hola, esta es una historia nueva basada en una película que vi hace mucho que se llama: Pide al tiempo que vuelva. Es como una "prueba piloto" que se me ocurrió empezar hace dos o tres meses. Aún no está bien planteada en mi mente y no creo que pueda escribirla tan seguido debido a que ya escribo otras tres... pero si les gusta este cap pueden darle Follow y el sistema les avisará cuando ya se haya actualizado. Saludos. N.


Como cada domingo me levanté a las ocho de la mañana para hacer mi cama, asearme, desayunar ligero y pasear al perro; también como cada domingo compré el periódico y no leí una sola palabra de él, me lo puse bajo el hombro mientras caminé a la cafetería más cercana y hacía fila para ordenar.

Era día de visitar al abuelo en el asilo dónde lo habíamos internado por común acuerdo, y en realidad no era que lo hubiéramos confinado ahí porque nos estorbara, sino que él mismo nos había propuesto mandarlo a un lugar donde pudiera estar con gente que lo entendiera.

Era una mansión con muchas habitaciones, los ricos tenían oportunidad de pagarlo, una casa hermosa con jardines enormes y un laberinto que pocas veces estaba abierto porque los ancianos con Alzheimer se perdían con mucha mayor facilidad y era un dolor de cabeza encontrarlos.

Tenían alberca techada y al aire libre, era de verdad, un lugar donde yo también hubiera querido vivir de tener la edad de mi abuelo, Ben Fabray.

Yo lo visitaba cada que podía, pero los domingos eran rutina, jugábamos ajedrez y leíamos un poco sentados en la terraza, yo un libro y él, el periódico que compraba antes de ir por mi café. Pasábamos buenas horas juntos, tan buenas que lo llegué a querer más que a mi propio padre; era muy inteligente y perspicaz, en su juventud un hombre muy asediado, así que no te preguntes más de dónde lo hemos sacado los Fabray; vivió muchas cosas y estuvo en la guerra, sabe de teatro y cine, de canto y música, sabe muchísimas cosas y ahora sólo se dedica a contarme las anécdotas de todo lo que ha hecho.

Le pongo atención porque me interesa, porque me transporta al pasado con cada cosa que dice, pareciera que lo estoy viviendo, y me enamoro más del pasado que del presente. Yo siento que no fui de esta época, a veces con cierta música, ropa, olores, lugares… a veces siento que yo estuve en otros años, con otras personas… y recuerdo una foto que está en el vestíbulo…

-Abuelo?-. Pregunto –Nunca lo había preguntado, bueno no a ti, sino a mí, a mí siempre me lo pregunto, sé que la mujer de la foto en el vestíbulo se llama Rachel Berry- Y entonces mi abuelo comienza a sonreír, él siempre lo ha sospechado de mi, siempre tuvo esta idea de que yo no era como las demás niñas y siempre se lo mencionó a mis padres, sabe bien por qué pregunto –Ya he investigado en internet y fue muy famosa en su tiempo, en los treinta creo yo, cuando tú eras un niño… qué puedes contarme de ella, lo que veías tú, lo que te gustaba, cómo era su voz en vivo, dime detalles que internet no cuenta-.

Mi abuelo se echó a reír y dio un sorbo a su jugo de naranja, sacó sus medicinas del bolsillo interior de su chaqueta y me miró. Yo me encogí un poco en mi asiento, sabía que había hablado de más, que algo iba a decirme al respecto, él era de mente abierta por la vida que había llevado, pero no sabía qué tan abierta.

-Quinn, era una mujer hermosa, como has visto ya en la foto, cada vez que pasamos por el vestíbulo la observas y te brillan los ojos, como si desearas estar en esa época, como si desearas tenerla-. Desvié la mirada y me puse nerviosa –Yo también hubiera querido tenerla en su tiempo, de haberle gustado los hombres, seguro la hubiera tenido si hubiera sido de su edad. Pero no, Rachel Berry era una lesbiana que sólo se paseaba con hombres que eran su… cómo le llaman, gay beard?-. Me encogí de hombros y meneé la cabeza, quizás así les decían y, estaba tan emocionada con lo que me había dicho que también me sentía como triste, porque si yo hubiera vivido entonces, yo sí la hubiera tenido –Bien, hombres que disfrazaran su homosexualidad; era una mujer muy divertida y talentosa, reía a diario y a todas horas; yo la escuchaba hablar con mi padre acerca de su presentación, acerca de sus amores. Le presentó a algunas de sus aventuras y la vi cantar muchas veces, tenía una voz increíble, era un placer verla sobre el escenario o junto al piano cantando, amenizando las reuniones -.

