10. Sábanas rotas

Watson arrebató de los labios de Holmes su pipa y se la introdujo en su boca. Reposó su espalda sobre la pared y saboreó el humo durante unos segundos.

-Bien Holmes, ¿tiene pensado ya algo que podamos hacer esta tarde?

-Había pensado en algo pero… no creo que le interese.

-Ilústreme.

Holmes se dirigió al lugar donde permanecía John y se quedó a escasos centímetros de él. Puso sus manos alrededor de la cintura del doctor y se acercó aún más a su cuerpo hasta pegar su nariz con la de Watson.

-¿Y bien, Holmes? ¿Eso es todo? Creí que…

Un apasionado beso calló de inmediato a Watson. Dejó la pipa sobre una mesita cercana y agarró la cabeza de Sherlock con sus manos para profundizar el beso. Las respiraciones se tornaron agitadas y John comenzó a caminar haciendo retroceder al detective hasta que finalmente cayó sentado en su vieja butaca. Watson se sentó encima de Sherlock posicionando sus piernas a cada lado de la cintura del detective. Agarró la camisa de Holmes y lo atrajo hacia él. Besó su cuello con fuerza dejando marcas de saliva por toda la zona, y disfrutó con los jadeos de su compañero al que apenas le daba unos segundos de descanso entre beso y beso. Cuando creyó suficiente, Watson se separó del cuerpo de Holmes y desabrochó sus pantalones bajo la atenta mirada de su amigo.

-¿Qué piensa hacer, Watson?

-Ahora lo verá…

Watson se puso de rodillas frente a Sherlock, quien permanecía sentado y con el pantalón medio bajado. No cabía en sí del asombro cuando observó cómo John sacaba su miembro con delicadeza a la vez que miraba al detective fijamente.

-No será capaz de…

-Calle… y relájese.

Ocurrió lo que Holmes se temía. Watson humedeció con su lengua la punta de su miembro para continuar con suaves mordiscos que incrementaban la excitación del detective. Siguió recorriéndolo con su lengua, de arriba abajo, y no se olvidó de cubrirlo de besos en varias ocasiones. Holmes sentía vergüenza de observarlo. Evitaba mirarlo, pero aquella situación era tan sensual y excitante que le impedía dejar de fijar su mirada en el rostro de Watson que en aquel momento se entregaba a él de forma exquisita.

Un gemido escapó de sus labios cuando Watson introdujo todo el miembro en su boca. Repitió la acción a un ritmo constante y sin pausas, pero con cierta dificultad puesto que no tenía experiencia en aquella práctica.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Watson cuando se introdujo el miembro a más profundidad, llegando al límite de su capacidad y provocándole una arcada que casi le deja sin aliento. Rápidamente sacó el miembro de su boca y comenzó a respirar aceleradamente y con dificultad. Holmes alzó la cabeza de su compañero sujetando su barbilla con una de sus manos. John abrió los ojos y observó el rostro de preocupación del detective.

Sherlock tomó de los hombros a Watson y lo puso de pie. Acto seguido, cogió al doctor de la cintura y lo alzó para cogerlo en brazos, quedando las piernas de John rodeando las caderas de Holmes mientras que éste lo agarraba por la espalda para que no cayera. Watson rodeó el cuello de Holmes con sus brazos y lo besó dulcemente en los labios. Las manos de John recorrían la espalda, cuello y pecho de Sherlock, cubriéndolo de caricias y pequeños arañazos.

-Hagámoslo ya, Holmes.

-Primero desnúdese.

-Prefiero que lo haga usted.

Holmes sonrió y bajó a John con cuidado. Una vez tuvo los pies en el suelo, Sherlock comenzó a desvestirlo muy despacio, disfrutando mientras obserbava y acariciaba la piel desnuda de Watson. Se divertió mirando cómo John se sonrojaba cuando Holmes le bajó la ropa interior muy lentamente, provocando una sonrisa inocente en el doctor que excitó aún más al detective.

Sherlock se deshizo rápidamente de la poca ropa que lo cubría y volvió a coger en brazos a Watson, quien rodeó de nuevo las caderas de Holmes con sus piernas. Se dirigió a la habitación y reposó el cuerpo de John sobre la cama.

Holmes se puso encima de él con sus piernas a cada lado de la cintura de su compañero. Se inclinó y lo besó de nuevo para luego mordisquear levemente el labio inferior de John. Alzó un poco las piernas de su amigo y notó el roce de su miembro con el suyo propio.

Con los dedos índice y corazón delineó los labios de Watson haciendo que éste abriera tímidamente la boca. John entendió lo que quería hacer y dejó que Holmes introdujera dos dedos en su boca para humedecerlos con su saliva. Cuando creyó que ya estaban lo suficientemente húmedos, Holmes los sacó del interior de la boca de John y comenzó a masajear la zona externa de la entrada del doctor.

-Holmes, hágalo con cuid-...

