Hoy es uno de esos días tranquilos; estamos las dos en casa. Tenemos una lista de reproducción que ambienta todas las habitaciones; yo estoy echada en un sofá con los pies descansando sobre la mesa. Los lentes me llegan a madia nariz y juego algo nuevo en la última versión de iPad.

Acabamos de mudarnos a este loft, dejamos el departamento que compartía con Santana al menos unos… cinco años. Cada pareja necesitaba su espacio. Al principio fue bastante divertido, las cuatro en el mismo lugar, siendo cómplices de todo (o casi todo) las fiestas, los desayunos, las peleas.

Decidimos que era momento de conseguirnos un lugar cuando Barbra comenzó a pensar en hijos.

De pronto me sentí renuente a la idea, quería disfrutarla más, pasar mucho tiempo con ella y sólo ella; dije que sí para ver qué salía del cambio, pero no lo estaba considerando realmente. Los hijos son de tiempo completo y a veces la atención que tenías sobre tu pareja, se vuelca en el nuevo integrante de la familia.

Yo quería seguir viajando, y quería que Barbra tuviera más oportunidades de crecer.

Consiguió obras de importancia y papeles medianos en la televisión, ahora, aparece en algo más grande. Es bueno que su nombre aparezca en el intro del show como cast regular.

-Maldita sea- Digo.
-¿Qué pasa?- Me dice desde el otro lado de la habitación (en el amplio salón que hace de sala y estantería para los montones de libros).
-Perdí- Me volteo a verla, se mira en el espejo y se estira la piel de la frente.
-Ojalá yo perdiera estas arrugas que se me ven cada día más; es que…-Se gira y me mira –Esto no estaba hace una semana, lo juro- Se acerca a mí y se deja caer en el sofá.
-A mí me gustan mucho tus arrugas-.
-¿Por qué?-.
-Porque ya voy viendo cómo eres ahora que te estás haciendo vieja- Se ríe.
-Acabo de cumplir treinta y cuatro, no estoy vieja-.
-Estás hermosa- Vuelvo a encender el iPad y sigo con el juego.

Se queda tranquila y callada sobre mi hombro, viéndome jugar. Se ríe cuando vuelvo a perder y me dice a ratos qué piezas poner para seguir y pasar el nivel. Luego hay otro momento de silencio.

-¿Quinn?-.
-¿Mmm?-.
-¿Qué guardas en el baúl?-.
-Cadáveres de vírgenes, ya te lo había dicho-.
-Nunca lo has abierto frente a mí-.
-Hay cosas sin importancia- No me gusta mentirle, pero, a pesar de los años, no creo que pudiera compartir eso con ella.
-Entonces supongo que si un día decido regalarlo no habrá problema-.
-Lo habría-.
-¿Qué me harías?-.
-La cuestión no es qué te haría, sino lo que dejaría de hacerte- Se quita de mi hombro y me mira el perfil, puedo verla de reojo y apago el aparato cuando sigue viéndome con insistencia.

Volteo entonces, y sus ojos se clavan en los míos, me examina, quiere leerme.

-¿Qué?- Pregunto mientras le doy una media sonrisa, frunzo el ceño y ladeo la cabeza.
-Han de ser tus diarios, quizás de un amor de antaño ¿Guardas fotos de ella? A lo mejor tienes una vida secreta, con otra mujer que seguro vive en los suburbios y con la que tienes dos o tres hijos; sería fácil que la tuvieras, a veces pasamos mucho tiempo lejos de la otra- Me río muy fuerte.
-No seas tonta-.
-Pero no me lo estás negando-.

Le paso el brazo por los hombros y la pego a mí, descanso mi cabeza sobre la suya y suspiro. Estoy pensando entre decirle la verdad o salir con otra cosa para distraerla.

Siento que me pongo nerviosa y que me late muy fuerte el corazón.

-Te lo diré, pero no es el momento. En algún punto lo sabrás; y no, no tengo doble vida, ni esposa en los suburbios y tampoco hijos- Hay silencio.
-Respecto a eso…- Me toma la mano sin dejar de recargarse en mí y entrelaza nuestros dedos -¿Será que no los quieres en verdad? ¿Nunca?-.
-La cuestión era que quería tiempo contigo, de algún modo te esperé tanto que… que sentía que había mucho por vivir, por recuperar, por revivir- Entonces se quita y vuelve a mirarme, se sube los pies al sofá, se pone como en flor de loto y me frunce el ceño.
-Hay ratos en los que no entiendo porqué te expresas así, como si… como si me hubieras perdido y recuperado; lo haces desde que nos conocemos- Le doy otra media sonrisa y le acaricio el cabello.
-¿Iremos a una clínica o adoptaremos?- Esta vez decido cambiar de tema porque no quiero que sigamos con esto que no puedo explicarle, no aún.