Siento la garganta seca y el corazón me sigue latiendo tan fuerte que parece que me está contando algo de vida o muerte. Le doy un trago a mi agua mineral con limón y sigo en silencio pues espero que continúe lo antes posible.

-Después dejó Nueva York y se marchó a Europa con uno de sus amores, pero fue algo enfermizo y supongo que ya has leído cómo terminó Rachel Barbra Berry, vivió en esta mansión los últimos años de su vida-. Y entonces con la barbilla sobre mi mano y el codo en la mesa, suspiro.
-Es todo lo que sabes? Son todos los detalles?-.
-Si Quinn, no le pidas a un viejo de ochenta años que recuerde todos los detalles, te aseguro que ni tú tienes la capacidad de recordarlo todo-. Sonreí y me recargué en la silla.
-Tienes razón… crees… crees que Tonya me quiera regalar la foto?-. Tonya era la dueña de la casa y se me figuraba muchísimo a la madre de Benjamin Button en la película del mismo nombre.
-Lo dudo, es su tesoro y además recuerda que ella ya no administra el lugar, sino su hija-. Me entristecí –Pero…-. Y me señaló con el dedo, sonriéndome, sabía que tenía un as bajo la manga –Yo tengo una… autografiada y te la voy a dar… si prometes cuidarla-.
-Oh dios abuelo, claro que la cuidaré, será mi tesoro te lo prometo-. Mi entusiasmo no cabía en mi cuerpo, se me desbordaba por los ojos y por la voz.

Pasamos a su habitación y abrió su ropero, sacó una caja de color blanco donde guardaba muchas, muchas fotos y las echó sobre la cama. Comenzó a verlas con añoranza, unas ya estaban un poco rotas, otras un tanto borrosas y cada vez que encontraba una que lo hacía reír, me contaba la historia detrás de la foto, una hora más tarde apareció Rachel Barbra Berry.

-Bingo!-. Tenía un vestido precioso, pero no adivinaba el color porque estaba en sepia, tenía el cabello arreglado en ondas como en los años treinta, un collar de bolas que le colgaba hasta el ombligo, muy Charleston el asunto y me enamoró aún más.

La firma estaba atrás, escrita con una letra un tanto irregular: Para Benjamin Fabray, el guapo Ben. Con cariño Rachel Barbra Berry. Luego su firma y una estrella.

-Sabías que Barbra Streisand se llama así por ella?-. Negué con la cabeza –Pues sí, le pusieron así por Rachel Barbra Berry-. Yo seguía sin palabras, ahora que tenía la foto entre mis manos parecía que estaba viendo a alguien que ya conocía, juro que casi podría ver a través de sus ojos, que ella me miraba de vuelta y me sonreía, su letra tan familiar y al mismo tiempo tan nueva…
-Se acabó el tiempo de visitas Señor Fabray-. Era Norma que asomaba la cabeza por la puerta tras su par de 'knocks'.
-Tan pronto?-. Y mi abuelo y yo miramos el reloj al mismo tiempo; seis de la tarde.
-Vaya, se pasó tan rápido que no puedo creer que ya sean las seis-. Besé al abuelo en la mejilla y lo abracé –Gracias por la foto, la cuidaré como si fuera un tesoro, bueno prácticamente lo es para mí, mañana no puedo venir a verte, pero el martes lo más seguro es que sí o el miércoles-.
-No te presiones, tienes deberes en la editorial, termínalos y si no estás muy cansada, vienes y nos vamos a caminar-.
-Hecho!-. Volví a besarlo en la mejilla y me fui.