Sherlock introdujo el dedo corazón en el interior de Watson, provocándole un escalofrío acompañado de un leve gemido de molestia.

-¿Le duele?

-No… no precisamente.

Al primer dedo se le sumó el segundo que penetró con más delicadeza pero con gran dificultad debido a lo sumamente contraído que estaba John.

Poco a poco fue introduciéndolos y sacándolos lentamente para dilatar al doctor, que permanecía en tension y con los ojos fuertemente cerrados.

-Watson, no quiero que le duela. Relájese.

Holmes cubrió de besos el cuello del nervioso doctor que inmediatamente destensó todo su cuerpo y dejó escapar un prolongado suspiro.

Ese era el momento que estaba esperando Sherlock. Cogió las piernas de John y las puso sobre sus hombros, quedado éste totalmente expuesto y vulnerable.

-Hágalo ya, Holmes..

-Intente no ponerse demasiado nervioso…

-Lo intentar-... ¡Aah!

Un espasmo agitó todo el cuerpo de Watson cuando sintió el miembro de Holmes haciéndose paso entre sus nalgas, provocando que un sofocante calor subiese por su vientre y pecho.

Holmes se quedó unos segundos sin realizar ningún movimiento, y cuando creyó que John ya se había acostumbrado a la presencia de su miembro, continuó penetrándolo lo más delicadamente que pudo.

-M-Más despacio, Holmes...

Pese a sentir algo de pudor por su amigo, Holmes continuó introduciéndose más y más en el interior de John.

Las lágrimas humedecieron los pómulos de Watson que jadeaba sin parar por el esfuerzo al que estaba sometido. En aquel momento Sherlock se percató de lo tremendamente frágil que era su ansiado amigo. Estaba totalmente expuesto y en una postura que debía ser dolorosamente incómoda para el pobre John. Sus manos agarraban con fuerza la almohada y los temblores que desprendía su cuerpo inquietaban a Holmes. Respiraba con dificultad y sus ojos estaban cerrados con fuerza. Su boca entreabierta dejaba escapar sus jadeos y gemidos, y de vez cuando tragaba saliva mientras las lágrimas continuaban humedeciendo su rostro. Holmes no podía creer que Watson estuviese dejándose hacer todo aquello. Realmente John lo apreciaba tanto como para sufrir de aquella forma sólo para satisfacer los deseos del detective.

-No puedo verle así, Watson. Será mejor que lo dejemos…

-¿Está loco? Termine lo que ha empezado, Sherlock Holmes. ¿Piensa dejar este caso a medias?

Holmes no pudo evitar reírse de aquellas palabras y contagió a Watson con su risa. Volvió a besarle y con toda la ternura del mundo comenzó a embestirle con suavidad.

-¿A-Así mejor, doctor?

No recibió respuesta por parte de Watson, pero tampoco lo necesitaba. El doctor mordió fuertemente su labio inferior para aguantarse los gemidos que le provocaban las acometidas de Holmes. Lo que hacía unos minutos le producía dolor, ahora se había convertido en un desbordante placer que ocultaba el ardor que sentía en su interior.

Las manos de Holmes recorrían su cuerpo y de vez en cuando se detenían en su mejilla para acariciarla y secarle las lágrimas. Con sus dedos delineaba sus labios para después besarlos con una dulzura algo impropia de él.

Holmes dejó de escuchar los gemidos de su compañero durante un momento pues el placer anulaba todos sus sentidos. Cuando terminó, se dejó caer sobre el pecho de Watson que aun se resentía del dolor que le habían provocado las últimas embestidas.

-Se habrá quedado a gusto...

-En realidad aún no he terminado, Watson.

Watson tardó unos excasos minutos en terminar en la mano de Holmes, que se apoderó cruelmente de su miembro y no paró hasta que John soltó su último gemido.

-Esta… esta se la guardo para la próxima vez…

-¿Habrá próxima vez, Watson?

-Por supuesto, y no podrá andar en… ¡Aah, pare!

Holmes no pudo evitar reírse mientras observaba cómo Watson se retorcía en la cama. Esta vez Sherlock había apretado con fuerza la punta del miembro de su compañero, provocándole una extraña sensación entre dolor y placer. Holmes se tumbó al lado de Watson y tiró fuertemente de las sábanas para cubrir sus cuerpos. Era extraño, pero después de todo sentía algo de vergüenza estando desnudo junto a Watson. Cerró los ojos un instante y sintió cómo el doctor se acurrucaba a su vera y apoyaba su cabeza sobre su pecho, mientras que acariciaba con la yema de los dedos el vientre del detective. Aquello era inmensamente mejor que sus sueños. Aquello superaba a sus fantasías y le producía una sensación de bienestar infinito. Tanto Holmes como Watson deseaban por encima de todo que aquella tarde jamás acabase. Querían permanecer abrazados eternamente, querían perderse en aquellas sábanas y sobre todo, jamás perder el contacto físico que les unía en aquel momento.

Pasado un rato, Watson comenzó a llorar.