Claro que tengo razones válidas para expresarme de ese modo, a veces creo que en cualquier otro momento se me irá y volveré a sentirme como me sentí la primera vez que regresé, con el hoyo en el pecho, con las ganas de llorar todo el tiempo, con la soledad y el mundo en grises.

-Adoptar sería una opción interesante, hay muchos niños que necesitan un hogar y padres cariñosos, seríamos como Brangelina- Le sonrío.
-Yo no actúo-.
-Y yo no tengo los labios que tiene Angelina-.
-Pero tienes mejores piernas-.
-Entonces ¿Es un sí?- Vuelve al tema de los hijos.
-Es un sí- Se le ilumina el rostro y me besa los labios.
-Ok, ya te convencí de una cosa, se levanta y camina a la cocina, al regresar, trae dos cervezas en la mano. Las deja sobre la mesa y se vuelve a la pared para atenuar la luz.

Afuera están las luces de la ciudad, estamos en L.A. no puedo decir que la amo, Nueva York tiene otra clase de encanto, es mi ciudad, nuestra ciudad, es… nuestro hogar. Si estamos acá es porque Barbra tenía que arreglar unas cosas y teníamos que esperar que el Loft quedara listo. Pasado mañana, por la tarde, volaremos a N.Y.

A veces es difícil pasar tanto tiempo sin vernos, yo aún con las franquicias, ella acá en el show. Lo bueno es el final de temporada y el tiempo libre que tendrá. Podremos regresar al departamento que tenemos allá y pasaremos el día entero sin salir y en la cama.

-¿Sabías que dicen que si tienes muchas líneas en la mano, no en las palmas solamente, sino también en los dedos y nudillos y así, significa que eres un alma muy, muy vieja?-.

Me toma la mano y la observa.

-Eres más vieja que yo-.
-Soy muy feliz contigo ¿Sabes? Creo que, el tenerte conmigo me ha enseñado tanto y he apreciado de modo indescriptible la vida que siento que, ya no tengo nada más que aprender en la siguiente-.
-Eso quiere decir que puedes trascender-.
-¿Y no volver a enamorarme de ti? No me gusta mucho eso-.
-Olvídate de que no vayas a enamorarte de mí ¿Qué haré yo sin el amor de mis vidas?-.
-Pues… no lo sé-.

Esa es una pregunta muy buena ¿Qué hará? ¿Qué cambia cuando en el conjunto de almas uno ya no regresa a esta dimensión? ¿A eso se debe que unos pasen su vida solos o en búsqueda de esa persona que los haga sentirse como me siento yo ahora?

-¿A dónde te fuiste?-.
-¿Por qué?-.
-Te quedaste con la mirada perdida-.
-Pensaba en eso que me has dicho. Ojalá trascendieras junto conmigo-.
-Podemos brincar de un puente o morir a la Romeo y Julieta y esperar que pase lo mejor con nuestras almas-.

Me divierte su comentario, me levanto del sofá y camino a cambiar la lista de reproducción.

Me quedo parada frente a ella, viéndola y ella me mira de vuelta y me sonríe.

-¿Qué pasa?-.
-Me gusta que seas algo supersticiosa, que leas el horóscopo aunque no lo creas, pero que sí creas que el signo zodiacal tenga algo que ver con la forma de ser de la persona. Me gusta que de pronto llegues y me platiques que en Noruega se vieron una clase de portales en el cielo, o que te pongas del lado de Mulder más allá del de Scully-.
-¿Por qué te gusta?-.
-Porque ya sabes que yo también creo que el mundo tiene millones de misterios y que el universo a veces funciona de formas extrañas-.
-Somos pequeñitos entre un mar de galaxias, sólo usamos una mínima parte de nuestro cerebro, estoy segura que no vislumbramos ni el uno por ciento de toda la magia que hay aquí y afuera, lejos de este planeta ¿Crees en mundos paralelos?-.
-Sí- Me lamo los labios, tengo esta idea loca de que lo que soñamos es sólo un recuerdo de mundos paralelos donde suceden cosas que no puedes explicar
-¿Crees en los viajes en el tiempo?-.
-Supongo que pueden existir, una brecha entre tiempo y espacio; tan misterioso como los aviones que han desaparecido sin dejar huella-.