La foto dentro de mi bolso era en verdad mi tesoro. Jamás creí que mi abuelo tuviera una foto autografiada, nunca le había contado a nadie sobre esa especie de "obsesión" curiosa que tenía por alguien que había tenido los mejores años de su vida en los treinta; pensarían que estaba loca, que era una geek, quién sabe de cuantas formas me hubieran llamado.

Cuando llegué a casa ya había oscurecido, Arthur, mi perro, ya estaba esperándome en la puerta. Brincó poniéndome las patitas delanteras sobre la pierna y me agaché para acariciarle la cabeza y dejé la foto en la mesa del comedor.

Vivía en los suburbios, me había cansado de la gente, de la vida tan acelerada de Nueva York, así que me había instalado en una casa bastante agradable a las afueras. No estaba comprometida y tampoco tenía un interés amoroso, la soltería era parte de mi vida; no estaba interesada en una compañía porque la libertad que no tener pareja me brindaba era sin duda algo que no tenía comparación.

Cené como siempre, sentada frente a la televisión viendo cualquier película. Cargué a Arthur y subí a mi habitación, quité los miles de cojines que había en la cama y me metí bajo las sábanas después de haberme lavado la cara y haberme cepillado los dientes.

La foto ya estaba al lado de mi buró y antes de apagar la luz le di un último vistazo, era tan hermosa, con esa sonrisa, con esa mirada… me hubiera gustado haber vivido en aquella época, me hubiera gustado poder enamorarla… será que si inventaba una máquina del tiempo podría conocerla? Seh claro, mira que hacer una máquina del tiempo es pan comido.

Sonreí por este pensamiento absurdo y apagué por fin la luz, me acomodé y me dispuse a dormir.

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Me levanté completamente asustada, por dios, en dónde estaba? No había alfombra sino que más bien sentí la duela bajo mis pies, abajo se escuchaban voces de gente que parecía estarla pasando bastante bien, reían y sonaba una música que definitivamente era antigua.

Mis ropas no eran mis ropas y los muebles eran viejos pero nuevos al mismo tiempo. Me había emborrachado y alguien me había subido a la habitación? No, yo había visitado al abuelo antes de llegar a casa.

Me puse la bata que colgaba del baño y salí con mucha precaución, era un pasillo con piso de madera y una alfombra roja en el medio, había muebles a la orilla, pegados a las paredes, era largo, había demasiadas habitaciones.

Seguí la música y me asomé por las escaleras, bajando apenas el primer escalón.

Esto era una broma no? Una fiesta de disfraces?

-Ah, señorita Fabray, es bueno ver que ha salido de su habitación, ya se siente mejor?-. Asentí sólo por hacerlo, yo no conocía a esta mucama de color que me hablaba por mi apellido y me preguntaba por mi salud –Perfecto, venga vamos, la vestiré para que pueda bajar a la fiesta de su tío-.
-Mi tío?- pregunté confundida y con miedo.
-Si-.
-Quién es mi tío?-.
-Samuel Fabray-. Dijo como si fuera obvio, volteó a ver una foto que estaba en la mesilla, sabía que me estaba señalando que él era de quien hablaba. Samuel Fabray no era mi tío, era mi bisabuelo, el que por cierto había muerto antes de conocerlo.

En silencio me dejé vestir por ella, la miraba extraño y ella me veía con diversión.

-No se preocupe, ya verá que el golpe pasará pronto y su memoria también. Es cosa seria caerse de un caballo y golpearse la cabeza; creíamos que duraría bastante dormida, pero la veo mejor-. Seguí en silencio. –Listo! Qué hermoso vestido le han regalado y le queda a la perfección; ahora vaya, vaya que su tío la espera-.

Me sacó casi a empujones de la habitación y me señaló las escaleras cuando me giré con duda para verla, tenía miedo y no sabía si estaba soñando, si era una broma… no sabía nada. Bajé cuidadosamente y muy lento y entonces me detuve en seco, fue cuando la canción comenzó y que se puso a un lado del piano con una copa en su mano que me di cuenta de quien cantaba: Rachel Barbra Berry.

Luego todo se volvió oscuro.