.
—¡Ahí viene! ¡Ahí viene! —gritaron los niños, saltando de entusiasmo.
Bella podía sentir la emoción de Edward, pero primero miró a Rosalie y sonrió.
Edward había removido toda Australia buscando un pariente verdadero de Bella. Alguien de su árbol genealógico que no fueran sus padres. Y había encontrado a Rosalie, una prima segunda por parte de madre y la mujer más cariñosa del mundo. Antes de que Bella se diera cuenta, Rosalie se había instalado en la cercana Blackheath. Era ceramista y se había adaptado a las mil maravillas en el pueblo y en la familia. Bella no podía estar más agradecida.
Henchida de felicidad, se volvió hacia Edward y le sonrió.
—Estás frunciendo el ceño. Van a estar bien. En serio.
—Lo sé —dijo él con un resoplido—. Pero es duro dejarlos marchar, eso es todo.
Edward trabajaba tres días a la semana en Sydney, y el resto del tiempo lo pasaba en casa, trabajando en la granja o jugando con los niños. Iba a ser doloroso perder ese tiempo con sus hijos, pero Bella sonrió al pensar cómo lo mantendría ocupado, cuando ella no estuviera en sus clases de la universidad.
El conductor del autobús tocó la bocina y se detuvo en el arcén. Cuando la puerta se abrió, Bella les dio un rápido abrazo a cada niño. Pronto serían demasiado mayores y no se dejarían abrazar, y ella quería aprovecharse al máximo mientras pudiera.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando los vio subir al autobús y tomar asiento junto a sus viejos amigos de la guardería, pero enseguida sonrió de felicidad por ellos.
Rosalie se despidió de ellos agitando un pañuelo rosa y volvió a la casa. En cuanto se quedaron solos, Bella y Edward se abrazaron y se besaron con pasión.
—No me has contado casi nada de tu cita con el médico —dijo Edward, tomándola del brazo y encaminándose de vuelta a casa.
Le había insistido a Bella que fuera a visitar a un especialista, para asegurarse de que no tuviera un problema grave en el cuerpo que pudiera afectarla más tarde.
No tenía ningún problema, y el especialista incluso creía posible que con un poco de suerte algún día pudieran concebir un bebé. Había tratado otros casos similares en mujeres que acabaron siendo madres, y había insistido en que quería seguir viendo a Bella y explorar otras alternativas.
Bella se había mostrado dispuesta. No le importaba concebir un hijo o no. Se sentía feliz y completa con Edward y los niños, y no había día en que no se despertara con una sonrisa. Si seguía visitando al especialista, era más por Edward que por ella misma.
—Me ha hablado de la fertilización in vitro.
Edward la miró alzando las cejas, sin ocultar el brillo de esperanza en sus ojos.
—Sí —corroboró ella con una sonrisa—. Lo ha mencionado, pero ya no es una opción.
—Oh —dijo él, visiblemente decepcionado, aunque se esforzó por sonreír—. Bueno, no pasa nada. Ya lo hemos hablado. Podemos adoptar un niño, si quieres… —se interrumpió al ver que Bella estaba sonriendo.
—¿No vas a preguntarme por qué sonrío? —le preguntó ella.
—Está bien —dijo él, mirándola como si se hubiera vuelto loca—. ¿Por qué sonríes?
—Sonrío porque la fertilización in vitro ya no es posible.
—¿Cómo? No lo entiendo. ¿Estás diciendo que ha ocurrido algo más, y que ya sabes con total seguridad que nunca podrás concebir?
—No. No estoy diciendo eso. Estoy embarazada. De doce semanas —le agarró las manos y se las puso en el vientre—. Tengo un bulto y todo. ¿Lo sientes?
—Pero yo pensaba que… —la voz se le quebró y sacudió la cabeza—. ¿Estás segura? ¿Te has hecho pruebas? ¿Estás bien? ¿El bebé está bien?
—Sí —respondió con una sonrisa—. Me he hecho pruebas y tanto el bebé como yo estamos bien.
Edward soltó un grito ahogado. Levantó a Bella en brazos y empezó a darle vueltas hasta que ella estuvo riendo y mareada. Entonces se detuvo y la besó. Cuando se separaron, los dos tenían los ojos llenos de lágrimas.
—¿Deseas esto, Bella? Nunca te lo había preguntado —dudó un momento—. Supongo que no quería hacerme ilusiones por si era imposible.
—Lo deseo —afirmó ella, besándolo de nuevo—. Lo deseo porque te quiero y porque se nos ha concedido contra todo pronóstico. Es la oportunidad para que ambos tengamos lo que creíamos haber perdido. Para ti, ver a tu hijo desde que nazca. Para mí… bueno, eso y mucho más.
—Sí —susurró él—. Te quiero, Bella. Te quiero con todo mi corazón.
—Y yo a ti también.
Y ese amor era lo que lo hacía todo tan especial.
Fin