Nunca habíamos tenido esta conversación. Nunca le había preguntado directamente sobre si creía en ellos o no. Habíamos hablado de reencarnaciones y vidas pasadas, de criaturas en el fondo del mar o de si sería muy loco pensar que Cthulhu realmente vive en las profundidades del océano.

Pero por alguna extraña razón, no había tocado el tema de los viajes en el tiempo, creo que en el fondo, hablarlo, me traería estas emociones de mí en los años treinta y, aunque estoy con Barbra, añoro todavía las cosas que sucedían entonces, extraño el Bugatti y la música, poder salir a bailar o intentar bailar la música de entonces, con Vagabond Opera o Circus Contraption en el escenario, calentándome las ganas de pararme y mover el esqueleto, extraño las fiestas de salón, con la banda al frente, el ritmo, la ropa incluso.

Hay cosas de Rachel que extraño que no tiene Barbra, y, aunque los recuerdos son difusos, lo que queda es la sensación, como oler el perfume de Santana y pensar en aquella más que en la que tengo en el presente.

En los años siguientes a mi encuentro con Barbra, me dediqué a caminar los mismos pasos de entonces. Busqué la casa en la que habíamos vivido en la ciudad y me di cuenta que pertenecía a un tío, hermano de mi padre, al que nunca había visto porque están peleados y vivía en otra ciudad.

No había ido antes por desidia, porque mis energías estaban concentradas en encontrar a la de mi presente y creía, que si seguía en el pasado, jamás llegaría.

¿Cómo se había hecho de la casa? Hasta el momento lo ignoraba.

Fue extraño porque me quedé parada en la acera de enfrente, viendo los barrotes de color negro y la piedra del frente, la puerta estaba pintada también de negro, había perdido su color tinto, ese color natural de madera fina.

Era un día nublado y de viento frío, el cabello me volaba y se me pegaba en la cara. Tenía las manos dentro de los bolsillos del abrigo y entonces, vi un fantasma. Sentí que quería salir corriendo, pero no pude, estaba paralizada.

Salió un hombre, al parecer de mi edad, de cabello rubio, rasgos estilizados y un traje negro impecable, hecho a la medida, sin lugar a dudas. Era la viva imagen, o casi, de alguien del pasado, alguien que no podría reencarnar o eso quería creer yo.

Levantó la mirada y me vio, ahí, parada frente a él. Se sacó del bolsillo interior el celular e hizo una llamada, quedándose parado frente a mí por un par de minutos. Notó mi mirada clavada en él y me miraba de vez en cuando, pensando quizás, que de pronto era yo una admiradora nueva.

Colgó y se guardó el celular en el mismo lugar, se fijó a ambos lados de la calle y caminó directamente hacia mí.

Yo seguía con los pies pegados al suelo, los nervios a flor de piel, y el recuerdo del cuchillo encajándose en mi carne. Eso estaba más que nada presente en mi memoria, técnicamente no había pasado, pero sí había pasado también, y recordaba a ratos lo doloroso que había sido.

De lejos era la viva imagen de Charles, pero de cerca noté que no tenía la nariz tan respingada y que sus ojos, fuera de ser verdes, semejaban más bien un café claro.

