¡Hola de nuevo! Por mucho que escribiera sobre Ouran en otras historias echaba de menos a los personajes que tenía de A espaldas del mundo, así que he decidido rescatarlos y escribir muchas de las cosas que se me quedaron en el tintero y poco a poco se me iban ocurriendo pero realmente no tenían lugar en la historia.

Supongo que si no te has leído A espaldas del mundo muchas de estas mini-historias no tendrán sentido, aunque algunas creo que quizás se puedan leer de todas maneras. Así que ya avisados, sólo me queda dar las gracias por leer, pedir disculpas por cualquier falta de ortografía que se me haya escapado y recordar que, al fin y al cabo, estos personajes no son míos sino de Bisco Hatori.


La música que sonaba en el salón mientras hacía su proyecto para clase estaba tan alta que casi no oyó los ya familiares golpes en la puerta. Corriendo, se levantó de la silla y sin siquiera ponerse los zapatos abrió la puerta y saltó sobre el paquete que había en el umbral, asomándose al pasillo del edificio. No viendo a nadie, volvió a entrar en casa y corrió por todo el pasillo hasta llegar a la habitación donde se asomó por la única ventana que daba a la calle. Después de varios minutos de estar buscando a alguien sospechoso, Kyoya se bajó del alféizar y suspiró resignado, recordando que había dejado la puerta abierta volvió allí y se quedó mirando el paquete que antes había ignorado.

Esta extraña situación había estado pasando ya durante un par de semanas: tres golpes en la puerta, cuando abría no había nadie, pero un paquete marrón le estaba esperando allí. La primera vez no se preocupó en abrirlo, sino que lo tiró a la basura pensando que la prensa quería sacar algo jugoso de la situación (desde que se mudó de la mansión Otori se había encontrado con más de un periodista en la puerta de su casa, esperando a que llegara y bombardeándole a preguntas sobre su supuesta "independencia"). Pero esta era ya la sexta vez que se había encontrado el paquete, así que no pudo resistir y con el máximo cuidado quitó el papel, rezando en su cabeza para que no fuera ni una bomba ni un animal salvaje (miedos irracionales, pero que en ese momento le hicieron dudar de si seguir abriendo el papel). Al final, apartó el embalaje para descubrir... comida.

Una caja llena de comida, carne en salsa, empanadas, shushi, verduras... e incluso un par de recortes de revista con recetas sencillas.

Kyoya se quedó mirando la caja de comida sorprendido: ¿quién le manda comida? ¿Por qué? Iba a tirarla a la basura cuando el olor de la carne en salsa llegó hasta él.

-Ahh... Salsa picante -se limitó a decir, pero su estómago eligió ese momento para dar su opinión y rugió (sí, rugió, no hay otra palabra para tal sonido) de tal forma que Kyoya se detuvo camino de la papelera. En realidad no es que pasara hambre: había aprendido a cocinar bastantes cosas, aunque muy simples, y Haruhi hacía unos platos exquisitos siempre que el Host Club iba a cenar a casa... pero la mayoría de veces Kyoya optaba por hacer comida precocinada o pedía unas pizzas que, por mucho que quisiera, no llegaba a estar tan buenas como la que comía en la mansión Otori. Una de las pocas cosas que echaba de menos, la comida.

Pero el olor que salía de la caja... El timbre de su casa sonó en ese momento, y pulsando el botón del micrófono preguntó quién era.

-¡Isuzu! -contestó alegremente la chica desde el portal de abajo- ¿Me dejas pasar?

-Sube y mientras me lo pienso -bromeó Kyoya, abriéndole la puerta del edificio y dirigiéndose a la de su apartamento. Cuando abrió, Isuzu estaba saliendo del ascensor.

-Sigo preguntándome cómo podéis ser tan vagos de subir a un primer piso en ascensor -comentó Kyoya, besando a Isuzu y cerrando la puerta tras de ella.

-Awww... cuando estés todo el día bailando de un lado a otro de la habitación entenderás lo cansada que estoy... ¿Qué es esto? ¿Has hecho comida? ¿A ver?-preguntó Isuzu mirando la caja que Kyoya aún tenía en la mano. Sin siquiera esperar a que Kyoya contestase cogió una de las empanadas y se la echó a la boca.

-¡No, Isuzu! -exclamó Kyoya, haciendo que la chica se sobresaltara- ¿Y si están envenenadas?

Ella le miró con cara rara mientras masticaba, parecía que iba a decir algo cuando de repente se tapó la boca y Kyoya vio cómo la cara se le empezaba a poner roja.

-¡Oh, Dios mío! ¡Sí que están envenenadas! -el pánico se apoderó de Kyoya y cogió el brazo de Isuzu, que seguía poniéndose roja y ni siquiera había dejado su mochila, para guiarla al baño.

-¡No...! Kyoya... -dijo la chica, que había tragado parte de la empanada y podía ya hablar mientras se abanicaba la boca con la mano- ¡Agua! Está muy... demasiado picante. ¡Aguaaguaaguaagua!

Cambiando de dirección, Kyoya la llevó hasta la cocina dónde en seguida llenó un vaso de agua y se lo pasó a Isuzu, que se bebió tres enteros hasta que recuperó un poco la tranquilidad.

-¿...estás bien? -preguntó Kyoya, que por fin había dejado la caja de comida y ahora estaba al lado de Isuzu, acariciándole el brazo en un intento de apoyo moral.

-¿Estás loco? -contestó la chica en su lugar, señalando con la mano la caja de comida que Kyoya había dejado por fin sobre la mesa de la cocina- ¿Pensabas comerte eso? Ya sé que te gusta la comida picante, pero eso... ¡sabe a fuego! ¿Es que quieres matarme?

-¡No! No lo he hecho yo, estaba en la puerta.

-En la puerta.

-Sí, en la puerta -respondió tranquilamente Kyoya, ahora que la crisis había pasado-. Llevo semanas recibiendo paquetes, que no sé de quién son, y hoy es la primera vez que abro uno para descubrir que es comida. Estaba pensando en tirarlo cuando has llegado tú y te lo has comido sin darme tiempo a decirte que no sé quién ha hecho esa comida -Isuzu asintió, sorbiendo poco a poco del agua que le quedaba en el vaso. De repente empezó a soltar risitas, intentando sin conseguirlo que Kyoya no se enterara-. ¿Qué pasa?

-¿Es por eso por lo que has dicho que estaban envenenadas? -dijo Isuzu. Ante el silencio de Kyoya, no pudo contenerse y empezó a reírse a carcajadas-. ¡Tendrías que haberte visto la cara! ¡Nunca te había visto así!

-Gracias, me estaba preocupando por tu vida -dijo Kyoya sarcásticamente, dejando atrás a Isuzu que casi no se podía mover de la risa, para ir al salón. Al pasar frente a la mesa vio la caja de comida y cogió una empanada, echándosela a la boca. Sí que estaba picante, pero era justo el picante que le encantaba a Kyoya. Y sólo había una persona que sabía exactamente cuál era.

Mientras cogía unos palillos y oía de fondo a Isuzu recuperarse de su ataque de risa, cogió su móvil y envió un mensaje a Tachibana.

Gracias. La próxima vez tienes que quedarte a comer.

Sentándose en el sofá llamó a Isuzu para elegir una película, mientras se comía la carne en salsa.

-No está tan picante, pero eres una debilucha.

-¡Hey!