-Me observas- Me dijo, tragué saliva.
-Te pareces a alguien que conocía-.
-Espero que haya sido alguien que apreciabas-.
-No, en realidad lo contrario- La cara le cambió completamente en el instante, su coqueteo se esfumó -¿Vives ahí?-.
-Vive mi padre-.
-¿Y cómo se llama tu padre?-.
-Aaron-.
-Fabray- Me frunció el ceño.
-¿Lo conoces?-.
-No realmente- No dijo más, esperaba que yo prosiguiera –Es mi tío- Puso cara de sorpresa y se perdió en su cabeza, intentando saber quién era yo.
-¿Fran… Francine?- Me señaló con el dedo índice.
-Quinn-.
-¡Claro! Quinn-.
-Disculpa pero, no recuerdo tu nombre. De hecho creo que no sé nada de ti, no tenía idea de cómo lucías-.
-Samuel-.
-¿Te llamas Samuel?-.
-Así se llamaba nuestro… ¿bisabuelo?-.
-Sí- Estaba tan sorprendida que no sabía qué más agregar.
-Pero… ¿Cómo es que… cómo es que viven aquí? En su casa de entonces ¿Y por qué Russell nunca me trajo de visita?-.
-La casa no era de nosotros hasta hace unos cuantos años, el abuelo la vendió y nosotros logramos recuperarla; la vendió antes de que nacieran nuestros padres-.
-Ya- Nos quedamos en silencio, mirándonos las puntas de los pies. Se vio una luz y luego un trueno tenue. Llovería.
-Algún día deberías de venir, mi padre estará contento de conocerte- Le suena el celular -¿Sabes por qué están peleados?-El celular seguía sonando.
-La verdad no muy bien- Miró la pantalla y contestó.
-Voy para allá, espera- se volvió a mí –Quinn, por favor ven a visitarnos cuando gustes- Se despidió con la mano y caminó de vuelta a su acera, despidiéndose una vez más cuando subía al coche.

Claro que fui a visitarlos; Aaron me parecía demasiado amable, sonriente, diferente de mi padre, por supuesto. La cuestión de la pelea resultó ser el negocio que llevaban ambos, al final hubo diferencias y mi tío decidió tomar su parte y formar su propio negocio. Es dueño de librerías.

La casa había cambiado por el tiempo que había estado en otras manos, las decoraciones eran distintas y habían revestido algunas paredes con madera, sin embargo habían respetado los pisos y habían renovado el pasamanos de las escaleras.

Olía como olía entonces, y cuando estuve dentro y caminé por sus habitaciones, sentí que en cualquier momento saldría Britt y me abrazaría, o que lo haría Samuel.

-¿Te importa si subo a la tercera habitación?-.
-No- Contestó Aaron.

La que hubiera sido mi habitación estaba repleta de libros, cada pared desde arriba hasta abajo, todos acomodados por tamaño, daba la sensación de estar en un lugar con alguien que tiene OCD. La nostalgia que sentí entonces no puedo describirla, pero sentirla fue casi abrumador.

-Esta fue la habitación de Quinn-.
-Sí, la prima de mi padre- Dijo mi tío –Es un gusto que te llames igual, incluso te pareces-.
-Me lo han dicho- Me limpié la garganta –¿Conservan algo más de la familia?-.
-Algunos muebles-.
-¿Sólo eso?-.
-Pues… la casa perteneció a otras personas, no te puedo decir que nos quedamos con fotografías o… no sé-.
-¿Nada de Quinn? ¿Alguna cosa escondida? Solía esconder cosas en los pisos, cajones, etc- Se puso a pensar, curioso de mi pregunta, viéndome incluso algo extraño.
-Pues… ahora que lo mencionas, cartas, unas cartas amarillentas envueltas en un listón- Las cartas de Santana –Yo no tenía ni idea de, pues de que Quinn… tú sabes- Me dio risa interna el hecho de que mi tío no pudiera decir la palabra L.
-Era lesbiana-.
-Sí- Salimos de la habitación, caminamos por el pasillo y llegamos a su estudio.

Pensé en tirarlas, pero olvidé que estaban guardadas.

-¿Las leyó?-.
-Un par, las dos de arriba- Siento que de cierta manera, me conoce, rompió mi privacidad, no sabía ni siquiera por qué me sentía molesta.
-¿Cree que pueda quedármelas?-.
-¿Por qué?-.
-Pues… no lo sé, tengo un apego por la historia de la familia, ya sabe, restauré la casa de la playa –Asintió – Y tengo un baúl y un tocador que pertenecieron a Quinn, así que de cierto modo, me gustaría que esas cartas, más allá de quemarse o que un extraño las encontrase… que quedaran en las manos que deben quedar-.
-¿Y esas manos son las tuyas?- Me encogí de hombros.
-Sólo creo que…- Me estiró la mano y me las dio.
-Todas tuyas entonces-.

Me marché de ahí con un buen sabor de boca, sabiendo que mi tío no era el villano que pintaba mi padre, conociendo a mi único primo y llevando conmigo las cartas de Santana que nunca leí completas. Sabía que si no estaban en la casa de campo, debían estar guardadas (escondidas) en algún lugar.

Las encontraron en una renovación, cuando quitaron un tapiz y ahí estaban, metidas en una puertita que no se veía por estar cubierta con el papel. Me da risa, Quinn y sus escondites secretos. Puedo pensar que de niña gustaba también de jugar a las escondidillas y era la mejor de todas en el asunto.

-¿Te imaginas que realmente pudiéramos viajar en el tiempo como se nos diera la gana?- Me acuesto en las piernas de Barbra y comienza a acariciarme el cabello, cierro los ojos.
-Lo imagino-.
-¿A dónde irías?-.
-Supongo que, no lo sé, supongo que ésta vez sería bueno irme a mediados de mil ochocientos- Se ríe.
-¿Esta vez? Porque seguro ya has viajado en el tiempo- Dice con sarcasmo. Sonrío, relajándome, obligándome a hacerlo. Sucede que hoy tengo mucha nostalgia de entonces.
-Bueno no, es que me estás durmiendo con tus caricias, no puedo pensar con claridad- Meto mi mano debajo de su muslo y la otra la poso sobre mis costillas -¿A dónde viajarías tú?-.
-A los años treinta-.
-¿Por qué?-.
-La música, la ropa, la personas, las películas ¡todo!-.
-Quizás viviste en esos años-.
-Quizás-.

Se agacha y me besa los labios.

-¿Nos vamos a la cama?-.
-¿Prometes que seguirás jugando con mi cabello?-.
-¿Prometes que me enseñarás lo que guardas en el baúl?-.
-No sé si estás preparada para saber lo que hay ahí dentro- Nos levantamos y subimos las escaleras y hacia la habitación.
-Eres una ridícula-.
-Es como la Caja de Pandora-.

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-Es tan pequeño-.

Lo es, es en verdad muy pequeño y me parece terriblemente frágil, siento que si lo cargo de nuevo se romperá en mis brazos.

Barbra está sentada en un sillón individual y observo cómo lo alimenta. No tengo mucha noción aún de cómo hay que preparar la fórmula ni de cómo se cambia un pañal.

-Estoy emocionada, pero nerviosa, muy nerviosa-.
-Es nuestro-.
-¿Qué si crece odiándome como yo odio a Russell?-.
-Tú no odias a tu padre-.
-No, pero tampoco puedo estar con él más de cinco minutos-.
-Tú no eres como él-.
-Pero y si…-.
-Quinn, basta, serás una gran madre, seremos buenas madres-.

Me acerco a ellos, con sigilo, tratando de no perturbar la comodidad de William.

Me mira, con esos ojos cafés, grandes, me explora por un segundo y luego vuelve a Barbra. Sonrío, estoy emocionada, estoy tan emocionada que creo que voy a llorar de nuevo. Escucho cómo succiona la mamila, y cómo respira, agitado, comienzo a ver el sudor en su frente.

Los bebés me dan curiosidad, me dan ternura cuando comienzan a entrar en calor con la leche caliente y se les ve la piel brillosa. Le acaricio la cabeza y le rozo la mejilla con la yema de mi dedo.

-No puedo creerlo- Barbra levanta la mirada y tiene los ojos rojos, va a llorar de nuevo.

Tardamos poco más de año y medio para lograr la adopción y, si soy sincera, creí que tardaríamos más. Algunas cosas no llegan fácil, y las adopciones son largas.

-¿Estás lista para decir adiós a tus noches de dulces sueños?-.
-Y para cambiar pañales- Quiero reírme y mejor arrugo la nariz.
-Los pañales serán tuyos-.
-De las dos-.

Sí, la realidad es que me gustan esas palabras: las dos.

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Evidentemente fueron noches de no dormir, de entrar en pánico porque algunas veces no dejaba de llorar o no quería comer, luego vino su primera diarrea, su primer gripa, su tos. Vinieron los primeros pasos, cambiamos el Loft por un departamento de dos habitaciones amplias y lo pasamos más en L.A que en Nueva York. Puck se ocupó mayormente de los restaurantes y luego se casó.

Cambié de gerente.

William entró al kínder, se raspó las rodillas, se fracturó el brazo derecho, hizo muchos amigos cuando entró al colegio, hizo berrinches, reprobó una materia, los regañamos y lo castigamos, mudó de dientes.

Lo llevamos a Disneyworld. Lo llevamos a Los Cabos, descubrimos que quería ser astronauta, luego bombero, después actor, luego dijo que quería ser Chef.

Lo metimos a clases de violín, lo odió, piano, desertó. Karate. Ese fue el bueno.

Los tres fuimos creciendo juntos, siendo felices, siendo infelices a ratos, peleando y reconciliándonos, yendo de aquí para allá, viviendo un rato en L.A, otro en Nueva York, visitando a Barbra en otros países cuando su trabajo la llevaba lejos de nosotros.

Enterramos al abuelo.

El peor día de mi vida.

Fue como si se hubieran llevado la mitad de mí, el dolor fue sólo comparado a la vez que desperté en casa sabiendo que no iba a volver a ver a Rachel.

Yo no iba a volver a ver a Benjamin. No en esta vida. Y su ausencia me persiguió por muchos meses, ahí donde le compraba el periódico casi lloré, bueno, lloré, al recoger sus cosas en la casa en la que estaba, al ver su cama sin sábanas, sus cajones vacíos.

Me senté en su sillón y lloré tanto que creí que nunca lloraría de nuevo en la vida, que se me acabarían las lágrimas. Era el padre que esperé que fuera Russell.

Sólo entonces vi a mi padre y a mi tío, juntos, dirigirse una mirada de simpatía y un abrazo incómodo.

La peor parte de un sepelio es cuando los bajan y tapan el agujero. Barbra llevaba a un William de tres años en brazos, vestido con shorts negros y camisa blanca, con una corbatita de luto. Me hubiera gustado que su convivencia fuera más larga, pero me llenó de sosiego saber que lo conoció, que lo amó tanto como lo amo yo.

Yo sé que volveremos a encontrarnos, que volveremos a juntarnos, en otra vida, o en una trascendencia, quién lo sabe.

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Cuando William cumplió los 4 años Santana se embarazó, ellas sí solicitaron inseminación artificial con un donador que fuera latino pero de ojos claros. Así tendría algo de Britt.

Luego entonces, hubo reuniones donde William y Eddie corrían por el jardín y entraban a la casa como un par de torbellinos, cayéndose, peleándose, llorando, arrebatándose juguetes.

Esa vida que se tiene cuando tienes un hijo pequeño que es mejor amigo de del hijo de tus mejores amigas. Y así, todo queda en una armonía que te llena el pecho de pura felicidad.

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La vida pasa en un parpadear, rápido, de pronto las franquicias crecen, necesitas más personal, tienes más arrugas, y canas. Te duelen partes del cuerpo que antes no te dolían. Tu esposa gana su primer premio que aunque no es el de la academia, les parece igual de importante.

William conoce a su primera novia, conoce su primera decepción, llora por primera vez porque siente el corazón roto. Lo consuelas y le pagas un concierto de lo que sea que se escucha en estos días por los jóvenes.

Te presenta a otra novia, después otra, y otra; va a la universidad. Te presenta a la que es el amor de su vida y sabes que es el amor de su vida porque la mira como se miraban Rachel y tú, Barbra y tú.

Y se casa.

Te da dos nietos, niño y niña, y los amas más que a tu propia vida.

Tú y tu esposa ya tienen más años, las pecas en las manos que tenía tu madre cuando tenía cincuenta y dos las tienes ahora tú, pero en menor cantiad.

Descubres que Ray, sí existía después de todo y es el jefe de tu hijo, se presenta con Julien; de ese modo corroboras que el amor tarda en llegar, pero llega (para unos, para otros como yo no tarda tanto).

Danielle encuentra a su Emma. Y rompen cinco años después. Conoce a Lara.

Luego, descubres que te estás muriendo. Y la realidad es que empiezas a morir desde el día en el que te conciben, unos pasamos esos nueve meses, logramos salir, otros no.

Día con día estás muriendo, pero no tienes la plena conciencia de ello, así que vas despreocupado, sin agobiarte por aquello, porque de cierta forma te sientes inmortal. Y bueno, yo no soy inmortal pero miren que llegar a los setenta ya es un logro.

Y es mejor cuando llegas a esa edad acompañado de la mujer que amas.

Todo empieza con un dolor de cabeza, piensas que es una migraña cualquiera, pero, persiste… y persiste. Y, tras el chequeo requerido te dicen que es un tumor.

Lo ves dramático, la peor cosa que te puede pasar. Pero todos vamos a morir, unos morirán en paz en la cama de su casa, sin dolor y otros quizás lo hagan de la peor manera.

Una vez que empiezas a comprender la vida, temes menos a la muerte. Una vez que sabes que volverás, y volverás a reunirte con todas las personas que querías, te resignas y esperas que llegue cuando tenga que llegar.

Morir es el final de un ciclo y se renueva para comenzar con una nueva aventura.

Supe la notica estando sola, Barbra estaba trabajando y no nos veríamos en un par de días. Me senté en casa y pensé en las cosas que debía dejar en orden. Y mientras pensaba llegó, fue una sorpresa. Me sentí más que feliz.

La besé y luego la llevé de la mano, entramos a mi oficina, y me saqué la llave del cuello.

-Es hora de abrir la Caja de Pandora-.

Me miró extraño, hacía años que se había rendido respecto al baúl. Había dejado de preguntar y ya no lo veía con recelo como lo hizo mucho tiempo.

-Antes que nada- Se detuvo de girar la llave y me vio -¿Recuerdas aquel día, en el que hablamos de viajes en el tiempo? Dijiste que te gustaría ir a los años treinta-.
-Lo recuerdo-.
-Bien, ábrelo-.

El olor a viejo era penetrante, a humedad incluso, llevaba mucho tiempo cerrado, y fue así porque conforme pasó el tiempo sentí menos necesidad de recordar y sentirme nostálgica.

*escrito en tiempo presente*

Saca las cosas pero no las observa, no aún, está confundida y no entiende por qué después de todo este tiempo he decidido mostrarle lo que había adentro y, que, si ella realmente pensaba que tenía restos de doncellas, lo que hay son papeles y fotografías.

-Tú eres Rachel Barbra Berry, eres esa alma que estuvo en su cuerpo en los años treinta, e incluso antes, en las otras vidas que pudo tener, y serás, en las que vienen- Me senté en el piso, a su lado, ella repasaba las fotos con cara de asombro, yo le contaba la historia –No sé cómo sucedió, pero así fue, y estas fotos han viajado también en el tiempo, pero esperando pacientes dentro, con el ritmo normal de las manecillas del reloj. Cuando te digo que el grupo de almas reencarnan juntas, es porque es de ese modo. Santana estuvo con Britt…-

Le cuento todo, no me reservo ni siquiera el hecho de que Santana y yo fuimos algo en nuestra vida pasada. Le cuento de Charles y me escucha atenta, con la vellos erizados. Le explico que el día que nos conocimos, que nos vimos en el teatro, se estaba viendo a sí misma, en los años treinta.

Le parece complicado, como imposible, pero tan posible que tiene en sus manos fotografías de Julien con Ray, de Danielle con Emma, de mi abuelo siendo un bebé y al lado de la otra Quinn.

-¿Por qué no me lo mostraste antes?-.
-Temía que me tomaras por una loca-.
-Pero…-.
-No sé, temía algo aunque no sé identificar bien qué-.
-¿Y por qué ahora?- Suspiro.
-Porque- Me encojo de hombros –Porque quería que comprendieras que todo es un reencuentro sin fin y que tú realmente eres el amor de todas mis vidas. Tenía tantos deseos de conocerte, pero yo no sabía todo eso, lo aprendí en la aventura de estar allá, en los años treinta. Yo te amaba cada vez que te veía en la fotografía del vestíbulo, pero sabía que no podría estar contigo, jamás. Tú ya estabas muerta, Rachel ya lo estaba. Y deseaba con toda mi alma conocerte, estar contigo-.
-¿Y entonces luego supiste que de todas formas, si no hubieras viajado, me hubieras encontrado?- Asiento.
-Claro que nuestros mundos hubieran chocado. Me hubieras enamorado de cualquier manera-.
-Todo hace tanto sentido ahora, cómo te expresabas a ratos, por qué luego me decías Rachel y yo lo sentía como si fuera lo normal. Esa sensación que tuve al verme en el teatro, el mareo, la ausencia…-.

Charlamos por tanto tiempo al respecto que la madrugada nos sorprende y decidimos irnos a la cama cuando se le cierran los ojos mientras descansa su cabeza en mis piernas.

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Es dieciséis de Julio, es una noche de verano, con viento tibio y olor a pasto recién cortado. Las cortinas bailan suavemente con la brisa y Barbra y yo hemos pasado un par de semanas juntas en Nueva York, en la casa de campo para ser precisos.

El cielo está despejado y hay luna llena, así que, aunque apagamos la luz, la habitación se distingue casi completa. Se acuesta y me da la espalda así que la abrazo y le beso el omóplato, luego el cuello y la aprieto contra mí.

-¿Qué haré sin ti?- No le digo nada, vuelvo a besarle el cuello y ella rompe en llanto.
-Recuerda que volverás a encontrarme-.
-En esta vida es dónde me harás mucha falta-.
-Es una despedida temporal; volveremos a vernos otra vez-.
-Ojalá tuvieras el poder de detener el tiempo- Le sonrío para relajarla.
-Te amo- Le digo –Te amo tanto, te amé desde el instante en el que te vi, te amé cuando bajé las escaleras y estabas junto al piano; te amé entonces en cada beso y te amo ahora en todo lo que compartimos, en lo que hacemos y en lo que decimos. Tú eres el amor de todas mis vidas-.

Se gira y me besa; somos viejas, pero seguimos besándonos como la primera vez que nos fuimos a la cama.

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El dieciocho de Julio muero en cama y sin dolor (y yo que pensaba que sería lo contrario); no sé describirte lo que pasa con el alma cuando se separa, cuando flota lejos. Es casi como la ausencia que comenzaba a sentir cuando volví al presente la segunda vez.

Y de pronto, ahí está Benjamin, sonriéndome como me sonreía cuando iba a visitarlo, y a su lado, Judy.

Luego todo vuelve a ser oscuro. Y después hay mucha paz.

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Podrán pensar que es un final inconcluso, en realidad funge como puente para el oneshot que tengo pensado para terminar con la trascendencia de Rachel/Barbra.

Para mí, la historia terminó con el capítulo pasado pero les dije que habría otro cap donde les doy el resumen o grandes rasgos de lo que fue de ellas al pasar los años. Que terminaron viejas, con un hijo y dos nietos.

Esta historia es mi bebé, es la que más me ha gustado y en la que soñé tanto como ustedes al leerla, para mí hubiera sido un encanto viajar a 1887, quizás antes, pero nunca después de 1910. Mi alma me dice que he tenido varias vidas, las líneas en mis manos me dicen que soy un alma vieja y la línea de mi vida dice que no viviré tanto como Rachel y Quinn.

Pero creo en reencarnaciones, creo en trascendencias, creo que volveré a ver a las personas que se me han ido. Esto empezó parte por una película y continuó cuando la mujer que era como mi abuela, reapareció en mi mente y volvió a contarme sus historias de los años en los que fue joven. Y, aunque me contaba siempre las mismas cosas, yo la escuchaba atenta porque cada detalle descrito me transportaba a aquella época donde aún se usaba viajar en tren. Atesoremos a nuestros viejos, porque son los que más nos enseñan.

Espero que disfrutaran tanto de esto leyéndolo, como yo escribiéndolo. Es largo, y tiene detalles que hay que corregir, pero amo lo que resultó ser.

Gracias, gracias infinitas por leer, por comentar, por emocionarse. Por este fic conocí algunas lectoras, con algunas sigo en contacto vía wpp, con otras dejé de escribirme. Tantas ocupaciones y desidias en la vida de su servidora que… bueno, no siempre me doy el tiempo de contestar o agradecer. Discúlpenme por ello.

Sepan que les tengo gran cariño incluso si no las conozco ni siquiera por foto. Tienen un espacio especial en esta vida y espero volver a encontrarlas de cualquier forma en la siguiente.

Quisiera poner el nombre de cada persona que se dio el tiempo de dejar review, pero temo olvidar a algunos y mejor mando abrazos grupales.

Sigo soltera, para aquellas que me pidieron matrimonio, hahaha.
Amé los reviews largos y acertados, los cortos y emocionados. Cada comentario fue bien recibido.

Llegamos al final pues de este Viaje en el tiempo, de verdad, gracias infinitas.

Esperen el oneshot, no les doy fecha porque ahora mi trabajo es de muchas horas y no siempre tengo la cabeza despejada para seguir escribiendo.

También es probable que el oneshot sea la última cosa que suba. A menos que luego me llegue la inspiración para algo más.

Un beso enorme.

Aidan.

p.d: he pensado en algo de Clexa, levante la mano quién es fan de Lexa y Clarke en The 100.